Prologo.

En el mundo se le conocía de diferentes modos, algunos, los más temerosos, la llamaban bruja –en cuanto solían notar la magnitud de los poderes que poseía- otros cuantos la llamaban sabia, mientras que otros temían nombrarla incluso. Pero ella era como el viento y por lo tanto se conocía de ella tan poco, como mucho. Se sabían historias de aquel misterioso ser, desde el más recóndito pueblo, hasta el más glorioso reino.

Se sabía de su indescriptible belleza, y de las tantas mentes convertidas en demencia a su paso, al ser como el viento, jamás podía quedarse en el mismo sitio por tanto tiempo y por lo tanto nunca en toda su existencia había amado; amantes, incontables, pero ninguno lo había logrado, su corazón nunca podría ser de un hombre cualquiera, aunque fuese un hombre locamente enamorado.

En su entorno siempre se escuchan cuchicheos, con cada paso un insulto o alguna petición, que en su mayoría acostumbraban a ser con referencias amorosas, pero su trabajo, sus bendiciones o magia no eran para cualquiera, porque ella conocía a la perfección el corazón de cada una de las personas que querían que alguien los amase de vuelta. Ella podía escuchar los sentimientos.

Escuchaba la burbujeante desesperación del alma de una mujer enamorada, pero rechazada, y podía también, escuchar el distinto sonido de una vibración en las entrañas que claramente la pasión provocaba. Pasión y amor, de ahí se basaba toda la existencia humana. Pero no simplemente escuchaba las placenteras sensaciones que el amor y la pasión producía, también escuchaba el incesante alarido del alma en pena por alguna pérdida, la lluvia creciente por un corazón roto, y el sonido chirriante y doloroso del remordimiento. Aunque con el pasar del tiempo aprendió a escuchar todo aquello como un simple murmullo, un murmullo como todos los que había siempre a su alrededor.

Entre las historias, se encuentra aquella de su edad, de la cual nadie sabe o se atreve a adivinar, pero sus historias son transmitidas de padres a sus hijos, y los hijos de los hijos a su vez son contadas a sus hijos.

Su voz, era un timbre que muy pocos tenían el privilegio de escuchar –los amantes que en algún momento pensó que podría amar- su rostro por ser hermoso era cruelmente evitado, siempre escuchando el ardiente sonido de la envidia, y el resoplo molesto de los celos que aquel rostro agraciado provocaba.

Nadie sabía de donde habían provenido aquellos poderes, y los más religiosos lo atribuían a Satán, mientras que los más sabios buscaban una lógica, que al final, al ver su rostro en el espejo: viejo y acabado, y al ver el de ella igual de hermoso todos los años, ni una sola arruga, ni una mancha, ni un vestigio de tiempo, no podían más que buscar teorías imposibles de explicar.

Las historias también contaban que en algunas aldeas la condenaban de brujería, y era quemada hasta convertirse en cenizas, cenizas que se esparcían por el cielo, volando con el viento, para que al llegar al último rincón iluminado por el último rayo cálido del sol, tomara la hermosa forma, que tanto asustaba a la gente.

Su vida era un misterio, al igual que su pasado, su presente y su futuro.

Pero ella había visto cosas inimaginables en su viaje a través del tiempo; había visto palabras convertirse en guerras, hombres convertirse en animales, y hermanos convirtiéndose en verdugos. Hasta llegar al día presente, el día que aún con aquella sabiduría con la que ella cuenta, desconoce por completo. Desconoce a la gente, le depreciación del alma humana por la tecnología, la quema del romanticismo a cambio del erotismo errático, y el cambio del mismo ser por gente sin alma.

Sus servicios ya nunca eran requeridos, y los cuchicheos habían cesado al dejarse de contar historias, su existencia era desconocida al igual que la de otro ser humano, pero aquella tarde, ocurrieron sucesos, provocando emociones que nunca había sentido.

I

La mañana comenzaba como cualquier otra, el sonido de los autos, los gritos desesperados de las personas ansiosas por llegar a sus destinos, y los diferentes murmullos delatando el sentimiento más escondido llegaban a oídos de ella. Desde hacía años no escuchaba nada nuevo a su alrededor, el mismo sonido de la codicia junto con la desesperación, y el de la ambición combinada con la lujuria llegaban diariamente hasta sus oídos.

Vivía en una pequeña casa blanca, la casa en la que desde que el viento había dejado de ser puro e incorruptible se había convertido en su hogar, ya nadie buscaba quemarla, o saber de su rostro y de su edad, a pesar de su belleza pasaba desapercibida sin más.

Se levantó de la cama y miró a su alrededor, dormía en un colchón lleno de cobijas blancas y cojines de plumas que solo ella sabía en dónde podía conseguir. En su habitación no había más que una mesa con un florero, el colchón con cobijas, y un reproductor de vinil que guardaba con cierto apego. Frente al colchón se encontraba la puerta del baño, una puerta la cual también era blanca, en su interior sólo había una bañera de mármol y un espejo que reposaba sobre una de las paredes –está de más decir que no tenía necesidades básicas-.

Esa mañana sentía el rostro agrietado y reseco, escucho el sonido de la confusión que esta sensación le producía, y al entrar al cuarto de baño y mirarse en el espejo escucho un sonido que ella nunca había sentido; escucho el miedo.

Su cabello castaño caía sobre sus hombros como de costumbre, observó su rostro y sus ojos grises, se apreciaban sin brillo, su piel ya no parecía joven ni tersa, sus labios se veían resecos y algunas cuantas arrugas agrietaban su ceño, se alejó asustada del espejo y pensó, hacía cuanto que no sabía de la pasión que solía irradiar su interior con tanta fuerza, el sonido de un retumbante corazón contra el pecho comenzó a sonar aún más fuerte, el miedo se acrecentaba. Se vistió rápidamente dispuesta a salir, como en muchos años no lo había hecho. Se había rehusado a salir al ver en lo que se había convertido el alma del mundo. Había aprendido a no necesitar comida, ni agua, aunque debía admitir que extrañaba la compañía humana.

El sol golpeó con su brillo los ojos de ella, quien no pudo evitar más que taparlos e intentar protegerse de los tumultos que ocurrían a su alrededor. Necesitaba refugio del sol, y una cafetería frente a su pequeña casa blanca parecía ser su salvación, entró, acostumbrada entonces a ser ignorada, pidió un simple té y se sentó en el sillón más escondido del pequeño local.

Sin querer pensarlo, descubrió entonces que ansiaba la pasión que los hombres le ofrecían, la calidez de algunas palabras de otro ser humano, y el marchitar que su cuerpo presentaba ante tales necesidades, veía sin observar el té revolverse solo con el azúcar, y al levantar la mirada se encontró con una curiosa mueca dirigida a ella, unos ojos azules que la miraban con el brillo que ella había perdido hacía tanto, y lo escucho de pronto. El burbujeante y cálido sonido del amor, observó a su alrededor en la búsqueda del dueño de aquellos sonidos, hacía tanto que no escuchaba el burbujeante sonido del amor verdadero. El hombre se acercó con su tasa de café en una mano y una libreta en la otra, su mueca se había convertido en sonrisa al verla tan sonrojada y mirando hacia todos lados, ella escucho entonces, el repicar de su corazón contra su pecho, toco su frente con su mano y noto el sudor que nunca había exhalado, eran de ella, aquellos sonidos eran de ella; estaba enamorada.

¿Debo continuarla? Opiniones, criticas?