Jalou? Bueno, soy Nata, mi primer fic... que comenzó con la idea de que fuera one shot pero acabó siendo twoshot... uhm, ninguno de estos personasjes me pertenece, lo cual es obvio porque si lo hicieran la serie sería un hentai mega enfermizo con mucho gore hacia Eren y sexo desesenfrenado xD y eso...
Si alguna me deja review seré happy *-* y si me dejan críticas constructivas mejor :D si me envían dinero a la sgte cuenta corriente ufff, las amaré (ok no) eweU
Anyway, ahí va la primera parte. (La cual me tomó tres malditos días completar debido a mi poca concentración D;)
Leche condensada
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Antiguo cuartel central del grupo de investigación.
En la cocina, a una hora anormalmente temprana para él, siendo un día libre, se encontraba Eren Jaeger, revisando las repisas en busca de algo apetecible para comer, pero hasta el momento no daba con algo que le atrajera realmente.
- Ah… - suspiró cansado y acomodando todo de vuelta en su lugar.
En ese mismo instante, cuando, rendido, planeaba devolverse a su habitación, o mejor dicho calabozo, entraron en escena tres cajas con piernas tambaleándose.
¿Eh? ¿Desde cuándo las cajas caminan? … no, ¡¿desde cuándo tienen piernas?! Pensó Eren al ver semejante espectáculo, pero culpó a su típico aturdimiento matutino al darse cuenta de las manos que sobresalían a los costados y de escuchar un pequeño quejido femenino.
- ¿Hanji-san? – se atrevió a preguntar, confundido.
- ¿Eren? – replicó la científica de los lentes - ¿Qué haces aquí? Pensé que habías ido a la ciudad con todos.
- ¿Eh? ¡¿Se fueron a la ciudad?! ¡¿Cuándo?!
- Esta mañana, cuando recién salía el sol
- ¡¿Qué hora es?! – casi gritó el castaño, acercándose a la ventana más cercana para percatarse que la falta que luz que adjudicaba al horario matutino-madrugador, no era sino que unas cuantas nubes opacando el cielo.
- Cerca del mediodía – explicó tranquila la sargento.
Bien, ahora entendía porque tenía tanta hambre…
- Jajaja, te abandonaron – no pudo evitar burlarse ante la cara de decepción que puso Eren.
- N-no lo creo – respondió él, poco convencido – seguramente trataron de despertarme pero no los escuché, tengo el sueño pesado.
- Pobre Erencito – prosiguió Hanji – tan solito y dejado.
- ¡H-hanji-san! – se quejó el menor a la vez que se sonrojaba levemente.
- Ok, ok, basta de bullying, ahora, ayúdame a acomodar esto, son las provisiones de la semana.
Recién entonces el castaño se percató de la ausencia de alguien muy importante.
- ¿Y el heichou? – cuestionó tratando de sonar desinteresado.
- No lo sé. Lo busqué para ir juntos a por las provisiones, pero no lo encontré en ningún lado, supongo que salió a entrenar y como es tan pequeño, un titán lo pisó y ahora no es más que una aburrida mancha en el suelo – habló tan rápido que acabó jadeando, pero con una enorme sonrisa en los labios.
- Hanji-san... no hable así del heichou, sabe que si algo le pasara, la humanidad estaría jodida…
- Calma Eren, sólo bromeaba. Rivaille no morirá así de fácil, más aún ahora que encontró una nueva entretención – esta vez la sonrisa de la científica se tornó malévola y algo lujuriosa.
- ¿A-a qué se refiere?... – Eren estaba intrigado (y asustado). El presentimiento de que aquella frase iba especialmente dirigida hacia él lograba perturbarlo.
- Nada, nada – le restó importancia la mujer – ahora simplemente saca todo y ordénalo alfabéticamente como nuestro Rivaille manda – y con una risa exagerada salió de la cocina para dirigirse a, probablemente, su laboratorio.
El castaño iba sacando parsimoniosamente los alimentos y colocándolos donde se suponía que iban. Así hasta que llegó a un conjunto de latas peculiares. Nunca había visto unas similares en el depósito o en la cocina, la pegatina tenía la imagen de un postre y decía grande: NESTEL.
Su curiosidad era grande, parecía una nueva especie de dulce, así que tomó una, dejando todo lo demás desparramado en el piso y fue en busca de Hanji para preguntarle por su contenido, pero por más que buscó en el laboratorio, comedor, cuartos o patio, no dio con la loca… cofcof, digo, científica.
¿Dónde se habrá metido?... se dijo a sí mismo mientras volvía a mirar el pote. ¿Estará bien si… aunque sea, pruebo un poco?... y un fuerte gruñido proveniente de su estómago le indicó que debía correr el riesgo, total, con una mirada de cachorrito y/o dejarse hacer un par de experimentos, todo estaría solucionado.
Volvió sobre sus pasos hasta la cocina, donde sacó un cuchillo de un cajón y lo clavó con fuerza en la lata, inclinándolo y extendiendo el corte hasta que logró hacer un semi círculo y levantar la improvisada tapa.
La sustancia que contenía era blanca y viscosa. De inmediato un pensamiento un tanto obsceno surcó la mente del joven, aquella cosa era MUY PARECIDA al…
- Oh por la… - murmuró mientras se ponía rojo como tomate y alejaba el tarro.
Sabía que Hanji era rara, pero para envasar AQUELLO, ¡debía ser una enferma!
Tras jadear un poco y cubrir su rostro con ambas manos de pura vergüenza, la cordura volvió a él y, ya más calmado, pensó que quizás, SÓLO QUIZÁS, aquello no era semen, sino un "algo" de similar consistencia. Suspiró debido al nuevo descubrimiento. Realmente era un pervertido sin remedio.
Con algo de temor aún, decidió meter un dedo y probar qué demonios era aquello y para sorpresa de su paladar, resultó ser una sustancia muy dulce y agradable. Volvió a tomar el pote entre sus manos y esta vez trató de leer lo que decía la etiqueta.
- Le… leche… c-conden… sada… - ladeó la cabeza con desconcierto – ¿Leche condensada? - ¿qué demonios era eso? ¿Desde cuando los alimentos tenían nombres tan complejos? Toda su vida pensó que las cosas comestibles eran simples; papas, tomates, carne, pan… nada con terminología… ¿química? ¡Agh! Lo que fuera aquella palabra.
Algo molesto por su ignorancia, colocó la lata abierta en la repisa y se dispuso a marcharse a su cuarto, a refunfuñar en paz, pero en el marco de la puerta se detuvo. Un pensamiento bastante enfermo vino a él como una revelación. Miró hacia atrás y saboreó de nuevo sus labios. Aquella maldita cosa sabía demasiado bien y se ajustaba perfectamente a sus recién creados y pervertidos planes.
Fijándose que nadie lo viera, lo cual era ridículo porque estaba solo en todo el puto castillo, agarró de nuevo el envase y se lo llevó directo al calabozo alias su habitación, procurando cerrar bien la puerta, mas olvidándose de poner el seguro.
Una vez en la "comodidad" de su incómoda cama, se recostó y hundió dos de sus dedos en la leche. Vio con algo de lascivia cómo la sustancia escurría por toda su mano con lentitud y procedió a lamérsela rápidamente, antes de que cayera algo en sus sábanas.
No era un tonto, él sabía qué fin planeaba darle a la famosa leche condensada y cómo acabaría su pequeño experimento, después de todo no era ningún santo, ¡por dios, tenía quince y un libido bastante alto! ¡No podía seguir mintiéndose!, aunque su orgullo lo lamentara después, ¡¿cómo desaprovechar la oportunidad de tener tu propia "lechita" de juguete?! Oh, sí, porque con ESE propósito robó Eren aquel postre, para "jugar" con él y consigo mismo. La idea había surgido tan fugaz y tentadora que simplemente no podía dejarla pasar. Además, estaba solo, TOTALMENTE SOLO.
Colocándose en una mejor posición, frente a un espejo de cuerpo entero que tenía a un costado de la habitación, alzó el tarro de leche y dejó que un poco de ésta cayera desde cierta altura hasta su boca, ocasionando también que escurriera otra tanta por su barbilla hasta su cuello. Todo esto mientras veía su reflejo en el espejo.
Comenzaba a excitarse, la textura y color, eran tan idénticos al verdadero esperma que de sólo verlo resbalando por su boca, se ponía duro.
Cerró los ojos mientras jugaba con la leche en su boca y su fiel derecha descendía tortuosamente hasta sus, ahora, apretados pantalones. Se tocó por encima de la ropa mientras con un sonido obsceno tragaba el dulce contenido en su boca. Pero justo cuando éste viajaba por su garganta, pegajosamente, una imagen veloz se formó en su cabeza: Rivaille.
Sonrió.
¡Oh! Ya desearía él que su boca estuviera llena con la semilla del sargento en vez de con aquel dulce, pero como eso era IMPOSIBLE, tendría que conformarse con imaginar y darse placer a sí mismo…
Se paró de repente y caminó hasta estar enfrente del espejo. Se desnudó allí mismo y se miró detalladamente.
No estaba tan mal, su cuerpo era esbelto (nunca tanto como el del hecihou), tenía pocos músculos (es que nadie jamás podría igualar el físico perfecto de Rivaille), su piel era suave (aunque apostaba que la del heichou aún más) y sus ojos hipnotizantemente grandes (a pesar de que él prefería los filosos y oscuros del sargento). Un sonrojo surcó sus mejillas al darse cuenta de sus inconscientes comparaciones…
Ah~… en serio estaba muy enamorado…
Dejó las divagaciones para después y volvió a concentrarse en su actual labor. Bebió un buen tanto de la leche, bajó su mano hasta su ya erecto miembro y lo tomó con firmeza. Vio su reflejo y abrió la boca. Movió un poco la lengua; allí yacía la sustancia blanquecina, lasciva. Dejó que un poco de ésta se deslizara lentamente por la comisura de sus labios hasta su barbilla, luego cerró los ojos y lo tragó todo. Jadeó y se miró apenas entreviéndose, lamió sus labios y comenzó el sube y baja en su erección.
La habitación ya comenzaba a sentirse asfixiante; su cuerpo, el aire, todo estaba muy caliente, en especial por allá abajo. Su derecha mantenía un ritmo constante, ascendiendo y descendiendo sobre toda su extensión, mientras que, lentamente, con su izquierda, sumergía un par de dedos en el pote de leche, embadurnándolos totalmente y posteriormente jugueteando alrededor de sus ya erectas tetillas, jalándolas, pellizcándolas y trazando círculos alrededor de ellas, dejando su pecho totalmente pegajoso.
Estaba llegando muy rápido al punto sin regreso, sus piernas temblaban, necesitaba sentarse o se caería al piso, así que sin despegar sus entreabiertos ojos del espejo, retrocedió hasta que chocó con la cama y cayó en ella, sin, en ningún momento, detener su trabajo manual.
Aumentó la velocidad, necesitaba más fricción, más rápido, ¡ya!
Cuando sintió una extraña sensación acumulándose en su vientre…
Su cabeza, su corazón, su pene a punto de explotar…
- H-hei… ¡Heichou!… - gimió eróticamente al mismo tiempo que se corría violentamente.
- Asqueroso…
Esa voz…
Abrió los ojos en shock, allí a un lado de la habitación mirándolo con repugnancia se encontraba el mismísimo Rivaille.
Sintió el miedo inundar sus arterias, su mente hacer "crack" y su cuerpo ser recorrido por una nueva oleada de placer. Sin poderlo evitar, sus espasmos aumentaron y con un quejido lamentable, se corrió por segunda vez en la tarde, tirando con ello la lata que tantas fantasías le había ayudado a recrear.
Su mente se sentía nublada, su corazón parecía como si se le fuera a salir, sus manos temblaban y todo él se retorcía producto del intenso goce. El pobrecillo aún no era capaz de darse cuenta de la horrible y comprometedora situación en la que se encontraba ni lo que ello conllevaría.