CAPITULO 1: Sesshomaru (1º parte)

Desde lejos podía verse, sobre el borde de un acantilado, la joven e imponente figura de un demonio de perro blanco. Miraba a la luna desde hacía un buen rato, con rostro serio y estático como siempre igual que una estatua. Aun así, su porte no reflejaba como se sentía en ese momento, algo muy inusual en él. Por una vez en muchísimos años estaba frustrado, preocupado y furioso, porque sentía que no tenía el control de la situación y eso era algo que le desagradaba sobremanera. Él nunca perdía el control de sus emociones ni cuando las cosas se ponían complicadas, jamás se preocupaba más de lo debido al menos que no fuera algo imprescindible, y siempre sabía qué hacer y cómo resolver los problemas, nunca se había encontrado en la tesitura de no saber qué hacer ante una situación difícil. Pero en este caso...todo era muy distinto.

Sesshomaru pensó que, a veces, la vida juega muy malas pasadas y que en este caso había tenido muy mala suerte. Si hubiera sido cualquier otro ser el destinado a ser el nuevo cuerpo del espíritu de Himekoyami, no hubiera dudado ni un segundo en ir a por él, matarlo sin pensárselo dos veces y problema solucionado, con eso le habría complicado bastante sus propósitos a esa vieja nigromante. Tal vez incluso no le hubiera dado la menor importancia, hubiera dejado pasar el tiempo hasta que Himekoyami tomara ese cuerpo creado a su medida y hubiera ido directamente a por ella. Esa sería, seguramente, la opción que hubiera tomado, ya que era un reto que no le desagradaba asumir, de hecho le atraía. Pero desgraciadamente para él, las cosas no iban a ser tan fáciles. Por alguna broma del destino bastante macabra, ese papel lo tenía precisamente Rin... Su Rin... y eso era lo que en el fondo le enfurecía.

"De todos los seres vivos que existían en este mundo le tenía que haber tocado precisamente a ella...".

Por un segundo maldijo el día que la conoció y, sobretodo, maldijo a "Colmillo sagrado" por hacerle hecho caso para revivirla, porque si no lo hubiera hecho ahora sería todo mucho más fácil. Hasta aquel entonces él estaba de lo más tranquilo en un orden que se acoplaba perfectamente a su estilo de vida. Su máxima preocupación era la resolución de un gran proyecto y un objetivo que se había propuesto cumplir y no se preocupaba de lo que sucedía a su alrededor, a fin de cuentas, cualquier cosa que no entrara en sus planes no era asunto suyo. El único reto importante que se le presentaba a corto plazo, su objetivo prioritario y lo que más le obsesionaba, era recuperar el legado de su padre, aquella espada que su progenitor había dejado equivocadamente a aquel estúpido semi demonio que llevaba su preciada sangre sin merecérselo. En cuanto lo consiguiera seguiría con su camino para conseguir su gran objetivo a largo plazo, crear un imperio tan grande que hubiera hecho palidecer de envidia a su propio padre si estuviera vivo. Después de varios años de frustración tras su estúpida muerte, había asumido que jamás podría derrotar a su padre en combate, así que ya que no podría hacerlo en el campo de batalla, al menos podría superarle en eso.

Sí, todo se presentaba muy fácil para él. Estaba muy cómodo en su situación y no tenía ningunas ganas de que las cosas cambiaran.

"Pero luego llegó Rin... y lo trastocó todo..."

Simplemente no podía creer que una simple e insignificante niña humana, que en cualquier otra circunstancia ni se hubiera percatado de su pueril presencia, hubiera podido alterar tanto sus objetivos, sus planes... toda su vida en general. Ella había dado un giro de ciento ochenta grados a todo lo que él creía en el momento en el que se cruzó en su camino. Y lo peor de todo es que no se dio cuenta hasta mucho tiempo después, cuando fue demasiado tarde y ya no pudo separarla de su lado. Por su culpa entró en aquella guerra inútil con Naraku, que era algo que ni siquiera le concernía. De hecho, hubiera ignorado por completo a aquella estúpida cucaracha o lo hubiera matado sin miramientos en cuanto le hubiera molestado más de la cuenta, pero el tener a Rin acompañándole le dio un arma a Naraku para manipularle y hacerle entrar en sus planes para matar a su medio hermano. Aquello le enfureció lo suficiente para apartarle momentáneamente de su objetivo, centrándose en acabar con aquella sabandija que no hacía más que molestarle. No iba a tolerar bajo ningún concepto que un miserable semi demonio le manipulara a su antojo, era algo humillante.

Sesshomaru, al recordar aquello, esbozó una leve sonrisa. Tal vez su madre tenía razón y no era tan diferente a su padre como él creía, o al menos había heredado un defecto suyo que, al ritmo que iba y al igual que a su progenitor, acabaría destruyéndole tarde o temprano.

"Yo soy más fuerte que mi padre, mis debilidades no me destruirán igual que a él..."

Esa frase se la repitió una y mil veces todos los días desde que su padre murió. Lo pensaba convencido mientras tuvo a aquella niña a su lado para justificar su presencia, y sobretodo se la repitió después de descubrir el apego que tenía con ella en la prueba del "Meidou Zangetsuha". Pero tenía que reconocer que durante todo aquel tiempo que la tuvo a su lado se estuvo engañando a sí mismo y eso era algo que no podía perdonarse. Al principio aquella niña era solo una mascota que le hacía compañía y mantenía entretenido a su criado Jaken. El hecho de que tuviera que ocuparse de ella hacía que aquel pequeño demonio no estuviera tan pendiente de él ni le acosara tanto a preguntas. Ese comportamiento tan servil y obsesivo de Jaken lo irritaba, sobre todo al principio, cuando le salvó la vida por accidente y decidió seguirle como un perro faldero. Primeramente pensó en eliminarlo cuando le molestaba demasiado, pero con el tiempo vio que Jaken le era bastante útil y decidió que lo mantendría a su lado para que le hiciera el trabajo sucio. Rin, sin embargo, no tenía ninguna utilidad, solo era una niña humana que parloteaba y preguntaba sin parar con aquella curiosidad infantil tan intrínseca en todos los seres vivos de corta edad, también a causa de esa misma curiosidad se metía en problemas casi sin proponérselo. Pero aun así y sin encontrar todavía una explicación, le hacía sentir bien cuando la tenía a su lado, le traía paz y tranquilidad mental. Aun cuando no callaba ni un segundo su sola presencia le ayudaba a olvidar momentáneamente sus problemas y sus demonios internos, y eso le hacía bien, le ayudaba a centrarse en lo que realmente importaba. Con el paso del tiempo su compañía le hizo cambiar, madurar y tranquilizarse, ya no era aquel joven demonio obsesionado con su padre y su legado, y al fin, después de muchas pruebas y obstáculos, se quitó de encima aquellos demonios internos, se superó a sí mismo, y consiguió una espada aún más fuerte que "Colmillo de hierro". Se podría decir que, gracias indirectamente a ella, había conseguido completarse como Gran señor de las tierras del Oeste y a ser el digno sucesor de su padre, es decir, a ser el que es ahora.

Recordó la primera vez que la vio, siendo ella aun una niña. Despertó bruscamente de su inconsciencia, como si algo en su cerebro lo obligara a estar en alerta. Por un segundo, sintió que aún estaba luchando contra Inuyasha para arrebatarle la espada que se merecía y que su padre, muy equivocadamente según su punto de vista, había decidido dejar en herencia a esa escoria de semi demonio que no merecía ni que le nombrara como su medio hermano. Pero esa escoria, justo cuando pensaba que lo tenía dominado y a punto de matarle, aun ciego y herido se rebeló y le blandió con una estocada un "Viento cortante" que le alcanzó de lleno y casi acabó con él. Si no llega a ser por esa espada inútil de "Colmillo sagrado" no seguiría en este mundo.

Cuando se despertó lo primero que vio fue a aquella niña humana que lo miraba fijamente. Sus ojos, como cualquier humano, al principio reflejaban miedo, pero después en su mirada hubo valor y vio como ella misma se autoafirmó y se dirigió hacia él. Aquello se sorprendió un poco, ya que no era muy común ese comportamiento en un ser humano, y menos en uno de tan corta edad. Siempre que lo veían, todos los humanos sin excepción salían huyendo despavoridos. Realmente eso era algo que jamás le había preocupado, de hecho apenas se había percatado de esa reacción que provocaba en aquellos insectos excepto de forma muy fugaz, pero en aquel momento le llamó la atención que una niña humana completamente indefensa se atreviera a acercarse a un ser que podía matarla sin tocarla siquiera. Y más le llamó la atención cuando, estando herido, ella estuvo cuidándole como podía. Evidentemente sus esfuerzos eran completamente infructuosos, pero no pudo evitar asombrarse porque aquella niña pusiera tanto empeño en cuidar a un demonio sin pedir nada a cambio, que no conocía de nada y que podría matarla en un segundo. Como no le molestaba su presencia, dejó que ella siguiera viniendo, a fin de cuentas, estaría una temporada sin poder moverse de allí hasta que se recuperara del todo.

Un día vino con toda la cara golpeada y un ojo cerrado debido a una hinchazón, producto de un golpe bastante fuerte. Recordó preguntarle quien le había hecho aquello, pero solo sonrió. Entonces se dio cuenta de dos cosas, una era que era muda, y la otra fue que era una apestada de su propia especie, ya que aquellas marcas eran una prueba de maltrato. Se acordó entonces de por qué le daban tanto asco los humanos, eran tan salvajes que solo ellos hubieran podido hacer eso, maltratar a sus congéneres más débiles solo por diversión. Pero no indagó más al respecto, al fin y al cabo, no era su problema que a aquella niña la maltrataran los suyos.

Al día siguiente Jaken le encontró y, como ya estaba recuperado, se dispusieron a partir nuevamente. Ni siquiera se acordó de aquella niña, al fin y al cabo no era de su incumbencia lo que le pasara a partir de entonces, pero de pronto olió a sangre humana, es más, aquel olor le era familiar. Decidió ir hacia aquel lugar para comprobar si era ella, a pesar de que Jaken se puso a protestar como siempre. Al llegar, se la encontró muerta, atacada por unos lobos. Pensó que así ya no sufriría más y se dispuso a irse de allí. Pero antes incluso de mover un músculo, de pronto aquella estúpida espada empezó a vibrar muy levemente, al punto de que a simple vista nadie lo hubiera notado excepto él, que podía notar su vibración de forma molesta. Hasta ahora jamás había hecho algo así, pero por más que quería ignorarla, no podía hacerlo.

"Bien pues, si ese es tu deseo... probaremos ese poder que tienes de revivir a los muertos del que tanto me habló mi padre".

Sacó a "Colmillo sagrado" e inmediatamente pudo ver a los diablos del inframundo dispuestos a llevarse el alma de aquella niña. Entonces entendió que, si los mataba, retendría el alma en su cuerpo y reviviría. Así lo hizo, y cuando acabó con ellos se agachó y cogió el cuerpo de la niña para observarla mejor.

Poco después y para su sorpresa, la niña abrió los ojos, aun desorientada por lo que había pasado. Viendo que ya no tenía nada que hacer allí, la dejó en el suelo, se levantó y prosiguió con su camino. Pero contra todo pronóstico, aquella niña empezó a seguirles.

- Señor Sesshomaru, esa niña humana nos está siguiendo.- Indicó Jaken esperando órdenes.

Decidió no decirle nada, a fin de cuentas, no le molestaba su presencia, y cuando se cansara de seguirles daría la vuelta y no volverían a verla. Pero aquella niña no cejó en su empeño y les siguió. Por algún efecto de la espada en el momento de revivirla, aquella niña, que pensó al principio que era muda, un día empezó a hablar. Supieron que se llamaba Rin y que estaba sola en este mundo, ya que a su familia la masacraron unos bandidos humanos. Desde que se quedó huérfana había habitado en una cabaña maltrecha a la orilla de un rio, al lado del pueblo masacrado por los lobos, que aceptaron acogerla por caridad. Cuando les explicó aquello, ordenó a Jaken que fuera con Ah-un inmediatamente al castillo y trajera un kimono nuevo para una niña de seis años. En realidad no fue nada, solo le daba un nuevo kimono porque el suyo estaba muy viejo y prácticamente para tirar, pero ese pueril gesto fue para ella la forma de darle la bienvenida al grupo y desde entonces se quedó con ellos.

Al cabo de un tiempo, ya en plena búsqueda de Naraku, empezó a percatarse de que, tal vez, no había sido buena idea aceptar que se quedara, ya que el mundo de los demonios era demasiado peligroso para una humana de tan corta edad e indefensa como ella, pero por alguna razón que desconocía no podía quitársela de en medio. En cierto modo le había tomado cariño, igual que a una mascota que te alegra el día después de una dura jornada y te hace compañía. Con el paso del tiempo vio que Rin no era una niña como las demás, ni siquiera como los infantes demonios de su edad equivalente. Para empezar no le tenía ningún miedo, lo cual era curioso, porque hasta los hijos de sus criados y oficiales le tenían pavor cada vez que se cruzaban con él. Tampoco tenía miedo a vivir en medio de la guerra, lo cual demostraba una valentía que incluso muchos demonios no tenían, y por cada día que pasaba, demostraba encajar muy bien en la dinámica del grupo. Era una niña muy alegre incluso cuando no había motivos para serlo, extrovertida hiperactiva y parlanchina, como un cachorro juguetón que empezaba a descubrir el mundo que le rodeaba y no era consciente de los peligros que entrañaba. Ver aquello a veces le hacía algo de gracia, ya que alguna vez había escuchado de lejos las conversaciones que tenían Rin y Jaken, en las cuales Rin no hacía más que preguntar sus miles de dudas y Jaken respondía como podía, poniéndolo en algún aprieto. Eso sin contar que había hecho muy buenas migas con Ah-un y eran prácticamente inseparables.

Pero a medida que pasaba el tiempo, sus sospechas empezaban a ser fundadas. Se dio cuenta de que Rin estaba demasiado apegada a él y hablaba demasiado mal de sus congéneres, y aunque estuviera de acuerdo con ella eso no debería de ser así. Todo aquello se confirmó cuando se percató de ello la noche en que aquel demonio la secuestró y la encerró con otros niños de su especie. Cuando aquellos monjes los liberaron y quisieron llevársela, Rin chilló y protestó como si fueran sus enemigos, llamándole desesperada. Por un segundo estuvo a punto de darse la vuelta e irse para dejarla a su suerte, pero luego pensó que no era justo para ella obligarla a hacer algo que no deseaba hacer. Decidió liberarla de los monjes y que luego eligiera que camino deseaba seguir. Como suponía, Rin no lo pensó ni un segundo y se fue a su lado. Pero él ya sabía que aquel no podía ser su lugar, Rin tenía derecho a crecer como una humana normal y estar con los suyos. Al día siguiente, mientras buscaban a Jaken, a Rin le llamó la atención unas tumbas humanas y, mientras las observaba, le preguntó si se acordaría de ella cuando muriera. Aquella inocente pregunta le pilló tan desprevenido que se sorprendió, y le respondió lo primero que se le pasó por la cabeza, que no dijera más tonterías. Le sorprendió la pregunta en sí, pero sobretodo como pudo tener un arranque de madurez tan grande siendo solamente una niña.

Toda esa idea se afirmó cuando fueron a ver a su madre para dominar el "Meidou Zangetsuha". Hasta aquel entonces, si consideraba que a donde tenía que ir era demasiado peligroso Rin no venía con él, en vez de eso solía quedarse con Ah-un y a veces con Jaken, pero subestimó a su madre y decidió traerla consigo. Craso error, en cuanto su madre tuvo ocasión soltó un perro del infierno con la piedra meidou, y se tragó a Rin y a ese estúpido de Kohaku sin darle tiempo a reaccionar. Ese "error" casi le cuesta nuevamente la vida a Rin, y lo peor es que descubrió dos cosas que no le hizo nada de gracia. Una era que solo podía revivir a un ser una sola vez con "Colmillo sagrado", y la otra fue que la pérdida de Rin le afectó mucho más de lo que se quería reconocer a sí mismo. Cuando comprobó en el inframundo que no podía revivirla, por primera vez en su vida perdió el control de sus sentimientos y la desesperación hizo mella en él, porque fue consciente de que no podría volver a verla nunca más. Se dio cuenta de que para ser más fuerte tenía que sacrificar su vida, por un segundo tuvo que elegir y, antes de que pudiera pensar racionalmente, algo dentro de él eligió la vida de Rin, pero ya era demasiado tarde. De hecho, se dio cuenta en cuanto la perdió, de que la vida de Rin era demasiado valiosa para sacrificarla por ampliar un poder que tampoco necesitaba tan desesperadamente.

Al traerla de nuevo al castillo de su madre, esta le explicó que debía saber la importancia de perder algo valioso por siempre para querer protegerlo, y eso le hizo recordar la última pregunta que le formuló su padre antes de morir. Lo que quiso decirle es que el miedo que se producía al afrontar la posibilidad un ser querido era lo que te hacía más fuerte, y entendió entonces que aquella pregunta fue su última lección, un paso más para superarse a sí mismo. Tal vez aquel era el camino correcto, además Inuyasha le dijo a un revivido Takemaru cuando lucharon contra Souunga que, debido a su afán de protección, jamás se rendiría y esa determinación era lo que le hacía más fuerte. Estaba claro que su padre llegó a esa conclusión a través de los humanos, puede que "tal vez", su padre y aquellos insectos tuvieran razón.

Después de aquello, tuvo claro lo que tenía que hacer. No podía hacerlo ahora mismo, porque era más importante acabar con Naraku y teniéndola a su lado era la mejor forma de protegerla, pero en cuanto fuera posible debía ponerlo en marcha. Era demasiado peligroso para ella vivir entre demonios, pero también era consciente que no podía dejarla en cualquier pueblo humano, ya que estaría completamente a merced de los mismos demonios de los que la quería proteger. Tenía que buscar una solución, y la mejor que encontró no era precisamente la que a él le gustaba, pero vio que no había otra opción. Rin ya no tendría más oportunidades en esta vida, ya que sortear dos veces la muerte era pedir demasiado

Cuando por fin acabaron con Naraku, fue al pueblo y habló con la anciana sacerdotisa para decirle que dejaba a Rin a su cuidado, lo cual ella aceptó. Luego fue a buscar a ese estúpido cabeza hueca de Inuyasha para advertirle que era su responsabilidad a partir de ahora, y que si el pasaba algo, aunque fuera un solo rasguño, acabaría con él después de despellejarle a tiras. Contra todo pronóstico, Inuyasha también aceptó su responsabilidad diciendo que la cuidaría como si fuera su hermana pequeña.

Al principio a Rin le costó mucho aceptar aquella situación, de hecho no la aceptó. El día que fueron a dejarla al pueblo aquello parecía un funeral de la tristeza que se respiraba en el ambiente. Ah-un y en menor medida Jaken también lo estaban, pero Rin tenía una expresión tan triste que le faltó poco para cambiar de opinión y llevársela al castillo en vez de al pueblo, aun así se mantuvo firme. El propósito de enviarla allí era que tenía que pasar tiempo con sus congéneres para recuperar su perspectiva de humana, al menos mientras fuera una chiquilla y estuviera formando su personalidad. Pero en el fondo se reconoció a sí mismo que, a pesar de que le irritaba y frustraba esa debilidad, a él le pasaba lo mismo, sabía que iba a echarla de menos, y en el fondo le estaba costando asumir que debía dejarla marchar de su vida. Era lo justo para todos y la decisión más correcta a nivel racional, pero algo dentro de él, nuevamente esa parte irracional que aborrecía de sí mismo se resistía a hacerlo, así que tuvo un ataque de debilidad y le hizo una promesa de la cual se arrepintió más tarde. Iría a verla de vez en cuando, y cuando fuera mayor la buscaría para preguntarle que deseaba hacer, si ir con él o quedarse definitivamente en el pueblo humano. Eso a Rin pareció darle esperanzas e hizo que la opción de quedarse en aquel pueblo no fuera tan terrible para ella. Igualmente seguía sin aceptarlo bien, pero ya no se negó tan rotundamente como antes.

Pasó el tiempo, y pudo verla unas cuantas veces más. Todo iba bien, según lo que le explicaba la anciana, al principio Rin le costó un poco, pero luego se acabó adaptando perfectamente a la dinámica del pueblo y parecía feliz. A él, sin embargo, le sorprendió las sensaciones que tenía cuando la veía, ya que era justo lo contrario a lo que él esperaba que pasaría a lo largo del tiempo; aunque nadie hubiera imaginado todo eso en su semblante, incluso para Jaken, que era quien mejor le conocía. Todo aquello le pilló nuevamente desprevenido, ya que confiaba que, teniéndola lejos de él, el apego que sentía por ella se iría diluyendo hasta quedar en indiferencia, pero fue todo lo contrario. Cada vez que salía del pueblo de cazadores de demonios sentía que había una lucha interna, por una parte el verla le hacía sentir bien, le traía paz y tranquilidad a su espíritu, pero por otra parte aquellos sentimientos "humanos" le hacían sentir débil y patético. Desde que aquella niña había irrumpido en su vida había ido desengranando poco a poco una armadura hábilmente trazada por él hasta que fue demasiado tarde, y se estaba dando cuenta de que su dependencia emocional con respecto a ella estaba yendo demasiado lejos. Debía cortar esto de raíz, era lo mejor para ella, pero egoístamente lo mejor para él. Así volvería a estar tranquilo, seguro en su terreno sin aquellos sentimientos que eran un lastre, y podría centrarse mejor en defender sus dominios. Tenía demasiados enemigos como para estar pensando en tonterías que no le servían para nada.

La última vez que la vio ya había tomado la firme resolución de no cumplir su promesa y no volverla a ver más, pero desgraciadamente volvió a ser débil y tuvo un impulso. A pesar de que en su cabeza no paraba de decirse a sí mismo que era un imbécil sin voluntad, algo dentro de él necesitaba verla, saber que estaba bien. Fue solo, sin Jaken, y cuando acabó sintió que aquella tristeza que solía tener cuando se despedían era más fuerte de lo normal. Eso le enfadó, porque le demostraba, una vez más, su debilidad por esa niña y que sus planes no estaban saliendo como habría esperado. Era algo intolerable, no podía dejar que todo aquello le dominara y debía solucionarlo lo antes posible. En vez de salir volando de allí como hacía siempre, decidió salir caminando tranquilamente, sin prisas. Necesitaba pensar, aclararse las ideas, e intentar encontrar una solución para evitar volver a caer en el impulso y volver a verla. Había comprobado personalmente que estaba bien atendida, era feliz a pesar de que lo echaba mucho de menos, tenía planes en su mente y era claro que ya no lo iba a necesitar, ni ahora ni en un futuro próximo, por lo tanto, ya no era de su incumbencia lo que le pasara a partir de entonces. Pero eso era precisamente lo que le hacía sentir más triste de lo normal, y se sorprendió con la intensidad de ese sentimiento. No, debía dejarla en paz, por su bien y el de él. Debía olvidarla, y con el tiempo su recuerdo se diluiría hasta morir, volviendo a ser libre; solo debía ser firme en su decisión, tener paciencia y no volver a ceder a la tentación. Se hizo el firme propósito de no sucumbir a esos estúpidos impulsos humanos y a no volver jamás por aquellos alrededores, si lo conseguía lo demás sería fácil.

"En cuanto a la promesa que le hice… a la larga acabará aceptando los nuevos cambios".

Convencido de que había encontrado la solución siguió caminando, completamente reafirmado y esta vez algo más calmado por comprobar nuevamente que podía solucionar cualquier problema que se presentara en esta vida, cuando de pronto sintió que algo o alguien le vigilaba, no había ninguna duda. El hecho de que no detectara ningún olor le hizo sospechar de la identidad del ser que le seguía e, inmediatamente, sus sospechas fueron confirmadas.

- Hola Sesshomaru- Se presentó aquel demonio irónicamente, haciendo como si su encuentro hubiera sido fruto de la casualidad.- Cuanto tiempo sin verte, ya te echaba de menos.

- Estás demasiado obsesionado conmigo Jaaku, deberías hacértelo mirar.

- Las obsesiones son justificadas cuando el objeto de esa devoción se lo merece ¿No crees?- Contestó aquel demonio para después obsequiarle con una sonrisa llena de largos y puntiagudos dientes.

Sesshomaru pensó que solo había algo más irritante que un demonio inútil, y eso era otro demonio inútil que, además, era un psicópata. Ese en particular estaba completamente loco, y la había tomado con él muy a su pesar. Jaaku era el último de su especie, una raza de demonios muy antigua, voraz y terriblemente peligrosa, que tenía como fuente de alimento a los demonios perro. Desde siempre había escuchado que, después de la "Gran Extinción", dejaron de encontrar su fuente de alimento tradicional, dedicándose a diezmar otras razas. En cuanto en su zona no hubo nada que comer, se dedicaron a devorarse entre ellos, hasta que los pocos que sobrevivieron murieron de inanición. Pero por lo visto esa bestia se las arregló para sobrevivir de algun modo.

- A que has venido.- Preguntó mientras sacaba a "Colmillo explosivo" de su vaina.- Supongo que por fin has entrado en razón y quieres acabar con tu patética vida. Por mí perfecto, no tengo ningún problema en hacerte ese favor.

- Oh, no no… yo aún no quiero pelear, no es tan divertido dejarse llevar por la impaciencia.- Contestó Jaaku fingiendo justificarse.- Verás, resulta que estaba buscando comida, te he sentido y me he dicho "Voy a ver a mi amigo Sesshomaru para que me explique cómo va su vida".

- Uhm, ya veo que solo vienes a molestar.- Sentenció mientras volvía a guardar su espada y seguía su camino sin prestar atención a aquel demente. Pero inmediatamente después de cruzarse con él, Jaaku dijo algo que le obligó a detenerse.

- No he podido evitar fijarme que vienes de un pueblo en donde, "casualmente", vive una colonia de cazadores de demonios.- Comentó indiferente de espaldas a él mientras hacía crujir una garra con uñas largas y puntiagudas.- Me ha parecido muy extraño que vayas a ver a unos gusanos que se dedican a matar a seres como nosotros, así que me ha picado la curiosidad y me gustaría que me dijeras por qué vienes de allí.

- Ese no es asunto tuyo.- Respondió indiferente en la misma posición en que se había quedado, mirándolo de reojo.

- Aaah… claro, ya veo que no me vas a responder.- Observó como aquella bestia sonrió de medio lado.- Verás, cuando tengo una duda me obsesiono mucho por resolverla, por lo que soy muy persuasivo en cuanto a buscar respuestas, y en este caso me has dejado muy intrigado con tu actitud. Así que si no me lo dices tú por las buenas, me presentaré en el pueblo de esos parásitos y lo averiguaré yo mismo por las malas. Y créeme, no te gustaría saber cómo utilizo mis métodos de "persuasión".

Eso a Sesshomaru le alarmó, pero al instante pudo controlarse lo suficiente para que aquel loco no se percatara.

- Por mí haz lo que quieras.- Contestó mientras seguía mirándole por el rabillo del ojo.

- ¿Acaso no te importa lo que pueda hacer en ese asqueroso pueblo humano?

- No.

- Vaya, eres francamente cruel, saber que puedo devorar a todo ese pueblo de cazadores de demonios y no mover un dedo por evitarlo Y más cuando me consta que está tu hermanito pequeño viviendo allí.- Cuestionó Jaaku con falsa amabilidad, pero mirándole fijamente sin quitarle la vista de encima, igual que una fiera estuviera mirando a su presa antes de atacar.

- Si acaso me harás un favor cuando acabes con él.- Respondió con un dejo despectivo.- Así que haz lo que creas conveniente.

- De acuerdo pues.- Respondió Jaaku después de suspirar mientras volvía a mirarse sus largas garras distraídamente y hacía como si se las limpiara.- La verdad es que no le encuentro ningún aliciente en entrar en un pueblo lleno de insignificantes humanos, es demasiado aburrido… bueno, ahora que lo pienso... está tu hermano, pero ahora no me apetece pelear con un semi demonio, es muy poca cosa para mí. Muy bien Sesshomaru, me veo en la obligación de dejar que sigas con tu camino, aún tengo un poco de hambre y me voy a comer. Hasta pronto, y… hazme un favor, procura que no te maten, ya sabes que ese es un privilegio que solo tengo yo.

Vio disimuladamente como Jaaku salía corriendo hasta que lo perdió de vista. Sabía que había tenido suerte y había sido rápido de reflejos, conocía a Jaaku y había caído en la trampa tal y como había intuido, pero no podía tentar a la suerte dos veces. Se dio cuenta en ese instante de que, aunque quisiera, ya no podría volver nunca más al pueblo a ver a Rin, ese loco seguramente lo vigilaría más de cerca, y si averiguaba su existencia y la relación que tenían podría ser demasiado peligroso, de hecho dudaba incluso de que Inuyasha pudiera acabar con él en caso de un ataque sorpresa. Pensó en cambiar los planes y llevársela al castillo, pero eso anulaba el propósito de por qué la dejó en el pueblo de cazadores, e igualmente estaría en peligro, ya que lo único que la mantenía protegida era que Jaaku desconociera su existencia. Además, el castillo estaba recibiendo ataques constantes de otros enemigos y para una simple humana sería demasiado peligroso vivir allí. Estaba claro que ahora ya no había marcha atrás, debía dejarla tranquila y que creciera en el pueblo con los de su especie, su deber como protector ya había acabado y ya no le debía ningún favor. Teniendo claro aquella decisión, siguió con su camino, rumbo a su castillo para seguir con su vida y decidido a olvidarla definitivamente.

Pasaron varios años humanos, mucho tiempo para ellos, pero solo un suspiro para un demonio tan poderoso como él. Como se había prometido, había sido firme en su idea y no había ido al pueblo ni una sola vez, algo que Ah-un le reprochó un par de veces con gruñidos cuando fue a verle a los establos. Estaba claro que el dragón echaba mucho de menos a Rin y tenía ganas de verla.

"No eres el único que la echa de menos Ah-un"

Jaken también la echaba de menos, pero en su caso sabía ser más discreto y comedido. De vez en cuando hacía alguna pregunta al respecto, pero cuando pasó el tiempo y vio que no había ninguna intención de volver a verla, calló discretamente y no volvió a preguntar más.

Que Jaken y Ah-un la echaran de menos y protestaran por ello era algo que ya se esperaba. Pero lo que no se había llegado a imaginar y volviendo a trastocar nuevamente todo un plan perfectamente trazado por él, era que aun siguiera pensando en ella después de todo aquel tiempo pasado. Todas las noches, cuando tenía un rato para estar solo y necesitaba pensar tranquilamente en la resolución de algun problema, venía a su pensamiento sin proponérselo siquiera. Siempre pensaba en su seguridad, esperaba que estuviera bien, que no le hubiera pasado nada… y que, por supuesto, el objetivo de su estancia allí se hubiera cumplido. Pero lo que más le sorprendió fue el sentir que echaba de menos su presencia cerca de él, más de lo que quería reconocerse a sí mismo. Echaba de menos la alegría que desbordaba cada vez que hacía acto de aparición, aquella paz y tranquilidad que le traía a su espíritu, su simpatía, su extroversión, su incesante parloteo que a veces le daba dolor de cabeza, su incontrolable curiosidad e incluso esa facilidad que tenía en meterse en problemas… Todas las noches le dedicaba unos segundos de su tiempo, o mejor dicho, su pensamiento se los concedía sin proponérselo, pero su parte racional se encargaba de borrarlos inmediatamente, indicando que eran tonterías y recordándole que su cometido con ella había acabado, ya no era asunto suyo lo que le sucediera desde que la dejó en el pueblo.

Hasta que llegó un día que, ocupado paulatinamente ese hueco por el día a día de las preocupaciones propias del mantenimiento y protección de sus tierras y el castillo, de pronto, dejó de pensar en ella, casi sin darse cuenta. Y si alguna vez ocurría accidentalmente, sintió que ya no la añoraba, ni la echaba de menos como antaño, era como un recuerdo lejano que se borraba de su mente poco a poco, así que dio por sentado que su propósito, por fin, se había cumplido. Pero un día ocurrió algo que hizo que volviera su recuerdo de golpe, con una fuerza que hasta él mismo se sorprendió. Llevaban un tiempo buscando a Jaaku, ya que este le había dado ahora por atacar los pueblos limítrofes a su castillo y masacrar a todos sus habitantes en un gesto de clara provocación, y eso era algo que no podía pasar por alto. Se le había acabado la paciencia con esa bestia, así que reunió a un contingente y se dispuso a buscarlo para darle caza y acabar con él de una vez por todas. Ese mismo día estaban en la búsqueda de Jaaku, cuando unos vigilantes pertenecientes a su ejército llegaron a su campamento.

- Señor Sesshomaru, no sabemos si le interesará esta información, pero creemos que debería saberlo.- Informó uno de los soldados inmediatamente después de detener su marcha.

. ¿De qué se trata?- Preguntó.

- Verá, acabamos de enterarnos que hace unas semanas Jaaku, junto con un gran contingente de demonios de bajo rango, atacó un poblado humano. No hemos podido confirmar la información, pero creemos que se trata de un pueblo de cazadores de demonios.- Informó el otro soldado que le acompañaba.

Aunque exteriormente su semblante quedó exactamente igual que antes, interiormente sintió que algo dentro de su corazón dio un vuelco, e inmediatamente en su cerebro saltó una alarma, el cual tenía un nombre muy conocido para él.

"Rin"

- ¿Cuántas bajas han habido?- Volvió a preguntar con un tono indiferente.

- Por la poca información que nos ha llegado, el pueblo pudo repeler el ataque y las bajas fueron mínimas. Por eso creemos que puede ser el pueblo de cazadores que hay en la zona, ya que serían los únicos que podrían repeler un ataque así.

- Bien, volved allí y confirmad la información.

- A sus órdenes, señor.- Saludaron los soldados a modo de despedida, para después partir nuevamente a su puesto.

Aquella información le dejó algo preocupado, porque no hacía falta que le confirmaran que el ataque se realizó en el pueblo de cazadores de demonios, eso era algo evidente. Lo que le preocupaba realmente era que a Rin le hubiera pasado algo y un sentimiento en forma de pensamiento fugaz surgió en su cerebro, esperando que a Rin estuviera bien.

"Estúpido, no debería importarte lo que le pase a esa niña".

Su parte racional tenía razón, ya no debía preocuparse por ella, pero como siempre, aquellos sentimientos infames que ya créía muertos volvían a ponerlo en un aprieto. Entonces se dio cuenta de que, por mucho que lo había intentado, no había podido olvidarla, a pesar de todos los esfuerzos que hizo para conseguirlo, pero por lo visto había sido un autoengaño. Durante aquellos días esperó impaciente para que le informaran sobre las bajas, y cuando recibió la información no pudo evitar sentirse ligeramente aliviado, aunque ninguno de sus subalternos notó su estado. Solo habían muerto tres cazadores de demonios y un par de civiles, todos varones. De todos modos, volvió a enviar a un merodeador para que le informara más detenidamente sobre el ataque y sobre Rin, y le sorprendió saber que ella no estaba en el momento del ataque. De hecho, llevaba una buena temporada ausente del pueblo, pero el merodeador pudo averiguar que era una situación temporal y que esperaban su regreso. Aquello le extrañó, pero decidió centrarse nuevamente en la busqueda de ese salvaje, en su momento ya averiguaría que era lo que había pasado para que Rin se ausentase tanto tiempo del pueblo de cazadores.

A medida que pasaba el tiempo y seguían con la batida para acabar con aquel loco, pensó detenidamente que era lo que tenía que hacer. Por mucho que le costaba reconocerlo, estaba claro que su plan había fracasado. Su apego y su preocupación con ella, en vez de disminuir, había aumentado con el paso de tiempo y la distancia y, a causa de ello, esos sentimientos estúpidos por ella no le dejaba psicológicamente tranquilo. Debía cambiar de táctica, buscar una solución nuevamente para resolver esta situación. Estaba claro que ahora el pueblo de cazadores de demonios era un sitio demasiado peligroso para que Rin estuviera allí. Desconocía por qué Jaaku los había atacado, pero sea como sea, Rin ya no podía quedarse en aquel sitio, y el único lugar donde tendría la certeza de su seguridad era en el castillo, en donde no habían tenido ataques desde hacía mucho tiempo. Solo el hecho de que Rin estuviera ausente del pueblo, junto con el susto que supuso el ataque sorpresa de Jaaku a Jaken hizo que se retrasase más su decisión de ir a buscarla. El hecho de que Jaaku hiciera semejante temeridad significaba que lo tenía vigilado y quería que lo supiera.

"Pero sabe que el castillo no puede atacarlo tan fácilmente, no es tan idiota…"

En cuanto tuvo noticia del ataque sorpresa a Jaken, fue lo más rápido posible al castillo para averiguar los daños que hubiera en este, y de paso, averiguaría el estado de salud de su criado. Cuando llegó, le informaron que Jaken estaba muy mal, la dentellada que le había hecho era casi mortal, y estaba gravemente herido. Inmediatamente fue a verle, y se sorprendió por el estado del demonio. Blanco como la nieve, muy débil hasta el punto de que le costaba respirar, y pidiéndole que le dejara regresar a su pueblo para morir en su tierra, rogándoselo como si fuera el último deseo de un moribundo. Verlo en ese estado le afectó más de lo que se imaginaba, así que aceptó que se fuera.

Después de su partida, decidió esperar un tiempo para averiguar el paradero de Jaaku y ver que hacía con respecto a Rin. Durante todo aquel tiempo estuvo en el contingente, buscando junto a sus soldados a aquella bestia salvaje, pero no dio signos de vida. Igualmente puso a un par de soldados que vigilaran discretamente la zona del pueblo de los cazadores de demonios, por si acaso a Jaaku se le ocurría volver a atacar. Si eso sucedía, significaba que Jaaku volvía nuevamente a provocarle, de forma mucho más temeraria si cabe, y debería replantesarse nuevamente los pasos a seguir, ya que tal vez el ir a buscarla empeoraría más las cosas. Pero, aunque no quería reconocérselo, en el fondo lo hacía por otra razón mucho más personal.

Al pasar aquel tiempo, que al final resultaron ser años, sin encontrar ningún rastro del paradero de Jaaku, y sin noticias de un nuevo ataque al pueblo de los cazadores, estuvo pensando en si seguir adelante con su plan, y decidió que ya era hora de buscar a Rin, ya que podría ser que en un futuro Jaaku volviera a atacar por sorpresa y esa vez no tuvieran tanta suerte, ese era un riesgo que no deseaba asumir. Primeramente pensó en enviar a unos soldados a que la buscaran, ya que sus espias le habían informado que Rin se encontraba finalmente en el pueblo, pero resolvió que eso sería inviable. Los soldados eran débiles con respecto a la fuerza de Jaaku, y en un ataque no tendrían nada que hacer, así que tendría que ir él en persona para asegurarse de que a Rin no le pasara nada. Entonces recordó que tenía que cumplirle una promesa que en su momento decidió obviar, pero que ahora le serviría de excusa perfecta para ir a buscarla sin que levantara sospechas. De hecho, su cometido en el pueblo de cazadores de demonios ya se habría cumplido, era el momento de saber qué era lo que deseaba hacer en un futuro inmediato.

Salió de allí tranquilamente, caminando como si nada en vez de volar, aun sabiendo que llegaría más tarde. Llegó al pueblo de día, oyendo desde lejos la típica actividad diurna que solían realizar los quehaceres diarios. Se quedó observando de lejos la puerta de entrada, esperando que saliera Rin en persona o su medio hermano para que la avisara de que estaba aquí, pero al cabo de un par de horas, salió la anciana sacerdotisa con quien la había dejado hacía años. Era evidente que algún guardia la había avisado de su presencia. El hecho de que saliera la vieja sacerdotisa no le sorprendía, pero sí lo hizo el hecho de que, detrás de ella, vinieran detrás el monje y la cazadora de demonios que acompañaron a Inuyasha en la persecución de Naraku.

- Hola Sesshomaru.- Saludó la anciana.- Ya pensaba que no vendrías más, han pasado muchos años desde la última vez que viniste a ver a Rin.

- ¿Dónde está?

- ¿Rin?, ah, no te preocupes, ya he mandado que la vayan a buscar, creo que ya viene de camino. Supongo que habrás venido para ver qué es lo que decide tu protegida, si quedarse en el pueblo o volver contigo ¿Verdad?

Evidentemente se negó a contestarle, dando la callada por respuesta.

- Esto… Sesshomaru.- Dijo entonces el monje.- Antes de que venga Rin, querríamos explicarte un par de cosas que han pasado desde la última vez que viniste. Creemos que, como su protector, debes estar informado.

Siguió callado, dando a entender que estaba dispuesto a escuchar lo que tuvieran que decir, ya que intuía que era algo que tenía que ver con su ausencia en el ataque de Jaaku. Pero cuando le informaron que Rin se había formado como cazadora de demonios, que también ejercía como tal, que tuvo un grave conflicto en el pueblo y a causa de ello tuvo que ausentarse de este durante varios años en solitario hizo que se arrepintiera profundamente de haberla dejado allí. No dijo nada, pero su expresión denotaba tal furia que intentaron calmarle, aunque con poco resultado. Para él, estaba más que claro quien había sido el culpable de todo esto.

- ¿Dónde está ese imbécil?- Preguntó con un tono de voz que, aun siendo grave, daba escalofríos. Estaba tan furioso contra Inuyasha y contra esos humanos que, si no fuera porque Rin estaba a punto de llegar, los hubiera cortado a todos en pedazos con su "Colmillo explosivo" y destruido el pueblo hasta dejarlo en cenizas.

- Sesshomaru...Inuyasha no tiene la culpa, de hecho, intentó persuadirla para que no tomara esa decisión.- Justificó el monje.- Pero Rin tenía las ideas muy claras, en cuanto tuvo edad para empezar el entrenamiento se personó la primera y no hubo manera de cambiarla de parecer.

- Tienes que creernos, de hecho todos quisimos que no se dedicara a esto.- Interrumpió la cazadora para ayudar al monje en su explicación.- Sé muy bien de lo que hablo, yo no querría esa profesión para mis hijos, pero estaba tan convencida de su decisión que no pudimos convencerla de lo contrario.

- Eso es verdad, de hecho hablé muy seriamente con ella sobre sus motivos para dedicarse a esto.- Confirmó la vieja sacerdotisa.- Me respondió muy claramente que uno de los motivos para aceptar venir aquí a vivir fué porque, en la batalla que tuvimos contra Naraku, ella fué consciente de su debilidad, y si quería seguir contigo debía hacerse más fuerte para no ser una carga ni un problema. Pocos infantes he conocido con una idea tan clara como tu protegida, aunque hay que decir que siempre ha sido una niña muy madura para su edad.

- Y ahora me direis que se hizo cazadora de demonios como una consecuencia indirecta de mi decisión. -Contestó con desprecio mientras los observaba igual, cansado ya de vanas excusas.- Uhm, los humanos teneis una forma muy retorcida de desentenderos de vuestras responsabilidades para no asumir las consecuencias.

- No Sesshomaru, no es eso...- Replicó el monje- Aquí nadie tiene la culpa de la decisión de Rin...

En cuanto sintió un leve y particular olor a flores acercarse a la puerta de entrada, dejó inmediatamente de prestar atención a las estúpidas excusas del monje y dirigió su mirada hacia la puerta de entrada del pueblo. De pronto apareció abruptamente una joven humana, vestida con un traje de cazadora completamente negro, la cual puso una mueca de gran alegría en cuanto se asomó. A primera vista no la reconoció, ya que en su mente tenía la imagen de una niña de unos seis años con un kimono naranja y la chica humanaque estaba ahí parecía no tener nada que ver. Pero en cuanto se fijó en su mirada, no tuvo ninguna duda de que era ella, además, su olor era inconfundible, podría reconocerlo aunque hubiera un millar de kilometros de distancia. Aun así no pudo evitar sorprenderse por el cambio sufrido por su antaño protegida, para darse cuenta que hacía bastantes años que había dejado de ser la niña indefensa que protegió. La chica en la que se había transformado y que tenía enfrente era alta, adecuadamente delgada, de piernas largas y un rostro muy agradable de ver.

"Demasiado agradable..."

Retiró ese pensamiento inmediatamente de su mente. Era absolutamente inaceptable pensar en ella que no fuera en otros términos, primero por haber sido su protegida, y segundo, porque era humana.

Observó como Rin tragó saliva y recuperó la compostura en cuanto vio la mirada que le lanzó la vieja sacerdotisa llamándole la atención, para acercarse a ellos esta vez más calmada.

- Rin, ha llegado el momento.- Habló la vieja sacerdotisa en cuanto Rin se puso a su lado.- Sesshomaru ha venido a saber que és lo que deseas hacer, quedarte en el pueblo definitivamente o irte con él.

Rin les observó a todos, como si estuviera meditando que respuesta dar. Cuando acabó, informó de su decisión.

- Me voy con el señor Sesshomaru.

- Rin... ¿Lo has meditado bien?- Cuestonó la cazadora de demonios.

Sin embargo, Rin la miró y asintió con la cabeza a modo de ratificación.

- Bien, si esta es tu decisión, que sea respetada.- Sentenció la vieja sacerdotisa.

Consideró que ya estaba todo encauzado y no aguantaba mucho tiempo más soportando la compañía de aquellos estúpidos humanos, así que decidió irse. Aun así se tomó la molestia de informarla de que la iría a buscar al día siguiente mientras se alejaba de ellos. Pero una vez dentro del bosque, se giró y vió a lo lejos como Rin y los otros humanos se dirigian nuevamente al pueblo, centrando su mirada en su antigua protegida.

"Probablemente me arrepentiré de haberla ido a buscar".

¿Realmente estaba arrepentido de haberlo hecho?, tal y como habían ido los acontecimientos, en parte si lo estaba, pero si lo pensaba con más detalle aun a día de hoy desconocía la respuesta. Lo que tenía muy claro era que el hecho de volver a tener contacto con ella supuso nuevamente un cambio sustancial en su vida, hasta un punto en el que jamás se habría imaginado lo que pasaría después.

Al día siguiente, apenas saliendo el sol fue a buscarla. Por suerte salió enseguida del pueblo y no se prodigó mucho en despedidas largas y lacrimógenas, estas eran algo que le irritaba sobremanera. Al cabo de un rato, mientras subían una colina, vio de reojo como Rin paraba su caminata para observar nuevamente el pueblo de cazadores de demonios a lo lejos, como si se estuviera despidiendo de este, para después mirarlo con un brillo en los ojos. Por un momento pensó que estaba echando de menos el pueblo y su antigua vida, era posible que, a causa de esa añoranza, estuviera cambiando de opinión y se retractara de su decisión.

- Rin...¿Ocurre algo?

De pronto vio como la joven soltó impetuosamente el saco con sus pertenencias corriendo hacia él y, antes de que pudiera reaccionar la chica se abalanzó y le abrazó con fuerza. Nada más hacerlo notó en seguida su olor, este era un olor a flores tremendamente embriagante. Recordó cuando era pequeña, tenía ese mismo olor, pero era mucho más tenue, más delicado, casi inperceptible. Sin embargo, aquel contacto tan abrupto con su olor en sus fosas nasales fue como un golpe que le dejó paralizado sin que pudiera mover un solo músculo. Realmente esto le había pillado completamente desprevenido, tanto por el gesto espontaneo de Rin como por la fuerza de su olor, algo que le resultó cautivante, pero que en su momento se auto negó a aceptar lo que le provocaba.

Al cabo de un momento, Rin se separó de él y le miró, su rostro era la viva imagen de la felicidad. Al observarla fué como verla cuando tenía seis años y salia a recibirle después de alguna batalla, siempre contenta y alegre. Reconocío en seguida su mirada, era una mirada inconfundible, una mezcla de inocencia, pureza, alegría y bondad.

"Reconocería esa mirada en cualquier parte..."

- ¡Me alegro tanto de verle, señor Sesshomaru...!- Exclamó mientras enfatizaba su estado con un par de saltos.

Decidió que debían seguir con su camino, así que recuperó la compostura lo más rápido posible.

- Prosigamos.

- Si señor.- Contestó contenta.

No habían pegado ni tres pasos cuando oyó por detrás como Rin exclamaba por sus cosas, haciendo que se girara y fuera corriendo a por ellas. Eso hizo que sonriera de medio lado mientras negaba con un movimiento leve de cabeza, empatizando lo que estaba pensando en esos momentos.

"No hay duda... es ella"

Siguió caminando como si nada hubiera pasado. Físicamente había cambiado mucho, pero en el fondo seguía siendo la chiquilla alegre y atolondrada que le siguió en la búsqueda de Naraku... aunque en una versión mejorada.


Disclaimer: Todos los personajes son de Rumiko Takahashi, excepto los inventado por mí.

Antes que nada, si alguien empieza desde cero este fic, recomendaría que se leyera previamente la historia original, aunque creo que se podría tomar como una historía aparte, al menos la parte de Sesshomaru.

Bien, primer capítulo de los anexos, como veis, se trata de Super Sesshomaru XD. De él tengo que hacer por lo menos unos cuantos capítulos, dependiendo de como vayan desarrollandose y como puedo encajarlos para que queden bien. Para que os hagais una idea, los capítulos de Sesshomaru estarían puestos entre los capítulos 10 y 12, que sería cuando Rin desapareció nuevamente con Ah-un. Creo que no habrá problemas en situarlo en la historia, aunque ahora que lo he vuelto a releer, puede colocarse perfectamente a partir del capítulo 10.

Pues bien... ¿Que os ha parecido? No sé si era un poco lo que esperábais, y aunque me he esforzado mucho, no sé si me han quedado bien los pensamientos de Sesshomaru, es un personaje al que se me hace muy dificil caracterizar. Precisamente porque como és tan serio, tan cerrado en sus cosas y en su caracter es lo que añade más dificultad al tema. Asi que lo de siempre, comentarios, tomatazos, reviews...siempre serán bien recibidos.

Otra cosa, los anexos los iré colgando más espaciadamente que la historia original, ya que solaparlos con esta y que sea creible es más dificil de lo que parece. Pero tranquilas, que lo iré haciendo. De hecho, el segundo capítulo está casi acabado, en cuanto pueda lo colgaré.

Y sobre todo, muchas gracias por tomaros la molestia de leer este fic, sé que no soy muy original, pero espero que os guste.