Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, fueron creados por Jane Austen.

Este fic participa en el reto:"Viñetas de Emociones" del foro "Las sombras de pemberley".

Número de palabras: 992.

Emoción: Culpa.


Capítulo 3: La culpa y la disculpa

Era un asno.

Y luego de haber observado atentamente su rostro en un espejo durante toda la mañana, se dio cuenta de que su rostro verdaderamente tenía un gran parecido a la parte trasera de un caballo.

Darcy llegó a la conclusión, tras haberse pasado toda la noche en vela pensado en su pelea con Elizabeth, de que su esposa tenía razón en todo, incluso con sus insultos: se había comportado como un imbécil y había herido sus sentimientos a causa de sus inseguridades.

Con actitud sombría terminó de arreglarse el chaleco que su ayuda de cámara le había colocado.

Cuando extendió su mano para buscar su reloj de bolsillo el pobre hombre saltó, antes de volver a su habitual serenidad, haciéndolo sentir un poco más miserable, si es que eso era posible, por haber causado tantos revuelos.

Mientras guardaba un pañuelo en su bolsillo, se prometió que buscaría la forma de compensar a sus empleados, a su primo y a su hermana por el mal tiempo que les había hecho pasar.

Pero primero tenía que buscar el perdón de Elizabeth: ella había sido la más herida con su comportamiento.

Esperaba que ella pudiera perdonarlo.

"¿Y si no lo hace?"

Alejó ese pensamiento tan pronto como acudió a su cabeza. La idea era demasiado dolorosa de imaginar. Probablemente perdería la poca cordura que le quedaba.

Comenzando por asno, Darcy comenzó a insultarse en cada idioma que conocía, al salir de su habitación.


Su primo también lo insulto, y aunque su hermana era demasiado tímida y correcta para hacerlo, el reproche que había en su mirada se sintió como un golpe en su estómago.

Le hubiera gustado preguntarles que podía hacer para que Elizabeth lo disculpara por todos los desplantes que le había hecho, pero sabía que debía hacerlo solo.

Y al parecer tenía bastante tiempo porque su esposa, según lo que le informaron sus empleados, se encontraba visitando a su hermana Jane, en la propiedad que habían adquirido recientemente junto a su esposo Charles.

"El cual seguramente nunca pelearía con su esposa" pensó con tristeza "y si lo hiciera, sabría disculparse correctamente, en vez de estar perdido como yo"

Luego de reflexionar, Darcy decidió arrancar flores del jardín, a escondidas del jardinero, y esperarla en el salón privado que le pertenecía.


Con cada minuto que pasaba, más nervioso se sentía Darcy.

Jugando con algún objeto que tenía en sus manos intentó pensar en algo que le mostrara a su esposa lo arrepentido que estaba.

¿Y si le cantaba una canción?

Posiblemente no volvería a dirigirle la palabra si llegaba a intentar coordinar dos acordes juntos.

¿Y si la invitaba a un baile privado? Ella había dicho que le gustaban más que los públicos.

Admitió, más tarde, que probablemente le pisara con sus pequeños tacos y luego se iría murmurando en voz baja otras comparaciones no muy gratas para su pobre rostro.

Jugando aún con algo entre sus dedos, Darcy finalmente formuló en su mente un pequeño discurso en que explicaba sus motivos para el absurdo comportamiento que había tenido y una lista en la que exponía punto por punto las razones por las que debía perdonarlo.

Su primera razón era que, como su esposa ante Dios y ante la ley, era su deber perdonarlo.

Las otras razones eran incluso mejores.

Satisfecho con su plan, Darcy escucho los pasos de Elizabeth acercarse al salón, con mucha tranquilidad.

En cuanto ella entro por la puerta su discurso quedó en el olvido, así como su tranquilidad y su poca cordura.

Se veía completamente bella con su vestido verde pastel y su mirada sorprendida.

Pasaron algunos segundos en que el silencio reinó en la habitación. Intentando recordar su discurso, Darcy abrió su boca y dijo lo primero que pasó por su cabeza:

"Siento una espina clavada en el alma
Que duele profundamente cuando te veo
Fui un tonto por actuar de esa manera
Perdóname, por favor, cariño mío
Lo único que quiero es volver a estar contigo"

El fragmento de un poema que había leído hace mucho tiempo surgió de la nada, y se dio cuenta de que era exactamente lo que sentía, pero solo se acordaba esa parte.

Nervioso al ver que el silencio se extendía, comenzó a enojarse con ella. "¿Es que no veía lo difícil que le resultaba todo eso?".

Pensó en otra cosa que decir.

-Te traje rosas.-exclamó, quizás con un poco de agresividad, acordándose de los pimpollos que había arrancado hace horas.

Extendiendo el brazo, mostro un ramo de flores completamente destrozado y su mano toda de color rojo debido a las horas que había pasado retorciendo inconscientemente sus pobres pétalos.

Viendo que nada había salido conforme a su plan, y que ella seguía muda, Darcy perdió el control:

-¡Ya he dicho todo lo que tenía que decir, vas a perdonarme o no por el amor de cielo!

Cuando terminó de gritar, el silencio se extendió un poco más y luego se encontró con su pequeña esposa en sus brazos riendo tan fuerte que seguramente tendría dolores luego.

Avergonzado, la abrazó también, escondiendo su rostro en el cuello de ella para que no viera sus mejillas rojas. ¿A que había quedado reducido el gran Fitwilliam Darcy?

"A un asno enamorado al parecer" se contestó a si mismo negándose a soltar a su esposa que ahora intentaba escapar de sus brazos.

-¿Eso significa que me perdona señora Darcy?

-Si señor Darcy, está usted perdonado. Pero con una condición…- dijo Elizabeth pícaramente.

-¿Se puede saber cuál es?- interrogó él aliviado de que el asunto de la disculpa quedara olvidado.

-Que me dé un beso…- murmuró ella acortando la distancia entre sus labios.

Tomando el rostro de esa increíble mujer que era su esposa entre sus manos Darcy susurró:

-Veamos si soporta besar esta cara de trasero de caballo- y riendo a carcajadas, ahogó la escandalizada exclamación de Elizabeth con un beso.

Le haría pagar por eso muy pronto.