Disclaimer: Los personajes pertenecen a la Saga Twilight de Stephenie Meyer.

Historia Original y Registrada.


Eran las 10 de la noche, de un día cualquiera de un mes cualquiera, en una Tierra que desde hace dos años atrás estaba en vías de extinción.

Un cielo negro, surcado de estrellas y la luna, sin rastro de luz artificial era lo que veían los pocos humanos que quedaban vivos en Virginia, un estado de lo que antes había sido el país más poderoso del mundo.

Sin embargo, la apariencia del cielo era lo que menos querían hacer estas criaturas, consideradas como aquellas que dominaron la tierra. Ahora, una fuerza extranjera los tenía a su merced, haciendo que se escondieran cuales ratones; y por eso, temían mirar al cielo, porque sabían que en cualquier momento verían una nave extraterrestre, dispuesta a tirar una bomba sobre sus cabezas o para saquear sus edificios de gobierno. Y todos los humanos, por lo menos los pocos que quedaban vagando por las calles de los Estados Unidos, preferían dormir y caminar ignorando la apariencia de aquellas naves que en algún momento los harían pedazos.

Isabella Swan, era una de esas personas. Estaba escondida en un refugio improvisado que habían construido en el Pentágono, cuando el Ministerio de Defensa había salido huyendo como cobardes y lo habían dejado solo.

Ahora era su nuevo hogar, junto con el de su padre y de miles de sobrevivientes de todas partes.

A esta hora atravesaba la puerta principal del edificio insignia de la seguridad americana, asegurada por tres chicos que hacían las veces de guardia y les mostró un papel sucio y desgastado que usaban para el control de las personas que llegaban. Una especie de DI.

Pasó de largo, sin saludar a nadie, caminando por los pasillos que antes llevaban a oficinas y ahora recorrían simples y gastadas habitaciones. Llegó hasta la suya, en el segundo piso y encontró a su padre, ya dormido en un pelado colchón, pero en una posición poco cómoda y sin la sábana puesta. Dedujo que se quedó esperándola.

Apenas trató de acomodarlo, se despertó. Como buen policía tenía buenos reflejos.

– ¿Bella? –Le preguntó Charlie Swan a su hija.

–Si papá, soy yo –Le respondió ella, a medida que lo ayudaba a levantarse– ¿Cómo te sientes?

–Con mucha hambre ¿Llegaste bien?… ¿Conseguiste algo? –Preguntó esperanzado.

Bella sonrió al ver a su padre así. Se le hacía como un niño pequeño que esperaba un caramelo. Y que esta vez, podía dárselo.

–Sí, estoy bien, no te preocupes. Te tengo buenas noticias –Le dijo ella, mientras se sacaba su mochila –Mira lo que conseguí.

Bella abrió la mochila, dejando ver su contenido: Tres latas de comida precocinada, una lata de atún, cuatro bolsas de frituras y una botella de un líquido rojo.

–Con esto podremos comer hasta dos o tres días –Dijo Bella alegremente –Y las frituras tal vez las tenemos de reserva si no consigo más maña…

–Bella –La interrumpió su padre –No te preocupes ¿sí? Estaremos bien estos tres o cuatro días. No quiero que salgas hasta que no sea necesario.

–Pero-

–Además, recuerda que Jacob está ayudándonos bastante.

–Ayuda con tus medicinas papá, y no quiero que seamos una carga más pesada para él.

– ¿Quién dijo que son una carga para mí?

Bella volteó al escuchar la voz de su mejor amigo.

Jacob había sido de los primeros refugiados de ese lugar. Se habían conocido mientras saqueaban un Walmart y ella se cayó de uno de los estantes. La auxilió y la trajo hasta el Pentágono para curarla. Luego, hizo todo lo posible para que ella y su padre enfermo del corazón pudieran quedarse allí. Ahora eran inseparables, y él ayudaba a conseguir las medicinas de su padre.

–No quiero tener esta discusión otra vez Jacob –Le dijo ella rodando los ojos.

–Y yo tampoco –Contestó el chico sentándose a su lado– pero por si acaso te lo repito: No tengo a nadie, ustedes son mi única familia y jamás, jamás-

–Serán una carga para mí –Finalizó Bella haciendo un remedo de la gruesa voz de su amigo –Lo se Jacob, pero en fin, no quiero que te pase nada, afuera es peligroso.

–Eso mismo te digo pequeña –Dijo Charlie, inmiscuyéndose en la conversación –Jacob es fuerte, y más ágil que tú, aunque te cueste admitirlo, y a las chicas son a las primeras que buscan para robarles. Así que es mejor que tome las riendas en cuanto de salir se refiere.

Bella rodó los ojos nuevamente, como siempre lo hacía cuando escuchaba uno de los discursos machistas de Charlie.

–Está bien, señor policía, me quedaré en casa –Luego ella miró a Jacob–¿Hoy nos toca guardia?

–Sí, y con Mike –Le contestó Jacob mientras arrugaba las cejas, a la par de Bella. Ese chico no entraba en las listas de sus afectos.

–Ok, ¿A qué hora?

–Cómo a las diez y media, por eso he venido, ¿Nos vamos?

–Ok, espérame afuera –Despidió Bella a su amigo. Él salió sin discutir mientras le sonreía. Sabía que ella quería hablar unos minutos con su padre, como siempre lo hacía cuando salía de su habitación-casa.

Bella miró a su padre, quien sonreía.

–Jacob es un gran chico –Le dio Charlie a manera de indirecta, que ella captó.

–No esperes que me case con él y tenga hijos señor Swan, no estamos para eso.

–Tal vez no, pero eso no quiere decir que no puedas… distraerte ni divertirte.

–Dime que no estamos hablando de esto.

– ¿Qué es esto? –Preguntó Charlie de manera inocente ahogando una risa.

–Basta papá –Bella rodó los ojos– El centro de tu atención me está esperando.

–Está bien, está bien –Finalizó su padre mientras se acomodaba en el frío colchón y se tapaba con las sábanas.

Bella se acercó y le dio un beso en la frente, mientras lo tomaba de la mano. Era algo que hacían siempre que ella desaparecía por la puerta de la habitación. Porque los dos era muy realistas, y sabían que había la posibilidad de no volver a verse jamás.

–Te amo, papá –Le dijo ella apretando su mano con la de su padre.

–Te amo Bella, cuídate mi pequeña.

–Lo haré, nos volveremos a ver, lo prometo.

Una pequeña sonrisa corrió por los dos rostros, a medida que se despedían con la mirada. A pesar de lo corto que era el momento, era tan profundo, que demostraban el amor que padre-hija se tenían… Y que solo se atrevieron a entregar después de todo este desastre.

Ella salió de la habitación sin dejar de mirarlo, con la fe de que en la madrugada regresaría para dormir con él.

No sabía lo equivocada que estaba.


Virginia parecía una cueva oscura, donde algunos humanos corren para resguardarse, mientras otros más osados (Y estúpidos) van por las calles matándose unos a otros.

Edward, no comprendía esta psicología humana. Cuando su raza comenzó la conquista de la Tierra, pensaron que iba a hacer difícil, los humanos eran millones mientras que ellos eran solo cientos emprendiendo la misión. Cual sorpresa fue al ver que en vez de unirse, cada país, gobierno, familia, y persona en general, halaba a donde más le convenía, dejando al resto a la merced de los foráneos.

Ellos solo terminaron el trabajo que la humanidad había empezado.

Ahora, mientras observaba la miseria en que se había convertido la Capital de la potencia mundial, pensaba que toda esta invasión ya acabaría. Que pronto, una nueva colonia Vulturi empezaría a habitar el Planeta, haciendo lo que los humanos nunca fueron capaz de hacer: Aprovechar los recursos valiosos que tenían.

Y es que, para un Vulturiano como Edward, que había recorrido ya las 13 colonias que tenían en su poder en diferentes galaxias, el planeta Tierra le parecía el mejor que han conseguido. Rico en recursos naturales, enorme y cerca de un Sol. Este sería su nueva casa apenas la conquista terminara.

A veces se preguntaba por qué habían esperado hasta ahora para conquistar un planeta como este, más que todo porque sus reyes y superiores lo conocían, e inclusive habrían influido mucho en lo concerniente a sus avances actuales.

Sonrió, imaginando su futuro en este planeta, a medida que se acercaba a la famosa Casa Blanca, y la sobrevolaba.

Colocó la nave en piloto automático mientras se acercaban, hizo cierta conversión horaria y llamó a su equipo, el cual dormía plácidamente sus horas de sueño, que, según los cálculos de Edward, se habían excedido.

Las féminas y varones vulturianos que lo acompañaban aparecieron a los pocos segundos frente a su jefe, quien los miraba evaluándolos con la mirada observando si había desperfecto en alguno. Sonrió al no encontrarlos.

–Me alegra que no hayan tenido dificultades para dormir –Les dijo con voz escueta en su idioma madre– La misión comienza ahora, aprovecharemos que los humanos están en su etapa de sueño, y habrán pocos rondando por ahí.

Luego se acercó al segundo al mando, llamado Emmett, y empezó a comentarle los pormenores de la misión: Él y el equipo estarían en la Casa Blanca, mientras que Edward en solitario se adentraría en el Pentágono, que estaba en otro estado, buscando cualquier material que pudiera dar con la ubicación de los exgobernantes de la Tierra: Un montón de cobardes que se escondían en búnquers, cuevas y demás. Su objetivo era encontrar donde estaban metidos.

¿Qué harían sus Excelencias con ellos? No lo sabía. Y en ese momento tampoco le importaba.

Sólo estaba para cumplir una misión. Y hacerla bien.

La nave con la mitad de los pasajeros estaba posada como una sombra encima del edificio del Pentágono. Edward estaba terminando de dar las últimas indicaciones:

–Regresarán con Emmett y el resto del equipo a la Casa Blanca. Esperarán a que salgan para venir a buscarme. Si algo llegase a ocurrir se los comunicaré.

–Acordado, Edward –Respondió Alice, mientras se acercaba al susodicho y murmuraba– Cuídate, esa zona está infestada de humanos rebeldes.

–Lo haré –Fue la escueta respuesta de él.

Alice sonrió.

–Sé que sí –Lo despidió y le dio un corto beso, que Edward no respondió. Alice suspiró.

–Tiempo –Le dijo él leyéndole la mente.

–Tiempo –Repitió ella, alejándose, mientras que se ponía en marcha con el resto del equipo.


Una escotilla de la nave fue abierta, y Edward, sin miedo se lanzó por ella.

Fue un aterrizaje perfecto. En el techo de lo que había sido el Departamento de Defensa mejor equipado del mundo. Caminó buscando una abertura lo suficientemente segura.

Descendió por un pedazo de techo desgastado, después de asegurarse que no había humanos cerca y empezó a caminar.

Por lo que había logrado investigar, los humanos evitaban usar los pisos superiores, para que en caso de emergencia fuese fácil la huida, así que el sitio estaba desierto.

Los pasillos cada vez se hacían más largos y Edward no lograba encontrar los famosos centros de control y las cajas fuertes. Sin embargo, siguió caminando, descartando cada punto atravesado en su mapa virtual de coordenadas.

Pronto se encontró con unas oficinas diferentes, con puertas de seguridad reforzada con equipos de tarjetas y huellas dactilares (Algo obsoleto, pensó) y empezó a derribarlas rápidamente con su arma de haz electromagnético.

No le tomó mucho encontrar material útil: Coordenadas, ubicaciones de lugares, bombas, armas. Números de comunicación, todo parecía dar con los paraderos de los antiguos líderes del país, o por lo menos a personas allegadas.

No indagó en nada más. A diferencia de los humanos, su raza no tenía ese gen de curiosidad, hacían lo que tenían que hacer y punto, no se distraían, su nivel de concentración era demasiado alto, y sobre todo, no conocían el significado de la palabra chisme.

Así que recogió todo el material necesario y lo gravó en memorias compresoras. No le tomó más de media hora hacerlo.

Cuando se disponía a salir de esa sección, tres sombras lo interceptaron. Y supo que se venían problemas.

Eras dos varones y una hembra humanos. Esforzó su vista hasta poder verlos con claridad. Y vaya lo que vio: Los tres le apuntaban cada uno con un arma diferente, dos pistolas que deducía eran de balas, y una especie de pistola larga, a la que recordó le llamaban escopeta. Se veían muy jóvenes, dedujo que estaban en etapa de crecimiento.

Edward soltó una pequeña risa. Sentía que esto sería solo un estorbo para él.

–Humanos –Dijo en un correcto inglés, desconcertando un poco a los tres jóvenes– No quiero hacerles daño, tengo una misión diferente, así que si me dejan pasar, evitaremos líos.

– ¡De ninguna manera alienígena! –Le contestó uno de los chicos, dando un disparo rozándole su lado izquierdo.

Edward miró hacia arriba, preguntándose nuevamente porqué los humanos seguían siendo tan impulsivos. Gracias a ello, tienen su mundo hecho una vuelta; y seguían teniendo problemas.

–Está bien, si quieren pelear…

Y mientras decía esto, se echó hacia atrás, haciendo que los pobres ojos humanos lo perdieran de vista.

Estaba en un rincón en la parte superior, pensado que tal vez no le haría daño a esas ingenuas criaturas. Se limitaría asustarlas un poco.

Sin embargo, su plan se quebró al escucharlos hablar.

–No te separes de la puerta Jacob. Este engendro no saldrá vivo de aquí.

–Mike, esto es una locura… –Dijo una voz femenina– Tal vez deberíamos dejarlo ir…

–No Bella –Escuchó otra voz, Edward dedujo que del segundo joven– Podemos usarlo, está solo, es nuestra oportunidad de-

– ¡Ustedes están locos! ¡Ni siquiera sabemos dónde está!

–Ya lo encontraremos –Dijo el primer chico, mientras apuntaba con una linterna. No pasó mucho hasta que Edward sintió la luz artificial en su rostro.

Aprovechó el susto del tal Mike y salió de su escondite. Pero no fue lo demasiado rápido.

– ¡Disparen!

Y un montón de tiros al aire hicieron presencia. De los cuales no salió bien librado. Dos de ellos habían impactado en su pecho, y uno en una pierna. Lo suficiente para inmovilizarlo, cayendo sobre un montón de cajas y papeles.

Mike, Jacob y Bella se acercaron a ver al extraterrestre -o engendro, como lo llamaba el primero-. Estaba bocarriba totalmente quieto.

Jacob se acercó más y apuntó a su cabeza, dándole un tiro de gracia que a Bella le asustó.

– ¡No era necesario hacer eso Jacob! –Dijo la chica.

–Si lo era, uno no sabe cómo funcionan estas cosas. Mira, ni siquiera sangra.

En efecto, el forastero no tenía rastros de líquido brotando de su ser. Sin embargo, estaba demasiado quieto, parecía un maniquí.

–Vamos a llevarlo a las alcantarillas –sugirió Mike.

– ¿Por qué? –Preguntó Bella– ¿No es mejor dejarlo aquí? Tal vez lo vengan a recoger o algo.

–En efecto, pequeña ingenua, eso puede pasar –Le replicó el chico– y si sus amiguitos vienen a buscarlo, ya esto no serán tan seguro.

–Ya no es seguro, él pudo meterse, lo podrá hacer cualquiera.

–Pero por lo menos no pensaba destruir el edificio.

– ¡Entonces debimos dejarlo ir!

– ¡¿Qué te sucede?! ¿Estás loca? Tal vez ahora no pensaban destruirlo, pero no se sabe en un futuro cercano. Tal vez para eso andaba por estos lados. Inspeccionando el lugar o algo así.

Isabella se quedó callada, en el fondo Mike tenía razón, pero se negaba a reconocerlo en voz alta. El chico le caía como una patada en el hígado.

Jacob, entretanto Bella y Mike discutían, había tomado el cadáver, cuerpo o lo que sea del alien y lo llevaba en el hombro cual bulto.

–Llevémoslo a las alcantarillas, tal vez la corriente se lo lleve y no piensen que estuvo aquí.

Mike iba adelante, con linterna en mano y el arma en guardia por si llegaba a ver algo sospechoso; en su hombro llevaba una especie de extraño morral que llevaba el alien. Bella iba al lado de Jacob con otra de las raras mochilas, también con su pistola en guardia mientras cargaba la escopeta de Jacob para que él pudiera transportar al extraterrestre.

Mientras caminaban había un cómodo silencio, cada uno pensando en lo que había pasado y en cómo había sido de fácil atrapar un alien. Mike y Jacob empezaron a dudar que esto fuera tan sencillo. Presentían una trampa.

Isabella iba concentrada mirando al cuerpo extraterrestre y comparándolo con su propia especie. Así en la oscuridad, pasaría como un hombre común y corriente: Dos brazos, dos piernas, y cuerpo fornido. Recordó mientras él hablaba, ver el movimiento de una sola boca, una nariz recta y dos ojos que brillaban como los de un gato.

Si no fuera por ese detalle (Y del hecho que no recordaba haber visto unas orejas) sería un apuesto chico.

Un apuesto chico, con una bala en la cabeza y sin rastro de fluidos corporales.

A pesar de no tener buen estómago, a Bella en ese momento le llamó la atención el nulo rastro de sangre, y quiso ver si el cuerpo se vería como esos muñecos que usan en los anfiteatros de criminalística y medicina.

Levantó la cabeza del alien lentamente, llevándose una sorpresa.

La bala que Jacob le había disparado, estaba a milímetros de salir de su cabeza, por lo que cuando Bella la soltó del susto, salió completamente, haciendo un sonoro clic en el duro piso.

Jacob se volteó un poco para ver a Bella.

– ¿Pasa algo? –Le dijo al verle la cara aterrorizada.

Bella no respondió, sólo se quedó estática en su sitio. Segundos después gritó histérica.

– ¡Suéltalo!

– ¿Qué?

– ¡Bájalo Jacob, te puede hacer daño!

– ¿Qué está pasando? –Preguntó Mike que iba unos metros más adelante.

Jacob soltó rápidamente el cuerpo del alien como si quemara, y tomó a Bella de los hombros.

– ¿Qué pasó Bella? ¿Qué viste?

El grito de ella hizo que se volteara a ver el cuerpo. Mike llegó corriendo y alumbró al espécimen con la linterna.

La escena les impactó a todos.

Las balas salieron del cuerpo como si fueran unos resortes. Cuando la última hizo clic, el extraterrestre abrió los ojos, y en un rápido movimiento tomó a Mike por el cuello.

– .Pertenencias –Le siseó.

Mike soltó la pseudo-mochila, a lo que el extraterrestre la tomó antes de que cayera, tirando al chico al suelo mientras de disparaba con su pistola de energía.

– ¡Déjalo! –Gritó Bella aterrorizada– Vete, pero no nos hagas da-

No terminó la oración cuando el alienígena se acercó y la tomó por el cuello, repitiendo lo que le dijo a Mike.

–Dame mí comprensor.

Bella se soltó lo que llevaba y lo tiró, sin embargo él no la soltó a ella.

Se le quedó mirando fijamente, con ojos amarillos y gatunos. Bella cada vez de horrorizaba más si era posible.

Un disparo sonó. El alien aflojó su agarre, pero no la soltó. Se limitó a voltearse.

–Suéltala, te dejaremos ir, lo juro –Le rogó Jacob.

El foráneo solo se quedó mirando a Jacob con desdén.

–Te hace falta más que eso para que yo te obedezca creatura.

Y agarrando a Bella de una sola mano le disparó al chico, que quedó tendido en el suelo, mientras Bella gritaba sin poder controlar su histeria, la cual aumentó al ver que el alien la tomaba de la cintura y la cargaba, sus manos fuertes presionándolas dejándola sin escapatoria, mientras él caminaba como si ella no pesara 45 kilos.

– ¡Cállate! –Le gritó el extraterrestre –No están muertos, aunque tendrán secuelas.

– ¡Bájame! Necesito saber de ellos ¿A dónde me llevas? No me hagas daño por favor. –Las palabras de Bella eran un conjunto de retahílas sin sentido. Nunca había sentido tanto miedo en su vida.

–No te haré daño, solo cállate.

– ¿A dónde me llevas?

El alien no respondió. Ella trató de liberarse sin éxito.

– ¿No te vas a quedar quieta? –Le preguntó.

Ella se quedó callada, mientras se movía más frenéticamente.

Él la tiró al suelo, a lo que Bella se golpeó fuerte con el piso de concreto.

– ¡Auch! ¡Dolió!

El extraterrestre soltó una carcajada, mientras sostenía un arma que no había sacado.

–Bueno, esto tal vez duela un poco más –Le dijo a Bella antes de dispararle y ésta cayera desmayada.


¡Buenas Noches!

Novata y Nueva Historia. Si, algo arriesgado, pero quiero darle la oportunidad a esta loca idea mía. Espero que les guste este inicio. Cualquier recomendación será bien recibida.

Publicaré una vez por semana, entre sábado y domingo. De pronto más, si mi vida me deja :)

¡Nos vemos pronto!

MJ