XVII. FELIZ CUMPLEAÑOS
Cuando cerró los ojos y disparó aún alcanzó a escuchar a alguien que le gritaba "¡No lo haga, por favor!", vio una gran nube, no sintió dolor… sólo había una gran nube, una nube… se sintió envuelto por esa sensación de que algo lo rodeaba.
Se preguntó si así sería morir… o sí más bien su cerebro aún seguía medianamente consciente después de haber disparado…
Luego ya no hubo nada…
Sólo oscuridad…
El tiempo parecía desdibujarse, estaba en un lugar sin tiempo, pero sentía frío, se preguntó cómo era posible sentir frío, no debía sentir nada puesto que estaba…
¿Muerto?
El frío era incontenible, tembló… abrió los ojos, sus ojos trataron de enfocar sin lograrlo del todo, estaba cubierto por algo que parecía una sábana blanca, levantó una mano para quitarse de encima el lienzo, se deslumbró por la luz.
La cabeza le dolía en un costado, justo en donde se había apuntado con el arma, se llevó la otra mano a esa parte, no tenía ningún agujero ni tampoco sangraba.
—¿Qué demonios?
Al observar a detalle se dio cuenta de que estaba en el interior de una ambulancia, pero no había nadie a su alrededor, ni tampoco se veía que hubiese un chofer, estaba completamente solo.
Frunció el ceño y se sentó en la camilla, estaba prácticamente desnudo, como pudo se enredó la sábana en el cuerpo para cubrirse, hacía un frío del carajo. Se llegó a preguntar si estaba muerto y si todo era producto de su imaginación, tal vez estaba en una especie de cielo o infierno o en el limbo…
Se puso en pie casi sin fuerzas y mareado.
—¿Hay alguien aquí? —preguntó en voz alta, pero nadie contestó.
Cuando se fijó por las ventanillas todo era oscuro, no se veía nada.
Las puertas de la ambulancia estaban atoradas, en un acto desesperado utilizó su propio cuerpo como arma arrojadiza para abrir, y en efecto las puertas cedieron bajo su peso, él fue a dar al piso.
Gimió por el dolor.
Descalzo y sin ninguna prenda más que la sábana blanca, no alcanzaba a ver más allá de la punta de su nariz. Estaba aterrado, parecía que sus miedos y paranoias no le habían abandonado.
—¿Hay alguien…?
—¡FELIZ CUMPLEAÑOS! —Gritaron muchas voces de forma ensordecedora al mismo tiempo que se encendieron las luces de un enorme salón elegante, globos, serpentinas y confeti comenzaron a caer.
Una orquesta al fondo tocaba "Happy birthday", y la gente aplaudía divertida.
Cuando al fin pudo enfocar vio a Danielle, más viva que nunca, a su ama de llaves Dahlia, a sus amigos del club, a los de la oficina… al vagabundo… a la mujer de los tatuajes de dragones… al joven con la chamarra escolar… a Camus batido de sangre y a Aioria también teñido de carmesí…
—¿Pero qué…? —murmuró.
Ambos se acercaron, Camus lo abrazó con fuerza mientras Milo se desbarataba en lágrimas dolorosas, se aferraba a él como si la vida se le escapara en ese acto.
—Feliz cumpleaños, mon amour… —susurró.
—Creí que tú… creí que Aioria… —balbuceaba mientras el mismo Aioria también se acercaba para abrazarlo.
—Feliz cumpleaños, Milo… ¡ah!, todo fue parte de una gran broma, no podías seguir viviendo siendo un cretino… te prometimos una sorpresa y un cumpleaños inolvidable…
—Pero el vagabundo, el asalto, la oficina, y la casa… mis cuentas… ¡Ustedes dos! ¡Yo los vi! ¡Disparé! —dijo aún con lágrimas en los ojos.
—Todo fue una gran broma, eran actores, tu teléfono estaba intervenido, lo mismo que la televisión en el hotel… todo fue falso —contestó Camus limpiando sus lágrimas—, las balas eran de salva y la última bala era sólo para crear una nube…
—Hijos de puta… ¡Dos semanas fui una piñata humana! —se quejó empezando a reír mientras los demás invitados se acercaban a felicitarlo y otros cuantos observaban la ambulancia en medio del salón.
—El vale decía que era "por lo que más quieras"… y yo creo que ya sabes que es lo que más quieres —contestó Aioria jalando por el brazo a la mujer de los tatuajes de dragones.
—A Camus… a ti a veces —le respondió sonriendo.
—Lo sabía, sólo es que tú no lo sabías… te presento a Janis, es mi novia, es actriz por cierto…
Los cuatro rieron.
—¿No tienes frío? Tengo tu ropa aquí… —le dijo Camus.
—Olvídalo, ya todos me vieron enredado en esta sábana así que creo que da igual…, tengo todo lo que necesito: a ti…
Lo tomó entre los brazos y lo besó con delicadeza, como si fuese a desbaratarse la ilusión en un instante…
FIN