-Entonces que así sea…- le dije cargando contra él.

Pero él ni se inmuto ante mi ataque y lo esperó con calma con espada en mano todavía hasta tenerlo en frente, aprovechando mi oportunidad lancé mi estocada sin resistencia de su parte… pensé que sería su fin, pero… CLANG!, la hoja de riptide resbaló por su piel hasta su costado rasgando su traje de etiqueta (como lo hizo cuando me enfrente a cronos-luke a bordo del princesa Andrómeda el año pasado).

Me quedo observado por un segundo a Riptide como si fuera un pedazo de utilería barata.

Es imposible. Pensé.

-¡¿Crees que eres el único invulnerable?!- me interrogó.

El techo comenzaba a derrumbarse sobre nuestras cabezas mientras los Keres revoloteaban alrededor con sus cuerpos delgados rojos y alas con membranas tan delgadas que la tenue luz de la cámara subterránea en la que estábamos las atravesaba como una película de celulosa, me alejé trastabillando por la sorpresa mientras Orfeo seguía de pie con espada inmutable como si esperara volver a ser atacado para reaccionar.

—Eres… eres…—balbuceaba tan sorprendido como parezco.

—Así es—balanceó su espada en círculos verticales.

Se lanzó sobre mí con la hoja en alto y un golpe de arriba abajo que pare, la fuerza casi me hunde en la roca como si estuviera parado en lodo y su filo casi toca mi frente antes de rechazarlo, lancé una estocada sin pensar en lo que había ocurrido hace un segundo pero en lugar de recibirla la desvió, ahora estaba de frente y con la punta de su arma hacia mi estómago.

—Whoa!—rodeé en el suelo a la derecha antes de volverme brocheta (aunque técnicamente no ocurriera eso) y me levanté.

Volteó para verme aun sin inmutarse y avanzó hasta que lo detuvo otro mini temblor, entonces la tierra se abrió y un gran bulto oscuro atravesó el suelo y se elevó, tenía varios metros de altura casi chocando con el techo y lanzando gruñidos y ladridos que podrían intimidar a cualquiera, una de sus patas con garras piso la arena y luego la otra pero más preocupaban sus tres cabezas.

Tres cabezas?

—¡PERCY!—Me gritó Nico montado sobre la cabeza del medio.

—Ya era hora…—balbuceé oprimiéndome el pecho.

El dolor seguía.

Nico notó esto y le ordenó mentalmente a Cerbero que bajara la cabeza pero enseguida noté a Orfeo dirigir un corte al cuello del monstruo, lo bloqueé e hice retroceder.

—Nico, Annabeth…!—le señale al palco donde aún yacía mal intentando levantarse para ayudar con apenas voz en la garganta.

Volvió a alzar la cabeza del perro mientras saltaba hasta el palco donde mi novia estaba, la sostuvo con su hombro y me vio forcejear con Orfeo mientras inmovilizaba su espada con la mía, tenía el rostro perlado de sudor, la respiración entrecortada y el corazón me latía deprisa (muy deprisa!).

—Vete!—grité, aunque por a falta de más fuerza en la voz no sé si se oyó como un grito pero él lo capto y también capto el estado en el que Annabeth estaba.

Oí su voz gritarme algo, hasta donde entendí creo que decía que ya casi no había tiempo, que sacaría a Cerbero y Annabeth fuera de ahí, que luego volvería por mí y que tuviera… Orfeo me pateó el estómago obligándome a retroceder y se lanzó contra ellos pero lo tacleé a solo dos metros del palco justo cuando Nico sacaba su espada y luego entendería eso como una señal de que ya se fuera, Cerbero ladró, se oyó como un turbina de avión mientras Nico regresaba sobre su cabeza y luego colocaba de nuevo la llave que su padre le dio en el puño de la hoja.

Mientras Orfeo se zafaba de mí a punta de golpes él, cerbero y Annabeth desaparecían en una columna de sombras tragados por la tierra, me levanté y mire a Orfeo.

—¡¿Y que sigue ahora, Jackson?!—me habló con desdén mientras caminaba de lado y arqueando las cejas, hacia el sitio donde estuvo hace un rato un enorme monstruo de tres cabezas. —Dos inmortales peleando una batalla sin fin… ¡¿hasta el fin de los tiempos o el Armagedón?!—

Tomo una bocanada de aire que me faltaba.

—Si quieres puedes rendirte—le dije tranquilo.

Molesto se movió a una velocidad despampanante y lanzo un puñetazo que sí que dolió directo al mentón, mis pies dejaron el suelo volando unos dos metros hasta caer fuerte de espaldas, sentía que mi corazón rebotaba dentro de mi pecho, una sensación nada agradable y peligrosa.

—Lo sientes, no?—interrogó

Lentamente y como pude me puse de pie, pero me costó mucho más que con los keres.

—Mi corazón…—balbuceé casi sin voz.

—Exacto—sonrió perversamente mientras caminaba. —Ese es el otro "punto débil" de nuestra marca—

Me levanté cuando ya lo tenía a tres metros de mí.

—Como… es que tú…—dije entre jadeos, realmente estaba muy cansado.

Su sonrisa de lado torcida le daba un aspecto maligno e incomparable con el hombre que hace un rato tocaba una lira, pero aun la duda estaba en mi mente esperando a ser contestada y menos mal parece que no le molestaba hablar de ellos, porque bajo su espada por un segundo como si se dispusiera a hablar.

—Después de perder mi vida y a mi amada…—su voz ahora sonaba dolida, pese a que ocurrió hace miles de años parecía como si hubiera sido ayer. —anduve vagando por la orilla opuesta del estigia… durante laaaargo tiempo—

Balanceó de nuevo la hoja de su arma en círculos como si eso impidiera que sus ojos se humedecieran más, a pesar de que trataba de matarme no podía evitar sentir pena y luego recordar las palabras que me dijo: Si fuera tu novia la que hubiera estado en ese lugar, no habrías tú también mirado atrás para ver cómo estaba…

—Caronte ya no me permitió el paso, por más tonadas que tocara o súplicas que escupía—

Dio otro paso hacía mí obligándome a dejar la pena y volver a mi guardia.

—Rodeé el estigio mil veces… pero no existe otra entrada—dijo con algo de pena en la voz.

Levanté a Riptide queriendo atacar pero sabía que era inútil, simplemente el filo rebotaría en su cuerpo, lo único que me quedaba era atacar como loco y… por algún milagro… encontrar su punto de Aquiles pero; además de que tenía pocas probabilidades de lograrlo, la opresión en mi pecho no cesaba, luego de haber matado a miles (quizá millones) de Keres en esa arena hace un momento, era como si corazón se fuera a parar en cualquier momento y si eso ocurría estaba muerto.

—Ese maldito rio que me separaba de mi amada, y ya para el final de mi vida…—su voz parecía temblar en esa parte creyendo delirante que Eurídice aún seguía del otro lado.—…decidí que era hora de cruzarlo, como un alma más—

Ese último comentario me detuvo de atacar, quizá me venció la curiosidad pero el sorprendió cuando siguió hablando.

—Me lancé al mismo estigio—dijo con un tono oscuro en su voz, como si cantara una ópera trágica. —Esperando al fin poder reunirme con mi Eurídice—

Okey repasemos, bueno más bien mi mente repaso de nuevo todo el ritual de preparación que exigía antes de darse el chapuzón letal según Nico, pero luego de devanearme la cabeza una y otra vez no entiendo cómo pudo sobrevivir sin haber tenido algo a lo que aferrarse, un punto vital, su humanidad cuando ya la había desechado al ahora de "suicidarse" o acaso…

—Lo que no esperaba, era que mi amor por ella me salvara—se llevó una mano al pecho. —Que Eurídice me salvara—

Ahora me hacía imágenes mentales de lo que debió ser su nado en el estigio.

Cuando yo me sumergí ahí primero tuve que conocer más acerca del pasado de Luke, después recibir la bendición de mi madre y finalmente… concentrarme en algo (o alguien) que me mantuviera atado al mundo, mediante un único punto que sería mi punto vital, no pude evitar pensar en Annabeth, quizá Nico ya la puse a salvo y dejado a Cerbero, seguramente Orfeo también vio a Eurídice, tirando de él hacia la superficie.

Pero si Eurídice estaba muerta entonces…

—El amor puede ser más poderoso de lo que te imaginas—volvió a levantar su espada. —Cuando floté de nuevo a la orilla… me di cuenta de lo que tenía que hacer— Bajo su mano del pecho por un segundo, deduje una posibilidad (la mejor que quizá podía tener) y ataqué.

Pero Orfeo no se movió con la hoja que apuntaba a su pecho, ni cuando estaba golpeó y rebotó en él para un costado.

—Pero qué…—antes de acabar la frase Orfeo me rodeó con su espada y la colocó a centímetros de mi espalda baja.

Me tenía acorralado.

—Acertaste y fallaste a la vez mestizo—

O-o-o-o-o-o-O

Muy por arriba de ellos, Nico reapareció con Cerbero y Annabeth en la orilla opuesta del estigio, la dejo a ella en la negra tierra y llamó a un esqueleto sirviente que los estaba esperando desde hace un rato, con unos envases de néctar y ambrosía los cuales el hijo de Hades curo parcialmente a su amiga, lentamente comenzó a recobrar la conciencia hasta verlo con esos ojos grises y tormentosos.

—¿Nico?—

—Me alegro que estés bien—

Intentó moverse pero lo hizo de apenas ya que la comida divina lentamente estaba curándola, hasta que le preguntó a Nico lo que ya había estado esperando que dijera.

—Percy? Dónde está Percy?—decía aun algo mareada, su rostro todavía lucía algo verde pero recuperaba su tono poco a poco.

Nico pensó que debía volver con Cerbero a la línea Ez muertos, aunque estaba muy lejos el hijo de Hades podía percibir como el guardia estaba a punto de ser asaltado por las almas, vio a las furias sobrevolar el palacio de su padre y entonces la sangre se le heló.

Hades había vuelto, o eso creía porque las furias siempre volaban alrededor del palacio luego de recibir la llegada de su amo.

¡Vlakas!—maldijo.

Annabeth preguntó con apenas voz que ocurrió pero aun luciendo preocupada por su novio.

—Voy a volver—finalmente decidió.

Intento pararse pero sus piernas le temblaban demasiado y se cayó.

—No te muevas, aun no estás del todo curada—

—Pero… Percy…—

Nico se sentía mal por haber dejado ahí abajo y se hubiera opuesto más pero al darse cuenta de que eran más de las cinco decidió hacerle caso, ahora esperaba que estuviera bien aunque no sabía porque pero veía al músico con preocupación, domo su propio de ejercito de demonios de la peste, capturo a cerbero y lo encerró bajo el estigio y cuando lo vio pelear casi lo comparo al nivel de Percy, pese a tener la marca de Aquile.s

Orfeo era peligroso, pero ahora mismo debía devolver a Cerbero a su lugar y esperar que su padre no lo traiga de una oreja a pedir explicación.

Annabeth intento moverse otra vez pero no pudo, Nico casi tuvo que obligarla a sentarse y ella igualmente insistía en volver pero era inútil, mientras Cerbero se rascaba una infernal pulga de su gigantesco trasero él le explico que los había transportado a ambos de vuelta arriba, ósea que ahora mismo estaban muy lejos de Percy, aun si ella pudiera moverse tardaría mucho en llegar y por su estado si pillaba algún monstruo en el camino no le iría nada bien.

—Confía en mí Annie, volveré y traeré de nuevo a Percy—por alguna razón Nico intentó usar el mismo tono de voz que ella uso con él para convencerlo de ayudar al campamento en la batalla del laberinto, cuando renegó de su destino y la muerte de Bianca, esperaba que como acepto aquella vez ella hiciera lo mismo.

Por suerte, así lo hizo.

—Dioses, me siento… tan inútil…— se dijo ella así misma tan cansada.

—No es verdad…—le sonríe, en vez de alegrarla casi le hace parecer raro.

Es por el hecho de que el hijo de Hades siempre trata de encerrarse en su burbuja emocional, pero dada la situación creo que se permitió poner un pie afuera.

—Ahora vuelvo—

Dicho esto tomo a Cerbero y lo condujo de vuelta al estigio montando en su lomo, la bestia hacía temblar ligeramente la tierra con cada paso y pronto en unas cuantas zancadas había recorrido la distancia de cuatro canchas de fútbol, Annabeth volvió a comer ambrosía y néctar como si pensara que con ello se recuperaría más rápido pero por el calambre aun presente en sus piernas sabía que eso no pasaría.

Ignoró al guerrero esqueleto que Nico dejo para vigilarla y miro al suelo, como si pudiera ver a través de él.

—Percy—

O-o-o-o-o-o-o-O

Estaba a centímetros de la muerte.

Orfeo apuntaba su espada muy cerca de mi punto de Aquiles sin saber cómo lo descubrió, quizá cuando los Keres me atacaron y cayeron encima se dio cuenta de mi golpe cerca en la espalda baja por lo que tenía el filo en transversal directo para cortar toda mi espalda baja y así matarme.

Pero aún no lo hacía.

—Sabes por qué no acabo contigo… aún—murmuró frente a mi cara.

La opresión en mi pecho seguía, sentía que mi corazón latía deprisa y creo que no era por la inminente muerte que se me venía encima.

—Por qué tú… patético esfuerzo por ayudar a un dios injusto me causa cierta gracia—

Todos los músculos de mi cuerpo se tensaron, de nuevo podía sentirlo pero le seguí la corriente a Orfeo y deje que hablara.

—Amigo, hable con ella—más bien le hablé.—no quiere que te desgracies de esta manera—

Acercó más el filo a mi espalda en respuesta.

—Cuando la tenga a mi lado de nuevo… entenderá—suspiró lastimeramente.

Al pensar en ella supuse que quizá ya era tarde, bajo tierra es difícil medir el tiempo pero habían pasado varias horas en el inframundo, no me sorprendería que hades ya estuviera en su palacio preguntándose porque su reino estaba patas arriba y llamando a Nico con su voz atroz y sacudiendo su túnica hecha con almas de condenados.

—Ella misma me pidió… que desistieras de esto—

—¡Ya cállate!—casi gritó y sentí el filo posado sobre mi camiseta en mi punto causándome oleadas electrizantes subir por mi espinazo.

Cuando enfoque la vista en medio del calambrazo note que cerraba los ojos y algunas lágrimas escapaban de estos.

Mi oportunidad.

Rodé de pie a la derecha volteándome y tomándolo de la muñeca con el arma levantándola para arriba, tardo un segundo en reaccionar pero ya lo tenía firmemente inmovilizado por lo que nuestra pelea paso a un forcejeo, al principio cuando me dio aquel puñetazo sentí que era físicamente más fuerte pero ahora que luchábamos a mano limpia sentí que mis músculos estaban a la par, quizá por el incesante palpitar en mi pecho que creo que casi podía oírse de cerca y que cada vez más me oprimía.

Además de eso lo acompaño un fuerte retorcijón, pero no había nada agua a mi alrededor.

Entonces la tierra tembló, los dos trastabillamos para ambos lados y Orfeo se soltó de mi agarre, salto hacia atrás para evitar que me rodeé la espalda con su arma escapando con solo un rasguño en la camiseta y nos paramos de nuevo frente a frente, estaba realmente cansando y exhausto pero él se veía aún capaz de continuar lo que me dejaba en desventaja.

—¡¿No puedes ganarme mestizo, sabes por qué?!—

Alcé una ceja.

—Por qué mi punto débil—señalo con su pulgar su pecho. —está aquí—

Eso no tenía sentido, y el golpe que le di hace un rato entonces debió matarlo.

—Muy profundo… dentro de mi corazón—

Ahora si estaba confundido, era su pecho el punto débil… o el que corazón dentro de su pecho?!.

—Los recuerdos de mi amada me mantuvieron con vida en esas negras y profundas aguas—explico. —Es por eso que no puedes ganarme!—casi exclamo.

Entonces… si entiendo bien de lo que habla, su punto es su corazón, bien protegido debajo de toda esa piel de acero.

—Es por eso que debo seguir, no voy a parar hasta que recuperarla!—se estrujo el pecho con las manos. —El recuerdo de ella es lo que me impulsa a seguir—

Estaba perdido, si tenía razón entonces realmente no podía vencerlo, no podía alcanzar su punto de Aquiles (a menos que abriera su boca y metiera mi espada por ella, lo cual veía crudo), además tiene la voluntad de cientos de años impulsándolo, era más fuerte que yo en todos los sentidos.

—Ahora que sabes eso, ¿por qué no te unes a mí?—propuso. —Aunque si por milagro me ganaras, el destino del olimpo ya está echado—

¿De que hablaba?...

—Tú y tu amada podrán resguardar sus vidas ante lo que se avecina—seguía diciendo confundiéndome todavía más.

Ante mi silencio de segundos cogió de nuevo su espada y avanzó hasta mí.

—Es una pena que rechaces mi propuesta—dijo. —El destino que te aguarda es oscuro, para ti y tu amor—

Ignoré por completo sus comentarios, por más perturbadores que fuesen ahora tenía que centrarme en él… porque mi pecho seguía oprimiéndome, y ahora mi estómago… lo de este podía entenderlo, lo sentía cada vez que controlaba el agua, lo del pecho podía ser por mi estado pero al mismo tiempo sentí como la tierra ligeramente temblaba bajo mis pies igual que hace un rato cuando los keres me rodearon no sabía como pero la tierra tembló a mis pies abriendo una grieta y espantándolos, Orfeo seguía caminando hacia mí como si no lo percibiera, extrañamente las palabras de Hefesto acudieron a mi mente.

Eres hijo del agitador de la tierra, no conoces realmente tu propia fuerza.

No sé por qué porque el término "agitador de la tierra" parecía tener sentido ahora.

—Es hora de que mueras, pero descuida…—dijo volcando el filo de su hoja. —…sé que pronto tu amada vendrá aquí y me encargaré de que se reuna contigo—

Lo ignoré olímpicamente, no porque me molestara sino porque me concentraba en algo, quizá una locura pero ahí podría estar… cuando reventé el monte Santa Helena y desperté por error a Tifón pensé que no había tenido nada que ver, luego las palabras de Hefesto anduvieron rondando mi cabeza un tiempo, ahora parecían tener significado.

—¿Qué crees que haces?—pregunta Orfeo confundido.

Entonces la tierra comenzó a temblar.

—Eh?!—balbuceó alzando una ceja.

Ahora imagina que te colocan en una prensa industrial y luego activan la máquina doblándote en dos por la cintura y retorciéndote las entrañas… ¿ya lo hicieron? Bueno, lo que imaginan sentir no es ni la octava parte de lo que yo sentí. Orfeo trastabillo hacia atrás cuando la tierra se agrietó frente a mí, una rajadura paso entre sus piernas, por el muro y luego ascendió al techo resquebrajándolo sobre su cabeza, quería caerme de narices por el dolor pero me mantuve difícilmente en pie cerrando los ojos para resistirlo mientras mi pecho golpeteaba como loco.

La cámara de roca entera tembló mientras apretaba los dientes y Orfeo gritó para luego escuchar un derrumbe, esperaba sentir yo también las rocas aplastarme pero solo oí a Orfeo gritando y luego su voz perdiéndose entre los ruidos de un derrumbe, luego de acabar me desplomé de frente hasta clavar a riptide en la grieta que había creado y sostenerme de rodillas con todo el cuerpo temblándome, abrí los ojos y vi a Orfeo.

La mitad de su rostro sobresalía de entre las rocas, el resto de su cuerpo estaba enterrado en toneladas de roca oscura y aunque no parecía tener ni un rasguño estaba inmovilizado por el peso.

—Qué… hiciste?!—casi gritó si no fuera porque sus pulmones aplastados contra la roca no se lo permitían.

Pero no le podía responder aún ya que jadeaba profundamente, como si mis pulmones fueran insuficientes, las manos me temblaban alrededor de la empuñadura de Riptide y mi pecho dolía como me hubieran dado a golpes con un martillo neumático, demasiado daño para haber causado un terremoto yo solo, Orfeo carcajeo levemente.

—Parece… que esta será… nuestra tumba también mestizo—

Mi mente daba vueltas entendiendo apenas lo que decía.

—Quizás… hayas ganado… pero… "Ella y sus hijos"… acabara con us…—

La cámara volvió a temblar pero esta no vez no por mí, alce la vista un poco para ver como el techo terminaba de partirse en dos, grandes rocas cayeron sobre Orfeo enterrándolo vivo, su voz se perdió entre los escombros y supe que se había acabado para él, creí haber oído un último susurro suyo llamando a su amada Eurídice pero podría haber sido mi imaginación, sobre mí el techo también se resquebrajó y varias rocas cayeron hacía, estaba demasiado fatigado para seguir.

—¡Percy!—oí gritar a mi lado, apenas volteé y vi unas sombras juntarse y a alguien salir de ellos.

Luego me desvanecí oyendo como la cámara terminaba de derrumbarse.

O-o-o-o-o-O

Annabeth tenía el corazón en la garganta mientras esperaba que Nico volviera, ya se sentía mejor cuando estaba a punto de romper su palabra y bajar por su novio Nico apareció y se disolvió en sombras para buscarlo, fueron los treinta minutos más largos de su vida cuando por fin reaparecieron, Nico cargaba en su hombro a un exhausto Percy quien parecía inmóvil.

Ella los llamó y se acercó, cargo de inmediato a su novio y lo recargó contra unas rocas a modo de almohada.

—Por Hades, un segundo más y…—pero Annabeth no le prestó atención y tomo lo poco de néctar que no se había bebido y lo vertió en los labios.

Estos se mojaron para su susto sin haberlo tomado al parecer, entonces se recostó a su lado apoyándose en su hombro, pensando que con su calor lo haría reaccionar Nico les dio espacio desviando la mirada viendo hacia el estigio y el Inframundo, Cerbero estaba vigilando de nuevo en la entrada y las almas volvían a perder el valor de tratar de escapar, demonios y necrófagos patrullando los muros de erebo devolviendo a las almas a los asfódelos y a los campos de castigo, todo volviendo a la normalidad.

Las furias seguían volando el palacio de su padre, pero él dios aún no había vuelto del Olimpo lo cual fue raro pero al mismo tiempo un alivio para Nico ya que ahora no tendría que darle explicaciones a menos que su madre lo hiciera pero ella sabía que no tenía pruebas que presentar y eso a su marido le molestaba las quejas injustificadas, eran ya las seis y más de la tarde y el sol se ocultaba arriba según su horario de la costa este, quizá su padre se tomó el agrado de seguir paseando por el Olimpo.

O quizá los dioses discutían algo muy importante y tal vez… preocupante.

—Percy…— Nico oyó a Annabeth murmurar.

Al verla noto que miraba a Percy desconcertaba, este no se movía.

—Percy!—lo zarandeó pero no hubo respuesta.

Nico se acercó apresurado arrodillándose a su lado.

—¡Percy!—ella casi gritó poniendo un oído en su pecho. —¡SU CORAZÓN NO LATE!—

Nico lo examino, era cierto.

—¡PERCYYY!—

El mestizo tenía el semblante cerrado e pasivo, como si durmiera de cansancio… ellos no perdieron tiempo y comenzaron a atenderlo, Nico le ordenó a un esqueleto que fuera por néctar, tardo un minuto en aparecer y reaparecer pero al llevar a su boca no bebió, era horrible.

—No…!—balbuceó Annabeth quien de inmediato puso sus manos en puño sobre su pecho y comenzó a empujar.

Nico estaba paralizado ante la situación, su amigo había sufrido un paro cardíaco y no sabía bien por qué, cuando lo recogió de allá abajo no vio a Orfeo, solo una montaña de roca y a él derrumbándose a su lado y pensó que fuera por el cansancio, pero ahora se dio cuenta que fue mucho más grave.

—¡Ayúdame!—le dijo casi en desesperación la rubia.

Le dio unas dos bocanadas de aire mientras Nico volvía a hacer compresiones alternando 10 de ellas con 2 respiraciones, estuvieron así por tres minutos pero nada… su rostro comenzaba a perder color sin abrir los ojos parecía casi como si durmiera.

—¡Dioses, no!—pensó él.

Annabeth soplaba y soplaba con fuerza el aliento de la vida en su boca presionando cada vez sus labios en la desesperación, pero su novio seguía sin responder.

—No…—apartó a Nico y realizo el ciclo ella sola aún más desesperada.

Nico seguía perplejo, ahora con una expresión de dolor, pena y negación… luego empezó a sentir la culpa mientras ahora ya pasaban los cinco minutos.

—¡No me dejaras así!—casi le grito ella dejando las compresiones y empezando a golpear su pecho con exagerada fuerza. —¡despierta… SESOS DE ALGA!—

Y entonces Nico lo sintió.

—Annabeth…—

Ella no hizo caso y siguió golpeando y golpeando su pecho, con los ojos húmedos y nublados cerrándolos al volver a oír la voz de Nico y dejando que las lágrimas rebalsaran de sus ojos, pero no le importo y siguió sumida en la desesperación y el horror.

—Annabeth…!—

Siguió sin escuchar lo que ya sabía que diría, no podía hacerlo, no después de todo lo que pasaron el verano anterior, no después de que por fin estuvieran juntos, no después de haber construido en su mente muchos sueños y esperanzas para el futuro, hasta que finalmente el cansancio la venció al igual que su mano adolorida.

—No, no no no no no no…—Tomo su rostro en sus manos y le dio el mismo cálido beso que en el fondo del lago de Canoas.

Trato de acercarse pero ella estrujo el cuerpo de él contra el suyo, en un último y alterado intentó que ya no parecía tener sentido porque ya habían pasado 7 minutos.

—Después de todo… te atreves… ¡A DEJARME ASÍ!—

Nico casi quería llorar, sabía bien lo que acaba de ocurrir pero debía decírselo, sin rodeos.

—Annabeth, Percy esta…—

Entonces Percy suspiró profundamente, como si la vida regresara a él, sacudiendo el pecho hacia arriba como si volviera a exhalar el aliento de la vida.

—Imposible…—murmuró incrédulo. —…acabo de sentir que…—

Annabeth no lo escuchó y lo abrazó con fuerza echa un mar de lágrimas susurrando las gracias una y otra vez en susurros mientras el color volvía de nuevo al rostro de su novio.

—Por Zeus…—fue lo primero que este balbuceó. —…que eran esas…— pero se detuvo al sentir que alguien encima.

Su novia sollozaba intensamente abrazada a su pecho y con la cabeza recostada contra su hombro, una increíblemente profunda calma y paz le embargó reaccionando solamente para envolverla en sus brazos y depositar su rostro cansado en su cabello mientras Nico los veía perplejo de nuevo, entonces al recordar que su querido amigo seguía con ellos (misteriosamente) no pudo evitar esbozar una sonrisa.

O-o-o-o-o-O

Después haberme despertado en los brazos de Annabeth tomamos un descanso, está agotado y tuve que beber algo de néctar antes de poder moverme… nos reunimos con Nico en la entrada del inframundo y luego en su palacio donde descansamos un par de horas, Perséfone nos veía molesta como si nos quisiera convertir en vides de madre selva y adornarnos en su jardín, no nos quedamos mucho tiempo el cual aproveché para narrarles todo lo sucedido con Orfeo, tanto yo como Nico lamentamos no haber podido cumplir el deseo de Eurídice.

Ahora su amado estaba enterrado bajo millones de toneladas de roca, y aunque estuviese vivo jamás podría volver a moverse, pensé entonces que sería mejor que estuviera muerto que a yacer inmovilizado bajo tantos escombros en las profundidades del subsuelo del Estigia sin nadie que escuche tus gritos, le revelé a Nico las últimas palabras de Orfeo, yo no entendía bien a que se refería pero la expresión de Nico se arrugó como si pensara en una probabilidad mas luego dijo que quizá no sea nada de qué preocuparse

Por ahora.

La verdad ya estaba cansado de todo (más aún del inframundo) así que pronto volvimos a la superficie, aparecimos en Central Park y no en Montauk porque Nico mando un mensaje Iris a mi madre y futuro padrastro para que regresaran.

—Bueno, eso es todo—nos dijo Nico a Annabeth y a mí como si todo hubiera un paseo de rositas.

Revolvió los hombros algo inquieto, yo sabía lo que significaba y quizá le costaba un poco admitirlo pero sin nuestra ayuda y aunque Hades aun no volvía del Olimpo habría estado frito, aunque tal vez quiera hacerme una pregunta que yo no estaba segura de contestar.

—Gracias, por tu ayuda Percy—fue lo único que dijo.

Eso me alivio.

—De nada, amigo—le dije amistosamente dándole unas palmaditas, aunque pude ver en su rostro como si deseara poder hacer algo para compensarme por las molestias.

Sobre todo la de morir.

—En serio Nico, no tienes que…—

Annabeth apretó mi mano.

—La próxima vez… por favor trata de armar un plan primero—intento regañarle amablemente, quizá seguía un poco molesta por lo que ocurrió.

Nico asintió algo apena, pero insistí que no fue nada muy grave… o al menos eso creía.

—Entonces nos vemos en el campamento—le dije amistosamente recordando que mañana empiezan las vacaciones de invierno y tanto Annabeth como yo vamos a ir.

El asintió aunque algo inseguro, como si ocultara algo.

—Adiós, Percy—

Luego desapareció.

Annabeth arqueó un ceja al oírlo.

—No te pareció… raro—

Ahora era yo el que apretaba su mano.

—Quizas… como todo en mi vida hasta ahora—traté de bromear, lo cual era un gran paso considerando lo que me ocurrió.

Ella esbozó la más bella de las sonrisas y yo me sentí feliz de estar vivo.

Llegamos a mi casa en Upper East Side donde Mamá nos recibió Super aliviada, igual que Paul a quien por desgracia no pude traerle ninguna foto porque perdí la cámara en el ataque inicial de los Kers, "Para la próxima" fue su comentario optimista, aunque me propuse a mí mismo que la próxima vez que bajara al inframundo, lo haría cuando estuviera muerto, y hablando de ello... pasadas las siete pensé que Annabeth se iría de regresó a su cuarto en el internado escuela donde estaba, pero decidió pasar la noche con nosotros.

Casi se me para el corazón de nuevo al oír eso.

Muy contenta mi madre nos preparó espagueti con una salsa bien roja, mi estómago rugía como un monstruo así que me olvide todo (bueno casi todo) mientras me sentaba al lado de Paul y Annabeth, luego de atiborrarme de comida apenas conteniéndome por culpa del hambre Paul subió a su estudio a corregir exámenes de literatura mientras Mamá y Annabeth pasaban tiempo de calidad viendo la telenovela de las nueve mientras yo me aburría como una ostra, aunque lo disimulé bien.

Nos fuimos a acostar cuando pasaban las noticias (donde pasaban una que mencionaba un peculiar terremoto de magnitud 4.0 que se sintió en toda Nueva York), para después de asearnos ya eran más de las 10 cuando Annabeth apareció en al umbral de mi puerta con una sencilla remera blanca y un buzo gris que le quedaba algo holgado, yo terminé de colocar una bolsa de dormir… para mí… en el suelo, afuera comenzó a llover, ella se acostó en mi cama pero mientras yo tomaba mi lugar en el suelo ella me llamó.

—Ven…—me dijo suavemente, por un momento dudé pensando que alguien nos viera (como cierta diosa por ejemplo) pero era mi novia después de todo, así que obedecí.

La cama era de una sola plaza pero los dos cabíamos bien, un poco apretados pero bien, ella me abrazó y poso su rostro a un lado del mío, su mejilla calentó lentamente la mía aunque también podía sentir que temblaba ligeramente… quizá recordaba lo que ocurrió hace apenas unas horas, quise hablar pero ella estrecho más su abrazó su pelo suelto en la cama olía a limón muy agradable al olfato y no puedo evitar pasar mis dedos entre ellos, oí un leve sollozo apagado casi de inmediato.

—Descuida, estoy aquí contigo—empecé a decir para calmarla y enterró apegó su rostro aún más al mío.

Esperaba no tener la cara más roja de lo que pensé pero supuse que en la oscuridad, tenerla en ese momento tan pegada a mí era tan placentero como intimidante, un relámpago ilumina el cielo tormentoso igual que sus ojos, al cruzar las miradas por fin sonrió aliviándome un poco, luego me besó.

—No vuelvas a asustarme así—me dijo rodeándome el cuello con sus brazos.

Aquella visión tétrica acudió a mi mente de nuevo… Luego de haberme desvanecido en la cámara delante de la tumba lapidada de Orfeo, estuve sumido en la oscuridad, hasta que luego estaba parado en la entrada del mismo inframundo (de nuevo)… pero entonces, vi algo: unas enormes y gigantes puertas que parecían haber sido abiertas recientemente, me acerqué y asome la cabeza empezando a oír la voz de Annabeth gritándome, impulsado por eso di un paso a través de esas puertas y luego volví a desvanecerme.

Para cuando desperté tenía a mi novia llorando sobre mi pecho.

—Te lo prometo—susurré dulcemente a su oído.

Volvió a abrazarme con más fuerza, como si temiera perderme de nuevo… esta vez la correspondí, su cuerpo era tan cálido que lentamente me quedo dormido y ella igual, en mi habitación y abrazados, al día siguiente nos levantamos tarde, era el comienzo de la vacación de invierno de todas maneras. Empacamos nuestras cosas mientras mi mamá nos veía este risitas (creo que nos espió de noche) incluso durante todo el desayuno, ella y Paul nos llevaron al campamento en el Prius de este y a cada rato nos veía por el espejo retrovisor guiñando un ojo, cuando Annabeth lo vio desvió la mirada ruborizada, igual que yo.

—Bueno, ya llegamos—

Nos dejaron en la entrada y nos despidieron.

—Nos veremos a fin de mes—me dijo con cariño mamá.

Asentí sabiendo que nos veríamos otra vez.

En 8 meses para ser exactos.

En el campamento solo estaban los campistas de año redondo, el día transcurrió con normalidad hasta llegada la noche… aunque había algunas dudas asaltando mi mente luego de nuestra fallida salida de fin de semana me sentía feliz, Estaba de vuelta en mi segundo hogar, tenía a una chica maravillosa a mi lado y con un gran futuro juntos por delante casi podía mandar al tártaro todo lo demás.

Esa noche nos despedimos en el pórtico de mi cabaña.

—Bueno, hasta mañana—

—Si—me respondió.

Lucía tan bella y radiante aún a esa hora de la noche, al ver su rostro recordé lo de anoche así que cuando se iba la tome del brazo, la volví a mí y la besé.

El mundo volví a desaparecer de nuevo para ambos mientras rodeaba su cintura y ella mi cuello, al igual que su pelo sus labios sabían a fresco limón, ahora sí que era feliz… realmente feliz, mantuvimos el beso todo lo que pudimos hasta que el aire nos obligó a separarnos, sentía mis labios palpitar y por el rubor en sus mejillas supuse ella también.

—Te amo, mi sesos de alga—

—Yo también, mi chica lista— Nos dimos un último beso y la vi irse a su cabaña, me volteé y entré a la mía.

En el centro de mi cabaña había una mujer con un vestido azul y vistiendo una piel de lobo en los hombros.

—Eh?! Quién e…—

Pero la mujer se acercó a mí un parpadeó y puso una mano en su cara.

—Lo siento muchacho— Y luego volví a desvanecerme.

La cabaña tres quedó vacía en medio de una brisa que soplaba por la ventana.

La nueva profecía estaba en marcha, una nueva guerra había empezado.

FIN


Espero que les haya gustado, hasta la próxima!. :)