La enfermedad de Sherlock Holmes.

Disclaimer: Sherlock pertenece a la bbc que, a su vez, lo toma prestado de las novelas de Sir Arthut Conan Doyle.

Resumen: Sherlock siente últimamente unos extraños síntomas que le preocupan alarmantemente y, por miedo a un envenenamiento, va a ver John bajo la premisa: —Estoy enfermo y es culpa tuya, John.


Sherlock Holmes es el detective asesor por excelencia, es un genio, uno de los dos hombres más inteligentes de todo Reino Unido (y del mundo si le preguntabas). No duda de sus habilidades, su mente corre mucho más rápido que la media, sus ojos lo ven todos.

Es, en pocas palabras, Sherlock Holmes.

Pero incluso el mayor detective del mundo tiene un problema, en su caso su cuerpo humano. Por eso ha decido ir a ver a John a su consulta, para que le diga que tiene y le receta unos medicamentos (preferentemente marihuana medicinal (aunque sea más de cocaína), para los días en los que no tiene casos y no se soporta ni él).

—Hola John. —Saluda mientras cierra la puerta y se siente frente al doctor.

—Sherlock ¿qué haces aquí? —El ex–militar lo mira con el ceño fruncido, deseando que su compañero de piso no viniese a pedirle ni mostrarle nada demasiado extravagante.

—John me temo que necesito tus conocimientos médicos. —Le explica mientras deja escurrir un poco el cuerpo por la silla. —Estoy enfermo y es culpa tuya, John.

John se quedó mirando atónito a Sherlock, incapaz de entender esa descarada y descabellada acusación.

—¿Cómo dices, Sherlock?

—Lo que oyes.

John se masajeó la sien, iba a acabar con dolor de cabeza tras esa consulta.

—Explícate Sherlock.

Sherlock se aclaró la garganta, dispuesto a proseguir con sus deducciones.

—John cada vez que estoy contigo se me acelera el pulso, me siento vulnerable y si me tocas, dices algo inteligente o me halagas siente cosquillas en el estómago, como si en el chino de la esquina me hubiesen dado de comer huevos de gusanos que eclosionan en mariposas solamente cuando estoy contigo.

»Por ello creo que Moriarty ha utilizado en mi algún tipo de veneno que hace efecto cuando estamos juntos.

John observa a Sherlock estupefacto, con las mejillas tontamente sonrojadas. ¿Era eso acaso una declaración, una demostración de que Sherlock Holmes si tenía corazón?

—¿Eres consciente de que sufres…?—Pregunta John a media voz, sin terminar de decirle a Sherlock lo que sentía.

Sherlock le mira durante un largo minuto, en el que tarda en deducir lo mismo que le ocurrió a Irene Adler con él. Estaba enamorado de John, lo cual era como su trabajo: peligroso y adictivo.

—Existe un tratamiento…—Susurra John, poniéndose en pie y acercándose a Sherlock lentamente.

—¿Cuál?

—Este.

Y John besa a Sherlock, porque no hacerlo sería ridículo.

Porque John quiere a Sherlock, Sherlock quiere a John. Por eso ese beso es tan importante, tan intenso y duradero, tan efímero y bello que parece un sueño imposible, tan real que transforman sus rodillas en gelatina.

—Estás enamorado, Sherlock, y dejar que ese amor fluya es el único tratamiento para que la locura no te devore. —Explica John, sin dejar de apartar sus ojos de los curiosos de Sherlock.

—Eso tiene lógica. —Reflexiona Sherlock, acariciando distraídamente la mano del doctor. —Porque tú, John, eres mi corazón.

Y John volvió a besar a Sherlock, y Sherlock besó a John, durante todo el día se besaron, convirtiendo aquel beso del principio de la tarde en el primero de muchos besos venideros.

Fin.