NdA :El día del cumpleaños de Tom Felton es un buen momento para empezar la publicación de esta sexta parte, jaja. Son 35 capis y espero que os guste mucho ^^ Publicaré los domingos por la mañana, como es tradición. Y os agradecería mucho que comentarais qué os parece. Ya sabéis que los rr son amor ^^

Y para variar, el potterverso y personajes pertenecen a J.K. Rowling. Tb hay un pequeño detalle inspirado en otro detalle de la serie Person Of Interest. Y no recibo dinero por esta historia. Desgraciadamente.

Capítulo 1 El nuevo novio de papá

Sentado ante sus tres hijos adolescentes, Harry Potter, el Chico-que-vivió, el Elegido, el Jefe del Cuerpo de Aurores de Gran Bretaña, acostumbrado desde que tenía un año de edad a lidiar con mortífagos y parientes abusivos, sintió por un momento que le faltaba el valor.

No se avergonzaba de su relación con Draco, por supuesto que no. Era más feliz con él de lo que había sido en mucho tiempo, y considerando que estaban en medio de una guerra cruenta y que sus hijos eran objetivos prioritarios del bando contrario, eso era mucho decir. Pero le daba tanta vergüenza hablar de esas cosas con sus hijos…

-Papá, ¿qué pasa? –preguntó James, instándolo a continuar.

Harry suspiró para sus adentros y se lanzó de cabeza al agua.

-Veréis… ya sabéis qué quería hablaros de una cosa.

-Sí, por eso estamos aquí –replicó Albus.

-Bueno, pues la cosa es… Veréis, en Ávalon pasó algo entre Draco Malfoy y yo. –Los tres abrieron los ojos como platos y Harry se apresuró a hablar para asegurarse de que no perdía el valor antes de decir todo lo que quería decir-. No esperábamos que pasara, pero pasó y la verdad es que… nos va muy bien. Juntos. Queremos intentarlo.

-¿Con el padre de mi novio? –explotó Albus, sonando bastante horrorizado.

-Al, sé que puede parecer un poco raro al principio, pero…

-Muy raro –le interrumpió, frunciendo las cejas.

-Bien, puede que muy raro. Pero no tiene por qué ser un problema.

-¿Ah, no? ¿Y si os peleáis? ¿Qué pasará con Scorpius y conmigo?

Esta vez, el suspiro de Harry fue alto y claro.

-Hijo, te aseguro que eso puede pasar seamos o no pareja. Mira, sé que para ti Draco es sólo el padre de Scorpius, pero para mí es alguien que conozco desde los once años. Nos peleábamos mucho antes de que ninguno de vosotros naciera. Pero Scorpius y tú os hicisteis amigos a pesar de todo eso, ¿no? Lo que hay entre vosotros es fuerte. Y tienes mi palabra, Al: si pasa lo peor y Draco y yo rompemos, haré todo lo que pueda para que eso no os afecte a Scorpius y a ti.

Albus meneó la cabeza, se cruzó de brazos y no dijo nada; Harry no lograba discernir si se había resignado o si estaba demasiado enfadado para seguir hablando.

-Pero papá –dijo entonces Lily, dubitativa-, ¿tú estás seguro? Todo el mundo dice que los Slytherin sólo se enamoran una vez y el señor Malfoy estaba enamorado de su mujer.

Harry sabía que Lily sólo estaba preocupada por él, pero eso dolió un poco. Sin embargo, no lo dejó ver. Draco estaba ahora enamorado de él, estaba completamente seguro de eso. Lo otro eran dudas tontas y él era el primero que no debía darles importancia.

-¿Y qué hay de la señora Tonks? –replicó Harry-. Ella es Slytherin y desafió a toda su familia para casarse con el abuelo de Teddy. Pero ahora está con el profesor Zhou.

Aquello había sido toda una sorpresa, pero una que a Harry le había encantado. Zhou era un trozo de pan y Andromeda parecía muy feliz con él. Teddy también aprobaba de todo corazón ese emparejamiento. Ah, si sus hijos se lo tomaran así de bien…

Lily meditó sobre aquello un par de segundos y asintió.

-Bueno, si de verdad te quiere… Lo que no quiero es que te hagas ilusiones para nada.

Esta vez, Harry tuvo que sonreír; siempre le enternecía que su hija pequeña quisiera protegerlo y cuidar de él.

-Sí, sí que me quiere. –Entonces se fijó en James, que aún no había dicho nada. La cosa no pintaba demasiado bien, a juzgar por su ceño y su cabeza baja-. James…

-¿Qué? –dijo, alzando los ojos, claramente a la defensiva.

-¿Qué piensas tú? Sé que hasta ahora Draco y tú apenas habéis coincidido, pero tiene ganas de conocerte mejor.

-¿De verdad? –replicó, sonando menos sarcástico de lo que probablemente había querido.

-Yo no podría estar con alguien que no entendiera lo importante que eres para mí. -James agachó la cabeza, pero asintió y Harry supo que su hijo no iba a poner pegas-. Quiero que sepáis también que los abuelos y vuestra madre lo saben ya. Y por supuesto vuestros tíos Ron y Hermione. Aunque no os lo creáis, vuestro tío me estuvo achuchando para que le dijera a Draco lo que sentía por él.

-¿En serio? –dijo Lily, entre divertida y sorprendida.

-Sí, de verdad. En Ávalon pudieron conocerse mejor y bueno… Tus hermanos los vieron en el hospital.

-Sí, la verdad es que parecían llevarse bastante bien –admitió James, un poco entre dientes.

Lily hizo un gesto de aprecio e interés, como si quisiera ver aquello con sus propios ojos o algo así. Harry sonrió y luego volvió a fijarse en Albus, que aún estaba enfurruñado.

-Yo lo único que digo es que no quiero que nos fastidiéis a Scorpius y a mí.

-No lo haremos –le prometió Harry.

En realidad, pensaba que había más peligro de que pasara lo contrario. La relación entre los chicos era sólida, no podía negarse, pero muy poca gente acababa pasando el resto de su vida con su primer amor. Si Albus y Scorpius rompían, Draco y él tendrían que andarse con pies de plomo. Pero estaba dispuesto a correr ese riesgo, Draco lo valía. Y lo más importante era que sus tres hijos parecían haberlo aceptado más o menos bien. Necesitarían un poco de tiempo para acostumbrarse a la nueva situación, para conocerse todos mejor, pero dispondrían de él, si Scorpius y Cassandra no se levantaban en armas ante la noticia.

No podía esperar a saber lo que estaba pasando en Malfoy manor.


Narcissa se dirigió sin prisa a las habitaciones de Cassandra. A Scorpius no le había hecho demasiada gracia la noticia, preocupado por las repercusiones que podía tener en su relación con Albus, pero entre ella y Draco habían conseguido hacerle entender que eso no tenía por qué pasar y que todos se esforzarían en que no pasara. Más tranquilo ya, Scorpius había dejado de oponerse a la relación de su padre con Harry.

Cassandra era harina de otro costal, porque en cuanto Draco había dicho lo de Harry, ella se había levantado de la silla sin decir una sola palabra, le había lanzado a su padre una mirada airada y se había marchado de allí sin escuchar nada más de lo que Draco decía.

Narcissa llamó con los nudillos a las habitaciones de Cassandra y entró sin esperar respuesta, sabiendo que no la recibiría. Su nieta estaba sentada en el sofá, con las rodillas pegadas al pecho. No lloraba, pero se le notaban aún los ojos y la cara un poco roja.

-No quiero hablar contigo, vete –dijo secamente.

Haciendo caso omiso de sus palabras y su actitud hostil, se sentó al otro lado del sofá.

-¿Cuál es el problema, Cassandra? ¿Es porque es Harry Potter o simplemente porque tu padre está enamorado de alguien?

-No me creo que estuviera enamorado de ella –replicó, dolida y furiosa-. ¡Si hubiera estado enamorado de ella no estaría ahora diciendo esas cosas sobre él!

-Oh, Cassandra… Tu padre estaba completamente enamorado de tu madre. No tienes ni idea de lo que ella significaba para él.

-Pues no ha tardado en sustituirla, ¿verdad? –saltó, despectiva.

Era la misma acusación que había hecho Evon Greengrass, pero esta vez, Narcissa se sintió menos ofendida. El dolor de Cassandra era evidente, palpable como una niebla espesa. A Narcissa le apenaba descubrir que su nieta aún sufría tanto por las pérdidas de Windfield; tendría que haberlo visto antes.

-Tu padre planeaba pasarse los próximos cien años echando de menos a tu madre cada día. Planeaba sentirse solo y desgraciado e incompleto el resto de su vida. Te aseguro que no planeaba enamorarse de Harry Potter. Pero si ha pasado, ¿qué quieres que haga? ¿Quieres que deje de verlo y que sufra sin necesidad? ¿Eso es lo que tu madre querría para él?

-Seguro que mi madre no querría que la olvidara a los dos minutos.

-Tu madre os dijo que tu padre debía ser feliz –replicó Narcissa, sin ceder terreno. Cassandra era dura, pero ella se había forjado en discusiones con el hombre más cabezota y difícil de todo el mundo mágico-. ¿Crees que no sabía que iba a pasar esto? ¿Crees que no os dio el mensaje precisamente por esto?

-Pues no, claro que no. Ella quería que él dejara de sufrir, no que se buscara un… un novio.

-Tu padre no buscaba nada, simplemente se lo encontró. Y tu madre lo sabía y por eso os dijo lo que os dijo. Mira, cariño, uno no elige de quién se enamora ni cuándo lo hace –dijo, usando un argumento que también había usado con Scorpius unos minutos antes-. Y el hecho es que ahora tu padre está enamorado. Incluso si pudieras conseguir que renunciara a su relación con Harry, no harías que dejara de estar enamorado de él. Sólo harías que se le rompiera el corazón otra vez. ¿De verdad es eso lo que quieres, Cassandra?

-Yo no quiero que se le rompa el corazón, sólo quiero…

Se detuvo, como si no supiera cómo continuar. Pero Narcissa sabía lo que quería, por supuesto.

-Quieres que las cosas sean diferentes. Quieres que tu madre y tu abuelo sigan vivos. Te aseguro que daría cualquier cosa, cualquier cosa, por que eso fuera posible. Pero no lo es. –Los ojos de la niña se llenaron de lágrimas de nuevo y Narcissa le acarició el pelo, sabiendo que en ese momento compartían el mismo dolor. Por mucho que estuviera allí, defendiendo a Draco, ella misma echaba tanto de menos a Lucius que a veces deseaba gritar de impotencia y pesar-. Y nosotros estamos aquí, vivos, tratando de seguir adelante… No es fácil. Yo me alegro de que tu padre lo haya conseguido. Déjale ser feliz, Cassandra. Se lo merece.

Cassandra no dijo nada, pero ya no parecía furiosa, solo triste. Narcissa supo que había conseguido convencerla para que no se lo pusiera difícil a Draco. A Harry le costaría ganársela, pero al menos Cassandra no trataría de boicotear esa relación. Y en cuanto a la pena que todavía anidaba en su pecho… bueno, cuidarían mejor de ella.


-La verdad es que es bastante fuerte –dijo Amal, sonando impresionado-. ¿Y qué les dijisteis vosotros?

Albus se encogió de hombros.

-¿Qué más da? Van a hacer lo que quieran…

-Sí, siempre te están diciendo que hagas esto o lo otro, pero luego ellos siempre hacen lo que les da la gana –convino Rose.

James asintió, todavía bregando por aceptar la noticia que su padre les había dado el día anterior. Draco Malfoy… No podía evitar que todo aquello le sentara un poco mal. Si él había atacado a Scorpius en su momento era porque sus padres le habían hablado a menudo de lo despreciables que eran los Malfoy. Y ahora su padre daba un giro de ciento ochenta grados y se enamoraba de uno de ellos. Ahora. Si iba a hacer algo así, ¿no podría haberlo hecho antes de que él atacara a Scorpius? ¿Por qué había esperado a ver la luz a que él hubiera arruinado su vida?

Obviamente sabía que su padre no lo había hecho a propósito, pero aún así le escocía un poco. Y no ayudaba nada sospechar que, en el fondo, la familia de Scorpius no podía ni verlo. Oh, quizás le pondrían buena cara cuando su padre estuviera delante, pero para sus adentros estarían recordando que había estado a punto de matar a Scorpius. ¿Cómo podrían olvidar algo así?

Aquella tarde se encontraban celebrando el cumpleaños de Albus. Su hermano había invitado a Scorpius y sus amigos, y además estaban casi todos sus primos, aunque los más mayores se habían juntado con los adultos, que estaban al otro lado del jardín. James se habría ido también con ellos, pero Seren estaba allí y él se sentía inclinado a no alejarse demasiado de ella. Estaba guapísima con aquel vestido. Si hubiera podido hablar con ella a solas, quizás… Pero no podía pedirle que fuera a dar una vuelta con él con todo el mundo delante. Si ella le decía que no, todos lo sabrían. Y en realidad se suponía que debía concentrarse únicamente en su prueba de ingreso para la Academia de Aurores.

-Mañana vamos a cenar todos juntos en mi casa –dijo Scorpius, torciendo el gesto-. Espero que no se besen ni nada de eso.

-Hombre, es un poco raro, pero yo creo que hacen buena pareja –opinó Seren, pensativa-. Como vosotros dos, en realidad. Aunque vuestros padres parecen más… no sé, más serios.

James miró en dirección a su padre, que se encontraba riendo con sus propios amigos. A él no le parecía nada serio y tampoco estaba seguro de que hiciera buena pareja con el padre de Scorpius, que siempre daba la impresión de tener un palo metido en el culo. Pero no quería causar problemas, eso lo tenía claro. Era la vida de su padre, al fin y al cabo. No podía imaginarse que aquello fuera a salir bien, pero cuando se estropeara, él no tendría nada que ver.

-¿Buena pareja? –repitió Albus-. No sé. Scorpius y yo nos parecemos bastante, pero ellos son polos opuestos. ¡Si siempre se han llevado mal! No entiendo de dónde ha salido esto.

-Ya, nosotros queríamos que se llevaran bien, pero no tan bien –refunfuñó Scorpius.

-¿Por qué no ha venido? –preguntó Mei.

-¿Mi padre? –dijo Scorpius-. Bah, no sé qué de dejar que Albus tuviera un cumpleaños tranquilo.

Si era por eso, su objetivo se cumplió y la fiesta transcurrió sin incidentes. Poco a poco la gente empezó a marcharse y al final en casa sólo se quedaron su madre, sus hermanos y él y Scorpius, que iba a pasar la noche allí. Como aún no era hora de acostarse, sacaron el Scrabble, un regalo de parte de sus tíos Dudley y Karen. Tras leer las instrucciones, se pusieron a jugar los cuatro en el dormitorio de Albus. Pronto quedó claro que a Lily se le daba fatal y que Scorpius parecía decidido a que todas sus palabras pudieran interpretarse de manera sexual. James quiso sentirse condescendiente ante su inmadurez, pero en el fondo lo estaba encontrando divertido.

-Eh, Al, tengo "ano" –dijo Scorpius, con una sonrisilla.

-Eh, Scorp, todo el mundo tiene uno –replicó Lily.

Los cuatro estallaron en carcajadas. El tono de Lily había sido perfecto y James no podía parar de reír. De pronto, su madre, que había estado abajo escuchando la radio, asomó la cabeza por la puerta, con esa cara que ponían los adultos cuando se alegraban de verte reír, pero querían asegurarse de que no se debía a que estabas preparando explosivos caseros o algo así.

-¿Estáis bien?

Al mismo tiempo, Scorpius dio un pequeño grito y le arreó un manotazo a todas las fichas del tablero, tratando de hacer desaparecer todas las palabras guarras antes de que las viera ella. James y sus hermanos volvieron a estallar en risas casi histéricas.

-Estamos bien –le aseguró a su madre como pudo-. Estamos bien.

Ella meneó la cabeza y se marchó y James siguió riendo durante un buen rato más. Y bueno, una cosa tenía clara; con independencia de lo que pensaran el resto de los Malfoy, al menos las cosas entre Scorpius y él se habían solucionado.


Harry no podía disimular su nerviosismo mientras cruzaba los jardines de Malfoy manor en dirección a la casa principal. Podrían haber ido por Red Flú, pero para ser honestos, aún le duraba el miedo del secuestro de Albus así que él había llevado a Lily con la Aparición mientras James hacía lo mismo con su hermano.

Draco ya le había avisado de que Cassandra podía estar un poco impertinente o un poco fría y le había aconsejado que no hiciera nada especial para ganársela o la niña lo vería como una debilidad. Menudo elemento… Era totalmente una mini-Lucius. Y Scorpius se había comportado con él más o menos como siempre, pero a Harry le había parecido detectar un poco de "¿le parece bonito ir y enamorarse de mi padre?" en su expresión.

Quizás sólo estaba proyectando.

Pero Andromeda y Teddy estarían allí también, por supuesto, y Zhou, y Harry sabía que ayudarían a que la cena fuera un poco más cómoda para todos. Las dos rusas, aquella noche, habían ido a cenar a la casa en la que se alojaban uno de sus colegas de la CIM.

Poco antes de que llegaran, la puerta de la mansión se abrió y aparecieron Scorpius y Draco, los dos sonrientes y parecidos como dos gotas de agua.

-Pasad, por favor.

Mientras Albus besaba a su Malfoy, Harry hizo lo mismo con el suyo, un beso fugaz que le hizo sentirse terriblemente avergonzado, sobre todo porque se dio cuenta de que todos los niños clavaban la vista en ellos. Harry sabía que en poco tiempo todos se acostumbrarían, pero hasta entonces… Dios, menudo corte.

-Si nos acompañáis –dijo Draco-. Albus, ¿te vienen bien las botas que te hemos regalado?

-Sí, gracias, son geniales.

-Son de auténtico colacuerno húngaro –le contó, para que tuviera claro que eran caras. Harry recordó lo mucho que le había preocupado que Draco hubiera dejado de presumir tras la muerte de Astoria. Bien, no cabía duda de que lo había superado ya-. Están encantadas para no hacer el más mínimo ruido. Podrías acercarte por detrás a alguien pisando hojas secas y no te oiría llegar.

Harry se dio cuenta de que en la mente de Al las botas acababan de pasar de regalo bonito a regalo impresionante.

-Cuando me las probé noté que eran muy silenciosas, pero no pensé que fuera hasta ese punto.

Draco le dirigió una mirada complacida y luego se dirigió hacia James.

-James, mi madre y yo nos preguntábamos si después de cenar podrías hacernos una exhibición de tu hechizo para conjurar dragones. No hemos podido verlo aún.

Harry, que había notado la tensión en su hijo al escuchar su nombre, notó también cómo se relajaba y asentía.

-Claro, será un placer.

-Deberías empezar a cobrar entradas –bromeó Scorpius.

-De momento, Charlie Weasley está aprendiendo ese hechizo –dijo Harry-. Piensa que puede ser útil para trabajar con dragones.

-Vaya –dijo Draco, sorprendido, valorando la idea.

-Sí, veremos si les funciona.

Mientras charlaban de cosas sin importancia llegaron al comedor, donde les esperaban los demás. Entre saludo y saludo, Draco y él les pidieron a los niños que los llamaran por sus nombres de pila. Cassandra, por su parte, había sido más simpática otras veces, pero Harry siguió el consejo de Draco y no le prestó demasiada atención. En vez de eso, observó el saludo entre Narcissa y James, que se veían por primera vez en su vida. Narcissa fue amable, aunque un poco menos cálida que cuando hablaba con Albus y Lily, a los que conocía mejor.

-Profesor, ¿sabe algo de las notas? –le preguntó Albus a Zhou.

-No, es demasiado pronto.

-James, tú ya eres un adulto –dijo Narcissa-. ¿Quieres tomar algo antes de la cena?

-No, gracias, estoy bien.

Después de conversar unos minutos, Narcissa les hizo pasar al comedor. A pesar de toda la ceremonia, aquello no era una cena de gala y la mesa tenía un aire más familiar que sofisticado. No habían puesto cinco tenedores y cuatro cucharas y el centro de mesa era bonito, pero sencillo. Draco se sentó a la cabecera de la mesa y Narcissa le indicó a Harry que ocupara un lugar a su izquierda y ella ocupó el lugar de la derecha. Los demás adultos se sentaron cerca de ellos, dejando el otro lado de la mesa para los niños.

Los entrantes ya estaban sobre la mesa. Había pequeñas porciones de arroz dorado con trocitos de almendra, hojaldres llenos de crema de queso con trocitos de jamón y probablemente en beneficio de los niños, crujientes aros de cebolla y docenas y docenas de hamburguesas del tamaño de un galeón que podían mojarse en Ketchup, salsa de queso o mostaza.

-De momento todo va bien –susurró Draco, señalando a los niños con un movimiento de cabeza casi imperceptible.

-Es la comida, los tiene distraídos.

Draco sonrió y Harry recordó por qué valía la pena pasar por una situación tan embarazosa como aquella. Y además, Draco tenía razón, la cosa estaba yendo bien. James parecía menos a la defensiva y Cassandra estaba absorta en un acalorado debate con Lily sobre el repertorio del coro del profesor Flitwick, que al parecer ambas consideraban un poco pasado de moda.

Para el plato principal también era posible elegir. Había estofado de cerdo con salsa de manzana y chuletas de cordero con salsa de menta. Harry se preguntó, no por primera vez, cuánta comida tirarían los Malfoy al día, aunque también sabía que cuando comían ellos solos sus platos eran más sencillos. Ser tan rico… Él tenía dinero, pero ya no le quedaría ni un knut si mantuviera el tren de vida de los Malfoy. ¿Se acostumbraría a ello? ¿Tendría que ir ahora a las fiestas pijas de los sangrepuras? Draco y él habrían de encontrar un término medio en el que ambos se sintieran cómodos.

Tras el postre, los niños desaparecieron. Harry sabía que no tenía sentido forzar las cosas. Sus respectivos hijos ya les habían visto juntos, James ya había ido por primera vez a Malfoy manor, Todo lo demás ya iría saliendo de manera natural.


Antes de dejarse ver abiertamente en público y dar comienzo a la vorágine de la prensa, Draco quería contárselo a Pansy y a Blaise en persona. A Greg se lo había dicho a los pocos días de volver, pidiéndole que le guardara el secreto. Greg, que ya se había acostumbrado a que fueran amigos, no reaccionó de ninguna manera en especial, aunque a Draco le costó un poco convencerlo de que eso no significaba que ahora los aurores nunca los perseguirían si infringían la ley.

Pansy y Blaise iban a ser mucho más difíciles, por supuesto. Draco fue primero a hablar con Blaise, que estaba en su casa, disfrutando de sus vacaciones.

-¿Cómo te va? –le preguntó, constatando que tenía buen aspecto.

-Oh, estoy bien. ¿Y tú? ¿Qué se siente siendo un héroe?

-Es bastante mejor que ser un paria, puedo asegurártelo –dijo, complacido.

-¿Cuál es tu objetivo? ¿Una Orden de Merlín de Primera Clase?

-No, ambiciono la gloria de salir en un cromo de las ranas de chocolate –bromeó, sólo que muy, muy, muy en el fondo no era una broma.

Blaise rió entre dientes mientras iba con él al jardín y luego le pidió a su elfo que les llevara limonada fresca a los dos. Era un rincón apacible presidido por un olmo precioso. Draco saboreó su bebida durante unos segundos antes de dejar el vaso sobre la mesa.

-Hay algo que quería contarte, Blaise, y la verdad es que esperaba que me ayudaras a contener la ira de Pansy.

-¿Por qué? ¿Qué has hecho?

-Liarme con Harry Potter.

No sabía qué reacción esperar, pero después de un segundo de estupefacción, Blaise rompió a reír. Draco aguantó pacientemente, sabiendo que era lo mínimo que iba a tener que soportar, contento en realidad de que sólo fuera eso.

-No me jodas, Draco. ¿Potter y tú?

-Ya hace mucho tiempo que no nos llevamos mal.

Blaise meneó la cabeza.

- Tienes razón, Pansy va a descarrilarse cuando se entere. ¿Cómo pasó?

Draco había intentado decidir en qué momento se había enamorado de Harry, pero empezaba a sospechar que no había habido un instante concreto, que simplemente se había ido introduciendo en su vida hasta hacérsele tan necesario como el aire que respiraba.

-Yo empecé a gustarle a Harry antes del verano anterior. Cosa totalmente comprensible –añadió.

-Por supuesto –dijo Blaise, alzando un momento su vaso.

-Y mientras estábamos en Ávalon… Bueno, me di cuenta de que él también me gustaba a mí. De que lo quería en mi vida. –Pensó un poco-. No esperaba volver a ser así de feliz desde lo de Astoria, pero si el universo me ofrece esta oportunidad, no la pienso rechazar.

Blaise asintió levemente.

-Tienes razón. Oye, si con Potter eres feliz… Cosas más raras se han visto, así que me alegro por ti. Y puedes contar conmigo para lidiar con nuestra dulce Pansy.

Draco supo con absoluta certeza que si le hubiera contado aquello a Blaise antes de todo aquel asunto con el veneno, su reacción hubiera sido radicalmente distinta.

-Gracias. –Y sin poder evitarlo, añadió-. Has cambiado bastante, Blaise. Y lo digo en el buen sentido.

Blaise pareció dudar durante un instante entre tomárselo a bien o tomárselo a mal y al final optó por lo primero, una nueva prueba de que había cambiado. El viejo Blaise se habría tomado eso como un insulto.

-¿Te han contado qué me pasó exactamente?

-Sólo sé que te envenenaron y que faltó muy poco para que no ocurriera lo peor.

Blaise dudó de nuevo.

-Fue mi madre, a través de las cartas que me enviaba. –Draco soltó una exclamación de sorpresa y horror-. Se enfadó conmigo porque no la defendí y me envenenó. Era un veneno muy poco conocido que causaba alucinaciones cada vez más severas. Estuve a punto de volverme loco. Sin Theo y Arcadia sé que me habría vuelto loco.

No podía creerlo.

-Joder, Blaise, lo siento…

-Ya, fue una completa hija de puta.

Si aquella era la explicación del cambio de Blaise, Draco no entendía cómo había sucedido. ¿Cómo era posible que algo así no le hubiera deprimido y amargado hasta el resto de sus días? Y sin embargo, se le veía más relajado que nunca.

-Lo llevas muy bien. Yo… No sé, si mi madre intentara algo así…

Blaise se quitó una mota invisible de su túnica.

-Tu madre no es la mía, Draco. No sé, por un lado, ese fue su último golpe, ¿comprendes? Y he sobrevivido. No tendré que preocuparme de ella nunca más.

Entonces hizo una pausa, como si hubiera decidido no decir nada más, pero Draco sabía que se había dejado algo en el tintero.

-¿Y por el otro lado?

Blaise lo miró como si quisiera calcular hasta qué punto podía confiar en él. Draco, consciente de que Blaise era aún más reservado que él, no supo si iba a hablar o no hasta que lo hizo.

-Si hay algo que he odiado toda mi vida es la idea de ser vulnerable –dijo entonces, con disgusto-. Verme en una situación en la que no pudiera valerme por mí mismo. Y eso es lo que me pasó, por su culpa. Pero descubrí que no era el final. Tuve gente que me ayudó y conseguí salir adelante. Entre una cosa y otra es como si me hubiera quitado un peso de encima.

Aunque aún pensaba que él habría reaccionado de otra manera a una experiencia así, esta vez Draco fue capaz de entender mejor por qué Blaise había conseguido sacar algo positivo de todo aquello.

-Comprendo… Siento no haber podido estar aquí para echar una mano.

-Estabas salvando el mundo mágico, no seas duro contigo mismo. Oye… lo que te he contado es privado, ¿de acuerdo?

-Claro, hombre, no te preocupes.

Blaise siempre había intentado ser autosuficiente, aunque eso implicara mantener a la gente, incluso la más cercana, a cierta distancia. Ahora parecía haber admitido que necesitaba a los demás, aunque esa admisión le hubiera resultado liberadora. Era agradable. Draco sonrió para sus adentros y se puso a discutir con Blaise la mejor manera de decírselo a Pansy.


No funcionó.

-¿Qué? –exclamó ella, torciendo el gesto-. ¿Es una broma? ¿Tú y el Cararrajada?

Draco sintió un latigazo de cólera ante el insulto hacia Harry, pero trató de reprimirlo. Estaban en medio del café de Madam Pudifoot porque Blaise había creído que era menos probable que Pansy se exaltara demasiado si estaban en público. Él tampoco tenía ganas de montar un espectáculo.

-Pansy, cariño, no pongas esa cara o te saldrán arrugas –dijo Blaise, tratando de calmar las aguas.

-¡Me importa una mierda! –exclamó, sin importarle que su grito atrajera la atención de la gente de las mesas cercanas-. Dime que no es cierto, Draco. Dime que no has caído tan bajo.

-Pansy, ya vale. Harry no es como tú crees.

Ella soltó un bufido de desprecio.

-Es cierto… Me alegra que tu padre no esté vivo para ver cómo te abres de piernas para el Chico-que-vivió.

Blaise soltó un "joder" por lo bajo y Draco estuvo a punto de sacar su varita y lanzarle uno de sus hechizos más feos. Aun así, se puso en pie, furioso. Había esperado que Pansy se lo pusiera difícil, pero aquello iba más lejos de lo que estaba dispuesto a soportar.

-Atrévete a meter cizaña contra Harry o contra mí y te destrozaré.

Hablaba en serio, muy en serio y Pansy lo notó. No le importaba que su amistad hubiera durado más de cuarenta años; en ese momento, había terminado. Draco no tenía nada más que decirle y se dio media vuelta para dirigirse a la puerta.

-Pansy, te has pasado –oyó que decía Blaise.

-¿Ah, tú también estás de su parte?

Los dos siguieron discutiendo mientras Draco salía de allí envuelto en una nube de ira. Algunas cabezas se giraron al verlo, pero él no les prestó atención y caminó hasta el Duende Borracho, donde había una chimenea conectada a la Red Flú.

-Eh, Malfoy, ¿estás bien? –le preguntó Flint, parado en mitad de su pub con una bandeja en la mano.

-Sí –respondió ásperamente, plantándose delante de la chimenea.

Unos segundos después, Draco estaba de vuelta en Malfoy manor.

-¡Patis!

El elfo apareció ante él.

-¿Sí, amo?

-¿Dónde está mi madre?

-En su despacho, amo.

Draco fue hasta allí, deseando poder desahogarse con alguien por fin y entró al despacho, donde todo era demasiado nuevo como para que le trajera recuerdos, lo cual también le molestó. Su madre, que estaba leyendo unos pergaminos, alzó la cabeza al verlo entrar y frunció ligeramente las cejas.

-Deduzco que tu conversación con Pansy no ha ido bien.

-No podrías creer lo grosera que ha sido. Esa… esa vaca estúpida. ¿Quién se cree que es?

-Draco, independientemente de la grosería, ya sabías que algunas personas de nuestro círculo se resentirían de tu relación con Harry.

-Ya, pero Pansy… Se suponía que éramos amigos.

-¿De verdad? –dijo ella, arqueando las cejas.

Draco comprendió por qué. Se había estado engañando a sí mismo. Podía conocer a Pansy desde que los dos llevaban pañales, podían haber sido amigos e incluso podía habérsela imaginado como su esposa, antes de la guerra, pero lo cierto era que en los últimos años se habían ido distanciando más. Pansy vivía en un pasado que él había tenido que dejar atrás. Y más de una vez se había encontrado deseando que cerrara la boca, harto del veneno de sus comentarios, de sus eternas críticas y quejas. Oh, sí, cuando iban a Hogwarts todos tenían la misma actitud… ¡pero hacía casi veinticinco años de aquello!

-No tanto como yo creía.

Su madre entornó los ojos.

-Me pregunto qué hará Emmeline…

-Más le vale ser más sensata que su hija, porque como los Parkinson se crucen en mi camino, cuando acabe con ellos ni siquiera Mundungus Fletcher querrá sentarlos a su mesa.

-Oh, creo que son conscientes de lo que se están jugando.

Las invitaciones de los Bagnold y los Withers no se interrumpirían por su relación con Harry, justo al contrario. Los sangrepuras de esos círculos podían estar un poco escocidos por la indiferencia con la que Harry los había mirado siempre, pero su relación con él, con un Malfoy, los animaría a intentar atraerlo de nuevo. Pese al linaje de Lily Evans, el apellido Potter era antiguo y respetado y su fama y su posición compensaban sus abuelos muggles. Para ellos, Harry debería haber sido de los suyos.

Draco sabía que no podía esperar que Harry estuviera deseando alternar con esa gente, eso habría supuesto un cambio de personalidad, pero tendría que ir a una o dos fiestas así al año, al menos, igual que él estaba dispuesto a ir a las fiestas de Harry. Y entre su influencia y la de Harry, Draco sólo necesitaba ese par de fiestas y unos cuantos tés para cerrar para siempre las puertas de ese mundo a Pansy y los suyos.

Continuará