Te Espero
"Nada cambiará mi mundo." Eso decía una y otra vez la canción que traía pegada en su mente. "Nada cambiará mi mundo"; pero su mundo había cambiado, de ser todo había pasado a nada.
Abrió los ojos y miró al mar, salvaje, atractivo y aterrador. Un escalofrío lo recorrió y en su garganta se hizo un nudo.
Unos niños pasaron corriendo frente a él, le recordaron a su infancia. Uno de ellos tenía ojos azules, entonces alguien vino a su mente, lo recordó nadando en el agua cristalina, sintiendo el líquido tocar cada centímetro de su piel. Makoto lo vería siempre como la razón de ser quien era, la razón por la que pensaba nadar por siempre.
-El agua aún está fría – solía decirle con esa sonrisa tan típica de él y un ligero brillo en sus ojos verdes que siempre obtenía la mirarlo. Haru lo veía con esa mirada de siempre y ya que estuvieran completamente solos, el chico de los ojos azules tal vez de dedicaría una sonrisa si tenía suerte.
El viento despeinó su cabello y la lluvia ayudó a disimular las lágrimas que caían por su rostro, dijo su nombre en un susurro, el nombre de su mejor amigo, de su compañero de vida, del chico que tanto había amado. Les pareció ver un par de ojos azules mirándolo desde el mar.- ¡Haru!
Saltó al agua, sin preocuparse de la ropa que intentó hundirlo conforme se hacía más pesada.- ¡Haru! –gritó una y otra vez mientras nadaba contra las violentas olas; una de ellas, enorme y fuerte, le llegó de improvisto, perdió de vista a su objetivo.
De pronto solamente veía agua turbulenta y sentía los azotes de las olas contra su cuerpo, no podía subir a respirar a la superficie. Desesperado luchó, tenía que rescatarlo.
-¿A quién? – preguntó una voz junto a su oído. Giró, se encontró con su rostro y una extraña sensación de paz.- Siéntela –el brillo de sus ojos lo hipnotizó.- Siente el agua – susurró y estiró las manos, el chico de los ojos verdes las tomó.
Conforme el aire de sus pulmones se escapaba, más cerca lo sentía; ahora lo tenía en sus brazos, quizo reír, pensó que ahora los dos serían unos desaparecidos en el mar. Se dejó acariciar por las corrientes marinas y estas caricias se convirtieron en los dedos de Haru.
-Me estoy yendo –susurró.
-Te espero –respondió el ojiazul antes de bersalo.
Makoto perdió todo y ganó todo en ese último beso.