¡Yay! Por poco creí que no lo lograría T_T terminé a tan solo 20 minutos de acabarse el plazo para el reto. El capítulo es el doble de largo que los demás, así que espero que les guste.
La crónica de una amiga desesperada
Capítulo III
Tres días completos pasaron desde que la chica plana fue a Fuji Tv para conversar con él. Las cosas no habían acabado tan mal como esperaba, pero tuvo que involucrar a Reino en un trato que no le favorecía. Reconocía que lo hizo sin pensar mucho en las consecuencias, aun cuando generalmente pedía primero la opinión de su amigo para tomar decisiones así. Ahora era demasiado tarde para retractarse.
Suspiró, repasando una vez más los hechos. Caperucita había accedido a su disparataba petición, y tras cerciorarse de que él hablaba en serio, salió del camerino. Los chicos la veían sin poder creer que estuviera dispuesta a pasar tiempo con su vocalista, pues no era un secreto que lo odiaba a muerte.
—¡Escucha, beagle! —Había gritado a Reino—. No hay forma de que tus poderes puedan contra mí, así que no intentes nada raro la noche de la fiesta. Además, Tsuruga-san estará presente en ese lugar. Quedas advertido —agregó. Luego de ello, se marchó con la frente en alto.
Fue entonces que comprendió el lío tan grande en que había envuelto a su camarada. Kiyora y los demás no pararon de cuestionarlo por haber actuado tan precipitadamente, incluso cuando terminaron con su presentación en vivo las cosas no se calmaron entre ellos.
—Es demasiado arriesgado —repetían una y otra vez ¿Tenían que ser así de molestos? No es como si no supiera lo desagradable que resultaba para Reino tener que toparse con Tsuruga Ren, o los problemas que ocasionaría si lo encontraba con Kyoko.
Suspiró de nuevo. Estaba arrepintiéndose, pero ya no era momento para eso. Si cancelaba su trato con la chica, ella armaría un gran escándalo. Además, pese a que nadie lo apoyaba, Reino sí lo hacía, aunque en sus ojos podía leer la clara amenaza de "te cobraré caro por éste favor".
—Oye, deja de distraerte —dijo su compañero, entrando de improviso a su habitación—. Caperucita está esperándonos.
—Bien —respondió. Se incorporó del sillón donde había estado meditando, y salió rumbo al auto que los llevaría al evento de aniversario de LME.
Aquí comenzaría lo que sea que fuera a desencadenar su trato con la "mejor amiga" de su novia.
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Los nervios la consumían por completo, y no se trataba sólo por ser su primera vez en un aniversario de la empresa. Esta noche era su prueba definitiva, donde pisotearía sin lugar a dudas al sirviente del demonio. Los días transcurrieron tan rápido que parecía mentira que finalmente llegara el momento; pero sabía que era mejor no posponer nada. No se retractaría, aunque sintiera un terrible temor de que algo saliera mal.
Caminaba de un lado a otro en el lobby de un hotel. La diosa-sama se había encargado de su vestuario y maquillaje por petición del presidente, así que se reunieron en éste lugar. Terminó de arreglarla en menos de una hora, y aunque hizo hasta lo imposible por convencerla de ir juntas hasta el salón de eventos, Kyoko no dio su brazo a torcer. En el proceso tuvo que revelar un poco la situación por la que atravesaba, y afortunadamente eso fue suficiente para dejarla ir. Agradecía a su suerte por ello.
El par de beagles vendrían a buscarla aquí, por lo que aguardaba con paciencia, intentando que sus ansias no hicieran estragos con ella. Ya había llegado muy lejos como para arruinarlo tan fácilmente. Los últimos tres días estuvieron llenos de trabajo, y encima tuvo que esconder a toda costa la lista de invitados donde el nombre del bastardo número dos aparecía como su pareja. Nadie en LME —salvo quizás Sebastian y el presidente— estaban enterados. Ni siquiera Tsuruga-san o Moko-san, pues evitó verlos con todo su empeño. Sus esfuerzos no podían ser en vano, hoy daría el todo por el todo.
—Vaya, el ángel falso hace su aparición una vez más —susurraron a sus espaldas. No tenía que ser adivina para saber de quién se trataba. Se giró de inmediato, topándose con las figuras de Reino y Miroku—. Luces totalmente distinta de lo normal, por segundos creí que no eras tú —dijo el estúpido novio de su amiga.
No contestó a su comentario. El hecho de verse diferente era en realidad una ventaja. Las personas tardarían en reconocerla y le sería más sencillo pasar la noche así—. ¿Y qué hay de ustedes? Vestidos tan llamativamente —preguntó, observando sus trajes con un aire de visual kei.
—Es parte de nuestro estilo, no podemos cambiar lo que somos —explicó el baterista.
Se acomodaron en algunas de las sillas que se encontraban libres en el lobby, olvidando el tema de las vestimentas y pasando al asunto principal. Miroku y ella debían fijar un punto para verse al desenlace de la fiesta. Ahí mismo, él deduciría si su parte del trato había sido satisfactoriamente cumplida, y escucharía los requisitos que Kyoko le impondría. Ella estaba muy segura de sí misma, y aunque le preocupaba tener que ser acompañada por Reino, sabía que las cosas se volverían a su favor.
Fue cuestión de veinte minutos para ponerse de acuerdo, un hecho sorprendente dado que no soportaban el carácter del otro. Era difícil de creerse, pero estrecharon sus manos, consientes de que ya no podrían dar marcha atrás.
—Recuerda que no debes dejar que se meta en problemas —dijo el chico rubio.
—Y tú recuerda cuidar bien de Moko-san.
No hubo más intercambio de palabras. En realidad, esa breve junta era todo lo que necesitarían; y ya que no había nada más que aclarar, Miroku fue el primero en retirarse para dirigirse al sitio donde sería la celebración.
—Caperucita, espero que no te arrepientas de nada —mencionó, cuando estuvieron solos, el que sería su martirio a partir de éste instante. La joven sólo lo ignoró. No iba a poner en duda su determinación.
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Eran exactamente las 8:00 PM. Tanto el salón como la recepción del evento se encontraban llenos, pese a que todavía era algo temprano. Los invitados ya esperaban con impaciencia la apertura de la celebración que siempre corría a cargo del presidente Takarada, preguntándose que tipo de espectáculo haría éste año.
Entre el mar de gente, Tsuruga Ren y Yashiro Yukihito se mantenían en la entrada. La verdad es que planeaban quedarse ahí hasta ver llegar a la miembro estrella de Love Me. No habían tenido noticias de ella desde aquel día cuando el actor la halló desconsolada por la recién descubierta relación de Kotonami-san; y aunque trataron de contactarla por todos los medios, fue inútil.
—Me pregunto si Kyoko-chan vendrá por su cuenta —pensaba en voz alta el manager. No sabía mucho de lo ocurrido, por lo que ansiaba poder verla para tranquilizarse, y por supuesto, para que Ren también lo hiciera—. ¿Tú qué piensas...? —Iba a preguntar la opinión de su representado al respecto, pero al girarse encontró el obstáculo al que siempre se enfrentaban en éstas fiestas.
Suspiró. Sólo debía descuidarlo cinco minutos para que terminará siendo asediado por las jovenes actrices que notaban su presencia. Como talento principal de LME, no podía permitirle ser descortés con las señoritas, así que le hizo un gesto para indicarle que estaba bien si les prestaba su atención durante un rato. No había más remedio, Ren tuvo que pasar al salón acompañándolas.
—Y aun así sonríe amablemente—pensó Yashiro con ironía. No terminaba de asombrarse con la templanza de ese chico al atravesar éste tipo de situaciones. Ahora, dado que él era el único que podía esperar a Kyoko, decidió enfocarse en esa misión. Observaba con ahínco hacia la entrada sin perder las esperanzas, las cuales se elevaron al vislumbrar a la segunda integrante de la sección Love Me—. ¡Kotonami-san! —la llamó. Posiblemente, conocería el paradero de su compañera.
—Yashiro-san, buenas noches —saludó Kanae.
Ambos dieron una reverencia. Yukihito notó que luego de esto, ella miró con insistencia al interior de la recepción, como si esperara encontrar a alguien—. Supongo que Tsuruga-san ya está aquí ¿Kyoko vino con él? —cuestionó la joven. Tal vez fue muy directa, no obstante, desde la pequeña discusión con su torpe amiga había sido incapaz de volver a hablarle. Le preocupaba bastante su repentina desaparición, así que antes que otra cosa tenía que verla.
—Yo pensé que Kyoko-chan estaría contigo —respondió el manager con desilusión. Su oportunidad de obtener información relevante se había esfumado.
—¿Dónde se habrá metido esa tonta? —se preguntó Moko-san, llevando una mano a su frente. Si el propósito de esa niña era provocarle un dolor de cabeza, estaría por conseguirlo si no se mostraba en las próximas horas. Buscó su cabellera naranja entre la multitud, sin embargo, con quién se encontró fue con el rostro de un hombre rubio que le sonreía socarronamente—. Creo que me retiraré, Yashiro-san —avisó—. Si hay alguna novedad se lo haré saber.
Yashiro asintió, y vio a la chica alejarse con una sonrisa en los labios que le pareció extraña. Le era muy poco común apreciar una actitud tan dulce en ella, así que supuso que el muchacho al que recibió debía ser alguien importante. Los perdió de vista después de unos minutos, y volvió a montar guardia para ubicar a Kyoko.
Al final, no pudo hacer mucho cuando fue momento de pasar al salón con los demás invitados, puesto que el presidente llegaría en cualquier segundo con su acto especial. Al cruzar por la puerta se topó con Ren, a quién por fin habían dejado libre.
—Lo lamento —le dijo, desanimado.
El actor sólo sonrió como respuesta, aunque sabía que ese gesto sólo indicaba su gran decepción.
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Las calles en las afueras del salón de eventos no eran tan silenciosas como de costumbre, pero sí lo suficientemente seguras para transitar sin ser reconocidos. Había tenues luces en las avenidas, ya que formaban parte de la elaborada decoración de aniversario; y Kyoko y Reino se aprovechaban de esto para permanecer ocultos, a la espera del momento indicado para entrar sin ser descubiertos.
—Las cosas serían más sencillas para ti si actuaras como lo harías normalmente —habló el beagle. Kyoko no tenía dudas de que era el hombre más molesto (después de Shoutaro) que había conocido. Todo el camino hasta acá lo escuchó decir bastantes tonterías respecto al trato que acordó con su sirviente.
—No sé a que te refieres —se limitó a contestar. No discutiría con él sobre algo que ya estaba decidido.
—¿No es más normal en ti gritar, amenazar y jurar venganza? Si sólo le declararas la guerra a Miroku no tendrías que estar aquí, escondiéndote en el aniversario de la empresa donde trabajas.
—Me escondo por tu culpa ¿Sabes? Eres tú quién necesita que haga esto.
—Porque es parte de la absurda tregua entre ustedes. Yo sólo soy su peón.
—Da igual. Por más difícil que sea no pienso rendirme. Ese ladrón de mejores amigas no tendrá escapatoria cuando esto acabe —enunció, sumamente convencida. Cualquier cosa que le dijeran no cambiaría su parecer.
Hubo silencio entre ella y su acompañante que se extendió durante bastante tiempo, hasta que un sonido peculiar los hizo agudizar los oídos ¿Qué era eso? Sonaba como si estuviese acercándose. Algo enorme venía hacia éste sitio. Primeramente, Kyoko creyó que era su imaginación, sin embargo, cuando los árboles comenzaron a moverse victimas de un fuerte viento, se dio cuenta que se trataba del presidente Lory.
La entrada triunfal de éste año involucraba un helicóptero. Pudieron verlo sobrevolar sobre el techo del salón, y luego, se distinguió la figura del excéntrico fundador de LME saltando con un paracaídas.
—¡Ah! Me pregunto como se habrá visto desde adentro. Me hubiese gustado estar ahí —pensó la chica, impactada por ese espectáculo. Sacudió su cabeza al instante—. ¡Tengo que concentrarme!—se dijo. Debían aprovechar el revuelo que seguramente había para entrar.
Reino comprendió también que ésta era la oportunidad que estuvieron esperando, así que avanzó junto con ella hacia esa fiesta que podría acarrearles más de un inconveniente.
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Podía sentirse la euforia llenar el salón. Takarada Lory vestido al más puro estilo de un agente secreto había concluido con su maravillosa presentación, dejando a todos profundamente asombrados. Los invitados aplaudían y se acercaban uno a uno para felicitarle.
Mientras eso sucedía, Kyoko intentaba lucir lo más serena posible. Veía a mucha gente que reconocía como miembros de la farándula, y otros tantos de la prensa, pero ninguno de ellos parecía percatarse de ella o de su indeseable compañía. Eso era perfecto.
Se encontraba aliviada de que el panorama no fuese tan desastroso como el que había creado en su mente. Ahora, todo sería genial si pudiera saludar a unos cuantos conocidos sin ser detectada por los ojos de Tsuruga-san o Moko-san. No podía ser algo imposible con tantas personas reunidas.
—¿Kyoko-san? —Repentinamente alguien la nombró, estropeando el buen presentimiento que apenas nacía en su corazón. Se giró temiendo lo peor, no obstante, sólo era el director Ogata quién le hablaba.
—¡Director! —exclamó. Se acercó a él para saludarlo—. No hay problema —pensó—. Si charlamos un poco no pasará nada.
—Me da gusto verte, Kyoko-san. Tenía tiempo sin saber de ti —comentó él, sonriente. En seguida, notó la presencia del hombre a su lado, y lo observó con curiosidad—. ¿Vienen juntos? —le preguntó dubitativo ¿Acaso ese sujeto no era el acosador que atacó durante las grabaciones de Dark Moon?
La chica respingó al darse cuenta de que Ogata podría atar cabos e identificar al beagle—. Es sólo alguien que encontré afuera —respondió nerviosamente.
—¿Eh? ¿Él no es...? —Su frase fue cortada de golpe por Reino, que inesperadamente tomó la mano de la actriz.
—Ella tiene que llevarme a cierto lugar, con permiso —pronunció secamente. Luego la jaló hasta perderse en algún sitio.
Aún cuando lograron mantenerse a salvo, su cara continuó pálida. No podía creer lo cerca que estuvo de ser descubierta—. ¡Pero fue muy grosero dejar así al director! —se lamentó, alarmada. Ni siquiera tuvo oportunidad de hablar debidamente.
—Hice eso porque parecías asustada ¿Quién era él? Creo conocerlo de antes —interrumpió, el principal causante del incidente.
¿Es que ese idiota ya no se acordaba de las personas que se vieron involucradas con él en Karuizawa?—. Olvídalo —le dijo, estaba demasiado consternada como para desgastarse en dar explicaciones—. Mejor preocupémonos por tener más cuidado.
—De acuerdo —contestó—, aunque ese es tu trabajo.
Ella resopló con enfado y empezó a caminar hacia la mesa de los bocadillos. No había demasiadas personas alrededor, así que le pareció un buen lugar para pensar en algo inteligente que los ayudara a evitar futuros problemas.
—Disculpa ¿Tú eres Reino-san? —Una mujer atajó al beagle con esa pregunta apenas pusieron un pie allí. Él sólo la enfocó con esa mirada fría que dirigía incluso a sus fans, dando a entender que no estaba interesado en conversar con nadie.
—Si, definitivamente eres Reino-san —dijo la joven, como si con su actitud lo hubiera comprobado—. Estuve en la presentación del segundo sencillo de Vie Ghoul, posiblemente no lo recuerdes. Era una de las periodistas que cubría la noticia —contó.
—¿¡Periodista!? —Kyoko vio a la chica con terror. Nuevamente estaban frente a un dilema.
Si empezaba a interrogarlo más, estarían en grandes aprietos; y encima, por si eso no fuera poco, algunos de los invitados cercanos a la mesa murmuraron al escuchar el nombre de la banda del mal donde el bastardo número dos cantaba.
Sentía como si el mundo se hubiese vuelto en su contra. No pensó mucho en la impresión que daría al tomar por el brazo al estúpido demonio, y correr con él como si su vida dependiera de ello. Tal vez fue sospechoso —también descortés de su parte—, pero no tenía más opción que alejarse del posible peligro que esa periodista podría significar. Lo soltó en cuanto lo creyó pertinente y suspiró con aflicción.
No quería pasarse toda la noche huyendo como una criminal, y a juzgar por estos sucesos, seguiría siendo así si no ponía una solución. Aunque por ahora hubiesen podido controlarlo, nada les aseguraba que avanzando la noche no se hallarían con más inconvenientes.
—Quizás si vamos con el presidente... —analizó en voz alta. No era tan mala idea, tal vez él se apiadaría de su terrible predicamento. Necesitarían de su ayuda o de otra forma, su trato con el beagle rubio fracasaría. Se giró hacia Reino para comunicarle lo que planeaba, sin embargo, no estaba ahí. Había desaparecido.
¿Qué diablos ocurrió? Hace escasos segundos lo tenía a dos pasos de distancia. No podía ser que ese hombre se desintegrara sólo así ¿Acaso se evaporó? ¡Eso no era posible! Buscó tremendamente nerviosa por todos lados, pero no había un solo signo que le indicara a donde se fue. Si ese tonto decidió abandonarla iría tras él y lo arrastraría, porque de ninguna manera se dejaría vencer.
Decidida a no agobiarse y actuar con firmeza, dio media vuelta para proseguir su búsqueda, no obstante, tropezó con alguien por accidente—. !Perdóneme! Estaba distraída —se disculpó.
—Mogami-san... —La voz de quién habló, le horrorizó.
—¡No! ¡No en estos momentos!—gritó en sus adentros. De todas las personas, Tsuruga Ren era el segundo en la lista de quienes no debía toparse ésta noche ¡Y lo tenía justo en frente!
Él la miró con algo de alivio en su rostro—. Que bueno es verte. Me tenías realmente preocupado —dijo.
—Lo lamento mucho —atinó a responder.
—Temía que no vinieras ¿Dónde has estado? Estuve intentando localizarte desde hace días.
Las piernas de Kyoko temblaban y se le hacía un poco difícil el mantener una fachada tranquila delante de su senpai. Cargaba con bastantes preocupaciones como para sumarle una más. Lo único bueno de la situación es que el beagle no se hallaba con ella; pero ¿Qué pasaba si Tsuruga-san preguntaba cuándo o con quién llegó a la fiesta? No sabía hasta que punto podría mentirle sin que él se percatara.
—Con la gala encima, los trabajos para Love Me fueron demasiados —explicó apresuradamente—. De hecho, aún tengo un par de pendientes por resolver —mintió.
—¿Pendientes? —replicó Ren con extrañeza—. Creí que el presidente ya tenía todo cubierto.
—Oh, sólo son unos pequeños detalles —contestó.
¿Por qué le era tan complicado salir huyendo de ahí? Era como si Tsuruga-san la mantuviera atada a ese sitio. Como las veces anteriores, sólo debía salir corriendo despavorida, no obstante, su cerebro no mandaba la señal a sus pies. Cada segundo ahí comprometía los resultados de su trato con Miroku, y aun así no podía moverse.
—¿Quieres que te acompañe?
—¡No! No se preocupe, no quiero ocasionarle problemas —expresó. Esperaba que su actuación fuese convincente.
—No pasará nada, después de todo se trata de pequeños detalles ¿Cierto? —Él no parecía dispuesto a dejarla marcharse sin una mejor excusa.
Su sangre se heló ¿De qué modo saldría de ésta?—. No hace falta, continúe disfrutando de la fiesta —pidió, con la sonrisa de camarera más radiante que pudo darle.
Sin embargo, para Tsuruga ninguna de sus palabras sonaban verdaderas. Conocía a la joven casi a la perfección, y sabía distinguir cuando estaba mintiendo. Su comportamiento por momentos lograba hacerlo dudar; pero ese diminuto destello de culpabilidad en sus ojos le indicaba que ocultaba algo. No entendía qué podría ser, o por qué no podía confiar en él y contárselo.
Kyoko por su parte, lloraba desesperadamente en su interior, implorando que alguna fuerza divina hiciera que el actor le permitiera irse sin problemas.
—¡Kyoko-chan! —Para su suerte, alguien más la llamó, interrumpiendo su conversación.
—Yashiro-san —pronunció, al voltearse y verlo.
—¡Finalmente estás aquí! No tienes idea de lo angustiados que estábamos por ti.
—De verdad lo siento —respondió apenada.
—Está bien, me alegra que podamos verte. Ren y yo no sabíamos que hacer, incluso Kotonami-san no tenía idea de donde localizarte.
—¿Qué? ¿Entonces Moko-san estuvo buscándome? —exclamó. Una expresión de asombro y un brillo de esperanza iluminó su semblante. Sería una desvergonzada por aprovecharse de esto, sin embargo, la intervención de Yashiro-san le daba una excelente excusa para marcharse—. ¡Debo ir enseguida! Probablemente necesita ayuda con los asuntos que nos faltan resolver —dijo, retomando la mentira que le había dicho a su senpai—. Prometo volver en cuanto terminemos. Por eso, Tsuruga-san, no es necesario que se moleste en venir.
—Supongo que si es un trabajo para Love Me no debo intervenir —concordó, no muy convencido.
La chica sonrió, y luego dio una reverencia—. Los veré más tarde —se despidió. Caminó lejos, disimulando el apuro que tenía por perderse de vista.
—Vaya, creo que Kyoko-chan actuaba de forma extraña ¿O sólo sería la emoción de la fiesta? —comentó Yukihito.
—De verdad espero que se deba a eso —contestó el actor, cruzando sus brazos.
Lo cierto era que ella no podía engañarlo, y sabía que seguramente traía algo entre manos.
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Su respiración estaba acompasándose después de la agitada carrera que emprendió una vez que estuvo a una distancia aceptable de Tsuruga-san. Descansaba en un sillón de la recepción, donde por ahora no había nadie.
Sostuvo su cabeza, la cual comenzaba a dolerle ¿Es que tenía que ser tan complicado? Desde que entró al salón no pudo tener un minuto de paz. Con el beagle extraviado y la promesa que le hizo a su senpai de volver más tarde, todo era un caos, o al menos, para ella lo era.
—¡Dios! ¿Por qué tenía que encontrármelo? —se quejó en voz alta. Si no hubiese visto a Ren, se sentiría mucho más calmada en estos instantes.
—No hay modo de que puedas ocultarte de un lobo que quiere comerte, caperucita. Mucho menos cuando trabajan en la misma empresa —habló Reino.
Kyoko se sobresaltó al escucharlo tan cerca. Giró su cabeza y encontró al maldito beagle recargado en la puerta de la entrada—. ¿Se puede saber dónde estabas? —gritó, verdaderamente furiosa. Sus demonios lo acecharon, aunque no provocaron mayor impresión en él.
—Escondido, por supuesto —respondió—. No iba a quedarme ahí, mientras te aproximabas al lobo sin darte cuenta.
La joven deseó golpearlo fuertemente, pero tenía que darle crédito por esfumarse al sentir la presencia del actor ¡Aunque nada le costaba habérselo advertido!
—Todavía nos queda un gran trecho, y yo siento que cada segundo en ese lugar es peligroso —exclamó aterrada—. De seguir así, tu sirviente podrá salirse con la suya.
—Por eso te dije que no debías arrepentirte —le recordó.
Se echaría a llorar si no fuera porque en su interior, la voz de su conciencia le dictaba que lo que hacía era en nombre de su amistad con Moko-san. Un sacrificio que aceptó hacer para que ella fuese feliz, por lo que no podía decir que se arrepentía, o que se acobardaría a tan poco tiempo de estar aquí.
Mogami Kyoko no era una mujer débil! Lograría su objetivo bajo cualquier costo. Se levantó con decisión; enfrentaría cualquier obstáculo en ese salón, no obstante, justo cuando emprendía su regreso, el idiota de su acompañante la tiró al suelo entre los muebles para luego ponerse de rodillas junto a ella. En un inicio creyó que estaba mostrando sus verdaderas intenciones, e iba a defenderse; pero entonces, una voz conocida le reveló qué era lo que pasaba.
—Kanae, aunque te pares aquí toda la noche no harás que mágicamente la chica plana... quiero decir, Kyoko aparezca —dijo el sirviente del mal, quién entraba junto con su amiga a la recepción.
—Eso ya lo sé... —musitó la chica. Se colocó en la entrada sin percatarse de nada—. Suele ser muy torpe, y casi siempre se mete en problemas, por eso me preocupa que no haya llegado aún.
—Lo entiendo, pero ya se las ingeniará para venir ¿No lo hace todo el tiempo? —intentó animarla. Un poco de culpa lo invadía, pues sabía perfectamente que el ángel falso ya debía estar en medio de la fiesta, posiblemente luchando por pasar desapercibida junto a Reino.
Kotonami suspiró—. Espero que así sea. Quiero verla —dijo sinceramente.
En su escondite, Kyoko se quedó sin aliento ¿Acaso había oído mal? Moko-san, quién siempre repetía que pasar el rato juntas sólo le ocasionaba problemas, decía que deseaba verla ¿Era porque la extrañaba? Sabía que no era muy expresiva con sus sentimientos —sobretodo, pocas veces demostraba corresponder su amistad—, pero que exteriorizara su preocupación la hacía conmoverse.
Su mejor amiga estaba angustiada por no saber su paradero ¡Era tan dulce! Siempre se imaginó el momento en que algo así sucediera. Ellas se mirarían a los ojos con gran emoción, correrían hasta alcanzarse y se abrazarían compartiendo la dicha de su preciosa amistad.
¡Sí! Realmente quería que eso ocurriera...
—¡Moko-san! —lloriqueó, saliendo de entre los muebles por impulso. Las palabras de su compañera más las imágenes en su cabeza explotaron, provocando que perdiera el control. Si sus fantasías se hacían realidad, entonces ya no tendría caso seguir el trato con el beagle rubio. Corrió hacia ella con ese anhelo, dispuesta a lanzarse a sus brazos, sin embargo, a sólo milímetros de distancia la mano de Kanae la detuvo, acabando con su bello sueño.
—¿Se puede saber qué hacías escondida? —En el gesto de su amiga se distinguía su sorpresa revuelta con algo de enojo.
—¡Puedo explicarlo todo! —respondió, dándose cuenta de la equivocación que acababa de cometer ¡Fue demasiado ilusa!
—Espero que así sea, porque verdaderamente no entiendo qué es lo que piensas. Te ocultas durante días y luego te apareces aquí actuando de una forma inusual ¿Qué se supone que significa eso? —reclamó.
—Moko-san, espera... por favor no te molestes —pidió, sin saber muy bien qué decirle.
—¡Sólo responde a mi pregunta! —exigió. Se hallaba sumamente enfadada, pues pasó un largo rato intranquila por su culpa, arrepintiéndose de la discusión que habían tenido y temiendo que por su causa no hubiese venido a la fiesta, cuando en realidad ella estaba jugando por ahí ¡No podía creer lo desconsiderada que era!
El ambiente se tensó con la furia de Kanae al no recibir una respuesta, mientras Kyoko no encontraba un modo de explicarse. Su momento conmovedor con Moko-san se alejaba cada vez más, y así nunca llegaría. Era una autentica idiota por tirarse así misma al vacío, olvidando su importante misión; pero es que cuando ella dijo que quería verla, su juicio se nubló por completo.
—Yo... —susurró.
—¿Si?
Bajó la cabeza, avergonzada de ser su propio verdugo, y sin tener en claro cómo haría para pedir el perdón de Kotonami. Abrió la boca para empezar con sus torpes excusas cuando Reino salió de su escondite. La atención de todos se centró en él.
—¿Tú también estás aquí? —La actriz entendía cada vez menos.
—Vine con ella a la fiesta, y estábamos huyendo de Tsuruga Ren. Eso es todo lo que tendrías que saber —contó, para su asombro.
La chica Love Me no lo comprendía ¿Por qué estaba rescatándola? El beagle no era el tipo de hombre que ayudaría a los demás, o al menos, eso era lo que suponía.
—Creo que debí habértelo dicho, discúlpame —habló Miroku—. Es sólo que no querían que nadie se enterara. —Y ahí estaba, el ladrón salvándola también ¿Es que esos hombres enloquecieron?
Kanae inhaló, sin mostrar alguna reacción evidente. Creyeron que lo tomó mejor de lo esperado, pero un tic que apareció en su ojo, les indicó que su enfado se había cargado en un cien por ciento—. ¿Y piensas que me tragaré esa tonta excusa? Sé muy bien que no soportas estar cerca de él —soltó—; aunque ya no importa, acabo de perder el interés. Puedes hacer y deshacer a tu antojo.
Kyoko no sabía qué hacer. Sentía un terrible miedo, totalmente distinto al que estuvo experimentando desde que llegó a la celebración. Su temor ahora era que su mejor amiga no volviese a dirigirle la palabra nunca más. Sería horrible si eso llegase a pasar, no se recuperaría de algo así.
Antes de que las cosas empeoraran, y dado a que nadie abría su boca para nada, Moko-san llevó su fastidio a otro lugar. No podía quedarse más tiempo ahí. Ella jamás perdía la cordura ni en el más critico de los momentos, pero Mogami Kyoko contaba con una facilidad increíble para hacerla rabiar de formas insospechadas.
Avanzó entre los invitados dentro del salón, intentando mejorar su humor, aun cuando sabía que sería algo difícil. Deseaba golpear algún objeto con mucha fuerza para desquitarse—. ¡Esa tonta! —gritó en su interior, apretando un puño.
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—Ya deja de llorar, ángel falso —repitió Miroku—. Si sigues así vas a arruinar tu imagen, y la verdad no deseó que me vean contigo en esas condiciones.
La joven negó con su cabeza, ni él ni nadie tenía la autoridad para decirle qué hacer, además sus lágrimas claramente eran culpa suya. Si tan sólo no se hubiera entrometido en la vida de Moko-san... No. En realidad, si tan sólo ella fuese más madura, esto no tendría que estar ocurriendo.
Respiró profundamente, intentando contenerse. El beagle y el estúpido ladrón seguían a su lado pese a que no era necesario. No comprendía qué esperaban lograr con esto; pero sin ellos aquí, seguramente saldría como alma en pena a lamentarse amargamente en algún rincón.
—No ganarás nada auto-compadeciéndote ¿Sabes? Mucho menos cuando tú fuiste la responsable. No debiste dejarte llevar ¿Acaso no es eso algo que evitan hacer los actores? —regañaba el baterista.
—Detente, no quiero que precisamente seas tú quién me lo diga —contestó.
Esos dos no tenían ni una pizca de corazón, claro, después de todo eran demonios. Mientras uno le recalcaba sus errores, el otro se maravillaba con su aura de desconsuelo como si estuviese presenciando la más hermosa de las obras de arte.
—Deberías agradecerme, cualquier otra persona ya hubiese roto el trato contigo, además de delatarte.
—¡No lo haré! Me cubriste porque si Moko-san se entera de lo demás también te odiará ¿Cierto?
Miroku enarcó una ceja ¿Estaba acusándolo? ¡Esa mujer era desesperante! No sabía como pudo tener compasión por ella cuando vio que comenzaba a llorar como una niñita—. Bien, ya que no creo que necesites de mi, iré con Kanae —dijo. Valía más la pena que su novia le gritara a que lo hiciera el ángel falso; y por otro lado, intuía que ya era tiempo de ir tras ella. Seguro su malhumor ya habría causado un par de estragos.
La chica no se inmutó, permitiendo que ese entrometido se fuera. Tenerlo enfrente sólo la hacía enfurecerse y angustiarse más, cuando debía pensar con serenidad ya que de no hacerlo perdería para siempre a su mejor amiga—. Enfocate en eso, Kyoko...
—No puedes decir que no te lo advertí —comenzó a hablar Reino, quién hasta hace sólo unos segundos era un silencioso espectador—. Si desde un principio hubieses actuado como realmente eres...
—No —replicó ella, interrumpiéndolo—. Moko-san merece algo más que la "yo que actúa como realmente es".
Por supuesto. Si sólo hubiese ido a amenazar a Miroku sin intenciones de llegar a un acuerdo con él, las cosas hubieran sido peores. Tal vez, pese a que sus intenciones eran puras, el método que estaba utilizando ahora era el incorrecto. No se trataba de obligar al novio de su amiga a cumplir con sus exigencias, sino de hacerle saber que sin importar qué, respetaría su existencia si él hacía feliz a su compañera.
—Cuando Tsuruga-san dijo que yo debía cuidarla, se refería a que estuviera para ella en el momento en que lo pidiera, sea bueno o malo —reflexionó.
¿Por qué no pudo ver eso desde un principio? Se cegó así misma creyendo que al controlar al "ladrón" todo estaría bien ¡No es lo que una autentica mejor amiga hace! Tenía que enmendarlo, ir tras Kanae y darle una gran disculpa por sus tonterías.
—Te has vuelto realmente muy aburrida —comentó el vocalista en medio de un suspiro, al ver como la oscuridad de Kyoko ya no podía tomar el control de sus decisiones. Algo en esa chica había cambiado, y no sólo era por ésta experiencia.
La joven bufó ante sus palabras—. Ya no es necesario que sigas aquí, beagle —anunció—. Porque pienso romper el trato, así que eres libre de hacer lo que quieras.
Él sonrió levemente. Había salido intacto de ésta noche, y eso al menos aliviaba su pequeña decepción.
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En el salón, una de las bandas musicales pertenecientes a LME hacía su presentación en vivo para animar la fiesta —aunque con el presidente yendo de aquí para allá con sus extravagancias era suficiente—, los invitados en su mayoría estaban en el centro, mientras Kanae y Miroku se hallaban entre la multitud tratando de encontrar un sitio donde sentarse para conversar —Por lo visto, ella seguía visiblemente molesta—.
El ruido era ensordecedor, no obstante, sus oídos captaron perfectamente la voz que gritó "¡Moko-san!" en medio de todo ese alboroto. Al principio, creyó que había sido su imaginación, y que esa tonta se hacía presente incluso en su subconsciente, pero entonces su tono chillón volvió a llamarle.
—¡Kanae! —gritó con todas sus fuerzas. Era la primera vez que la llamaba por su nombre, sin embargo, éste hecho indicaba que sus intenciones eran hablar seriamente, y acabar de una vez por todas con los malentendidos. Le diría sinceramente cuales eran sus sentimientos, y esperaba escuchar lo mismo de su parte.
Tanto Miroku como Kotonami voltearon en su dirección, sorprendiéndose de verla acercarse a paso firme.
—Kyoko —murmuró la chica, cuando su amiga finalmente se posicionó a su lado.
—No digas nada, Moko-san —pidió—. Entiendo muy bien que te encuentres molesta conmigo, admito que mis acciones han sido malas hasta ahora. Por eso mismo, te ofrezco una disculpa —expresó de la manera más significativa que pudo, dándole una reverencia—. Debí hacerlo desde antes. Lo lamento mucho.
Kanae se quedó estática. Esperaba llanto, suplicas y gritos desgarradores por parte de su compañera, todo excepto que le hablara de ésta forma tan centrada, realmente debía estar arrepentida.
—Hay que salir de aquí —le dijo. Podía escucharla pese al sonido, pero no era el lugar indicado para hablar. Dirigió su mirada a Miroku, y éste le asintió, comprendiendo que era un asunto entre ellas.
Empezaron a caminar en dirección a la recepción, quizás en la calle podrían charlar adecuadamente. No habían avanzado demasiado cuando la voz del presidente Takarada resonó por los altavoces, justo cuando terminó la canción del grupo que tocaba.
—No quería perder la oportunidad de agradecer una vez más a mis queridos invitados por venir ésta noche —vociferó con emoción—, sin embargo, esa no es mi razón principal para hablarles, porque sé que todos entienden lo mucho que aprecio su presencia. En realidad, ya que estamos en medio de una celebración, deseaba compartir con ustedes la dicha que me invade al admirar que las adorables miembros de mi departamento especial están cada día más cerca de conseguir su objetivo.
Tanto Kyoko como Kanae se petrificaron al oírlo ¿Iban a hacerles una mención honorífica? Definitivamente, era algo muy vergonzoso que todos supieran que ellas lucían ese traje rosado fosforescente cada día desde hace un año. Se miraron a los ojos llegando a la misma conclusión: tenían que apresurarse en salir antes de que pasara algo todavía más bochornoso.
—Éstas chicas han tenido grandes avances, dignos de ser mencionados. Por ello anhelo que todos aplaudan a los esfuerzos de mis amadas miembros de la sección Love Me —animó. Para ellas fue demasiado tarde, puesto que a tan sólo un par de pasos de la salida a la recepción, un reflector las iluminó, atrayendo la atención de todos los presentes.
Se giraron con una expresión indescifrable en el rostro ¿De verdad había sido necesario evidenciarlas? Kyoko se alegraba de que al menos, ahora que notaban su presencia, no lo harían percatándose también de que traía como acompañante al beagle.
—Kotonami-kun, Mogami-kun ¡El camino del amor aún se despliega enormemente ante sus vidas, no duden en recorrerlo! —dijo el presidente con lágrimas de felicidad resbalando en sus mejillas. Acto seguido, los invitados aplaudieron conmovidos.
Las jovencitas se hallaban totalmente rojas, sin creer que estuviesen pasando por algo así. Takarada bajó del escenario y se acercó hasta ellas, abrazándolas a ambas casi sofocantemente—. Mogami-kun, considera esto como un castigo por no venir a saludarme en cuanto llegaste, y por escabullirte por ahí con un hombre extraño —susurró.
Kanae suspiró con cansancio. Sí... Kyoko era un imán para los infortunios.
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Le costó un horror safarse del presidente, y de Yashiro-san. Todo mundo la reconocía ahora, y nadie parecía haberse dado cuenta de que estuvo con Reino al llegar, lo cual era un enorme alivio. Luego de que el manager dejara de preguntarle sobre lo que hizo esos tres días que no se comunicó con nadie, Ren la ayudó para ir a acabar su charla con Moko-san.
Las dos salieron a la calle como habían planeado antes, y se acomodaron en un lugar cerca de la entrada al salón. Un viento helado corría por intervalos de tiempo, pero en realidad eso no les desagradaba.
—Moko-san —inició, temiendo un poco que al final, ella decidiera distanciarse—, te repito que lamento mucho lo ocurrido.
—Está bien. El presidente es así después de todo.
—Bueno, no sólo me refiero a eso —respondió, jugando con sus dedos nerviosamente—. Me disculpaba también por lo del beagle, y por lo del ladrón... quiero decir, tu novio —pronunció, sintiendo un nudo en el estómago. Lo cierto era que ese término aún le disgustaba.
Kanae asintió—. Lo aceptó. Debí ser más directa contigo. Sabiendo como te tomas las cosas, tendría que haberlo previsto.
—¡Pero Moko-san! —replicó—. Si yo fuera más madura y no sobreactuara, tú no tendrías que ocultarme nada. Es mi culpa por comportarme así todo el tiempo, yo misma hago que sientas que soy poco confiable. Además, estoy metiéndote en líos cada que me acerco a ti.
—Claro, eres un dolor de cabeza —admitió ella. Kyoko bajó su mirada, sabía que no era digna de su amistad, y hasta ahora era consiente de ello—. Aunque por eso eres mi mejor amiga —concluyó, haciendo que su corazón se estrujara.
—Moko-san... yo... —balbuceó.
Era la primera vez que alguien le decía que la consideraba una "mejor amiga" directamente, por eso no sabía de que forma responder. Contuvo un par de lágrimas que querían salir por toda la emoción que sentía.
—¡No seas tan sentimental, y no vayas a llorar! —reprendió su compañera, sintiéndose avergonzada por lo que acababa de decir.
—¡De verdad, perdóname! —le pidió, lanzándose a sus brazos. Generalmente, Kanae esquivaba esas demostraciones de afecto; pero ésta vez no se movió.
—Tranquilízate, es suficiente con que lo hayas dicho una vez —aseguró.
—Es que ahora me disculpo por haber ido a hablar con tu novio beagle a espaldas tuyas, y por acordar un trato con él sin contarte nada —confesó sin más.
Kotonami la alejó para verla a la cara—. ¿Qué hiciste que cosa? —preguntó con incredulidad.
—¡Lo siento, Moko-san! Sin pensar en las consecuencias accedí a tener como pareja al bastardo número dos a cambio de que su sirviente aceptara mis condiciones para estar contigo —Ahora todo tomaba sentido para Kanae.
Cruzó los brazos, procesando la información. Ese idiota de Miroku, y ésta torpe de Kyoko habían llegado a tal extremo—. Así que por eso estabas huyendo en la fiesta —reflexionó.
—Tenía que mantener al beagle lejos de Tsuruga-san, era parte de la promesa —contó—. Si vas a matarme, sólo quiero que sepas que no lo hice con malas intenciones, sino con todos mis deseos de que fueses feliz —aclaró, angustiada de que su amiga no perdonara sus acciones.
La joven suspiró, y meditó por largos segundos—. Supongo que es inevitable —afirmó—. No puedo enojarme con alguien que estuvo dispuesta a pasar la noche con un tipo al que detesta sólo por mi.
Los ojos de Kyoko brillaron, su mejor amiga era sin dudas la persona más comprensiva del mundo—. ¡Muchas gracias!
—Sin embargo —continuó—. Tú y ese tonto no se librarán de mi castigo ¿¡Quién demonios se creen!? Negociando cómo si mi opinión no tuviera relevancia —sentenció, firmemente decidida a hacerlos pagar.
Aún así los ánimos de la chica Love Me no decayeron, pues al final de cuentas lo importante era que logró hacer las paces con Moko-san.
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El resto de la noche no fue tan mala, aunque Kanae la obligara a convivir con el beagle rubio. María-chan se sumó a ellos en algún momento, y al igual que su abuelo, había estado muy enfadada por el hecho de que su onee-sama no se hubiera aparecido para saludarla. Además a la lista de regaños también se agregó la diosa-sama, pues cuando estuvo llorando estropeó un poco de su maquillaje. Después de que la retocara, no hubo nadie más que tuviese alguna queja.
Podría decirse que por fin disfrutaba del evento, y que la tranquilidad y la diversión la harían olvidar todo el estrés pasado. O al menos eso comenzaba a pensar.
—Por cierto, Mogami-san —habló Ren, quién se hallaba sentado a su lado mientras todos estaban atentos al baile del presidente con Jelly Woods.
—¿Qué ocurre? —preguntó, curiosa por su repentino llamado.
El hombre le sonrió angelicalmente, despertando a sus demonios. Era un claro signo de que algo lo enojaba, pero ¿Por qué? Si hace unos instantes todo estaba bien. Su piel se erizó ante el miedo y la incertidumbre.
—Cuando te encontrabas con Kotonami-san y su pareja en recepción me pareció verte con cierta persona —dijo. Su tono era calmado, sin embargo, los demonios de Kyoko se emocionaron indicando que estaba sumamente molesto. Ella por su parte, dio un respingo ¡Era el final! Tsuruga-san se había percatado, después de todo, de la presencia del beagle—. También escuché del director Ogata que ese sujeto y tú vinieron juntos. Fue una gran sorpresa, ya que no sabía que te gustaban los acosadores —mencionó, como si el tema fuese algo muy trivial.
Los chibi demonios adoraron ver esa atrayente oscuridad saliendo del actor, y la chica Love Me sólo atinó a rezar por su alma. Aquí iba de nuevo, la diosa-sama tendría que reprenderla una vez más por arruinar el maquillaje.
Su primera fiesta de aniversario era sin lugar a dudas, una de las experiencias más caóticas que viviría a lo largo de su vida. Lo que los demás invitados pasaron como una noche mágica, ella podría asegurar que fue más bien una tormenta de calamidades. Entre beagles, discusiones, odiosos ladrones de mejores amigas y un senpai de aura asesina, la crónica de una amiga desesperada llegaba a su fin.
No obstante, la guerra campal con el sirviente del demonio, y el castigo de Moko-san estarían por verse.
¡Muchas gracias a todos por leer! Me costó bastante convencerme de lo que había escrito (incluso creo que modificaré pequeñas partes después, si las reglas me lo permiten o.O). Ojala les haya gustado, ya nos leeremos en una próxima ocasión :3