Hola a todos. Este es mi primer fanfic y espero que sea de su agrado. He decidido hacer una historia que incluye material yuri, por lo que me temo que no será para aquellos que no estén interesados en este género.

NOTA: Encontrarán en mi fic referencias a "Carmilla" de Sherida LeFanu y también al manga de la franquicia "Blood: The last vampire".

LES AGRADEZCO MUCHO POR HABER ATERRIZADO EN MI FIC, OJALÁ Y LO DISFRUTEN. LES DOY LA MÁS CORDIAL BIENVENIDA.

Y... ¡Comenzamos!

Prólogo

"Saya…, Saya…"

"Fumito."

"¿Has pensado en cómo sobrevivirás… Saya? En un mundo sin los antiguos… ¿Cuánto más Saya?"

"…"

"¿Cuánto más?"

"…"

"Si no hubieras matado a ese antiguo que fabriqué para ti…"

"…"

"… no bebiste su sangre, ¿verdad Saya?"

"Calla…"

"¿Deseabas hacerlo?"

"¡No sigas!"

"La sangre…del padre de Mana, ¿Saya?"

"¡Fumito!"

La contracción de los músculos de su boca la despertó.

— Fumito… — el nombre apenas brotó como un sollozo. De nuevo había sido esa horrenda pesadilla.

Saya se incorporó con el cuerpo bañado en sudor. Deseaba no volver a dormir jamás. Estaba segura que el sueño se había convertido en un acto suicida que la drenaba de energías en lugar de un hábito saludable para reponerse. Además… nunca se sentía más sola que cuando soñaba. Usualmente eran pesadillas… con él, era como si lo hiciera cobrar vida o su fantasma hubiera decidido habitar desde entonces en su mente. Sin embargo, los sueños agradables, aunque eran escasos, tampoco la hacían sentir mucho mejor. Si soñaba con los alegres días mentirosos que había pasado en Ukishima, despertaba dando una bocanada al olor de la sangre de todos los que habían vivido con ella esa pantomima y muerto a manos del experimento de Fumito; su cerebro tenía la habilidad de recrear las experiencias de sus sentidos de forma tan vívida que parecía que podía viajar al pasado de vez en cuando. Y si soñaba con esos breves días que había pasado con los miembros de SIRRUT… solía hacerlo con Mana, siempre con Mana. En sus sueños menos violentos se despertaba con las pestañas humedecidas porque, aunque regresara en su mente a ese tiempo que había pasado con aquellas personas… —¿o debería decir "aquella persona"?— que la habían hecho sentir en casa, de alguna forma siempre abría los ojos sabiendo más entrañablemente que nunca que estaba sola.

Se puso su ropa tratando de no pensar en la voz de Fumito. Pegó su lengua a su paladar. Lo único bueno de dormir era que podía olvidarse por un rato del ardor y la resequedad de su boca. Quizá habrían pasado ya unos tres meses desde la última vez que se había alimentado de un antiguo. Lo había encontrado en una comunidad rural casi inhabitada donde había escuchado rumores de desapariciones. Aparentemente, ahora que el pacto se había roto y las familias Nanahara y Moragi se habían extinguido, algunos de los pocos antiguos que deambulaban por la tierra habían comenzado a alimentarse de humanos en lugares remotos donde su presencia no llamase la atención. Ya habían pasado cinco años desde la muerte de Fumito y sólo había podido alimentarse cada siete u ocho meses desde entonces.

Estaba ensimismada en esos pensamientos cuando notó por el rabillo del ojo que una sombra se movía con cautela en la ventana rota a la que le estaba dando la espalda. Sus sentidos se inflamaron, pero su pulgar se detuvo antes de sacar su katana y prepararse para un posible enfrentamiento.

— Finalmente has venido… — una parte de ella se sintió avergonzada de lo ronca que sonaba su voz debido a la sed.

— Ha pasado un largo tiempo, Saya…— por otro lado, la voz de Watanuki no había cambiado en nada, ni siquiera el provenir de las cuerdas vocales de un can parecía afectar su timbre grave y melodioso.

— ¿Has venido a cobrar mi último deseo?... ¿finalmente?— se volvió hacía el perro y no pudo evitar recordar por un momento cuando se le apareció en una ventana mientras ella se estaba bañando. "Qué extrañas cosas se piensan cuando se está hambriento…" se recriminó.

— En realidad aún no he venido por eso, aunque… debes saber que el momento se acerca…

Como Saya no dijo nada ni mostró signos visibles de curiosidad, a pesar de que él había dicho eso último de forma más bien sombría y apagada, continuó.

— Debes saber que la chica que te acompañó aquella vez a mi tienda fue mi clienta hace poco.

— ¿Mana?— ella casi lo interrumpió con su pregunta y luego desvió la mirada. Watanuki guardó un pequeño silencio pensando en lo curiosa que había sido aquella reacción y prosiguió.

— Así es, Hiiragi Mana.

— ¿Qué tiene eso que ver conmigo?

— Pues, verás…—el diminuto perro descendió de la ventana con un tono que buscaba sonar interesante.

— En el deseo que Hiiragi pidió en mi tienda… ella mencionó tu nombre, Saya, pero me temo que ese deseo… de eso es lo que quiero hablarte.

La preocupación se había deslizado en las últimas palabras de Watanuki con sutileza; sin embargo, eso bastó para inquietarla. Volteó a verlo para confirmar sus sospechas y descubrió que él la miraba con completa solemnidad. Eso no le agradó. Y el recuerdo de ser la asesina del padre de Mana le produjo un silencioso escalofrío… ¿y si Mana había…?

— Saya... el deseo que pidió Hiiragi fue…