Sargento Levi, no importan donde o cuando, al momento que Mikasa escuchaba este nombre su sangre empezaba a hervir cómo nunca, simplemente quería matar a ese enano amargado.

Después del juicio de Eren, el desprecio que tenia la joven de ojos negros al sargento solo aumento. No era la primera vez que lo veía. Al tener el título de "El soldado más fuerte de la humanidad" era casi pecado que un soldado no supiera quien era.

El recuerdo de el amargado y enano sargento hacia que hasta las ganas de cenar se le fueran a Mikasa. Pero lo que más le molestaba, era que aquella noche estaba nevando, y desde hace dos años la nieve le recordaba un evento que ahora le desagradaba bastante recordar.

Era una noche de invierno, y en ese entonces Mikasa tenia catorce años de edad. En esa noche la nieve caía delicadamente sobre los ciudadanos que estaban esperando emocionados a la legión de reconocimiento, la cual regresaba después de haber estado dos meses fuera de las murallas. Desde ese entonces Eren ya estaba más que decidido a unirse a la legión de reconocimiento, así que cada vez que estos regresaban de una misión, el joven Jaeger iba a unirse a la multitud de espectadores para recibirlos, aunque claro no iba solo, Armin y Mikasa lo acompañaban en cada ocasión.

A pesar que era una noche en invierno, y el grupo de amigos se encontraban en plena nevada, realmente la noche no era desagradable, si no más bien bella.

La luna estaba dando su mayor brillo, mientras las estrellas le hacían compañía. La gente estaba entusiasmada, ya que cada vez que regresaba la legión de reconocimiento, era una nueva esperanza para la humanidad. Una esperanza tan diminuta cómo que solo un tercio de los soldados murieron, o una tan grande como que habían capturado al titan colosal.

Mientras todo el público se dedicaba a observar la puerta de entrada, Mikasa estaba concentrada mirando la luna.

Antes de que su madre fuera asesinada, esta le contaba cómo la luna se encargaba de dar luz y esperanza al mundo durante noches frías y oscuras.

Cada vez que la luna estaba tan brillante como aquella noche, Mikasa sentía que su madre estaba con ella. Cada vez que veía no sólo la luna, si no la noche en general, las palabras que le decía su madre todas las noches antes de dormir volvían a verse presentes en sus oídos.

La luna es la madre de todos nosotros, porque ella se encarga de recordarnos que todavía hay luz y esperanza en toda esta oscuridad. Y tal como la luna se encarga de protegernos a todos nosotros, yo siempre me encargaré de guiarte en medio de toda esta oscuridad. No importa donde esté, solo ve la luna, porque yo estaré desde ahí para cuidarte y amarte.

Al recordar aquellas palabras dulces que le recitaba su madre todas las noches, sin excepción alguna, los ojos de Mikasa empezaron a cristalizarse. La joven de mirada oscura estuvo a punto de derramar una lágrima llena de nostalgia.

Pero unos gritos la sacaron de su mundo.

De repente todos los presentes empezaron a gritar, especialmente su hermano adoptivo y su amigo rubio. Esto solo puede significar una cosa, pensó.

La legión de Reconocimiento acababa de llegar. Tanto la gente como el clima de esa noche parecieron haberse emocionado demasiado. La gente gritaba, unos de alegría y otros de enojo. Aquella noche tres cuartos de soldados habían regresado, lo cual mucha gente tomo como esperanza, ya que casi siempre regresaba entres un tercio, o una mitad de reclutas.

No importa los motivos, la verdad era que todo el público presente gritaba, menos una niña de catorce años con pelo y ojos negros. Ella solamente miraba los soldados, sus atuendos, sus heridas, sus miradas.

Parecía que entre más gritaba la gente, más fría se ponía la noche. Aquella cálida y tierna nevada de invierno se había transformado en una fría y escandalosa noche.

El viento empezaba a envolver cada vez más a Mikasa. La nieve empezaba a caerle en su blanca piel cada vez más, parecía que alguien quisiera burlarse de la joven al cambiarle tan drásticamente aquella noche.

El frio era demasiado presente, así que Mikasa decidió adentrarse más a la multitud, sentía que de aquella forma podría recibir más calor.

Sin embargo con la gente tan exaltada esta solo recibió empujones, haciendo que hasta perdiera de vista a sus amigos. Y en cuanto menos lo pensó, se encontraba en primera fila mirando la llegada del escuadrón de reconocimiento.

El frio que envolvía a Mikasa no se había disminuido, de hecho sentía como si estuviera en un congelador, ya que las ráfagas de viento solo aumentaban. Ya hasta la joven se empezaba a sentir mal de tanto frio.

Las cosas estaban algo raras esa noche, pero al parecer la noche le traería una nueva sorpresa a Mikasa, ya que de repente sintió cómo algo la había golpeado en la espalda. El golpe fue tan fuerte y brusco que esta cayó en medio de la nieve. Sin embargo el lugar de aterrizaje no fue cualquiera ya que estuvo a punto de ser pisoteada por un caballo. Si, Mikasa Ackerman acababa de caer en medio de la entrada del escuadrón de reconocimiento.

El golpe más la caída fue bastante fuerte, ya que Mikasa termino con una pequeña herida arriba de su ceja izquierda.

Con su caída la multitud callo, aunque este momento de silencio no duro mucho ya que ni un minuto después todos volvían con los gritos de alegrías y pérdidas.

El frio en el cuerpo de Mikasa aumento. Ya hasta sentía que estaba loca, porque parecía ser la única que sentía esta sensación. El brillo de la luna estaba justo encima de ella, las estrellas acompañaban a la luna mientras también aumentaban la belleza de aquella noche. La nieve era tan blanca, que hasta parecía bendita.

Mikasa creyó haber llegado al extremo máximo que una persona puede resistir el frio, pero no podía haber estado más equivocada.

De repente sintió cómo un pañuelo estaba aterrizando en su oscura cabellera. Todo paso tan rápido que realmente no supo quien fue el soldado que decidió ayudarla aunque sea un poco. En cuanto recibió el pañuelo se quito de el camino, ya que ella le impedía a la legión de reconocimiento ingresar de forma fácil. Cuando se apartó del camino, vio el pañuelo que le habían dado.

El pañuelo era blanco, con pequeñas costuras grises alrededor. En una de las esquinas tenia la letra L en color dorado. El pañuelo era realmente lindo, pero lo que más le llamo la atención a Mikasa era lo limpio que estaba.

El soldado que le había dado aquel pañuelo fue considerado hacia ella, así que Mikasa decidió mirar ante los soldados para ver si podía ver el poseedor de aquel pañuelo. Pero, ¿Como poder buscarlo? Si en cuanto sintió el pañuelo caer sobre su cabeza el soldado había desaparecido.

Mikasa había creído haber perdido a aquel soldado, pero mientras todavía lo buscaba con la mirada, sintió cómo un par de ojos grises la estaban mirando a la distancia. El contacto visual que tuvieron su mirada negra con aquella mirada gris fue de menos de cinco segundos. Pero eso basto para que Mikasa pudiera entender que hay cosas, pero sobre todo personas mucho más frías que el viento que la estaba envolviendo. Su mirada gris era como hielo, fría, dura, sin expresión alguna.

Lo irónico de aquella noche, era que justo en el momento que sintió aquel pedazo de tela suave caer sobre ella, el frío que la había estado molestando había cesado por completo. Mikasa no entendía porque aquella pequeña demuestra de amabilidad le había causado un pequeño calor en si misma. El frio había parado, pero al ver aquella mirada gris, no sólo sintió un frio mucho peor que el anterior, si no que también sintió un escalofrío.

Enano imbécil y amargado, pensó Mikasa después de finalizar su recuerdo sobre como conoció al sargento. La primera vez que lo vio supo que era frio, pero por ese gesto de amabilidad Mikasa le tuvo respeto, claro, hasta el día del juicio de Eren.

Cuando vio como golpeaba aquel enano amargado presumido a su hermano adoptivo, solo cruzaba un pensamiento en su mente, bueno más bien eran varios, pero todos estaban bajo la misma categoría de como matar a aquel enano. Le costo trabajo procesar que Levi lo hizo con el propósito de ayudar a Eren, sin embargo todavía sentía que la forma que trataba a Eren era injusta.

"Mikasa, ¿Estas bien?" pregunto Armin a Mikasa ya que había estado más callada de lo habitual, y sobre todo porque no había probado ni un bocado de su sopa.

Mikasa solo asintió, realmente el recuerdo de aquella noche la había dejado de malas. A pesar de haber pasado dos años desde ese acontecimiento, y de haber empezado a odiar al sargento Levi de forma bastante profunda, la joven de cabellos oscuros siempre había querido regresaré aquel pañuelo que le había prestado esa noche para limpiarse su herida. Aunque realmente no lo hizo, el pañuelo se le hizo demasiado lindo para mancharlo con sangre, así que decidió guardarlo.

Desde esa noche, Mikasa guardaba aquel pañuelo donde podía, pero siempre lo traía con ella. Primero lo hizo para regresarselo a aquel hombre de mirada fría lo antes posible, pero con el paso del tiempo se le volvió costumbre. De hecho hubo hasta ocasiones que se le olvidaba que lo traía con ella, pero aun así Mikasa estaba convencida que se lo regresaría algún dia.

La hora de la cena había terminado, todos estaban empezando a levantarse de sus mesas para dirigirse a sus asignadas habitaciones. Sin embargo Mikasa no tenía sueño, al contrario, sentía ganas de caminar, de despejarse un poco.

"Mikasa, ¿A donde vas?" pregunto Eren a ver a su hermana adoptiva dirigirse a la salida de aquel comedor, pero esa salida no era para llegar a los dormitorios.

"La noche esta muy linda, creo que dare un paseo" anuncio Mikasa a Eren.

"¿Quieres que te acompañamos?" cuestionó Armin a su amiga.

Aunque con esta pregunta Armin solo se ganó un codazo de parte de Eren. Al parecer al rubio se le había olvidado que su amigo había acordado en ir a "entrenar" con Annie después de la cena, aunque en realidad, la intención de Eren no era precisamente entrenar.

Mikasa se dio cuenta de la reacción de Eren ante la pregunta de Armin, y como siempre, le dolió. Hace unas semanas algo había pasado entre Eren y Annie, y desde ese día Eren empezaba a ver bastante diferente a Annie.

"Regresaré al rato, buenas noches" dijo Mikasa a sus amigos antes de salir a pasear en aquella nevada.

Entre más se alejaba de aquella cabaña, y bueno, de todos los demás soldados, Mikasa había dejado permitirse soltar una pequeña lágrima que había intentado aguantar desde que vio la reacción de Eren. Le dolía, no podía mentir, le dolía y mucho ver como aquellos ojos verdes veían a otra mujer de forma amorosa. Mikasa sabia que Eren la quería, eran familia después de todo, ella era "su hermana" después de todo. Eren se había encargado de hacerle recordar esto a Mikasa, todos los dias.

Cada vez que los veía juntos, Mikasa sentía como si alguien la estuviera apuñalado por la espalda. No soportaba la idea de el, de Eren con alguien más. Pero no le quedaba otra cosa que ocultar este sentimiento.

Por haber estado tan metida en sus pensamientos, Mikasa no se dio cuenta de donde termino caminando. Al parecer había llegado al centro del bosque, era lindo, nevado y con la luz de la luna sobre cada pedazo de naturaleza.

Mikasa se dio cuenta que había un lago, algo oculto, ya que estaba en medio de unos árboles. El lago parecía mágico, ya que estaba tan tranquilo que servía cómo un perfecto espejo, ya que se reflejaba toda la noche justo ahí.

"El mundo es cruel, pero también muy hermoso" pronuncio mientras se acercaba más a ese lago.

Pero se detuvo, porque antes que pudiera dar otro paso más, sintió un frio tremendo envolviendola, era una ráfaga de viento que fue tan fuerte que término despeinandola.

Fue rápida, la ráfaga fue realmente rápida. Mientras Mikasa intentaba arreglarse un poco el pelo, empezó a escuchar una melodía. Era delicada, pero poderosa. Parecía el aullido de un lobo en dolor, ya que se podía sentir que la melodía era melancólica.

Mikasa no entendía que estaba pasando, ya que ella era la única en este bosque. Decidió seguir la melodía, la cual la llevaba al mismo lugar donde estaba el lago.

Daba cada pazo cómo un ratón, lentos y delicados. Entre más se acercaba la melodía se hacía más real, y no podía mentir que le gustaba. Esa canción reflejaba las emociones de su músico, porque parecía un grito delicado y profundo queriendo ser sacado de un alma en penas.

La canción es hermosa, pero el dueño deberá de ser igual, ya que no cualquiera puede tocar una canción tan bella, reflexionó Mikasa.

Mikasa estaba a punto de llegar a donde se encontraba el dueño de aquella melodía, que si mal no le fallaban sus instintos, esa melodía era creada de una armónica.

Sin embargo la noche le quiso jugar una mala jugada.

Mikasa se resbaló con la nieve, haciendo que se cayera mientras echaba un gritillo.

"¿¡Qué rayos?! Respondió una voz ronca ante el gritillo de la joven Ackerman.

"¡Sargento!" Grito sorprendida, y nerviosa Mikasa.

"¿¡Ackerman se puede saber que esta haciendo?!" dijo de forma molesta Levi a Mikasa. Al parecer estaba demasiado pensativo, haciendo que no oyera las pisadas de Mikasa. El soldado más fuerte de la humanidad acababa de ser sorprendido por una curiosa joven de ojos negros.

Sin embargo antes que Mikasa pudiera responder algo, hubo un acto de la noche que interrumpió la escena.

El lago tranquilo y sereno había cambiado a uno agitado y violento. Los árboles que traían armonía ahora echaban nieve violenta hacia ellos, de repente empezó a temblar, demasiado fuerte para el gusto de los dos soldados.

"Tenemos que salir de aquí, si el temblor continua igual de fuerte uno de los árboles puede caer... lo cual es malo" ordenó Levi a Mikasa, la cual solo asintió.

Pero al parecer el sargento Levi se había hecho psíquico, ya que lo que acababa de decir se acababa de cumplir. Mikasa no tuvo ni tiempo de levantarse, ni Levi tiempo de correr cuando tres árboles empezaban a derrumbarse sobre ellos.

Los soldados intentaban salir de aquel lugar, pero no podían. Una parte del árbol había caído sobre la pierna derecha del sargento, quedando fracturada.

Por su parte, Mikasa estaba siendo aplastada por una parte de un árbol que había caído sobre ella. Parecía que el temblor no terminaría jamás.

Pero lo hizo, termino.

"Sargento, ¿Se encuentra bien?" pregunto Mikasa a ver toda la sangre que salía de la pierna de Levi.

"Solo... mi pierna es todo" respondió Levi tratando de tragarse todo el dolor que le provocaba su pierna.

Levi estaba a punto de preguntarle a Mikasa si podía salir del árbol donde se encontraba, pero no pudo ya que los movimientos de hace unos momentos empezaron de nuevo, solo que ahora mucho más fuertes.

El temblor era demasiado poderoso, árboles medianos y pequeños, partes de árboles grandes y kilos de nieve empezaron a caer.

"AHHH!" Mikasa grito derepente de dolor, sentía como toda la parte de su cintura para abajo estaba siendo aplastada.

Mientras tanto Levi estaba inconsciente debido a una rama bastante gruesa que se me había roto en su cabeza.

Mikasa no entendía que pasaba, nunca había temblado tan fuerte.

De repente el temblor cambio, todavia todo se movía demasiado fuerte, pero ahora con un diferente ritmo.

No!, "¡SARGENTO!" grito Mikasa a Levi en un llanto de susto.

Pero este seguía inconsciente, mientras más sangre salía de el.

"Esto es imposible ¡Esto no puede ser!, ¡SARGENTO!"

Los gritos de Mikasa empezaron a despertar a Levi poco a poco.

"¡SARGENTO!"

"..."

"Ti... titanes" respondió Levi.