-Números-
Disclaimer: Detective Conan pertenece a Gosho Aoyama. Escribo sin ánimo de lucro. Lo único que me pertenece es la trama de esta historia.
Capítulo 7: Juego de vida o muerte
─Kaito, ¿vas a decirme en algún momento qué te ha hecho querer venir a Osaka por Nochebuena? – replicó Aoko caminando junto al chico de ojos azules por las animadas calles de la ciudad. Caminaban a paso rápido, aparentemente en una dirección concreta, que era desconocida para Aoko.
─Ya te lo dije, un amigo me pidió que viniera para ayudarle. Además, fuiste tú la que insististe en venir conmigo – dijo él girando la cabeza para mirarla – Por favor, Kaito, llévame contigo, blah, blah, blah… – dijo él poniendo voz aflautada. Aoko le propinó un golpe en el hombro pero él ni siquiera sacó las manos de los bolsillos de su cazadora para detenerla sino que simplemente se echó a reír ante su reacción. Era extremadamente divertido hacerla rabiar – Bueno, deja de refunfuñar, ya hemos llegado a nuestro lugar de destino.
El chico señaló con el dedo índice al frente, su amiga siguió su brazo y abrió los ojos al máximo. Un imponente hotel con decenas de pisos se hallaba ante sus ojos, iluminado con un gran número de luces de colores resplandecía con fuerza en la noche.
─¿Qué vamos a hacer ahí? – susurró ella en cuanto pudo reponerse un poco de la sorpresa.
─Pues, el amigo del que te he hablado se hospeda aquí. Al parecer, el caso que está investigando se le ha complicado un poco y ha tenido que dejar la casa donde estaban alojados. Supongo que luego nos lo contará mejor – Aoko movió la mano para hacerlo callar, Kaito intuyó que tenía bastantes preguntas que hacerle así que cruzó los brazos ante el pecho y dejó que ella empezara su larga letanía de cuestiones.
─¿Qué clase de amigo es al que has venido a ayudar? ¿Qué es eso del caso? ¿Por qué justamente esta noche? ¿Es por algo en especial? ¿Por qué no hablas claro de una vez? – Kaito colocó un dedo en la frente de ella y le dio un par de golpecitos suaves. Su amiga lo miró a los ojos, sus rostros estaban muy cerca. Hubiera sido una escena casi romántica de no ser porque Kaito empezó a reírse nuevamente de ella, enarcó una ceja y la miró como si fuera una niña de tres años.
─Querida Aoko, el amigo al que voy a ayudar es un detective. Está metido en un caso extraño y hará un par de días me pidió ayuda con unos mensajes que le habían hecho llegar. Seguro que te suena el nombre de Shinichi Kudo, ¿verdad? – los ojos de Aoko volvieron a abrirse al máximo.
─¿El detective de Tokio? ¿Y qué hace aquí en Osaka?
─Pues ayudar a otro amigo suyo, esto es como una cadena. Me preguntó si podría intentar descifrar los mensajes y si me vendría bien venir a pasar las vacaciones aquí para ayudarle a resolver el enigma. Esta noche no es que tenga nada en especial pero pensé que estaría bien estar en una ciudad como esta en una noche como hoy – Kaito se separó un poco de Aoko y miró a su alrededor, allá donde mirase había luces de colores, árboles de Navidad, gente festejando…
─Podrías habérmelo dicho antes, ¿no? No será peligroso, ¿verdad? – Kaito la miró con atención un segundo, pensativo. Ahora que Aoko lo planteaba parecía mucho más real. Se estaba metiendo en un caso, podría haber un psicópata acechando y él, incauto, había traído a Aoko consigo al ojo del huracán. Tal vez, no había hecho bien en dejarla que se uniese a él, estaría más segura en su casa si las cosas empeoraban. Sin embargo, si realmente quería protegerla, cuanto más cerca la tuviese mejor, no dejaría que le tocasen ni un solo pelo de la cabeza.
─No te preocupes, no pasará nada. Ya lo verás. Además, te presentaré a la amiga o novia o lo que sea de Shinichi, seguro que haréis buenas migas – A pesar de todo, Aoko todavía parecía un poco preocupada por el tema. No obstante, todas las preocupaciones huyeron de su cabeza cuando una gran rosa roja apareció de la nada ante sus ojos, impregnándolo todo con su suave olor. Aoko giró la cabeza, Kaito la miraba con una sonrisa – Sabes que no me gusta verte triste…
─Muchas gracias – la joven cogió al rosa que el sostenía con delicadeza con las puntas de los dedos. La miró, escondiendo el rostro tras ella, no quería que Kaito la viera sonrojarse.
─¡Kuroba! – Kaito se giró sobre sus talones en cuanto oyó que lo llamaban, esbozó una sonrisa sesgada al ver tras él al Detective del Este.
─¡Kudo! – los dos muchachos se dieron un abrazo y unas cuantas palmadas en el hombro.
─Ran, te presento a Kaito Kuroba, un amigo de Tokio – Ran inclinó la cabeza sonriendo y Kaito en un ligero movimiento sacó una flor roja igual a la que le había dado a Aoko antes.
─Encantado de conocerte – dijo él con una media sonrisa. De sobras que conocía a aquella muchacha, sin embargo, ella solo lo conocía a él bajo la forma de Kaito Kid.
─Os presento a mi amiga, se llama Aoko – dijo haciendo gesto con la mano para indicar a Aoko. Ésta avanzó unos pasos y sonrió amablemente a los dos. Antes de que Kaito y Shinichi pudieran darse ni cuenta, las dos muchachas ya se habían enfrascado en una animada conversación. Shinichi pasó un brazo sobre los hombros de Kaito y se aproximó a él para hablarle de cerca.
─Antes que nada quiero advertirte que como vuelvas a intentar besar a Ran como ya hiciste una vez…
─Tranquilo, ya he visto que has dado un paso adelante. Supongo que ya has intentado besarla tú y también supongo que no habrás salido rechazado, de lo contrario, no estarías tan contento – Shinichi lo fulminó con la mirada pero acabó sonriendo. No tenía ni idea de cómo demonios había acabado siendo amigo de aquel ladrón de guante blanco pero lo cierto es que con el paso del tiempo lo había ido considerando un buen aliado y un buen amigo. No en vano la gente dice que los secretos unen – Bueno, no he venido aquí para discutir por Ran, creo que he descifrado los mensajes…
─A mí también se me ha ocurrido algo…
─Los números son letras – dijeron los dos a la vez. Una sonrisa de satisfacción iluminó sus rostros.
– Será mejor que vayamos a algún lugar donde poder sentarnos y ver que se puede hacer – Shinichi asintió y se encaminó hacia al hotel junto a Kaito. Las chicas los siguieron en cuanto vieron que ellos se alejaban. Entraron en el gran hotel, preguntaron al solícito portero donde estaba el salón y les indicó que debían llegar al final del pasillo de la izquierda. Los cuatro torcieron a la izquierda nada más atravesar el vestíbulo y al llegar al final un gran salón se abrió ante ellos. Había una barra a uno de los lados donde pedir bebidas o algún tentempié y el resto del espacio estaba ocupado por mesas, sillas, sillones, sofás… La estancia estaba perfectamente iluminada por grandes lámparas que colgaban del techo y que arrojaban mucha luz. Los chicos decidieron colocarse en una mesa cercana a una de las grandes ventanas que daban a un fantástico jardín. Shinichi se sentó junto a Ran y Kaito y Aoko se sentaron al otro lado de la mesa. Fue Kaito el que sacó unas fotocopias de las primeras tarjetas con números.
–No sé si se me habrá ocurrido lo mismo que a ti pero pensaba asignar un número a cada letra. A la a, el número uno; la letra b, el número dos; sucesivamente. Puede que no resulte pero es lo que se me ha ocurrido.
–Yo pensé lo mismo pero estuve probando y salían unos mensajes un tanto extraños, parecía que había muchas vocales insertadas – Heiji observó las tarjetas. Lo que decía Kaito era verdad, si sustituías sin más tan solo podías obtener frases sin sentido – Y eso ocurre porque hay letras que se corresponden con dos números. Por ejemplo si aparecen juntos un uno y un ocho, puede que estemos hablando de las letra bien de la letra r – Shinichi asintió pensativo mientras Kaito sacaba del bolsillo interior de su cazadora un folio mal doblado con garabatos.
191131-19113-14592117-1-518120113
Aiaaca-aiaac-adeibaag-a-eahab/aac
–Pensaba que había dado con la solución – susurró Shinichi sin apartar la vista del papel.
–Creo que estamos en el buen camino y, por eso, seguí complicándome un poco más – dijo Kaito señalando una línea escrita más abajo.
Sama-sam-neiuq-a-eratam
–Esto sigue pareciendo indio, Kuroba – replicó Shinichi echándose hacia atrás mientras se estiraba como un felino. Ran lo miró con un brillo de preocupación destellando en sus ojos azules.
–Hasta ahí es adónde he llegado. Pero, oye, Kudo yo quiero que me cuentes qué es lo que realmente está pasando aquí. Quiero saber la historia al completo o de lo contrario no creo que vaya a poder ayudarte mucho más – Kaito apoyó los antebrazos en la mesa y se inclinó hacia adelante.
–Mi amigo Heiji te contaría esto mucho mejor que yo pero desde esta tarde no le he visto de nuevo y no sé por dónde andará en estos momentos así que voy a contarte lo que sé del caso y ya está.
–Soy todo oídos – dijo Kaito, mirándolo con interés.
–Hace unos cinco días, Heiji me llamó para contarme un caso en el que había participado recientemente. Se trataba de un caso de asesinato, una joven del instituto de Heiji acabó con la vida de una de sus compañeras de clase porque le concedieron una beca que ella deseaba obtener. Por lo visto, la asesina, que se llamaba Haruka, había discutido con su adinerado padre y estaba dispuesta a hacer todo lo posible con tal de no tener que recurrir a él para pagarse los estudios. Cuando se enteró de que le beca no le había sido otorgada, se citó con la víctima y la asesinó con un arma de la colección de su padre. Heiji me dijo que se estuvo escondiendo pero que una vez se encontró el arma del crimen fue fácil demostrar que había sido ella la que había perpetrado el crimen. A la chica la arrestaron y, poco después, se suicidó en la cárcel, antes de que pudiera declarar ante el juez. Bueno, después de cerrar el caso, a Heiji le llegó una de esas cartulinas con esos malditos números. Dos días después de la llamada de Heiji, Ran y yo llegamos aquí. Apenas llevábamos un día aquí cuando empezó a incomodarme el tema de las tarjetas y fui a llamarte. Por eso, desaparecí gran parte del día – dijo dirigiéndose a Ran antes de volver a posar la mirada en Kaito que lo escuchaba con los ojos entrecerrados – Esa misma noche, es decir, ayer por la noche, nuestra amiga Kazuha, que es la mejor amiga de Heiji, nos llamó a media noche porque alguien estaba rondando su casa. Cuando fuimos a sacarla de allí, el individuo ya no estaba dentro de la casa pero sí que se encontró a Heiji en el jardín y le atacó por la espalda. Si luego le vemos, veréis que lleva puntos en la parte trasera de la cabeza. Tras dejarlo en el hospital para que lo curaran, el padre de Heiji, que es comisario; el padre de Kazuha, el subcomisario, una analista y yo nos reunimos en la comisaría para ver si podíamos ir sacando algo en claro. No obstante, cuando llevábamos cerca de un rato hablando escuchamos un grito…
–Yo ayudé a Heiji a llegar hasta la comisaría porque no quería quedarse al margen, necesitaba estar al pie del cañón. Pero, sobre todo, lo que quería Heiji era llegar a los archivos de la comisaría cuanto antes para buscar el expediente del caso de Haruka – dijo Ran tomando el relevo de Shinichi – Para cuando llegamos, ya era demasiado tarde puesto que un intruso ya se había colado en la comisaría haciéndose pasar por un analista que iba a trabajar con Shinichi y los comisarios. Heiji y yo nos lo tropezamos de cara cuando salía de la zona de los archivos. El sujeto estaba escondido, salió de golpe y fue entonces cuando grité. Heiji se fijó en que llevaba una carpeta de la que cayó una foto de Haruka, la chica del caso que os ha contado antes Shinichi. Salí corriendo detrás de aquel tipo pero cuando llegué al vestíbulo, cuando llegamos todos… Nos dimos cuenta de que iba armado, intentó herirme pero Shinichi se interpuso… No pudimos detenerlo y se marchó con la carpeta del caso.
–Con todo, nos fuimos a casa para descansar. Ran y yo nos fuimos a dormir pero cuando nos hemos levantado esta mañana alguien habían pintado una especie de flor con sangre. Además, quien quiera que fuese dejó una nueva tarjeta de esas allí mismo y una foto en la habitación de Heiji también con números escritos. Puede que todavía no haya sucedido nada grave pero no estamos tranquilos siendo que ese tipo se ha mentido hasta dentro de la casa de un comisario.
Kaito parpadeó a medida que la voz de Shinichi se iba apagando, el relato le había impactado. Todo en conjunto era muy raro, no había pasado nada grave pero tanto Shinichi como Heiji habían salido magullados de los encuentros contra aquel misterioso sujeto. Aoko, sentada a su lado, sintió que un escalofrío le recorría la espalda. Kaito estiró el brazo y se lo pasó a su amiga por los hombros, de manera distraída.
–Todo esto es muy extraño, Kudo – sentenció el joven ladrón.
Heiji subió hasta su habitación del hotel arrastrando los pies, llevaba en la mano el casco de la moto que parecía que pesaba más que un bloque de hormigón. Suspiró en cuanto llegó al cuarto piso, empezó a andar por el pasillo hasta que la voz de su madre lo hizo volverse. Del ascensor salían en ese momento sus padres, los padres de Kazuha y la misma Kazuha. Venían charlando y riendo mientras que él parecía un alma en pena vagando por un cementerio. Ver a Kazuha hizo que el corazón el diese un brinco pero no dijo nada y desvió la mirada hacia la impecable moqueta de color beige que cubría el suelo del corredor. Su madre lo sujetó por los hombros, intentado verle el rostro pero la gorra calada hasta las cejas se lo impidió. Shizuka suspiró, apesadumbrada.
–Heiji, ¿dónde has estado? – preguntó preocupada, la ropa de su hijo estaba algo húmeda. Se fijó en el casco que llevaba en la mano y supo que había estado deambulando con su moto por las calles de Osaka – ¿Has cenado?
–No tengo hambre – Heiji se deshizo del agarre de su madre, necesitaba alejarse de Kazuha cuanto más pronto mejor. No sabría cuanto tiempo aguantaría aquella situación pero debía ser fuerte hasta que por lo menos supiesen a qué se enfrentaban. Su madre se mostró dolida ante el desaire de su hijo y Heizo le pasó un brazo por los hombros a su esposa.
–Tu madre solo se preocupa por ti – dijo su padre sin alzar la voz, con un tono sereno pero autoritario. Heiji apretó los puños con fuerza, ¿no podían ver que lo único que deseaba era largarse de allí y encerrarse en su habitación? ¿No veían que no podía soportar estar delante de Kazuha? Sintió que los ojos le escocían y deseó volver a ser un niño pequeño para poder salir corriendo de allí e ir a llorar a cualquier rincón en el que nadie le viera. La situación lo superaba, nunca se había sentido tan perdido. Kazuha estaba enfadada con él, se había comportado muy mal con ella y, en su última discusión había sido terriblemente cruel. Sabía que tenía que alejarla de él y de los casos, por nada del mundo querría que saliese lastimada. Por otra parte, Ran y Shinichi estaban teniendo las peores vacaciones de su vida por su culpa, él los había arrastrado hasta allí, Shinichi ya había resultado herido en la comisaría y Heiji solo podía dar gracias a Dios porque el sujeto solo hubiese pintado una pared de su casa en lugar de hacerles daño mientras dormían. Y, por otro lado, estaba ese sujeto que actuaba escondido en las sombras al que no podía predecir y controlar, no sabía qué estaba dispuesto hacer, ni cuál era su plan ni cuándo lo ejecutaría. Lo único que sabía a ciencia cierta era que todo tenía que ver con Haruka y que Kazuha podía salir mal parada.
–Necesito estar solo – dijo, finalmente en voz baja. Su madre asintió sin decir nada y tiró de su marido hacia su habitación. Los señores Toyama pasaron sin hacer ruido junto a Heiji. El chico esperó a que Kazuha también se marchara pero ella no se movió del sitio. Se quedó allí quieta, en medio del pasillo, con la mirada baja. Heiji decidió que si ella no iba a marcharse lo haría él pero la mano de su amiga en torno a su muñeca lo detuvo
–Heiji…
–Te dije que te no acercases a mí – dijo Heiji mirándola por primera vez a los ojos. La luz encendida sobre ellos empezó a parpadear hasta que se apagó de golpe. El resto de luces del pasillo corrieron la misma suerte. Todo quedó a oscuras, Heiji se puso tenso, un terrible presentimiento lo estaba acechando.
–Heiji, ¿qué está pasando? – preguntó Kazuha, desconcertada. El muchacho fue a contestarle cuando un agónico grito se escuchó al fondo del pasillo. Tras el grito se escuchó un sonido sordo, como cuando un cojín cae al suelo y, después, nada. El miedo recorrió la espina dorsal de Heiji como una violenta corriente, iba a sacar el móvil para iluminar la zona cuando la última luz del pasillo se encendió de nuevo. La luz, titilante, iluminaba el extremo más oriental del corredor con una tenue luz amarillenta. Heiji no volvió a la realidad hasta que escuchó a Kazuha gritar con todas sus fuerzas. Allí al fondo del pasillo yacía tumbada una mujer del servicio del hotel, tenía la garganta abierta y al sangre que había manado de la terrible herida había creado un charco a su alrededor. Tenía los ojos abiertos de par en par, una terrible mueca de horror en el rostro y el cuerpo en una posición extraña como si lo hubiesen colocado a propósito. Sin embargo, lo que más inquietó a Heiji fue la flor dibujada en la pared con la sangre de la víctima, igual a la que había en la habitación de su casa.
Kazuha se dejó caer al suelo, casi en estado de shock e incluso se hubiese desmayado por el penetrante olor a sangre si no hubiese sido porque Heiji la abrazó en ese instante con todas sus fuerzas. Se dejó caer al suelo con ella y guió el rostro de Kazuha hasta su pecho donde la joven empezó a llorar. Alertados por los gritos, empezaron a salir los huéspedes de las habitaciones a ambos lados del pasillo. Más gritos, gruñidos y llantos llenaron la escena del crimen. Heiji pudo ver como su padre pasaba a toda velocidad, con sus zapatos hundiéndose en la moqueta para evitar que cualquier contaminase la escena del crimen. Acto seguido, el subcomisario Toyama lo siguió mientras su madre y la madre de Kazuha se mantenían alejadas, consternadas. Él mismo estaba aterrado, sentado allí en el suelo con Kazuha sollozando entre sus brazos. Rodeó a su amiga completamente con los brazos, el asesino podría estar todavía cerca y no dejaría que la tocara por nada del mundo. Había sucedido demasiado rápido y demasiado cerca de ella.
–Está muerta – murmuró Kazuha casi para sí misma. Heiji apretó los dientes.
–Tranquila – colocó una mano en la cabeza de Kazuha y la apretó contra su hombro – Tranquila…
Unos minutos después, Kazuha se había quedado dormida o desmayada entre sus brazos. Heiji no intentó despertarla, estaría mejor así. La levantó y la llevó en volandas a la habitación que ocupaban sus padres. Sus madres se ocuparían de ella, estaría a salvo, él debía ir a buscar a Kudo. Aquello que parecía un simple juego de número se había convertido ya en juego de vida o muerte.