-Números-
Disclaimer: detective Conan es propiedad de Gosho Aoyama, escribo sin ánimo de lucro. Lo único que me pertenece es la trama de este fic.
Capítulo 1: Vacaciones complicadas
─¿Y qué dices que pasó? – preguntó Shinichi desde el otro lado de la línea telefónica. El joven detective estaba manteniendo desde su casa una entretenida conversación con su amigo de Osaka, Heiji Hattori. El detective del Oeste había realizado una importante detención hacía un par de días y al final Shinichi había decidido llamarle para conocer los pormenores de aquel caso que había levantado tanto escándalo.
─Pues, la chica se llamaba Haruka, venía con nosotros al instituto, era de los cursos superiores. Estaba intentando entrar a una prestigiosa universidad a través de una beca pero otra muchacha de la clase fue mejor que ella y se llevó la beca. Esta chica, Haruka, había discutido con su padre, un hombre muy influyente de Osaka y bueno… Al parecer, quería demostrar que podía llegar donde quisiera sin la ayuda de papá.
─Entonces, ¿Haruka asesinó a su compañera de clase?
─Así es, se citó con ella unos días después de que saliera la resolución de la beca en un descampado abandonado cuando caía la noche. La joven había cogido un arma de su casa, de la colección de su padre y ya te imaginas el resto. La chica estuvo escondiéndose pero al final cuando encontré la pistola y la cotejé con la base de datos, enseguida la descubrimos.
─Aunque hay algo que no entiendo…
─¿El qué, Kudo?
─Su padre era rico, no me creo que por muy enfadado que estuviese no le fuera a pagar los estudios a su hija…
─Sí pero si le conocieras verías que es un hombre bastante extraño. Ni siquiera se inmutó cuando se llevaron a su hija detenida, su cara no mostraba ninguna expresión.
─Debe ser uno de esos hombres que tan solo le dan importancia al dinero.
─No sé, fue muy confuso. Me dio la sensación de que en sus ojos había rastro de…
─¿De qué? – preguntó Shinichi ante la pausa tan larga que estaba haciendo su amigo.
─No sabría cómo explicarlo, simplemente fue muy raro – el timbre sonó en la casa de Shinichi y el muchacho se levantó todavía llevando el teléfono pegado al oído. Fue hacia la puerta principal de su casa y al abrir se encontró a Ran en la puerta, empapada de pies a cabeza. Shinichi la miró de arriba abajo, estaba lloviendo a cántaros y no se había dado ni cuenta, estaba demasiado entretenido con la conversación con Heiji. El chico la tomó del brazo y la hizo pasar. La chica movió los labios preguntándole a su amigo con quién estaba hablando.
─Estoy hablando con Heiji – le respondió Shinichi mientras la ayudaba a dejar el bolso a un lado.
─¿Con quién estás, Kudo? – preguntó Heiji al escuchar lo que había dicho el otro.
─Ah, es Ran, acaba de llegar a mi casa. ¿No tienes a Kazuha por ahí? Creo que Ran quiere hablar con ella – Shinichi esperó a que Heiji contestara pero solo obtuvo un largo silencio. Frunció el ceño, podía escuchar el sonido que hacía Heiji al respirar, seguían en contacto pero el chico permanecía callado al otro lado del teléfono.
─Kazuha y yo… nos hemos peleado – dijo Heiji al fin en voz muy baja. Shinichi le hizo señas a Ran para que pegara el oído al teléfono –. Me centré mucho en el caso de Haruka, el que te acabo de contar y… Kazuha… El otro día vino a verme pero yo tuve que dejarla con la palabra en la boca cuando mi padre me llamó para decirme que iban a proceder a arrestar a Haruka. Cuando intenté hablar con ella después ya no quiso hablarme… Y ya no he vuelto a verla, ni siquiera vino al entierro de Haruka.
─Espera, espera, ¿qué entierro? ¿Haruka no era la asesina?
─Ah, sí, no te he acabado de contar toda la historia pero Haruka se suicidó tras su detención.
─Ya veo… Bueno…
─Kudo, ¿podrías venir tú y Ran a Osaka durante unos días? – Shinichi apartó el teléfono de la oreja, miró fijamente a Ran a los ojos y ésta asintió, tal vez si viajaban podrían ayudar a Heiji a restablecer su relación con Kazuha.
─Aprovecharemos que se acercan las navidades e iremos a veros. En un par de días estaremos ahí, ¿está bien?
─Sí, me parece perfecto – respondió el chico un poco más animado –. Bueno, tengo entrenamiento de kendo y tengo que irme, nos vemos dentro de un par de días. Iré a recogeros al aeropuerto.
─Está bien, nos vemos. Adiós, Heiji.
Shinichi apretó el botón rojo para finalizar la llamada, en la pantalla del teléfono unas pequeñas cifras parpadeantes indicaban que había pasado casi una hora hablando con Hattori. Suspiró, se le había hecho demasiado corto incluso. Miró a Ran, los ojos azules de ellas revelaban preocupación.
─¿Qué les ha pasado a esos dos? – preguntó Ran con el semblante serio. Era extraño que Kazuha no la hubiera llamado todavía para contárselo pero tal vez estuviera bastante afectada por la discusión. Shinichi no contestó la pregunta realizada por su amiga de la infancia y fue a dejar el inalámbrico en su lugar. Luego, se giró hacia Ran aunque estaba tan concentrado en sus pensamientos que ni siquiera se percató de que la chica seguía mojada en mitad del pasillo temblando como un pajarillo. Al cabo de unos segundos, él volvió a la realidad cuando Ran habló –. ¿Podrías traerme una toalla?
─Lo siento, Ran, me había…
─Quedado en las nubes, lo sé. Me he dado cuenta – dijo ella con una sonrisa. Shinichi se apresuró a ir escalera arriba a por una toalla. Ran lo vio bajar los escalones de dos en dos cargado con las toallas para echarle una sobre los hombros y una más pequeña sobre el pelo. El chico le frotó suavemente el pelo húmedo con ella. Ran alzó los ojos y éstos se cruzaron con los azules de Shinichi. Ante el contacto no pudo evitar esbozar una sonrisa, no hacía más de un mes que él había vuelto a aparecer en su vida, no hacía más de un mes que se había producido el esperado reencuentro pero… algo había cambiado entre ellos. La manera en la que se miraban era mucho más profunda, capaz de ver el interior del otro hasta lo más hondo. La manera en la que se tocaban también era distinta, cada toque era como una tierna caricia que se proporcionaban el uno al otro. E incluso la manera de hablarse era mucho más dulce, más sencilla, se entendían sin necesidad de que las palabras mediaran entre ellos.
El encuentro entre ellos había sido cuanto menos, emotivo. Él apareció por sorpresa en casa de Ran un día de lluvia, había aparecido mojado de pies a cabeza tal y como ella había aparecido aquella tarde. Iba cubierto de barro y tenía algún que otro rasguño en la cara. Su pelo rebelde se pegaba a la cara mientras de él caían gruesas gotas de lluvia, se escurrían mechones abajo. Cuando Ran abrió la puerta y lo vio con aquel aspecto no le dio tiempo ni a saludar, simplemente se abrazó a él llorando de alegría, estrechándolo con fuerza entre sus brazos, temiendo que fuese una especie de quimera que fuese a desaparecer de delante de ella en cualquier momento. Ninguno de los supo el tiempo que permanecieron abrazados, en el portal de Ran. Shinichi se apoyó en la pared y se dejó caer al suelo con Ran entre sus brazos. Después de tanto tiempo sin poder abrazarla con su cuerpo aquel momento le supo a gloria y por nada del mundo quería que terminara. Hundió el rostro en el pelo de ella, inhalando su suave aroma, su esencia.
─Ran – susurró con voz grave un tanto quebrada, la emoción lo embargaba. Había esperado mucho para poder abrazarla de aquella manera.
─Shinichi – murmuró ella entre sollozos sin poder creerse que él estuviese de nuevo con ella. Una gran sensación de felicidad le llenaba el pecho en aquel momento, el golpeteo incesante de su corazón, la respiración agitada –. Has vuelto…
Él asintió y no se dijeron nada más, no necesitaban decirse nada. Ran no le importaba saber lo que había sucedido durante su ausencia, poco le importaba ya el dolor que le ocasionó su separación porque ahora lo tenía junto a ella.
Ran fue la que rompió el contacto visual con el muchacho para desviar la mirada hacia el teléfono que volvía a sonar. Shinichi se apartó de ella, reticente y miró quien llamaba. El número que parpadeaba era el de su madre, seguramente quería preguntarle qué tal le iba su vida ahora que volvía a tener su verdadero cuerpo. El chico enarcó una ceja y colgó el teléfono. Ya hablaría más tarde con ella.
Shinichi volvió junto a Ran y la empujó escaleras arriba hacia el cuarto de baño.
─Convendría que te dieses una ducha caliente para no enfermar. Iré a buscarte algo de ropa.
─Gracias – dijo ella con un suave sonrojo en las mejillas. Él le guiñó un ojo antes de desaparecer en su habitación para buscar algo suyo que le pudiese valer a Ran. Encontró una camiseta un poco más pequeña que las demás y unos pantalones de deporte que podrían servirle a su amiga. Le dio la ropa y ella se metió en el baño con una sonrisa. Shinichi se llevó una mano al pecho para intentar controlar los alocados latidos de su corazón. Se disponía a bajar a la planta baja cuando Ran asomó la cabeza por la puerta – Shinichi.
─Dime – dijo él girándose para mirarla desde la escalera.
─Luego tienes que contarme qué pasó con Heiji y Kazuha, ¿eh?
─En cuanto bajes te lo cuento – repuso él. Ella asintió conforme antes de desaparecer tras la puerta nuevamente.
El aeropuerto de Osaka era un hervidero de gente que aprovechaba esas fechas para ir y venir de visita a casa de sus familiares. Shinichi y Ran caminaban despacio, cargados con sus maletas entre aquel gentío mientras de vez en cuando intentaban avistar a Heiji entre todas aquellas personas. De repente, un hombre que pasaba a toda velocidad entre la gente empujó a Ran con fuerza. La chica perdió el equilibrio ante la embestida, empezó a caer hacia atrás pero Shinichi soltó las maletas que llevaba en un santiamén y la tomó con fuerza de la cintura, apretándola contra su cuerpo. Ran se aferró a la chaqueta de él con ambas manos, mirando el lugar por donde había desaparecido aquel hombre.
─¿Estás bien? – preguntó Shinichi que todavía mantenía a su amiga pegada a su cuerpo. Sus ojos azules mostraba un poco de preocupación y provocaron que Ran se sonrojara.
─Gracias, Shinichi.
─Menuda estúpido – escupió el muchacho que le ardía la sangre en las venas –. Nadie tiene educación ya en este mundo.
─Déjalo, estoy bien – repuso ella con una sonrisa calmando los ánimos del detective. Shinichi resopló tomó sus maletas de nuevo y juntos reanudaron el camino. Finalmente, al final de la terminal encontraron a Heiji sentado en una de las salas de espera. El joven detective del Oeste ni siquiera se percató de su presencia hasta que Shinichi le gritó un fuerte "¡Hattori!" que asustó a gran parte de los viajeros que circulaban por la sala. El chico alzó la cabeza entonces encontrándose con sus amigos de Tokio. Heiji se levantó, le dio la mano a Heiji y una abrazo a Ran.
─Te estás haciendo viejo y cada vez estás más sordo, ¿eh, Hattori? – bromeó Shinichi pero al ver que Heiji no seguía la broma, se agachó un poco para poder ver sus ojos que durante todo el rato había permanecido ocultos bajo la gorra. El otro intento evitarlo pero al final Shinichi se percató de las ojeras que rodeaban los ojos verdes de su amigo –. ¿Qué demonios te ocurre? – preguntó Shinichi con el ceño levemente fruncido. Heiji alzó la cabeza mirándolo con gesto grave. El moreno le tendió a su amigo una pequeña tarjeta hecha de cartulina blanca. Shinichi le dio la vuelta a la tarjeta con cuidado entre sus dedos y descubrió que había algo escrito en ella.
191131-19113-14592117-1-518120113
Shinichi entrecerró los ojos, observando con atención aquellos números separados por guiones, cinco grupos de números. ¿Qué era aquello? ¿Un número de cuenta bancaria? ¿El resultado de una operación matemática?
─Llevo toda la noche intentando descifrar esos números – dijo Heiji. Ran y Shinichi lo miraron, realmente se notaba que estaba muy cansado y que le faltaban unas cuantas horas de sueño.
─¿Por qué quieres descifrar esto, Hattori? – preguntó Shinichi clavando sus ojos azules en los verdes de su amigo.
─Ayer por la noche cuando llegué a mi casa después del último entrenamiento de kendo antes de las Navidades lo encontré pegado en el buzón con un trozo de cinta. Tal vez no sea nada pero cuando lo vi allí tuve un mal presentimiento, uno horrible. ¿Podrías ayudarme, Kudo?
─Claro aunque tienes que tener presente que puede que esto n tenga significado alguno… Realmente es una nota muy rara…
─Por el momento, vamos a ir a casa, debéis estar cansados. Estoy seguro de que… Kazuha…
Ran se dio cuenta del esfuerzo que le suponía a Heiji pensar en Kazuha en esos momentos. La muchacha cruzó una mirada con Shinichi y colocó una mano en el hombro del otro chico.
─Iré a verla y hablaré con ella, no te preocupes – susurró la chica con una sonrisa.
─No, no le digas que vienes por mí, sé que aún se enfadará más conmigo. De todas maneras, no quiero hablar del tema.
─Está bien, como quieras – repuso Ran con un leve asentimiento.
Los tres chicos abandonaron el aeropuerto, fueron a casa de Heiji donde se acomodaron antes de ir a ver a Kazuha. Ran y Shinichi estuvieron pensando durante el camino la mejor manera de que sus amigos arreglaran sus problemas pero no lograron encontrar nada que los convenciera demasiado. Ran fue la que llamó al timbre de la casa de Kazuha y la chica de la coleta les abrió la puerta unos minutos después. Kazuha los abrazó ambos nada más verlos y luego los hizo pasar hacia el salón, cerrando la puerta tras ellos. Los chicos de Tokio se acomodaron en uno de los sillones del salón mientras Kazuha preparaba un poco de té para hacerles entrar en calor tras soportar el frío que hacía fuera.
─¿Qué crees que debemos hacer? – preguntó Ran.
─Veremos si Kazuha habla del tema e intentaremos ayudarles.
─Me daría mucha pena que no volviesen a ser amigos – dijo Ran con mirada triste. Shinichi le tomó la mano con la suya para infundirle confianza. Sus largos dedos acariciaron los de ella durante unos instantes y se separaron en cuanto Kazuha entró en la estancia. Sin embargo, para la chica no pasó desapercibido ni un solo detalle y sonrió con ternura.
─¿Cuándo habéis llegado? No tenía ni idea de que ibais a venir. Tendríais que habérmelo dicho, malos amigos – refunfuñó Kazuha haciéndose la enfadada con ellos. No obstante, su semblante cambió en cuanto realizó otra pregunta –: ¿Os ha invitado Heiji a venir?
Shinichi y Ran cruzaron una breve mirada de entendimiento y el joven detective dejó que fuera su amiga la que le explicara las cosas a Kazuha.
─Sí, fue Heiji el que nos invitó a venir, Kazu – dijo Ran mirando fijamente a su amiga – El otro día cuando llegué a casa de Shinichi, lo encontré hablando con Heiji y nos invitó a venir durante las vacaciones. Oye, Kazuha, ¿por qué no me dijiste que os habíais peleado?
─Yo… no quería hablar del tema con nadie, Ran. En esta ocasión, ha sido diferente…
─¿A qué te refieres con diferente? – preguntó su amiga un poco confusa.
─En esta ocasión no ha habido discusión, no hay nada que solucionar. Simplemente, me he cansado, Ran – los ojos verdes de Kazuha se llenaron de cristalinas lágrimas que la chica luchó por ocultar pero que finalmente se derramaron por sus mejillas – No sé por qué sigo llorando por él, no quiero…
─¿Te has cansado? – preguntó Shinichi ofreciéndole su pañuelo a Kazuha para que se enjuagara las lágrimas.
─Me he cansado de no ser algo importante en su vida, ¿sabéis? Estoy harto de que un caso siempre esté por delante de mí, en cualquier momento y situación. He soportado que me dejase plantada muchas veces, he soportado de todo por él… Y ya estoy cansada…
─Hay veces que no sabemos expresar lo que sentimos, Kazuha – dijo Shinichi en voz baja mientras se miraba las manos – Hay veces en las que un caso nos absorbe de tal manera que olvidamos lo que nos rodea y luego, nos arrepentimos de todo lo que nos hemos perdido. Somos detectives, nos obsesiona el misterio, no te lo voy a negar. Pero, por encima de nuestros casos hay cosas mucho más importantes, luchamos por protegerlas y cuidarlas aunque no es fácil…
Ran tragó saliva. Al escuchar hablar a Shinichi con tanta sinceridad su corazón había empezado a latir con muchísima fuerza. Se sentía plenamente identificada en cada una de las palabras que él había dicho, Shinichi no había hecho más que contarle su propia experiencia personal a Kazuha. Un leve sonrojo iluminó el rostro de Ran solo con pensar que tenía posibilidades de ser la cosa que tanto le importaba a Shinichi. Kazuha escuchó con atención cada una de las palabras del detective, se dio cuenta de que estaba hablándole desde su experiencia personal y sobre todo se dio cuenta de cómo el rostro de Ran se iluminaba ante las últimas palabras de él. Sin embargo, Shinichi no era Heiji.
─Sí, tienes razón en lo que has dicho. La diferencia está en que tú y Heiji podéis llegar a ser muy distintos. Shinichi, tú, a pesar de estar tanto tiempo alejado has vuelto con Ran, hiciste lo imposible para volver a su lado. ¿Crees que Heiji haría eso mismo conmigo? Lamento decir que me temo que no. No pienso albergar falsas esperanzas.
─¿Por qué no hablas con él y se lo preguntas? – propuso Ran a su amiga.
─Fui a hablar con él y se marchó a atender un casa. No pienso ir a reunirme de nuevo con Heiji, lo siento. Chicos, lamento tener que deciros qué vais a tener repartir vuestro tiempo en Osaka para pasarlo con Heiji y conmigo – dijo la muchacha apesadumbrada.
Ran se acercó a su amiga y le tomó la mano con suavidad, sonrió con ternura y le limpió las lágrimas que le quedaban en el rostro.
─No te preocupes por nada, nos las arreglaremos.
─Ran tiene razón – afirmó Shinichi –. Nos las arreglaremos.
─Gracias a los dos.
Poco después, los dos abandonaban la casa de Kazuha un poco cabizbajos. Ran se detuvo a medio camino, Shinichi se volvió, su amiga estaba preocupada.
─Ran – él se aproximó a la muchacha.
─No me gusta verles así de distanciados – dijo ella con un hilillo de voz –. Y menos me gusta no saber qué hacer para ayudarlos.
Shinichi también se sentía frustrado, entendía a la perfección ese sentimiento pero en esos momentos su mente no era capaz de encontrar las palabras adecuadas para reconfortar a Ran. Así que lo único que se le ocurrió que pudiera mejorar su estado de ánimo fue darle un abrazo. Ella se puso rígida al sentir los brazos de Shinichi en torno a ella pero enseguida se relajó y rodeó al cintura de él con los brazos.
─Van a ser unas vacaciones complicadas pero todo saldrá bien, te lo prometo, Ran.