El rebelde y la dama del establo
Por: Wendy Grandchester
Epílogo
Corría el mes de diciembre y el Hogar de Pony parecía que había sido transformado por un hada. El lugar lo habían remodelado y agrandado, habían hecho un patio precioso y bajo techo, la nieve que caía le daba un toque especial, el padre árbol había sido magníficamente decorado por todos los niños del hogar y había cientos de regalos por abrir. Albert y Terry se habían convertido en los principales benefactores del orfanato, pues ahí creció la pecosa que se robó el corazón de todos. Había muchas sillas y mesas decoradas con motivos infantiles, globos y un gran bizcocho en colores alegres con motivos de carrusel. Toda la familia Grandchester-Andrew se econtraban ahí y la señortia Pony y la hermana María no podían estar más felices, ese hogar era todo su mundo. El motivo de que todos se encontraran ahí, sencillo, ahí se estaba celebrando el cumpleaños número cinco de los gemelos Grandchester.
-Ann Gabrielle y Derek Christopher Grandchester, ¿se puede saber qué hacen llenos de tierra?
Le preguntó a Candy a sus dos terribles niños que al parecer habían volcado una de las macetas de las plantas. Candy los miraba con carácter, pero los niños miraron hacia abajo, fingiendo arrepentimiento y luego la miraron a ella con sus bellos ojos azules y le sonrieron descaradamente mostrando el hermoso hoyuelo que también habían heredado de su padre. Candy tuvo que hacer grandes esfuerzos para no reir, esos niños hacían lo que querían con todos.
-Lo siento mamita, fue idea de Gaby...
-¡Mentira! Derek quería encontrar un gusano para el pollito que papá le regaló.
-¡Cállate!
-¡Tonto!
-¡Pecosa horrible!
-Niños, ya basta. Por Dios, es su cumpleaños, todos los invitados están aquí y ustedes está hechos un desastre. Caminen a arreglarse. ¡Ahora!
Dijo Candy fingiendo estar muy molesta, pero en el fondo se divertía mucho con ellos, eran la copia exacta de ella y Terry en sus tiempos del colegio.
-¿Qué pasa aquí?
-¡Papá!
Gritaron los niños eufóricos y se lanzaron a sus brazos.
-Yo los dejé hermosos esta mañana y mira cómo los encuentro.
Se quejó Candy y Terry se rió.
-Papito, Derek me dijo pecosa horrible.
-Derek, ¿no habías dicho que tu mami era la más hermosa?
-Sí, mi mamita es linda.
-Pero mami tiene pecas como Gaby.
-Sí, pero...
El niño se quedó sin argumentos y Candy sonrió al verlo en aprietos.
-Sabes que no pueden pelear, tú eres un hombrecito y tienes que cuidar de tu hermanita y ella tiene que quererte mucho porque tú serás...
-Su defensor.
Terminó el niño la frase con gesto de fastidio.
-Muy bien, ahora dale un besito a tu hermana y vayan con mamá para que los arregle, todos sus primos ya llegaron y los están esperando.
Eso entusiasmó a los niños, Derek le dio el beso a su hermana no muy contento, no le gustaba perder, ella en cambio le dio un gran abrazo que lo derritió y tuvo que corresponder. Candy se los llevó y en media hora los gemelos regresaron como nuevos, ataviados en los nuevos atuendos que como siempre, Eleanor les regalaba.
-Hola niños, pero que grande están.
-¡Tío Stear! ¡Tía Patty! ¡Joseph!
Gritaron los gemelos emocionados. Su tío favorito había llegado con su primito, el pequeño Joseph Cornwell de cuatro años, una versión miniatura de Stear, pero con el cabello del mismo color del de Patty. Los niños les arrebataron los regalos que ellos tenían en las manos.
-¿Y a nosotros no piensan saludarnos?
-¡Tío Archie! ¡Tía Annie!
Los niños se les tiraron encima emocionados a Archie y Annie que venían acompañado de sus hijas. Mira si es irónico el destino, tuvieron unas gemelas, Aline y Amanda, de tres años. Aline tenía el pelo negro y los ojos color miel como su papá, Amanda era castaña, casi rubia y con los ojos azules de su mamá, eran la luz de los ojos de Archie que les complacía cada uno de sus caprichos. Muy pronto la familia crecería, pues Annie tenía cinco meses de embarazo y la pareja deseaba que esa vez fuera un niño, al que querían llamar Anthony en un honor a su fallecido primo.
-¡Sorpresa!
-¡Tío-abuelo!
-¿Cómo que tío-abuelo? Yo soy tío Albert.
Los niños rieron por su maldad, Terry les había dicho que lo llamaran así porque sabía que eso molestaba al rubio.
-Hola, pequeños.
Saludó Karen con la pequeña Rosemary de un año en sus brazos, una copia de ella, pero con los ojos de su papá. Albert llevaba del brazo a William Daniel, de tres años y medio, su pequeño clon, como él lo llamaba, tenía absolutamente todos sus rasgos, poco había puesto Karen ahí. El niño andaba con un conejito blanco en los hombros, la señal más clara de que era hijo de Albert.
Por último llegó Neil Leagan con su esposa Alice y su pequeña hija de cuatro años, Elizabeth, a la que cariñosamente llamaban Eliza, en honor a su hermana muerta. Pero Elizabeth no tenía nada que ver con su difunta tía, ni siquiera el físico. La niña era castaña como su mamá y sus ojos eran ambarinos como los de Neil, era bien inquieta y alegre. En una visita anterior al hogar había regresado a casa sin zapatos y sin lazos en el pelo, se los había regalado a una niña con la que simpatizó en el hogar a la que también le dejó varios de sus juguetes. Ella era el orgullo de Neil, había que ver la adoración con la que hablaba de su pequeña.
-¡Hola a todos!
Saludó Candy alegremente a todos los invitados, de la mano de su esposo.
-Es para mí un honor que estén todos presentes celebrando los cinco años del milagro más grande que me dio mi esposa, disfruten de todo y por favor, dejen que los niños se ensucien.
Dijo Terry, que como padre consentidor, dejaba que sus hijos hicieran y deshicieran cuando se trataba de fiestas, en especial si los homenajeados eran ellos.
-Estás radiante, pequeña.
-Gracias, Albert, tú no te quedas atrás, estás que matas.
-¡Ey! Yo estoy aquí.
Bromeó Karen fingiendo estar muy celosa.
-Tranquila Klaise, tú te mueres por decirme que yo también me veo irresistible.
-¡Já! Ya quisieras tú, Grandchester.
Esos dos no podían evitar fastidiarse y eso que eran mejores amigos y compañeros, Albert y Candy torcieron los ojos resignados.
-Pero que niño tan hermoso, ven aquí hermanito.
Dijo Candy llevándose a los brazos a William Jr. Lo que no supo fue que un par de ojitos azules miraron la escena muertos de celos.
-¿Alguien ha visto a Derek?
Preguntó Stear que tenía un nuevo invento para él.
-Tal vez esté huyendo de tu regalo.
Dijo Terry sarcástico y todos rieron.
-Terry, por favor, vamos a buscarlo y no te burles de Stear.
Lo retó Candy. El niño no aparecía por ningún lado hasta que a Candy se le prendió el foco y lo encontró subido en el padre árbol.
-Derek, baja de ahí inmediatamente.
Ordenó Terry, si algo se podía decir que el niño heredó de su madre fue el arte de trepar.
-¡No quiero!
Contestó desafiante.
-Derek, ¿se puede saber por qué estás molesto.
Dijo Candy con gesto comprensivo.
-Por tu culpa.
Contestó el niño cruzando los brazos.
-¿Por mi culpa?
-¡Sí!
Ladró Derek más que furioso.
-¿Y se puede saber qué te hizo mami?
Preguntó Terry divertido, que ya se imaginaba por dónde iría el niño.
-Ella estaba cargando a Willie, yo la vi.
Candy no podía creerlo, definitivamente Derek era hijo de Terry.
-Mira, Candy, tu hijo es celoso como tú.
Dijo Terry burlón por su ironía.
-¿Como yo? Tú eres el que ni siquiera puede verme con...
-No te hagas, pecosa, me celas hasta de mi madre.
-¿Qué? Terry, estás loco.
El niño miraba la discusión divertido, sus padres se habían enfrascado en su contienda olvidando el motivo que los llevó allí, dejaron su pelea infantil cuando el niño bajó de golpe del árbol cayendo en los brazos de su padre que tenía muy buenos reflejos.
-Derek, mi cielo, tú sabes que eres el niño favorito de mami, y que nunca te voy a cambiar por nadie. No tienes por qué molestarte porque cargue a tus primitos, recuerda que debes compartir y ellos son tu familia.
Dijo Candy con todo el amor del mundo, como lo hacía con Terry, que nada le había quitado lo celoso y todavía le hacía las mismas escenas que su hijo.
-Pero yo no quiero compartir, mi mamita es mía.
-¿Y qué vas hacer cuando nazca el bebé? Tendrás que compartir a mamita con él, además de que también la has compartido con tu hermana.
Dijo Terry refiriéndose al vientre de Candy que tenía seis meses de embarazo nuevamente.
-Pues... cuando nazca, mamá puede devolverlo en el hospital.
Terry se quedó perplejo, pero al rato comenzó a reir.
-Derek, no podemos devolverlo, él será tu hermanito también y tienes que quererlo mucho como quieres a Gaby.
-Está bien... pero no voy a prestarle mis cosas, no voy a prestarle nada.
Candy y Terry rieron, ahí estaba su niño engreído como ella lo quería.
-Bueno, Candy, ¿piensan quedarse aquí los tres de antisociales o se van a unir a la fiesta?
Esto lo dijo Tom, el amigo de la infancia de Candy y Annie, que ahora era todo un hombre apuesto, casado y con dos niños y uno en camino. Todos se unieron a la fiesta y los niños jugaron y corrieron por todo el lugar, la abuela Elroy los miraba desde su silla fascinada, mientras le mostraba a Ann Gabrielle las hermosas peinetas en forma de mariposas que había comprado para ella y la niña las recibió fascinada, parece que había heredado algo del lado vanidoso de su tío Archie.
-Su atención, por favor, es hora de que los niños abran mi regalo.
Dijo Stear y todos fingieron cara de espanto.
Los gemelos fueron corriendo a ver qué era la curiosa caja de madera con estrellitas azules y signos de interrogación.
-Aprieta este botón, Gaby.
Dijo Stear.
La niña lo hizo emocionada. Todos quedaron maravillados con lo que sucedió. Un harlequín salió de la caja impulsado por un resorte y sabe Dios cómo, malabareaba cinco pelotitas de colores seguido de una alegre música que parecía ser la típica "Happy birthday to you". Los niños miraban el curioso payaso con verdadero asombro. Todos miraban fascinados, Stear realmente tenía talento, pero... como todos sus inventos... De repente el payaso comenzó a sacudirse como si se estuviera electrocutando y las bolas que malabareaba salieron disparadas golpeándo al pobre inventor en la cabeza. Todo el mundo murió de la risa. Stear siempre les hacía el día con sus fallidos inventos.
-Bueno, vamos a cantar cumpleaños feliz, antes de que Stear nos mate a todos.
Dijo Terry y Candy le reprendió, pero luego se echó a reir con todos los demás. Cantaron, rieron, bromearon, comieron pastel, la fiesta terminó muy tarde. Todos compartieron felices y en armonía. Todos con sus adoradas familias, con sus sueños hechos realidad, especialmente Eleanor y el Duque, que llegó de sorpresa cargado de regalos para sus nietos, que ya eran dueños de la mitad de todas sus propiedades.
-¡Abuelo Richard!
Corrieron los niños a sus brazos y el Duque lloró de emoción, como cuando nació Terry. Se daba por satisfecho de que la vida le permitiera gozar de esos momentos.
Nunca hubo más desgracias para las familias Grandchester-Andrew, la alegría rondaba dondequiera que pisaban y sus miembros crecían y crecían, formando una gran dinastía que perduraría para la historia.
Fin
Agradecimientos:
Gracias a todas las niñas lindas que me acompañaron en esta aventura de principio a fin. A todas las nuevas lectotras y las que han leído de forma anónima. Gracias a las que me han dejado sus reviews que me dieron el ánimo para seguir, nunca pensé que contaría con tanto apoyo y con tantas palabra hermosas. Las llevo en mi corazón a todas.
Laury Lauryn: Gracias por todo tu apoyo, ayuda y sujerencias.
Letty Grandchester: No sé qué hubiera hecho sin tus ocurrencias, me sacaste muchas sonrisas.
Subuab: Mi gran amiga, tus palabras hermosas y profundas significaron mucho para mí, espero que nos mantengamos en contacto.
Prisiterri: Mi fiel y más joven lectora, muchas gracias por seguirme y hostigarme para que no tardara en publicar.
Verito: La chica de Albert jejeje, es un honor para mi que mi historia se haya ganado tu atención, tus reviews también significaron mucho para mí.
Alinita28: Gracias por la pasión con que me leías aunque ya me tenían algo preocupada tus amenazas. Jejejeje.
Luz Rico: Gracias por seguirme y por el respaldo a mi historia.
Alondra28: Me alegro haberte ayudado a superar tus traumas con la serie, yo también superé los míos al descubrir esta maravillosa página.
Amy C.L : A ti te agradezco todo tu interés en mi trabajo y tus reviews, hasta pronto, amiga.
Dany16: Bienvenida, que bueno que te haya gustado la historia.
Laura: La agradecida soy yo de que te tomes la molestia de leer mi fic.
Malu Uzumaki: No sabes lo feliz que me hicieron tus reviews, me alegra que te haya gustado mi historia, gracias, amiga.
Conny De G.: Gracias por seguirme y por dejar siempre tus reviews.
Serena Candy Andrew Graham: Mis más infinitos agradecimientos por tu respaldo.
Carolina Clarf: Tus palabras de aliento me motivan a mi y a muchas otras a continuar, gracias.
Si se me quedó alguna de ustedes, discúlpenme, tengan por seguro que sí leí y aprecié cada uno de sus reviews.
Hasta pronto, chicas.
Wendy Grandchester