Cuando los demonios sienten
Cap. 5
Las ruinas que proceden a una terrible batalla comenzaban a desaparecer, tan sólo para dar paso a una reconstrucción maravillosa, que significaba el avance y la enorme voluntad digna de una sola especie en el planeta: los humanos. Él reconocía que los demonios carecían de esto, y cuando lo manifestaban solía ser para causar daño, mucho daño; más no para crear algo bueno o noble. Para nada. A pesar de haberse puesto en contra de su propia raza, cerrándoles el paso a un lugar donde conseguiría eso que tanto placer les daba, no se sentía arrepentido. Su amada esposa era la prueba de la gran recompensa que le esperaba, y por eso, ambos decidieron dar un mucho de ellos mismos para mantener la paz en sus vidas.
Sus manos pesaban como miles de kilos de metal ardiendo, sus ojos dolían con furia, y su pecho parecía querer explotar en cualquier momento. Había usado su máximo poder y requería un descanso pronto, pero primero, debía dejar unas cuantas cosas en claro. Miró con admiración y agradecimiento a esas armas que lo acompañaron en múltiples de aventuras, en su extraña elección y en la guerra que finalizó esa noche.
Un favor, necesitaba pedirles un gran favor, y estaba completamente seguro de que las espadas no se negarían.
Se ubicó en el suelo, en una pose típica de meditación, pero el contactar con ellas estando tan débil requería de mucha concentración. Primero, sujetó la katana, y comenzó:
"Yamato, si no fuera por ti, esta batalla la hubiéramos perdido. Te encargo a mi primogénito. Sé que sabrás guiarlo y retener esas ansias de poder y deseos de masacre que inunda nuestra sangre demoníaca. No permitas que Vergil pierda el camino, mucho menos que ese don suyo, herencia de mí amada Eva, caiga en las manos equivocadas. No dejes que Mundus siembre el terror con su semilla a través de él."
Dio un respingo, sintiendo la energía que la hoja delgada emitía y procedió con la siguiente:
"Rebellion, tu eres hiperactiva, y tu amor por la lucha supera a veces la razón, pero eres fiel y poderosa. Te pido que cuides a mi pequeño Dante, desde ahora sé que él será como tú. Contigo aprenderá más de lo que yo podría enseñarle. Ayúdale a encontrar el camino cuando se sienta perdido y hazle ver que lo más ideal para él es permanecer en familia. Sé que ambos sabrán entender y cuidar el tesoro que Vergil puede albergar en su cuerpo. Con tu guía será un guerrero muy sabio."
Su excelente audición le permitió escuchar unos pasos acercándose a él, era ella, su hermosa humana. Era hora de volver e iniciar la vida que tanto habían deseado:
"Destroyer, Muramasa, a ustedes les confío la protección de la siguiente generación. Sé que ustedes podrán cuidar a mis nietos. Confío en todos ustedes".
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La situación era crítica, como una bomba a segundos de explotar en su cara. La llegada de aquel tipo era solamente un indicio de lo que le esperaba en un futuro muy cercano, ¿cómo no tuvo precaución y destruyó a ese bastardo en el instante en que se dio cuenta de que sus intenciones eran cruzar el portal hecho por su padre? Bien, ahora veía que las cosas se ponían en su contra por irresponsabilidad.
Dante sostuvo con firmeza a su amada espada mientras Ebony e Ivory ya proclamaban su permiso para dejar a ese imbécil con miles de agujeros en el cuerpo, pero obviamente no podía hacerlo, o podría atraer más peligros, dejando a su hermano expuesto a una batalla dura. Además, Lady también quedaría en medio y ella era una humana. Sonrió molesto al saber que los eventos se reducían a una simple y absurda venganza, como era típico de los demonios. Por fortuna, él conserva el lado de su madre y la edad le concedió la madurez suficiente para pensar con la cabeza fría:
-Belfegor, ¿eh?-soltó con ira-¿No aceptó que le arruinara su visita al mundo humano?-lanzó de golpe a Rebellion con tal fuerza que el intruso tuvo problemas para esquivarlo. Al caer en un punto distinto, sintió el cañón de Ebony en la nuca-Será mejor que te largues ahora, o sino, esta belleza se encargará de ti-
-Eres muy impulsivo, hijo de Sparda, ¿No te has preguntado los beneficios que podría traerte esto?-las armas de Lady se colocaron en su frente:
-No se saca nada bueno de Belfegor. No intentes engañarnos, bastardo-dijo la chica molesta de esa expresión cínica en su asquerosa cara:
-¡Vaya! Un humano que sabe-se burló-Tu padre estaría muy orgulloso si pudiera verte-aquello la descolocó, un efecto normal cuando la presencia de ese malvado se asomaba en su día:
-¡Basta de estupideces! Dile a tu amo que si se atreve a tocar a Vergil, se arrepentirá de haber existido-su amenaza quedó envuelta en un silencio incómodo que no pintaba nada bueno. Al oír la carcajada de ese intruso, Dante supo que todo se iba al carajo:
-¿En serio? Me pregunto si sabes en qué condiciones está tu hermano ahora-los ojos del cazador se abrieron sorprendidos, y sin esperar algún tipo de explicación, se lanzó a su habitación para asegurarse de que todo estuviera en orden. Lady se mostró alterada, ¿acaso se le escapó algún otro demonio? Esperaba que no, y que Vergil estuviera a salvo, pero por el momento, debía vigilar a esa criatura-Tu amigo no entendió nada-dijo sin más, ella lo miró seriamente:
-¿Qué rayos intentas decir?-
-Que no es ninguno de los servidores de Belfegor, ¿entiendes, chiquilla? Mi señor desea al primogénito de Sparda intacto, con el mocoso adentro y sin daño, pero hay otros que toman medidas más bruscas. Deben cuidarlo de sus sueños, o asumirán las consecuencias-al terminar su advertencia, aquel tipo desapareció abruptamente. Lady reaccionó y lanzó una lluvia de balas para evitarlo, cosa que no funcionó. Lanzó un bufido, sintiéndose estúpida.
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El silencio en ese cuarto era abrumador, y comenzaba a crisparle los nervios. No entendía por qué era malo quedarse ahí, sin hacer nada, mientras que ese par se hacía cargo de lo que sucedía. Además, sentía la tensión sacudir su estómago y las arcadas subir de vez en cuando por su garganta. Odiaba eso. Entonces, percibió algo que sólo su condición demoniaca pudo identificar: un aura oscura y maligna. Vergil sabía, sin entender cómo, que esa energía debía pertenecer a un ser muy superior, tanto en fuerza como en rango. Se levantó de la cama, con su instinto de guerrero aflorando, esperando. Los destellos negros introduciéndose por la ventana llamaron su atención, y supo que debía enfrentarse a eso sin ninguna de idea sobre sus propios medios de defensa.
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Dante abrió la puerta con violencia al sentir una energía oscura chocar contra otra similar, la de Vergil; pero al llegar se quedó pasmado: su hermano sostenía a Yamato con sorpresa. No entendió nada, porque él mismo buscó a Yamato luego de vencer a Mundus en aquella isla. Trish le aseguró que no se encontraba en los lugares en donde hacía sus trabajos, ¿qué sucedía? Y la duda nació al escuchar su llamado, con la misma seguridad con la que solía pelear con él:
-Haz vuelto, Yamato. Has vuelto-su hermano sonrió con nostalgia, sus palabras fueron un aviso extraño para los espíritus que reposaban expectantes en el castillo de su difunto padre.
Continuará…