Notas de autor: Es mi primer fic, pero no he tenido el gusto de jugar este videojuego. Me enamore de los personajes por Ultimate Marvel vs Capcom 3. Espero que les guste y los consejos son bienvenidos n_n

Renuncia: Los personajes de DMC pertenecen a Capcom -creo-

Cuando los demonios sienten

Dante está decidido, su plan se llevó a cabo con éxito, y no le importa si los demás desaprueban lo que él siente. Pues esto que aturde su corazón es lo que está prohibido para los demonios, amor puro.

Dante x Vergil

Cuando los demonios sienten

Los demonios son criaturas de aspecto horrible, crueles, que solo buscan placer a través del sufrimiento de los humanos y cualquier otro ser inocente del mundo. Así eran conocidos, temidos, rechazados. Sin embargo, esa descripción no se adapta a todos los miembros del submundo. Aunque él no entendía muchas cosas, posiblemente gracias a su propia inmadurez, estaba consciente de que en ciertos momentos de la vida, y más aún si es inmortal, la mente se nubla por completo. Es ahí, donde cualquier criatura, sea ángel, humano, incluso demonio, pierde el control de eso que surge desde un punto en específico. El corazón.

¿Acaso el mundo está de cabeza como para que alguien crea la absurda teoría de que los demonios pueden sentir? No, de hecho, los demonios si sienten. Odio, rabia, ambición, pero son tan inteligentes como cualquiera. Por eso saben que, cuando el corazón aparentemente extinto da señales de vida, buscan la manera de mantenerlo como antes, apagado.

Dante Sparda, hijo del legendario caballero oscuro, está al tanto de todo eso. A pesar de que se preguntaba con ahínco cómo un demonio completo, es decir, su padre, llegó a enamorarse de una humana, su madre; jamás indagó en el tema. Los recuerdos de su infancia llegaban a atormentarlo con sólo pensar un poco en ello. Hasta que él mismo lo sintió y por el camino más torcido que se le pudiera ocurrir.

Devil May Cry, ese local extraño al que rara vez llega alguien a solicitar los servicios tan desconocidos que proporciona, permanecía cerrado desde hace unas cuantas semanas. La gente que vivía cerca de ahí habían visto de vez en cuando al dueño de ese sitio. Alto, musculoso, de cabellos blancos con ojos azules, alguien que inducia el miedo pese a tener un carácter sumamente despreocupado. Todos se preguntaban por qué ese muchacho no abrió más su tienda, y lo atribuyeron, obviamente, a la escasa clientela. Sin embargo, las cosas estaban muy lejos de ser así.

Dante, como todos los días de ese último mes, bajó por las escaleras hacia el enorme sótano de su amada tienda, que era más que nada un hogar para él. Lucía ansioso, como sólo el combate logra ponerlo, pero esto cabía en la terminación de "pecaminoso". De seguro sus padres llorarían, o se estarían revolcando en su tumba justo ahora. Su hijo menor había caído en las redes de una obsesión muy fuerte, y no quería desatarse más.

Llegó a una habitación en lo más profundo, la cual mantenía cuidadosamente cerrada. Sacó un manojo de llaves que no sabía para qué puerta servía cada una, pero esa que ubicó rápido era el que usaba con mucha frecuencia en las noches recientes. Abrió la puerta y la imagen de su mayor atentado contra su propia sangre se mostraba con claridad frente a él.

El día en que derrotó a Nero Angelo, Dante pudo ver cómo su cuerpo entero se desvaneció y dio paso a su verdadero ser, Vergil. Dante no podía moverse. Por primera vez en su existencia se había congelado en su sitio. La persona a quien por mucho tiempo deseó ver de nuevo, desde el momento en que su hermano mayor se arrojó al abismo, se mostraba ante él luego de una segunda derrota. Vergil, su Vergil, había vuelto a él.

Al principio se mostró furioso, ¿Acaso esa fue otra treta para intentar vencerlo? Se preguntó, pero descartó la idea luego de llevarlo a su tienda. La situación en la que el cuerpo de Vergil se encontraba era crítica, tenía heridas por todos lados, profundas y largas. Se sintió culpable, sabiendo que él mismo causó la mayoría.

Su hermano mayor tardó en despertar, por lo menos una semana, y al tratar de hacerlo hablar, se negó por completo. Sin emitir ningún sonido de sus labios, Vergil se dedicó a mirar fijamente a su hermano, quien lucía cada vez más irritado, creyendo que jugaba con él. Dante llevaba mucho tiempo guardando cosas en su interior, sentimientos primitivos que rayaron en lo horrible, al menos para alguien que se consideraba parte de los humanos, pero al final no pudo contenerse más. Se lanzó sobre su hermano con tal potencia que lo desconcertó, desgarró la camisa que había usado para cubrir su desnudez, y tomó aquello que anheló en su propia oscuridad. Profanó el cuerpo todavía herido de su hermano, ingiriendo hasta su sombra.

Ahora, en medio de su locura por evitar que escapara, lo tenía ahí, en esa cama mullida, debilitado por la falta de descanso, con ambos brazos atados en un complicado lazo de cadenas a esa cabecera hecha de barrotes. Desnudo, listo para que él pudiera tomar su ser y llegara a ese lugar que tanto presumían los humanos, el cielo.

Cerró la puerta de golpe, echando seguros para evitar cualquier incidente. Poco a poco iba quitándose todo de encima, las armas, sus espadas, la ropa. Se subió con cuidado, pues su hermano yacía profundamente dormido, y se echó a su lado, abrazando su espalda. Suspiró agotado. Esa gama de sentimientos torturaban su mente, su corazón y su alma. Pegó la nariz a su cabello que, a diferencia del suyo, tenía un aroma suave, agradable. Acarició con suavidad su magullada piel, sintiéndola tersa a pesar de las cicatrices. Esta noche no quería poseerlo. Se privaría de su paraíso con tal de admirarlo dormir en sus brazos.

Tan parecidos, tan diferentes. ¿Por qué siendo gemelos, Vergil era tan distinto? ¿Tan ideal para él? ¿Tan perfecto?

Lo vio fruncir el ceño, intranquilo, un tanto alterado, e intentó acariciar su espalda para calmarlo, pero eso no era bueno. Se estaba excitando demasiado, asique decidió estrecharlo más.

"Vergil, Vergil"

-¿Qué me hiciste, hermano mayor?-susurró contra su oído, absorto del mundo exterior-¿Qué me hiciste para que haga esto?-se dijo atormentado, tratando de convencerse de que sus acciones eran correctas. Que él llegaría a amarlo de igual manera pero, ¿Cuánto tiempo más debe pasar? Al paso que iba, Vergil terminaría muriendo en sus brazos. Con las heridas aún abiertas, al no tener nada de cuidado cada vez que toma su cuerpo, y el agotamiento extremo, el mayor de los Sparda tenía fiebre altísima todos los días. Además, todo indicaba que su transformación en Nero había apagado gran parte de sus poderes demoniacos. ¿Qué podía hacer? No tenía humor de explicarle nada a Trish o Lady. Lo mejor era dejarlo tranquilo pero… Dante no quería eso. No iba a dejarlo ir jamás.

La media noche, Vergil había despertado. Dante no consiguió detenerse a tiempo. Para cuando se dio cuenta, ya estaba penetrando ansioso a su hermano mayor. Su miembro erecto tocaba ese punto prohibido del mayor, haciéndolo gemir ligero, cerrando los ojos por el dolor y el placer que el cazador le provocaba. Luchó de nuevo por liberarse, sabiendo que era más que inútil. Dante subió una de sus piernas a su hombro derecho, para llegar más allá, arrebatándole un grito suave de sus labios:

-Vergil…-lo llamó, acercándose a su rostro-Mírame…-le pidió con un beso, pero él no lo hacía-Vergil… Mírame-conforme aumentó el ritmo de las embestidas, podía sentir el cuerpo debajo suyo temblar impetuoso, sin ningún control hasta que sucumbió en el clímax, manchando de semen su torso débil.

Amaneció. Dante se mantenía sentado a la orilla de la cama, con ese gesto de angustia en su rostro. Algo tenía que hacer. Entonces, vio que Vergil volvía a despertar, intranquilo. Se levantó, alejándose de golpe hasta pegarse a la pared, intimidado por esa mirada que lo enamoraba:

-Vergil…-trató de preguntarle por su estado, pero no tuvo el valor:

-¿Quién…eres?-susurró con un hilo de voz, desconcertando al menor:

-¿Qué…?-fue todo lo que dijo ante esas palabras, y esa mirada cansada pero pacífica.

Continuará…