Aquí está el final del fic. Costó su trabajo, pero estoy más que satisfecha con el resultado. Por el momento no tengo demasiado qué decir… me siento algo taciturna hoy. En fin, los invito a leer.
Como siempre, ni One Piece ni sus personajes me pertenecen a mi sino a su creador, Oda-sama (*-*) lo único mío aquí es la historia que llega ya a su final.
Por ahí me pidieron lemon. Bien, lo tendrán xD pero eso no significa que no habrá drama.
Canciones de este capítulo: One Night, de The Goo Goo Dolls y Private Parts de Halestorm.
Nos leemos más abajo!
Por Instinto
Capítulo 12 (Final): One night
Al ver lo que decía el interesante letrero de aquella pequeña y alejada construcción las reacciones fueron varias: Nami se puso roja, Ussop casi se desmaya, Chopper abrió los ojos, muy sorprendido, Franky comenzó a reír de manera juguetona, Brook se puso a bailar, Luffy no entendió qué estaba pasando y Sanji casi se lanza a golpear a Zoro, encendido de coraje.
Se acercaron un poco más para observarlos mejor. No entraron en seguida al lugar, más bien se quedaron algunos minutos allí afuera, como inspeccionándolo. En algún punto, Zoro se acercó a Robin y ella le dijo algo al oído, en voz verdaderamente baja, lo que hizo que los Mugiwara tuvieran aún más curiosidad y todos juntos, dieran un paso más adelante, encimados unos en otros entre los arbustos.
De pronto Nami sintió que su pie se hundía y que quedaba atrapada en algo que la obligaba a pegarse con sus amigos. Ese algo los levantó del suelo a todos y los dejó colgados aparatosamente de la rama de un árbol.
Se trataba de una red de cacería que Franky en seguida reconoció.
-¡Esta es una de mis mejores redes!- gritó un poco enojado y los demás se movieron incómodos por la manera en que su enorme cuerpo se estremeció con el movimiento de sus pulmones.
-¿Cómo rayos llegó aquí?-preguntó Sanji, mirando acusadoramente a Luffy, que estaba encima de él.
-¿Qué tengo que ver yo?
-¡Entonces fue Ussop!
-¡Yo no toco las herramientas de Franky sin su permiso!
Y todos comenzaron a discutir desordenadamente hasta que escucharon unos pasos provenientes de los arbustos donde habían estado escondiéndose. Y fue entonces que vieron a Robin y a Zoro mirándolos.
Increíblemente, Zoro estaba vestido bastante decente. Traía unos pantalones de una tela, al menos en apariencia, muy fina, como los que usualmente vestía Sanji. No tenía camisa, sino una camiseta, pero se veía bastante bien con el saco negro encima.
Robin lo sujetaba de la mano. Ella traía un vestido color azul oscuro, pero era mucho más normal verla a ella así de bonita. No era lo mismo con Zoro. Parecía algo extraño, o ajeno, pero la expresión en su rostro lo decía todo. Ese era Zoro, y a decir verdad, no estaba nada contento.
-Pues tenías razón, Robin- dijo Zoro en un tono burlón, que después cambió a uno acusador y enojado, inclinándose en dirección a sus compañeros- nos estaban espiando.
-Claro que no- se quejó Nami, pero como si la mentira le provocara un fuerte karma en su contra, sintió uno de los cuernos de Chopper clavándose de una forma muy molesta en su costado- ¡Déjenme algo de espacio!
-¿Crees que estamos todos muy cómodos, nena?
-¡Zoro, Robin!-sollozó Ussop- ¡Sáquennos de aquí, por favor!
Zoro dejó escapar una risa.
-Franky sabe muy bien cómo salir. Arréglenselas.
Robin sonrió, y les hizo una seña de adiós con la mano mientras ambos se daban la vuelta para salir de allí.
Los Mugiwara solo los vieron alejarse.
-Franky…-habló Sanji, enojado con Zoro y triste por Robin- ¿De verdad sabes cómo sacarnos de aquí?
Franky dejó salir un suspiro e inclinó un poco la cabeza mientras sacaba un desarmador de entre sus cosas.
-Sí, pero sin la herramienta especializada puede tomar unas horas.
Después de las palabras de Franky lo único que se escuchó en la quietud del bosque, aparte de los grillos y otros insectos, fue un suspiro colectivo, soltado por el grupo apelmazado e incómodo que ahora eran los Mugiwara.
Eso, y un familiar gruñido de estómago que solo anunciaba que ese sería un rato de lo más difícil.
-¡Tengo hambre!- gritó Luffy haciendo que se sintiera a los animales asustados corriendo entre los árboles, seguido de otro escandaloso suspiro.
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Zoro se dejó guiar por Robin para salir de allí y volver a la tranquila población. El sacerdote tenía razón, no era un lugar muy escandaloso ni turístico, pero la verdad era que tampoco era un lugar que fuera poco amigable para los turistas.
Encontraron un agradable restaurante y pidieron la cena.
No hablaron de nada. Sus manos se entrelazaban por debajo de la mesa, y se habían sentado muy juntos, no frente a frente, sino uno a lado de otro, cerca.
El silencio para cualquier otra persona hubiera sido poco alentador, pero no para ellos. Y haberse librado de sus compañeros por un rato auguraba un par de horas bastante tranquilas por delante.
Zoro levantó su vista hacia Robin en una oportunidad y la observó por un segundo. Había algo diferente en ella y lo había notado en incontables ocasiones desde que le ayudara a recobrar sus sentimientos, pero no sabía cómo decírselo ni cómo preguntarle sin sonar inseguro, o ridículo. Lu último que deseaba era fastidiarla y que se apartara de su lado por algo así.
De modo que siguió comiendo, sobre todo más tranquilo una vez que ella levantó su vista también hacia él y le sonrió con ternura.
-¿Ocurre algo?
Él negó con la cabeza y también continuó comiendo.
Cuando terminaron y salieron de allí, continuaron su camino hacia el barco, preguntándose si sus compañeros habrían logrado salir de la trampa y estarían ya en el barco.
Sin embargo al llegar allí todo estaba bastante tranquilo.
Zoro ayudó a Robin para que subiera la rampa con la mayor comodidad que fuera posible, siendo, como pocas veces lo había sido antes, todo un caballero.
Estaba nervioso. Había estado pensando en la cuestión de seguir durmiendo junto de manera bastante insistente desde que salieran de la casa del sacerdote y no estaba seguro de cómo planteárselo a Robin. Lo cierto era que se había acostumbrado demasiado a tener a esa mujer con él, tan cerca. Le gustaba mantenerla tibia entre sus brazos y quedarse con el aroma de su piel pegado todo el día. Le encantaba poder observarla dormir, y que al despertar en medio de una pesadilla (había tenido dos o tres recientemente) ella estuviera allí, durmiendo tranquilamente, y que él pudiera abrazarla con un poco más de fuerza, aspirar su cabello o su cuello y seguir durmiendo tranquilo.
Le hacía tanta falta.
Era un poco extraño si lo pensaba. Era como si ahora la amara mucho más de lo que ya la amaba antes de que ocurriera toda esa aventura con el espíritu, pero de una forma diferente.
Entonces la amaba. La quería con muchísima fuerza y tenía un grado de pasión tan grande en su cuerpo con respecto a ella…pero ahora, ese sentimiento, ese amor, había sido recubierto de una gran necesidad.
Zoro no amaba a Robin en el sentido más simple de la palabra, también la necesitaba.
Necesitaba saber que estaba bien.
Necesitaba verla.
Necesitaba oír su voz.
Necesitaba tocarla.
Necesitaba besarla.
Una vez que estuvieron en cubierta, Zoro lanzó una mirada a su alrededor y no pasó mucho para que comprendiera que realmente se encontraban solos en ese lugar.
Se sentía nervioso, pero en realidad, era el nerviosismo más delicioso que podría llegar a sentir. Estaba con Robin. Estaban juntos. Estaban solos en la tranquilidad del barco.
Y él no sabía qué más podría decirle.
Porque ya se había disculpado de todas las formas en que podía hacerlo. Se lo había dicho una y otra vez. Habían hablado de lo ocurrido ya demasiadas veces y Robin siempre estaba igual de tranquila; que no se preocupara por ella, que todo iba a estar bien entre ellos, que ella había actuado así porque era lo que tenía que hacer, que ella sabía que él nunca lo hubiera dejado sola en esas circunstancias..
Y era verdad, pero eso no quería decir que Zoro deseara que Robin pasara por algo así por su culpa.
Culpa. Esa era la palabra. Zoro sentía una terrible culpa.
Por supuesto que eso no era lo único que sentía. Desde que había recuperado sus sentimientos había experimentado en las noches fuertes pesadillas. Durante el día se había mantenido algo alejado de sus amigos, ya que lo atacaba un temor constante de perder la razón una vez más y atacarlos sin motivo. Se había acostumbrado tanto a que sus sentidos como el tacto y el gusto se hicieran poco sensibles, y que en cambio la vista, el oído y el olfato se hipersensibilizaran, que ahora le costaba caminar cuando estaba oscuro porque ya no distinguía las cosas como antes, mientras que por otro lado los sabores de la comida causaban estragos en su lengua y su piel era demasiado sensible a cualquier contacto, rasguño o toque.
Por el momento era una timidez bastante ridícula la que lo estaba haciendo temblar ante la perspectiva de decirle cualquier cosa a Robin. Ella caminaba tranquila, aun tomándolo de la mano, a través de la cubierta. Cuando sintió que caminaba un poco más despacio que antes, ella volteó a verlo, con una sonrisa tierna e interrogante.
-¿Ocurre algo?
Zoro tenía los ojos muy abiertos, y sus labios apenas ligeramente separados como si fuera a decir algo, cualquier cosa. Sin embargo, no dijo nada. Únicamente se acercó a Robin y la abrazó fuerte. La estrechó contra él lo más cerca que pudo y escondió la cara en su cuello.
Aún le inquietaba que estuviera tan fría. Aún le inquietaba su manera de hablar y de mirar, pero estaba decidido a esperarla lo que fuera necesario para que ella le dijera por sí misma lo que estuviera ocurriendo.
Robin correspondió al abrazo, sujetándolo igual de fuerte. Temía mucho esos brazos, tan fuertes y tan cálidos. Pero ahora estaban alrededor de ella y no podía hacer más que corresponder. Sentía como si estuviera hecha de hielo, de forma que se fundiría por completo si Zoro la mantenía así por demasiado tiempo. Pero sabía que no iba a pasar. Aunque sintiera que se estaba deshaciendo, seguía completa, seguía fría, pero mientras tanto, los brazos de Zoro se esforzaban por darle calor y eso era maravilloso, en cierto modo, para ella.
Se separó un poco de él luego de unos segundos. Sujetó su cara con una mano y dejó el otro brazo alrededor del musculado cuerpo, mientras lo veía a los ojos y sonreía.
-Claro que ocurre algo. Dímelo, sabes que puedes hacerlo.
Zoro cerró los ojos y juntó su frente con la de ella. A Robin le pareció repentinamente cansado.
-Quiero decirles a los demás acerca de lo nuestro.
-Me parece que lo tienen más que claro- comentó ella con una sonrisa ligera, pero desistió de ello cuando él le devolvió una mirada profunda y seria que la hizo sentir de nuevo como si se derritiera.
-Quiero que lo sepan con la mayor certeza. Y no quiero volver a separarme de ti. Quiero que estemos juntos todo el tiempo que sea posible, no quiero alejarme de ti… quiero que podamos dormir juntos, quiero besarte, yo…yo…
Dios, se sentía tan patético, tan débil, tan expuesto. Tuvo que voltear la cara y apretar los dientes cuando sintió un exagerado calor subir por sus mejillas. Él no estaba acostumbrado a ese tipo de cosas, él no era el tipo de persona que hace esa clase de declaraciones así nada más, él no era tanto de palabras, pero por algún motivo sentía que necesitaba decirle todo eso a Robin, más que los demás lo supieran, quería que ella estuviera plenamente consciente de lo que ella significaba para él ahora.
Un beso suavemente puesto sobre la comisura de sus labios lo obligó a voltear la cara de regreso a ella.
Robin no estaba segura de lo que podría hacer para hacerlo sentir bien, pero había decidido firmemente que lo intentaría. Al menos, lo intentaría, con todas sus fuerzas. Después de unos segundos, Siguió sujetándolo de la mano, pero continuó caminando unos pasos delante de él, guiándolo.
Cuando llegaron a su destino, decidió explicar.
Se encontraban frente a la entrada de la bodega.
-Una parte sigue habilitada como habitación, ¿recuerdas?...podemos quedarnos aquí en lo que hablamos con los demás. Yo tampoco quiero…separarme de ti- esto último lo dijo volteando a verlo sin borrar esa sonrisa de su rostro, y esto hizo que el corazón de Zoro latiera mucho más fuerte y tuviera que retener su impulso de abrazarla, porque no quería dañarla, tenía demasiado miedo de lastimarla y alejarla de él.
Robin abrió la puerta de la bodega y pronto se encontraron frente a la otra puerta que entraba a la pequeña habitación.
Zoro sintió una especie de nudo en la garganta cuando la vio. Robin lo miraba; se había percatado de lo incómodo que estaba y de que ahora fruncía el ceño.
-No me gustaba estar aquí- dijo sin que ella tuviera que preguntarle, más bien se diría que estaba hablando consigo mismo-, bueno, no podía gustarme, pero no me sentía cómodo.
Robin miró a la puerta y suspiró.
-¿Por qué crees que no te sentías cómodo?
-Sentía que me ahogaba. Y estaba solo. Excepto por el día en que dormiste conmigo.
-También estoy contigo ahora- ella volteó, buscando darle confianza- y no me iré, lo prometo.
Zoro asintió, sin sentirse muy conforme, pero mucho más tranquilo que antes. Después de todo, en esos días que había pasado sin sus sentimientos, Robin, su cercanía y sus deseos se habían convertido en su principal motivador. Si había aceptado quedarse a dormir allí en esos días había sido únicamente porque sabía que eso era lo que ella quería. Aunque después de unos días sus necesidades se salieran de control y tuviera que satisfacerlas casi por la fuerza, al principio ella había sido lo que regulaba todo lo que ocurría dentro de él.
Entraron en la pequeña habitación y Robin cerró la puerta tras ellos.
-Franky me enseñó a cerrarla por dentro- le explicó mientras activaba el mecanismo- No podrán abrirlo desde afuera así que no nos molestarán si vuelven al barco. Supongo que quieres algo de paz para descansar, ¿No es así?
Zoro asintió, pero no encontró fuerzas para decirle que ella era su paz. Ella era todo lo que él necesitaba en ese momento para tener una noche de sueño tranquilo y reparador. Había mirado de reojo, y de pronto vio que a diferencia de antes, pegada contra la pared había una cama matrimonial. Obra de Robin en complicidad con Franky, supuso.
¿Por qué demonios se sentía tan nervioso? después de todo, Robin y él ya llevaban un par de días durmiendo juntos y nada malo había pasado. Había sido todo de lo más cómodo y reconfortante y no había razones para que eso cambiara.
Se dio la vuelta y se acercó a ella, que estaba terminando de cerrar la puerta. La tomó en brazos lentamente, y la levantó del suelo, acunándola contra él con toda la suavidad y el cuidado que era capaz de emplear.
Robin rio con suavidad mientras le pasaba los brazos alrededor del cuello, y lo miró atentamente a los ojos mientras avanzaban hasta la cama.
Zoro la tendió despacio sobre las sábanas, sintiendo la facilidad con que ese cuerpo se amoldaba a él y al colchón mientras se inclinaba sobre ella, apoyándose en las manos y en las rodillas para no aplastarla bajo su peso ni causarle molestia alguna. La besó despacio, y sintió esos húmedos y fríos labios moverse y acompañar sus movimientos. Se separó. La miró un momento y sintió que algo se partía dentro de él.
Robin no mostraba nada. Si sus labios estaban congelados, el azul de sus ojos ahora se asemejaba al hielo, y su piel… su piel parecía palidecer y enfriarse un más de lo que ya estaba. Esto lo asustó.
-Zoro… ¿Por qué te detienes?
Él negó con la cabeza, pero se vio completamente imposibilitado de contestar algo coherente. Robin comprendió su turbación, y aunque no le costó nada pedirle lo siguiente, sí le costó hacer que sonara auténtico, o al menos suficiente para él.
-Entonces bésame, Zoro.
Tenía los ojos entre cerrados. Los labios brillantes, parecían más rosas y deliciosos que nunca cuando Zoro se inclinó hacia ellos, un poco dudoso. Robin cerró los ojos por completo y abrió los labios un poco más y cuando lo hizo a Zoro le dio la impresión de que se entregaba. Y él sucumbió a la tentación. Se inclinó y la besó con la misma ternura de antes, que se consumó cediendo al deseo cuando sintió la lengua de Robin forzando la entrada a su propia boca, y sus manos acariciándolo tentadoramente, invitándolo a más, mucho más.
Cortó el beso, dejando salir, para su disgusto, un ligero gruñido de placer. Maldita fuera esa hipersensibilidad, que ahora no le permitía mantener un poco su dignidad ni su control.
-Robin…detente, por favor- gruñó de nuevo, junto al oído de su compañera, y ella se estremeció al sentir su respiración caliente en su cuello.
-¿No quieres?- preguntó fingiendo inocencia, metiendo las manos en su camisa para sentir bajo sus dedos las líneas de cada uno de los músculos del cuerpo perfecto de su compañero. Él se curvó un poco sobre ella, sin dejársele caer encima. La estimulación no había sido demasiada, pero él se sentía excesivamente deseoso de ella.
-Claro que quiero- volvió a mirarla a los ojos y dudó un momento- pero no sé…no sé si tu….
-Aquí el único que actúa como si no quisiera eres tú- le interrumpió con una sonrisa más que retadora, y Zoro se tambaleó cuando tomó una de sus manos y la comenzó a mover sobre su pecho, como mostrándole exactamente lo que quería, acompañando cada movimiento guiado con una aceleración en su ritmo respiratorio, un suspiro o un gemido suave y tentador.
Fue entonces que decidió que no iba a seguir restringiéndose. Llevaba demasiado tiempo deseando esto como para seguir postergándolo por inseguridad, sobre todo ahora que era la misma Robin quien prácticamente lo estaba retando a hacerlo.
Respiró profundamente. Había decidido que ante todo la haría feliz. ¡Y con un demonio!, la haría disfrutar como nunca antes. No dejaría que terminara la noche sin haberla hecho tocar el cielo una y otra vez. De eso estaba más que convencido.
Ahora, comenzó a ver el cuerpo de su compañera como si se tratara de un altar. Comenzó por besar su frente, un beso largo y lleno de calor y amor, que hizo que Robin abriera mucho sus ojos por la sorpresa que le provocaba. Cuando él despegó la frente de sus labios, la miró y le sonrió. Luego bajó a su oído. Pasó una mano por su nuca y la sujetó con cuidado mientras se acercaba cada vez más. Procuró que sus labios rozaran su lóbulo cuando habló.
-Espero que no te arrepientas. A partir de este momento, no creo que pueda detenerme aún si lo intentara.
Al separarse un poco de ella, sintió como se aferraba a su cuello para levantarse hacia él y besarlo profundamente. La sujetó de la espalda para mantenerla erguida hacia él pero no tardó en regresarla a la cama y soltarla de su cuerpo.
Ella lo buscó de nuevo. No lo podía evitar, se sentía descontrolada y hambrienta de él, no podía prescindir un momento más de su cuerpo y Zoro continuaba despacio, tan despacio que resultaba excitante y frustrante al mismo tiempo.
Retrocedió entonces en la cama cuando sintió los dedos de Zoro sobre sus labios, como si le pidiera que aguantara un poco más, sin dejar de verse a los ojos un solo segundo. Tomó esa mano, besó sus dedos con una pasión desenfrenada y comenzó a hacer lo mismo que antes, guiándolo para que la tocara.
Se recostó de nuevo en la cama sin soltarlo, dejando la mano de su compañero fuertemente presionado en su pecho, esperando a lo que fuera que él quisiera hacer con ella ahora. Temblaba ante la expectación, y cada vez que se acercaba, aunque fuera un poco a ella, parecía que le faltaba el aire y que en cualquier momento iba a colapsar. Y Zoro seguía tomándolo con demasiada calma.
Luego de haberla dejado de espaldas en la cama con toda la delicadeza de que se creía capaz, decidió que comenzaría deslizando sus manos por su cuello y sus hombros, y después por sus brazos. La piel de Robin reaccionó en seguida mientras su respiración se volvía un poco entrecortada. A Zoro lo asombró y al mismo tiempo lo paralizó la facilidad con que podía hacer enchinar la piel de su amante, pero no se detuvo mucho tiempo pensando en ello. Buscó los botones que cerraban el vestido por la espalda y los fue liberando uno por uno, y mientras la piel de la espalda de Robin iba quedando descubierta él iba pasando sus dedos por encima despacio. Se inclinó para besarla de nuevo mientras lo hacía y se decía a sí mismo: "autocontrol, autocontrol".
Recordó vagamente la cueva a donde la había llevado luego de sacarla del pozo en el que la vio caer. Recordó lo difícil que le fue encender la fogata y lo sorprendentemente fría que estaba su nakama (en aquellos días, una piel más cálida era lo habitual en ella), de modo que quitarle la ropa helada y húmeda fue lo primero que se le ocurrió hacer.
Claro que el deseo se lo llevó por delante y en pocos minutos no pudo contenerse más de tocarla y besarla, pero al notar que ella no estaba bien para algo así encontró fuerzas en su interior para no hacer nada más que abrazarla y seguirla besando ligeramente.
Ahora pasaba lo contrario que en aquella ocasión. Robin le pedía continuar y él no sabía exactamente qué hacer, así que se estaba dejando llevar poco a poco por las ideas que pasaban en su cabeza cada vez que veía un poco más del cuerpo descubierto de la hermosa mujer.
Finalmente pudo sacarla completamente del vestido. Se inclinó sobre su cuello y comenzó a besarlo delicadamente, recordando la cantidad de veces que la había mordido y lastimado por ser tan bestia. Hasta en sus más ligeros movimientos estaba actuando con algo de culpabilidad.
Continuó besando la línea de sus hombros, y luego sus senos por encima del sostén.
Robin, ya un tanto desesperada, trató de quitárselo, pero él la sujetó con firmeza de las manos sin permitírselo.
-Si sigues así tendré que atarte- bromeó, sonriendo de una manera que le arrebató a Robin el aliento. Pero no se dejó intimidar.
-Puedes hacerlo si crees que me gustará más…
Zoro se quedó mudo ante la proposición, pero fingió no haberle puesto atención. Siguió besando poco a poco la parte visible de sus senos y por el espacio entre ellos mientras le sujetaba firmemente las manos. Sentía los esfuerzos que ella hacía por moverlas pero no la soltaba.
Dejó un camino de besos y succiones por su estómago y lo mismo hizo en su bajo vientre, sin acercarse mucho a la zona cubierta por la ropa interior. Ella seguía removiéndose como si la ropa que quedaba en ella le molestara demasiado, pero él no se detuvo ni le soltó las manos.
Mientras tanto, la escuchaba suspirar ligeramente y gruñir de frustración cada vez que él pasaba la lengua por su piel en sus puntos más sensibles. A estas alturas toda su piel era sensible y necesitaba un alivio pronto.
Zoro volvió a subir hacia su rostro y se acercó para besarla, y sintió un vuelco en su estómago al darse cuenta de que los labios de su compañera se movían desesperados, tratando de aumentar el contacto mientras él la torturaba con apenas un ligero roce de los suyos contra los de ella. Parecía necesitar ahondar el beso a cualquier costo y él no la hizo esperar demasiado. Presionó sus labios un poco más fuerte contra los de ella y comenzó a explorar su boca con la lengua. Nunca antes se había percatado de lo delicioso que podía ser un beso, compartir de esa manera el aire con alguien más, acompasar los movimientos de sus labios con otros que también lo deseaban, sentir tal calidez aún de unos labios tan fríos.
No se separaron. Parecía que todo el acto de amor en que estaban se había condensado únicamente en ese beso, que ninguno de los dos deseaba terminar.
Zoro al fin se decidió a deslizar sus manos por la espalda de Robin y desabrocharle el sostén. Se lo quitó deslizándolo suavemente, y con toda intención, mientras lo hacía, dejó que su entrepierna rozara contra Robin, que se puso todavía más tensa al sentirlo. Solo entonces cortaron el beso, pues fue cuando Zoro comenzó a bajar hacia sus pechos otra vez para apoderarse de sus pezones, tomando uno con sus labios y otro con su mano, los estimuló haciendo que ella gimiera al sentir como si un choque eléctrico le recorriera y le paralizara todo el cuerpo de adentro hacia afuera. Le abrazó la cintura con las piernas para alargar el contacto de sus intimidades aún por encima de las telas y comenzó a jalonear el saco y la camiseta que traía Zoro para quitárselas, estaba demasiado vestido y ella estaba demasiado desnuda y ya no podía más con la sensación.
Zoro desatendió un poco a Robin para complacerla, se incorporó ligeramente deshaciéndose del saco y de la camiseta pero no permitió que ella tomara el control. Se quitó también los pantalones y los bóxer y a ella también la desnudó por completo. No le dio tiempo de hacer nada porque en seguida volvió a donde se había quedado. Comenzó a besar y a mordisquear el otro seno mientras su mano acariciaba el que había atendido antes.
Robin no paraba de suspirar y de pedirle más. Zoro se sentía extasiado únicamente de escuchar todos los sonidos que salían de sus labios y de ver y saborear el sudor que recorría su piel, que ahora se había enrojecido y cada vez estaba más cálida. Se encendió mucho más al pensar que el responsable de ese calor era él, él y nadie más, y que mientras más pasaba, más suya era la arqueóloga, más suyos eran su cuerpo y su vida y eso era algo que nadie iba a poder cambiar nunca.
Sintió las piernas de Robin deslizarse alrededor de su cintura, pero la detuvo y le sonrió con confianza.
-Tranquila…no hay prisa- susurró contra su piel mientras se seguía deslizando, besando sus costados y acariciando su espalda.
Robin gruñó, cada vez más deseosa y frustrada, ¡Claro que había prisa! ¿Cómo era que Zoro no podía notarlo?
Le ardía la piel, el aire en sus pulmones quemaba y el cuerpo de Zoro era como una llama que la recorría y la consumía cada vez más.
Pero sentir cómo la besaba y la acariciaba solo aumentaba aún más la sensación. Su piel se sentía tan viva y tan cálida, tan perfecta. Y esa voz. Esa voz suya retumbándole en los oídos cada vez que le decía algo, cada vez más perdido en su propio placer, cada vez le era más difícil controlarse y eso ella lo sabía bien y esperaba ansiosa el momento en que simplemente no pudiera más y se decidiera a terminar con lo que tantas veces habían empezado y no habían sido capaces de concluir.
-Dime qué es lo que quieres- murmuró él entonces, acercándose a su rostro. Robin lo miró por un momento antes de jalarlo hacia ella para que pudiera escucharla, porque sentía que cualquier cosa que tratara de decir saldría de su boca sin voz.
Zoro se estremeció al sentir la petición dentro de su oído y cómo ella comenzaba a morderle el cuello salvajemente, como seguramente se había sentido cuándo él le había hecho exactamente lo mismo en al menos dos ocasiones antes. No le hizo caso al dolor que sintió sino al extraño placer que le brindó sentirla mordiendo con tanta fuerza.
-Bien, lo haré.
La sujetó firmemente y la recargó de espaldas contra la pared que estaba junto a la cama. Una vez allí, le sujetó las manos, entrelazándolas con las suyas, pegó su frente a la de ella permitiendo el contacto visual y le dio otro beso suave en los labios, esperando a que ella se moviera como quisiera.
Robin otra vez envolvió la cintura de Zoro con las piernas, sin encontrar esta vez ningún tipo de impedimento. Primero dejó que su entrepierna se encontrara con la de su compañero sin ir más allá. Los roces se hicieron cada vez más veloces y apremiantes mientras ellos no dejaban de mirarse a los ojos, perdiéndose en el contacto y besándose una y otra vez, lo más breve posible, tentándose mutuamente y dejando lo mejor para después.
Hubo un momento en que ni siquiera podían besarse porque la expectación los mantenía gimiendo y suspirando. Sus labios no podían encontrarse sin buscar profundizar el beso y era precisamente lo que estaban buscando posponer otra vez. Zoro pegó su frente a la de Robin ahora con mayor fuerza y fue cuando ella asintió.
-…ahora….- pidió con la voz entrecortada y cerró los ojos con fuerza mientras le arañaba la espalda al espadachín porque no tuvo que hacer su petición dos veces. EL miembro de su compañero comenzó a adentrarse en ella sin ningún problema pero aun así, despacio, y Robin adivinó que era así como debía sentirse el peor de los castigos que podían darle; una oleada de sensaciones deliciosas que no encontraban su culminación porque su amante estaba determinado a torturarla y hacerla llorar de placer cuando llegara el momento.
No le importó que seguramente las uñas de Robin le habían sacado sangre de la espalda. Lo único que podía sentir en ese momento era cómo ella se aferraba a él y como se sentía cada vez más envuelto en la calidez que de pronto había inundado el cuerpo de su mujer, y se sintió maravilloso poder verlo así ahora, ella era su mujer, lo mismo que él era de ella completamente.
Al principio todo se volvió quietud. Los dos cuerpos se sujetaron con mucha fuerza respirando agitados, los corazones parecieron acompasarse y los labios se habían detenido en medio de un profundo beso. La quietud duró unos pocos segundos que se sintieron como horas, deliciosas horas.
Deshicieron el beso cuando Robin se separó un poco.
-Déjame ir arriba- pidió con una sonrisa más, y Zoro, que no buscaba más que hacer lo que ella deseara, asintió.
La sujetó firmemente a él mientras se movía y regresaba su espalda a la cama. Tenía una visión maravillosa del cuerpo de su compañera y de su rostro dulcemente perdido en lo que hacían.
Ella no se tomó ninguna prisa. Comenzó a moverse despacio, un poco hacia arriba y luego de regreso. Apenas dejaba que el miembro de Zoro saliera un poco de ella y lo hacía volver a entrar después. Plenamente consciente de cada uno de los movimientos que efectuaba, los repitió varias veces, mirando fijamente el rostro de su compañero tensarse cada vez que ella se levantaba o se dejaba caer un poco sobre él. Sus movimientos se fueron haciendo más largos y más rápidos, comenzó a sentirse agitada y comenzó a gemir cada vez con más fuerza mientras Zoro también lo hacía, y esto solo consiguió hacerla sentir más excitada que nunca.
Se detuvo abruptamente cuando supo que estaba al borde. Aún no era momento, decidió, y se quedó quieta, repasando mentalmente todas las sensaciones que recorrían a su cuerpo en ese instante. El aire dentro de la habitación estaba frío, pero el que rodeaba su cuerpo y el de Zoro era por demás cálido. Sus manos apoyadas en el pecho de su amante necesitaban tocarlo, casi lo pedían a gritos, pero las necesitaba allí para no caer ni hacer un movimiento brusco que hiciera difícil su objetivo. Mientras tanto las manos de Zoro la recorrían de arriba abajo, arrancándole más suspiros incluso ahora que se había detenido. Por otro lado, nunca en la vida se había sentido más completa que en ese instante, como si Zoro perteneciera específicamente a ese lugar, a ella desde siempre.
Movió un poco la cadera, arrancándose a su amante un gruñido más salvaje que los anteriores que la obligó a sonreír. Siguió moviéndose despacio, castigándolo por haberla torturado, y después de escucharlo gemir y gruñir dos o tres veces más se detuvo de nuevo. Un escalofrío le recorrió la espalda explotando en un poderoso orgasmo cuando Zoro se incorporó de golpe hacia ella y recorrió con su lengua el espacio entre sus senos hasta apoderarse de uno de ellos, para morderlo y succionar con fuerza. Lo sujetó fuertemente, sin dejarlo ir, pues la sensación no se limitaba a su sexo sino a toda ella, sus brazos, sus piernas, todo su cuerpo fue recorrido por el temblor y el calor e incluso se sintió llorar por el poder insano que la derrumbó sobre Zoro.
Zoro sujetó el cuerpo de Robin contra el suyo y la depositó de regreso en la cama. Ella no había recuperado su respiración, e incluso se seguía moviendo un poco por los últimos trazos del orgasmo recorriendo su cuerpo. Extendió sus brazos hacia él y Zoro supo que era una invitación para acercarse y besarla más.
-Ahora tú…- le dijo ella antes de juntar sus labios y Zoro entendió perfectamente lo que ella deseaba. Comenzó a moverse, ahora a su propio ritmo, embistiéndola con un amor que hasta ese momento era desconocido para él, que no se creía capaz de sentir así alguna vez. Ella yacía en la cama completamente entregada, se sentía delicioso y sobrenatural, pero lo mejor era que el beso estuviera tan acompasado con su unión y que Zoro no la dejaba casi moverse por su cuenta, pero eso estaba bien, le gustaba, ya había hecho ella lo que había querido y ahora era turno de él, que tenía más que claro cómo moverse para hacerla cada vez sudar más, respirar menos y aprender a mantener el aire en sus pulmones mientras se besaban y algo de cordura en su mente mientras sentía como la hacía suya.
-Mmmm…Robin… me… perteneces….Robin…
Sus ideas ya no hacían una conexión coherente y esas palabras salidas de sus labios cuando tuvieron que cortar el beso se parecían más a lo que pensaba cuando no tenía sentimientos. No supo como pero fue una convicción que se instaló dentro de él, Robin de algún modo era suya y tenía que protegerla y marcarla como tal en cuanto tuviera la oportunidad.
En ese momento era más verdad que nunca, ese pensamiento no lo había abandonado nunca y saber que era realidad lo llenaba por completo.
Ella asintió casi sin fuerzas y le pasó las manos por la espalda, acariciando los arañazos que había dejado antes. Cerró los ojos y echó la cabeza atrás cuando sintió que le besaba el cuello y una urgencia incomprensible llegó desde lo más profundo de su cuerpo. Sintió que las embestidas se hacían más fuertes y supo que Zoro terminaría en cualquier momento, gimió más fuerte ante una succión en su cuello y esa urgencia que había sentido antes la obligó a gritar.
-¡Muérdeme!-demandó de pronto- Justo ahí, muérdeme…
Zoro la mordió tal y como ella había pedido, en su cuello, y cuando la escuchó gritar su nombre y clavarle las uñas en la espalda mientras lo hacía sintió un fuerte espasmo en su estómago, seguido por una sensación de vacío y el clímax sacudiendo su cuerpo de adentro hacia afuera sin misericordia.
Robin había sentido la mordida, y aquello había sido más que suficiente para desatar de nuevo su orgasmo y obligarla a gritar el nombre de Zoro en el proceso, quien también terminó en ese momento, explotando dentro de ella sin dejar ir su cuello, mordiendo cada vez más fuerte, de modo que el dolor se mezcló extrañamente con el placer, intensificándolo.
Hubo un par de embestidas más antes de que Zoro se dejara caer un poco sobre Robin. Le besó el cuello y los hombros, murmurando palabras incomprensibles mientras ella le acariciaba el cabello, tratando de recuperar la respiración. Después de un rato, él cayó exhausto sobre el pecho de su compañera, se sentía feliz y sentía que nada podría arrancarle nunca esa felicidad y plenitud que sentía en ese instante.
-Robin, te amo.
Esas palabras salieron de lo más profundo de él, y de nuevo se sintió un tanto ridículo, expuesto, pero finalmente, se sentía seguro de decirle eso a Robin porque ahora más que nunca se sabía correspondido.
Las manos de Robin acariciándole el cabello se detuvieron abruptamente, aunque después de un segundo continuaron. Zoro supo que algo andaba mal, sobre todo porque ella no le contestó nada.
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¿Cómo quitarse ahora esos ojos de encima?
Zoro le había sujetado las manos con firmeza para que detuviera sus caricias y había levantado la cabeza hacia ella. Se acomodó mejor y se incorporó, sentándose en la cama y quitándose de encima de ella para verla bien.
Como si no acabaran de tener sexo, Robin jaló una de las sábanas y cubrió su pecho con ella mientras trataba de evitar la mirada, pero Zoro le sujetó una muñeca, impidiendo todo movimiento que pudiera intentar después.
-Robin, ¿qué pasa?
Ella no contestó, y esto enfureció a Zoro.
¿Iba a arrepentirse? Ella era la que lo había convencido de que hacerlo estaba bien. Ella había sido quien tomara la iniciativa todo el tiempo, él se había limitado prácticamente a obedecerla y complacerla, se había deshecho en caricias y besos solo para ella y ahora… ¿Se arrepentiría? ¿Lo despreciaría por lo ocurrido? ¿Lo dejaría así nada más, sin una explicación?
La detuvo cuando ella se propuso acercarse y besarlo, y en cambio, la apresó contra la cama con violencia debido al enojo que sentía.
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Robin observó cómo los ojos de Zoro se tornaban acuosos y se sintió el peor ser en la faz de la tierra. Dejó que la mantuviera contra la cama hasta que se calmó, y volvió a levantar su cabeza para besarlo.
Zoro la sujetó de la nuca y aceptó el beso porque realmente lo necesitaba. Pero se estaba muriendo.
-Por favor, mujer-pidió cuando se separaron sus labios, se sentía vencido, sin fuerzas- …dime la verdad de una vez…
Robin tragó con mucho esfuerzo.
-Zoro…-dijo entonces, decidiendo al fin, decirle la verdad, toda ella, con su voz cortándose por la angustia- no sabes cómo…no sabes cómo desearía poder amarte….y quedarme contigo por siempre.
Si era físicamente posible sentir que el corazón se parte en pedazos, eso fue exactamente lo que Zoro sintió en ese momento. Su cara descendió hasta apoyarse en el cuello de Robin, donde se ocultó de la vista del mundo, donde se sintió invisible y pudo dejar salir el coraje y el dolor que sintió de pronto. Se aferró a ella, sin permitirse llorar.
-¿Por qué, Robin?- preguntó contra su piel. Ella pensó que explicarle le daría un poco de alivio a la situación.
-Fue mi sacrificio, Zoro.
-¿Entonces…no me amas…?
Robin siguió acariciándole el cabello. ¿Amarlo? era mucho más difícil de explicar.
-No malentiendas esto, por favor. Para reparar la piedra luego de que fue destruida por esa mujer y regresarla a ti se requería mucho más poder que el que surge de un sacrificio común. Lo que el espíritu tomó de mí no fueron tanto mis sentimientos, sino una gran parte de mi energía vital.
Zoro levantó la cara hacia ella, alarmado. Ella le acarició la mejilla con el dorso de la mano.
-No tengo capacidad de amar, Zoro. Tampoco puedo ser feliz, ni siquiera siento cariño hacia nuestros compañeros….no siento nada de eso porque junto con mi energía vital se fueron esos sentimientos.
Zoro sintió que su corazón cada vez latía más agitado, más asustado, más veloz y más cercano a algo que parecía ser la mismísima muerte.
-En cambio puedo sentir mucho dolor, y estoy actuando siguiendo mis instintos como tú, y mi cuerpo ya no lo soporta.
-Entonces…lo de hace un rato fue…
-Nunca he deseado a nadie más de lo que te deseo a ti. Claro que quería hacerlo contigo, no me arrepiento de nada. Si lo quieres ver así, es lo que queda dentro de mí de cuánto te amé cuando pude hacerlo.
Zoro se quedó sin habla.
-Puedo fingir muchas cosas- soltó una risa melancólica-. Podría haberme quedado a tu lado por siempre y corresponder a tu amor como pudiera pero no es justo para ti. Además…Zoro, me queda muy poca energía. Yo moriré…el plazo se cumple mañana en la mañana.
Zoro se fue sobre ella y la besó. Sujetó su rostro quizás con demasiada fuerza, pero fue lo único que se le ocurrió para escapar de sus palabras y de esa mirada que le advertía que todo lo que ella estaba diciendo era verdad. No podía creerlo. No quería creerlo.
Cuando separaron sus labios otra vez, ella le miraba con sus ojos de nuevo fríos como témpanos de hielo. Ella trató de sonreírle pero todo intento resultó infructuoso.
-Abrázame, por favor.
Zoro se sintió tan impotente que no pudo hacer otra cosa que obedecerla. Se acostó del otro lado de la cama y la estrechó entre sus brazos, sintiendo por primera vez lo mismo que ella había sentido antes. Era como una figura de hielo, delicada y escurridiza, deshaciéndose entre la calidez de sus brazos. Como si en cualquier momento…
-No puede ser…- susurró mientras la estrechaba más fuerte. Ella también lo abrazó y cerró los ojos concentrándose en su calidez. Era verdad. Deseaba tanto poder amarlo.
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-¿Sabes lo feliz que me sentí el día que supe que me había ganado tu confianza?...Me costó tanto trabajo que te empecé a valorar como lo más preciado en este mundo.
-…
-Cada vez que te veía entrenar o pelear contra alguien…todo mi cuerpo se estremecía de solo pensar en que algún día me pertenecieras.
-…
-Cuando me confesaste lo que sentías por mí me sentí feliz, y a la vez tan asustada…pero ahora no sabes cómo desearía haberte correspondido en seguida. Quizás hubiéramos sido felices, aunque fueran solo un par de noches.
-…
-…
-Todo es mi culpa.
-Zoro…
-¡Todo es mi culpa!
Después de un rato reposando sobre el pecho de Robin, Zoro había conseguido salir de su shock inicial y ahora se había levantado bruscamente, enfrentándola.
-¡No debiste cuidar de mí! ¡No debiste sacrificarte así por mí, debiste dejarme morir!
-¿Tú lo hubieras hecho?
Zoro detuvo su reclamo ante la tranquila pregunta que Robin le había hecho.
-Te pregunto, Zoro. ¿Me hubieras dejado morir así?
Zoro negó con la cabeza, sintiéndose derrotado.
-¡Debe haber una forma!- Bajó de la cama y se puso sus pantalones- ¡Volveré a esa maldita cueva y ese espíritu me va a escuchar! ¡No puede llevarte así de mí, no puede!
-¡Zoro!- gritó ella cuando él llegó a la puerta y trató de abrirla- Zoro…si te vas ahora tardarás en volver. Me dejarás aquí sola, ¿comprendes? Y para cuando regreses yo estaré muerta.
Robin tenía algo de razón. Para llegar a la montaña, a la cueva, y regresar, y aun suponiendo que no se perdiera en el trayecto, podía llevarle horas. Y no podía dejar así a Robin, lo sabía, y no quería dejarla, no podía.
-No me dejes, por favor. Vuelve aquí.
Zoro soltó la cerradura de la puerta y volvió a la cama con la cabeza agachada. Abrazó a Robin contra su pecho y aceptó su abrazo, queriendo creer que ella le amaba de verdad, queriendo creer que esa noche nunca terminaría y que podrían ser felices.
Después de un rato, Robin se movió un poco y levantó la cabeza hacia él.
-Zoro… ¿crees que puedas…hacerme mimos, y decirme cosas lindas como hacen…ya sabes, las parejas normales?
Aún sorprendido por la petición, Zoro no pudo negarle ese capricho a Robin.
Cuando ella sintió las manos de Zoro acariciándole el cuello y los brazos mientras le decía al oído lo mucho que la amaba, lo bella e inteligente que era, lo bien que olía y lo deliciosos que eran sus labios, Robin sintió cierta calidez dentro de su pecho que ella creía poder comparar con la felicidad que hubiera sentido de haberla podido sentir y se dio cuenta de lo mal que estaba. Quizás morir al día siguiente no era algo tan malo, sobre todo si moría siendo amada de ese modo tan intenso, aún si ella no podía disfrutarlo plenamente.
La mañana llegó junto con sus amigos, y ellos habían pasado toda la noche allí acurrucados, sin dejar de mirarse y besarse de vez en cuando. Serían sus últimas horas y no las podían desaprovechar, y aun sabiéndolo bien, Zoro aún quería pensar que era algo que podría arreglarse, que podría hacer un último cambio, él por ella, su vida porque ella continuara viviendo, porque sentía que sin importar qué, así tenía que ser. Se lo planteó a Robin y ella lo negó por completo. No había manera de que el intento funcionara y aún si hubiera modo ella nunca lo permitiría.
La única opción que le quedaba a Zoro entonces era quedarse a su lado todo el tiempo posible, sin soltarla, sin abandonarla.
Los gritos de Nami y los demás llegaron desde afuera, realmente molestos.
-¡Salgan! ¡Zoro, Robin, sabemos que están ahí! ¡Pagarán por lo que nos hicieron!
-¡Sal de ahí, marimo estúpido! ¡Donde le hayas hecho algo a mi Robin chwan…!
Zoro los ignoró por completo. En ese momento lo único que le importaba era Robin. Poco a poco, los ruidos afuera disminuyeron y supuso que sus amigos se habían dado por vencidos.
Mientras tanto, estrechó a Robin con más fuerza que nunca.
Besó sus labios despacio. Le acarició el cuello. Le quitó el cabello de la cara.
-Ojalá pudiera dejar marcas como estas para siempre- le sonrió ella de regreso, mirando todos los besos que le había dado en el cuello, recordando que durante la noche ella también lo había mordido un poco- Siento lo de tu espalda.
-No importa…-se acercó de nuevo hacia ella para besarla y ella le correspondió.
Tuvieron que pasar varios minutos para que Zoro aceptara que el cuerpo que estaba en sus brazos ya no tenía vida alguna.
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Salió de la habitación y cerró la puerta tras él. Había vestido otra vez a Robin y no había podido evitar notar que se veía bellísima con ese vestido azul. La dejó en la cama, acostada, y le dio un último beso en la frente.
-Anoche me prometiste que no te irías- sonrió- me estabas mintiendo también.
Cuando salió de la habitación se encontró a sus compañeros en la bodega, esperándolos. Supo que Sanji iba a decirle algo, pero la expresión en su rostro, las ojeras y las lágrimas secas en sus mejillas fueron suficientes para que el rubio se detuviera. Le había sujetado del brazo, pero lo soltó con la misma brusquedad y fue entonces que todos los Mugiwara entraron en la habitación.
Zoro escuchó los gritos a sus espaldas y no pudo más.
Salió disparado a la cubierta, saltó a la playa. Se adentró en la ciudad y antes de que se diera cuenta de cómo, había llegado al bosque.
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No hubiera podido decir cuánto tiempo llevaba corriendo, pero cuando estuvo consciente de lo que estaba haciendo supo también que no iba a detenerse.
Pasó el mediodía y había corrido tan rápido que no le fue difícil encontrar el lugar. Había llegado a la montaña.
Buscó una entrada. Buscó un agujero en la pared, buscó una cueva donde pudiera entrar pero no encontró nada. Incluso escaló la montaña, pero no encontró ninguna manera de internarse en la montaña. Incluso se preguntó si no se había equivocado de lugar, pero no había manera.
Ya molesto, desesperado, tomó sus espadas y trató de abrirse un camino, pero no tardó en darse cuenta de que eso era algo imposible y que era más probable que llegara al otro lado de la montaña por ese medio que a algún sitio donde pudiera ponerse en contacto con el espíritu.
En las faldas de la montaña, finalmente, se derrumbó.
-¡Sal de ahí ahora, hijo de perra!- gritó con todas sus fuerzas, sintiendo como sele deshacía la garganta- ¡Ven y enfréntame si tan poderoso eres!
Temblaba de rabia y de odio. Sus músculos estaban tensos y adoloridos. Pero eso no era nada comparado con el dolor en que había quedado sumido su corazón. Estaba roto y ahogándose en su propia sangre, cada vez más frío, cada vez más muerto.
-¡Devuélveme a Robin!- volvió a gritar, y ahora fueron sus pulmones los que resintieron el esfuerzo. Se dobló sobre sí mismo por el dolor, pero decidió que no importaba. No importaba porque su corazón dolía más. No importaba porque ya no le importaba morir, no le importaba nada- ¡Devuélveme a Robin!
Lanzó sus espadas al piso y siguió gritando mientras sentía perderse el poco de cordura que le quedaba, y comenzó a darle golpes a la montaña con su brazo y el costado de su cuerpo, como si creyera que pudiera derrumbarla así. Sintió su brazo lastimado y finalmente el dolor lo hizo caer al suelo, desde donde se incorporó y continuó gritando con la poca fuerza que le quedaba.
-¡Está bien, maldita sea! ¡Tómame a mí a cambio si quieres! ¡Pero no la dejes así, por favor!
Su grito pasó del reto a una petición humilde, pero más desgarradora. Se tiró de rodillas al piso y bajó su frente todo lo que pudo. Cada vez su voz era más baja.
-No dejes que muera así. Ella es todo para mí- tragó saliva con dificultad, su voz se quebraba tanto por el dolor como por el cansancio y el sufrimiento de su corazón- No me importa que no me ame si la devuelves a la vida. Por favor. No me importa si me matas… solo déjala vivir otra vez. Por favor. Por favor.
Repitió su petición tantas veces que perdió la cuenta. Se quedó sin voz. Su brazo sangraba y todo le dolía.
Todo.
Después de un rato se puso de pie. Ya había gritado suficiente, ya había llorado suficiente, ya había sangrado suficiente. Tenía que volver al barco. Debía de volver a ver a sus amigos y darles la cara. Tenía que explicarles lo ocurrido, tenía que pedirle disculpas a Luffy por haber fracasado al proteger a Robin, debía regresar y agradecerle a Franky por sus ánimos y a Chopper por sus cuidados, debía volver y pedirle a Sanji que lo matara, porque ya no podía más con esto, le dolía demasiado, demasiado.
Ya había atardecido. Llegaría al barco de noche.
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Recorrió casi sin ninguna dificultad el mismo camino que había hecho por la mañana, pero por supuesto, mucho más adolorido que entonces, con su brazo chorreando en sangre y sus músculos hechos trizas.
Le costó mucho trabajo mentalizarse, pero supo que aunque lo intentara no había un modo tranquilo en que pudiera llegar al barco y enfrentarse a toda esa situación.
No le quedaban muchas fuerzas ni ánimos. De hecho no le quedaba nada. Sabía que seguía vivo únicamente porque pensaba que si estuviera muerto no sangraría ni le dolería así.
Alcanzó a ver el barco desde bastante lejos. Se detuvo un momento. Respiró profundamente y continuó caminando.
Las luces estaban encendidas. Había alguien en cubierta.
Había alguien…en cubierta. Había alguien recargado en la barandilla de cubierta. Era una mujer.
No. No era Nami, era mucho más alta.
Se acercó más.
Reconoció los hombros. Reconoció el cabello negro. Reconoció la piel morena brillando bajo la luz de la luna.
-¿Robin?
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Ella pareció escucharlo, pues volteó, como buscando el origen del sonido. Finalmente lo miró, parado en el muelle.
Traía puesto un vestido color blanco y una diadema de flores graciosamente acomodada en su cabeza. Cuando lo miró, sus ojos brillaron como nunca antes y su sonrisa se ensanchó.
Levantó la mano saludándolo y Zoro no lo pudo creer.
-¡Robin!- gritó con toda sus fuerzas, sintiendo que era una visión, que en cualquier momento se desvanecería y que tenía que llegar a ella cuanto antes.
Subió a toda velocidad por la rampa para llegar a la cubierta. Una vez allí, volteó hacia todas partes hasta que la encontró. Estaba parada cerca de la cabeza del Sunny.
Se veía preciosa. El vestido blanco resaltaba su piel y el color de sus ojos. Las flores en su cabello la hacían ver angelical.
Zoro dudó. Tuvo miedo.
Robin se acercó a él y tomó su mano.
-Estoy bien, Zoro. Estoy contigo.
Zoro sintió su mano y la sintió cálida y real. Luego de esto, no pudo más. Cayó de rodillas y se abrazó a su cintura, sin poderlo creer, pero deseando creer con todas sus fuerzas.
-Tú estabas…tú…
-Sí, lo sé. Pero estoy viva ahora. Gracias a ti.
Zoro no comprendió. Sintió que Robin lo separaba un poco de ella, pero se hincó a su lado, le levantó la cara sujetándole la barbilla, y le sonrió.
-Tuve mucho miedo, pero confiaba en ti.
-¿De qué hablas?
-No te dije toda la verdad. No podía hacerlo.
Zoro la miró interrogante. Ella suspiró.
-El espíritu me dijo que tenía que demostrarle que mi sacrificio valía la pena. Que tú lo merecías. Y tú se lo demostraste, quedándote conmigo aunque sabías lo que estaba pasando y que no había ningún futuro a mi lado. De algún modo rompiste la maldición, Zoro. Estoy viva…con sentimientos, y todo.
Zoro no dijo nada, pero levantó la cabeza suficiente hacia ella para atrapar sus labios en un beso. La abrazó con todas sus fuerzas. Era real, y estaba allí con él, pero…
-Se suponía que tenía que hacerse un sacrificio- le dijo después de un momento, separando sus labios pero sin soltarla del abrazo.
-Tu sufrimiento, y tu sangre- tocó ligeramente su brazo-fueron suficientes para él.
-Hubiera dado cualquier cosa- se abrazaron otra vez. No podía más. Se sentía agotado. Lo único que necesitaba saber era lo que estaba pasando en ese preciso instante, Robin estaba con vida, estaba a su lado, y no la iba a dejar ir esta vez.
Robin deslizó su mano en las suyas y le entregó una pequeña cada. Zoro la abrió, y encontró dentro dos anillos matrimoniales.
-Nos pertenecemos ahora. Si tú quieres.
Temblando un poco, Zoro tomó un anillo y lo puso en el dedo de Robin. Robin tomó el otro y lo dejó en su dedo también.
-Te amo, Zoro. Gracias.
Y esta vez era verdad. Zoro lo supo por la forma en que lo miró y por cómo brillaban sus ojos, por su sonrisa y el extraño sonrojo que se apoderó de su rostro, tan dulce y poco usual. Se abrazaron de nuevo y Zoro se puso de pie casi de un salto, y dio varias vueltas con ella entre sus brazos, riendo eufórico como nunca en la vida, su corazón latía con mucha fuerza y sentía el de Robin latir igual. Ella reía y lo abrazaba de vuelta. Zoro, agotado, cayó al piso llevándola consigo pero ninguno de los dos dejó de reírse. Se quedaron así, tirados juntos en la cubierta, ignorando todo lo demás.
Ignorando que a sus espaldas el barco estaba adornado como para una boda. Que sus amigos los veían, todos vestidos de gala, esperando.
-No creo que se vayan a levantar de allí en un buen rato- comentó Franky de pronto- propongo que vayamos por la cena.
-¡Sí!- contestó Luffy, y los demás estuvieron de acuerdo.
-Necesitaban su momento…de todas formas ya se nos adelantaron con los anillos- comentó Nami, levantándose un poco el vestido para poder caminar mientras se internaban en la cocina-mientras tanto, repasa tus líneas, Luffy.
Zoro los escuchó pero no les puso atención. Robin estaba con él y era lo único que debía importarle.
Su corazón se sentía completo de nuevo, después de mucho tiempo. Con sentimientos, sin sentimientos. Con Robin y sin Robin.
Casi parecía un sueño que ahora todo fuera tan perfecto. La abrazó con fuerza contra su pecho y decidió que no deseaba moverse más, se sentía tan bien así.
-Te dije que iba a quedarme. Cumplí mi promesa.
Zoro aceptó que así era. Ella había cumplido. Y ahora él también lo tenía que hacer.
Robin se acurrucó mejor a su lado. Había cumplido. Había reparado su primer error, y ahora todo estaba bien. Ahora estaban juntos, que era lo que ella deseaba más que nada desde hacía demasiado tiempo.
Y por primera vez después de mucho tiempo, pudieron dormir toda la noche, sin miedo, juntos, tranquilos y en paz.
FIN
Tengo como siempre un sentimiento extraño al terminar un fic. Me gusta la sensación de trabajo cumplido pero al mismo tiempo voy a extrañar escribir la historia.
Creo que terminó como tenía que terminar. Deseaba drama, pero no quería ninguna tragedia. Es indescriptible la sensación que me provoca escribir ciertas escenas…bueno.
Espero que les haya gustado. Como siempre, una pequeña parte de mi corazón queda impresa en cada letra que han leído hasta ahora.
Los amo n.n muchas gracias por haber leído, comentado, dado favoritos y follows a este fic. Saber que hay a quienes les gustan mis historias es mi mayor motivación para continuar escribiendo.
Como es habitual, tengo unos cuantos proyectos ya pensados. Estoy trabajando en "I'm not an angel" pero esa no cuenta como un fic largo sino más bien como un largo oneshot o two shot cortado en partes.
Las historias largas que tengo pensadas hasta ahora son AU. Bueno, pronto veré cuál es mejor opción y comenzaré a escribir.
Saludos
Atte.
Aoshika October