Buenas tardes, noches, o a la hora que leas esto. Traigo un nuevo fic, y creo que la historia se va a ir explicando por sí sola, jeje. Es decir, no tendrá tanto misterio esta vez. Quiero poner algo más de romance y de ser posible, más acción. Sí, como si no fuera bastante cursi ya.

La verdad no sé de donde salió esto, quizás de alguna clase de psicología. Este primer capítulo está más centrado en el "problema" en sí y en los Mugiwaras en general, no tanto en la pareja. Igual espero ir avanzando en eso conforme avance la historia.

Espero que les guste :D

Este fic va dedicado a todos los que leyeron Iris :') ese fue uno de los fics más complicados que he escrito, y su apoyo y comprensión fueron invaluables TT-TT -drama mode on- por lo tanto, espero que este también les guste.

Disc. One Piece y sus personajes son propiedad de Oda-sama *-* solo la trama de este fic es creación mía.

Resumen: ¿Qué puede ser peor que no tener un sueño? Actuar por mero instinto. Herir a quienes te quieren. Poner en peligro verdadero a quien amas. No poder hacer nada ante ello y depender por completo…de esa persona.

Por Instinto

Capítulo 1: La isla del Alba

En uno de aquellos poco habituales días de paz y tranquilidad en altamar, el Thousand Sunny se movía sin problemas y sin apuros rumbo a una isla vacacional. Como ocasión única en la vida, Nami había tomado la decisión de desembolsar algo de plata para pasar unos tranquilos días libres descansando, divirtiéndose y turisteando en algún sitio agradable, y se lo comunicó a sus amigos luego de haber encontrado los folletos informativos en la última isla en la que habían desembarcado.

Todos se tomaron a bien la noticia, ya era hora de que pudieran darse un descanso de la rutina de salir de un problema para meterse de cabeza en otro.

Según tenían entendido, el lugar a donde irían era una isla dedicada casi cien por ciento al turismo, con bellos hoteles, piscinas, parques de diversiones y recorridos por distintos lugares históricos.

Sanji estaba fascinado con una feria de gastronomía que estaría vigente precisamente en los días que ellos iban a pasar allí. Luffy, Ussop, Chopper y Brook ya hacían planes para ir al parque, Franky deseaba ir a bailar, Zoro planeaba dormir a pierna suelta todo lo que pudiera y Robin pensaba asaltar cada biblioteca y cada lugar histórico al que pudiera ir.

No sabían cuánto tiempo iban a estar allí, pero lo que sí sabían, era que decididamente lo iban a disfrutar, costara lo que costara.

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Esa misma noche las luces de la isla se mostraron en el horizonte. Isla del Alba, se hacía llamar, y habían escuchado que era preciosa, solo que eso no lo podían asegurar al verla bajo el cielo nocturno. Las luces eran un espectáculo bastante bello por sí mismo, eso no se podía negar, pero ansiaban ver el paisaje completo bajo la luz del sol.

A la hora de la cena todo estaba normal y tranquilo, como siempre. Sin embargo todos pudieron notar que Robin tardó un poco en llegar al comedor, lo cual era un poco inusual. Sanji incluso había estado a punto de salir a buscarla, diciendo que no podían empezar sin ella, pero la arqueóloga apareció como si nada con una gran sonrisa en su rostro.

-Lamento la tardanza, estaba buscando un libro que perdí y se me fue el tiempo- informó mientras se acercaba a su silla y Sanji le servía su cena.

-¿Lo encontraste?

-Sí, no hay problema.

Aunque todo transcurrió bien durante la cena, Robin se sentía algo perturbada y no lo podía negar, pero tampoco quería dejar que sus compañeros lo notaran. Lo cual era un conflicto muy grande porque tenía que ver con uno de ellos en específico, y sabía que de seguir actuando como lo hacía, tranquila e indiferente, podía llegar a lastimarlo, haciéndole ver que para ella no significaba nada.

Y no quería que fuera así, que se sintiera mal, pero no lograba decidir qué actitud tomar. Lo bueno es que él terminó de comer antes que ella y se retiró. A pesar de estar intranquila, pudo respirar con cierta tranquilidad.

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La isla resultó tan perfecta como lo habían imaginado, y los primeros tres días fueron increíbles, tal y como los habían planeado. Nami pagó dos habitaciones en un agradable hotel y pasaron el tiempo divirtiéndose, comprando y paseando. Cada quien a su manera se dispersaron por la isla y pasaron un tiempo muy agradable, asegurándose de reunirse para la cena, para cerciorarse que estaban completos, y contándose lo que habían hecho durante el día.

En la cena del tercer día, Nami tenía un anuncio.

Cenaban juntos en una de las habitaciones que habían pedido en el hotel, que dicho sea de paso, eran bastante grandes y cómodas. Aunque claro, Nami había pedido una para ella y para Robin y la otra para el resto de sus amigos, quienes tuvieron que hacer todo tipo de inventos para conseguir un lugar agradable para dormir, aun si fuera en el piso. El único que no tenía problemas para ello era Luffy, él caía dormido en prácticamente cualquier sitio y francamente le daba lo mismo.

Lo cierto era que ahora cenaban en el cuarto de las chicas, y Nami tomó el momento para anunciarles su plan para el día siguiente.

-Espero que no hayan adelantado nada para mañana, porque temprano nos iremos a dar un paseo turístico.

-¿Qué clase de paseo, Nami?- preguntó Ussop con curiosidad, y Nami fue pasando entre ellos unos folletos.

-Me dieron unos boletos gratis esta mañana y creo que no podemos desperdiciar una oportunidad como esta- explicó- es un tour que nos va a llevar por prácticamente toda la isla y sus sitios de interés.

-Será muy interesante- intervino Robin después de leer uno de los folletos- he ido a todos los museos que hay en la isla pero no he tenido la oportunidad de visitar los lugares arqueológicos. Y miren esto- abrió el folleto en toda su extensión, uno de sus lados mostraba la fotografía de una formación de rocas en una cueva- estas grutas deben ser preciosas. Será maravilloso verlas con nuestros propios ojos.

Todos miraron la fotografía con asombro y era verdad, las formaciones dentro de la cueva eran hermosas, además estaban adornadas con luces para resaltar sus formaciones y esto hacía el paseo aún más interesante. Sin dudarlo toda la tripulación accedió a hacer el paseo, y después de cenar se dirigieron a dormir dejando a Nami y a Robin solas en la habitación.

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Robin leyó un capítulo más de la novela que había comprado esa tarde antes de dormir. En la cama de a lado, Nami tenía una libreta y al parecer hacía cuentas. Robin la miró de reojo un momento e hizo rápidamente un cálculo mental, llevaban tres días en esa isla, considerando que eran nueve personas, entre comidas, hospedaje, compras y diversiones, habían gastado una verdadera fortuna y el plan era quedarse al menos una semana allí. No podía mentir, una curiosidad muy grande se le había presentado abruptamente. ¿Bajo qué circunstancias era normal que Nami decidiera desembolsar semejantes cantidades por unas vacaciones? Y con tanto gusto.

Era sospechoso que alguien como Nami, que rara vez soltaba dinero como no fuera algo verdaderamente indispensable, dejara ir tanto dinero en algo que realmente no le iba a dejar nada de ganancia salvo, de una manera un tanto poética, la felicidad de sus amigos.

Claro que para lograr esa felicidad pudieron haber hecho cualquier otra cosa. Cualquier otra cosa más económica y sencilla. Era sospechoso, sí señor, y en más de una forma. ¿Haría bien en preguntarle? Tal vez sí, tal vez no.

Por otro lado estaba algo inquieta, pero había tomado una decisión de la manera más serena. Solo faltaba esperar a que llegara un nuevo día para que los distintos planes que se habían estado moviendo en esa tripulación se llevaran a cabo.

Miró de nuevo a Nami, quien parecía muy concentrada en su libreta para prestarle atención. Mordía la punta de su pluma y hacía más anotaciones, y tenía un ligero fruncimiento en su nariz. Ahora sí, a la arqueóloga no le cupo ninguna duda de que estaba pensando en los distintos gastos que habían hecho en ese lugar.

Decidió no darle demasiada importancia. Seguía siendo sospechoso, pero no creía que fuera a suceder nada malo.

-Me iré a dormir- anunció, y Nami volteó a verla- no te desveles mucho. Buenas noches.

-Buenas noches Robin. Mañana será un día muy especial- Nami mostró una sonrisa reluciente y le guiñó el ojo.

-No lo dudo- admitió, se enredó en sus sábanas y se dispuso a quedarse dormida.

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Después de almorzar, los Mugiwaras caminaron tranquilamente hacia el centro turístico de donde partirían los vehículos que los llevarían de paseo por la isla. Además de ellos había muchas personas más que harían el mismo recorrido, cada vehículo tenía capacidad para unas 30 personas y eran jalados, cada uno, por dos enormes y magníficos elefantes.

Subieron a su vehículo, más que dispuestos a pasar un día de turisteo como cualquier "familia" normal. Sanji hasta había llevado comida en una mochila para que Luffy no se pusiera difícil, los más grandes hicieron acuerdo de cuidar a los más chicos y trataron de lucir lo más normales y pacíficos que fuera posible, aunque Zoro se negó a dejar sus espadas y bueno, Brook, Chopper y Franky ya llamaban bastante la atención por sí solos, aunque parecían no darse cuenta.

Pasaron por varios sitios interesantes, primero por algunas casas antiguas que habían pertenecido a los fundadores de la ciudad, luego por un río, unas llamativas cascadas, se detuvieron algunos minutos en varios museos, y finalmente, se dirigieron montaña arriba para entrar a las cuevas y poder ver las formaciones rocosas que tanta expectación provocaban en la gente.

En todo el recorrido, Robin notó que había un hombre sentado en el la parte trasera del vehículo. No era turista, lo sabía porque iba vestido con la ropa tradicional de la isla, una bata larga hasta sus pies, blanca y bordada con líneas rojas, era un anciano que además traía una especie de báculo. Lo primero que sospechó era que se trataba de una especie de sacerdote, pero no pudo compartir sus ideas con nadie porque todos estaban muy entusiasmados con el recorrido.

Finalmente llegaron a la entrada de las cuevas y se les invitó a todos los asistentes a bajar del vehículo.

Cuando todos lo hicieron, el guía turístico se hizo a un lado.

-Les presento al sacerdote de nuestra isla- el mencionado hizo una inclinación como agradecimiento- no podemos entrar a las cuevas sin su autorización.

La gente comenzó a murmurar y alguien se atrevió a preguntar el porqué.

-El espíritu que manda sobre nuestras islas lo requiere. Entrar sin su autorización podría ser tremendamente peligroso- declaró el anciano sacerdote antes de internarse en la cueva.

Pasaron un par de minutos, y volvió a salir con toda la tranquilidad del mundo.

-Bienvenidos. Pueden pasar.

La gente comenzó a caminar para hacer el recorrido.

-Esto me dio miedo- susurró Ussop mientras se dirigían a las formaciones.

-No te preocupes, debe ser solo para darle más atracción a esto- lo tranquilizó Sanji.

Lo cierto es que las grutas y las distintas formaciones rocosas que se mostraban eran escalofriantes, bellas y magníficas. Las luces que habían sido puestas allí artificialmente servían para amplificar la sensación de grandeza, sin dudarlo.

Una de las paradas que hicieron, sin embargo, fue a la entrada de una cueva todavía más profunda, en la cual el paso estaba estrictamente restringido.

-Este es el único lugar al que no pueden acceder- declaró el sacerdote, acercándose a las pesadas vigas de madera que cubrían la entrada- no hay nada aquí que pueda ser de su interés.

A la mayoría de las personas no les importó. Pero Robin miró claramente el brillo en los ojos de Nami y supo que algo allí era importante para ella…tal vez el misterio de tanta generosidad reciente se vería al fin develado.

Pasaron un par de horas más y el recorrido finalmente terminó, pero antes de que los Mugiwaras pudieran abordar de nuevo el vehículo para regresar a la ciudad, Nami los detuvo y se los llevó a un lugar donde no serían vistos por el resto de los turistas.

-¿Qué pasa Nami?- preguntó Luffy, curioso.

-Shh, podrían darse cuenta- la navegante se quedó vigilando hasta que los vehículos siguieron montaña abajo- Muy bien, chicos, es hora.

Los Mugiwara siguieron a Nami, bastante confundidos aún, hasta que llegaron a la entrada que precisamente les habían dicho que estaba prohibida.

-¿Iremos a explorar?- preguntó el capitán, verdaderamente entusiasmado.

-Algo así, Luffy- declaró Nami, con pose orgullosa- antes que nada, díganme chicos, ¿alguno de ustedes tiene idea de por qué no tenemos permitido entrar aquí?

-Porque…- se atrevió Ussop, temblando- el espíritu de la isla podría enojarse con nosotros.

-Por supuesto que no- contradijo Nami, aparentemente fastidiada- eso lo dicen porque quieren mantenernos alejados.

-¿Entonces?- preguntó Chopper, casi tan asustado como su compañero.

-¿Qué no es obvio?- preguntó ella de manera retórica, pero a sus amigos no les quedaba claro. Se dio una palmada en la frente y cerró los ojos aún con más fastidio- estoy rodeada de ineptos.

-Lo que Nami san quiere decir- propuso Robin- es que puede ser que dentro de esta cueva está escondido un tesoro.

Nami sonrió ampliamente y volteó a ver a su "nee-san" con los ojos brillantes.

-Tú eres la única que me entiende, Robin.

Pero antes de que la navegante pudiera terminar de cantar victoria, Zoro, quien no había dicho nada hasta ese momento, dio un paso al frente, realmente molesto.

-¿Así que fue por esto que nos trajiste a esta isla, Nami?- preguntó de manera acusadora.

-¡Hey, marimo! No te atrevas a hablarle así a Nami swan.

-Ah, por favor cejillas- Zoro volteó a ver a todos los demás y se molestó de ver esos gestos de confusión en sus rostros- ¿me van a decir que nadie sospechó nada? ¿Nami? ¿Trayéndonos de vacaciones y soltando dinero a manos llenas? Está claro que lo planeaste desde un principio, usurera.

-¡No me llames así!- se defendió la pelirroja antes de que el cocinero se metiera, esto lo arreglaba con Zoro ella misma- además, ¿qué tiene de malo buscar tesoros? Gracias a eso nos hemos mantenido bien. Luffy come cantidades industriales, tú y Sanji se la pasan media vida heridos por alguna pelea y el Sunny nunca está al cien porque si no nos metemos en un problema nos metemos en otro, ¿de qué otra forma nos mantendremos a flote?

-Una cosa es guiarnos a buscar un tesoro y otra muy diferente es mentirnos. Con lo cínica que eres pudiste decirnos desde el principio tus verdaderas intenciones.

-¿Pero qué demonios tiene de malo, cuál es el problema, Zoro? Vamos, respóndeme.

-Que pudiste ponernos en riesgo, ¿no te das cuenta? La mayoría de nosotros ha bajado la guardia por estas "vacaciones"- volteó hacia Sanji- Vamos ceja mágica. Dame tu mejor patada.

Sanji se molestó, por la manera en que el marimo le hablaba a Nami, y ahora por insinuar que había bajado la guardia. ¿Qué demonios quería probar? Ah, pero ya vería ese estúpido cabeza de alga.

-¡Tú a mí no me das órdenes, cabrón!- soltó el rubio cocinero junto con una de sus más poderosas patadas, pero Zoro le sujetó el pie con firmeza y lo giró con facilidad, haciendo que Sanji perdiera el equilibrio y cayera al suelo para sorpresa de todos.

-¿Qué rayos fue eso, cocinero?

-¡Estaba distraído, marimo idiota!

-¿Ves?- volteó Zoro a ver a Nami, ahora ignorando a Sanji, quien estaba cada vez más molesto y se habría lanzado sobre él de no ser porque Franky lo sostuvo de los brazos.

-Eso no tiene nada que ver, un par de golpes y espabila- justificó ella, cruzando los brazos- ¿no es cierto, Sanji kun?

-Por supuesto que sí, preciosa pelirroja.

-¿Eso significa que ya no iremos a explorar?- preguntó de pronto Luffy, metiéndose a la discusión mientras hacía pucheros. Nami miró a Zoro de manera acusadora y éste lanzó un suspiro de exasperación.

-Solo porque ya está ilusionado- advirtió mientras sujetaba a Luffy del cuello y lo guiaba para irse adelantando- pero que sepas, mujer, que te hago directa responsable si ocurriera algo, ¿entendido?

-Claro, claro- admitió ella, para que dejara de acosarla con acusaciones. ¿Qué rayos le sucedía a Zoro? Estaba demasiado enojado por algo que ella consideraba una nimiedad.

Quizás tenía algún motivo para estar nervioso, para sentirse desconfiado o exaltado y ellos trataron de justificarlo un poco. Después de todo tenía razón en cierto modo, se estaban arriesgando, no estaban del todo preparados por si sucedía algo que pudiese salirse de sus manos.

Zoro y Sanji quitaron las vigas que cubrían la entrada y se iluminaron con unas lámparas que Nami había llevado en su mochila anticipando cualquier situación. Se abrieron paso a través de un túnel bastante oscuro.

En realidad ni siquiera alcanzaban a ver su final; la luz de las lámparas caía y poco a poco se hacía menos brillante. También se percibía algo de humedad, y ésta volvía el ambiente bastante bochornoso para los mugiwaras.

En cierto punto, el túnel comenzó a irse más inclinado, y mientras caminaban también se iba haciendo un poco más angosto. Franky tuvo que juntar los brazos lo más posible a su cuerpo, y por su parte, Brook tuvo que agacharse para poder continuar con el recorrido.

-Tengo miedo- dijo Ussop de pronto, rompiendo el pesado silencio en el que habían entrado casi desde que comenzaron a caminar por el túnel- ¿qué tal si se derrumba? ¿Qué tal si nos atoramos? ¿Qué pasa si nos ahogamos todos aquí?

-No digas tonterías, que me pones nerviosa- le ordenó Nami, haciéndole un gesto con la mano para que se callara- sigan caminando, no importa qué, no se detengan.

-Tal vez para empezar no debimos venir todos- opinó Robin, que se había colocado estratégicamente detrás de Chopper y delante de Franky.

-Tenía que asegurarme de que lleváramos todo lo posible.

-Supongo que después de que saquemos tu tesoro saldremos huyendo como siempre, ¿No?

-Cállate idiota. Ya te expliqué que realmente necesitamos esto. ¡Creo que ya vi la salida!- Nami aceleró el paso y a los demás no les quedó alternativa que seguirla, por suerte el túnel no se había hecho más angosto aún.

-¡Ahhh!- el grito de Nami se escuchó y observaron el haz de luz de la lámpara moverse desordenadamente, seguido por un golpe.

-¿Estás bien, Nami?- Luffy siguió corriendo y él también gritó, y pronto todos perdieron el suelo y cayeron.

No era una caída muy grande, un metro de altura a lo mucho, pero habían llegado al suelo, y no solo al suelo, estaban en una especie de cámara antigua. Era una estancia redonda, y a parte del lugar por donde habían llegado, que ahora parecía un simple agujero en la pared, no había entradas ni salidas.

Nami iluminó las paredes de roca con su lámpara y comprobaron que era una formación natural. Por más que inspeccionaron el suelo, y los alrededores, no parecía haber ninguna trampa, ni una entrada o salida falsa.

-¿No hay nada? ¿Están seguros?- preguntaba incrédula la navegante.

-No hay nada- confirmó Chopper- todo parece estable.

-Vaya que sí- agregó Franky, quien había hecho algunas mediciones-esto no es más que otra cueva, no hay otro modo de salir ni de entrar que como llegamos.

-Lo lamento, Nami swan, pero me parece que tienen razón.

Mientras la pelirroja se molestaba con todos e insistía en que buscaran algo, cualquier cosa, Robin había tomado otra lámpara, y ahora inspeccionaba algo que llamó su atención. En el piso, pegado a la pared, había una especie de roca tallada. No mediría más de treinta centímetros de alto, y tenía una forma cilíndrica bastante perfecta. Tenía además algunos dibujos, que le pareció dictaban un mensaje. No era una lengua icónica sino pictórica, de modo que se puso a analizar los dibujos con cuidado. Pronto se dio cuenta de que si aquello era una historia, estaba incompleta, así que levantó su lámpara y comprobó que varios pilares similares estaban en el perímetro de la estancia.

Esto se le hizo muy extraño, pues nadie de sus amigos lo había mencionado antes y ella misma no lo había notado hasta el momento.

En el cilindro próximo al suyo, vio a Luffy, que atraído por la luz de la lámpara había ido a curiosear a donde ella la direccionaba.

-¿Qué es esto?- Preguntó inocente el capitán mientras dirigía su mano al cilindro de roca.

Un mal presentimiento alcanzó a Robin en ese instante, pero antes de que pudiera decir nada, la mano de Luffy tocó el cilindro y una especie de fuerte vibración se sintió en toda la cueva.

-¡Esto se va a derrumbar! ¡Vamos a morir!- Ussop comenzó a correr histérico de un lugar a otro.

-Yo ya estoy muerto… ¡Yohohohoho!

-No es momento para bromas Brook- se quejó de él mientras lloraba de miedo.

Luffy miraba confundido a su alrededor, pero esto no evitó que se tuviera que cubrir los ojos cuando un rayo de luz de color rojo lo cegó. La luz provenía de la roca. Todos voltearon a verle. El capitán caminó hacia atrás, pero la luz seguía apuntando directamente a sus ojos.

De pronto, todo el cilindro se iluminó, la luz provenía de las líneas de sus dibujos. Las líneas comenzaron a formar un patrón en el suelo que pronto alcanzó los demás cilindros, los cuales se fueron iluminando también poco a poco. En total fueron doce, y de todos ellos salieron líneas de luz roja que apuntaron directo al capitán.

-¡Luffy, cuidado!- gritó Robin, pero en seguida sintió que no se podía mover. Luffy tampoco se movía. Ni Nami, ni Sanji, ni ninguno de ellos.

No se podían mover en absoluto.

Las líneas de luz también comenzaron a formar un patrón en toda la piel de Luffy, que lo único que podía mover de su cuerpo eran los ojos. Al final, la mitad las luces se dirigieron a un punto de su pecho y la otra mitad a su espalda, todas ellas, a donde estaba su corazón.

Querían gritar, querían correr hacia él pero ninguno pudo hacerlo.

El temblor se hizo todavía más fuerte.

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-¡Luffy!- de un momento a otro, todos vieron como Zoro saltaba hacia él y lo empujaba con fuerza, consiguiendo quitarlo de allí. De algún modo había conseguido no ser inmovilizado, pero ahora fue él quien quedó atrapado en las luces, e inmóvil, en el lugar donde antes había sido atrapado el capitán. Luffy ahora estaba libre y podía de hecho moverse, pero antes de que pudiera hacer algo por ayudar a su nakama, sintió como si lo sujetaran firmemente con cadenas o algo muy pesado, y por más que trató de ir hacia él no consiguió hacerlo.

-¡Zoro!- gritó con desesperación mientras trataba por todos los medios soltarse, pero no pudo-, ¡Zoro!

Todo intento fue completamente inútil. De pronto, las luces elevaron a Zoro a varios centímetros por sobre el suelo. El cuerpo de Zoro se suavizó y sus brazos quedaron colgando como si estuviera completamente inconsciente, sin embargo todos podían ver que sus ojos seguían abiertos, viendo hacia algún punto del techo, con una expresión de sorpresa en su rostro.

-¡Zoro!- Luffy gritó una vez más, y en ese instante el cuerpo del espadachín se retorció un poco en el aire. Luego se dobló sobre su estómago, como si le doliera. Unos ruidos salieron de él, sonaba como si fuera a vomitar. Después se escucharon mucho más fuertes, mientras su cuerpo seguía removiéndose con desesperación ante las miradas de sus compañeros que no podían hacer nada. Los patrones de luces en su cuerpo se hicieron mucho más intensos y vinieron más y más arcadas que lo hicieron doblarse sin control.

Luffy era el único que podía moverse, pero no conseguía liberarse del todo, y se removía y se revolcaba en el suelo con desesperación mientras seguía gritando, pero en un momento dado su cuerpo se vio drenado de toda energía y cayó de rodillas al piso.

El espadachín tenía ahora los ojos en blanco. Su cuerpo se contrajo un poco más, pero ya no luchaba contra el dolor como parecía haberlo hecho hasta ese momento. Finalmente, abrió la boca.

Su cuello se estiró y se dobló, y de su boca comenzó a salir algo. Despacio, muy despacio, el objeto se movió hasta que logró salir de la boca de Zoro, quien en seguida se vio libre toda atadura y cayó al suelo, como un muñeco de trapo.

En el aire seguía flotando lo que había salido de su boca. Miraron el objeto y se dieron cuenta de que era una piedra. Una especie de diamante, del tamaño de un puño. Sus diferentes caras, cortadas de manera algo brusca, mostraban cierto brillo, pero no tenían forma de joya del todo. Era de una tonalidad verde bastante oscura.

La piedra se siguió elevando en el aire y finalmente desapareció rodeada de un humo negro. En ese momento, todas las luces desaparecieron por completo y lo único que iluminaba ligeramente la estancia eran las lámparas que Nami y Robin llevaban consigo.

-¡Zoro!- Luffy corrió directo a su primer oficial y se arrodillo a su lado. Los demás también comprobaron que se podían mover y se acercaron a él. Nami y Robin iluminaron al espadachín, y se notaba que sus manos temblaban al sostener las linternas.

Robin contuvo las lágrimas en silencio. Eso había sido horrible… ¿y qué era eso que salió de Zoro? ¿Acaso era…?

No quería ni pensarlo pero, ¿esa cosa era su corazón?

-¡Zoro, contesta!- gritó Luffy una vez más.

-¿Qué fue lo que salió de él?- preguntó Chopper, desesperado- ¿qué tal si era alguno de sus órganos?

-¿Qué tal si era su espíritu?- preguntó ahora Ussop, temblando, y se abrazó a Chopper.

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Todos temían lo peor, sin embargo, para su gran alivio Zoro comenzó a moverse. Primero tosió y se sujetó el pecho con una mano como si le doliera intensamente.

Luego de unos segundos así, abrió los ojos y los pasó por todos sus amigos, como si no los conociera, pero nadie más que Robin se dio cuenta en un principio de lo perdida que estaba su mirada.

-Zo…zoro… ¿te encuentras bien?- preguntó Luffy, un poco tembloroso debido a la ansiedad que había sentido. Zoro lo miró con una profunda y repentina tranquilidad. Levantó poco a poco la espalda del suelo y quedó sentado. Se rascó la cabeza y luego bajó su mano. Se quedó quieto.

-Parece que está bien- sugirió Chopper al ver que no se quejaba por ningún dolor ni parecía realmente herido. En este punto, a Nami se le escapó un quejido, se había sentido tan presionada por lo ocurrido que ahora apenas podía contener su alivio. Robin le puso las manos en los hombros y trató de calmarla.

-¿Ves lo que has hecho, idiota? – Le dijo Sanji, enojado- ¡Hiciste llorar a mi Nami swan! Marimo imbécil.

Para sorpresa de todos, la única respuesta a esto fue que Zoro miró a Sanji, y luego miró a Nami. Su vista volvió a Sanji y no contestó nada.

No dijo ni una palabra. No se defendió, ni si quiera pareció molestarse, en lo absoluto. Se puso de pie pero siguió hermético.

-Zoro… ¿te sientes bien?- aventuró Ussop, acercándose a él.

Zoro miró su propio cuerpo bajo la luz de la lámpara, tanteando su estómago y sus piernas con las manos, como asegurándose de estar entero. Luego asintió.

-¡Al menos di algo!

-¿Qué quieres que diga?- preguntó, sin enojo, ni burla, ni sarcasmo, ni ironía, ni duda…ni nada. Su voz no demostraba emoción alguna, y poco a poco sus compañeros se iban convenciendo de que realmente algo malo había pasado allí.

-Si te sientes bien, solo di si te sientes bien- pidió Ussop al borde de un colapso.

-No estoy herido- informó el peliverde, pero no agregó nada más.

-Zoro, eso fue muy extraño- le dijo Luffy- pero no te dio miedo, ¿verdad?

Zoro solamente negó con la cabeza. En su rostro no se asomó, ni de lejos, la expresión orgullosa que solía poner cuando su capitán hacía notar su valía.

-¿Y ahora, no estás enojado o algo?- preguntó Robin, quien comenzaba a sospechar.

Zoro volvió a negar.

-¿Ni siquiera con Sanji san o con Nami san?- preguntó ahora Brook.

-No.

-¿No te desespera que te acosemos con preguntas?

Se encogió de hombros, parecía que le daba igual.

Robin miró al resto y negó con la cabeza, de verdad algo estaba mal.

Franky se acercó a él con resolución y le arrancó las katanas de su amarre. Tomó la katana blanca y la blandió frente a él. Zoro ni levantó las cejas cuando tomó vuelo con su brazo y la lanzó con toda su fuerza. La espada se impactó contra las paredes de roca y cayó al suelo. Zoro miró esto, completamente indiferente.

-Mmm…interesante- susurró el ciborg, moviendo su mano frente a la cara de Zoro, sin obtener más respuesta que una mirada vacía por parte de este.

-Algo aquí anda muy mal- decidió Sanji mientras Franky iba por la espada- no responde a insultos y no defiende sus amadas katanas.

-¿Qué podemos hacer? Preguntó Brook.

-No tengo idea- le contestó Chopper- no parece estar herido…corporalmente. No se me ocurre qué sucede.

Robin miró a Nami y trató de tranquilizarla con una sonrisa. Pero luego, su rostro adquirió una gran seriedad.

-Temo que esto puede ser grave y ya que nadie de nosotros tiene idea… la única persona que puede decirnos qué es lo que pasa es el sacerdote de esta isla- les dijo a sus compañeros- pero para eso tendremos que confesar que entramos a este sitio sin su permiso. Y explicar con detalle lo que ocurrió.

-Pero…Robin, yo…

-Nami, si queremos saber qué le está pasando a Zoro, es lo único que podemos hacer. Me parece un precio bajo. Francamente, esto es preocupante.

La pelirroja finalmente asintió, bajando un poco su vista.

-Bien, está decidido. Salgamos de aquí.

Se organizaron para dejar a Zoro en medio, en realidad no sabían con exactitud cuál era su estado y no se querían arriesgar a nada. Él solo los siguió, primero para salir de la cueva y luego para dirigirse de regreso a la ciudad.

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Para cuando llegaron a la ciudad ya había anochecido, y aunque había una notoria actividad nocturna, los Mugiwaras no podían estar tranquilos ni felices.

Robin conocía perfectamente el camino al templo pues en los días que llevaban allí había recorrido la ciudad en miles de ocasiones. Los guio hasta allí y entraron a pesar de que los horarios de visitas turísticas habían terminado.

Al entrar se encontraron con la puerta principal cerrada, pero se dirigieron por un pasillo lateral rumbo a la parte trasera de la construcción. Allí, regando unas plantas, encontraron a una mujer de mediana edad. Se acercaron a ella, y Robin decidió hablar.

-Buenas noches.

-Buenas noches- contestó la mujer- lo siento hijos, no pueden estar aquí, es muy tarde para visitas. Vuelvan mañana.

La mujer se dio la vuelta, pero antes de que pudiera empezar a caminar, Robin insistió.

-Necesitamos hablar con el sacerdote- explicó- es urgente.

-Lo siento- repitió ella, dándose la vuelta hacia ellos- pero no creo que sea nada tan importante que no pueda esperar a mañana. Retírense.

-Nuestro amigo necesita ayuda- repitió Robin cuando la mujer se dio la vuelta de nuevo para irse-, entramos a una cueva y algo le sucedió. De verdad necesitamos que el sacerdote nos escuche.

Al oír esto, la mujer se detuvo. Volteó hacia ellos de nuevo.

-¿Quién de ustedes es…el que necesita ayuda?

Luffy y Sanji se hicieron a un lado mientras Franky empujaba a Zoro para que diera un paso al frente. El espadachín lo hizo y la mujer se acercó un poco a él. Lo miró de la cabeza a los pies y se centró en su rostro, el cual examinó por casi un minuto.

Suspiró.

-Lo llamaré. Entren allí- y les señaló la puerta de lo que parecía ser una pequeña casa.

Los Mugiwara obedecieron y entraron a donde ella les dijo. No era un lugar muy grande, era una sala con varios sillones de madera. No eran finos, pero estaban bien cuidados y habían sido escogidos con buen gusto. El lugar estaba iluminado por unas pocas lámparas de aceite, y era muy austero y discreto en cuanto a la decoración.

Se acomodaron en los sillones y siguieron intentando hacer reaccionar a Zoro, pero parecía que estuviera sonámbulo. Era totalmente indiferente a cualquier cosa que le decían o que le preguntaban.

Después de pocos minutos, la puerta se abrió y el anciano sacerdote entró en la sala.

-Me dijo la asistente del templo que necesitaban hablar conmigo, jóvenes. Para que ella los haya dejado pasar, debe de tratarse de algo realmente urgente.

Luffy, sin pensarlo un segundo, se puso de pie.

-Es mi nakama, anciano- le dijo sin mucho respeto, como siempre, mientras señalaba a Zoro quien ni siquiera levantó la vista- algo raro le pasa.

-¿Qué le pasa?- el anciano se acercó al joven y lo observó. Zoro levantó la cara y lo miró, el sacerdote lo observó igual que la señora, durante varios segundos- Su amigo no tiene remedio- soltó finalmente, alejándose con tranquilidad-, cuando se ponga difícil abandónenlo en una isla desierta o péguenle un tiro en la cabeza, le harán un gran favor.

Todos se quedaron pasmados con la respuesta.

-Pero q…

-¿Cómo dijo?

-¡No me puede decir que haga eso!- espetó Luffy- ¡Zoro es mi nakama!

-No serías el primer pirata ambicioso que cae en la trampa y tiene que abandonar a un amigo por esta causa- siguió el sacerdote- es un castigo justo para semejante avaricia. Por algo les dije que no entraran a esa cueva.

Los Mugiwara pensaron en esto. La situación seguro se había presentado antes, y el sacerdote estaba más que enterado de cómo estaban las cosas. De ser así, algo debía de haber, algo que ellos pudieran hacer.

-¡Espere!- pidió Nami- Luffy no tiene la culpa… entramos a la cueva por idea mía y nada más.

Los demás la miraron, preguntándose qué consecuencias podría traer el reconocer esa culpa. Pero el sacerdote no pareció darle importancia, ni siquiera volteó a verla.

-¿No eres tú, niño, el capitán de esta tripulación?- preguntó dirigiéndose a Luffy.

-Lo soy.

-Por algo llevan tu nombre.

-Así es.

-Entonces, cualquier decisión que se tome y que los involucre a todos es finalmente responsabilidad tuya. Tú eres quien toma la última decisión, ¿cierto?

Hubo un silencio pesado en el que nadie sabía a donde mirar. Finalmente, Luffy apretó los puños y asintió. Atrás de él, Nami hizo un pequeño puchero, pero decidió mantenerse firme.

-Debe haber un modo- insistió, ahora Robin, cortando de tajo lo denso del ambiente- no creo que no haya nada que podamos hacer para ayudarle.

El sacerdote se sentó tranquilamente en un sillón.

-Pues estás en lo cierto. Hay una manera. Pero es algo casi imposible de hacer, reitero, su amigo no tiene esperanzas.

-¿Qué es?- preguntó Luffy, ahora realmente ansioso- lo que sea, lo haremos.

Él los repasó con la mirada de nuevo. Ellos estaban cada vez más ansiosos, pero el hombre no parecía darse por enterado. Era casi seguro que lo hacía a propósito, para provocarlos.

-¿Por qué lo harían?

-Zoro es mi nakama- repitió Luffy- él…fue mi primer nakama. Si no fuera por él quizás hace mucho que estaría muerto- mostraba cada vez más ansia, más insistencia y más dolor- haré lo que sea para ayudarle.

-Zoro es nuestro amigo- agregó Chopper- no podemos abandonarlo en una situación así, él nunca lo haría.

-Zoro san iría hasta el fin del mundo…

-Daría su vida por cualquiera de nosotros- finalizó Ussop la idea iniciada por Brook.

-Nosotros no nos rendimos ante nada, viejo, no es nuestra costumbre- siguió Sanji, altanero como siempre- o nos dice qué hacer o se lo saco a patadas, ¿entiende?

El sacerdote lo miró severamente, pero el cocinero no se inquietó. De cualquier forma, el anciano pareció considerarlo. Mirando a algún punto en el suelo, guardó silencio un momento. Los miró una vez más, repasándolos de uno en uno, y lanzó un suspiro.

-Supongo que pueden intentarlo si quieren. Pero será muy difícil que lo logren, casi imposible- se puso de pie y caminó. Abrió una puerta, entrando a una pequeña cocina, y desde allí siguió hablando - para que entiendan de qué se trata esto, tendré que contarles la historia de nuestra isla. Después me dirán si están dispuestos o no- se detuvo, como pensándolo detenidamente. Volvió a la salita, se había servido una taza de té. Ante las miradas de los piratas, se sentó de nuevo y le dio un trago. Finalmente, ante los nervios de todos los presentes, comenzó su narración-: No sé si les han dicho en alguna parte, pero esta isla tiene dos islas hermanas. Pues bien, hace cientos de años, eran una sola gran isla. Esa isla, estaba gobernada por un poderoso espíritu, cuyo poder era comparable al de un dios. Todo marchaba bien, hasta el día en que él comenzó a pedir que se le pagara un tributo.

-¿Tributo?- preguntó Ussop, temblando como si se tratara de una historia de terror.

-Así es. Cada año, los habitantes de esta isla tenían que darle como tributo el cuerpo de un joven, varón o mujer. Alguien que en vida hubiera sido virtuoso, inteligente y bello. La gente comenzó a temer, porque el espíritu que antes creían bondadoso les mostraba una cara que nunca habían visto. Le tenían un miedo enorme a su poder y a lo que pudiera hacer en su contra. Así que durante varios años esos sacrificios se llevaron a cabo- a pesar de la pausa que hizo en este punto, todo siguió en silencio-. Le entregaban al joven ya muerto, vestido con ropas de gala y rodeado de otros tributos como frutas y artesanías. Los cuerpos desaparecían frente a los ojos de las personas que llevaban el tributo- suspiró- hubo un año en que un joven murió por culpa de una enfermedad. Por suerte, cumplía con todas las exigencias, y decidieron dar su cuerpo como tributo. El espíritu pareció no notarlo, y aceptó el sacrificio. Los siguientes años, si había la posibilidad de repetir algo así, ellos lo hacían.

-¿Qué hacía el espíritu con los cuerpos?- preguntó Robin- ¿de verdad importaba si la persona había muerto o no para ser sacrificada?

-Eso se comprendió varios años después. Al darse cuenta del engaño, el espíritu tuvo una gran cólera y atacó a la isla del Alba con todo tipo de desastres y plagas. La gente se asustó, pero no faltó alguien que se atrevió a enfrentarlo. Un joven.

-¿Uno solo?

-Uno solo. Pronto, él descubrió que el espíritu utilizaba los cuerpos para crear joyas. Esas joyas eran como su energía para vivir. Las joyas estaban guardadas en una cueva, como un gran tesoro. Cuando intentó llevárselas, el espíritu enfureció y se desató una gran pelea, que el joven perdió.

Hubo un nuevo silencio, y todos esperaron a que continuara. Pero el viejo se levantó, fue a la cocina otra vez y se sirvió más té. Hasta tomó unas cuantas galletas. Volvió a sentarse y comió lentamente sin seguir hablando.

-Como último castigo para la isla- continuó luego de terminar las galletas- la dividió en tres partes, y las alejó a días de viaje. Al atardecer se rompió una parte, y cuando la noche ya era cerrada se desprendió la otra. Mucha gente murió por los terremotos y las olas gigantes que siguieron a este cambio. Decenas de familias fueron separadas. Pero algo dentro del espíritu se rompió. Se debilitó. Siguió pidiendo tributo, pero cambió todo. Ahora pedía a sus víctimas vivas. Pronto se descubrió que los jóvenes que eran ofrecidos como sacrificio volvían a la aldea. Pero ellos eran distintos a como los habían enviado. Eran totalmente indiferentes a todo, pero conforme pasaba el tiempo se volvían violentos. Finalmente sucedía alguna tragedia. Les surgía un instinto asesino muy fuerte, pero a la larga morían.

Siguió un silencio sepulcral. El anciano dejó a un lado la taza de té vacía. Las lámparas que iluminaban la estancia habían bajado un poco la luz, de modo que Ussop y Chopper sintieron algo de miedo. Sin embargo, el anciano no había terminado:

-Con el paso de los años el espíritu sigue mandando en nuestra isla, pero ya no es tan poderoso. Sin embargo, sabemos que si es su voluntad puede matarnos. Por algún motivo, acepta ahora sacrificios más pequeños, pero no pierde la oportunidad de tomar lo que por derecho cree le corresponde.

Se puso de pie y se acercó a Zoro, que estaba sentado en un sillón justo frente al de él. Le levantó la barbilla con el dorso de la mano y se dirigió a los demás.

-Miren bien su rostro. No tiene expresión alguna. Pero es solo reflejo exterior de lo que pasa en su interior. Me imagino que vieron algo salir de él cuando estuvieron en la cueva.

-Sí, era una piedra- informó Franky- parecía un diamante…medio en bruto. Como si no lo hubieran terminado de tallar.

-Bien, esa piedra es la forma corpórea de una parte del espíritu de su compañero. Más específicamente, sus sentimientos.

Esto los impresionó. Se miraron unos a otros, pero fue Chopper quien se animó a ponerle voz a la pregunta.

-¿Quiere decir que…ese espíritu, le quitó los sentimientos a Zoro?

-Así es. Esa es la parte más importante para que el espíritu fabrique sus diamantes. Es la parte más pura y más valiosa de una persona.

-¿Cómo sabemos que eso es verdad?- preguntó Nami, un poco escéptica.

-¿Su compañero tiene alguna relación especial o extraña con alguno de ustedes? Si no reacciona como lo haría normalmente.

-Él y Sanji san se la pasan peleando- respondió Ussop- pero hace rato por más que Sanji san lo insultó, él no reaccionó.

-Su posesión más valiosa son sus espadas- agregó Chopper- pero cuando Franky lanzó su katana blanca contra el muro no le importó.

-Normalmente hubiera tratado de matarme.

El anciano se encogió de hombros.

-Allí lo tienen.

Robin se quedó pensativa un momento, mientras sus amigos discutían, miraba a Zoro, con sus ojos de mirada aburrida fijos en ninguna parte.

-¿Qué podemos hacer entonces?- preguntó por encima del ruido y en seguida sus compañeros hicieron silencio. Miraron al anciano fijamente, muy serios, y esperaron por la respuesta.

-Tienen que viajar a las islas Del Ocaso y de La Noche, para llevar a cabo un ritual. En la isla del Ocaso, deberán encontrar el diamante que corresponde a su amigo. Y en la isla de la noche, esos sentimientos deberán ser depositados de regreso en él. Pero no puedo darles detalles, no cuento con todo ese conocimiento.

-¿Un ritual?- preguntó Sanji.

-Mis hermanos, los sacerdotes de ambas islas, les dirán lo que pueden hacer. Para eso, les daré dos cartas con mi firma.

Se acercó a una mesa escritorio que había en una esquina, abrió un cajón y de allí sacó papel y una pluma para escribir. Redactó ambas cartas, las firmó y las guardó en sobres. Volvió con ellos, y luego de al parecer preguntarse a quien debía dárselas, las entregó a Franky, quien junto con Robin era quien más había mantenido la compostura en ese lugar.

-Solo así les permitirán acercarse a los lugares sagrados y les dirán lo que necesitan saber. Su log pose ya debe haber cargado para ir a Ocaso. No tarda más de un par de horas, pero el viaje puede durar hasta cinco días.

-Es mucho tiempo- observó Robin- y hasta donde entendí, Zoro no cuenta con tanto. Díganos, ¿qué podemos esperar de él ahora?

El hombre la miró, cerró los ojos y asintió.

-Eres una mujer muy lista. Sí, su amigo no cuenta con mucho tiempo y es por eso que necesitan hacer esto con rapidez. Pongan atención. El espíritu de una persona consta de varias capas- comenzó a explicar- La primera es el instinto, la segunda son las emociones y a partir de allí, se van desarrollando muchas más, que definen la identidad de una persona. Pero al ser el instinto y las emociones una base, al faltar una, las demás se tambalean. Su amigo no tiene emociones. Entonces él actuará por su instinto. En este momento él conserva algunas cosas. Sabe quién es y quienes son ustedes. Tiene percepción del tiempo y el espacio, conoce el bien y el mal y sabe distinguir lo correcto de lo incorrecto. Aún tiene algo de voluntad propia, pero su único motivante ahora serán sus necesidades básicas. Comerá, dormirá y hará lo que sea que su cuerpo le pida cuando lo necesite.

-¿Qué debemos hacer?

-Mientras sea posible, no lo contradigan, mientras no se trate de algo dañino, permítanle hacer lo que necesite hacer. Con el paso del tiempo sus necesidades se volverán cada vez más apremiantes, y pronto las demás "capas" irán desapareciendo, quedando solamente su instinto, que se volverá violento e insoportable hasta para él mismo. Si ustedes o cualquiera se convierte en un obstáculo, su instinto le dirá que debe defenderse. Atacará sin dudarlo y sin importar de quien se trate, y ese peligro está latente desde ahora.

-¿Zoro nos atacará? Pero eso no es…

-Es perfectamente posible porque ya no hay sentimientos que lo aten a ustedes. Conforme las otras capas desaparezcan, perderá toda voluntad y probablemente ya ni siquiera los reconozca. Al final no se convertirá en un animal, sino en una verdadera bestia.

Estaban inmóviles, y sus miradas pasaban del hombre a Zoro. No se lo imaginaban actuando así, normalmente era una bestia, pero nunca en ese sentido.

-Usted mencionó que los sacrificios morían- recordó Franky - ¿por qué pasaba eso?

-Con el paso del tiempo su presión sanguínea y el ritmo de su respiración se acelerarán. En consecuencia todo su metabolismo se verá afectado, no podrá comer y su calor corporal aumentará exageradamente. El oxígeno a su alrededor no le será suficiente para respirar y en algún punto, sus órganos colapsarán, como si una explosión interna los deshiciera. Dependiendo de la persona, podrían pasar meses para que esto pase, pero también podría suceder en un par de semanas.

-Estamos contra el tiempo, entonces- finalizó Robin. El anciano asintió.

-Deberían irse ahora mismo. Su amigo depende de ustedes.

-Podemos hacerlo. Hay que juntar lo que haga falta rápido, así podremos zarpar máximo en un par de horas- dijo Nami y en seguida comenzó a organizarlos para no perder tiempo. Mientras todas salían caminando de allí, Robin se quedó atrás.

El sacerdote se había quedado en la puerta mirándolos. Ella se acercó un poco.

-Aún tengo una duda.

-Adelante.

-¿Porqué al principio se negó a darnos la información, y al final soltó todo como si nada? No me parece coherente.

-Bueno, en el pasado han ocurrido cosas así. Pero la mayoría de los externos que pasan por esto, optan por abandonar a sus amigos. Ustedes de verdad se veían dispuestos a ayudar a su espadachín. Pensé que quizás valdría la pena. Tal vez ustedes tienen lo necesario para lograrlo.

Robin sonrió y asintió. Sí, estaban acostumbrados a intentar cosas imposibles. Y a lograrlas, en la mayoría de los casos. Pero esta vez, se trataba de algo especialmente difícil y doloroso. ¿Qué pasaría si el tiempo se les acababa? Prefería no pensarlo siquiera.

-Su amigo debe ser un hombre muy virtuoso- agregó de pronto el sacerdote, interrumpiendo los pensamientos de Robin.

-¿Por qué cree eso?

-Porque el espíritu solo acepta ese tipo de almas, o de sentimientos. Los más buenos, y puros que pueda encontrar.

-¿Qué me dice de las otras tripulaciones piratas que pasaron por esto? ¿Eran virtuosos y aun así dejaron a sus amigos atrás?

-Los dejaron atrás quizás precisamente por ser los únicos virtuosos. De esas tripulaciones, todas tuvieron destinos terribles. Es algo que simplemente no se puede cambiar.

-Originalmente era mi capitán al que le iban a quitar sus sentimientos. Zoro se interpuso para salvarlo.

-Más puro y virtuoso aún. Nuestro espíritu no dejaría escapar algo así.

Robin se quedó callada un momento, pensando en ello. Luego se despidió y caminó para alcanzar a sus amigos.

.

.

.

Tal como lo habían pensado, en un par de horas todo estuvo listo y zarparon rumbo a la isla del Ocaso para recibir la información que necesitaban para ayudar a Zoro. Nami pensaba que podía hacer el trayecto en tres días y no en cinco como había dicho el sacerdote si disponía de algunas horas más de lo acostumbrado para navegar por la mañana y por la noche, y si no se detenían más que para verdaderas emergencias. El plan por el momento era navegar hasta la media noche y a la mañana siguiente continuar desde las seis de la mañana.

Y esa misma noche pudieron ver lo que ocurría con Zoro.

Antes de la hora de cenar había asaltado la nevera con el permiso de Nami, para enojo de Sanji, y ahora dormía a pierna suelta tirado en las escaleras, como cabría esperar encontrarse a Luffy.

Esa no era su costumbre, nunca lo había sido.

-Una vez que pisáramos el barco se hubiera puesto a entrenar- puntualizó Ussop.

-Y ahora estaría con nosotros cenando y peleándose con Sanji- agregó Nami.

-Ni siquiera me contestó cuando lo llamé imbécil. Es triste pero esto me está preocupando un poco.

Y de haber necesitado dormir, lo hubiera hecho en un sitio ciertamente más cómodo que las escaleras. Lo cual mostraba que había sido allí donde el sueño lo había atrapado.

-Cuando el sacerdote nos explicaba lo que iba a ocurrir con él…- comentó Chopper, pensativo- él hubiera negado que eso pudiera ocurrirle, y se hubiera ido.

Todos miraron a Chopper, y volvieron la vista a su plato. Apenas comieron, no tenían estómago para lo que se les había venido encima.

Nadie culpaba a Nami por lo ocurrido, pero ella mostraba sentirse mal. Quizás por eso se portó tan tranquila con él esa noche, pero no dudaban que esto se pasaría con los días.

Más tarde, cuando todos se fueron a dormir, le dijeron a Zoro que también se fuera a su habitación, y él obedeció sin replicar.

Robin lo observó hasta que desapareció por la puerta, y se preguntó con ansiedad creciente si lo que él le había preguntado hacía unos días aún le significaba algo. Prefirió pensar que no. No quería hacerse falsas esperanzas, ni sentirse mal después.

Decidió solo esperar, ver cómo iba evolucionando su compañero.

Continuará…

Y este ha sido el primer capítulo. Como dije, no va a haber tanto misterio esta vez, de hecho creo que las cosas van a ser muy directas. Me gusta todo esto de los espíritus y la magia, aunque como ya lo aclaré en alguna ocasión, yo misma no soy una persona muy creyente de esas cosas.

No sé si les parece que ha sido algo muy acelerado. Así está en mi mente, o es que quizás me acostumbré a que Iris tuvo un ritmo bastante lento. De acuerdo, tendré que pensar en esto con detenimiento.

Muchas gracias por leer :) tuve un accidente ayer (nada muy grave) y estoy algo adolorida, pero escribir me hace tan feliz n.n

Espero que tengan bonita semana, (a ver si puedo publicar pronto)

Abrazos! Nos leemos pronto…

Atte. Aoshika October