Prólogo

El avión acababa de tocar sobre la pista de aterrizaje cuando visualice a mi padre, tenía una sonrisa en su rostro como siempre que me veía y yo la compartía amaba a ese hombre.

Como siempre el estaba solo, ya que, Liliam, de seguro estaba con una de sus amigas; Rebeca, la madre de Jasper Whitlock , y Angelinna, la tía de Alice Brandon, mi mejor amiga que por cierto me esperaba junto a mi padre con su clásica sonrisa.

Ya en la calle.

-. Me da tanto gusto verte te extrañe tanto – me abrazaba con una efusividad muy conocida por mi pero que a los ojos de los demás daba terror

-. Te extrañe tanto princesa.- dijo mi padre abrazándome -. ¿Cómo estuvo tu viaje?- me pregunto como siempre

-. Bastante agotador pero adoré Suiza – mirándolo a los ojos vi un destello de emoción

-. Tenemos que ir de compras- dijo Alice tomándonos por sorpresa. Se acerco a mí para que mi padre no la escuchara y me susurro al oído -. Te vistes como una monja – y con un gesto de asco que solo me causo gracia me deje conducir por las avenidas de Seattle a las tiendas de su predilección.

Compramos en Prada, Gucci, Dolce & Gabanna, Victorias Secret´s y no sé cuantas más. Lo único que sabía era del punzante dolor de mis pies, estos pedían a gritos que Alice, parara.

Pero el resultado según Alice, fue genial, pero para mi querido padre no tanto ya que él era el que pagaba y cargaba las bolsas.

De repente, vi a un apuesto chico; tenia cabello cobrizo; piel blanca sonrosada por el calor que hacia el día de hoy y de ojos verde esmeralda, que hicieron contacto con los míos haciéndome estremecer y ruborizar por su intensidad.

Rompí el contacto con esos hermosos ojos, gracias a mi querida amiga Alice, que sacándome de mi letargo, me anunciaba nuestra retirada.

-. Era lindo – me gire hacia ella con una fuerza que casi me desnucaba -. Pero, es muy viejo para ti – me dijo ella

-. Total no importa solo lo vi una vez no quiere decir que lo vaya a ver de nuevo – me encogí de hombros restándole importancia y nos dirigimos a un pequeño, pero acogedor restaurante francés, que a mí me encantaba.

-. Papá voy al baño – me disculpe y fui en dirección a los tocadores.

Salí del baño con una sonrisa; el olor de ese lugar me hacia recordar cuando éramos una familia unida y feliz.

Llegue a la mesa y me quede paralizada. El chico hermoso del vitral, estaba charlando con mi padre y se notaba que era serio por la actitud de ambos.

Compartí una mirada de complicidad con Alice, haciendo que mi padre se percatara de mi presencia y con una enorme sonrisa -. Mira, ella es mi hija – me presento orgulloso

-. Un placer, Edward Cullen – me derretí por dentro pero gracias a mi ya muy empleada mascara anti-expresiones no lo demostré

-. Mucho gusto, Rosalie Hale- tome la mano que él me tendió; y en un gesto de caballerosidad, se llevo mi mano a los labios causando que una descarga eléctrica me atravesara por completo.

-. Bueno William yo me retiro solo vine a saludar – se disculpo Edward y antes de marcharse me dedico una sonrisa que paso desapercibida por mi padre.

Regrese la mirada y esta se quedo enganchada en la de Alice, que sonreía pícaramente ante lo sucedido -. No esta tan viejo- me dijo ella son una sonrisa de suficiencia

-. Pero nunca se fijara en mí- le recordé y ella se encogió de hombros

-. Nunca digas nunca, amiga- me dijo ella desviando su mirada hacia los menús

Yo intente hacer lo mismo. Pero, mi mirada se engancho con unos ojos verde esmeralda, que estudiaban cada movimiento haciéndome ruborizar.