Capítulo 7

La pequeña pelota negra golpeó contra la pared, salió disparada hacia el otro muro como una bala y cayó en la esquina.

Ino soltó un gruñido al ver cómo su raqueta chocaba contra la pared en un intento inútil de devolverle a Sakura el disparo. Se dobló hacia delante y una gota de sudor cayó de su frente al suelo.

—Punto para ti —dijo, resollando.

La pelota estaba caliente cuando Sakura la tomó del suelo y sacó de nuevo. Durante varios minutos, no hubo otro sonido que fueran los gruñidos de la respiración, los golpes de la raqueta y los de la pelota contra los muros de la pista de squash.

La furia le había dado una fuerza que no sabía que tenía. Todo lo que tenía que hacer era imaginarse la cara de Sasuke en la pelota para mandarla contra las paredes.

—¡Necesito un descanso! —le dijo Ino, sin respiración, al final del segundo juego. Sakura había ganado los dos, por primera vez en su amistad.

Mientras engullían el agua y tomaban aire fuera de la pista, su mejor amiga se la quedó mirando.

—¿Qué demonio te ha poseído? —le preguntó mientras se secaba la cara y el cuello con una toalla.

Sakura abrió la boca para responder, y sintió una oleada de furia.

—No puedo hablar de ello todavía. Estoy demasiado enfadada. Te lo contaré después del partido.

—¿Por qué me parecerá que yo me estoy llevando el castigo de quienquiera que te ha puesto furiosa?

—Te viene bien perder de vez en cuando. Te devolverá la humildad. Vamos.

Tal y como ambas habían predicho, Sakura ganó.

Después de ducharse, se cambiaron y se dejaron caer en la cafeteria del club. Cuando tenían delante un zumo de naranja y unas magdalenas, Ino arqueó una ceja.

—¿Y bien?

Sakura partió entonces una magdalena en siete pedazos pero no se comió ninguno. Se limpió las manos con la servilleta. Incluso después de una hora y cuarto de golpear brutalmente una pelota de goma, se sentía iracunda.

—¿Sabes por qué he ganado el partido? Todo el tiempo me he imaginado la cara de Sasuke sobre la pelota. Entonces la golpeaba todo lo fuerte que podía.

Ino suspiró.

—Oh, no. ¿Qué ha hecho?

—¿Te acuerdas de mi amante secreto? ¿El tipo de los viernes?

Ino se quedó pálida. Se inclinó hacia delante y le agarró el brazo a Sakura.

—Oh, Dios mío. No me digas que Sasuke se ha enterado.

Aunque le resultó difícil pronunciar las palabras con la mandíbula apretada, consiguió decir:

—Sasuke es él.

—¿Qué? —las cabezas se volvieron a mirar cuando Ino gritó la pregunta.

—Que mi amante misterioso de los viernes era Sasuke. Escondiéndose, fingiendo que era un extraño. Mentiroso canalla.

—Espera un segundo. No lo entiendo. ¿Sasuke Uchiha? ¿Ese era tu amante secreto?

Sakura asintió sin hablar.

—Pero… ¿no te diste cuenta? ¿No lo adivinaste?

—¡No! Siempre estaba oscuro, y una vez me tapó los ojos —dijo, y los cerró, mientras sentía una oleada de humillación. Le había vendado los ojos y había estudiado su cuerpo centímetro a centímetro. No había sido ningún extraño anónimo de fantasía, sino Sasuke, el que le había hecho gritar y perder el control. Había conseguido que le suplicara. Apretó los dientes.

—¿Y cómo se suponía que iba a reconocerlo?

—No sé —Ino se encogió de hombros—. Sería como acostarme con Sai y no saber que es él.

—Yo nunca me había acostado con Sasuke —le explicó pacientemente.

—Bueno, lo sé. Pero ¿no te resultaba familiar su pelo? ¿No lo olías? Yo podría encontrar a Sai en cualquier sitio sólo por el olor.

—Yo no me paso el tiempo olfateando a Sasuke. ¿Cómo habría sabido cómo huele? A rata. Así es como huele. A rata sucia y apestosa.

Lo pensó durante un segundo.

—De todas formas, el tipo del hotel siempre se duchaba. Cuando yo llegaba, estaba en albornoz, y algunas veces todavía tenía el pelo mojado de la ducha —sintió otra punzada de furia—. Canalla manipulador y mentiroso. Seguro que se duchaba para que no pudiera olerlo.

—O quizá sólo estuviera siendo considerado, quitándose la suciedad del día para hacerte el amor. A mí me gusta eso en un hombre.

—Entonces, deberías haberte quedado con él. Gusano.

—Vuestra aventura ha durado semanas. ¿Cómo has averiguado la verdad?

Aquélla era la peor parte.

—Le dije a mi amante del viernes que no podría volver a verlo porque estaba empezando una relación con otro.

—¿Quieres decir…?

—Sí. Con Sasuke. Pensé que quizá pudiera tener un futuro con ese idiota —le ardían los ojos.

—¿Sasuke y tú? —Ino estaba casi saltando de alegría—. Cariño, eso es fabuloso. Él es perfecto para ti.

—No va a haber Sasuke y yo. Voy a contratar a un asesino a sueldo.

—¿Y no te parece que es un poco radical?

—Sasuke es italiano. Lo comprenderá. Yo creía… —hizo una pausa y tragó saliva, odiando el tono tembloroso de su voz—. Le dije que lo quería.

—¿A quién? ¿A Sasuke? ¿Se lo dijiste a Sasuke?

—No a Sasuke. Quiero decir, sí, pero yo no sabía que era él. Le dije que no podía seguir viéndolo porque yo tenía intenciones serias con respecto a este otro tipo —le ardían las mejillas. Ojalá hubiera mantenido la boca cerrada. Aquello era una humillación—. Y él me preguntó si estaba enamorada del otro. Y yo le dije que sí.

—¿Y qué dijo él?

—Entonces encendió la luz.

Ino la miró a los ojos.

—¿Y?

—Nada. Le di un puñetazo y me marché.

Su amiga soltó una carcajada ahogada.

—¿Le diste un puñetazo?

—Pero no lo suficientemente fuerte.

—¿Y después?

—Después me marché.

—¿Intentó detenerte?

Sakura sacudió la cabeza.

—¿Dijo algo?

Sakura frunció el ceño.

—Dijo que me quería. Gusano.

Algo como una sonrisa reprimida se dibujó en el rostro de Ino.

—Veamos. El hombre del que estás enamorada resulta ser el amante fantástico al que no quieres abandonar. Además, te dice que te quiere. ¿Sabes? Hay cosas mucho peores que podrían ocurrirle a una mujer.

—¡No lo entiendes! Me mintió, me engañó. Él controlaba toda la situación y yo…

—Tú no —su amiga no reprimió más la sonrisa—. Por una vez en tu vida, no lo controlabas todo. Y eso te ha asustado.

—Eso no es…

—Tienes que pensar por qué estás enfadada realmente. Ya sabes que el compromiso no es tu punto fuerte. Quizá tengas que pensar en eso. Acerca de lo que quieres de verdad.

—Le dije que lo odiaba.

—El amor y el odio van de la mano. Tienes el resto del fin de semana para averiguar qué es lo que sientes antes de que lo veas el lunes. Puede que te sorprendas de lo que aprendas. Y sabes que puedes llamarme cuando quieras.

Ino miró a los niños pequeños que había en la otra mesa, haciendo ruido, y abrió mucho los ojos al mirar el reloj.

—¡Aggg! Tengo que irme a casa. Sai tiene un partido de baloncesto. Le prometí que llegaría pronto a casa para quedarme con los niños.

—Claro —dijo Sakura. Estaba un poco molesta por lo fácilmente que su «amiga» había despachado la gran traición de Sasuke. Había hecho que pareciera que era culpa de ella. Vaya amiga.

Ino le dio un abrazo y un sonoro beso en la mejilla.

—Llámame el lunes.

—Si no estoy en la cárcel por asesinato.

Frunciendo el ceño mientras conducía hacia casa, repasó mentalmente la lista de cosas que tenía que hacer. Paró en el supermercado, en la tintorería, y después, en un ataque de autocompasión, se compró un ramo de tulipanes.

Cuando llegó a casa, puso la comida en la cocina, colgó los trajes y puso los tulipanes en un jarrón. Después puso en marcha el contestador para comprobar si tenía mensajes, preparada para apretar el botón de «borrar» en cuanto oyera la voz de la rata.

Había tres mensajes. Aquel hombre estaba tan ansioso que daba pena.

Escuchó el primero. Era de su madre.

El segundo era del dentista, recordándole la cita de la semana siguiente.

El tercero era del club de squash, diciéndole que se había dejado la bolsa de deportes y la raqueta en la cafetería. Apretó los dientes de irritación. Ella nunca hacía cosas tan estúpidas como aquélla.

* * *

Sasuke tamborileó los dedos en el auricular del teléfono, mirándolo con el ojo bueno y pensando cuál seria la mejor manera de proceder.

Quizá hubiera sido tonto al esperar que Sakura se arrojara a sus brazos en cuanto encendiera la luz. Habría entendido que necesitara unos cuantos minutos para sobreponerse a la impresión, quizá una o dos lágrimas.

Pero ¿un ojo morado?

¿Por qué? ¿Qué había hecho él, sino proporcionarle su fantasía en bandeja de plata? Sakura era una mujer muy caprichosa. Quería sexo anónimo y lo había conseguido. De hecho, un sexo anónimo estupendo. Después quiso una relación. Ningún problema. Sasuke estaba feliz de dársela.

Así que ¿por qué demonios no quería sexo estupendo con la relación?

Decidió tomar una ducha. Cuando el agua le cayó por el ojo morado, tuvo que fruncir el ceño de dolor.

Cuando quiso afeitarse, se dio cuenta de que su maquinilla no estaba allí. Fue hacia la bolsa de los viernes, que todavía no había deshecho, y la abrió. Allí estaba su maquinilla, un puñado de preservativos, un tubo de pasta de dientes y un cepillo extra, el aceite perfumado que no había llegado a extender por su cuerpo, el pañuelo…

Se lo acercó a la nariz y aspiró un poco de la esencia de Sakura. Nunca podría borrarse de la mente la imagen de ella desnuda, extendida en la cama, jadeando de excitación, y, en aquel momento, completamente suya.

Con el ojo morado o sin el ojo morado, él no había terminado con Sakura. ¿Cómo podría hacer que aceptara que estaban enamorados?

Tenía que pensar en un plan.

Se afeitó lo mejor que pudo mientras pensaba. Tuvo una idea. No era brillante, pero podría funcionar.

Se sirvió un café y transformó aquella idea en un plan.

Sakura frunció el ceño al verse en el espejo empañado por el vapor de agua de la ducha. Estaba hecha un desastre. Y no iba a ir a trabajar como si fuera una mujer que había pasado un fin de semana horrible. Alguien que no había conseguido pegar ojo en dos noches.

Intentó disimular los estragos que aquello había causado en su cara con una buena dosis de maquillaje. Cuando terminó, miró al reloj y constató que había sobrepasado en doce minutos la duración de su arreglo matutino.

Y para rematar, parecía que, con el traje azul marino que se había puesto, iba a un funeral. No. Más bien, parecía que era ella a la que iban a enterrar.

Tenía que ver a Sasuke aquel día, y no quería tener aspecto de estar más muerta que viva. Se quitó el traje y lo colgó. Tenía que haber algo más alegre en el armario, pensó, mientras pasaba las perchas con pantalones y blusas. Aburrido, aburrido, aburrido. Vestidos. Mucho mejor. Eligió uno de color azul, de lino, que no se ponía apenas porque se arrugaba mucho. Daba igual. Nadie se fijaría en una arruga en el vestido cuando podían mirar aquellas ojeras tan espantosas que tenía en la cara.

«Soy una mujer adulta. Trataré a Sasuke con una cortesía distante. Nadie sabrá nunca que me ha roto el corazón».

Le quemaban las lágrimas en los ojos, y tuvo que respirar hondo e intentar calmarse. Cuando llegó a su oficina, todavía tenía el ceño fruncido y le latía el corazón aceleradamente. Saludó a unos cuantos compañeros por el camino, y le dio los buenos días a su secretaria con un medio gruñido cuando llegó a su despacho.

Él le había enviado un memorándum.

Aquello era lo primero que él le decía desde que le había desgarrado el corazón: un memorándum. Tomó el papel con los dedos temblorosos y lo leyó. Ni siquiera estaba personalizado. Simplemente, le recordaba que tenían la reunión del caso Senju, con ambas partes. Sakura le dio la vuelta al papel, sin poder creerse que no hubiera una disculpa, algún mensaje, algo.

Sin embargo, en el otro lado de la hoja no había nada.

Miró fijamente la nota y dejó que sus ojos se posaran en el nombre de Sasuke al principio, sintiendo el dolor de su traición. Cómo debía de haberse reído él durante todas aquellas semanas, disfrutando de su broma mientras ella no sabía nada. Se había dejado llevar por completo, precisamente porque creía que él era un extraño.

Si hubiera sabido que era Sasuke el que estaba en el dormitorio con ella, jamás habría…

Se hundió en la silla lentamente. Las piernas no la sujetaban. No podía ir a la reunión. No era capaz de enfrentarse a aquel hombre. Era demasiado pronto, y además, le dolía la cabeza y tenía un dolor agudo detrás de los ojos. Empezó a mecanografiar un correo electrónico para decirle que no iría, pero se detuvo.

Sólo una cobarde enviaría aquel mensaje, y ella no lo era.

Nunca había sido una cobarde, y ningún canalla mentiroso conseguiría que lo fuera. Iría a aquella reunión. Borró el mensaje. Lo trataría con cortesía distante, se recordó.

Apretó los dientes y consultó la agenda para ver las cosas más importantes que tenía que hacer aquel día. Después, se puso a trabajar.

Su secretaria llamó:

— Sakura, son las diez menos cinco. Sasuke acaba de llamar y me ha pedido que te lo recordara.

—Gracias —respondió ella, haciendo caso omiso del tono suavemente sorprendido de Matsuri. ¿Cuándo había tenido que recordarle algo Sasuke?

Nunca.

Y si tenía algo que decirle, siempre se lo decía directamente. Nunca usaba mensajitos.

Bueno, si aquélla era la forma en la que él quería jugar… Muy bien.

—¿Te importa llamar a su secretaria y decirle que estaré allí?

—Claro…

—Ah, y Matsuri… ¿tienes algo para el dolor de cabeza? Tengo una jaqueca horrible.

—Ya me ha parecido que no te encontrabas bien cuando has llegado esta mañana. Sí, tengo algo en el cajón.

—Gracias. Ahora mismo salgo.

Sakura recopiló todo el material sobre el caso Senju y se tomó un par de pastillas con un vaso de agua. Después, decidida a no dejarse llevar por los nervios, se puso en camino hacia la sala de reuniones con un minuto calculado de retraso para asegurarse de que Sasuke y ella no se quedarían a solas ni un segundo al empezar.

La alivió mucho ver que el señor Senju y su abogado ya estaban sentados a la mesa, y los saludó a ambos con una sonrisa y un apretón de manos. Entonces, casi involuntariamente, su mirada se volvió hacia la cabecera de la mesa, donde estaba sentado Sasuke.

Se le escapó una exclamación de sorpresa.

—¡Sasuke! ¡Tu ojo!

¿Aquello se lo había hecho ella? Lo tenía medio cerrado, hinchado y morado casi hasta la nariz.

Sin embargo, la expresión de su ojo bueno era cínica.

—Deberías ver cómo quedó el otro tipo.

A Sakura le ardió la cara. Abrió la boca para disculparse, pero volvió a cerrarla. Seguramente, lo último que él quería sería que todos pensaran que le había pegado una chica.

Aunque se lo mereciera, ella no había querido darle tan fuerte.

El señor Senju dijo:

—A mí me dieron una vez con una pelota de tenis en un ojo. Es muy doloroso, demonios.

—Me acuerdo de que te pregunté si no te la había lanzado algún marido celoso —dijo una voz suave desde la puerta.

El señor Senju se incorporó a medias de la silla.

—Tsunade.

Sakura miró hacia arriba para observar la fuerte atracción que había entre ellos, el perdón y la esperanza que los unía. Era algo que estaba en el ambiente.

El abogado carraspeó y Tsunade miró a su alrededor.

—Siento haber llegado tarde. Los niños querían terminar un dibujo para su padre.

—¿Cómo están… —empezó a preguntar el señor Senju, pero ella lo interrumpió.

—Aquí está —alargó el brazo por encima de la mesa y le acercó una hoja de papel. Aquellos niños nunca llegarían a ser grandes artistas, pensó Haruno, atisbando un poco del dibujo. Parecía una casa con un jardín lleno de árboles y un cúmulo de garabatos que parecían el perro de la casa. Cuando miró a su esposa de nuevo, Jiraya Senju tenía los ojos llenos de lágrimas, y extrañamente, Sakura, que no había llorado en todo el fin de semana, sintió que se le empañaba la mirada.

—Gracias, Tsunade —le dijo él con la voz ronca.

Hubo una pausa. Sasuke la rompió.

—Buenos días, señora Senju. Ahora que ya estamos todos, podemos empezar. Aunque ésta es una reunión informal, si alguien cree que es necesario, podemos llamar a una secretaria para que tome notas.

Todo el mundo negó con la cabeza. Sasuke asintió.

—Muy bien. Estamos aquí para acordar citas con un consejero matrimonial, y fijar fechas y horas que convengan a ambas partes.

Sakura no entendía por qué tenían que tener aquella reunión. Le parecía una pérdida de tiempo. Sasuke y el abogado del señor Senju podrían haber arreglado aquel asunto por teléfono. Calculó que la reunión les llevaría unos diez minutos. Un cuarto de hora si tenían preguntas. Se miró el reloj de muñeca. Saldría de allí antes de las diez y cuarto, como mucho. Más pronto, si podía agilizar las cosas.

Detestaba estar en aquella habitación. Odiaba ver a Sasuke con el ojo morado y aquella expresión dura. Odiaba con todas sus fuerzas haber perdido a la vez a su amante de fantasía y a su mejor amigo.

Había esperado que Sasuke intentara hacerla volver. Durante todo el fin de semana había querido oír su voz y encontrárselo en la puerta de su apartamento, detrás de un enorme ramo de flores.

No se le había ocurrido que Sasuke pudiera sentir que él era la parte ofendida. O que él se comportara como si no hubiera pasado nada. Profesional, como siempre, sólo que se comunicaban por medio de sus secretarias. Demonios, si él intentaba tratarla con cortesía distante, no creía que pudiera aguantarlo.

Cada vez le dolía más la cabeza. Giró un poco el cuello para intentar aliviar un poco la tensión, pero sin llamar demasiado la atención. De repente, Sasuke habló de nuevo.

—El amor no siempre funciona —dijo con una voz suave que hizo que Sakura se volviera hacia él y lo mirara con los ojos muy abiertos. ¿No era aquella reunión para fijar las citas?

Él miraba a Tsunade y a Senju mientras hablaba, pero Sakura tuvo la sensación de que se estaba dirigiendo a ella. Tragó saliva.

—Algunas veces, la persona de la que nos enamoramos no es aquélla que nos corresponde, y entonces es mejor terminar. Puedes querer a alguien, y sentir que con el paso del tiempo se ha acostumbrado tanto a ti que ya no te ve. Estoy convencido de que es así como se estaba empezando a sentir Tsunade. ¿No es así, Tsunade?

Ella asintió.

De repente, Sakura sintió una punzada en el pecho igual de dolorosa que la jaqueca, pero más abajo. ¿Adónde quería llegar? ¿Quería decir que había cometido el error de tener una relación con ella?

—Ocurre todo el tiempo. Vemos a una persona de una manera, y eso es todo lo que percibimos. No importa que sea tu mujer, un amigo, un compañero de trabajo…

Su mirada pasó por encima de Sakura. Ella no quería mirarlo, pero no pudo evitarlo. Su voz era solemne, y la mirada de su ojo bueno clara y grave.

—Algunas veces nos volvemos ciegos hacia las otras facetas de los demás.

¿Era aquello lo que le había ocurrido a ella? ¿Había querido Sasuke ser algo más que amigo suyo y ella había estado demasiado ciega como para verlo?

—Y algunas veces la otra persona, la que se siente invisible, o la que piensa que están dando por supuesto que estará allí siempre, hace una tontería —continuó Sasuke.

Tsunade hizo ruido con la nariz a su lado, y Sakura le pasó el paquete de pañuelos de papel.

—Tsunade se equivocó al contestar a aquel anuncio, y lo admite. Pero había una razón para que ella se comportara de aquella manera. Hizo algo para llamar su atención. Y ahora, usted es quien tiene que decidir —le dijo al señor Senju, y de nuevo miró brevemente a Sakura. No había manera de pasar por alto aquel mensaje—. ¿Le va a dar otra oportunidad? ¿La quiere lo suficiente? ¿Confía en ella? Llevo lo suficiente en este trabajo como para saber que la confianza es lo más importante. Si no la sienten, no tienen nada. Antes de decidir sobre cómo quieren hacer las cosas, quiero que reflexionen sobre eso.

—No necesito pensarlo —dijo el señor Senju.

Tsunade levantó la cabeza. Tenía las mejillas cubiertas de lágrimas.

—Yo no soy muy bueno hablando, pero él tiene razón, Tsunade. Supongo que yo… quería a la mujer con la que me casé. ¿Te acuerdas de lo divertido que era cuando empezamos? Después tuvimos los niños, y creo que no estaba listo para que todo cambiara. Podía haber ayudado más. Ayudaré más. Quiero volver contigo. Lo haré lo mejor que pueda.

—Yo también —dijo su mujer, limpiándose las lágrimas.

—Muy bien —dijo el abogado del señor Senju—. Mi cliente está dispuesto a asistir al consejero matrimonial. No quiere presentar la demanda de divorcio esta vez.

—Nunca —dijo el señor Senju—. He sido un idiota. Sabía que tú no te irías con otro tipo. Debería haber hablado contigo. Lo siento.

Sakura se sintió como si lo estuviera viendo todo desde fuera. Tsunade y Jiraya Senju tenían niños, un perro y un matrimonio que salvar, y estaba feliz porque las cosas se hubieran arreglado para ellos.

Pero se preguntaba si Sasuke no habría estado intentando dibujar un paralelismo.

Ellos no tenían nada en común con Tsunade y Jiraya Senju.

¿O sí?

Tsunade había estado a punto de perder aquello que más quería por culpa de una fantasía. Sólo que no había sido una fantasía, sino un engaño. Sasuke quería terminar con el engaño, quería que Sakura confiara en él, que creyera en él y lo quisiera.

¿Pero cómo podría hacerlo?

La cabeza se le llenó de preguntas. Si Sasuke no había mentido de palabra, sí lo había hecho por obra, dejando que creyera que… No. Había sido ella misma la que había querido creerlo. Y ya no sabía qué pensar.

Cerró su carpeta cuando Jiraya alargó el brazo y le tomó la mano a su mujer por encima de la mesa. Sakura miró a Sasuke y lo sorprendió observándola. En su ojo bueno pudo verlo todo: amor, remordimiento, dolor, esperanza. Pero ella sólo sentía confusión.

No podía quedarse más allí. No podía continuar sentada en aquella habitación con el hombre al que amaba y odiaba, con el corazón tan acelerado que casi no podía respirar.

Se puso de pie.

—¿Me perdonan? —dijo—. Tengo otra reunión —sonrió amablemente al matrimonio—. Me alegro mucho de que todo se haya arreglado.

Entonces tomó sus cosas de la mesa y fue rápidamente hacia la puerta. Le temblaban tanto las rodillas que casi se tropezó.

—Sakura —la voz de Sasuke le llegó, suave, por la espalda.

Ella no se dio la vuelta. No podía. Oyó un ruego en su voz, y supo que si lo miraba a la cara, se tiraría a los brazos de Sasuke, su amante, para apoyar la mejilla contra el pecho de Sasuke, su amigo.

Pero en aquel momento, Sasuke no era ni su amante ni su amigo. Era su enemigo, y Sakura no podía confiar en ni en ella misma.

Le agitó la mano por encima del hombro, sin darse la vuelta.

—No puedo. Ahora no.

Y continuó caminando. Fue directamente hacia los ascensores, bajó al vestíbulo principal y salió a la calle. Guiñó los ojos bajo la luz brillante y rebuscó las gafas de sol en el bolso. Su escapada era completamente irresponsable, pero no le importaba. Tenía que marcharse y pensar.

Si pudiera pensar…

El vestido de Sakura empezó a pegársele a las piernas mientras caminaba bajo el sol de mediodía. Absorta en sus pensamientos, se dirigió hacia la orilla del lago, y por alguna razón, el ruido y el bullicio del muelle la atrajeron.

El Navy Pier estaba lleno de turistas, niños, mamás y soldados. Pensó que la gente y el alboroto la ayudarían a ahogar el zumbido incesante de los pensamientos confusos de su cabeza.

Los zapatos y las medias le daban muchísimo calor. Todo el mundo tenía cara de estar pasándoselo estupendamente, parecían relajados, y estaba segura de que ella era la única que llevaba medias. Encontró un baño público y entró para quitárselas y guardarlas en el bolso. Quizá sólo necesitara un descanso.

Caminó bajo el sol y se sentó en un banco. Se recostó contra el respaldo e intentó relajarse. Se quitó los zapatos, y pronto se dio cuenta de que no iba a volver a la oficina. No aquel día.

Se quedó mirando al lago.

Quizá debiera dejar el bufete, cambiarse a otra empresa, empezar de nuevo.

De repente se sintió furiosa. Aquello había sido tan injusto por parte de Sasuke… Por aquella razón ella siempre se había negado a salir con compañeros de trabajo. Cuando se rompía la relación, no quedaba nada más que incomodidad cuando tenías que seguir trabajando con la persona.

Él era el que se tenía que marchar. Pero aquello no iba a ocurrir, claro. Sasuke Uchiha era socio. Sakura Haruno no era más que una analista. Era bastante obvio quién tendría que marcharse.

Sabía que estaba siendo injusta. Sasuke haría lo correcto. Lo sabía perfectamente, igual que conocía perfectamente al que había sido su amigo y su mentor durante cuatro años. Le picaron los ojos tontamente, al pensar en que había perdido su amistad.

Lo que le había dicho Ino el sábado anterior todavía le flotaba en la cabeza.

«Haber descubierto que es un gran amante aparte de un gran amigo no es lo peor que puede ocurrirle a una chica».

¿Tendría que perder sin más remedio a su amante y a su mejor amigo?

Volvió a tener miedo. La asustaban las cosas a las que tenía que enfrentarse.

Si pudiera hablar con alguien, quizá pudiera poner en orden sus pensamientos. Y sólo había una persona con la que pudiera hablar sobre ello. Necesitaba hablar con Sasuke y hacérselo entender.

Tomó aire y buscó su móvil.

—Uchiha —respondió él al primer tono.

—Tengo miedo —admitió ella, en voz baja.

—¿ Sakura? ¿Dónde estás? —al instante, su voz tenía un tono de preocupación.

—En Navy Pier. Al lado de una tienda de camisetas.

—No te muevas. Voy ahora mismo.

—¡No! No hagas eso. Sólo quiero hablar contigo un minuto. ¿Estás solo?

—Sí. Y tú, ¿estás bien?

—Sí —la mentira del siglo.

—Quiero ir contigo.

—No. Esto me resultará más fácil si no te veo.

—¿Como hacer el amor? —su voz era suavemente provocativa. Pero antes de que ella pudiera contestar, él dijo—: Lo siento. No debería haber dicho eso. Es sólo que me estás volviendo loco.

Ella agarró el auricular con fuerza.

—Lo sé. Tú también me estás volviendo loca. De todas formas, tienes razón. Es más fácil si no te veo.

—¿De qué tienes miedo?

—De… Creo que… estar contigo me asusta.

Ella oyó una carcajada corta.

—A mí también. Podría terminar ciego.

Ella se mordió el labio inferior al recordar el ojo morado que él tenía en la reunión.

—Lo siento. No quería darte tan fuerte.

—No. Es culpa mía. No debería haberte contado la verdad de esa forma. Creía que te haría feliz. Bastante estúpido, ¿eh? —ella se lo imaginó en su despacho, con el teléfono en la mano. Casi podía verlo pasándose los dedos entre el pelo, como siempre que tenían un problema complicado de trabajo y hablaban sobre él.

—Es que… me he sentido traicionada. ¿Por qué no me dijiste que eras tú?

—¿Cuándo?

—Yo…

—¿Cuándo habrías querido saberlo?

Ella fue incapaz de contestar a aquella pregunta. Había disfrutado del anonimato de aquellos encuentros, de hacer el amor con un completo extraño. Le habían fascinado el susurro de su voz y la posibilidad de que fuera el hombre de sus sueños.

—¿La primera vez, en Nueva Orleans?

¿Había empezado a susurrar deliberadamente? Sakura empezó a temblar.

De repente se vio en la habitación donde habían hecho el amor por primera vez con la fragancia de las cerezas en la atmósfera. Ella nunca había pasado una noche como aquélla. ¿Habría querido saber que era Sasuke el que estaba haciendo que se sintiera de aquella forma?

—No lo sé —respondió al fin con la voz ronca.

—Quise decirte mi nombre la primera noche. ¿Te acuerdas? Y tú no quisiste saberlo. Aquello era injusto.

—Es cierto, ¡pero porque no sabía que eras tú!

A ella le retumbó su suave risa en el oído.

—Dejemos a un lado la evidente falta de lógica. ¿Estás segura de que querías saberlo?

—No estoy segura de nada. No estoy segura de que pueda confiar en ti. Por eso estoy asustada.

—Tonterías. Sabes que sí puedes confiar en mí. Es en ti misma en quien no puedes confiar. He tenido tiempo para pensar en ello durante el fin de semana, mientras me ponía hielo en el ojo. Estás asustada de tus propios sentimientos.

La irritación que ella sentía sólo se vio suavizada por su referencia al hielo. Demonios, ese ojo de verdad estaba morado.

—No intentes echarme la culpa. Tú me has mentido y te has aprovechado de mí.

—No discutas nunca con un abogado —suspiró él—. Yo te di la fantasía que querías, sabiendo durante todo el tiempo que yo quería más. Y sigo queriendo más. Tú estabas dispuesta a terminar con tu amante para poder estar conmigo. No te olvides de eso, ¿de acuerdo? Me elegiste a mí, a Sasuke, con los ojos abiertos.

—Pero yo…

—Te quiero. Piensa lo que quieras. Si quieres dejarme, es tu elección.

—¡Pero nosotros no tenemos nada!

Una pausa.

—Si realmente piensas eso, será verdad.

Sakura se sentía tan triste y confusa, que estaba a punto de romper a llorar.

—Tengo que colgar.

—Sí. Yo también.

Y mientras colgaba supo por qué la asustaba Sasuke. Las mismas cosas que la habían atraído de él como amigo la aterrorizaban como amante. Ella conocía a su familia y les tenía cariño. Le encantaba los lazos que tenía con sus amigos íntimos. Su fuerza y su concentración. Como amigos, eran cualidades estupendas. En su amante, le causaban terror.

Al final, empezó a llorar.

El amor era doloroso. Había aprendido bien la lección. Era fácil para Sasuke hablar sobre el amor con aquella familia italiana tan enorme. Ellos nunca se divorciaban. No podía saber lo que significaba la pérdida del amor por experiencia, como ella. No sabía lo que se sentía cuando el amor se transformaba en amargura.

Sakura había aprendido a confiar sólo en sí misma, sólo en aquello que podía controlar. Era mucho más fácil evitar el dolor que enfrentarse a él.

Pero entonces, tendría que negarse el amor.

Se limpió las lágrimas. Lo único que podía hacer era arriesgarse, correr el riesgo más grande de su vida.

Nunca había pensado que fuera cobarde, y sin embargo, allí estaba, lloriqueando porque cabía la posibilidad de perder el amor. Estaba tan asustada de fracasar que iba a dejarse ganar sin luchar.

Pero no había terminado. No le había dicho a Sasuke ni la mitad de las cosas que quería decirle. Además, él no se había humillado. Casi ni se había disculpado.

Se le resbalaban las lágrimas por la cara mucho más rápido de lo que podía secárselas. Y aun así, a pesar del llanto, sentía un calor en el fondo del pecho.

Él había pronunciado las palabras que habían sembrado el terror en la mente de Sakura. «Te quiero».

Para él no tenía tanta importancia pronunciar aquellas palabras. No entendía todo por lo que ella había pasado, lo vulnerable que había sido con él. A él nunca lo habían seducido con un susurro, ni lo había adorado una amante secreta en la oscuridad más absoluta. Nunca había estado allí, esperando, preguntándose qué ocurriría después, qué parte de su cuerpo acariciaría, rozaría.

¿Cómo podía entender hasta qué punto había llegado su traición, si nunca había experimentado nada de aquello? De repente, se le ocurrió una idea. Un castigo, en realidad. Era perfecto.

Quizá en aquella ocasión el señor Uchiha probara un poco de su propia medicina. Y ella iba a ser la doctora.

Milagrosamente, su estado de ánimo mejoró. Él la quería. Ella lo quería a él.

Pero antes de perdonarlo por su engaño, iba a dejarle completamente claro que su relación sería una de igual a igual. Era su turno de tener el control de la situación. Y aquello, después de todo, era lo que mejor le salía a Sakura.

Se secó la última de las lágrimas, miró el reloj y se apresuró a entrar en acción.

Sasuke se dejó caer en la cama, cansado y desesperanzado. Había hecho todo lo que había podido, y sólo le quedaba aceptar la derrota. Sakura no había vuelto a llamarlo aquel día. Él le había dejado un mensaje en el contestador, sugiriéndole que fueran a cenar juntos. Ella no había respondido.

Él había parado en su piso, pero ella no estaba. Y si estaba, no le había abierto la puerta.

Había parado en una floristería, pero finalmente no se había bajado del coche. Conociendo a Haruno, interpretaría las flores como una disculpa, y él no iba a disculparse por lo que había pasado. Su aventura había sido la mejor que él había tenido en su vida, y estaba seguro de que también lo había sido para Sakura. Y el sexo tan bueno no podía venir sólo de una de las partes.

Por supuesto que no. Entre ellos, había existido el amor incluso antes de que se acostaran; simplemente, Sakura se había negado a reconocerlo. Hasta que él se lo había ofrecido. Entonces ella se lo había estampado contra la cara.

Apagó las noticias de la radio e intentó quedarse dormido. Su enorme cama le parecía más vacía aquella noche que ninguna otra. Era una locura. Nunca le había hecho el amor a Sakura en aquella cama, y sin embargo, podía verla allí, sentirla.

Sin embargo, no había ninguna posibilidad de que ella estuviera realmente en su cama. Tenía que aceptar la derrota y continuar.

Cuando se quedó dormido, todavía estaba dándole vueltas.

Unas horas después se despertó con un ruido y sintió que el cuerpo se le ponía rígido mientras concentraba toda su atención. Había oído algo. ¿Qué?

Abrir los ojos no le ayudó. Estaba casi seguro de que había dejado las cortinas abiertas, pero no veía absolutamente nada. Incluso la luz brillante del despertador se había apagado. Quizá fuera un corte de electricidad. ¿Habría sido el sonido de los aparatos eléctricos al apagarse lo que lo había despertado?

Él siempre dormía profundamente, así que le estaba costando mucho aclararse la cabeza. Sería más fácil dejarse llevar por el sueño de nuevo.

Y aun así, no podía escaparse de la sensación de que había alguien más en la habitación. Respiró lentamente, agudizó los oídos esperando algún sonido y preparó los puños para defenderse del intruso.

Sintió un olor familiar… Cerezos.

—¿Qué demonios…?

—Dime lo que quieres —le susurró una suave voz femenina al oído. Estaba tan cerca, que podía sentir su calor y oler la fragancia que lo volvía loco.

Ella había ido a él. A pesar de su ira y su miedo, había ido a él.

—Tú sabes de sobra lo que quiero —susurró él, sentándose en la cama y preguntándose qué ocurriría después.

—Voy a hacer que supliques —dijo aquellas palabras sin ni siquiera molestarse en susurrar.

—¿Y qué pasa si no quiero? —provocó él, sabiendo que Sakura tenía el poder de hacer que rogara.

—Harás lo que se te ordene —aquella vez sí susurró, con voz ronca, y tan cerca que su respiración le hizo cosquillas en el oído.

Lo besó suavemente, con los labios temblando de emoción, totalmente opuestos a sus palabras implacables. Entonces, el colchón se hundió cuando ella se acercó a él a gatas, cálida y desnuda.

Sasuke sonrió en la oscuridad.

—Te quiero.

—Lo lamentarás.

Ella le acarició la barbilla con los labios, y después el cuello, y después le mordió un pezón con el filo de los dientes.

—Nunca —le prometió él, y se tumbó completamente en la cama para que ella pudiera hacer lo que quisiera.

Se tomó su tiempo, besando y acariciando cada centímetro, como si tuvieran toda la vida.

Sakura creía que lo estaba torturando, pero él sabía por experiencia que aquélla era un arma de doble filo. Cuanto más se extendiera en los preliminares, más sufriría ella misma. Casi se rió cuando oyó su respiración entrecortada mientras le lamía el estómago. Intentó acariciarla dos veces, y las dos veces ella le apartó las manos.

Después, lo tomó en su boca, y Sasuke olvidó que tuviera manos.

Él no podría aguantarlo mucho. Sakura se dio cuenta y volvió hacia arriba para besarlo en la boca, larga y profundamente. Se movió, y él sintió una rodilla rozarle el abdomen cuando ella se colocó encima. Justo al borde de donde estaba tan cálida y húmeda, él sintió que le rozaba la erección, pero no lo tomó dentro de su cuerpo, sino que se quedó inmóvil durante un segundo.

Después sintió de nuevo que su cuerpo se movía ligeramente, y se preguntó si se estaría acercando a la mesilla de noche a por un preservativo.

Con un golpe seco, la lamparilla de la mesilla de noche se encendió, e hizo que él diera un respingo de la sorpresa. Guiñó los ojos para protegerse de le inesperada claridad, y después, al mirarla a la cara, lo comprendió todo.

Ella quería sacar su relación a la luz.

La observó tal y como había querido hacer tantas veces mientras habían hecho el amor. Le acarició la mejilla, donde la piel le brillaba como el oro. Entonces sus miradas se cruzaron, él se sintió más desnudo de lo que se hubiera sentido nunca en su vida.

Vulnerable. Abierto. Conectado con ella.

Le miró los pechos, que subían y bajaban con su respiración, y los pezones endurecidos.

—¿Por qué has vuelto?

Ella tenía los párpados hinchados, así que él supo que había estado llorando, pero en aquel momento le brillaban los ojos de emoción.

—Pensé que merecía la pena correr el riesgo. Quizá no funcione… —le dijo acariciándole el pelo—. Pero quizá sí.

—Yo siempre te querré —le prometió él, sabiendo que era la verdad. Miró hacia abajo, desde su vientre plano hasta el triángulo de su intimidad.

Entonces se miraron de nuevo a los ojos.

—Es como la primera vez —dijo él, susurrando, asombrado de lo diferentes que eran las cosas a la luz, sabiendo ambos quién era el otro.

—Es la primera vez para nosotros.

—Ya no habrá más disfraces —convino él, levantando las caderas con ansiedad, intentando llenarla, penetrarla más profundamente que nunca.

—No nos esconderemos más —dijo ella, jadeando.

—¿Todavía estás asustada?

—Aterrorizada.

—Yo también.

Entonces, ella empezó a moverse sobre él. Lentamente, al principio, mientras dejaban que sus ojos se recrearan con la vista de sus cuerpos unidos, el de ella más suave y blanco, el de él más oscuro y velludo.

—Échate hacia atrás —le rogó él, ansioso por verlo todo.

Ella lo hizo, arqueando la espalda hasta que se apoyó en las manos y los dos pudieron verse mientras el ritmo aumentaba. Él se daba cuenta del esfuerzo que a ella le costaba exponerse de aquella forma sabiendo que era él.

—Déjate llevar —le pidió, aquella vez sin susurrar, con su propia voz—. Mírame y déjate llevar.

Ella gimió y abrió los ojos para mirarlo. Él vio cómo tomaba aire y vio cómo se le dilataban las pupilas. Después sintió la presión y el temblor de su cuerpo, y supo que él mismo no podría aguantar durante mucho más tiempo.

Deslizó la mano entre sus cuerpos y la acarició como sabía que ella deseaba. Y, mirándose a los ojos, los dos explotaron de placer.

—¡Sasuke! —gritó ella, echándose hacia delante para atrapar con su cuerpo el de su amante, y él pensó que su propio nombre nunca le había sonado tan bien.

Más tarde, cuando descansaban saciados en la cama, él le dijo:

—Creía que te había perdido.

Ella le acarició el pecho con las puntas de los dedos.

—Estuve pensando en lo que me habías dicho. Ya te había elegido a ti, como tú mismo has dicho. Creo que estaba buscando excusas para salir corriendo. Tenías razón. Siempre huyo de todo aquello que no puedo controlar.

—No tienes por qué asustarte. Yo no te quitaré tu independencia, no me pondré en tu camino hacia la cima.

—Lo sé —le dijo ella suavemente—. De todas formas, he oído que estar en la cima es muy solitario. Yo no quiero ir sola hasta allí.

—No tienes que hacerlo —le prometió él.

Después, volvió a llevarla a lo más alto.

—¿Sabes una cosa? —le dijo él cuando recuperó el aliento—. Debo de haberme vuelto loco. Juraría que huelo a cerezas.

Ella frotó su pecho contra el de él.

—Llamé a seis floristerías y no encontré ninguna flor fresca, así que compré una crema con olor a cerezas y me la eché por el cuerpo. Lo cual me recuerda… —dijo ella, apoyando la cabeza sobre una mano y frunciendo el ceño—. ¿Cómo te las arreglabas cada viernes para encontrar cerezos?

Él sonrió y saltó desnudo de la cama. Caminó hacia la ventana, apartó la cortina y abrió la puerta de la terraza, con la esperanza de que ningún vecino estuviera despierto a las cuatro de la mañana. Resopló de esfuerzo mientras tiraba de un enorme macetero en el que había un cerezo.

—Tengo mi propio suministro.

Ella se levantó con la cara resplandeciente y se arrodilló a su lado.

—Oh, mira —dijo, acariciando una de las flores—. Aquí hay un capullo nuevo que está empezando a abrirse.

—¿No te resulta simbólico?

Él se inclinó hacia delante y, como respuesta, la besó entre las flores

FIN

Hasta aquí llego la historia chicas espero la hayan disfrutado tanto como yo el adaptarla. Esperen muy pronto una nueva historia! :D Saludos!