Adaptación del libro dulce prisionera...ahora si, después de mucho tiempo, este es el fin
Epilogo
Fiore, 1765
Los últimos rayos de sol de la tarde bañaban el horizonte con distintos tonos de luz dorada. Se acercaba el otoño, ya se caían las primeras hojas y los atardeceres eran cada día un poco más fríos.
Mientras se preparaba para bañarse y cambiarse antes de que llegaran los invitados - lord y lady Balkan y sus dos pequeños hijos, Macao y Charle - Lucy se asomó a la ventana del dormitorio y contempló a su marido.
Sobre la loma cubierta de hierba que había más abajo de la terraza, el duque conducía por la brida a un pony moteado de gris montado por Zeref Natsu III, su hijo de cuatro años. Layla, su hermana de apenas dos años, caminaba a los tumbos junto a los pies de su padre, abrazándole de tanto en tanto las piernas, aferrándose con alma y vida y negándose a soltarlo. La tercera vez que esto sucedió, Natsu, riendo de buen humor, se agachó, la levantó y se la subió a los hombros. Layla lanzó chillidos de placer. Del otro lado del jardín el conde de Heartfilia, convertido en un feliz bisabuelo, los contemplaba con inocultable satisfacción.
Lucy sonrió levemente y sintió un tirón en el corazón. Natsu era un padre maravilloso, mejor de lo que nunca había imaginado. Finalmente había superado los oscuros secretos de su pasado y, en su condición de legítimo duque de Hargeon, se había convertido en el hombre que estaba destinado a ser. Los años de padecimiento le habían dado fuerza de carácter y una percepción de la gente que muy pocos tenían. Era bondadoso y atento, capaz y justo. Después de haber sobrevivido a tan angustiosa existencia, comprendía los problemas de los demás como pocos aristócratas lo habían hecho.
Se oyó un golpe en la puerta. Lucy se apartó de la ventana y fue a abrirla, pero Virgo se adelantó a ella.
-Bueno, jóvenes, ya era hora de que llegarais - la mujer señaló la tina de cobre situada en un rincón, y hacia allí marcharon obedientemente los niños - Daos prisa y no derraméis agua.
Lucy permaneció allí mientras llenaban la tina. Los niños regresaron abajo, y Virgo la ayudó a quitarse la bata de seda rosa. Ya desnuda, se deslizó en la tina.
-¿Necesita que la ayude?
-No, Virgo. Estoy bien.
-Disfrute su baño, su gracia.
La criada abandonó la habitación sin ruido y cerró la puerta tras ella.
Lucy suspiró y se apoyó en el borde de la tina. El agua estaba caliente y balsámica, llevándose consigo los problemas de un día ajetreado, un día colmado de risas de niños y el cálido amor de su esposo.
Pronto regresarían a Magnolia. Natsu era miembro de la Cámara de los Lores y se tomaba la tarea con mortal seriedad. Su interés principal era el sistema judicial. Conocía sus fallas y nunca dejaba de hablar de las dificultades que enfrentaba el hombre común.
Tras la muerte de Zancrow, incluso él había llegado a ayudar a Azuma. Mientras podía haber sido condenado a la horca, Natsu pidió para él clemencia al tribunal, consiguiendo que en cambio fuera condenado a prisión. El verdadero criminal era Zancrow, él estaba convencido, y el pobre ignorante de Azuma era un simple peón en los juegos mortales de su hermano.
Lucy se hundió más profundamente en la tina, y dejó que el agua se deslizara entre sus pechos mientras pensaba en lo feliz que era.
-¿Soñando despierta, mi amor?
Sintió las manos de él, grandes pero suaves, en los hombros. No lo había oído entrar, pero él siempre se movía con el sigilo de una pantera.
Ella se volvió para mirarlo, vio la forma en que paseaba los ojos por sus hombros desnudos y los pechos que parecían flotar en el agua.
-Estaba soñando contigo -le dijo, sonriéndole, excitada por el calor de la mirada que él no hizo esfuerzo alguno para ocultar.
-Me alegra saberlo. Eso hace mucho más sencillo lo que tengo en mente.
Ella arqueó una ceja.
-Ah, ¿de qué se trata, exactamente?
-Seducción, amor mío. No era mi intención cuando llegué, pero ya que te has vestido para la ocasión...
Lucy soltó un chillido cuando él, inclinándose, la sacó de la tina y el agua salpicó sus altas botas negras.
-Natsu Dragneel, ¿es que has perdido el juicio?
Él le sonrió con los brillantes ojos verdes llenos de malicia.
-No lo creo. No tiene nada de loco que un hombre haga el amor a su adorable mujer.
Su mirada estaba cargada de deseo. Lucy sabía de qué se trataba; ella sentía lo mismo, un intenso deseo por Natsu latiendo casi dolorosamente en su bajo vientre, un deseo que parecía que no desaparecería jamás.
Sin hacer caso del agua que chorreaba por su cuerpo desnudo, Natsu la llevó hasta la cama y se echó encima de ella, con su largo y duro cuerpo cómodamente instalado entre las piernas de su esposa.
-Al menos deberías haber dejado que me secara. - Él le dio un suave beso en los labios.
-Yo te secaré.
Bajó la cabeza y le lamió las gotas de agua que tenía en el pezón para después meterse todo el seno en la boca.
Lucy gimió con la sensación dulce y ardiente y arqueó el cuerpo hacia arriba, clamando por más. Él negó con la cabeza.
-Todavía no he terminado de secarte.
¡Oh, Santo Dios! La boca de Natsu se paseó sobre sus pechos, lamiendo toda el agua que los cubría, y continuó besando todo el trayecto hasta el ombligo. Allí bebió con ganas, metiendo la lengua, girando y dando vueltas para seguir su camino más abajo, hasta los suaves rizos castaños que se abrieron al sentir su invasión. Apoyó la boca sobre el sensible botón de su sexo, lamiendo y acariciando, hurgando con decisión hasta que Lucy se retorció debajo de él.
En cuestión de minutos, ella había alcanzado un intenso orgasmo, con las manos apretadas en la espesa cabellera rosa de Natsu y el cuerpo arqueado fuera de la cama. Con el cuerpo todavía escociéndole, permaneció tendida durante un momento muy largo, floja y satisfecha, oyendo la risilla de masculina satisfacción de Natsu mientras se quitaba la ropa.
Se acostó sobre ella, y su musculoso cuerpo la aplastó contra el colchón.
-Te amo, duquesa - le besó el cuello - ¿Te lo he dicho últimamente?
Lucy le sonrió.
-Una vez me dijiste que decirme que me amabas era lo más duro que habías hecho en tu vida – paseo un dedo por sus pectorales - Pero no es tan duro, ¿verdad?
Él sonrió con picardía y llevó la mano de ella hasta su miembro erecto.
-A decir verdad, duquesa, es muy duro.
Lucy se echó a reír, él la acomodó debajo de su cuerpo, le cubrió la boca con un beso y comenzó a hacerle el amor. Había habido un tiempo en el que él creía que no quería una esposa, que no quería una familia. En ese momento, si tenían suerte, la familia volvería a agrandarse.
Lucy supo, sin lugar a dudas, que su marido sería complacido.
Gracias por tomarse el tiempo de leer esta adaptación, muchas gracias por los review, los que siguen el fic y los favoritos ;)