Nutella

El caos resultaba indescriptible, y no solamente para evitar el tener que describirlo, sino que era algo tan habitual en estos casos que la única manera de hacerlo sería decir que todo estaba normal. Pero que eso lo pudiera decir ella quien había empezado apenas unos días antes de hoy dejaba bien claro que o te dejabas llevar por este mundo o este mundo acabaría por arrastrarte, devorarte y escupirte (o algo mucho peor y más desagradable saliendo por el sur) como la insignificancia en la que te habrías convertido por no haber querido jugar con las reglas que te habían explicado que no enseñado.

El desfile de esta noche se convertiría en el que marcaría su mayoría de edad con respecto a su trabajo de modelaje. Si alguien le hubiera dicho que acabaría siendo modelo no se habría reído en su cara, porque no era su estilo no porque no se lo pudiera haber merecido, pero le dejaría bien claro que esa profesión no iba con ella. Y ahora aquí estaba preparándose para pasar su primer modelo de la noche recibiendo los últimos retoques en el cabello, para que no se viera afectado por el sombrero tipo cowgirl, y un ligero brillo en sus labios.

Las cámaras dirigieron todos sus objetivos sobre ella incluso antes de dar el primer paso en la pasarela de ahí que cuando surgió en todo su esplendor la ingente cantidad de flashes que se dispararon llegaron a iluminar todo el largo de la pasarela por donde se movía casi como si tuviera su propio foco de luz personal e intransferible pues solamente había aparecido sobre la pasarela para que los objetivos se hubieran olvidado de la otra modelo que se encontraba desfilando en aquellos momentos. Por suerte era toda una profesional, del modelaje, y mantuvo el gesto sereno hasta que salió de la pasarela para que se le torciera de mala manera mascullando, no tan por lo bajo, acerca de la presumida actitud que la ya no tan novata tenía últimamente acaparando todos los focos y objetivos. Parcialmente era cierto, en lo de acaparar tanta atención pero no en lo de que fuera presumida pues, ciertamente, ella le daba ninguna importancia a toda esa atención que recibía. No era culpa suya y por eso mismo ni siquiera se molestaba en prestarle atención.

Su primer modelo era un corto conjunto que consistía en un corsé morado con un revelador escote y minifalda a juego que llevaba unas tiras blancas colgando alrededor de la bastilla idénticas a las que tenía el brazalete que portaba en su brazo izquierdo, con una N grande. Su caminar, firme y con seguridad, no hacía más que aumentar esa aura de atracción que ofrecía con cada mirada siguiendo cada uno de sus pasos, el contoneo de sus caderas. Irradiaba pura sensualidad. Claro que para ver el conjunto en todo su esplendor hubo que esperar a que llegara hasta el extremo final de la pasarela donde dejó deslizarse el largo abrigo blanco forrado de piel hasta sus manos, el cual iba conjuntado con el sombrero vaquero blanco y las altas botas de tacón. El paseo final lo realizó con el abrigo descansando sobre un hombro para rematarlo quitándose el sombrero despidiéndose del público.

Una vez fuera de los objetivos de las cámaras y de las cientos de miradas presentes en la sala, miles o millones que seguían la transmisión por medio del den den mushi de imagen, no había tiempo para recrearse en el trabajo bien hecho porque el trabajo aún no había terminado, ni siquiera había comenzado. Le quedaban aún varios conjuntos más para presentar y en este tipo de trabajo el tiempo era un lujo que no tenían pues estaba medido hasta el más ínfimo detalle. Cualquier retraso podría resultar fatal y hacer fracasar el desfile, por mucho que se pudiera intentar improvisar a última hora.

Ella sabía lo que era improvisar pues lo que debería haber sido su primer desfile con el simple agobio normal para cualquier modelo se convirtió en un gran peso al haber sido elegida para sustituir a la modelo principal del desfile luego de que hubiera tenido un desafortunado accident… quiero decir, incidente.

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Su cabello, largo llegándole hasta la cintura por la espalda, era de un rubio dorado que enmarcaba sus grandes ojos celestes en un rostro fino y delicado. Era alta pero sin exagerar, unos ciento ochenta centímetros, con unas largas piernas bien contorneadas y ligeramente morenas, lo necesario y justo, haciendo contraste con su cabello. Generosos pechos, escueta cintura y curvilíneas caderas la hacían ver como una obra de arte viviente como si la mismísima naturaleza hubiera decidido alcanzar la excelencia con respecto a la mujer perfecta. Por supuesto que la naturaleza solamente podía encargarse, por muy mal que pudiera sonar, de la parte física de las personas quedando la mental, su forma de ser y comportamiento, a la educación y aprendizaje que recibiría desde su llegada a este mundo.

Holi era hermosa pero, desgraciadamente, no podía aunar una personalidad igual de hermosa sino todo lo contrario pues resultaba ser alguien de lo más infame. Habría que cambiar la palabra perversa, maligna y toda clase de derivados por la de Holi pues serviría para aunar todos esos significados en una sola palabra.

Por supuesto que alguien con esta manera de ser no iba a recibir con buenos ojos, por muy hermosos que fueran los suyos, la llegada de alguien que pudiera llegar a enturbiar su posición como modelo. Y eso a pesar de que de cara a los demás negaba que algo semejante pudiera llegar a ser posible ya que, a espaldas de todos, no paraba de maldecir a la recién llegada.

A pesar de sus miedos, para ella totalmente infundados porque nadie podría quitarle su puesto como protagonista principal de cada uno de los desfiles en los que participaba, había sido elegida nuevamente para representar la cara de la nueva colección. Tal vez había sido este nuevo apoyo lo que le hizo soltarse la lengua un poco y dejar clara cuál era su opinión con respecto a la novata porque, casualidad o no, cuando se encontraba bajando unas escaleras, que ni siquiera poseían una decena de escalones, se tropezó cayéndose en todo lo largo para acabar con su rodilla derecha doblándose… ¡aunque en la dirección contraria a la habitual!

Tras esta desgracia, y para sorpresa de todos, la última modelo que fue elegida para participar en el desfile fue la elección para ser el rostro de la colección. Algunas voces se levantaron, con cierta cautela, señalándola como posible culpable del accidente, o incidente, que llevó a Holi a dañarse la rodilla aunque, en contra de todas estas infundadas acusaciones, había testigos que vieron a Holi bajar las escaleras en solitario y cayéndose por ellas por su propia cuenta. Un accidente… ¿verdad?

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El cambio de vestuario, como no podía ser de otra manera, fue realizado en muy poco tiempo, pues este resultaba de lo más escaso y completamente definido en todo su uso, por mucho que lo único que repitió fue su sombrero vaquero blanco. El resto se dividía en una camisa amarilla sin mangas, de tirantes, con los bordes, tanto el inferior como el superior, blancos y un pantalón púrpura que le llegaba hasta las pantorrillas sujeto por un cinturón. Calzaba unos tacones púrpuras además de llevar un brazalete, con múltiples tiras en la parte inferior, en su brazo izquierdo con la letra N.

A pesar de que el resto de chicas eran increíblemente hermosas el público parecía estar esperando a que regresara ella a la pasarela. Una vez más la cantidad de flashes resultaban excesivos y cegadores aunque ella no parecía notarlo en absoluto y continuaba desfilando sin ningún tipo de dificultad. Había algo extraño y era que en su mano izquierda parecía llevar algo, ¿un trapo?, pero no estaba muy claro. Para sorpresa de todos los presentes la muchacha se quedó en el extremo de la pasarela como si estuviera esperando por algo o alguien.

La respuesta llegó cuando hizo su aparición la novedad del desfile pero en la vertiente de modelo masculino. Metro ochenta y un centímetros de altura, cabello verde y un cuerpo bien trabajado con una marcada musculatura pero que quedaba en segundo plano tras aquella impresionante cicatriz que cortaba en diagonal descendente desde la clavícula izquierda hasta casi la cadera derecha. Y si sumamos la cicatriz sobre su ojo izquierdo le daba un aspecto demasiado peligroso para un modelo. Lo curioso en este caso era que solamente llevaba puestos unos pantalones negros, con unas botas a juego dejando todo el torso al descubierto,… para deleite de los espectadores tanto presentes en el desfile como todos aquellos que lo estaban viendo por el den den mushi de imagen.

Cuando se estaba acercando al extremo de la pasarela la muchacha se volvió para regresar a los vestuarios, y dar por finalizado su pase, pero no antes de lanzarle aquello que llevaba en su mano y que resultó ser una camiseta de tirantes azul oscura más larga de lo normal que se puso, para decepción de su creciente club de fans que se habían estado deleitando con la visión de su perfecta anatomía. Su rostro no mudó de expresión en todo momento, ni siquiera cuando regresó a los vestuarios y se encontró con el diseñador, a punto de sufrir un ataque junto al director del desfile, porque se hubiera llevado consigo la camiseta haciendo que tuviera que salir sin ella al desfile.

Si eso fuera lo peor, en una manera de verlo, que fuera a suceder estaría más que aliviado pero este no iba a ser el caso.

El desfile continuó a un buen ritmo, a pesar de las acciones protagonizadas por la nueva pareja de modelos que parecía ir a lo suyo la mayor parte del tiempo. El que había propuesto, y que salió aceptado, que él saliera justo después de ella no iba a tener un gran futuro en este negocio. Por lo menos si el diseñador y el director del show tuvieran algo que decir al respecto.

Ahora mismo se encontraba desfilando mientras llevaba puesto un vestido de cuero negro corto de manga larga y con un revelador escote. Tanto bajo la bastilla como circunvalando el escote, y cuello, llevaba cosido, como un falso vestido, una tela blanca con lunares morados. El remate, como no podía ser de otra manera con semejante conjunto de cuero, eran unas botas negras, hasta el muslo, de tacón alto. De lo más erótico, y sadomaso solamente por ser de cuero negro.

El diseñador, y el director del desfile, contuvieron la respiración cuando le tocó salir al novato, quien llevaba unos pantalones negros y una cazadora amarilla con la cremallera abierta, de manera que todos podían disfrutar, nuevamente, de aquel torso sacado del trabajo del mejor escultor.

Cuando pasó a su lado no pudo evitar alzar la mano y acariciar aquel terso torso disfrutando del cálido contacto de su piel. Muchos envidiaban en esos momentos tanto la mano de ella como el propio torso de él por obvios motivos.

Y así siguió el desfile. Ella llevando un vestido corto, e incluso más ajustado que el de cuero negro, de color púrpura en este caso con encaje bordado en los bordes del vestido, escote y muñecas. Medias de rejilla que le llegaban hasta los muslos sostenidos por un liguero negro para rematarlo con unas botas altas negras, de tacón alto, que llevaban dos filas de botones en la parte delantera. Mientras tanto él llevaba una camiseta blanca con tres botones al cuello de los cuales un par se encontraban desabotonados, ¿cómo marca de la casa o para ir provocando a su nakama? Porque de tratarse lo segundo pues acertó de pleno ya que no dejó pasar la oportunidad para darle un cachete en el culo aunque, prácticamente al mismo tiempo, él se lo devolvió haciendo resonar su palma contra una de las nalgas de la muchacha que no pudo evitar abrir los ojos de la, inesperada, sorpresa aunque tampoco tardó en apretar los labios para contener unas risas.

Ella llevaba un traje oscuro, un morado que rayaba el negro, con sombrero vaquero a juego, y una camisa sin mangas con un revelador escote que dejaba el ombligo al aire y un cuello ancho y levantado de color amarillo cubierto con varios motivos circulares concéntricos negros. Unos pantalones a juego que le llegaban hasta las pantorrillas y unos zapatos de tacón alto púrpuras. Un cinturón formado de círculos amarillos y una cadena de pequeñas piedras metálicas que descansaba ladeada desde su cintura. Él, en cambio, seguía llevando uno de esos pantalones negros además de una camisa blanca con rayas rojas verticales completamente desabrochada.

Ciertamente parecía ir provocando aunque, en esta ocasión, fue él quien dio el primer paso pues, en lugar de seguir su camino por la pasarela se pasó al lado contrario entrando directamente en rumbo de colisión contra la muchacha. Los espectadores, sin olvidarse de fotografiar toda la secuencia, se encontraba en vilo esperando lo que fuera a suceder. Cuando se acercaron todo lo posible, sin llegar a chocar entre ellos, él la cogió por la cintura, provocando un creciente murmullo entre el público, para girarse quedando ambos de espaldas a su camino a seguir para luego dejar deslizar la mano de ese agarre y volverse para retomar su camino. Todo en un movimiento de lo más fluido durante el cual no llegaron a apartar la mirada el uno del otro.

No se sabe muy bien quién fue el que lo inició pero luego del primer aplauso toda la sala lo secundó en una salva de vítores y aplausos que duraron incluso cuando el muchacho terminó su pase retirándose nuevamente en los vestuarios.

El último conjunto, y nunca mejor dicho, no era solamente el último que llevarían en este desfile sino que lo harían de manera conjunta y conjuntados con el que se encargarían de cerrar el desfile y por eso mismo iba a tener algo de lo más especial, por no decir curioso y totalmente inesperado. Aunque iban a realizar el pase juntos, y conjuntados, hasta el último momento los mantuvieron separados, ¿para aumentar la emoción hasta el final? Considerando que iban a ir conjuntados ya deberían saber cómo iría el otro, ¿verdad?

Todos los espectadores, los presentes en la sala con sus cámaras listas con carretes nuevos para evitar quedarse colgados a medio pase, aguardaban expectantes al último pase de la principiante pareja de modelos que habían logrado subir el nivel del desfile a pesar de escasa experiencia.

Y entonces salieron a la pasarela…

Iban descalzos, aunque ese detalle no era lo primera que llamó la atención de la gente, ni siquiera el que llevasen unos pantalones vaqueros de cintura baja que quedaban sujetos, en apariencia, precariamente en sus caderas como sutil amenaza de que podrían deslizarse por sus piernas hasta acabar arremolinándose sobre sus pies descalzos, sino que el conjunto que estaban mostrando eran solamente esos vaqueros ayudados por el detalle que hacía especial este pase… ¡sus cuerpos se encontraban completamente cubiertos de chocolate! Claro que, para ser más detallistas, decir que se trataba de crema de cacao con avellanas, ya sabes de qué se trata, ¿verdad?

Por la manera que podía verse parte de sus cuerpos bajo los pantalones parecía ser que todo su cuerpo se encontraba cubierto de dicha sustancia, seca pero no lo suficiente para impedirles el movimiento o que pudiera quebrarse al caminar sino que quedaba de lo más flexible. Lo único aparte de aquella crema y los vaqueros que podía verse era el tanga que ella llevaba puesto asomándole por detrás ofreciendo una imagen mucho más pícara y sensual si eso pudiera ser posible. El que a él no se le viera nada, incluso con esa cintura tan baja de sus vaqueros, solamente podía indicar una sola cosa y todos los espectadores eran conscientes de ello.

Decir que, aunque llevaban sus cuerpos cubiertos de aquella crema, la capa no era lo suficientemente espesa para ocultar la visión de sus cuerpos, y los detalles de los mismos, por lo que, en el caso de ella, sus pechos resultaban completamente, y perfectamente, visibles en todos sus detalles, no solamente sus pezones, increíblemente erectos a pesar de la crema que los cubría, sino que también resultaba posible el percatarse de la forma y extensión de su aureola. Claro que eso no significaba que todos lo pudieran ver porque, caminando juntos, cadera contra cadera, mientras ella llevaba una mano agarrada a la cintura de él, una de sus manos rodeaba el cuerpo de ella justamente sobre sus pechos ocultándolos a la vista… ¡aunque cubriendo el derecho con la palma agarrándoselo con toda su mano!

Así fueron desfilando hasta llegar al extremo de la pasarela donde posaron con ella pegándose contra el torso de él, apretando sus pechos contra aquel cuerpo perfecto apoyando ambas manos sobre su hombro izquierdo mientras él, ahora sí, la mantenía pegada contra su cuerpo con una mano que la rodeaba por la espalda donde su mano se mantuvo firme cerrándose, en un gesto posesivo, en el costado izquierdo.

Ella miró a ambos lados como si estuviera reclamando la atención de todos antes de volver a dirigir su mirada a los intensos ojos que poseía su nakama. Alzó sus gafas de sol de espejo azules apoyándolas sobre su cabeza y, ante la atónita mirada de todos los presentes, y de aquellos que estaban siguiendo el desfile vía den den mushi, besó a su nakama cubriendo sus labios y disfrutando de la mezcla de sabores tan intensa que provocaba la crema con el sabor natural que poseían aquellos labios. Por lo menos sus lenguas seguían poseyendo su particular sabor hasta que, por supuesto, fueron chupados por sus cremosos labios.

Un gemido brotó de los labios de ella, perdiéndose en la boca de él cuando su mano libre la agarró en su nalga izquierda apretándola de manera que pudo sentir el deseo palpitar en su entrepierna y que se rozó contra el sexo encendido de ella al haber quedado sus piernas entrelazadas contra las de él.

La iluminación sobre la pareja no decrecía ni un solo instante a causa del continuo disparo de flashes que casi parecía como si fuera una iluminación fija.

El beso llegó a su fin y bajándose nuevamente las gafas, y con una media sonrisa maliciosa en sus labios, se elevó, ayudado por aquellas fuertes manos que la sujetaron por sus muslos permitiéndole agarrarse con ambas piernas sobre la cintura de su nakama pegando su cuerpo contra el de él y disfrutando de la suave presión de sus senos contra dicho cuerpo.

El rostro de cada uno de ellos mostraba un gesto que dejaba bien claro que sabía la envidia que muchos sentían y que desearían encontrarse en el lugar de uno de los dos, incluso algunos en cualquiera de los dos indistintamente, de igual manera que también dejaba entrever esa sensación de posesión, y no era solamente por la manera que ambos sujetaban al otro posesivamente. Había algo más que transpiraba por sus cuerpos, a pesar de la aparente dificultad debido a la crema que los cubría.

El desfile llegó a su fin y el diseñador salió a la pasarela a saludar al público acompañado de todos sus modelos pero, como cualquiera podría haber llegado a prever, los que más vítores se llevaron con el clamor del público fue la "cremosa pareja" que volvía a salir caminando juntos y con ese posesivo agarre por su parte cubriendo sus pechos y sujetándoselos.

Finalmente regresaron a los vestuarios por última vez en esta noche ya con el desfile terminado y tras los consiguientes agradecimientos para todos los que hicieron posible el desfile fueron arreglándose para abandonar el lugar desfilando cada uno para sus casas. Ellos también se marcharían pero, a diferencia de los demás, tenían que quitarse de encima algo más que simple maquillaje y, por mucho que estos dos estuvieran para comérselos, prefirieron usar un método menos invasivo e íntimo dirigiéndose a las duchas, cada uno a la suya.

La parte buena de todo este engorro era que tenían las duchas para ellos solos de manera que podían relajarse mucho más de lo habitual que cuando la tenían que compartir con el resto de modelos. Claro que siempre hay maneras y maneras de pasar por ese tipo de situaciones, sobre todo tras semejante final de desfile por parte de ellos dos.

Afortunadamente no habían ido por ahí dejando cremosas huellas aunque no fue ningún impedimento para evitar que fueran sencillamente rastreables. No obstante las duchas no se encontraban más que apartadas por una pared, puerta contra puerta.

Se disponía a bajarse la cremallera, ya había desabrochado el pantalón, para luego bajarse los pantalones cuando algo impactó de lleno contra su cabeza echándosela hacia delante a causa del impacto, por mucho que no hubiera sido muy fuerte.

―¿Te has perdido?― le preguntó con un tono burlón que, por algún motivo, le hizo más gracia de lo que su pregunta pudiera tener en realidad.

―¿Me ayudarías a encontrar mi camino si ese fuera el caso?― aunque no estaba mirando para ella sí que podía ver la sonrisa formada en sus labios―. Estoy donde quiero, y debo, estar en estos momentos.

Un nuevo, y cremoso, proyectil le impactó en la cabeza y si esta era su manera para llamar su atención pues lo había logrado aunque ahora iba a tener que afrontar las consecuencias. Claro que cuando se volvió no pudo evitar pensar que ella ya tenía bien pensada toda esta situación de antemano porque lo dejó completamente paralizado.

El origen de sus proyectiles era, obviamente, la crema que cubría su cuerpo pero a pesar de toda la cantidad que tenía había elegido la de unas zonas en concreto de lo más sugerentes. Se limpió, lo mejor que se podía, ambos pechos de la crema dejándoselos bien a la vista como una sugerente provocación por su parte. Y estaba siendo de lo más efectiva.

Mientras él se encontraba incapaz de dar un solo paso esto no parecía sucederle a ella que caminó en su dirección contoneando de una manera terriblemente sugerente sus caderas dejando claro, incluso para el más duro de cabeza, cuáles eran sus intenciones con respecto a él. Cuando se encontró a la distancia que consideró justa alzó su mano llevándola entre sus pechos, apoyando el índice a lo largo, para usar la mano como pala y así moverla hacia abajo e ir acumulando más y más de aquella crema de cacao y avellanas hasta detenerse justo a la altura de la cintura de su pantalón. Con su otra mano lo desabrochó y bajó la cremallera para luego girar su mano mientras la llevaba, bien provista ya de crema, a recoger la que quedaba justo antes de llegar a su sexo. Literalmente antes de llegar a su sexo pues el escueto tanga que llevaba puesto solamente cubría esa parte de su cuerpo al no tener tela para cubrir nada más.

Mientras a él se le iban entrecerrando los ojos peligrosamente a ella se le iba ampliando la sonrisa que formaron sus labios era una clara advertencia de sus intenciones pero él no le llegó a decir nada dejando que fuera su peligrosa mirada la que lo hiciera en su lugar. El mensaje fue recibido alto y claro… ¡pero totalmente ignorado!

El proyectil de crema le impactó de lleno en pleno torso, habría hecho blanco en cualquier diana, cien puntos habrían subido a su marcador.

Sacudiendo ligeramente las caderas hizo que el pantalón se le deslizase por sus piernas hasta acabar sobre sus pies llegando a sacar uno de ellos pero dejando el otro dentro para levantarlo, completamente estirado en una muestra de perfecto control sobre su cuerpo, hasta dejarlo a la altura de la cabeza de su nakama. Girándose lanzó una patada haciendo que el pantalón volase hasta caer sobre uno de los bancos que había en las duchas. No obstante el pantalón pertenecía al desfile y no era suyo. Lo mismo iba por el que llevaba, aún, puesto él.

Sin perder aquella amplia sonrisa, y sin ni un solo titube por su parte, pasó el dorso de la mano sobre las partes de su cuerpo que ahora se encontraban libres de crema. Cada uno de sus pechos y la línea que caía desde ellos hasta su sexo donde, ahí sí, aún se encontraba cubierto de crema. Y la palabra clave era "aún".

―Piensa muy bien lo que vas a hacer― le advirtió al ver el brillo tan particular que se reflejaba en aquellos ojos castaños.

La respuesta fue el humedecerse los labios con la punta de la lengua, con un lento y sensual movimiento que casi le dejó seca la garganta a su nakama. Tal vez habría sido mejor sacarla de las duchas masculinas o incluso que él mismo se hubiera largado aunque fuera cubierto de crema de los pies hasta la cabeza.

Sin apartar la vista de aquellos entrecerrados ojos deslizó su mano sobre su vientre bajando hasta cruzar bajo su tanga para sacarla llevando consigo toda la crema, de cacao y avellanas, que había sido extendida sobre esa íntima parte de su cuerpo. Alzando dicha mano la dejó justo en medio de ellos dos. Las palabras que le acababa de decir aún resonaban tanto en las duchas como en sus oídos: "Piensa muy bien lo que vas a hacer." Y lo tenía muy bien pensado. Para bien o para mal. ¿Adivinas cuál pensaba ella cuál era la respuesta correcta?

―Lo he hecho― con estas tres palabras le embadurnó el rostro con su mano llena de crema aunque en una zona en concreto.

¿Había sido esta su intención desde un principio? Debería serlo pues de lo contrario no habría mucho sentido en apuntarle precisamente a la boca donde solamente tuvo que abrirla para comerse aquel montón de crema además de no detenerse en ella y, agarrándole esa mano, lamérsela hasta chuparle cada uno de sus dedos hasta dejarle toda la mano completamente limpia, aunque húmeda.

Aunque fue ella la que inició todo esto no pudo evitar ruborizarse, no por todo el asunto de llevar todo el cuerpo cubierto de crema o de que se encontrase llevando únicamente un tanga en su presencia sino porque aquella manera de limpiarle la mano usando la boca la había encendido aún más de lo que ya lo estaba.

Sus miradas parecían estar atrapadas en un duelo en el que ninguno de los dos se dejaría derrotar pero cuanto más tiempo se encontraban mirando para los ojos del otro más profundo caían en su alma hasta que el sonido de sus respiraciones se hizo audible y fue tomado como el sonido del comienzo…

Un manotazo a ciegas encendió la ducha quien empezó a dejar completamente empapada a la pareja que no parecía darle la mayor importancia mientras se besaban incluso con más pasión de lo que había sido mostrado en la pasarela. Aunque no era de extrañar puesto que en privado no existían más restricciones que las que ellos mismos quisieran imponerse y… ¡no querían restricción alguna!

Sus manos acariciaban sus rostros eliminando cada trazo de crema sobre ellos para que pronto sus besos dejaran de tener ese sabor a cacao y avellanas y pudieran saborearse realmente. Afortunadamente se había dejado las gafas atrás o de lo contrario se habría quedado sin ellas cuando le fue pasando los dedos por su larga melena que iba perdiendo su color cacao-avellana para recuperar su negro azabache. No alzó su rostro, echándolo hacia atrás, para que el agua le golpease en la cara sino para que su gemido brotase en lo más alto cuando aquellos labios empezaron a besarle su esbelto cuello mientras descendía por él ahora que ya había recuperado su verdadera esencia.

Un delicioso sabor a flores acariciaba aquella lengua le mientras recorría la clavícula en dirección a su hombro. Para ser más exactos su aroma resultaba idéntico al de la Casablanca y especificando aún más al Lilium lankongense.

Ella no se quedaba atrás al sentir aquel sabor metálico al besarle que le hizo recordar esos momentos en los que, por una razón u otra, acabas con sangre en la boca saboreándola, a tu pesar. Sí, ese sabor metálico de la sangre era lo que estaba sintiendo al besarle… ¡y le encantaba!

La crema de cacao y avellanas se deslizaba por sus cuerpos siendo arrastrada por el agua hasta perderse por el desagüe de las duchas y si bien ella se había quitado previamente sus vaqueros, ese no fue el caso de él quien aún los seguía llevando puestos aunque, desabrochados, el agua pasaba por su interior sin relativos problemas logrando también limpiar esa parte de su cuerpo, llevándose la crema por las piernas. Claro que eso no quitaba el hecho de que el pantalón no le pertenecía a él sino al diseñador por lo que cuando se lo fuera a devolver…

Arqueó ligeramente la espalda, apoyándose sobre el brazo que la cruzaba para poder tenerla bien sujeta, y así darle un completo acceso a sus senos que fueron acariciados con suavidad por su mano libre y saboreados por aquella lengua que se movía circunvalándolos dirigiéndose hacia el encuentro de sus erectos pezones. Las sensaciones resultaban tan agradables, y excitantes, que lograron que brotasen varios gemidos que le erizaron el pelo a su nakama. Sí, quería escuchar más de estos sonidos.

Bajando un brazo lo colocó justo debajo de las prietas, y húmedas, nalgas de ella para izarla del suelo manteniéndola en un perfecto equilibrio mientras su boca la besaba en la zona que ahora quedaba a su altura. Su vientre y ese adorable ombligo que sufrió el ataque de la punta de su lengua. Sin ningún tipo de dificultad la llevó hasta uno de aquellos bancos para tumbarla sobre él o, para ser más exactos, sobre la toalla que había extendido previamente aunque, para nada, pensando en que pudiera haber acabado en una situación como en la que se encontraba en estos momentos.

Con una rodilla hincada en el suelo, situándose al lado del banco en lugar de acomodarse a horcajadas y así quedar entre aquellas largas piernas, se abalanzó sobre ella atacando nuevamente los húmedos, que no mojados, labios que tanto parecían estar llamando por él y que ahora se encontraban ligeramente hinchados por la pasión desbordada bajo las duchas. Sus bocas se abrieron dejando paso a que sus lenguas volvieran a juntarse en un baile, o lucha, que solamente podía describirse como sinuoso enroscándose y lamiéndose mutuamente mientras una de sus manos le acarició los pechos en el descenso controlado por aquellas femeninas curvas que lo estaban haciendo enloquecer. Finalmente llegó hasta la única prenda que seguía llevando puesta, aquel diminuto tanga, y empezó a frotar esa zona por encima de la prenda aunque siendo de lo más efectivo si contamos como empezó a jadear de placer.

―¡Me haces enloquecer!― le susurró al oído logrando que se estremeciera tanto por las acciones de su mano como por la calidez de sus palabras contra su oreja.

Introduciendo la mano bajo el tanga empezó a acariciarle el sexo con varios de sus dedos prestándole mayor atención a su clítoris al encontrárselo bien gordito a causa de la excitación. Todo mientras la seguía besando. Sus labios, su mentón, la línea de su mandíbula, le mordisqueaba el lóbulo de la oreja y su cuello. Pero no era solamente ella quien estaba reaccionando a dichas acciones sino que él mismo lo hacía y podía verse de manera visible en el creciente bulto que se había formado en su entrepierna realmente testando la resistencia de la cremallera de su pantalón.

Sus piernas habían sido separadas, una flexionándola al apoyar la planta del pie contra el banco mientras la otra fue acomodada entre el cuello y el hombro derecho de su nakama quien había apartado la tela del tanga para que no molestase cuando le metió un par de dedos, anular y corazón, en su sexo y empezó a penetrarla con ellos aprovechando el movimiento realizado para frotar el clítoris con el pulgar.

Los gemidos de placer que brotaban de aquellos labios, unido al movimiento de sus pechos contoneándose con todo su cuerpo brillando a causa del sudor que se deslizaba por su piel estaban haciendo prácticamente imposible que pudiera contenerse mucho más. Ni siquiera se atrevía a cogerse su propio miembro, para tratar de aliviar toda la tensión que agarrotaba su cuerpo, por el simple temor de que pudiera venirse allí mismo a causa de la sugerente imagen que ella le estaba ofreciéndose con aquellos gemidos y sensuales movimientos acompañando la penetración de sus dedos.

―Sí, sí,… un poco más― le pidió a través de su agitada respiración―, más rápido, onegai, más rápido… ¡sí, así, así!

Iba a lograr que se viniera sin haberle llegado a tocar más que con los músculos de su vagina contra sus dedos, aunque sin olvidar sus besos o el sabor de su cuerpo, sus gemidos o la visión de su excitado cuerpo en acción.

El intenso gemido que emitió cuando alcanzó su clímax a punto estuvo de hacer que él también llegase al suyo propio. Incluso lo habría alcanzado de rozarle su erecto miembro con cualquier parte de su cuerpo.

Ahora sí, se situó entre aquellas largas piernas y le quitó el empapado tanga para dejarla completamente desnuda y expuesta a él. Inclinándose sobre su sexo le pasó la lengua recorriéndolo lentamente llegando a hundirla entre aquellos labios arrastrando con ella los jugos de su orgasmo hasta alcanzar su clítoris donde sus labios se cerraron tanto para beber dichos jugos como succionar el clítoris. Ciertamente los gemidos que ella emitía en su pasión resultaban una droga de la que era consciente que jamás podría llegar a superar, y daba gracias por ello.

Sus manos descendieron desde las rodillas abriéndola bien de piernas y sintiendo el calor que emitían sus muslos y que iba en aumento cuanto más se acercaba a su rasurado sexo donde su lengua no dejaba de lamerlo y su boca de chupar aquellos hinchados labios y clítoris. Cuando volvió a sumar tres dedos, en esta ocasión añadió uno más, para volver a penetrarla con ellos su siguiente orgasmo no tardó mucho en explotar casi llegando a desgarrarla la garganta con un intenso gemido con el que lo acompañó.

¿Crema de cacao y avellana? No tenía nada que hacer contra los sabrosos jugos que liberaban aquellos intensos orgasmos.

―Hazlo, onegai, te necesito… ahora mismo… dentro de mí― le pidió casi como súplica aunque pudiera haber sido una orden que sonó de esta manera a causa de su fogosa respiración que la hacía jadear profundamente.

¿Dentro de ella? Ya había estado dentro de ella con su lengua y sus dedos. Sabía lo que le estaba pidiendo pero pensaba hacer que se lo pidiera directamente y con todas sus palabras. Algo de lo que ella se percató cuando le empezó a lamer los pechos disfrutando succionando sus pezones erectos junto a una generosa porción de sus senos.

Cuando una de sus manos le agarró su, ya dolorosa, erección temió haberse pasado pues a punto estuvo de venirse allí mismo.

―¡Méteme tu polla en mi coño y fóllame hasta que me llenes de tu corrida!

Y con frases como estas su resistencia flaqueaba en oposición a la creciente dureza de su erección. Finalmente se bajó la cremallera y, con el pantalón ya desabrochado, no hubo ya resistencia alguna para evitar que su erección se mostrase en todo su largo, y que ella había comprobado al palpársela que era mucho más de lo soñado. Sí, soñado porque eso había hecho en el pasado pues, ¿quién no lo haría teniendo a alguien con semejante cuerpo paseándose ante ella día sí y noche también?

Esta era una prueba de resistencia para los dos pues cuando apoyó su pene en el bajo vientre de ella, moviéndolo lentamente hacia la entrada de su sexo, ambos sintieron sus cuerpos ponerse en alta tensión sobre todo cuando se frotó contra el clítoris. A ella se le escapó un gemido que en él quedó atrapado entre los dientes al apretarlos con fuerza. A pesar de ello no pudo compararse al momento cuando empezó a introducirse en el interior del empapado sexo sintiendo como las paredes de la vagina se amoldaban, apretándose, contra el pene. Finalmente, con un embate final, terminó por introducírselo por completo.

El gemido iba deliciosamente acompañado por aquellos preciosos ojos castaños ahora completamente vidriosos a causa de lágrimas de placer además de unas mejillas sonrosadas que la hacían verse inocente, cándida y virginal, en un escenario completamente erótico, sexual… adulto.

Cerró sus piernas alrededor de la cintura de él, apretándose y manteniendo su erección en su interior mientras su vagina se contraía sobre el pene hasta lograr arrancarle un gruñido de placer que la volvió loca. No podía evitar verlo como un animal salvaje y, realmente, eso mismo era en estos momentos.

Su mano se cerró sobre el esbelto cuello de grulla que poseía la muchacha y la izó del banco lo suficiente para cambiar de postura y cercarla contra la pared que se encontraba a su lado. Era imposible discernir si el gemido que emitió a través de aquel agarre pudiera deberse al inesperado contacto de su espalda contra la pared, pues no fue ninguna caricia aunque tampoco es que la hubiera empotrado, o por la embestida que le propinó como inicio de la penetración.

No hizo ningún ademán de tratar de liberarse de aquel agarre sobre su cuello sino que llevó sus manos a descender por aquella musculosa espalda hasta traspasar la frontera de la misma y agarrarle los glúteos mientras usaba los pies para bajarle, a ver si del todo, los pantalones de los que acabó por librarse él mismo arrojándolos al suelo. Ciertamente no le iba a hacer mucha gracia cuando le devolvieran la prenda al diseñador.

Los movimientos empezaron a ser realizados lenta pero profundamente propinando siempre un fuerte embate justo antes de metérsela hasta el fondo. Cada uno de esas embestidas le sacaba un delicioso gemido que no hacía más que aumentar el deseo de su nakama y las ganas de seguir haciéndola gemir de placer pero entonces…

¡Reconocimiento!

Y no, no era que se pusieran a valorar sus habilidades en materia de sexo sino que, literalmente y finalmente, ¡se reconocieron!

Al instante ambos se detuvieron sin ser capaces de apartar la mirada del otro a pesar de que eso mismo era lo que les estaban gritando por dentro. Claro que lo peor, una manera de hablar, no era lo que estaban viendo sino lo que estaban sintiendo. Sí, eso sí que era lo peor, una manera de hablar, por supuesto.

Zoro…
Robin…

Fue como si alguien les hubiera quitado un velo que les había estado turbando la mirada pues aunque lo veían todo bien, y lo comprendían, les faltaba ese ínfimo detalle con respecto a sus propias identidades. Lo curioso era que en ningún momento se habían preguntado quienes eran sino que, simplemente, se dejaban llevar con el erróneo pensamiento de que sus nombres eran conocidos y, por tanto, no importaba que no pensasen en ellos.

Ahora siendo conscientes, completamente conscientes, de quienes eran realmente, ¿no deberían sentirse de lo más incómodos debido a la situación en la que se encontraban actualmente? Deberían pero, en cambio, Zoro no sentía sino como su erección, en lugar de empezar a relajarse, se mantenía completamente firme y dispuesta a continuar con lo que se encontraba haciendo. ¿Y Robin? Podía decirse que era culpa de los nervios por recuperar el sentido en semejante situación pero los músculos de su vagina no hacían más que contraerse y dilatarse de manera continua.

No podían seguir con esto… no podían, ¿verdad?

¡Claro que no! Eran nakama y algo como lo que estaban a punto de hacer o, para ser más exactos, lo que se encontraban haciendo no haría sino enturbiar su relación y la pondría en grave peligro arrastrando con ellos al resto de sus nakama por culpa de esta indiscreción que no habían sido capaces de mantener bajo control.

Pero no tardaron en comprender que se encontraban en una peligrosa circunstancia pues aunque no debían continuar, ni moverse, debían hacerlo para poder apartarse y, diciéndolo algo crudamente, así poder sacarle el pene de la vagina a Robin. Algo que habría sido más sencillo si no siguiera manteniendo tamaña erección a pesar de todo esto pero era debía hacerse y lo haría… o lo intentaría.

Cuando Zoro empezó a deslizar su miembro hacia fuera para poder sacarlo del interior del sexo de Robin sintió una terrible, por agradable, sensación expandirse por todo su cuerpo (sí, desde su pene) antes de que Robin afianzase el agarre de sus piernas en la cintura del kengou y, ayudándose de sus manos firmemente agarradas a sus nalgas, lo volvió a atraer hacia ella empalándose nuevamente con el miembro de Zoro hasta el fondo de su sexo. En esta ocasión no trató de disimular o contener su gemido aunque sí apartó la mirada ladeando la cabeza al sentir como sus mejillas ardían tanto de excitación como de timidez por la situación en la que se encontraban y que ella no quería que terminase. Por lo menos no de una manera tan abrupta y sin llegar a su final o, dicho de otro modo, a su clímax.

Ciertamente nunca había pensado en encontrarse en un momento como este para dar gracias a que ambos no eran de los que hablaban mucho sin motivo y aunque esta situación realmente era merecedora de unas cuantas palabras quedó claro que lo mejor, en realidad, sería mantener el diálogo en su mínima expresión.

Moviéndose lentamente, para darle tiempo a cambiar de idea con respecto a lo que estaban a punto de hacer, o de continuar en realidad, Zoro empezó a mover su miembro en el húmedo y cálido interior del sexo de Robin penetrándola con sumo cuidado y exquisita atención, aunque sin olvidarse de complacerla en todos los sentidos. Incluso se atrevió a ir más allá y la mano, que aún se encontraba firmemente agarrando el cuello de Robin, se lo fue acariciando subiendo hasta coparle la mejilla y, sin fuerza pero con determinación, la instó a mover la cabeza para que le mirase cara a cara.

Robin gemía con cada profunda penetración siendo consciente de quién era ella y quién era el que le estaba ofreciendo aquellas intensas sensaciones. Sus dientes mordieron el labio inferior cuando un urgente gemido brotó de su boca cuando sintió aquel pulgar acariciarle su clítoris mientras seguía siendo penetrada. Podía ser que no fuera del todo consciente de quién era ella realmente, o el propio Zoro, pero había sido Robin quien vino aquí porque quería acostarse con él. Le deseaba, le necesitaba… tanto dentro como por fuera en todos los sentidos.

A pesar de lo que habían hecho, y de lo que estaban haciendo, Robin sintió como su corazón se aceleraba y los nervios se le tensaban cuando vio a Zoro acercar su rostro lentamente con precaución y algo más, ¿temor? Podía ser que, a pesar de lo que estaban haciendo, pudiera temer que lo rechazase en ese sentido. Robin no pudo evitar pensar en que se trataba de una actitud de lo más dulce, aunque estuviera follándola contra la pared de las duchas.

Sus labios se acercaron tentativamente llegando a rozarse levemente en unas cuantas ocasiones, fueron necesarios cuatro roces entre sus labios, y un par de caricias con sus lenguas tímidamente, para que finalmente se besasen. Para sorpresa de ambos el beso les supo de diferente manera a cómo lo habían sentido cuando se besaron antes pero descubrieron que eso no era algo malo pues, por lo que pudieron ver reflejado en los ojos del otro, este beso los embriagaba por completo, en cuerpo y alma. Poco a poco sus besos fueron ganando en ardor e ímpetu.

Zoro fue aprovechando cada nuevo embate con el que le clavaba su miembro para ir levantando a Robin contra la pared y así ponerse a penetrarla puesto en pie sujetándola por las piernas que quedaron colgando sobre sus brazos firmemente apoyados contra la pared con las palmas de ambas manos. Robin arqueaba su espalda ofreciéndole su cuerpo para deleite de su nakama que besó y lamió en su totalidad, hasta donde le alcanzaba en esta postura.

Con sumo cuidado la volvió a tumbar en la toalla sobre el banco con la única diferencia de girarle la cintura para que ladease las piernas hacia su izquierda. Con ambas manos sobre su cintura aceleró los embates introduciéndole su miembro hasta llegar a golpear su pelvis contra las prietas nalgas de Robin.

El kenshi observaba con total atención como Robin se estaba tocando inmersa en las sensuales sensaciones con las que su cuerpo ardía. Sus manos agarraban sus pechos, los acariciaba y se pellizcaba sus pezones mientras una mano se introducía entre sus piernas para sentir como el miembro de Zoro se introducía en el interior de su sexo una y otra vez en una secuencia destinada a llevarla a alcanzar su clímax, una vez más aunque ahora de manera consciente sobre su identidad real, pero mientras ella frotaba su clítoris siguiendo el salvaje ritmo de aquellas embestidas. Sus manos sentían el calor de su cuerpo, como sus mejillas ardían y sus labios quemaban cuando atraparon un par de dedos entre ellos aunque afortunadamente su lengua salió para refrescarlos e invitarlos al interior de su boca donde empezaron a ser succionados de una manera que no solamente estaba excitando a Robin sino que Zoro era consciente de que no duraría mucho más con semejante espectáculo desarrollándose ante sus ojos.

Robin estiró su pierna derecha levantándola hasta dejarla sobre el hombro izquierdo del kengou quien entrelazó su brazo izquierdo en ella acelerando, aún más, el ritmo de sus embestidas mientras con su otra mano acariciaba el rostro de Robin, masajeaba sus pechos y se deslizaba por su vientre hasta ponerse a acariciarle el sexo con el mismo ímpetu con que la estaba penetrando. Cuando el orgasmo la alcanzó a punto estuvo de llevarse con ella el propio clímax de Zoro al apretarle, casi estrangularle, su miembro en el interior de su vagina. Tal fue la intensidad de su éxtasis.

Cogiéndola por la cintura la atrajo hacia él levantándola del banco y llevándola hasta las duchas mientras sus labios parecían no tener suficiente con todos los besos que habían compartido, tanto entre ellos como con el resto del cuerpo de cada uno.

Robin apoyó los pies nuevamente en el suelo, sin poder evitar acariciar todo lo largo del erecto miembro del kengou hasta que fue obligada a darse la vuelta, con tanto ímpetu que no pudo evitar un suspiro de sorpresa pero sin perder nada de tiempo en apoyar las manos contra la pared e inclinándose hacia delante y levantando su trasero para apretarlo contra aquella erección que tanto la estaba haciendo disfrutar. Y era consciente de que a Zoro también le estaba gustando lo que le estaba haciendo porque la dejó hacer durante un espacio de tiempo más extenso de lo que había tenido en mente en primer lugar pero cuando se percató de que, de seguir así, Robin lo haría venirse en poco tiempo la detuvo agarrándola por sus glúteos para ponerse de cuclillas y hundir el rostro en la humedad que se le mostró cuando le separó las nalgas.

No podía decir que no lo estuviera disfrutando, ya que habría sido una de sus más descaradas mentiras en toda su vida, pero Robin ansiaba algo más, algo en concreto, y la espera, por muy agradable que esta estuviera siendo, también la hacía desesperarse aunque gozosamente.

―Zoro, onegai… I need you… en moi.

La boca del kengou, que se encontraba devorándole el coño a Robin mientras sus dedos lo acariciaban, labios y clítoris por igual, con su lengua penetrándola, se detuvo con patente hambre dejando bien claro el esfuerzo que le causaba el tener que parar en estos momentos pero, claro está, la petición de Robin resultaba imposible de ser negada.

Zoro se puso en pie pasándole su miembro por entre aquellas prietas nalgas hundiéndose entre ellas obligándolas a separarse para dejarle paso. Sus manos acariciaban el bajo vientre lentamente mientras una de ellas ascendió hasta los senos apretándolos con cierta fuerza, aunque no para llegar a exprimírselos, continuando hasta llegar a su hombro donde se detuvo justo en el espacio que había entre este y el cuello cerrándose sobre su clavícula al tiempo que su otra mano hacía lo propio sobre la cintura justo en la frontera entre la espalda y su trasero.

Sentía su respiración acelerarse anticipadamente tratando de prepararse y aunque ya le había tenido dentro de ella ahora había sido una petición realizada expresamente por ella misma de su propia voz y deseo expresado siendo consciente de quien era ella realmente y con quien estaba manteniendo relaciones sexuales. Claro que lo mejor era no pensar mucho en ello porque eso era una cuestión para más tarde. Ahora mismo lo que importaba era disfrutar del sexo con Zoro.

Robin no trató de controlarse, o reprimirse, y dejó salir el gemido tal y como su cuerpo sentía la intrusión del miembro erecto de su nakama clavándose en su sexo hasta que llegó a golpearse contra sus nalgas. Se mantuvo así durante unos segundos, eternos segundos de placer infinito, antes de empezar a moverse pero ya no con cuidado y delicadeza sino con fuerza, rapidez y pura lujuria buscando su placer, sus gemidos, sus intensos jadeos y su petición de más.

Su cuerpo ardía y casi podía escuchar como el cálido sudor que se deslizaba sobre su piel siseaba al evaporarse pero tal vez por ello mismo, ya que el sudor tiene ese toque salado, se sentía tan a merced de Zoro y sus acciones, por mucho que estas fueran realizadas bajo su orden más que petición. Sus pechos se movían bamboleantes con cada nuevo embate menos cuando eran agarrados, tanto por las manos de Zoro como por las propias de Robin buscando aumentar su excitación, de ser algo así posible.

Nunca antes había llegado a imaginarse tan parca de palabras pero en estos momentos, gemidos aparte, parecía ser capaz de expresarse solamente con monosílabos o con una serie de palabras individuales separadas entre ellas por sus gemidos. De hacerse una lista en ella se encontrarían en los primeros puestos los "sí", "fóllame", "harder", "faster" y, por supuesto, "¡Zoro!". Sí, dicho en exclamaciones y en negrita. Solamente logró recuperar el control de su habla cuando sintió como su clímax estaba ya acariciándola.

―Estoy… no puedo más… me falta…

No resultaba complicado comprender a lo que se estaba tratando de referir Robin y así fue como Zoro aceleró su ritmo, sintiendo como él mismo estaba a punto de reventar si seguía tratando de retrasar su propio clímax, y eso que ya le había dado unos cuantos a Robin, pero toda resistencia fue fútil cuando ella usó esa fogosa voz con un grito que quebró la voluntad del kengou.

¡ZORO!

Pudo sentir como el orgasmo de Robin se desbordó por completo anegando su sexo y ahogando, en todos los sentidos, al miembro de Zoro quien con un rugido, que debió aterrar a todos los animales de la isla, se vino con fuerza de manera que su simiente y los jugos de Robin se entremezclaron mientras ellos dos sentían como sus cuerpos, de pronto, se percataban del intenso agotamiento que sufrían tras todo aquel esfuerzo realizado.

A pesar de que Robin estaba apoyada contra la pared si no fuera porque Zoro la tenía sujeta por la cintura estaba segura de que se habría ido al suelo incapaz de sostenerse en pie. Su respiración resultaba tan fogosa que no le habría extrañado que pudiera haber soltado alguna que otra llamarada allí mismo. Su cuerpo se estremeció cuando sintió a Zoro sacando su miembro, parcialmente en erección a pesar de todo lo que había hecho hasta ahora mismo con un orgasmo impresionante, dando por finalizado el encuentro.

―¿Puedes mantenerte en pie?― le preguntó Zoro al oído de Robin logrando que cerrase los ojos sumergiéndose en las sensaciones, de los recuerdos, que se encontraban tan recientes sobre ellos dos.

A pesar de no verle directamente era capaz de sentir su media sonrisa bravucona que siempre lograba sacarle una suya propia de lo más maliciosa. Robin trató de quedarse en pie por sí misma pero, ninguna sorpresa, sintió como sus piernas cedían y se habría ido al suelo, como había supuesto de antemano, si Zoro no hubiera afianzado su agarre nuevamente.

―Diría que necesito algo más de tiempo para recuperar algo más que el aliento― admitió Robin―. ¿Te importaría seguir siendo mi apoyo un poco más, Zoro?

―En realidad así acabaremos antes― dijo Zoro.

Zoro conectó la ducha y pronto cayó sobre sus ardientes cuerpos una ingente cantidad de finas gotas de agua que fueron recibidas con agradecimiento para poder aplacar el calor que cubría, y emanaba, cada poro de su piel. Robin se reclinó sobre el torso de su nakama dejándose llevar y disfrutando de aquella mano que se movía por todo su cuerpo tratando de enfriárselo, por mucho que dichas acciones pudieran tener una reacción totalmente opuesta. Mucho menos controvertido fue cuando la puso debajo de aquella lluvia helada para mojarle su larga melena, apartándole el pelo para lavarle el cuello, aunque trataba de resistirse, y aunque se encontraban bajo aquella ducha de agua helada, no pudo evitar sentir la atracción que ejerció sobre él el esbelto cuello, donde podía verse un ligero rubor, más debido a la presión de su mano que del deseo. Sin mediar palabra, o advertirla de alguna manera, posó sus labios sobre dicha zona completamente humedecida con la riada de agua que caía por el cuello.

Si quería recuperar la fuerza en sus piernas acciones como estas sobre su cuello por parte de Zoro iban a resultar del todo contraproducentes, por muy agradables que pudieran llegar a ser.

―Creo que ya puedo mantenerme en pie por mí misma, Zoro― le dijo tratando de liberarse del protector abrazo de su nakama.

―¿Estás segura? "Creo" no resulta muy convincente― le advirtió Zoro aunque aceptó su palabra y la soltó, aunque dejando sus manos cerca por si acaso tuviera que volver a cogerla antes de que se viniera abajo, literalmente hablando.

―Fufufu… no te preocupes, estoy segura― y fiel a sus palabras Robin logró mantenerse en pie por su propio equilibrio― Robin sintió, a pesar de todo, como Zoro apoyó sus manos sobre los hombros aunque sin mostrar ningún tipo de intención de sujetarla sino que, simplemente, era un sutil contacto para hacerle ver que estaba ahí para ella―. ¿Zoro?

―Recordarte que, aunque no diga ni una palabra al respecto, es imposible que deje de preocuparme por ti, Robin.

A pesar del agua fría que se deslizaba por todo su cuerpo Robin sintió como un ligero rubor se encendía en sus mejillas. Como siempre trató de quitarle importancia a esas palabras.

―Lo sé, yo tampoco puedo dejar de preocuparme por el resto de mis nakama.

―Es cierto― de espaldas a Robin apoyó una mano sobre el mentón de la muchacha cogiéndolo con delicadeza y haciéndola ladear la cabeza ligeramente hacia la izquierda para encontrarse el rostro del kengou mucho más cerca de lo esperado―; pero ni se te ocurra pensar que no me preocupo por ti como alguien que es más que mi nakama, Robin.

―Zoro…

El susodicho la silencio con un casto beso en los labios antes de moverse bajo otra de las duchas y terminar de lavarse no solamente bajo aquella agua fría sino en un profundo silencio que siguió hasta que regresaron al Sunny.

En un principio podía estar justificado el que hubieran mantenido relaciones pues no eran conscientes de quienes eran realmente sino que eran dos personas que se conocían y se sentían atraídas pero, ¿luego, al recuperar el conocimiento de sí mismos? Eran nakama y deberían haberse detenido y no continuar pero se sintieron incapaces de detenerse pues la atracción entre ellos, real y sincera, los había llegado a desbordar al regresar toda de golpe. ¿Y ahora que harían? Eran nakama que habían mantenía relaciones sexuales entre ellos, ¿realmente pensaban que tras algo así todo iba a poder seguir como lo hacía antes del sexo? No eran tan ingenuos, ¿verdad?

Finalmente sus cuerpos quedaron completamente libres de sudor u otras consecuencias naturales de sus acciones previas por lo que dieron por terminada la ducha para dirigirse a las taquillas donde tenían guardada sus pertenencias. No resultó una gran sorpresa el descubrir en el interior de las taquillas sus ropas habituales, el pantalón y botas negras junto a su abrigo verde además del haramaki del mismo color y el cinto rojo sin olvidarse de la bandana verde y a Wadou Ichimonji, Sandai Kitetsu y Shuusui respecto a Zoro y la falda rosa y el chaleco de cuero púrpura de Robin además de sus gafas de sol, los tacones y su mochila rosa. Claro está, en la taquilla de Robin también se encontraba su conjunto de lencería, perfectamente lavado y doblado, listo para ser usado. Se vistieron en silencio sin ni siquiera dedicar una mirada de soslayo en su nakama mientras se vestía terminando mucho antes de lo que pudiera esperarse.

Robin dobló su pantalón vaquero dejándolo en el interior de su taquilla sin olvidarse de ponerle encima las gafas de sol que había usado en el desfile. En contraste a Robin, Zoro recogió sus propios vaqueros del suelo, completamente empapados, arrugados hasta decir basta y chorreantes de aquella crema de cacao y avellanas, y los lanzó de cualquier manera en el interior de su taquilla cerrando la puerta y así dejar atrás toda esta surrealista experiencia de modelaje.

Con su mano descansando sobre la empuñadura de Wadou esperó a que Robin terminase de prepararse, en realidad de cerrar la taquilla y echando un último vistazo para comprobar que no se les olvidaba nada. Una vez confirmado le dedicó un asentimiento a Zoro para ponerse ambos en marcha de regreso al Sunny.

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ENDorFin
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Disclaimer: todo lo reconocible acerca del Universo de One Piece pertenece a Eiichiro Oda/Shueisha inclusive, sobre todo, el ZoRo xD

¿Cómo es que el fic ha recibido visitas cuándo en el summary se dejaba claro que no había ningún fic, por entonces, además de que solamente constaba de una sola palabra? El título del fic -.-U En fín, espero que ahora que está el fic lo hayáis disfrutado de igual manera, por lo menos, que con ese primer vistazo, aunque tal vez podáis tardar algo más en leerlo todo con tantas palabras de las que consta ;P

En primer lugar debo dejar bien claro que esta historia ha sido escrita por mi propia voluntad sin haber sido coaccionado, acosado o directamente chantajeado por nadie, concretamente por nadie de lo más cítrica, que no "crítica" xD Y lo mismo puede decirse para la imagen del fic -.-U

Nos leemos.^^