Escucho sus tacones pasando por delante de mi puerta. Supongo que se va con sus amigas de discoteca. Dios, no quiera ni pensar que fuera con un novio.

Es la chica de al lado que me traía loco. Con su largo pelo castaño y su escultural cuerpo. Uff… tendría que volver a darme una ducha de agua fría. Pero es que cuando la veía venir con esas impresionantes piernas y ese minúsculo vestido que casi no le tapaba nada, se me iba cualquier cosa que tuviera en la mente.

Una noche la vi en la discoteca y no había nadie que se le pareciese. Esa forma de moverse, de mirar por encima del hombro… Oh Dios, esa mirada desdeñosa que lanzaba a cualquiera que fuese lo suficientemente tonto como para acercársele.

Quién pudiera ser ese vaso de alcohol que roza sus labios y se adentra en su boca, tocando su lengua…

Esa chica no era de este planeta, no podía ser.

Estaba deseando que me mirara, que me dirigiera una de esas miradas con sus preciosos ojos chocolate. Hasta su nombre le iba bien a su maravilloso cuerpo… Bella, así se llamaba ella.

Ya no podía más, no dejaba de pensar en ella.

Tenía que olvidarme de ella.

Esta noche iba a salir.

Jasper y Emmet vinieron a buscarme. Ellos no entendían mi obsesión, claro que tampoco la habían visto nunca.

Ellos no sentían lo que yo sentía cuando la veía pasar. Ellos no veían a mi cuerpo reaccionar. Mierda, si casi tenía una erección constante.

Llegamos a la discoteca y el segurata nos dejó pasar pues nos conocía. Nos acercamos a la barra y pedimos unos cubatas y unos cuantos chupitos. Necesitaba desesperadamente emborracharme.

Cuando llevaba tres chupitos seguidos y mi cubata estaba prácticamente acabada, me di la vuelta y allí estaba ella, bailando.

No había nadie a su alrededor, la pista era de ella y Dios como se movía. Movía sus caderas de un lado a otro al ritmo de la música, subía sus brazos y después los bajaba lentamente rozando su cuerpo. Bailaba con los ojos cerrados y con la cabeza echada hacia atrás. Se le notaba que estaba disfrutando.

- Joder – escuché a mi lado y vi como Jasper y Emmet la miraban embobados.

- Ahora me entendéis – les dije volviendo mi mirada hacia ella.

En ese momento se le acercó un chico y yo me tensé. No podía querer irse con ese niñato.

Ella lo despidió con una mala mirada y un gesto desdeñoso de su mano y luego le dio la espalda.

Ahora tenía una vista magnifica de su culo. Ese trasero redondo y prieto… lo que daría por poder agarrarla de sus posaderas y hacer que sus largas piernas rodearan mi cuerpo.

- Si tú no vas, otro se te adelantará – murmuró Jasper -. Mierda, si no vas tú voy a ir yo.

- Te partiré las piernas si te acercas a ella – le dije violentamente.

- Edward si no eres tú hoy, será otro mañana – dijo entonces Emmet.

Y supe que tenía razón. Por lo como la miraban los hombres supe que no iba a estar sola mucho tiempo más.

En ese momento se acercaron a ella dos chicas y supe que eran amigas porque no las despidió sino que inclinó su cabeza para escuchar lo que tenía que decirle. Ella asintió con la cabeza y de pronto se dirigieron hacia donde nosotros estábamos.

Sus amigas también eran muy guapas aunque no comparable a mi diosa. Se pararon en la barra para pedir alguna bebida.

- ¿Podemos invitaros? – preguntó Emmet de repente. Yo me tensé pues él no podía estar detrás de ella. Cuando le fui a decir que se callara la boca, vi que él tenía la vista fija en una de sus amigas: una rubia que si uno ni mirara a su amiga, se daba cuenta de que también era muy guapa, y la otra amiga que tenía el pelo negro, también era muy guapa pero no eran mi tipo.

Volví a mirar a mi vecina, Bella y esperé.

Ella miró a sus amigas y se encogió de hombros. La chica de pelo negro se dio la vuelta con una gran sonrisa.

- Por supuesto que podéis – nos dijo – Yo soy Alice – se presentó – Y ellas son Rosalie y Bella.

- Yo soy Emmet – dijo mi amigo y añadió señalándonos – Y ellos son Jasper y Edward.

- A Edward ya lo conocemos – dijo Rosalie. Yo la miré solbresaltado y ella se explicó –. Eres el vecino de Bella ¿no?

Noté como mi diosa miraba nerviosa a su amiga. Ya no parecía tan segura de sí misma y me pregunté… ¿Y si…?

- Si, lo soy – dije yo – pero nunca os había visto.

- Oh, lo sabemos – dijo Rosalie sonriendo y no comentó nada más.

Yo miré de reojo a mis amigos y vi que ellos se encogían de hombros.

- ¿Y qué queréis beber? – preguntó Jasper a las chicas.

- Cualquier clase de ron servirá – dijo Rosalie que no le quitaba la vista de encima a Emmet.

- Yo tomaré también eso – dijo Alice a la que también se le notaba que le gustaba Jasper, y él no podía quitar la sonrisa estúpida de su rostro.

- ¿Y tú, Bella? – le pregunté yo a ella antes de que mi amigo se me adelantara.

Ella me miró y yo me quedé sin habla.

Había esperado meses a que ella me mirara y ahora no quería que ella apartara su vista de mí.

- Solo una coca por favor – me dijo sonrojándome y apartando la mirada. Tenía una voz excitante.

Eso me puso a cien.

Yo me puse a cargo de pedir las bebidas y cuando me las sirvieron se las di a cada una pero solo me importó la reacción de una de ellas. Me sonrió, era una sonrisa pequeña pero una sonrisa al fin y al cabo.

- Edward no te hemos visto nunca por aquí – dijo entonces Rosalie y yo tuve que desviar mi mirada de su cara aunque con mi visión periférica vi como se llevaba su copa a los labios.

- Solo he venido un par de veces – le contesté.

- ¿Y eso por qué? – preguntó Alice.

- Trabajo mucho – contesté simplemente.

- Es cirujano – dijo entonces Emmet dándome una palmada en la espalda – siempre está de guardia y tiene muy poco tiempo libre – me miró y me guiñó el ojo – una pena porque Jaz y yo pensamos que debería de buscarse una buena chica, estás muy solo amigo.

- ¿Así que estás soltero? – me preguntó Rosalie mirando de reojo a Bella.

- Si – y me armé de valor y miré a Bella - ¿Y tú?

Bella se atragantó con su bebida y tosió varias veces. Yo la tenía agarrada del brazo mientras ella tosía para despejarse la garganta e intentaba ignorar la sensación de electricidad que cruzaba de su piel a la mía.

- ¿Estás bien? – le preguntó preocupado. Los demás se habían puesto a hablar entre ellos y no nos echaban cuenta.

- Si – me contestó.

- ¿Me vas a responder a la otra pregunta? – le pregunté.

- Ya lo he hecho – me respondió sonrojándose pero sin apartar la mirada de mis ojos.

Yo me acerqué más a ella. Podía oler su perfuma… olía a fresas… me acerqué un poco más y si, eran fresas.

- Eres muy guapa – le dije y de pronto me arrepentí – soy un idiota.

- ¿Por qué? – me preguntó ella sin entenderme.

- Porque te he dicho que eres muy guapa y eso es mentira – de pronto su rostro se mostró triste y desvió la mirada. Yo la agarré por el mentón e hice que me mirara – eres condenadamente hermosa.

Ella me sonrió y se volvió a sonrojar. Yo aparté mi mano de su mentón y la dirigí hacia su mejilla. Su piel era mortalmente suave.

Sin pararme a pensar en las consecuencias, la tomé por la nuca y estrellé mis labios contra los suyos.

Al principio ella se quedó sorprendida pues lo pude notar, pero después de unos segundos me respondió al beso. Y valla beso.

Nuestras lenguas se entrelazaban y mis manos estaban en sus caderas apretándola contra mí. Sus brazos rodeaban mi cuello y me besaba casi con desesperación.

Cuando nos separamos para coger aire me dijo:

- No sabes por cuanto tiempo he deseado estar así contigo.

Yo me quedé un poco sorprendido y quise preguntarle que había querido decir con eso pero ella no me dejo pues volvió a pegar sus labios con los míos.

- Chicos – nos interrumpió Alice varios minutos después – nosotros nos vamos ya y ustedes deberíais hacer lo mismo pues estáis dando un gran espectáculo.

Yo miré a nuestro alrededor y vi como varios chicos nos miraban boquiabiertos y con la envidia pintada en la cara.

- Ven conmigo – le dije y ella asintió sin pensárselo. Salimos del local y después de despedirnos de nuestros amigos, paré a un taxi y nos montamos.

- ¿Qué edad tienes? – le pregunté pues no sabía prácticamente nada de ella.

- 26 – me contestó - ¿ y tú?

- 28 – le respondí con una sonrisa.

- ¿De verdad eres cirujano? – me preguntó ella con las cejas alzadas.

- Si – le contesté – el año pasado termine mi residencia y me contrataron – le expliqué -. Al ser nuevo hago muchas guardias y casi no duermo.

- Ahora entiendo por qué te veía llegar tan pálido – me dijo ella – te veías tan cansado.

- ¿Cuándo me veías? – le pregunté – Yo a ti no te veía.

- Desde la mirilla de la puerta – me dijo sonrojándose – cada vez que escuchaba pasos en el descansillo iba corriendo a la mirilla y observaba como entrabas en casa.

Yo me quedé mirándola sorpendido. ¿Ella me observaba?

- De eso te conocían Alice y Rose – me dijo mirando por la ventanilla del coche hacia la calle – ellas sabían de mi obsesión por ti, así que para que me entendieran un poco, un día que te oí llegar del trabajo les dije que miraran y vieran cuan atractivo tú eres – se volvió a sonrojar y me miró de reojo – y ambas estuvieron de acuerdo conmigo, aunque no eres precisamente su tipo.

- ¿No? – le pregunté sonriendo y me di cuenta de que ya llegamos a nuestro destino. Pagué al taxista, ayudé a bajar a Bella y nos dirigimos a nuestro edificio. – déjame adivinar, ¿ a Alice le gustan más los hombres tipo Jasper y a Rose, Emmet no?

- Lo has adivinado – me contestó mientras entrábamos en el vestíbulo del bloque de apartamentos y nos dirigimos al ascensor -. Cuando ellas os vieron, vinieron hacia mí y me suplicaron que nos acercáramos y yo no pude negarme.

- Me alegro de que no te negaras por que no sé si alguna vez hubiera tenido el valor suficiente para acercarme a ti y decirte todo lo que me haces sentir – le dije sincerándome.

- ¿Y qué te hago sentir? – me dijo ella sensualmente. Para ese momento las puertas del ascensor ya estaban cerradas y subíamos a nuestro piso que era el 7º.

Yo puse mis manos a cada lado de su cabeza y la aprisioné contra la pared.

- Cada vez que escuchó tus tacos pasar por delante de mi puerta me provocas una erección instantánea, justo como estoy ahora – froté mi erección contra su estómago para que pudiera notara como estaba – no sabes cuantas noches te he imaginado con tus piernas alrededor de mi cintura, mis manos en tu culo y tu espalda contra la pared mientras yo te penetro y tu gritas mi nombre – vi como ella cerraba sus ojos y se mordía fuertemente su labio inferior – o simplemente tenerte en mi cama, abrazándote y viéndote dormir, sabiendo que cuando despiertes tus ojos me mirarán con amor y que tus sonrisas serán solo para mí.

Justo en ese momento el ascensor llegó a nuestra planta y yo la tuve que jalar para sacarla del ascensor pues no quitaba su mirada de mí.

Cuando las puertas del ascensor se cerraron detrás de nosotros, ella me empujo contra la pared y poniendo sus manos sobre mi pecho, se puso de puntillas y me susurró al oído:

- Ya puedes dejar de imaginarme porque estoy aquí y soy muy real y estoy deseando hacer todas esas cosas contigo.

Me mordió el lóbulo de mi oreja y después respiró en ella y yo sin poder contenerme más la besé.

El beso fue voraz. Ambos nos tocábamos por encima de la ropa y no parábamos de gemir.

- ¿En tu casa o en la mía? – le pregunté cuando nos separamos para poder respirar – porque no pienso separarme de ti.

- En tu casa mejor porque no sé si seré capaz de encontrar mis llaves – me dijo ella sonriendo.

Entramos en mi apartamento que era exactamente igual al suyo en distribución.

- Tienes una casa bastante bonita – me dijo ella un poco sorprendida – y muy ordenada.

- Soy médico – le dije sonriendo – me gusta tenerlo todo limpio y ordenado.

- Deberías ver mi casa – me dijo ella con una sonrisa irónica – parece una leonera, por eso no quería que fuéramos allí al menos hasta que pueda recoger un poco.

La cogí de la cintura y volví a besarla. Ella me contestó al instante y poco a poco nos fuimos dirigiendo hacia mi dormitorio.

Fue una noche memorable.

Nos desnudamos mutuamente sin poder apartar nuestras manos de nuestros cuerpos. Su cuerpo era precioso y delgado.

Su cuerpo estaba perfectamente proporcionado. Era precioso. Esos pezones rosados perfectos, como gemía cuando los rozaba con mis dedos o mi lengua,.

Como gritaba cuando lamía su intimidad y cuando introducía mis dedos en ella.

Cuando escuché mi nombre en sus labios mientras ella tenía su orgasmo casi me muero de placer allí mismo.

Cuando al fin me introduje en su interior supe que ese era mi hogar.

Supe que ya no tendría que buscar más, que ella era mi presente y mi futuro y que haría cualquier cosa por tenerla a mi lado para toda la eternidad.

Bueno hacía tanto tiempo que no escribía que no sabía muy bien como me iba a salir este fic.

Si les gustó pulsen ese botoncito de abajo y dejarme algún comentario.

Acepto sugerencias.

Besos