Kaisou

Era un hermoso día con el cielo despejado de un azul tan intenso que semejaba no tener fin y que te obligaba a pensar en el lapislázuli aunque fuera solamente por derivación de la palabra "lazuli" que en sí derivaba del "allazjward" que significaba paraíso, cielo o azul. Los tres significados que casaban con lo que se extendía ante sus ojos.

―Un buen día― asintió para sí misma―. No podría decirse de otra manera.

La suave brisa aplacaba la cálida sensación que llenaba el ambiente y que casaba a la perfección con el aroma salado que provenía del mar que bañaba la costa. En verdad le gustaba tener tan cerca el mar en una dirección como la montaña en la opuesta pues le permitía tener lo mejor de esos dos mundos según lo que fuera que le apeteciera en esos momentos.

―Mar― se dijo poniéndose en marcha.

El murmullo de la gente no resultaba molesto, sobre todo porque le permitía enterarse de multitud de noticias de lo más variadas entre las que podían encontrarse alguna que fuera de verdadera utilidad para ella. Afortunadamente en esta época del año el gentío tendía a reunirse en varios puntos concretos de manera que le permitía poder evitarlos si así fuera su deseo. Claro que, hablando de deseos…

Una intensa presencia pareció cubrirla de pronto ahogando todo a su alrededor pero cuando tuvo fuerzas para volverse y tratar de encontrar su origen nada extraño parecía haber por ninguna parte. Resultó algo de lo más insólito. Tratando de centrarse decidió que lo mejor era dar un paseo puesto que el día se prestaba a ello.

Sus pies, como siempre, ya se habían acostumbrado a realizar una ruta habitual que le permitía liberar su mente y dejarla retozar con diversos temas, por mucho que el uso de la palabra "retozar" pudiera dar pie a malentendidos para algunas personas. Claro está que a pesar de tener la mente en otra parte, en ocasiones incluso literalmente hablando, un sonido bastante sutil, aunque característico, captó su atención haciendo que se detuviera para poder prestarle toda su atención.

Metal deslizándose contra metal.

Si ya resultaba un sonido extraño de ser escuchado mucho más extraño era el hecho de que no había nada, al alcance de su oído, que pudiera producir ese tipo de sonido y, por eso mismo, logró ponerla algo nerviosa. Cosa que no era excepcional de conseguir ni habitual en su caso pues era conocida de poder mantener la cabeza fría incluso en las situaciones más extremas.

Espacio abierto. Eso era lo que necesitaba ahora mismo para sentirse tranquila puesto que le ofrecería una visión de trescientos sesenta grados y así poder localizar aquel sonido si es que volviera a repetirse nuevamente que no tenía por qué, claro está.

Su vestido blanco de finos tirantes, y de una pieza, caía hasta la rodilla ondeando al viento de igual manera que su melena azabache bailaba a su son aunque su sombrero, blanco a juego con su vestido, se mantenía firme en su cabeza. Su firme caminar hacía sonar los tacones, de sus zapatos blancos, contra el suelo de manera monótona puesto que el ritmo de sus pasos no se veía interrumpido de ninguna manera. Sobre todo porque era como si tuviera completamente automatizado su paseo puesto que no se encontraba con nada que pudiera llegar a retrasarla ni un solo paso.

¿Paso? No, eran pasos. Podía escuchar con claridad aquellos pasos acercándose a ella, cercándola, pero por mucho que mirase de soslayo con precaución, con cuidado para no alertar de que estaba al tanto de dicha cercanía, le resultaba imposible encontrar el origen de aquel sonido. Aquellos pasos. Sin detenerse dio un giro completo haciendo que su vestido bailase hasta arremolinarse en sus largas piernas cuando aquel giro llegó a su fin.

Nada, nadie.

¿Podría ser que se estuviera imaginando aquellas pisadas? Todo era posible pero a dichos sonidos también tendría que añadir aquel otro de metal contra metal. Sí, ese mismo que ahora mismo se deslizó por su oído y que le produjo un pensamiento de lo más perturbador.

¿Cómo es que este sonido metálico se me asemeja tanto a la sangre?

Una cosa era que la sangre tuviera un sabor metálico pero nunca antes había escuchado hablar de que un sonido metálico pudiera llegar a sonar como la sangre ya que, ¿quién puede saber cómo suena la sangre?

La imagen la golpeó inesperadamente. Se encontraba aquí mismo, con el mismo vestido, mismos zapatos y sobrero ancho con su piel siendo acariciada por los rayos del sol que no encontraban ninguna nube en su camino, pero la mayor y más obvia diferencia entre realidad y una imagen mental que emerge en tu cabeza de improviso era las lágrimas de sangre que el cielo despejado lloraba desde otro mundo empapándola gota a gota, lágrima a lágrima, hasta quedar completamente ensangrentada.

―¡Ah!

Fue como perder un latido de su corazón sin previo aviso, realizar un parpadeo para abrir los ojos a pesar de encontrarte con ellos ya abiertos. Ver el mundo de una manera completamente distinta como si jamás hubieras sido consciente de cómo era el mundo en el que vives.

Una de sus tomodachi había chasqueado los dedos frente a ella y eso fue lo que la había sacado de su ensimismamiento logrando hacerlas reír al ver que incluso alguien como ella podía írsele la cabeza en otros asuntos mientras trataba temas más triviales con sus mejores amigas. Para paliar el calor, y también tratar de sonsacarle en qué había estado pensando, se detuvieron a tomar unos granizados. La charla, sin embargo, fue dirigiéndose por derroteros de lo más triviales.

Chicos. No podía haber un tema más trivial para ellas que el referido al sexo opuesto sobre todo porque aún tenían la esperanza de encontrar a alguien para ellas que buscase algo más de lo que ellas ofrecían a simple vista. Sí, eran atractivas hasta decir suficiente.

Las risas, la felicidad reflejada en su rostro y ese picante que chispeaba en sus ojos volvió a mostrarse aturdido ante un extraño pensamiento que cruzó por su mente dejando tras de sí, cual cola de cometa, ideas que no entendía muy bien. La cucharilla se detuvo sobre su granizado y, a pesar de haber tomado ya una buen parte del mismo, ahora la imagen de aquel hielo rallado con sabor a menta la dejó traspuesta.

Pasear y disfrutar del buen tiempo había sido la idea original pero cuanto más se acercaban a la costa, kilómetros de preciosas playas, la posibilidad de quedarse en ellas un tiempo y disfrutar tanto de ser abrazadas por el agua de mar como acariciadas por los rayos del sol por todos sus cuerpos se iba haciendo más intenso y difícil de combatir. Ni siquiera el recordatorio de que no llevaban traje de baño bajo sus ropas parecía servir como excusa pues, como dijeron algunas entre risas, prácticamente es como las verían todos por muy poca tela que se pusieran para cubrirse.

Al fondo, en el horizonte, una silueta se entrecortaba quedando entre sombras haciendo imposible el revelar ninguno de sus detalles. Lo único de lo que podía estar segura era que, a pesar del buen tiempo reinante, y el calor que lo acompañaba, aquella silueta ofrecía la imagen de un largo abrigo y de algo más sobre su cadera derecha. Cuando trató de enfocar mejor la mirada, alzando una mano para hacer de visera sobre sus ojos, aquella silueta ya no se encontraba allí delante, si es que en algún momento lo estuvo, en el ínfimo momento cuando la mano pasó por delante de sus ojos.

Como suele suceder la gran mayoría de las veces la opinión de la mayoría acaba por ser aceptada por el grupo y así se encontraron comprando bikinis, quedaron totalmente prohibidos los trajes de baño, para acercarse a la playa más cercana.

Eran un grupo de una docena de chicas por lo que con semejante número se sentían de lo más arropadas entre ellas y no temían nada en absoluto. ¿Entonces qué era esa sensación que caía sobre su espalda y que le advertía de que todas sus amigas no podrían hacer nada para protegerla? Aquel escalofrío era una presencia física a su espalda que la estuvo acompañando todo el camino que les separaba desde la tienda de ropa hasta la playa. Tenía la certeza absoluta de que si se detuviera de improviso la presencia no podría hacer nada para evitar chocar contra su espalda pero, si estaba así de cerca, ¿por qué ninguna de sus tomodachi decía algo al respecto?

¿Por qué?

Se volvió lo más rápida de lo que era capaz pero ya de soslayo no encontró a nadie a su espalda. Algo que quedó confirmado cuando terminó de darse la vuelta. Nadie. ¿Sería su imaginación divirtiéndose a su costa con la ayuda del calor masajeándole la cabeza hasta el punto de aturdirla lo suficiente para provocar ensueños completamente creíbles para alguien tan racional como ella?

Prendas de ropa fueron siendo descartadas hasta que una docena de chicas, menos una de ellas, quedaron llevando únicamente ropa de baño, bikinis de todos los cortes y colores. Negando con la cabeza no pudo evitar una sincera sonrisa por sentirse afortunada por tener tantas tomodachi que siempre estarían ahí para ella siempre que las pudiera necesitar. Y las necesita siempre porque sin ellas estaría completamente perdida.

Su mano se detuvo sobre su sombrero justo cuando tenía la intención de quitárselo pero nuevamente sintió aquella presencia. Una silueta que se formaba en su mente y se alzaba turbadora a su espalda pero, al mismo tiempo, podía verla frente a su sorprendida mirada. ¿Estaba en ambos lugares al mismo tiempo o era que lo estaba solamente en el lugar donde ella pensaba que se encontraba?

La mirada se mantuvo fija, para evitar perder de vista aquella silueta, pero lo mismo ocurrió consigo misma pues no se atrevió a dar un solo paso y tal vez por ello la sorpresa fue mayor cuando la imagen fue creciendo. ¡Se estaba acercando a ella! A pesar de todo, la imagen no se fue aclarando con la cercanía sino que continuó en penumbra hasta que se hizo imposible ocultar por más tiempo su identidad.

La sorpresa no fue cuando pudo ver con claridad de quien se trataba sino que fue capaz de verle justo después de pensar que le gustaría ser capaz de hacerlo, de poder verle, ya que aunque ya se encontraba a menos de dos metros de distancia, al aire libre y bajo el sol, la imagen había seguido oculta en sombras prácticamente perpetuas.

¿Quién eres?

Era cierto, como había sospechado por su silueta, que llevaba un abrigo largo con este calor, aunque lo llevaba desabrochado dejándole el torso al descubierto y mostrando una enorme cicatriz que le cruzaba el pecho en diagonal, salvo por lo que cubría el haramaki verde, puesto que no llevaba nada más de cintura para arriba salvo el susodicho abrigo, un pantalón negro y unas botas oscuras, ¿o sería que las sombras no las habían abandonado aún?, pero lo que más llamaba la atención, de manera poderosa, era el complemento sobre su cadera derecha sujetas por la faja roja atada a su cintura. ¡Tres katana! El mismo número de pendientes que colgaban de su oreja izquierda.

El rostro del joven, no debería tener ni siquiera veinticinco años, era adusto y muy serio pero, por alguna razón que se le escapaba, no le producía ningún tipo de aprensión o temor a pesar incluso de esa cicatriz que cruzaba su párpado izquierdo haciéndote preguntar si pudiera estar tuerto. Curiosamente era peliverde, si algo así podía ser naturalmente posible.

Silencio. Y no era solamente el formado entre ellos dos sino que ya no era capaz de escuchar el gentío en la playa, ni a sus tomodachi, ni siquiera el sonido del mar.

―¿Quién eres?― le preguntó con voz serena y mostrando una seguridad que apenas lograba mantenerse en el fondo de sí misma.

No hubo una respuesta inmediata y llegó a pensar que no se la daría pero cuando se disponía a realizarle nuevamente la pregunta obtuvo su respuesta. Su mano derecha abandonó aquella empuñadura blanca para posarse con delicadeza sobre su hombro desnudo, una sutil caricia que logró hacerla estremecer, mientras su mano izquierda se aferró a su cintura deslizándose y deteniéndose justo antes de abandonar su espalda. Su reacción fue casi instantánea, e instintiva, al llevar sus manos a posarse sobre los hombros de aquel kenshi, cómo llamar a alguien que porta tres katana, y casi la hizo reírse ante la imagen que debían estar mostrando a los demás. Era casi como si se dispusieran a dar comienzo un baile solamente con ellos dos como protagonistas.

―Robin…

En verdad aquella respuesta la cogió completamente por sorpresa y se pudo ver reflejado en su rostro pareja a su confusión.

―¿Robin?― la fuerte mano del kenshi sobre su cintura la atrajo firmemente pero sin coacción contra su cuerpo―. Robin también es mi nombre.

―Robin…― repitió el extraño kenshi.

Y fue entonces cuando se percató de que no lo estaba diciendo su nombre sino que… ¿la estaba llamando?

―¿Por qué me llamas, kenshi-san?― le preguntó entornando los ojos cuando unos rayos de sol superaron todos los obstáculos ante su rostro.

Un brillante fulgor difuminó la realidad.

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ENDorFin
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Disclaimer: todo lo reconocible acerca del Universo de One Piece pertenece a Eiichiro Oda/Shueisha inclusive, sobre todo, el ZoRo xD

Kaisou: Reminiscencia.

Kaisou: Entierro.

Kaisou: Marimo.

¿Por qué el título? ¿Y por qué tendría que saberlo yo si solamente escribo la historia?