N/A: Continúa la violencia explícita.
"La vida es una historia contada por un idiota, una historia llena de estruendo y furia, que nada significa."
William. S.
Motivo de guerra
Capítulo I
Parte III
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Los efectos de la última sobrecarga le impedían moverse. Sentía el cuerpo flácido, la mente nublada por las continuas fallas de sus sistemas, y cada uno de sus sensores datando miles de errores y sensaciones distintas.
Estaba postrado. Estaba rendido a la saña y los deseos de los Wreckers.
Permitió que le tomaran de las manos y le esposaran una de sus muñecas a un grillete que pendía desde una viga del techo. Le estiraron el brazo hasta asegurarse de que sus servos sostendrían el resto de su cuerpo y después lo soltaron, dejándolo colgado como una marioneta usada y a punto de romperse.
Su mundo se había llenado de penumbras. Era una vereda larga e interminable plagada de flashazos azules y rojos que pasaban fugazmente frente a sus ópticos, y de manos que lo tocaban, lo lastimaban. Dedos que lo torturaban y lo violaban.
Alguien lo golpeó en las placas traseras y su cuerpo dio tres incontrolables vueltas en el aire. La cadena que lo amarraba se desenredó con un chasquido metálico y le hizo impulsarse al frente, quedando con las rodillas flexionadas y su brazo estirado lanzando interminables señales de dolor.
-Esto es muy divertido – dijo alguien.
Starscream negó con la cabeza e intentó acumular fuerzas en sus piernas, pero sus mecanismos no respondieron. Quedó pendiendo de la cadena, lastimando su brazo, cercenando sus circuitos.
Es inútil. Es totalmente inútil.
-A ver, lánzalo hacia acá.
Y alguien lo empujó, arrojándolo a los brazos de Sandstorm. Para esas alturas Starscream comenzaba a conocerlos. Dos de ellos lo habían violado, pero había escuchado los nombres de todos tantas veces que su mente comenzaba a ponerle rostro a cada una de sus pesadillas.
Después de atraparlo y de besarlo apasionadamente en los labios, Sandstorm lo arrojó con un fuerte impulso de sus servos y Starscream trastabilló torpemente sobre los escombros, cayendo en manos de Roadbuster, que lo hizo gemir de terror cuando el enorme Wrecker le aplastó el casco con una mano y le jaló la cabeza hacia atrás, obligándolo a mirarlo fijamente a su visor.
-Hola, preciosura.
El Seeker se mordió los labios para mantenerse en silencio. El esfuerzo se materializó en su rostro pese a que el terror era el verdadero dueño de sus facciones. Resistió los breves segundos de tormento en los que el Wrecker lo hizo mirarlo a los ópticos y no opuso resistencia cuando los labios llenos de cicatrices se acercaron a su boca y le invadieron con un sofocante beso.
-¡Mi turno! ¡Es mi turno! – gritó alguien más.
Roadbuster se rió y con una fuerte bofetada apartó a Starscream de su camino. El Seeker giró en una espiral de dolor y terminó de pie en medio del grupo de psicópatas, con las piernas temblando y los hombros encogidos en lo que a Thundercracker le pareció la representación máxima del horror.
El Comandante Aéreo, enjuiciado y sentenciado por ese puñado de bárbaros, había sido declarado a perecer lentamente ante los ópticos del único testigo que tendría una vida para recordar cada instante de la pesadilla y recriminarse a sí mismo su inutilidad y falta de engranes para levantarse y hacer algo. ¿Algo como qué?
Algo como qué…
Thundercracker jamás hubiera podido hacer nada. Él lo sabía, pero su mente le obligaba a castigarse para sentirse seguro dentro de esa pesadilla. Era la manera perfecta de victimizarse y ayudarse a sí mismo a no caer en la locura que de pronto había comenzado a ejercer el gobierno de sus vidas.
La cadena que amarraba a Starscream se deslizó sobre la viga y le obligó a arrastrar las piernas en dirección a Topspin, que lo esperaba con una enorme sonrisa y las manos estiradas. El Wrecker lo tomó de las alas y le hizo girar sobre sus propulsores, dejándolo una vez más frente a Thundercracker.
-Mira lo que te estás perdiendo, Seeker. Creo que si fueras más Decepticon y un poco menos hipócrita ya estarías mirando el lado divertido de todo esto e incluso estarías jugando con nosotros. – Sus manos toquetearon las alas de Starscream y lo hicieron balancearse sobre su débil pierna funcional. - ¿No te parece lindo?
Starscream bajó la cabeza y apretó los dientes, reprimiendo un gemido de desesperación cuando la mano de Topspin bajó hasta su pecho y apretó su conductor de interfaz hasta hacerle creer que lo trituraría.
El Wrecker le disparó una sonrisa maliciosa a Thundercracker.
-¿No te gustaría verlo sobrecargarse de nuevo?
Starscream no fue consciente de la respuesta de Thundercracker. No quería mirarlo. No quería saberlo. Permaneció con la cabeza abajo y el vocalizador apagado, mirando el piso mientras rogaba por una salvación que sabía que jamás llegaría. Megatron estaba a miles de kilómetros luz de distancia, Thundercracker era parte de la sucia diversión y él mismo estaba tan perdido en su propia miseria y en su terror que levantarse a luchar era imposible.
Comenzó a sollozar nuevamente. ¿Qué podría detener a esas sucias bestias para que le dejaran en paz?
-Oh, no. No. No llores, Seeker – le dijo Topspin, levantándole la cara. – No es tan malo…
-Podemos hacerte sobrecargar una vez más aunque tu bonito compañero aéreo no esté de acuerdo. No te preocupes – añadió Sandstorm acercándose.
Alguien se rió al fondo.
Topspin lo soltó y aprovechó la flacidez del cuerpo de Starscream para darle una patada en la espalda y arrojarlo al centro de la habitación. Con los sentidos aturdidos, el Seeker no era capaz de diferenciar las posiciones erráticas de cada uno de los Wreckers. De pronto todos eran el mismo individuo intentando violarlo, golpeándolo y jugando a torturarlo mientras él aceptaba el papel de ramera, el trabajo de juguete.
Estaba aterrado. No sabía qué hacer. No sabía cómo sobrevivir o cómo morir rápidamente para escapar de ellos. La chispa vital le zumbaba con erupciones plasmáticas que le ahogaban lentamente la vida y le arrebataban la visión del infierno, llenándolo de fantasías lejanas y recuerdos que le hacían ver el corto destello de su existencia como un suspiro en el tiempo.
Estaba agotado.
No sabía si por momentos moría o se quedaba despierto. A veces creía que estaba soñando y que su procesador de pronto se reiniciaría para escapar de la irrealidad que el agotamiento del trabajo a veces le hacía sufrir. Cuando despertara, se decía mientras los Wreckers cantaban ofensas a su alrededor; cuando despertara se daría un buen baño y se reiría de la capacidad extraordinaria de su procesador por inventar fantasías tan atroces.
Se reiría porque ya no tenía la fuerza para seguir suplicando sin ser escuchado.
Continuó andando a ritmo marchito, sintiéndose ajeno de su propio cuerpo ante las manos de los Wreckers que brotaban de la oscuridad y le empujaban, retorciéndole las alas o impactándole ferozmente las placas traseras. Los mismos ópticos malditos sonreían y se acercaban tanto a su rostro que por momentos la lucidez volvía a su cabeza y él se congelaba de terror, encogiéndose dentro de sus hombros hasta que el horrible fantasma se alejaba de su campo de visión.
Poco a poco fue sintonizándose de vuelta a la realidad. El sonido volvió y los rugidos guturales de las carcajadas se colaron en sus inmediaciones auditivas; le atronaron risas estruendosas y palabras tan obscenas que sus circuitos de lógica se revolvieron, heridos al digerir el sabor de la podredumbre que se infiltraba en sus sistemas internos y se esparcía para quedarse y no volver a abandonarle jamás.
Ramera.
Paria.
Cobarde.
Basura.
Bufón.
Éste último doliéndole en la chispa al recordar su significado personal y casi tan antiguo como su vida en el ejército Decepticon. No sólo era su rostro contorsionándose por la vergüenza y la agonía física, era su consciencia recordándole la mueca sonriente de Megatron mientras sus labios repetían una y otra vez su insulto favorito.
Eres una desgracia, bufón.
Eres un cobarde, bufón.
Desaparece de mi vista, bufón.
Los Wreckers se aburrieron de su acobardada tranquilidad y comenzaron a empujarlo, uno o miles de ellos zarandeándolo mientras la cadena de la que pendía su brazo giraba sin control y trituraba el metal de su antebrazo, reventándole conductos de energon que chorrearon sangre y lubricantes a lo largo de su cuerpo.
El vocalizador de Starscream se negó a funcionar cuando su dolor rebasó a su dignidad y el silencio se hizo un derecho imposible.
Manos lo hicieron rodar sobre su propia miseria. Dedos violaron sus puertos de interface, le abofetearon el rostro y le estrujaron sugestivamente el cable de interfaz, amenazando con arrancárselo.
Empujado y golpeado. Golpeado y violado. Llegó a los brazos de Roadbuster y de ahí giró sin control a las manos de Sandstorm, que lo pateó en dirección a Topspin antes de que éste último lo besara y lo empujara de regreso a las manos Roadbuster.
Cuando finalmente lo dejaron en paz, tras largos minutos de burlas y torturas, Starscream levantó la cabeza, martirizado a un nivel agónico, y la sonrisa de Topspin brilló ante sus ópticos. Lo próximo que sintió fue un firme abrazo que inmovilizó su cuerpo y le permitió recargar la frente en algo sólido que más tarde identificó como el pecho del Wrecker. Sentía que moría. El cansancio se apoderaba velozmente de su cuerpo y sus sistemas soñaban con cesar sus funciones, detener el procesamiento del martirio y ayudarle a vararse en un mundo ingrávido e insensible.
Alguien más se aproximó desde su espalda y le tomó firmemente por una de sus alas.
A lo lejos pudo escuchar a Thundercracker riñendo una vez más, diciendo cosas que Starscream no quería entender. Podrían ser nuevamente insultos, reproches, o podrían ser las burlas de los Wreckers interpretadas por la parsimoniosa voz de su compañero aéreo.
Ramera.
Juguete.
Prostituta Decepticon.
Le gusta que Megatron le dé duro. Duro…
Es insaciable.
El Wrecker que sostenía sus alas empezó a trabajar en algo después de transformar su mano en una pequeña máquina emisora de siseos y silbidos mecánicos. El dolor para Starscream fue comparable únicamente al que había sentido cuando habían violado su chispa vital. Gimió y sollozó débilmente con el rostro oculto en el hombro de Topspin, sintiendo cómo tasajeaban y corroían la parte más sensible de su cuerpo. El energon empezó a correr por sus alas, goteando y formando charcos que producían chasquidos al ser pisados por los gruesos pies de los Autobots.
-Ra-me-ra… - deletreó Roadbuster detrás de Starscream.
Estaban escribiendo en sus alas.
-¿Qué más le pusiste? – preguntó Sandstorm.
Los delirantes ópticos de Starscream abandonaron su escondite y miraron de reojo al Autobot, incapaz de suplicar como su vocalizador deseaba. Su rostro y su ánimo estaban tan derrotados que una mirada apática fue todo lo que logró formular antes de volver a ocultar la cara en la oscuridad del pecho de Topspin.
El dolor le tenía aturdido. Le hacía gemir sin darse cuenta. Le hacía morderse los labios y arañarse la cabeza con desesperación aun bajo el poderoso abrazo del Wrecker.
-Roadbuster – dijo Roadbuster, riéndose. – Deben saber quién ya usó a esta cosa. Ya lo había firmado, pero no me pude resistir a la idea de que la paria llevara mi nombre dos veces.
-¡Genial! – replicó Sandstorm, tomando el lugar de su camarada cuando éste abandonó el resquicio entre las sangrantes alas del Seeker. – Entonces supongo que no te importará que repita por tercera ocasión lo prostituta que es, además de lo sucio y rastrero que se ha comportado con nosotros en esta noche.
-Adelante – le invitó Roadbuster, palmeándole el hombro a su compañero antes de darse la vuelta y verificar que la cadena que mantenía colgando al Seeker estuviera lo suficientemente tensa como para seguir desgarrando el metal de su brazo.
Starscream gimió al registrar la presión en sus heridas, mordiéndose los labios y empuñando su única mano funcional cuando Sandstorm retomó el trabajo de escribir en sus alas, incinerando sensores, metal y circuitos al ritmo de cada una de las letras que plasmaban las calumnias.
Por favor, pensó Starscream, por favor déjenme en paz. Pero recordó todas esas otras veces en las que ya había suplicado y cómo había sido retribuido. Se quedó en silencio, firmemente sostenido por Topspin mientras Sandstorm detallaba el estilo de su caligrafía y grababa otros tantos dibujos que medían la profundidad del disparo de su pequeña pero dolorosa herramienta.
Ramera de los Wreckers.
Destruye y conquista.
Paria.
Sandstorm.
Prostituta Decepticon.
Propiedad Autobot.
Cuando la última letra adornó sus temblorosas alas, Starscream soltó un quejido ahogado que murió en sus labios cuando perdió la consciencia, agradeciendo a Primus por los breves segundos de silencio e insensibilidad.
Parecía imposible, pero su suerte sólo cambiaba para empeorar.
La felicidad de los Wreckers era brutal, reflejada en cada maltrato, cada tortura, cada burla y hazaña que cometían contra su cuerpo.
Pelear contra ellos no tenía sentido.
Suplicarles por piedad era lo mismo que incentivarlos a continuar lastimándolo; lo hacían con más gozo, con más precisión y con tanto placer que era inevitable abrazarse a la desesperanza que traía consigo la amenaza de la muerte. Starscream estaba comenzando a comprender sus mentes primitivas y hambrientas de violencia. Déjalos que te violen hasta que se cansen, quizás sobrevivas.
Pero no tenía mucha fe en que lo haría. No podía simplemente dejar de pelear aunque lo único que deseaba era abandonarse a la muerte. Su cuerpo y su mente habían cedido al agotamiento, pero su espíritu continuaba ardiendo, y a pesar de su infame derrota, todavía luchaba por levantarse cuando el dolor y la angustia se hacían insoportables.
Una súplica más. Quizás funcione.
Un intento más por liberarse. Tal vez se cansen.
Un gemido más para expresar su dolor. Tal vez se apiaden.
Pero estos Autobots habían apostado su ciencia del otro lado del tabú de la sociedad anti-belicista, anti-violencia, anti-injusticia, anti-todo, que los alimentaba.
Aún con el brazo encadenado a lo alto, Starscream se sacudió débilmente y dio unos cuantos pasos ciegos por la oscura habitación, apoyando su peso en la única pierna que podía mover. Los hilos de energon que le chorreaban a lo largo del brazo habían pasado a ser parte de las deformidades de su fuselaje, haciendo que su cuerpo luciera más grotesco de lo que realmente era y más deseable para los Wreckers.
Una mano lo atrapó por una de sus alas y lo empujó de espalda contra la pared. Las risas y los insultos habían pasado a ser una cacofonía mullida y sin significado que vibraba desde cualquier parte de la habitación. En ese momento sólo importó el golpe de su cabeza contra el muro y el cuerpo hirviente de una mole de metal que se acercó a aplastarlo.
Por favor, no. Ya no. Deténganse.
Sus labios murmuraron un quejido que se acrecentó cuando las manos del nuevo invasor se recargaron en su rostro y le acariciaron cariñosamente las mejillas.
Al levantar la mirada, decidido a volver al mundo de rostros, sonidos y olores, Starscream se topó con los ópticos flameantes de Topspin. Azul y rojo dispararon una electrizante lucha de poder que terminó por derrotar a Starscream cuando vio reflejada su vergüenza y su dolor en los burlescos cristales de Topspin. Antes jamás habría cedido. Antes él… él… El antes ya no existía para una criatura tan herida y despedazada como Starscream.
Los ópticos del Wrecker fueron más poderosos que los suyos. Habían quemado su chispa vital, tatuándole lo ramera tan profundo que el antiguo Starscream murió cuando nació su vergüenza.
-Por Primus, déjenlo en paz – escuchó la voz de alguien más suplicando en su nombre.
¿Podría ser que Thundercracker fuera tan estúpido como para desvalorizar todo el esfuerzo que Starscream estaba haciendo, aun siendo violado y brutalizado, por protegerlo y hacerlo pasar desapercibido? Nada detendría a los Wreckers de continuar satisfaciendo su lujuria. Y si los empeños de Thundercracker por amainar los remordimientos que transmitía tanto en su voz como en las expresiones de su rostro colmaban la paciencia de los Wreckers, Starscream estaba seguro de que su estúpido compañero aéreo pronto pasaría a formar parte del espectáculo.
Thundercracker había insultado a su Comandante Aéreo por obligación y por necesidad; eso había dolido tanto como todo lo que habían hecho los Wreckers. Pero Starscream, pese a lo que los rumores afirmaban acerca de su inescrupulosa maldad, no le deseaba sufrir el mismo infierno.
La mano de Topspin levantó el rostro de Starscream, que se negó a mirarlo.
-¡Es cierto lo que dijo! – insistió Thundercracker al fondo.
Starscream frunció el ceño con angustia y algo parecido a la furia. ¿Cuánto más tendría que ser denigrado y humillado? No era el hecho de que su compañero aéreo -que siempre había sido muy displicente a su dolor y a su humillación en el pasado- estuviera defendiéndolo lo que lo avergonzaba, era la recopilación de todos los hechos que lo habían conducido a ese preciso instante lo que lo destrozaba. Si Starscream hubiera hecho muchas cosas de manera diferente, nada de eso habría pasado.
Nada de esto estuviera pasando.
-¡Alto! Les daremos todo lo que pidan. Tenemos… tenemos información, la información por la que hemos venido aquí… – dijo Thundercracker nuevamente.
Topspin le miró de reojo con indiferencia antes de volver su atención hacia Starscream, al que sacudió con fuerza hasta hacerlo gemir.
-¿Escuchaste eso? Tu compañero está ofreciendo todo su trabajo por ti. ¿Crees que realmente vales la pena?
Starscream no respondió, retirando el rostro cuando el Wrecker volvió a acercarse para deslizar la glosa alrededor de sus mejillas y de su boca. Su chispa aceleró sus débiles pulsaciones, acrecentando su brillo contra el amenazante pecho de Topspin.
Tanto suspenso estaba matándolo. La agonía podría terminar o empeorar tras un simple movimiento del Autobot. Pero esperar a que eso sucediera era peor que la muerte. Sus circuitos íntimos estaban expuestos, listos para ser retomados y violados. Su cuerpo, ya sin ninguna resistencia, les pertenecía más a ellos que a él mismo.
-¡Maldición! Sólo déjenlo en paz – insistió la voz de Thundercracker como una tétrica sinfonía de fondo. – Nos marcharemos pacíficamente una vez que…
-No – le interrumpió el exabrupto de Springer, cuya voz hizo callar las burlas y los comentarios de todos los Wreckers. - Pero… es probable que si él mismo lo pide, podamos hacer algo al respecto.
La boca de Topspin se unió a los cables y a los tubos del cuello de Starscream. Su glosa serpenteó entre los circuitos y presionó nódulos, alcanzando sensores que hicieron al Seeker gemir desesperadamente. Pero no era pasión, mucho menos deseo lo que emanaba de su voz. Era el delirio de la impotencia. Era tanta cercanía y claustrofobia asfixiándolo. Eran esas manos bordeando los contornos de su chispa vital y el aliento de ozono del Wrecker impactando contra su rostro, reduciéndolo como una partícula de polvo, a un rescoldo de basura.
-Ya lo escuchaste, ramera – murmuró Topspin.
Starscream apretó los dientes cuando sus puertos de interface fueron penetrados por los dedos del Autobot. Uno a uno, los dígitos se hundieron en sus doloridas entradas, reanimando la secuencia dormida de sus sistemas de interface y de su maquinaria interna. Su cuerpo rechazó el contacto físico del Wrecker, pero a la vez estaba dispuesto a complacer las demandas de una de las partes más influyentes de su programación si la energía comenzaba a aglomerarse en sus sistemas y tenía que expulsarla de alguna manera.
Bastaba que Topspin se conectara a sus puertos para que el martirio de la violación volviera a plagar su mente con señales contradictorias y deseos de morir.
-¿Quieres que todo esto termine? – insistió Topspin, deslizando sus manos dentro de las turbinas del pecho del Seeker para acariciarlas con lentos y estimulantes movimientos.
Los sensores de Starscream respondieron en ausencia de la voz que se atoró en su vocalizador. Iban a violarlo de nuevo. No podría evitarlo. Iban a violarlo y él tendría que permitirlo mientras Thundercracker observaba una y otra vez cómo su Comandante Aéreo se retorcía y gemía como una sucia y vulgar ramera. La ramera de los Wreckers.
Protocolo de interface activado.
Starscream gritó y gimió con angustia. Los estímulos en sus alas controlaron el movimiento sugestivo de su cuerpo. El dolor en sus heridas se hizo insoportable. El calor que manaba del escudo energético de Topspin estaba enloqueciendo la capacidad perceptora de sus sensores. No respondió con palabras cuando el Autobot volvió a preguntarle lo mismo.
-¡Responde! ¿Quieres que todo termine?
Primus sabía que Starscream estaba dispuesto a dar su vida para que todo terminara en ese instante.
-Vamos, Comandante, necesito que se quede conmigo – susurró Topspin a la altura de su audio, sacándolo del sopor del miedo.- ¿Quiere que todo termine?
En la oscuridad, Starscream miró los ópticos danzantes de los otros Wreckers. La mirada punzante de Thundercracker volvió a quemarle con la misma intensidad de las manos que violaban sus alas y sus circuitos íntimos.
Al no responder inmediatamente, fue sacudido hasta que los golpes que su cabeza dio contra la pared le hicieron reaccionar. Asintió, encogiéndose al registrar con más detalle la cadencia de las caricias que reactivaban sus sensores y aumentaban la percepción del dolor. Dolor malinterpretado como placer por su barbárica audiencia.
Starscream apagó los ópticos, usando su mano para interponerla entre su pecho y el pecho del Autobot. Topspin le concedió el espacio como un burdo arrebato de esperanza y le sonrió lascivamente.
-… Sí – balbuceó Starscream, temblando de pies a cabeza.
La cadena que pendía por encima de su cabeza inició un ruidoso tintineo que animó a los Wreckers a inventar nuevos insultos. Uno de ellos se acercó para tirar de ella y Starscream no pudo contener el alarido que brotó de sus labios.
-¿Sí? - Topspin lo besó en la boca para hacerlo callar, dejándolo ir solamente cuando las convulsiones de las placas del pecho del Seeker amenazaron con otra purga energética.
-Sí… P-por favor… No lo soporto más…
-Oh, este debe ser su día de suerte, Comandante – dijo el Autobot, animado por las crueles risas de sus compañeros. - Mi líder acaba de informarme que tal vez haya una manera de liberarlo.
Starscream levantó la cabeza, topándose con el pecho gris de Topspin como único panorama visual. Más arriba estaban los burlescos ópticos azules que se curveaban con saña y maldad cuando la boca con sabor a infierno sonreía.
La mano de Starscream se plantó temblorosa en el hombro del Wrecker. No quería tocarlo, pero esa pequeña distancia, llena únicamente por el contraste de sus campos energéticos colisionando mutuamente, era el último medio de defensa que su chispa vital poseía contra la escalofriante intimidad del Autobot.
-Vamos, ramera, dime cuánto quieres liberarte de todo esto – murmuró Topspin, rozando el oscuro borde del casco de Starscream con sus labios. – Pídelo. Ruéganos que te dejemos en paz y te doy mi palabra de que lo haremos.
No lo harán.
No lo dejarían ir nunca.
-N-no quiero esto… No…
-¿No? ¿Qué más, Comandante?
-Dé-déjame ir… Por favor… No puedo más… No puedo más.
-Vamos, Starscream, no te estás esforzando. – Topspin lo afianzó rudamente por la cintura, aplastándolo contra la pared.
-¡Arrghh! ¡NO! – gritó de dolor, encajando sus dedos en el chasis del Autobot. – Por favor, n –no lo hagas… P-por… ¡Arrggh! – Los dedos de Topspin se enterraron entre heridas abiertas y descubrieron nuevos brotes de energon. -¡Detente! ¡De…! ¡NO! ¡NO! ¡POR FAVOR, NO!
Peleó por sacudirse y liberarse, pero las manos de Topspin lo sostuvieron con fuerza. Fue solamente cuando Starscream perdió la batalla contra su propio cansancio que el Wrecker le soltó la cintura y deslizó sus dedos rumbo a las aleaciones del pecho del Seeker para escarbarle en la intimidad y violar sus circuitos expuestos.
Starscream se tragó un nuevo sollozo y bajó la cabeza.
Suplicar no servía de nada.
Topspin le tomó de la barbilla para levantarle el rostro y volver a besarlo.
No puedo más. No puedo más…
Comenzarían de nuevo. Todo empezaría de nuevo y no podría hacer nada excepto continuar sintiendo. Sintiéndolo todo.
Dedos malditos tocaron su chispa vital y una súbita descarga eléctrica le sacudió el cuerpo, incitándole a morder la glosa del Autobot para liberarse del beso. Lo logró, recibiendo como pago una sonora bofetada que descolocó la posición del mundo en sus tableros internos.
-¡N-No! – gritó al recuperarse. Su mano viajó hasta la cara de Topspin, pero fue apresada por la muñeca antes de que pudiera hacerle daño.
-Quédate quieto, prostituta Decepticon… - le sonrió el Wrecker, sosteniéndole la mano por encima de la cabeza. – Ya no finjas. A mí no me parece que desees que todo termine – ronroneó, besándole el audio, después el cuello. - ¿Sabes lo que pienso? Pienso que te encanta, pero eres demasiado orgulloso como para aceptarlo.
-No… N-no pu… - Starscream flexionó la única pierna que aún le funcionaba e intentó interponer su rodilla entre él y el Autobot.
La desesperación contribuyó a que lo lograra, aunque sabía que Topspin lo había permitido como parte de su sádico juego.
-¡No pueden volver a hacerme esto!
-¿No? Pues no veo que esté cooperando para evitarlo, Señor.
Cooperar equivalía a aceptar su papel como ramera, a aceptar que lo estaba disfrutando. Estaba rendido y postrado a la saña de cada uno de los Wreckers, pero su mente los rechazaba tanto como cada uno de los sensores de su cuerpo respondían traicioneramente a las caricias y los estímulos. La resistencia permanecía en su ímpetu de lucha. La fuerza del rechazo peleaba junto a él cuando intentaba contener la potencia de las sobrecargas.
Y finalmente, cuando era derrotado por los cúmulos de sensaciones, no podía aceptar que su cuerpo no tenía más opciones que ceder al desahogo de las sobrecargas ajenas para liberar toda la energía que amenazaba con consumirlo en un calvario de fuego y electricidad. No podía aceptar que ser un Cybertroniano era ser victimizado con una anatomía débil e incapaz de resistir ante los deseos ajenos cuando era violado.
La pierna que se interponía entre él y el Autobot se deslizó lentamente hacia el piso, cansada de la rígida posición que hasta ese momento le había ayudado muy poco en mantener a Topspin alejado.
-¿Q-qué más quieren de mí…? Por favor… Por favor, déjame en paz… Ya… Y-ya han tenido todo de mí… No… No puedo más… No puedo más.
Topspin negó con la cabeza.
-No es suficiente, prostituta Decepticon.
-No… Yo… Por favor… No… Ya no… Ya no me hagan daño – musitó con un hilo de voz, inmerso en el terror de lo que se avecinaba.
El Autobot se rió, produciendo una vibración que sacudió su pecho e inyectó una nueva dosis de pánico en el Seeker, que reemprendió otra dócil batalla por liberarse. Los jaloneos se hicieron erráticos y dolorosos, poco a poco consiguiendo resquebrajar los servos y las coyunturas del brazo que tenía casi fusionado a la cadena. Pero prefería el dolor de las heridas que la cercanía cada vez más invasiva del Wrecker.
Un poco más y aquellos terribles circuitos íntimos estarían nuevamente fusionados a su pecho.
Rogar, como había pensado, no había servido de nada. Rogar había sido un flujo errático de misericordia que se había tenido a sí mismo cuando sus audios habían escuchado que lo dejarían ir.
-¡Primus, Starscream, eres patético! – se burló Topspin, cuyas carcajadas resonaron profundamente en los audios de Starscream.
Después hubo silencio, una armonía tan espantosa que los deseos de salir huyendo incrementaron sus palpitaciones en la chispa de Starscream. Era el silencio de la expectación. Era la quietud de los que esperan a que culmine el acto más emocionante y cruel de la noche.
Starscream echó el cuerpo hacia un lado, pero la esperanza de volver a interponer su pierna entre él y el Autobot murió cuando Topspin, embriagado por la excitación, activó sus sistemas de interfaz y de sólo un movimiento los unió a los destrozados puertos del Seeker. La enorme masa de microcircuitos penetró hasta lo más profundo del pecho de Starscream y le arrancó un agonizante gemido que murió de súbito cuando su cabeza se estrelló contra la pared, incapaz de contenerse ante los reflejos de su propio cuerpo.
-Gimes como una ramera – masculló el Wrecker, soltándole la mano para dirigir la atención de sus dedos a las espalda del Seeker.
Un caos de alarmas y sensaciones se apoderó de la mente de Starscream. Los dedos recorrieron la intimidad de sus alas como si llevaran una vida de conocer hasta el más ínfimo de sus detalles. Lo hicieron gemir. Lo hicieron retorcerse en una danza de vergüenza y jadeos mientras Topspin trazaba variedad de figuras sobre los cientos de sensibles microcircuitos que unían los vejados apéndices a su espalda.
Manos entraron y salieron de sus junturas. Fuertes descargas eléctricas empalmándole los sentidos mientras los dedos le recorrían las alas y se enrollaban poderosamente en sus puntas, estrujándolas con la fuerza necesaria para arrancar delirantes gemidos que Starscream no podía contener pese a que su vocalizador estaba ahogado en sollozos.
Calor.
Sobrecalentamiento.
Placer ajeno embargándolo como si fuera suyo.
Starscream se mordió los labios cuando las ácidas manos de Topspin volvieron al centro de su espalda y después regresaron a su pecho para acariciar sugestivamente los bordes de su cámara de chispa mientras el Wrecker lo penetraba con una potente dosis de flujos energéticos, colocándolo al borde de la sobrecarga.
-Por favor… - logró balbucear Starscream, aferrándose con fuerza al antebrazo del Autobot. Su rostro era una mueca delirante de enajenación y pena. – P-por fa… - apretó la mandíbula, conteniendo un jadeo cuando una de las embestidas estuvo a punto de hacerle perder el control de su cuerpo. – ¡Gg…gah! ¡Argghh! - Sacudió la cabeza, apretando los ópticos. – ¡NO! ¡N- nggh… no!
Otro flujo de energía le hizo jadear y sacudirse, ahogándolo en el poderoso siseo de sus turbinas sorbiendo aire con desesperación.
-Sí… Sí… Continúa rogando, Decepticon… Continúa rogando – murmuró Topspin, adicto al contacto de sus dedos con la suavidad y la fortaleza de cada hermosa pieza del cuerpo de su víctima.
-N…N-… Ah… Arghhh… ¡N-no!
Starscream cliqueó su vocalizador y estiró el cuello, luchando por volver al silencio y dejar de complacer las salvajes demandas de los Wreckers.
Pero su fuerza de voluntad no fue suficiente; el estímulo se hizo demasiado. Consintiendo la interface o no, jamás hubiera podido oponerse a las salvajes descargas que lo penetraban sin misericordia. Era mucha energía. Estaba abotagado de ella. Estaba más allá del límite, y la contención del poder que vibraba en sus sensores dolía tanto como muchas secciones de su traidor y venenoso cuerpo lo disfrutaban.
-No… No… No, no qu-… No quier-… - Estiró el cuello y siseó una desesperada maldición - P-por fffff-fa- ¡AH! - Su espalda se arqueó como un resorte, tensa y caliente, cuando la boca del Autobot mordió bruscamente el borde superior de una de sus alas.
Los sensores que respondían alegremente, sobre-estimulados por las caricias, le lanzaban decenas de sensaciones que también invadían los sistemas del Wrecker y lo colmaban de un placer inigualable, invitándolo a continuar experimentando lo que Starscream se esforzaba por evitar.
-Di- di... dijiste… - rendido, Starscream dejó de tocar al Wrecker y pendió únicamente de aquel brazo que había pasado a ser una inservible extensión de su cuerpo. - Que… que… ¡Ngggh… aagghh! Nhhah... ¡Arrgh! ¡Dijiste qu-…! ¡Que…!
Una peligrosa alarma se desplegó en el centro de su visión, parpadeando con destellos rojos. Indicaba el daño que el exceso de energía estaba ocasionando en sus sistemas y lo peligrosamente cerca que estaba su procesador a un bloqueo de emergencia si no contenía o liberaba la amenaza.
-¿Qué dije, Decepticon? - Topspin se rió y lo besó en la boca, mordiéndole los labios - ¿Qué dije, ramera barata?
Los ópticos de Starscream comenzaron a parpadear erráticamente.
No liberaría la amenaza. No liberaría la sobrecarga.
-D-dijiste… - Dio un largo suspiro, pero el aire que se filtró por sus sistemas de enfriamiento no fue suficiente para dispersar el calor de su computadora principal – que… que me dejarías… m-me… me deej… me… ngaah… en paz… me dejarías en… en…
Otra súbita oleada de lujuria le obligó a exceder la capacidad de absorción de sus filtros de aire y sus válvulas bombearon con más fuerza el escaso refrigerante que aún circulaba por sus conductos.
-Te… te pedí… Primus… T-te… - Se interrumpió cuando un largo sollozo atascó su vocalizador. – Primus, t-te suplico que me dejes en paz… por favor, n-no p… puedo más con esto…
Topspin gruñó una blasfemia a causa del placer.
Starscream estaba muy débil para seguirse sosteniendo sobre sus piernas y no se opuso a las crueles manos del Wrecker, que lo abrazaron por la adolorida cintura.
-Primus… no puedo… yo no… no…
Al sobrepasar la resistencia de sus programas internos, su procesador comenzó a doblegarse ante el sobrecalentamiento, desplegando signos y alarmas que nunca antes habían desfilado frente a sus ópticos.
Libera la sobrecarga…
Libera la sobrecarga y continúa viviendo.
-P-Primus… Prim…
Con un zumbido que reverberó continuamente en sus audios, su procesador mostró las últimas advertencias de los daños recibidos, y sus sensores ópticos se infestaron con pantallas que le hablaron en un idioma extranjero. Cifras, letras, miles de columnas de glifos Cybertronianos cayeron en cascada al tiempo que su mente comenzó a ir y venir de la inconsciencia, embotada por las penetraciones de energía bombardeando sus puertos sistemas.
Dejó de contestar a las ofensas del Autobot y a los vítores de las otras bestias, perdido dentro de un mundo de estática, sonidos mullidos y chispazos cuya soberanía le pertenecía al dolor. Y su cabeza, evidenciando su agotamiento, inició un constante balanceo que por momentos le llevó a recargar la frente contra el hombro del Autobot.
Starscream cayó en estasis en medio de la violenta interface, derrotado por el cansancio, el calor y el constante pensamiento de la más atroz de las humillaciones siendo llevada a cabo frente a uno de sus compañeros aéreos. Si Thundercracker realmente había visto todo lo que Starscream había luchado para resistirse a la derrota, quizás podría comprender por qué su fuerza para seguir en la batalla se había extinguido antes que continuar soportando más deshonra y humillaciones.
Ya no podía más.
-¡No! – rugió Topspin cuando registró el cese inmediato del intercambio energético entre él y Starscream. - ¡Despierta, maldito pedazo de basura! - Lo sacudió por los hombros hasta que los servos del cuello del Seeker crujieron. - ¡Maldito seas!
Después lo abofeteó, desesperándose aún más por no hacerlo reaccionar como esperaba.
-¡No he terminado contigo! – Volvió a golpearlo, esta vez direccionando la fuerza de uno de sus puños al costado izquierdo del Seeker. - ¡Todavía no he terminado contigo!
Pero la respuesta continuó siendo la misma. Starscream había cedido al sobrecalentamiento interno, también doblegándose ante la bestialidad del estrés que no le permitía procesar tanto dolor y humillación. A menos que Topspin hiciera algo maravilloso para traerlo de vuelta, nada haría que el Seeker volviera a encender los ópticos, no en esa, ni quizás en muchas noches más.
La mano de Topspin abofeteó una vez más la mejilla de Starscream, volteándole el rostro a un costado. Los hilillos de energon resbalando por la comisura de sus labios se habían transformado en un flujo abundante que al correr se entremezclaban con el lubricante y la mugre emplastados en muchas de sus heridas.
El Wrecker gritó de ira cuando las burlas y las risas de sus congéneres Autobots se hicieron insoportables, colmándole la paciencia.
-¡Cállense! ¡No dejan que me concentre!– rugió por encima del hombro, luego se volvió hacia su víctima. – Esto todavía no termina, ramera Decepticon…
Y activó un comando interno para que la compuerta de su pecho se abriera. El resplandeciente brillo de su chispa vital iluminó los maltrechos contornos del pecho de Starscream y parte de su rostro. Pese a la ira, Topspin estaba excitado. Antes de unir su chispa vital con la que pulsaba débilmente en el pecho del Seeker, sus manos recorrieron hambrientamente cada centímetro de las blancas alas y de los fuertes muslos, siseando su lujuria con anticipación.
Después se echó al frente y aplastó el pecho de Starscream con el suyo, atropellándolo con la voracidad de su chispa vital.
El Seeker despertó gritando cuando la explosión en su pecho amenazó con finalmente exterminarlo.
Su voz se desvaneció poco a poco hasta formar un silbido de estática que por momentos se tornaba en gemidos ahogados y débiles que incrementaban su volumen únicamente cuando los salvajes deseos de Topspin arrojaban torrentes de corrosiva energía a la chispa vital de Starscream. Estaba siendo violado por enésima ocasión. No le interesaba saber el número de sobrecargas que había tenido o la cantidad de veces que había gemido y se había retorcido mientras pedía ayuda. Sólo sabía que estaba siendo nuevamente violado y que esta vez quería morir. Quería dejar de resistir y deslizarse al limbo de la eternidad.
Había creído que la inconsciencia duraría más tiempo y que nada podría traerlo de regreso, pero le habían demostrado que estaba equivocado. Su único propósito era sufrir. Su vida ya no valía nada. La superioridad y la furia de Topspin estaban firmemente acentuadas por sobre la vileza, la cobardía y el desperdicio de energía que habían pasado a ser los cimientos de la vida de Starscream. No sabía si gritaba o lloraba, si gemía o suplicaba. Su mente se sumió en un atolladero de alarmas y dolor, tanto dolor que cada uno de sus microcircuitos comenzó a quemarse dentro de una percepción distinta de agonía.
Su chispa vital estaba muriendo. Su chispa vital estaba siendo consumida. Estaba…
Un golpe en el centro de su pecho le cortó la transferencia de energía y su cuerpo dejó de funcionar por indeterminados segundos en los que estuvo seguro de que finalmente se había librado de las ataduras del sufrimiento. Pero la fantasía volvió a nulificarse cuando otra potente descarga de energía liberó un aterrador rugido de placer por parte de Topspin y le hizo volver a la vida, revolviéndose como un gusano sobre las brasas del infierno.
-¡No! Ayu-… Ah… No… - balbuceó, luchando por retomar el control de sus sensores ópticos y de sus sistemas motrices. Su mano funcional, tan pesada como su cabeza, logró llegar hacia uno de los brazos de Topspin y luchó inútilmente por alejarlo de su pecho. – Me-… Meg-… Ayud-… Ah… ¡Argh! – sollozó hasta trabar su vocalizador. - Meg-… Aux-… Ayuda-… - Otro golpe más penetró como una aguja en su núcleo de vida y él gritó, echando la cabeza hacia atrás.
Topspin le mordió el cuello y la barbilla en ese momento, gimiéndole en el receptor de audio.
La humillación ya no era nada comparada con el dolor. Los deseos de morir para dejar de sufrir invadieron completamente la mente de Starscream, sumergiéndole en un mar de sollozos que superaron finalmente a su dignidad. Era imposible asimilar cómo su chispa vital podía soportar tanta tortura sin sucumbir ante la muerte.
-P-… por favor, detente… - logró articular, jadeando con desesperación. La energía que también le violaba desde el cable de interfaz de Topspin contaminó sus puertos con una nueva dosis de información que le hizo mirar destellos blancos y símbolos de alarma.
La complejidad de los peligrosos datos se apostó en cada uno de sus programas y los hizo trabajar a doble potencia, dividiéndose entre el procesamiento de la información que llegaba a ellos desde los regímenes de la chispa vital y de cada uno de los sensores que el Wrecker le estimulaba con sus manos. Los dedos que trabajaban en los receptores de sus alas hacían que la sobrecarga fuera cada vez más un hecho inevitable.
Topspin gimió con satisfacción cuando escuchó al Seeker hacerlo con desesperación.
-Así es como me imagino que le gusta a tu líder, prostituta – resopló, inclinándose hasta alcanzar las piernas de Starscream y colocárselas bruscamente alrededor de su cadera. – Ya entiendo por qué Megatron te tenía siempre tan cerc-… ah… ssssssííí…
Sin ser consciente de sus propios movimientos, Starscream aferró el antebrazo del Autobot con una mano. La fricción que corroía los sensores de su pecho se convirtió en la fricción que consumía lenta y dolorosamente cada átomo de su chispa vital. ¿Por qué tardaba tanto en morir? La lógica dictaba que debía haber sucumbido desde el primer momento en el que Roadbuster había profanado la parte más sagrada e íntima de su cuerpo. ¿Por qué maldición seguía viviendo para sentirlo, para sufrirlo todo?
-Tócame – le dijo Topspin, perdido en su insano placer.
Un intenso golpe de energía los hizo gemir a ambos, arrancando a su vez un débil sollozo del vocalizador de Starscream, cuyos ópticos se sumieron en un delirio blanco y titilante, y su boca en una letanía de estática y palabras entrecortadas.
-No…
-¡Tócame! – La mano del Wrecker disparó otra descarga eléctrica en una de las heridas del torso del Seeker, y rugió con satisfacción cuando el dolor registrado por Starscream se convirtió en infinito placer para él. Sólo para él. - Tócame o te juro que lo lamentarás… Ah…
La repulsión que sintió Starscream ante tal sugerencia se traslapó inmediatamente al dolor dentro de los atroces intercambios informáticos que viajaban por la interconexión. Abrió la boca para rogar y escapar de semejante tarea, consiguiendo expulsar un torrente de vapor que estuvo a punto de derretirle los labios. Por un momento sus audios se perdieron en el susurrante sonido de sus sistemas de enfriamiento chasqueando para aumentar la potencia de absorción del aire.
Y comenzó a gritar de nuevo.
Gritó hasta que su vocalizador sólo fue capaz de liberar estática y sonidos turbios que sólo se detuvieron cuando Topspin lo aplastó una vez más contra la pared, reemplazando el sonido de sus lamentos con el peligroso crujido que recorrió cada centímetro de su espalda.
-Tócame – le repitió Topspin, riendo. Luego le tapó la boca con un apasionado beso que lo hizo callar por completo.
Starscream se revolvió sin fuerza. La glosa invasora violó el interior de su boca y jugó con cada uno de sus sensores, alimentándose viciosamente con el energon que sus tanques internos no dejaban de expulsar. Sus receptores tenían la tarea de enviar y recibir datos sin consideración, su chispa vital de desintegrarse mientras capturaba energía, expandiéndose dentro de su pecho en busca de más espacio al no poder soportar ser aplastada por esa otra chispa que la consumía.
Un nuevo embate, más poderoso que los anteriores, lo hizo atragantarse entre un grito y un sollozo de dolor, creyendo por un momento que su chispa vital terminaría de ser partida en dos. Sus dedos se transformaron en ganchos sobre los brazos de Topspin. Su única pierna funcional se contrajo y peleó por liberarse de la mano que la unía a la cadera del Wrecker.
-¡ARRGHH! ¡N-no… Nggh… ngah! ¡N-no! N-… P-por… por favor… p-por… ¡Ah…! – Recargó la frente en el hombro de Topspin antes de estrellar la cabeza contra la pared.- ¡Detente! – Siseó entre dientes, tensando sus brazos en un vano intento de poner distancia entre él y su atacante.- ¡Detente! ¡De-d-detente…! ¡NO! ¡Detente! ¡DETENTE! ¡Auxilio! ¡A-aux… Arrgh! ¡Ayú…A-ayúdam-…! ¡AH! ¡Ayúdame! ¡Ayúdame! ¡AYÚDAME! ¡Por favor, ayúdame…!
El sufrimiento se hizo descomunal.
-¿Quién quieres que te ayude, ramera? – se burló Topspin, quebrándole más piezas de la espalda cuando lo aplastó una vez más contra la pared. - ¿Quién?
-¡T-thun…! !Thun…!
Starscream soltó otro alarido de dolor. Su mano buscó destruir la chispa vital de Topspin, pero el Wrecker lo detuvo. –¡NO! ¡Por favor, ayúdame…! ¡T-Thundercracker, ayúdame! !Ayúdame! !AUXILIO! !AYÚDAME! !Prim… AH!
Pero fue la risa de los Wreckers la única en contestar a sus súplicas, acentuando una victoriosa mueca en el rostro del Autobot Broadside cuando éste notó el nuevo golpe de impotencia que embargó a Thundercracker. El Seeker se congeló bajo el peso de las enormes manos enemigas, como si las plegarias de su compañero aéreo hubieran drenado la fuerza que las esposas inhibidoras no habían podido arrebatarle.
Todo estaba perdido.
-¿Lo ves retorcerse de placer? – Murmuró Broadside en el audio de Thundercracker, que quiso apartar la cabeza pero no pudo hacerlo gracias a las manos que lo retenían. - ¿Ves como grita y gime para hacer todo esto más excitante? Está fingiendo, pero en realidad le encanta… Es tan sensual.
-Son despreciables – siseó Thundercracker, asqueado cuando el ronroneo del Autobot reverberó a lo largo de su cuerpo.
Topspin también encontraba las plegarias de su víctima excitantes, entregándose por completo a la mancillada intimidad del Decepticon como si su lujuriosa audiencia hubiera desaparecido. No podía detectar nada más que intermitencias de sonidos lejanos y la débil presencia de Starscream agotándose debajo de él, navegando en un océano de catastróficas sensaciones y desesperanza, tanta desesperanza que el Wrecker celebró su victoria incrementando las estocadas energéticas dentro del núcleo del Seeker.
Starscream se convulsionó súbitamente, rendido.
-Estúpido Seeker… Tócame.
-P-por favor, ayúdame… Thun… Thu-…
-¡Hazlo o te arrancaré las alas, miserable basura Decepticon!
No. Ya no tenía nada más que perder excepto sus alas. Era lo único que aún poseía y Starscream no estaba seguro de que al finalizar el día todavía continuarían sobre su espalda. Fue la incertidumbre y el horror los que le hicieron ceder el control de su único brazo funcional y dejar que su mano fuera guiada a dos diferentes puntos de la hirviente armadura de Topspin, que le indicó los sensores en los que debía trabajar.
Ramera…
Temblando, Starscream deslizó los dedos sobre las cadenas de nódulos y de pequeños circuitos ubicados bajo las placas metálicas del torso y de los bordes del pecho de Topspin, pensando por un momento, un solo y lúcido momento, en volver a mover su mano hasta encontrar y exterminar la chispa que lo estaba exterminando a él.
-No finjas que no sabes lo que haces, ramera Decepticon – se escuchó la burla de algún Wrecker. – Apuesto a que acostarte con casi todo tu ejército te ha dado experiencia de sobra.
Alguien más se rió.
-Ja ¡Mira! Ya puso a trabajar sus habilidades.
-Qué asco… imagina la cantidad de mecanoides con los que se ha revolcado.
-Debimos haber formateado sus sistemas antes de que nos convenciera de interfazarlo. Es tan prostituta que no dudo que se haya metido con cualquiera que le hiciera un gesto bonito. ¿Qué tal si nos contagia algo?
Otro Wrecker soltó una carcajada.
-¿De qué te puede contagiar? ¿De su voz de ramera aullando?
Esta vez todos se rieron.
La mano de Starscream volvió a congelarse. Quería retirarla del sucio cuerpo que lo violaba, pero le fue imposible separar los dedos de las terminaciones sensoriales del Wrecker, cada vez más hundido en la desesperación del sobrecalentamiento y del dolor precedente a su próxima sobrecarga. Sus dedos estimularon ramificaciones sensibles aún en contra de su voluntad, guiados por las incontenibles penetraciones energéticas que le obligaban a apretar con fuerza los lugares en los que sus manos habían sido instaladas.
Topspin lo disfrutaba. Cada segundo del sufrimiento de Starscream lo estimulaba.
Alertas rojas y potentes sirenas de emergencia interna silbaron estruendosamente en el procesador de Starscream.
Dolor.
Desesperación.
Más dolor.
-No…
La liberación estaba cerca.
-Primus… De-detente…
Su espalda se arqueó, violada por las manos que se enterraron entre sus alas y estimularon sus sensores.
-No. No… No. ¡No!
Su chispa estaba abotagada de energía. No podía procesar más; no podía retener más sin explotar en un fallo definitivo y permanente. Starscream apagó los ópticos y estrelló su casco contra la pared una vez más. Topspin lo haría sobrecargarse sin importar todos sus esfuerzos por evitarlo.
-Por… Por favor… Por favor, detente… De-… De-…
Topspin se rio en medio de su éxtasis, lanzando un último golpe de energía mediante su cable de interfaz y su chispa vital que lo hizo perderse en una colosal sobrecarga que pocos segundos después se apoderó también de Starscream, cuyo grito murió ahogado en su garganta en el momento en el que el Wrecker, extraviado en las deliciosas oleadas de energía invadiendo sus sistemas, le arrebató el sonido con un furioso beso que le devoró cada partícula de su esencia.
Había un sonido que se repetía en la mente de Thundercracker. Había un sonido que iba y venía; iba y venía como un concierto de música macabra que sólo un demente podía saborear como deliciosa. Los gritos de Starscream se habían detenido, pero él continuaba escuchándolos como escuchaba los sollozos, como escuchaba los golpes, como escuchaba las risas y como escuchaba los insultos que sofocaban la vida de Starscream.
Thundercracker jamás había visto ni sentido tanta muerte aglomerada en un mismo punto. Ahí estaba toda, se había reunido pieza por pieza, detalle a detalle para destruir a la persona menos esperada. Se había encargado de arrebatarle el orgullo y matarle la esperanza no solamente a Starscream, sino también a él mismo. Se había esmerado en denigrar la dignidad de Starscream y en desnaturalizar su esencia hasta convertirlo en un pedazo de algo que decía ser Cybertroniano por apariencia, pero que en realidad era algo menos que un juguete de uso personal.
Usado ahora, desechado después.
Thundercracker apartó la mirada cuando Topspin liberó a Starscream. Los componentes íntimos del Comandante Aéreo eran un caos de energon y heridas; se distinguían las hendiduras de los dedos de los Wreckers en sus compartimientos internos y en su conductor de interfaz que pendía inerte en el aire por debajo de su amarilla y tenue chispa vital.
Starscream se hubiera desplomado al piso si su brazo, casi destrozado por la brutalidad de la cadena, no le hubiera detenido en el aire. Su cuerpo estaba inclinado al frente, con la cabeza abajo. Topspin, Sandstorm y Roadbuster lo rodeaban como bestias de rapiña al acecho, celebrando cada pequeña reacción de dolor que expresaba su rostro o los movimientos erráticos de sus alas.
-Es mi turno – escuchó Thundercracker por encima de su cabeza.
Broadside lo liberó de los hombros y se acercó al Comandante Aéreo, cuyas alas se contrajeron detrás de su espalda al sentir la mano del Wrecker debajo de su barbilla antes de que éste le levantara la cabeza.
-Espera un momento, Broads – gruñó Sanstorm, apartando a su compañero.
Thundercracker retuvo el aire en el interior de sus sistemas de enfriamiento cuando Sandstorm rompió la cadena que hacía a Starscream colgar del techo y lo dejó caer inerte en los brazos de Topspin, escuchándolo deshacerse en un mar de plegarias y un macabro ritmo de estremecimientos que eran celebrados con falsas adulaciones y más groserías.
-¿De quién eres ahora, ramera? – murmuró Topspin malignamente, obligando a Starscream a arrodillarse en el piso.
Thundercracker se estremeció cuando las manos de Springer se apoyaron sobre sus hombros. Su mirada se desvió de la triste escena de su Comandante Aéreo siendo abofeteado al negarse a contestar la pregunta y se posó en la sonrisa entretenida del líder de los Wreckers.
-Qué interesante, ¿no crees? – le dijo Springer. Su mirada estaba fija en Starscream, pero su voz estaba concentrada en Thundercracker. – Hace tan sólo unas horas era la ramera de Megatron, ahora es de los Wreckers. – Inclinó la cabeza hasta que su sonrisa fue completamente apreciada por el Seeker azul. – Me pregunto qué estarías dispuesto a hacer tú para no seguir su camino.
La chispa vital de Thundercracker comenzó a pulsar rápidamente dentro de su pecho. Había temido que ese momento llegara. Desde que habían dado inicio con ese insano espectáculo, había temido que la atención de los Wreckers se volviera suya en cualquier momento, pero el impacto de esas palabras no por eso fue menor ni menos terrorífico. Thundercracker luchó contra los instintos de reiniciar la pelea por liberarse y esperó, no emitiendo ningún sonido, mucho menos un movimiento, cuando los dedos de Springer se contrajeron sobre sus hombros con una firmeza que dejó claro quién tenía el control absoluto de la situación.
Delante de él, Starscream fue arrojado al piso. Fue pateado, pisoteado y lastimado hasta que su vocalizador aceptó las condiciones de los Wreckers y se activó para balbucear insultos en contra de sí mismo.
Soy una ramera.
Soy la ramera de Megatron.
Todos me han interfazado.
Soy un cobarde.
Soy una porquería.
Soy una asquerosa ramera.
Soy la ramera de los Wreckers.
-¿Y bien? – musitó Springer.
Al no obtener respuesta por parte de Thundercracker, el líder de los Wreckers levantó la cabeza y le hizo una señal a Topspin, que con un movimiento rápido tomó a Starscream del cuello y lo arrojó de bruces a los pies de Springer. El golpe seco resonó a lo ancho de la habitación, sucedido por el tenue lamento que Starscream no pudo contener cuando un pie le pisó la espalda y lo mantuvo boca abajo en el piso.
-Ahí te quedas, ramera – masculló Sandstorm.
Thundercracker se vio incapaz de apartar la mirada de cada golpe, cada grieta y hendidura que rompía el fuselaje de su Comandante Aéreo en miles de piezas inservibles y sangrantes. Era imposible calcular la cantidad de energon que Starscream estaba perdiendo. A juzgar por la manera en la que su cuerpo se había desvanecido cuando los Wreckers no lo sostenían, Thundercracker pudo darse una idea de la crítica situación de los sistemas de su compañero aéreo. La mayor cantidad de combustible brotaba del brazo casi cercenado de Starscream; el miembro le colgaba flácido desde el hombro, unido a su cuerpo por la escasez de un puñado de cables y tubos que cada vez se veían más frágiles para sostenerle.
¿Por qué no se ahorraba el dolor y dejaba de luchar? Permanecer activo le había demostrado hasta ese momento que jamás sería digno de la misericordia de los Wreckers. Permanecer despierto sólo lo haría sufrir más.
Cuando el Seeker herido levantó la cabeza, ayudado por Sandstorm, Thundercracker no pudo sostenerle la mirada y fugó su atención al piso, donde las temblorosas rodillas de Starscream se juntaban y acumulaban el energon que era profanado por los pies de los Wreckers.
-¿Qué tan bien se conocen ustedes dos, muchachos? – inquirió Springer con tono divertido.
Ante la falta de respuesta, Sandstorm presionó una de las heridas de Starscream y se unió a la risa colectiva cuando obtuvo un gemido de dolor de manera automática.
-M-mi… - El rostro de Starscream se restregó en el suelo, cubriéndose de mugre y basura. – P-por favor…
-¿Desde hace cuánto? – repitió Springer.
Broadside hizo a un lado a uno de sus camaradas y dedicó la atención de sus dedos a escarbar entre la tierra y alcanzar la cámara de chispa del Seeker, deseoso por tocarle la intimidad.
-M-mi… millon-… millones… - siseó Starscream, rompiendo a sollozar al no poder conjugar las palabras adecuadas.
-Millones de años – se apresuró Thundercracker a terminar por él. Su rostro era una mueca de derrota. – Nos conocemos desde hace millones de años.
-¡Vaya! - Springer se rio, imitado por el resto de sus Wreckers. – Eso es mucho tiempo. Tanto tiempo para llegar a saberlo todo el uno del otro… Y ya que lo mencionan, me gustaría que nos dijeran con cuánta frecuencia se interfazan.
Un silencio expectante se apoderó de la habitación. Segundos después, los Autobots estallaron en carcajadas y no pocas manos hurgaron y golpearon amistosamente el cuerpo de Starscream, levantándolo y arrodillándolo nuevamente.
-Mmm, espero que no sea una indiscreción. Es sólo simple curiosidad – explicó el líder Wrecker con inocencia. Sus manos sacudieron ligeramente a Thundercracker. – Sólo me gustaría saber si es por eso que estás tan enojado… Si por eso te sientes tan mal de que mis soldados se estén divirtiendo con él.
Thundercracker negó con la cabeza. Los servos de su mandíbula se tensionaron con tanta fuerza que un tronido le amenazó con romperlos, pero lo ignoró. Lo ignoró como no podía ignorar todas las sonrisas y muecas lascivas que se burlaban de él y de Starscream.
De un momento a otro, el terror a ser ultrajado pasó a convertirse en furia. Y en sus piernas renació una ira que le ayudó a moverse, a sacudirse de encima las manos que le quemaban los hombros y a empujar a Springer con toda la fuerza que aún poseían sus servos.
La sorpresa del ataque hizo que el Wrecker perdiera el equilibrio y trastabillara varios pasos lejos de él, pero no los suficientes como para que Thundercracker pudiera hacer algo más a su favor o al de Starscream. Fue un golpe en la cabeza, directamente a uno de sus audios con la culata de un arma, el que lo hizo detenerse por completo. No lo dejó inconsciente, pero sí tuvo la potencia de sumirlo nuevamente en la basura de la rendición y del suspenso. Se quedó quieto después de eso, aturdido y escuchando el constante parloteo de los Wreckers y los gemidos entrecortados de su compañero aéreo que nadie, nadie en ese mundo, podría consolar jamás.
-¡Tranquilo! - escuchó a Springer reír, y otra mano le palmeó un hombro con un humor amistoso. –Todavía tienes mucha energía, por lo visto… Pero no te preocupes, te dejaré desfogarla en algún momento. Te aseguro que mis muchachos dejarán los puertos de la ramera aérea funcionales para ti.
-Van a pagar por esto – atinó a decir Thundercracker una vez que su vista se despejó de la estática producida por el golpe y ante él quedó la figura encorvada de Starscream.
-Así es – dijo Sandstorm al fondo. – Yo también opino que debemos pagar… Se lo merece, jefe. La ramera está dando un espectáculo de primera.
Springer observó detenidamente a Starscream, después a Sandstorm, y la sonrisa que desfiguró sus labios golpeó duramente en el interior de Thundercracker.
-Oh, Sandstorm, ¿qué habías dicho acerca de dos Seekers interfazándose?
Los Wreckers hicieron un colectivo sonido de sorpresa.
-¡Primus, jefe! – chilló Sandstorm, jalando a Starscream de las alas para enderezarlo.
El severo semblante de Thundercracker luchó por mantener su rigidez cuando el aterrado y ensangrentado rostro de Starscream se alzó para volver a recibir burlas y maltratos. Sus circuitos íntimos también atrajeron la atención de unas cuantas manos, que al tocarlo y jalarlo le arrancaron delirantes súplicas y sollozos. Por favor, déjenme en paz, repetía sin ser escuchado.
-He visto de todo en mi vida, pero esto… ¡Esto sería de lo mejor! – celebró Sandstorm. - ¿Pueden hacerlo, jefe? ¿Los dejará interfazarse?
Springer se llevó una mano a la barbilla.
-Tal vez – contestó, acuclillándose de nuevo a un costado de Thundercracker – pero creo que nuestro apuesto amigo azul está un poco… rígido -. Rodeó al Seeker por los hombros, pero su rostro continuó mirando a sus subordinados. - Díganme, muchachos, ¿cuál es la mejor forma de hacer entrar en calor a un mecanoide tan apático?
-Estimulándolo – sugirió Roadbuster de inmediato.
-¡Hey! ¡La ramera es excelente para eso! – intercedió Sandstorm, abrazando a Starscream por la espalda, apretándole la mandíbula y sacudiéndole la cabeza. – Estos bonitos labios son perfectos para el trabajo. Harían gemir hasta al mismo Unicron.
Broadside bufó una maldición y Topspin se rió al ver el enfado en el rostro de su compañero.
-Calma, Broads, ya llegará tu turno. Primero queremos ver un bueeeen espectáculo aéreo…
-Así es – interrumpió Sandstorm con placer anticipado. Sus manos apretaron las mejillas del Comandante Aéreo hasta forzarlo a mantener la boca abierta. - ¿Qué esperas, prostituta Decepticon? Complace a tu bonito compañero aéreo. Hazlo gemir como lo hacen todos ustedes, rameras del cielo.
Horrorizado, Thundercracker paseó los punteros de sus ópticos sobre cada una de las sonrisas de los enormes Autobots, deteniéndose en la mueca igual de aterrada de su compañero aéreo. Starscream, con el rostro arriba y el cuello tenso, respondió a su mirada sin verlo realmente, meciendo la cabeza dentro de su limitado espacio mientras abría y empuñaba los dedos de su única mano funcional.
Eso estaba llegando demasiado lejos. Thundercracker no podía soportarlo. Su chispa pulsaba frenéticamente, figurando los cientos de distintos escenarios en los que podía liberarse de los Wreckers y pelear por huir o pelear hasta obtener una muerte más digna que morir ultrajado y sobajado a ser… lo que habían obligado a Starscream a convertirse.
¿Y era realmente morir lo que prefería?
No.
Tal vez era no había sido realmente sincero al haberlo sugerido antes de que la vida de Starscream fuera lenta y salvajemente destrozada, sin importar que en su momento lo hubiera creído fervientemente. Su temple se deshacía al presenciar la atrocidad en la que uno de sus hermanos aéreos era brutalmente asesinado frente a sus ópticos mientras él se escudaba detrás del impedimento de un par de insignificantes esposas. ¿Qué estaba haciendo por ayudar? Esperar. Mirar. Sólo esperar y mirar.
Starscream era una persona imposible de tratar. Tenía problemas de carácter y un ego muy elevado que rebasaba incluso el del mismo Megatron. Pero aun con todos sus defectos, Thundercracker jamás había dejado de considerarlo su familia sin importar que la mayor parte del tiempo fuera del campo de batalla cada uno tomara su camino por separado.
¿Pero se separaban realmente? Starscream siempre había demostrado un grado respetable de responsabilidad hacia él y hacia Skywarp. Había cumplido la parte más importante de aquel contrato tácito que unía a un líder de trina con sus compañeros aéreos: los había mantenido con vida. Millones de años de guerra y los tres estaban juntos, estaban vivos… imposiblemente vivos.
Y el pago a cambio del éxito por sobre la muerte para Starscream era ser brutalmente violado mientras uno de sus dos hermanos aéreos veía todo sin hacer nada.
Mientras Thundercracker veía todo sin hacer absolutamente nada.
El leve palmoteo de unos dedos sobre su hombro lo sacó de sus crueles pensamientos. Al voltear el rostro, volviendo a la realidad, se dio cuenta de que Springer estaba mirándolo con cierto grado de diversión. Al fondo, Starscream se sacudió con los últimos estertores de su fuerza, suplicando por una piedad que no le sería concedida. Su rostro se veía tan descompuesto que Thundercracker jamás supo de la angustia instantánea que se apoderó de sus propias facciones.
Jamás había visto a Starscream tan denigrado, ni cuando su arrogancia lo llevaba a enfrentarse a Megatron y era castigado, ni mucho menos cuando su rango era irrespetado y cualquiera se sentía con el derecho de intentar pisotearlo. Starscream era fuerte y habilidoso, y a pesar de las ocasiones en las que su propia impaciencia jugaba en su contra, nunca… nunca había terminado así.
No así.
El remordimiento fue tan potente para Thundercracker que su chispa vital volvió a retorcerse dentro de su pecho. El dolor en el rostro de Starscream lo hacía sentir tan miserable y mucho más despreciable de lo que él mismo había acusado a Starscream de ser a lo largo de todos esos años. No importaban los motivos que diariamente conducían a su compañero aéreo a meterse en problemas… debió haber ayudado a Starscream a enfrentar cada una de sus adversidades cuando sus ambiciones no incluían destronar a Megatron.
Había sido su deber cubrir la espalda de su Comandante aéreo. Había sido su deber tenderle una mano.
Te metes con uno, te metes con todos…
Pero Thundercracker jamás había sido consciente del momento exacto en el que él mismo había excluido a Starscream del significado de esa famosa frase dicha y repetida por cientos de Seekers a lo largo de la historia Vosiana.
Jamás había movido un dedo para ayudar a Starscream.
Y era doloroso reconocer que siempre había sabido que Starscream jamás había dejado de hacer lo imposible por brindarle beneficios, ventajas y comodidades a él y a Skywarp; pequeños detalles ocultos bajo la oscuridad de las sonrisas maliciosas y sarcásticas del Comandante Aéreo. Beneficios que iban y venían, pero que jamás dejaban de suceder.
Para Thundercracker había sido más cómodo arribar a la conclusión de que ayudar a Starscream era una pérdida de tiempo. Era una tontería. El abismo que rodeaba a Starscream consumía y contaminaba a todo el que lo pisaba con la voracidad de un hoyo negro. El Comandante Aéreo había sido creado para estar solo, para luchar y fracasar bajo la presión de sus propias ambiciones y la ceguera de una visión que con el paso de los años se había degradado y torcido.
Ayudarlo habría sido problemático, innecesario. Que Starscream saliera solo de sus conflictos; él mismo se los buscaba. La reciprocidad jamás había existido por completo dentro de su escuadra aérea. Y lo cierto es que Thundercracker hoy sabía –siempre había sabido- que quizás ellos dos habían sido mucho peores con Starscream de lo que Starscream fue con ellos.
Pero ya era tarde para arrepentirse. Tan tarde como inservible, porque a pesar de reconocer que había muchas cosas del pasado que le hubiera gustado cambiar, Thundercracker sabía que una vez más no volvería a mover un solo dedo para ayudar a su líder de escuadra. No en este momento. Quizás nunca más.
Los Wreckers lo tenían aterrado.
-Vamos, Seeker, ábrete para que disfrutes lo que la ramera de tu Comandante puede ofrecerte – le dijo Springer, dándole golpecitos en el vidrio de su cabina.
-No… - susurró la voz llena de estática de Starscream. Sus ópticos desorbitados hicieron contacto con los de Thundercracker – P-por fav… por favor… No.
Te lo ruego a ti, Thundercracker, no lo hagas. No lo hagas.
-No – dijo el Seeker azul al instante.
No. Nunca
No dejaría que lo tocaran. Ya no se prestaría a humillar lo poco que aún quedaba de Starscream. Y a cambio de su decisión miró los garfios que eran los dedos de Sandstorm presionar vorazmente las mejillas de Starscream para obligarlo a mantener la boca abierta.
-Abre, abre… eso es. Así… así mantenla. - El Wrecker miró a Thundercracker. -Y tú abre tu cabina.
-No seas tímido – dijo Topspin, acuclillado al otro lado del Comandante Aéreo. – Es ridículo que se nieguen si ya lo han hecho tantas veces. Sólo queremos verlo. No sean envidiosos.
-Primus, puedo imaginarlos dándose duro como un par de turbo-zorros y se me lubrican los hidráulicos de pura excitación. – Sandstorm se estremeció, inclinándose para lamer uno de los audios de Starscream.
-¡Abre tu maldita cabina, Seeker! – ordenó Broadside, apareciendo por un costado de sus camaradas.
Thundercracker negó con la cabeza, haciendo un difícil trabajo en mantener su semblante serio y su mirada severa. Podía jurar que Springer se reía no por lo conflictivo de la situación para ambos Seekers, sino por el constante temblor que hacía vibrar el cuerpo entero de Thundercracker.
-No es como si no lo hubieran hecho antes – añadió Topspin con una sonrisa. – Es una lástima que falte el otro Seeker… Primus sagrado, adoro sus colores. Tengo algo por los Seekers oscuros -. Se giró hacia Starscream y le palmeó fuertemente el trasero, después le acarició las alas en una estimulación fija y continua que no detuvo hasta que el Seeker gimió y su cuerpo respondió a las atenciones. – Me encantaría saber cómo te lo da Skywarp, ramera. ¿Lo hace bien?
-Apuesto a que sus bonitos compañeros aéreos viven la mayor parte del día interfazándose a esta asquerosa prostituta aérea – dijo Sandstorm, sacudiéndolo un poco. – Lo interfazan hasta que lo dejan sin energía. Después esta paria – le dio un golpe a Starscream en la cabeza - sale a los pasillos del burdel de la Némesis y continúa buscando satisfacción… Eres asquerosamente insaciable, pero no te preocupes, así nos fascinas. – Le dio un beso en la mejilla, riéndose cuando él intentó alejarse.
-N-no… N-no… no es… Aggh…
-¡No digas que no es verdad porque sabemos que sí lo es! – gritó Broadside, acercándose a patearlo.
Lo hizo tan fuerte y tan sorpresivamente que incluso sus camaradas se sobresaltaron. La patada atinó en un costado del torso de Starscream y lo arrebató de las manos de Sandstorm, lanzándolo lánguido e inconsciente al regazo de Topspin. Para Thundercracker el crujido de la armadura de su compañero aéreo resquebrajándose en miles de pequeñas piezas se convirtió en un vacío, en una ofensa en contra de sí mismo que se apoderó de sus sentidos. Sintió los dedos de las manos entumecidos y un frío absorbente calándole las alas… Sintió el golpe de Starscream como punzando en su propio cuerpo, en su propia chispa. Su dignidad agonizante, pero no tan muerta como la de Starscream.
-Rayos, Broads. ¡Ten más cuidado, viejo! – se quejó Sandstorm, arrastrando las rodillas hacia el inconsciente Seeker. – ¿Te importaría avisar la próxima vez?
Broadside hizo un sonido displicente y se cruzó de brazos, sonriendo. Y algo se revolvió de furia dentro de Thundercracker al leer la satisfacción en el rostro del Wrecker.
-Vamos, Decepticon, despierta -. Topspin palmeó las mejillas de Starscream, riéndose cuando el Seeker decidió reactivarse con una melodía ininterrumpida de gemidos y quejas, intentando llevar su única mano funcional al costado de su armadura que la patada había hendido y lastimado. – Oh… ¿te duele? No exageres. - Su enorme mano tanteó la herida del Seeker, asegurándose de sostenerlo con fuerza cuando Starscream comenzó a retorcerse dentro de su agarre. – Es sólo un rasguño.
-Thundercracker, no te hagas del rogar. - Sandstorm volvió a tomar a Starscream entre sus brazos, indiferente a los lamentos de dolor del Seeker, y lo apresó por la garganta, estirándole el cuello hasta el límite. Sus malignos ópticos se clavaron fijamente en Thundercracker. – Ábrete, Seeker, para que esta dulce boca pueda saborearte. - Sus rudas manos acercaron el rostro de Starscream a la reluciente cabina del jet azul, aplastando la resistencia de Starscream sin ningún esfuerzo. – Será muy satisfactorio, puedo asegurártelo.
-N-no… n-no lo… hagas, Th-thund…
Sandstorm puso una mano sobre la boca de Starscream.
-Cállate… - le susurró al audio, mientras su otra mano bajaba hasta el pecho del Seeker para estrujarle el cable de interfaz. – Shhhh… shhhh, eso es… Sí, sí… Eso es… Tranquilo.
Era inevitable ignorar la desolación de Starscream. El terror en su mirada desataba torrentes de pánico y deshonra en Thundercracker. Una de las dos máximas figuras de autoridad del Imperio Decepticon reducida a menos que un puerto de interface... El segundo inquebrantable cimiento de una ideología destruido, erradicado, mientras nacía la noche de un mundo alienígena.
Por primera vez en milenios, en millones de años, Thundercracker verdaderamente temió al futuro. Los primeros escombros del derrumbe estaban ya arrancando las primeras cabezas de las piezas del tablero.
-Tú. – le habló el Wrecker que sostenía a Starscream. La nociva mano negra soltó los componentes íntimos de Starscream e invitó a Thundercracker a acercarse.
Pero él no se movió, ni tampoco despegó la mirada del sonriente Autobot, aferrándose a la ferocidad de sus propios ópticos como el último de sus recursos.
-Ábrete, Seeker. Coopera para salvarlo a él.
Topspin estalló en carcajadas. Broadside sacudió la cabeza, sonriendo con una mueca radiante mientras Springer apretaba sugestivamente uno de los hombros de Thundercracker.
-¿Alguna vez has sentido el placer de una boca tan bonita alrededor de tu cable de interfaz? – preguntó Springer, obligando a Thundercracker a mirarlo. Después le volteó la cabeza para que retornara su atención al destruido semblante de Starscream. - ¿Alguna vez has tenido algo tan soberbio y arrogante succionándote los circuitos íntimos? - Le rodeó los hombros con un brazo nuevamente. - Date cuenta, Seeker, de que si cooperas con nosotros se abrirán muchas oportunidades para ti. Esta ramera - señaló a Starscream con desdén – ya es historia. Tú ganarás muchos beneficios una vez que hayamos terminado con él.
-No lo haré – siseó Thundercracker, sacudiéndose la mano de Springer de encima.
Mientras fueran palabras y amenazas, nada lo haría doblegarse. Su voluntad era motivada por la expresión aterrorizada de su compañero aéreo. Si los Wreckers pensaban involucrarlo físicamente en su malsana diversión, nada de lo que hiciera por negarse daría resultado. Al final, sin importar cuánto se negara, lo obligarían. Terminarían de ensuciarlo y comenzarían realmente a asesinarlo.
Thundercracker negó con la cabeza y tensó los hombros hasta que Springer resopló con un sonido burlesco y lo liberó del abrazo.
-Te niegas… ¿Estás seguro?
-No lo haré -. Thundercracker mantuvo su postura rígida hasta que un puñetazo deformando la mejilla izquierda de Starscream le hizo saltar de sorpresa.
-No lo harás – repitió Springer.
-…No.
Uno, dos golpes más resonando en sus audios cortaron el aliento de sus palabras, y el cuerpo de su compañero aéreo cayó al piso, inmóvil.
Sandstorm sacudió la mano que había estrellado contra el rostro de Starscream y le sonrió a Thundercracker con una mueca triunfante.
-Esto es muy divertido.
-Una última oportunidad, Thundercracker – insistió Springer. – Tienes una última oportunidad. Abre tu cabina.
-¿Por qué se lo pedimos, jefe? – rezongó Sandstorm, levantando a Starscream del suelo para envolverlo en un brusco abrazo que no hizo al Seeker despertar de su bloqueo de estasis.
Los ópticos de Thundercracker se mantuvieron fijos en el inconsciente rostro de su compañero aéreo. Starscream estaba muriendo. La esencia de la vitalidad apenas vibraba dentro de su núcleo. Estaba frío, su cuerpo lívido, sus facciones eternizadas en los rasgos del dolor y la pena. Al buscar su presencia mediante aquel fino enlace que unía a los miembros de una misma escuadra aérea, Thundercracker lo sintió ajeno, casi transparente. Starscream moriría por la gravedad de sus heridas… moriría en cualquier momento porque el Seeker que había jurando protegerle uno de sus flancos no lo había ayudado en el momento cuando más lo había necesitado.
-¿Por qué no simplemente los obligamos a hacer lo que nosotros queramos? - Sandstorm se puso de pie con Starscream entre sus brazos.
Los miembros del inconsciente Seeker se movieron en cualquier dirección, flácidos y sangrantes. Bastó una descarga eléctrica en su pecho para traerlo de regreso a la actividad.
Starscream despertó con un espasmo, materializando un alarido al sentir y ver y razonar con terror, siempre con terror, lo que estaba sucediendo. Sus ópticos se pasearon en todas direcciones, buscando frenéticos una salvación que no llegaría. Detrás de él, el aliento de Sandstorm golpeó en los sensores de sus alas. Frente a él su compañero aéreo levantó la cabeza y lo miró como quien mira a un sentenciado a muerte.
Thundercracker bajó la cabeza y apagó los ópticos.
-No, está bien. Thundercracker tiene derecho a negarse – dijo Springer, moviendo una mano con displicencia. - ¿Qué dirán de nosotros si lo forzamos a hacer algo que no desea?
Los otros Wreckers hicieron muecas similares de malicia y menosprecio.
-Pero, por favor, Sandstorm, hazle saber a Thundercracker lo que ocurre cuando los Wreckers nos sentimos defraudados.
Starscream fue forzado a quedarse de pie. Su equilibrio falló; la gravedad lo hizo caer de rodillas, doblegándolo en una reverencia burda y humillante a los pies de los Wreckers. Thundercracker lo escuchaba balbucear, mirándolo empequeñecerse al caer víctima de las mofas y los ademanes inciertos en los que los Autobots pretendían golpearlo sólo para detener sus puños y sus patadas a medio camino.
Starscream sollozó para los audios de Thundercracker, que sentía el resquemor de los lamentos de su compañero aéreo abriéndose paso a través de sus sentidos para quedarse eternamente plasmados en su chispa vital, tatuados como el arte más vulgar y profano que jamás había tenido el disgusto de apreciar.
Starscream no opuso resistencia cuando uno de los Wreckers se acercó por un costado y le tomó de la punta de un ala. Fue Thundercracker el que maldijo las sucias manos que hicieron presión hasta perforar el sensible metal de las alas blancas y que después arrastraron al Comandante Aéreo sobre la basura del piso, arrojándolo sin consideración al otro lado del cuarto, donde los enormes pies de Roadbuster lo recibieron con una patada que lo estrelló secamente contra la pared.
-Van a matarlo… Primus, van a matarlo – murmuró Thundercracker, inevitablemente encogiéndose ante la potencia de cada golpe que continuó resquebrajando el malherido cuerpo de Starscream.
Su propia voz retumbó con un eco absorbente dentro de su cabeza.
Van a matarlo…
Van a matarlo.
Están matándolo.
Y el desfalleciente silbido de las palabras permaneció en sus audios como una daga perforando sus sistemas internos, negándose a ser reemplazada por la tormenta de golpes que castigaban el cuerpo de Starscream y quemaban los sensores de Thundercracker como si el dolor pudiera ser transmitido a través de sus ojos, a través de sus audios, a través de su desesperación.
No era un castigo. Había dejado de ser un castigo. Era una masacre que poco a poco se consumaba en asesinato. Y la tortura…
Thundercracker aún se negaba a creer que alguien fuera capaz de concebir un grado de maldad tan absoluto como aquel que motivaba a los Wreckers a consumir la vitalidad de Starscream de esa manera.
Van a matarlo.
Las alas de Starscream tronaron y varios de sus alerones se desprendieron en miles de pedazos.
Los escapes de Thundercracker expulsaron lentamente una compresa de aire. Las pulsaciones de su chispa vital vibraban en cada alterado sensor de su estructura. Su mente repetía una y otra vez las plegarias que tal vez fluían por sus labios como en algún momento habían fluido de los labios de Starscream. Starscream que ya no gritaba, que ya no imploraba, que había dejado de responder al dolor sin importar que sus ópticos continuaran encendidos.
Están matándolo.
La cabeza de Starscream golpeó pesadamente el suelo. Su espalda estaba herida, sus brazos incapaces de protegerle, sus piernas inservibles, su chispa vital salvaguardándose de la muerte por un milagro divino que evitaba que los Wreckers la tocaran.
Thundercracker gritó, pero no distinguió el sonido de su propia voz debatiéndose entre el horror y la furia cuando una mano cualquiera rompió una de las mancilladas alas de Starscream y otra mano más lo abofeteó hasta que le hizo perder la consciencia.
Muriendo.
Se está muriendo.
Están matándolo.
-Por favor, deténganse – se escuchó a sí mismo rogando. – Por favor, deténganse.
Su hermano aéreo muriendo.
Thundercracker rogando como si fuera otra voz y otros ópticos los que veían la enorme espalda de Roadbuster moverse como un haz de color y malignidad dentro de la penumbra. Metal verde y naranja hipnotizando a sus ópticos, fusionándose con los burlones destellos azules que flotaban alrededor del cuerpo de su compañero aéreo.
Los brazos del Wrecker continuaron golpeando. Uno tras otro, los puños arrancaron piezas, quebraron servos y, separaron aleaciones, acompasándose al ritmo macabro de la voz que rebotaba dentro de la cabeza de Thundercracker mientras sus ópticos veían los enormes brazos de Roadbuster gatillando puñetazos rumbo al pecho y al rostro de Starscream, cuyas piernas saltaban y se tensaban al compás de los destructivos golpes.
Tantos golpes.
Tanta saña.
Tanto odio.
-Es… es suficiente – continuó implorando Thundercracker.
Dejó de importarle el brazo de Springer rodeándole por los hombros. Ni siquiera la sombría sonrisa que le iluminó el perfil con el destello helado de los ópticos azules del líder de los Wreckers fue suficiente para sacarlo del estupor del horror.
Fue la señal cínica y burlesca de Springer hacia sus soldados, ordenándoles detenerse, lo que le devolvió la vida, y un poco de esperanza, a Thundercracker.
-Eso, mi volador amigo, es lo que los Wreckers hacemos cuando los mecanoides bonitos como tú se creen mejores que nosotros.
…
…
Continuará…
N/A: Un agradecimiento especial a mi socia Taipan Kiryu por prestarme sus servicios mágicos de Beta. Y otro a todos quienes han comentado, favoriteado y seguido este fic. Todavía hay mucho más en camino ;-)
Notita especial: El fanfic consta de 3 capítulos únicamente, pero divididos en varias partes. El primero de los tres es, en sí, la violación que se está presenciando... Los otros dos son un mar de sorpresas…