-Ya, dime.- Fueron las primeras palabras del día de Ruffnut Thorston, primera hora, ocho y cuarto de la mañana, directo a clase de Álgebra, al tiempo que seguía a su mejor amiga, Astrid Hofferson, por los pasillos de la preparatoria estatal de Berk; con matrícula de seiscientos cuarenta y tres alumnos, veinte profesores, cuatro prefectos, una directora, trece conserjes y cinco señoras del almuerzo.

-¿Decirte qué?

-Pues ya sabes, has estado rara toda la semana y sé que hay algo.-

-Rara ¿cómo?-

-No sé, desde el martes no contestas el teléfono y tu mamá me dijo que no estabas cuando fui antier a verte pero tu motoneta estaba afuera de la casa y tus ventanas estaban descorridas y ayer no fuiste al entrenamiento y tú nunca faltas y por eso el entrenador se enojó y me pidió que hablara contigo, pero él nunca se entera de nada de nada y de todos modos no planeaba decirle así que puedes contarme porque me muero de ganas de saber por qué has estado rara toda la semana.- Wow, Ruff hablaba demasiado. Astrid siempre se había preguntado la razón por la que Ruffnut no estaba en el periódico escolar, siempre se enteraba de todo.

Lo meditó unos momentos…-No.-

-¿Por qué no?

-Porque no.

-Anda dime, dime, dime, dime, dime, dime.- dijo Ruffnut, alargando la última palabra con un tono extremadamente agudo e infantil. Astrid odiaba el modo en el que Ruffnut siempre lograba que ella soltara la lengua, pero este asunto era diferente, ¿contarle a Ruffnut? Eso solo lo haría oficial, como si ella lo aceptara y como si estuviera bien con ello y definitivamente Astrid no estaba bien con ello.

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Cuatro. Malditas. Horas. Cuatro horas de susurros suplicantes, piquetes en las costillas y en las axilas, jalones de pelo, bolitas por todos lados y de vez en cuando algún cuadernazo discretón fueron suficientes para que Astrid empezara a odiar lo que al principio pensó era voluntad divina al compartir todas las clases con su mejor amiga.

"¿Cómo es posible tanta insistencia por saber algo tan ridículo y tan bobo como lo que Ruff quería saber?" Definitivamente había agotado su paciencia y más de la mitad de su jornada escolar con tanta insistencia.

-Está bien.-dijo con un suspiro resignado-Te diré, pero solo si me juras por tu vida que no le dirás a nadie.-a Astrid solo le bastó una mirada de Ruffnut para saber que en la mente de su amiga, se estaban formando los escenarios más escandalosos, sus ojos brillaban como si hubiera completado el logro más importante de su vida.-Pero vamos a otro lugar, en serio Ruff, nadie puede oírlo.

El timbre sonó, Astrid guardó sus libros en su bolso sacó un espejo que usó para ver si todavía tenía maquillaje, se lo pasó a Ruff que hizo lo mismo y las chicas salieron de la clase de Literatura, que no era del gusto de ninguna de las dos. Casi con una mirada maníaca, Astrid guio a Ruffnut por los pasillos de la escuela, revisando los pasillos antes de cruzarlos y volteando en cada esquina. "Maldita sea, Astrid hizo algo muy muy malo para ponerse tan loca por esto"

Mientras los tacones de Astrid sonaban lo más discretamente posible en los silenciosos pasillos, Ruff sonrió como niño en mañana de Navidad mientras empezaba a divagar las posibles posibilidades: tal vez Snotlout la había invitado a salir de una buena vez y Astrid estaba aterrada de las posibles fanáticas locas del chico más popular de la preparatoria (lo cual no entendía porque Astrid no tenía miedo de nada así que fácilmente podía humillarlas o darles una paliza, no por nada era popular) o, tal vez ya tenían un buen rato saliendo y lo habían hecho y ahora Astrid estaba embarazada y se fugarían pero no quería decirle a nadie que pudiera frustrar su final feliz de cuento o…-Santa Madre…¿mataste a alguien?.- Astrid pudo haber jurado que un tendón en su cuello se rompió del girón tan rápido que dio su cabeza -¡No!- aún con los ojos muy abiertos, Astrid susurró un pequeño "Diablos Ruffnut" y siguieron buscando un lugar para revelar el secreto del año, en opinión de Ruffnut.

Después de recorrer medio campus, Astrid jaló el brazo de Ruffnut hacia una esquina que no se podía ver ni desde el campo ni desde las aulas, el salón de ciencias, la biblioteca, el salón de la orquesta o la cafetería. Sacó su suéter del bolso y lo puso en una banca que había por ahí, se sentó y cerró los ojos, suspiró tal cual persona que sabe que va a morir pero aun así trata de hacer que su cara muestre una expresión lo más digna posible. Era ahora o nunca, suspiró…y desató la histeria.

-Me gusta Hiccup Haddock.- casi un susurro, si lo hubiera dicho un poquito más bajo, Ruffnut jamás se habría dado por enterada aun estando pegada a la boca de Astrid esperando por la jugosa primicia.

-¿¡Qué!?- Ruffnut no podía creerlo. Hubiera esperado cualquier cosa, excepto eso, en serio, si Astrid hubiera sacado un hipopótamo de su bolso Hermes y le hubiera dicho que sería su nueva mascota, hubiera estado bien, porque era Astrid Hofferson y ella podía permitirse lo que fuera, excepto eso. No eso, de ninguna manera, ahora lo entendía todo, la discreción y la locura y todo, lo entendía todo y por primera vez en su vida, Ruffnut Thorston tuvo la sensación de que sería bueno que nadie se enterara jamás, ni siquiera después de muertas. Bueno…tal vez estaba exagerando un poco, pero aun así, esto era malo.

-¿Hiccup, el nerd, el tartamudo, el palito, el lelo?- "No, di que no, ríete y di que era una broma, por favor."

-Ni siquiera me lo recuerdes, Snotlout le puso la mayoría de esos apodos.- La chica aún no salía de su asombro, jamás se hubiera imaginado esto, ni en sus más locos sueños…Y Ruffnut solía tener sueños muy locos.

Entre más recordaba al chico, más raro le parecía todo, casi podía imaginarlo enfrente de ellas, no tan alto, más que ellas seguro, pero a lado de Snotlout no era ni una sombra, algo desgarbado, nada sexy, en su opinión. Tenía el pelo café, un poco más largo que el corte escolar y las pecas. Manchas indeseables que arruinan el cutis de cualquier persona, pero…a decir verdad no estaban en toda su cara, solo encima de su nariz y en sus mejillas, eso era aceptable pero aun así…Hiccup. Siempre cargaba lo que Ruffnut juraba era toda la sección de Ciencias y Mecatrónica de la biblioteca y por alguna razón que su rubia cabeza no comprendía, todo eso cabía en su mochila, junto con sus lentes, alguna historieta que la chica le había visto leer y algún proyecto de física que el hacía voluntariamente, sí. Terrible en gimnasia y deportes. Un perdedor en toda la extensión de la palabra y solo conocían al chico porque el hermano mellizo de Ruff, Tuffnut, estaba en el club de ajedrez y sorprendentemente, a pesar de que Tuffnut era el chico popular promedio (equipo de americano, calificaciones promedio, lindo por donde lo veas, muchas gracias) era amigo de Hiccup, incluso Ruffnut había entrado al cuarto de su hermano y encontrado a los dos chicos jugando Halo o algo por el estilo mientras platicaban de su día, claro, siempre ellos dos solos porque cuando estaban en horarios normales Tuffnut jamás le dirigía la palabra a Hiccup, no era tonto. Pero de todos modos, de no ser por Tuffnut, Ruff ni enterada de quién es el chico.

-¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué?- Astrid suspiró, la verdad es que ni siquiera ella lo entendía, era el tipo de cosas que si se las cuentas a tu mamá, ella te dirá que está bien y que no hay nada de malo en ello, pero de todas maneras se siente tan tan mal.

-No lo sé Ruff, hace un mes más o menos, noté que me miraba mucho en clase de Historia, al principio pensé que era normal, pero después intentó hablarme, los nerds nunca me hablan Ruff, saben que no deben. Lo ignoré pero después el profesor nos puso como compañeros de proyecto y fue inevitable hablar y…-Astrid había abierto mucho los ojos, como cuando uno piensa cosas horribles que se quiere sacar de la cabeza y con un movimiento rápido Ruffnut se encontró con los ojos de su amiga enfrente de los suyos, con las manos de manicura perfecta aferrándose a las solapas del cuello de su vestido, la imagen propia de la desesperación.

-¿Y?-

-¡Es tan lindo!- No, esperen, eso sí no se lo esperaba. "¿Lindo?"

-¿Lindo?-

-Sí, teníamos que elegir un tema para el proyecto pero el estará ocupado todos los días dentro de dos semanas porque los exámenes estatales van a iniciar y me pidió que fuera a su casa todos estos días, de verdad no estaba en mi casa, el mismo fue a recogerme en su carro y no vas a creerlo… ¡No intentó nada!-ahora Astrid sonreía y Ruffnut ya no entendía nada de nada.

-Entonces… ¿Te gusta porque no trató de tocarte una bubi?- frunció el ceño, arrugó la nariz y miró incrédula a su amiga, esto no tenía sentido, en absoluto.

-No lo entiendes, no hicimos nada del trabajo, nos pasamos horas y horas platicando y no fue como cuando platico con Snotlout o Fishlegs o tu hermano, tuvimos, de hecho, una plática inteligente y tiene un gran sentido del humor, incluso es sarcástico y el de verdad escucha, además, ¿Has visto sus ojos? Son tan verdes, no puedes ni creer lo verdes que son, y su voz y su aroma y ¡todo él!- su amiga estaba tan emocionada que Ruffnut solamente se detuvo a pensar en lo que decía…Sí, sí claro, el chico tenía lindos ojos pero…su entrenamiento iniciaba en 10 minutos y el entrenador Gobber no era conocido precisamente por su paciencia, se iba yendo si no quería detención.

-Bueno, me encantaría quedarme a platicar sobre lo lindo que Hiccup no es, pero tenemos entrenamiento… ¿Vienes o te vas con el raro?-

-Lo siento Ruff, ¿me puedes cubrir con el entrenador? Solo por hoy, el lunes le traeré un justificante, lo juro, además te acompaño al campo, no me puedo ir de aquí con Hiccup, la gente se va a dar cuenta y estás de acuerdo que no queremos eso ¿verdad?-Astrid juntó sus manos como si fuera a empezar a rezar en cualquier momento con una sonrisa nerviosa en la cara. Se levantaron de la banca y se encaminaron a donde se podía ver el grupo de porristas empezando a calentar. Ruffnut escucho la puerta de atrás de ella abrirse y volteó, oh. El rey de Roma salía del aula de Ciencias. Perdedor. Llevaba una sudadera verde con un grabado de triangulitos en amarillo, nada a la moda. Astrid se detuvo al ver a Hiccup, el cual sonrió tímidamente y cruzó al pasillo, entrando a otro salón y cerrando la puerta tras de sí. Entonces pasó algo que Ruffnut jamás había esperado ver en todos sus años de amistad con Astrid.

Se sonrojó.

"Santo cielo, esto es malo. Tengo que hablar con Tuffnut. Ahora."

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