Holaaaaaaaa! Una idea loca que se nos ocurrió con mi hermana. El BTT de ladrones! Y mandándose fail tras fail... jajaja Está coescrito con mi sis. Para ponerlo simple, nuestro trio favorito hace de las suyas! Seguramente hagamos fan-arts de este fic, asique si a alguien le gusta (por favor sean buenos!), pueden pasar por nuestras galerías de deviant para ver!^^ Busquen por luzb o Silbido!
En fin, a la historia, disfruten!
Las máscaras
Prólogo
En alguna cárcel de América, se encontraban un alemán, un francés y un español. Parece el inicio de un mal chiste, pero no, en realidad es el inicio, o más bien, el final, de una historia.
Gilbert, el alemán, o prusiano como se había auto-nacionalizado para sus conocidos, caminaba de un extremo al otro de la pequeña celda, nervioso y murmurando para sí.
-¡Lo sabia!- exclamó de repente, deteniéndose en el lugar y apuntando un dedo acusador hacia el español.-¡Tú y tus estúpidos trajes ninjas son los culpables de todo!
-No culpes al pobre Toni~, dudo que comprenda siquiera que estamos en una celda- Intervino una voz suave y nasal. En fin, francesa. Su comentario podría sonar algo cruel, pero Antonio estaba acostumbrado y, para ser sinceros, todavía no entendía muy bien lo ocurrido ¡Pero sí sabía que estaban encerrados!
-¡No te metas, pervertido! Esto también es culpa tuya, Francis- Respondió Gilbert redirigiendo su asombroso dedo hacia el francés.
-No me llames pervertido. En primera, en todo caso ese eres tú, todos vimos cómo mirabas a la chica/hombre- empezó numerando con sus finos y cuidados dedos- Y en segunda...
-Vamos a concordar en que todos tenemos un tercio de culpa- Propuso Antonio tratando de aliviar la situación- ¿Sí?
La respuesta, vino al unísono y con tono cansado. - Antonio, cállate.
1 mes antes.
Nuestros tres hombres de la celda se entuentran en este momento en un despacho elegante, aunque con una pinta ligeramente ilegal. Sentados hombro a hombro frente a un escritorio, y frente a su jefe, el mafioso más buscado de Italia: Augustus Vargas.
No era como si lo supieras con sólo verlo. Es más, Augustus hasta parecía un viejito agradable, amante de las cosas bellas y de la vieja escuela. Incluso podrías decir que era alguien a quien quisieras tener de vecino. Ya sabes, alguien tranquilo, amable, que sólo recibe visitas de sus nietos y que es, en esencia, inofensivo.
Pero no, las apariencias engañan, y mucho. Augustos no había llegado a ser el capo de la mafia por cortar flores y escupir arcoiris. Claro que no. Estaba ahí por cortar cuellos y escupir entrañas. Metafóricamente hablando, o no, quien sabe.
De algo estaban seguros, su jefe era alguien de temer y respetar. Si en ese momento se encontraban ahí, era por una de dos razones: O finalmente iba a matarlos por su incompetencia, o simplemente tenía otro trabajo para ellos. Aunque, sinceramente, se inclinaban más por la primera.
-Bueno, muchachos- Comenzó su superior.- Creo que ya saben por qué están aquí...
Todo tipo pensamientos pasó por las cabezas de nuestros protagonistas:
"Oh no, oh mierda. Es la pausa dramática, este es mi fin, adios mundo cruel, ¡adios tomates!"
"Sacrebleu, soy demasiado hermoso para morir. No voy llorar, no lo haré maldición. Oh mon Dieu.
"El asombroso Gilbert no puede morir. ¿Verdad? Nadie podría eliminar algo tan asombroso. ¡Scheiße!¡No se puede ser tan egoísta con el mundo!
-Como saben, es mi deber informarles que...
-¡POR FAVOR NO NOS MATE! Sé que rayamos en lo inútil pero podemos cambiar, ¡lo prometo! - Interrumpió Antonio, poniéndose de rodillas y con lágrimas en los ojos.
-MÁTELOS A ELLOS- Siguió Gilbert, parándose y señalando a sus compañeros- Es su culpa, ¡todo es su culpa por no ser asombrosos!
-Hay tantas mujeres que quieren ser mis esposas, no puedo dejarlas solas.- Exclamó Francis tomándolo de la camisa- ¿Que sería de ellas sans moi?
Augustus apenas se contuvo de hacer un facepalm ahí mismo, en cambio, mientras contaba hasta diez, hizo a un lado a Francis y alzó la voz por encima de los lloriqueos de los tres.
-Nadie va a matar a nadie, al menos, no por ahora- Afirmó tratando de calmarlos.
El trío suspiró aliviado.
-Ya lo sabía- Mintió Gilbert patéti-err-asombrosamente.
El jefe lo miró con una expresión incrédula. El prusiano se llevó la mano a la boca y la selló con un cierre imaginario.
-Están aquí, porque como saben, o como deberían saber- Aclaró el viejo italiano- El Museo de Bellas Artes tiene algo que me interesa. Algo que quiero que me consigan.
Francis, ya recompuesto de su repentino colapso, inquirió- ¿Está seguro, Chef? Ese museo es conocido por su seguridad y nosotros, bueno...-Trató de encontrar una palabra que no sonara ofensiva.
-Apestamos.- Finalizó Gilbert.
-Oui, basicamente.
-Lo sé.- Concedió Augustus, y los tres bajaron simultaneamente la cabeza avergonzados.- Por eso les estoy dando esta última oportunidad, si lo logran, los ascenderé.
-Y si... ¿no lo logramos?- Preguntó Antonio.
-Digamos que... el Mediterráneo es un buen lugar para descansar eternamente- Respondió el capo mirándolo con sus codos sobre el escritorio y entrecruzando los dedos.
-¡¿Nos vamos a mudar?!- Exclamó el español lleno de emoción y con una gran sonrisa- Chicos, ¿escucharon? ¡Nos vamos a mudar!- Siguió volviendo la cabeza hacia ellos.
Francis y Gilbert tragaron saliva, ignorando la estupi-err-inocencia de su amigo. Augustus también lo ignoró, al menos el mensaje había sido captado por dos tercios del grupo.
-Tienen un mes para infiltrarse en el museo y traerme las famosas máscaras venecianas que quiero. Capisci?
-¿Y qué tienen de especial esas máscaras?- Preguntó Francis aunque luego rápidamente agregó- Si nos permite preguntar, claro.
Aquí Augustus se levantó de su escritorio, los ojos de los tres hombres pegados a él. Se acercó a un inofensivo cuadro en la pared izquierda de la habitación y lo señaló.
Era la pintura de una casa junto al río, nada especial. Pero a juzgar por la seria expresión del mafioso, sí era importante.
-Éste,-Comenzó- Este es mi hogar.
-Es muy bonito- dijo Antonio, y se ganó un golpe en la nuca de parte de Gilbert por abrir la bocota
El jefe suspiró. Sí que eran sus peores empleados. - Esas máscaras pertenecieron a mi familia en la antigüedad. Perdí contacto con ellas cuando vine aquí, a América- Hizo una pausa acercándoseles- Las quiero devuelta. Me pertenecen, y no tengo deseos de que estén en un estúpido museo ¿Tienen otra pregunta inútil?
-Nein, jefesito.- Respondió el prusiano por los tres.
Augustus hizo una seña con la cabeza, indicándoles que era momento de retirarse.
Así lo hicieron. Con el espirítu por el piso, dos de ellos al menos, regresaron a su apartamento compartido en los barrios bajos de la ciudad. No era nada pretencioso, a decir verdad, de no ser por Francis y sus actitudes de nena, se caería a pedazos, pero estaba bien, apenas pasaban tiempo ahí después de todo.
Sentándolo en el desgastado sofá, (Más que nada por ser la cama de sus pájaros y tortuga mascota, Pierre, Gilbird y Manola) le explicaron a Antonio que no iban a mudarse al mediterráneo, y también que: no, Antonio, no vamos a volvernos peces. Seguidos de: ¡claro que tampoco sirenos! ¿Qué te pasa?
Deprimidos ahora los tres, se acostaron temprano. Tenían un largo mes por delante. Nuestro último mes con vida, muy problamente.