Capítulo 43:
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Hubo un incómodo silencio luego de que el pelirrojo se había retirado de la habitación. Allen sabía que Kanda no quería más alteraciones debido a su situación, y la presencia de ese ser hiperactivo solo empeoraría los delicados nervios del oriental.
Minutos antes ella le había preguntado con algo de delicadeza sobre la propuesta de su padre. Por la reacción de Kanda al sacar a Lavi de ahí, con un tono de voz tan severo que el mismo pelirrojo no reclamó en ningún momento, las cosas dejaban le en claro su respuesta.
─No… ─Allen escuchó el leve y sutil susurro del japonés acerca de la propuesta, inevitablemente ganando una mirada desconcertada de esos ojos grises.
─Pero Kanda… en verdad, necesitamos ayuda. Sólo piensa en nuestra situación… tu mal herido y…
─ ¡He dicho que no! ─la voz ronca y alta del japonés hizo silenciar de inmediato a la albina. Ella bajó de inmediato la mirada.
Kanda se sentía enojado por alguna razón, mirando con molestia a la albina. Había algo en esa situación que en verdad no le gustaba nada; ese hombre prácticamente era un desconocido a toda regla y ahora quería misteriosamente hacerse cargo de ellos, de su familia… su familia.
─Él no es quien tú crees… ─dijo Allen levantó la mirada, dispuesta a dar su punto de vista y luchar por el bienestar que Neah le había ofrecido.
Kanda dejo la bandeja en el buró cerca de la cama con brusquedad. Luego de sentarse puso un par de dedos sobre el puente de su nariz, denotando su irritación.
─Allen, en serio… Moyashi… usa la cabeza, ¿no crees que es demasiada coincidencia? ─le cuestionó, ella negando totalmente esa idea. Él estaba tratando que ella entendiera su punto de vista.
La inglesa se movió, acercándose a él y tomando asiento en la cama─. Lo sé, es una coincidencia muy aterradora… pero Beatriz lo reconoció, también muchos de los hombres de confianza que nos mandó tu maestro. Escucha, mientras dormías nosotros hablamos… él sabe muchísimas cosas de mi padre adoptivo Mana… y yo en verdad creo firmemente que él es mi padre ─comentó convencida, con la mirada algo solloza y sintiéndose un poco desesperada en su lucha por convencerlo. Se sintió desilusionada viendo que sus palabras no eran efectivas, pues al tiempo que ella comentaba eso vio como Kanda movía la cabeza en negación de un lado al otro, como si cada palabra que ella decía no era tomada como válida.
─Escúchame tú también Allen, ese hombre no me da confianza, ni siquiera un poco. No sé, no me preguntes el porqué, pero simple y sencillamente no le haré caso… así que no nos moveremos a donde él mierdas quiere. Y en el caso de que, si fuera tu padre, es un maldito irresponsable, desaparecerse por años y de la nada llegar y quererte llevar como si le pertenecieras, como si fueras un maldito perro… simplemente no lo permitiré.
Allen sintió esas palabras arruinar un poco más su estado de ánimo, tragando un poco nerviosa y a la ves ganando un poco más de coraje por lo prepotente que estaba siendo el japonés─. ¡Él no me está obligando! ─finalmente le gritó enojada debido a su actitud. Se puso de pie, apretando los puños, con los ojos brillosos por las ligeras lagrimas que amenazaban con salir.
─ ¡Él solo está ofreciendo su ayuda! Me explicó que no pudo estar aquí por culpa del Conde y que lo hizo sólo para protegerme… ─trató de explicarle a su pareja aquello que el inglés anteriormente le había comentado, la razón de por qué no pudo estar con ella como él hubiera querido. Pero lamentablemente esas palabras solo llegaban a oídos sordos.
─ ¡Pues tendrá que cuidar a su hijita a mi maldito paso, porque no me pienso mover de esta hacienda o de lo que ordene esa mujer loca, que es lo único que me da confianza en estos momentos! ─también le gritó enojado, ignorando cuando su propio rostro mostró sus ojos finos y sus colmillos. Levantándose abruptamente del colchón, siendo este un movimiento brusco que ocasionó que la herida en su costado se abriera levemente. Soltó un gemido doloroso, cortando la discusión, en especial cuando retomó su posición en la cama poniendo una mano sobre su torso.
Allen cambió su expresión y se acercó alarmada a él con cuidado, notando que donde él había puesto la mano una ligera mancha de sangre se asomaba entre la tela blanca de su camisa.
─ Kanda, ten cuidado… ─expresó preocupada. Tratando de ver la herida mientras removía con delicadeza la mano que la cubría, pero luego sintió una mirada agresiva sobre ella─. ¿Cómo tendré cuidado… si desde que desperté… solo se la pasan provocándome?
Ese comentario cortante le había dolido. Sabía bien que en parte era cierto, eran demasiadas cosas ocurriendo en poco tiempo, una enorme pila de nuevas noticias y cambios de rumbo; suspiró pesadamente tomando un respiro y ayudó al japonés de nuevo a recostarse en la cama con cuidado.
─No creas que todo esto no me está afectando a mí también, Kanda… ─contestó mientras abría un poco la camisa viendo los vendajes que también estaban manchados de sangre─. Enterarme de todo esto mientras estabas inconsciente, hablar sobre mi pasado incomodo, sobre Mana, verte así… me esta… doliendo por igual─. Comentó al final, dejando finalmente que sus lágrimas corrieran por las mejillas, no pudiendo hacer nada más que apretar levemente la herida para controlar un poco la hemorragia.
─Yo… estoy aterrada, y… solo quiero que mejoren las cosas ─lo miró directamente a los ojos, recibiendo una extraña mirada impresionada de parte del japonés junto a una mueca de dolor por su herida.
Con cuidado Kanda colocó su mano sobre la mano de ella que apretaba su herida, ya más calmado que antes─. Y tú entiéndeme, Allen. Estoy tan asustado como tú, pero no por estar así debemos correr y aceptar cualquier ayuda de desconocidos. No sabemos quién es enemigo y quien es aliado en este momento. De cualquier forma, y en verdad odio aceptarlo, pero no estoy en condiciones de viajar a ningún lado. No puedo ni estar de pie por lo que veo… ─Respondió en un tono de voz más comprensible y a la vez indignado por su situación.
Allen solo bajó la mirada, entendía bien esas palabras. Kanda tenía razón, en verdad no podía hacer nada, no estando mal herido y con los nervios de punta con tantas cosas que sólo podían orillarlo a entrar en pánico. Otro gemido de dolor la hizo reaccionar, mirándolo asustada─. I-Iré por Beatriz ─Se apresuró a decir, dándose cuenta de que por su descuido necesitaría nuevamente de su tratamiento.
─Tch… ─un ligero chasquido se escapó de los labios del japonés, no quería que ella se fuera, pero tampoco podía dejar sin tratar su herida. Dejando que ella saliera de la habitación con rapidez.
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Se escuchaba el continuo y algo molesto sonido de las teclas rápidamente siendo tocadas por los astutos dedos de cierta doctora que no paraba de analizar y escribir los datos en su computadora personal. Suspiró frustrada deteniéndose por un momento, recargando su delgada figura en el respaldo de la silla miró de reojo a los papeles que tenía próximos. Estiró su mano, tomándolos para releerlos y tratar de descifrar qué estaba pasando.
Había analizado las muestras de sangre que había tomado tiempo atrás, cuando venían de camino a la hacienda. Por fin tuvo algo de tiempo para estudiarlas como quería, pero los resultados la estaban alarmando aún más.
En un pequeño análisis que había realizado anteriormente había concluido que el estado del japonés era considerablemente crítico, pues estaba en un rango alto de desnutrición. Ante tal caso con un avian que se encontrara dentro de las arcas, el servicio médico ya hubiera llamado a un familiar de remplazo, más que nada para cuidar el bienestar del individuo, ya que su estado de absorción nutricional estaba por debajo de lo tolerable. Demostrando que el pobre japonés no podía nutrir lo suficiente su propio cuerpo, cayendo lentamente al peligroso síndrome que su gente llama como viuda negra, algo que a toda costa tenía que evitar.
Desafortunadamente parecía que todo estaba en contra; su infección con la materia oscura, la herida en sí y el alto nivel de exigencia solo le hacía perder más peso y empeorar las cosas. Y es que, en su lógica, no podía encontrar porqué el cuerpo del japonés estaba encaminándose tanto a eso. Había visto casos de avians Shambalicos tener menos alimento accesible, estar algo heridos y no estar tan mal de salud como él.
Nuevamente miró el porcentaje de exigencia, claramente concluyendo que le faltaba una dieta mejor, o eso era lo que le decía la sangre del japonés, pero las cosas cambiaban cuando analizó las muestras de la albina. Fue ahí donde se puso a buscar como loca sus viejos archivos de cuando estaba en la Orden.
En dicha sangre aparecieron restos de inocencia por toda la muestra, pero eso no era lo que le sorprendía, de hecho, era de esperarse sabiendo que ella tenía una inocencia parasita en su interior. Lo que no entendía y era lo que le asustaba es que algunas partículas de la inocencia se acoplaban tranquilamente a su composición celular, pero otras eran todo lo contrario, pues claramente estaban atacando el tejido de la avian. Y si eso pasaba a nivel celular en su sangre era altamente probable que sus propios órganos se vieran peligrosamente afectados.
Beatriz puso ambas manos en su rostro abrumada. Para empeorar las cosas, la aparición del Noé solo le hizo confundir más su propio análisis, sin mencionar el repentino desmayo del japonés.
"Es que tiene que estar todo conectado, Beatriz…" se dijo así misma tratando de encontrar lógica. Nuevamente poniéndose contra la computadora, tratando de saber o recuperar todo lo que habían investigado en la época de la unión.
Pero todo acababa en lo mismo que ella ya sabía, y era lo que más le asustaba.
Una inocencia parasitaria suele absorber la bioenergía de su anfitrión de forma directa, para poder a la vez sincronizar y mantener una comunicación a nivel celular. Funcionando también como combustible; del nivel y calidad del combustible depende tanto la cantidad de sincronización y la demanda. Como es sabido, la bioenergía fluye en cada ser vivo de dos maneras: efímera y trascendental.
En las inocencias de equipamiento la bioenergía pasa de forma momentánea ante el contacto del anfitrión y el objeto manipulado, siendo de baja calidad la absorción de energía. Pero en el caso de la inocencia parasitaria, la bioenergía efímera es fácilmente consumible, corriendo el riesgo de que la trascendental sea absorbida. Poniendo en peligro la calidad de vida del anfitrión, pues su bioenergía predestinada desde nacimiento se ve directamente absorbida, restando tiempo de vida.
La española leyó nuevamente las notas de otros compañeros de aquel entonces, recordando el peligro de las inocencias parasitarias, alimentando más sus nervios.
Actualmente en el estudio de los exorcistas desertores, en un intento de mantenerlos con vida, se ha descubierto una reciente modificación en su comportamiento. Calificándolas como inocencias modificadas, de las cuales solo se han podido estudiar aquellas de tipo equipamiento. Estos presentan un comportamiento nocivo contra su acomodador, en especial cuando el individuo ya no comparte la voluntad de la palabra de la organización de origen.
Los efectos secundarios observados muestran que las inocencias modificadas atacan en diferentes niveles a sus portadores, convirtiéndoles lentamente en una bomba de tiempo, sobrecargando la bioenergía en su interior. Ante tal proceso, no solo el cuerpo físico del anfitrión se pierde por completo, sino que la bioenergía esencial espiritual es completamente destruida, siendo irrecuperable de cualquier forma.
Afortunadamente, se ha descubierto que la bioenergía que circula en la savia y cristales sagrados que crecen exclusivamente en Shambala, son capaces de reescribir la construcción celular energética de las inocencias, obligándolas a comportarse como eran antes de esta modificación artificial, cancelando la detonación.
Dicho método tiene especificaciones muy estrictas, pues solo se puede llevar acabo en etapas muy tempranas. Por desgracia la etapa temprana varía en cada exorcista, ya que en estado avanzado, aunque la inocencia deje de alterar el cuerpo del acomodador, por si sola la composición celular del humano ya será inestable y morirá eventualmente, siendo imposible ser salvado por medio de una apoteosis.
Un suspiro frustrado salía de sus finos labios, todos los archivos que tenía eran de casos de exorcistas e inocencias de tipo equipamiento, que en su mayoría, en aquel entonces habían muerto tratando de huir de las filas de la Orden, y de otros que afortunadamente lograron vivir para contarlo. Pero ninguno decía nada de cómo proceder en caso de una inocencia parasitaria o muchísimo menos de un avian con inocencia, siendo tristemente Allen Walker la primera en su caso.
Y es que no quería decirlo, pero desde que el francés le había comentado de la modificación de la inocencia del japonés, y luego haber notado la inocencia en ella, tenía mucho miedo que estas estuvieran actuando de forma agresiva en contra de sus portadores.
Comprobándolo en el caso del japonés, pues las quemaduras en sus manos le demostraban que la alteración ya se estaba llevando a cabo. Aunque su sangre no demostraba que la inocencia hubiera penetrado su cuerpo o que lo esté modificando, al contrario, su cuerpo y la inocencia actuaron como cualquier avian que haya tenido contacto con las inocencias alteradas.
Miró nuevamente los estudios de la albina, llegando a un análisis rápido. Retomó luego el caso de Kanda, pensando en cómo las manos del nipón reaccionaron contra su propia espada.
"¡Su inocencia está atacándola como una avian, eso explicaría…!"
Levantándose rápido de su asiento, miró otro de los datos que estaban en sus análisis, encontrando una gran cantidad de células madre en su sistema. Células que uno confundiría fácilmente por su embarazo. Pero esa cantidad presente solo era vista cuando los órganos eran dañados por un descuido o falta de descanso. La cantidad era bastante grande, como si tuviera una enorme y gran herida indicándole sólo una cosa.
─¡Por eso la fuga de energía…! Como su cuerpo está constantemente creando células madre por las heridas a nivel celular, consume muchísima energía, por eso… el nivel de exigencia, más la cantidad de energía que requieren las partículas de inocencia aun estando inactivas, y los bebes claro, ¡es tan alto!... ¡ahí está el problema! ─gritó dándose cuenta de lo que sucedía.
─Como ella no ha perdido casi ninguna de sus comidas… más cuando Kanda quedó inconsciente. Seguramente no se ha dado cuenta, una avian embarazada se cura más rápido que cualquier avian, eso explicaría por qué ella no se ve tan afectada.
"Al menos por ahora" se contestó así misma pensando y levantándose rápido, pues tenía que ir y a hablar con ella. Antes de salir se detuvo por un momento, llevando una mano al mentón pensativa "Pero si ese es el caso, significa que para poder salvar a Kanda Yuu del síndrome de viuda negra, tendríamos que buscarle un remplazo familiar y amputarle la inocencia. Sin mencionar el pasar una semana muy dolorosa e incómoda de diálisis en su sangre para poder extraer lo que reste de la inocencia en su cuerpo..."
Mordió levemente su labio, no sabiendo como es que la albina y el japonés tomarían eso. Se podía hacer, pues Alma Karma estaba ahí mismo, siendo él incluso mejor que un remplazo familiar. El problema era el secreto sólo entre ella, el jefe de la familia Horakhty Asim e Iktan.
Alma era completamente, o al menos su cuerpo, una copia genética del japonés, así que sólo se tenía que hablar con él. Teniendo muy en consideraron en ocultarle la verdad a Kanda, pues claramente su salud estaba en picada; más alteraciones y emociones solo empeorarían las cosas. Lo siguiente sería la operación para la amputación de su brazo izquierdo. Era lo más sano, una inocencia jamás debió aparecer en un avian, y por lógica en poco tiempo esta actuaría en su contra. Posiblemente inició cuando ellos desertaron de la Orden, desencadenando una reacción química.
Al momento de abrir la puerta soltó un escandaloso grito de susto al ver la fina e inmutable mirada de un par de ojos de diferente color pertenecientes a alguien que no reconoció en un primer instante.
─Así que por eso a la bola de nieve se le está cayendo el brazo ─la grave voz del peli-azul hizo reaccionar un poco a la española por el susto. Tomándole un par de segundos más regular su respiración y reconocerle.
─ ¿Delmer? ¿Delmer Loany?... ¿Qué haces aquí? ─preguntó totalmente sorprendida, pues nunca contempló la presencia del avian pinto en ese lugar, desconociendo por completo su conexión y la relación con el Noé y su madre.
─Eso es una larga y aburrida historia ─dijo Delmer, cruzado de brazos y recargado en el marco de la puerta con completa tranquilidad─. El asunto es que la bola de nieve que estas atendiendo creo que ya está experimentando los síntomas que tu súper cabeza médica analizó─. Comentó, señalando levemente con un pulgar hacia la dirección donde se encontraba la habitación de la pareja.
─ ¿Cómo…? ─fue la escueta pregunta de una desorientada avian.
Delmer suspiró pesadamente─. Hace rato estaba en el cuarto de esa jovencita llamada… ¿Allen?, el asunto es que nos comentó a Neah y a mí que ha estado experimentando un dolor raro en su brazo. Así que hice que nos enseñara, se veía que literal se empezaba a desbaratar la extensión de su brazo conectada al hombro.
Beatriz salió de su estudio, no sin antes tomar su botiquín. Miró al joven, mismo que le seguía el paso─. ¡¿Qué…?! ¿Y por qué no me dijo nada? ─se quejó asustándose más, sintiendo la necesidad de ir a verla de inmediato.
El avían sólo se encogió de hombros─. No lo sé, yo me di cuenta por sus acciones. Tch… es literalmente una mocosa, y actúa como cualquier mocoso que se lastima y oculta sus moretones para que sus padres no le regañen─. Comentó, analizando un poco la actitud de la albina, siendo un poco patán, pero tristemente acertado.
Beatriz negó con la cabeza en reproche, conociendo la actitud del asiático─. No creo que aquí sea para que no la regañen, es para no tener más de los nervios a su pareja─. Comentó la doctora, caminado a paso algo acelerado.
—Pero no deja de ser peor, esa chica estúpida seguramente se está agravando por no decir lo que le pasa, además se rehúsa a tomar un descanso. Si ella se altera él se alterará también, es una niña torpe.
─Delmer, por favor. No los juzgues sin conocer, son adolescentes y es normal que cometa errores… ─soltó la española, ya no queriendo escuchar las críticas.
─ ¡Tch! Hasta yo soy mayor que esos brutos, y en mis 24 años y 10 años de vida sexual no me ha pasado tremenda metida de pata ─exclamó molesto, intolerante pero con cierto aire de orgullo. Eso terminó de fastidiar a la española, quien se paró frente a él y obligándolo a frenar, señalándole con su dedo y apuntando a su pecho.
─ ¡Pero a diferencia de ellos, usted jovencito creció como un avian… y junto a una gran doctora consiente de todo lo que hace su condenado cuerpo! En cambio, Allen fue criada irresponsablemente como una humana, ¡muy seguramente mal guiada por ese vividor de mujeres, alcohol y deudas! Además, fuera de las arcas… y creme que tú que has viajado con tu madre en las caravanas, debes de saber la increíble desinformación de muchas mujeres incluso humanas de la sexualidad. ¡He visto casos de pobres señoras que aún no entienden cómo es que conciben sus propios hijos!
La avian mitán atlante mitán Shambalica ignoró la mala cara que le hizo el avian pinto─. Así que sé consiente, y sé más empático con mi paciente, por favor… ─regañó, logrando con ese comentario que Delmer guardara silencio. La mujer se dio media vuelta para seguir su camino, pero aun siendo seguida por él.
Después de unos segundos Beatriz sintió la curiosidad de preguntar─ Por cierto, ¿por qué demonios estas aquí? Si no me falla la memoria, antes de que dejara la última caravana tu madre me dijo que estaría una temporada trabajando en su pequeña clínica en Pleajeune, cerca de la playa y contigo incluido.
Un largo suspiro de fastidio se le escapó al avian pinto─. Como dije, es una larga y aburrida historia, pero en resumidas cuentas… mi madre tiene una relación desde hace algunos años con Neah D Campbell─. Esa revelación hizo a la avian mirarle con los ojos bastante abiertos en sorpresa.
─Espera… ¿Me estás diciendo que mi amiga, mi compañera de trabajo lleva todo este tiempo sabiendo que Neah estaba vivo?
Delmer simplemente asintió con una sonrisa algo sarcástica─ Vivo y coleteando, solo que él le pidió que no lo dijera, con toda esa situación del Conde. Ah, y también lo olvidaba… ella está embarazada de él─. Dijo sin darle muchas vueltas, solo haciendo abrir más la mandíbula de la rubia oscura.
Lentamente Castellanos volteó nuevamente a retomar su paso, dándose cuenta de la enorme avalancha de cosas que estaban por venir, retomando su paso─. En verdad que todo esto es un desastre…─ Comentó pensando en voz alta.
─En verdad lo es, pero como cualquier desastre solo queda acomodar y limpiar─. Delmer respondió sencillo y algo positivo siguiendo a la doctora.
Ambos se detuvieron al sentir el característico olor de la sangre, y sangre de avian sin duda. La doctora, alarmándose de que algo malo hubiera pasado se echó a correr hacia donde le conducía el olor. Al mirar de donde venia no pudo evitar asustarse. Allen estaba caminando en dirección a ellos, siendo acompañada por un guardia.
— ¡Allen! ¿Qué sucedió? ─preguntó asustada, notando que lloraba y que sus manos estaban manchadas con sangre.
Allen trató de hablar, aún afectada por su pelea con el japonés. Su voz salía temblorosa por el llanto─. Kanda… s-su herida se abrió ─sollozó, siendo lo más corta que podía y concisa.
Beatriz, asustada más por su llanto que por lo dicho, masajeó un poco su espalda agradeciendo con la mirada al guarda que la había acompañado. La abrazó mientras los tres iban de camino a la habitación─. Está bien, Allen. Ahora vamos a atenderlo, calma.
Delmer suspiró "Creo que deberían dejar un enfermero el día entero en ese cuarto…" pensó sarcástico.
Cuando llegaron al cuarto, Beatriz encontró al japonés aun en su cama presionando hacia su costado, con los ojos cerrados y levemente apretados, demostrando que estaba aguantando un poco el dolor.
─Perdona la demora —apresuró a decir y sin perder el tiempo se acercó a atenderlo.
Sintió que debía disculparse, pero no hubo respuesta alguna del japonés; este se movió un poco para dejar que ella trabajara. Por la cara seria y ceño fruncido, no solo podía detectar el dolor que sentía, sino además enojo. Al quitar las vendas y ver como la herida se había abierto, se sintió un poco aliviada, siendo realmente nada grave, solo se había abierto un punto de sutura que el francés había cosido días atrás.
Suspiró pesadamente y volvió a suturar, esta vez con grapas, cerciorándose de inspeccionar bien la herida. La apertura se encontraba levemente inflamada, siéndole normal a la doctora. Mientras le atendía, observaba de reojo cómo el japonés miraba algo distraído hacia un punto específico en la habitación, quejándose un poco cuando la anestesia local que había colocado no ayudaba lo suficiente para tolerar el dolor, que era bastante incómodo.
Por una leve curiosidad terminó fijándose en el lugar donde él volteaba, siendo en donde la albina yacía sentada en uno de los sofás con la mirada baja y algo solloza. Eso la hizo sacar un profundo suspiro, no necesitaba ser una psicóloga ni una gran profesional en situaciones de pareja para darse cuenta de que esos dos habían tenido una pelea.
Delmer dándose cuenta de la situación se inclinó amable hacia Allen, ofreciéndole ayuda para levantarse y guiarla al baño para que limpiara un poco la sangre con la cual se había manchado. Tanto doctora como enfermero de inmediato empezaron una comunicación a través de miradas, sabiendo cada uno qué hacer.
─ Gra-Gracias… ─Delmer escuchó la voz baja y tímida de la albina, mientras la ayudaba en el baño con cuidado a lavarse las manos.
─ No hay de que ─soltó en su papel, amable como si estuviera trabajando. Su rostro giró al ver que la doctora ya había dejado listo al japonés con nuevas vendas.
"Es mejor que sea directo…" pensó el pinto, llamando a la española con un leve chiflido.
Beatriz comprendió─ Espérame aquí, si necesitas algo de inmediato llámame ─informó primero al japonés, quien sólo asintió en silencio con una mirada de extrañeza al verla ir al baño.
Al llegar cerró la puerta con cuidado, viendo a la albina separándose ya del lavabo y guiada con cuidado por parte del peli-azul para tomar asiento en el WC. Con cuidado Beatriz se quitó los guantes de hule y los dejó en el mueble para poder acariciar con cuidado el hombro derecho de la joven.
─ Allen, ¿Qué sucedió? —preguntó, más como su amiga que como una profesional, sintiendo la necesidad de verlar por el bienestar de ella no solo físicamente, sino también emocional.
Allen limpió un par de las lágrimas, de las muchas que había derramado─ Él no me escucha… cree que no debemos tomar lo que mi padre nos ofreció, que es una trampa y no sé qué más.
Delmer, ante la anécdota, no pudo evitar rodar un poco los ojos "Se ve que el tipo es asquerosamente terco, pero no lo culpo, siendo el baboso de Neah un Noé…"
─ Hay Allen… tranquila, creo que es normal que piense eso. Recuerda que sufrió un ataque recientemente, y por desgracia tu padre se parece mucho a uno de esos Noes. También debe de estar asustado y preocupado por tu bienestar y el de los pequeños, solo hay que hacerle entender poco a poco que tu padre no es una mala persona, y que puede bajar sus defensas con tu familia.
Comentó Beatriz queriéndola animar, Allen respondió algo indecisa─ Él dice que solo hará caso lo que le de confianza… y te mencionó ─expresó con algo de esperanza para que la doctora convenciera al terco japonés, pues parecía que ni ella misma podía hacerlo entrar en razón.
Beatriz asintió con seguridad en su mirada─ Está bien, hablaré con él. Además, vine a hablar con ustedes sobre su situación y en verdad, sino fuera por lo urgente que es, no se los diría en estos momentos…
Esas palabras hicieron alarmar un poco a la inglesa, mirando algo asustada a la oji-verde cuando se levantó para ir hablar con el japonés. Antes de retirarse Beatriz se dirigió al avian pinto─ Delmer… cuídala mientras tanto, vuelvo enseguida.
El joven avian pinto solo le quedó asentir, no queriendo ser o decir algo grosero para aumentar más la tensión en el aire. Al momento en que ella se fue, Delmer miró a la albina sobar un poco su hombro izquierdo, recordando lo que había visto antes.
Con intenciones de interactuar con ella para distraerla un poco y que ganara un poco de confianza preguntó─ Oye, ¿Aun te duele?
A penas reaccionando la albina movió la cabeza confirmando la suposición, ella seguía muy afectada por la riña con su pareja. Con un poco más de amabilidad Delmer se acercó un poco─ ¿Puedo verlo?... prometo no ser brusco esta vez ─vio como esos ojos grises le miraron algo inseguros pero al final cedieron, A pesar de no desconfiar del avian, Allen aún guardaba un inusual silencio.
El asiático levantó con el mayor cuidado que pudo la manga del vestido de la inglesa, viendo bien el estado de su brazo. Igual a lo que había visto antes, la piel estaba muy irritada, incluso esas cicatrices de garras; la unión de la inocencia cada vez se veía mas fraccionada, incluso las partes mas separadas empezaban a tomar un tono rojo mas oscuro, aparte de ese tono rojo vino.
─¿Es malo lo que mencionó Beatriz? ─escuchó el susurro con la pregunta y el claro miedo en la voz de la más joven.
─ En verdad no debería contestarte esa pregunta, Walker ─le respondió siendo franco, además suponía acertadamente que ella no sabía nada de los asuntos familiares que los unían.
Esas palabras hicieron suspirar a la albina, aliviando un poco de sus nervios. En parte estaba un poco decepcionada de no saber la respuesta de esa inquietud que le había sembrado la doctora.
Ignorando que era observada por el más alto, Delmer no tardó en querer romper un poco ese muro de hielo, poniendo una mano sobre la cabeza de ella, sorprendiéndola por un instante.
─Hasta cierto punto puedo entender a tu pareja, ¿sabes? ─le expresó con una sonrisa algo melancólica, sacando un poco de lugar a la inglesa, más por sus palabras sobre Kanda, inquietándola un poco.
─ Hablas… ¿sobre desconfiar sobre mi padre? ¿y que él sea un Noé? ─supuso con algo de inseguridad, teniendo miedo de que el joven ahora intentara convencerla como Kanda lo intentó antes.
Pero el joven con toda la inocencia del mundo asintió ignorando la incertidumbre que a Allen le abordaba. Delmer se levantó para mojar una toalla y después pasarla con cuidado sobre esa extraña herida de su hombro haciéndola entrecerrar un ojo por la incomodidad y el dolor— Exactamente. Supongo que el idiota de Neah no te ha dicho por qué un hombre de piel extraña y cara oriental entró a tu cuarto con toda la confianza del mundo y se esta metiendo en los asuntos de tu familia ─opinó sarcástico mientras curaba su herida.
La mirada confusa de ella automáticamente respondía a todo lo que dijo─ Pues… te quitaré la duda. Conocí a tu padre cuando tenía más o menos tu edad, creo que un poco más joven. Mi madre y yo vivíamos en constante movimiento junto a las caravanas con la intención de ayudar a los heridos de guerra, por así decirlo, y damnificados que sufrieron con todo este asunto de la Central y el Conde. Ella… eh… mi madre es doctora, así como tu amiga Beatriz, y yo toda la vida he hecho de enfermero. Un día mientras varios insomnes y otros avians cargaban el cargamento en uno de los trenes, un pequeño niño lleno de sangre, con llamativo cabello pelirrojo se acercó llorando, corrió hacia mi mamá y a estos tipos pidiendo ayuda. Ese pequeño los guió al bosque donde encontraron a un avian muy mal herido de un hombro, según ese pequeño era su padre. Mi madre como buena persona humilde y amable que es lo atendió y lo llevo él y al pequeño a la caravana. Por unas… hum… ¿5 horas? El punto es que el extraño avian no había despertado, pero en ese lapso de tiempo me toco cuidar del mocoso, notando algunas cosas extrañas… como un aura muy pesada para un polluelo de su edad, así como la de su padre. Mi madre no tardó en percatarse que era un Nigrum y su ayudante, aparte de mí, se percató de eso igual. En la caravana, mientras tu padre dormía casi se arma una revolución, pues, el resto del equipo médico querían tirarlo del tren en movimiento por ser un Nigrum.
Allen abrió los ojos, no creyendo en un inicio esa historia. Delmer, luego de atenderla caminó hasta recostarse en la pared cercana junto a ella─ Con apenas diplomacia y ética, mi madre logro convencerlos que cuando él se despertara, se le dejara ir en la próxima parada. Pero en verdad muy pocos querían ayudarle, entre ellos, yo. Sí, lo admito, ahora con algo de vergüenza. Pero era un adolescente idiota que se creía todas esas historias tontas que se contaban entre muchos de muchachos de mi edad. Pero aparte de mi madre hubo otra persona que quiso ayudarlo, y ese fue Esteban, un humano que se unió a las fuerzas de Steve después de que perdió su familia por un ataque de akumas. Que lo ayudara un joven que tenia en verdad mucho odio a los akumas por que le había arrebatado casi todo, creme que eso generó muchas reacciones. Y varios lo juzgado por eso, pero él contestó algo que un a este día no se me olvida: "Aquellos que son hostigados por ser diferentes son sólo victimas de nuestro miedo" Esas palabras al principio no las entendí, hasta que vi el miedo en los ojos de tu hermano queriendo evitar que lanzáramos a tu padre. Y me vi a mi mismo… como notarás mi piel no es muy normal ─comentó levantando una de sus propias mangas dejando ver mas de las manchas en su piel.
─Soy algo que llaman corrientemente avian pinto, usualmente el vitíligo en la raza humana aparece por una enfermedad de origen desconocido, pero en el caso de un avian pasa exclusivamente por ser un efecto secundario de una apoteosis de un feto humano aun en estado de gestación.
Allen pensó un poco y le miró─ Eso quiere decir que… ¿te transformaron antes de nacer? ¿Es eso siquiera posible? ─preguntó confusa, no imaginándose como podría pasar eso.
Delmer asintió─ Es posible, si una humana embarazada con un estado avanzado, como uno meses y es transformada, él bebe también será transformado. Pero como dije, hay consecuencias, y una de ellas es que todas las células que dan color al cuerpo están algo dañadas. Entre otras cosas que son sólo algo incomodas, el problema es que socialmente… ¡uff! Es muy mal visto que un menor de edad sea transformado, imagínate uno que aun ni había nacido.
─Supongo que… fue incluso peor… ─supuso Allen, tratando de entender por lo que le decía. Hasta cierto punto se identificaba con él, recordando como la maltrataron por tener ese extraño brazo cuando era más pequeña.
─ Lo fue, pero la que mas sufrió fue mi madre. Fue atacada muchas veces, culpándole que yo estaba así por su culpa… la insultaron tantas veces y a mí. Había idiotas que me trataban con lastima y había otros mocosos idiotas que repetían una y otra vez que debía haber muerto ─comentó sin dejar que los malos recuerdos hirvieran su sangre y amargaran su estado de ánimo.
─¿"…haber muerto"? ─repitió Allen, confundida, pues imaginaba que algo grave le había pasado.
─Cuando mi madre estaba embarazada, tuvo una complicación muy seria y tenía prácticamente dos opciones: Abortarme y casi morir en el proceso o ser transformada gracias a que un avian de la caravana ofreció su ayuda. Y prácticamente sobrevivimos, gracias a él. La razón de contarte todo esto… es que entiendo a tu pareja, esta asustado de algo que le enseñaron que es simple y sencillamente malo, claro no hay que olvidar que muy recientemente sufrió un ataque de un estúpido seguidor de ese gordo sociópata, pero es cuestión de tiempo, además conociendo a Neah… si ese terco avian no se deja llevar a casa, Neah traerá la casa a él.
─ ¿Traer la casa aquí? ─cuestionó aún más confundida, viendo como esos ojos bicolores celestes le miraban con diversión.
─Tu padre también es un excelente hechicero, así que fabricó su propia arca, hum… digamos que su propio espacio personal donde nada de este mundo puede afectarle, y también es excelente como medio de transporte. Literalmente solo tiene que pensar en una melodía y tendrá el acceso en cualquier parte del mundo, digamos que es como una mansión móvil.
Los ojos plateados de Allen se abrieron mas con esa información, sorprendiéndose─¿Eso es un arca? ─preguntó Allen totalmente confundida con toda esa nueva información, pues cuando el francés y capitán de su pareja les habían mencionado sobre donde vivían los de su especie, pensaba inocentemente que era una ciudad o un lugar de forma tradicional.
Delmer rasco un poco su cuero cabelludo, algo frustrado por buscar palabras entendibles para Allen─ Más o menos ─cortó ahí el tema, notando que ella tenía la mirada en el suelo.
Al momento de querer preguntarle algo, ella misma le ganó la palabra─ Entonces… ¿Eres amigo de mi padre? ─Preguntó, atando cabos. Además queriendo saber más sobre su propio padre.
Se extrañó cuando el peli-azul saco un bufido y luego rio levemente─ Sí y no. he… supongo que ustedes dos no han podido hablar de todo.
─ ¿Eh? ─sacó una confundida albina observándole. Extrañándose mas con la rara reacción de ese joven.
─ Veras, Allen Walker. Estoy más o menos por las mismas razones que tu padre aquí. Y en muy resumidas cuentas... somos hermanastros.
El rostro de la joven británica no dio crédito a lo que acababa de escuchar de los labios de ese extraño joven─ ¡¿Cómo!?
Y como era de esperarse Delmer soltó una ligera carcajada─ Lo que oíste, digamos que mi madre y tu padre se agradaron demasiado con el tiempo y pues… acabamos siendo familia. ─comentó tranquilo y con una sonrisa.
Allen se sentó un poco mejor mirando a ese joven y luego bajo la mirada.
─ En verdad no sé nada…
Susurró mas para si misma, dándose cuenta que realmente no conocía nada de su padre o su familia.
─Tch… es normal, no se por que demonios quienes te cuidaron nunca te dijeron una mierda. Cosa que para mí es pésimo. Pero si me preguntas, tengo la ligera sospecha que tiene que ser por esta cosa.
Comentó sin cuidado alguno el asiático, señalando su brazo izquierdo. Haciendo ella mirar su propia mano teniendo mas dudas con esas palabras.
─ ¿Por qué dices eso…?
Delmer se levanto un momento pasando una mano por su nuca─ ¿Por lógica? Es una inocencia incrustada en un avian, que no olvidemos el hecho de que eres una cruza con un Noé. El enemigo numero uno de la inocencia y de todos esos fanáticos religiosos. No se si realmente implica eso. Pero por experiencia las inocencias no son nada buenas, ni para los mismos humanos. Especialmente cuando empezaron a modificarlas…
La albina escucho eso atenta, mas impresionados con que tranquilidad decía el otro todo eso.
─ ¿Modificadas? ─preguntó extrañándose por eso─. ¿Hablas cuando la sección científica las altera para mejorar su uso?
Con ese mismo semblante, el más alto negó─ Hipotéticamente… por lo que sé. Y por cosas que tuve que estudiar como enfermero. En la época de la hum… cuando prácticamente la Orden le dio una patada a todos los simpatizantes de los avians, empezaron alterar las inocencias de tal manera que cualquier exorcista que empiece a dirigir sus acciones en contra de la Orden y a favor de nosotros, su propia inocencia actuará en contra de su acomodador, al grado que esta llegue a matarle. Los exorcistas que pasan a eso se les suele llamar caídos.
Explicó con dobles intenciones, pues eso era lo que había entendido con lo que había comentado la española. Allen tragó nerviosa, sabía que la Orden realmente era agresiva con los avians. Pero no sabía que incluso con sus propios exorcistas.
Paso una mano por su brazo izquierdo sintiendo ese ardor molesto desde muy temprano en la mañana. Delmer suspiro mirándola, luego miró hacia la puerta preguntándose como estaría tomando las cosas ese terco japonés. Hasta que escuchó un fuerte ruido que alertó a la albina. Reconociendo el gritó del japonés.
Minutos antes, la española había salido del baño, suspirando nerviosa miró hacia donde estaba el japonés, este tenía plantada la mirada prácticamente a la nada, teniendo su mano en un costado justo donde estaba herido.
Al moverse notó que él se digno a mirarla por un momento, pero no comento nada.
Se acerco para tomar las cosas que había dejado para atenderle y guardarlas en su botiquín.
─¿Cómo esta ella? ─la voz gruesa y ligeramente ronca del espadachín sonó. Observándole por un momento. Sabía que estaba preocupado por su pareja, pero aun así estaba molesto.
─Por ahora solo está un poco… afectada ─comentó de esa manera para aun no alterar los nervios del japonés. Aunque los suyos propios se alteraron un poco al oírlo chasquear la lengua y frunció el ceño.
─Tch… no voy a permitir que un desconocido nos trate de esa manera.
Ese comentario solo hizo suspirar a la doctora en resigno. Tomó asiento en uno de los sofás cerca de la cama.
─Kanda Yuu… soy su doctora y estoy consiente que no debería meterme. Pero también soy una vieja conocida de tu maestro y otras personas involucradas. Entiendo que a esa persona que se presentó hace poco la mires con pésimos ojos, pero te puedo asegurar que él dice la verdad.
Al decir eso una mirada filosa azulada le observó, sintiendo que casi le gruñía.
─¡A mí eso no me importa! Es un maldito Noé… y si tengo ahora su sangre. ¡Me da igual! Ese maldito clan ya nos ha atacado dos veces y casi matado en ambas. Que seamos familia no significa que realmente debamos confiar en ellos.
Beatriz mantuvo la compostura ante ese comentario. Entendiendo la decisión del japonés. Pero tenia que hacerle entender en su totalidad realmente qué pasaba con ellos dos. Manteniendo un semblante serio se levantó y se detuvo frente a él.
─ Estas muriendo —optando por ser directa─ Tú y Allen.
Kanda no había mostrado interés, aun cuando dijo de él. Hasta un comentario sutil y sarcástico sobre su condición se quedó en la punta de la lengua, pero al mencionar sobre la albina, un horrible escalofrío recorrió su cuerpo.
─Explícate.
Antes de hablar la española tomó una buena bocanada de aire─ He analizado la sangre de ambos. En tu caso, como habrás notado. No importa cuanto comas, parece que no te sacias… al igual que no paras de perder fuerza. Sin dejar atrás los percances de viajar y tus heridas. El asunto, es que la raíz de esto es el mismo cuerpo de Allen… más concretamente su inocencia.
Kanda reincorporó mejor su posición en la cama tomando asiento─ ¿Entonces por qué ella igual esta… decayendo? Entiendo que esa maldita inocencia me está comiendo vivo, más las heridas. Pero aun no me queda claro, ella siempre ha tenido esa cosa y antes no me afectaba tanto.
─Por que su inocencia ya no está actuando como antes. Escucha, al parecer, al salir ustedes dos de la Orden activaron su modificación… toda inocencia que es utilizada en contra de la voluntad de la Orden. Empieza un proceso de autodestrucción de su portador. Con dos intenciones: obligarlo regresar o acabar con su vida. Por eso, cuando usaste a Mugen, se encargó de quemar tus manos aparte de reaccionar contra ti por ser un avian.
Los ojos del nipón se abrieron más escuchando eso, mirando de reojo a su espada que estaba recargada en el muro─ ¿Pero por qué ella? No la ha usado —Preguntó, exigiendo una respuesta mas clara.
─Por que al parecer, al abandonar la Orden las células que actúan cómo su cuerpo ya no son compatibles… poco a poco han perdido su sincronización y ahora actúan contra el cuerpo de ella como avian, no como su acomodador. En los análisis, descubrí que gracias a su embarazo y gracias a que tú la has estado alimentando, ha podido aguantar todo este daño en su interior, gracias a eso también aumentó muchísimo la demanda de alimento hacia ti. Escucha, sino hacemos algo, esa inocencia te acabará matando. Y cuando el embarazo termine o tú morirás ni bien Allen llegue al parto, o la inocencia la matará.
Escuchó esas palabras, bajando la mirada y recargando sus codos sobre las rodillas. Pasando una mano por todo su cuello─ ¿Hay algo que podamos hacer?
Preguntó, sintiendo miedo y deseo de esperanza, mirando hacia el baño, donde estaba la albina.
─ Si… pero no será del agrado de nadie. Especialmente de ustedes dos.
El espadachín le miro directamente─ ¿Por qué?
─Por que para poder salvar a ti y a Allen, tendríamos que amputarle el brazo… y no me refiero con una operación. Tiene que ser con materia oscura para que ataque directamente toda la inocencia en su sangre y… tratarla obviamente. Pero aquí yo no tengo como atenderles, quisiera que pudiera tener todas esas herramientas. Pero ese tratamiento solo lo podrían manejar en las arcas. Y se que no te agrada, pero Neah, tu suegro, está comprometido con una excelente doctora y tiene su propia arca. Sin mucho esfuerzo podría llevarlos allá e incluso como Noé, quitarle la inocencia.
Todo ese diagnóstico sólo lo abrumó mas, mordiendo su labio inferior totalmente Irritado. Y es que esa extraña combinación de su orgullo e instinto le decía que no confiara en ese hombre, pero el hecho de que la vida de Allen estuviera terriblemente en riesgo le hacía doblegar su opinión.
Chirrió los dientes un poco─ ¡¿Y dónde está ese maldito?! —preguntó, soltando un aura tan oscura a causa del enojo, que terminó asustando a la doctora, sorprendiéndose por esa actitud.
─ ¿Eh?...
El aura aumentó, Kanda se levantó─ ¡¿QUE DÓNDE ESTÁ ESE NOE DE MIERDA?!
Su gritó resonó incluso en el baño, alertando al joven asiático quien abrió la puerta con Allen tras de él asustada por su reacción.
La albina no tardó en acercarse a Kanda, asustada, temiendo que la doctora no logrará convencerle pues pocas habían sido las veces que lo había visto así tan molesto.
Agarró su brazo con cuidado, incitándole a que se volviera a recostar en la cama, temiendo por su condición, pero fue ignorada─ ¡¿Dónde está ese maldito?!... Si tanto quiere ayudar, ¡tiene que hablar primero conmigo! ─gritó fúrico y ronco.
Temblando por las reacciones del japonés, mas notando como sus colmillos y ojos empezaban a sobresalir miro al avian pinto casi preguntándole con la mirada el paradero del decimocuarto.
Algo torpe, igual asustándose levemente por la reacción del otro, sacó su teléfono para tratar de contactarse con Neah. Marcándole directamente. Pero se extrañó cuando la llamada le marcaba fuera de línea. Con después el sutil mensaje pregrabado:
/El número que usted marcó esta en temporalmente suspendido, favor de intentar más tarde o marcar al servicio a cliente/
Las tres miradas confundidas que ganó el avian pinto sólo lo pusieron ligeramente más nervioso─ Delmer, ¿Dónde está Neah? ─preguntó la española.
Suspirando pesadamente Delmer no tardó en mandar un mensaje a su hermanastro─ Fue hablar con mi madre. Ya que como ella… ─miró de reojo a la albina─. Esta embarazada no puede alejarse mucho…
Allen abrió los ojos enterándose de eso, mientras Kanda no entendía que decía ese extraño joven, ni tenia idea de quien era.
─¿Y tú quién carajos eres? ─sin querer ganando un poco del despreció del japonés estando claramente alterado por la última noticia.
─Tu conciencia, amargado infeliz ─pero Delmer dejó que su sarcasmo contestará por él. Haciendo tragar con miedo a las dos mujeres ahí.
Kanda entrecerró los ojos, mirando con enojo a ese joven parecido a él que con completa tranquilidad movía sus dedos en ese extraño aparato que parecía un raro invento del departamento científico.
Completamente dominado por su frustración, alimentando las escasas fuerzas de su cuerpo se acercó al joven, tiró de forma agresiva el teléfono y lo tomo de la camisa, gruñendo furioso─ Pregunté ¿Quién demonios eres?...infeliz deforme.
Ese comentario e incluso cómo lo interrumpieron mientras escribía el mensaje para el gemelo de la albina lo irritó. Siendo esa actitud lo que más le tocaba la paciencia. Delmer no tardó en contestarle con un gruñido incluso más alto que el del japonés. Enseñando sus propios colmillos.
─El deforme que te dejará inconsciente si no le bajas, enorme estúpido ─comentó tratando de contenerse un poco. No siendo muy efectivo.
Ese tipo de contestaciones sólo alteró más al otro. Ambos gruñendo bastante molestos. Estando las dos mujeres muy asustadas. En especial Beatriz, pues sabia que el joven estando en verdad furioso no dudaría en darle una paliza a su paciente.
─ ¡Delmer, Kanda… cálmense ambos!
Haciendo gritar a la doctora. Mientras la albina tomaba de un brazo al japonés.
─ ¡Es mi hermanastro… Kanda déjalo!
Esa revelación lo hizo mirar sorprendido hacia la albina─ ¡¿Pero cuanta más familia tienes, Moyashi?! ─una pregunta algo cómica resonó por parte del japonés.
Un tanto harto, Delmer se soltó grosero de las manos del japonés, demostrándole en silencio de que tenía en vedad más fuerza y que si quisiera realmente lo golpearía, levantando a regañadientes su teléfono.
─Bastante, y seremos más; mi madre justo nos acaba de informar que está esperando a los hijos de tu padre, bola de nieve. Así que seremos nosotros tres, el imbécil de tu hermano y ellos ─explicó el avian pinto, sobando su cien.
Extrañándose el japonés le miro sospechoso.
─¿También eres un Noé? ─preguntó, más referente a su extraña piel.
Una mirada bicolor llena de puro fastidio le contestó─ ¿Luzco como un maldito Noé? ¿Tengo la piel gris? ¡NO! ¡Soy un maldito avian pinto! Un imbécil que fue transformado antes de nacer ¡Así que deja de criticarme, afeminado de mierda!
Ese comentario y bravuconería hizo nuevamente que ambos asiáticos se empezarán a gruñir. Entrometiéndose las dos chicas esta vez.
─ ¡DEJEN DE PELARSE! ─mutuamente gritaron frustradas.
Beatriz suspiró pesadamente─ Delmer, ¿podrías hacernos el enorme favor de localizar a Neah. Y Kanda, calmarte y terminar de comer?
Ambos miraron con odio a la española y como si se hubieran sincronizado simultáneamente chasquearon la lengua. El avian pinto yendo hacia la puerta y el japonés regresando a la cama.