Dejo los lineamientos de siempre.

Aclaraciones:

Narración.

— Diálogo —

"Pensamientos".

Advertencias:

Posible OoC en los personajes.

OC.

No apto para fans SasuSaku o NaruHina.

Género: Romance | Drama.

Clasificación: T | M.

Disclaimer: La serie y sus personajes no me pertenece a mí, sino a ®Masashi Kishimoto.

Nota de Autor:

Hola, yo por aquí de nuevo.

Esta historia tiene poco más de cuatro años de haber visto la luz, antes que Naruto terminara y que Kaguya viera la luz como personaje importante en el anime/manga. La única razón por la que estoy diciendo esto es porque ha llegado una personita a quejarse porque uno de mis principales no es descendiente de un personaje que ni siquiera existía, así que lo quiero aclarar desde ya. Tampoco será ligada a Kaguya ni nada, es mi personaje y ya. Yo lo manejaré como crea necesario o prudente.

Ahora bien, la única razón por la que me pongo en estas es porque quiero explicar que después de todos estos años he revisado este fic y veo grandes faltas, sobre todo demasiada redundancia. No soy la mejor, tampoco soy editora, pero he considerado que he mejorado desde la primera vez que postee esta historia hasta ahora y he querido re-editarla, para que quede un poco más decente. El argumento es el mismo, los personajes también, no cambiaré nada de ello, puede que incluya una que otra cosa o la descarte. Para las que ya han leído, seguro notarán la diferencia, para las que no, pues espero que disfruten de esta versión "mejorada".

Si hay algún comentario o disconformidad, ya saben, pueden dejarla ahí abajo en la cajita de comentarios. Recuerden siempre dirigirse a los escritores con respeto, yo les responderé en la medida de lo posible. Los comentarios son siempre bien recibidos, y les estoy enteramente agradecida por tomar unos minutos de su tiempo para leer mis historias y de paso, comentarlas. Mil gracias. Es en parte por ustedes que yo sigo al pie del cañón, además de ser uno de mis pasatiempos favoritos.


Madre a la fuerza.

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«El amor tiene un poderoso hermano, el odio. Procura no ofender al primero, porque el otro puede matarte».

Anónimo.

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CAPÍTULO 1.


Tirada en esa camilla mirando el encielado de esa blanca habitación, estaba distraída. Parecía una muñequita que respiraba porque era un proceso fisiológico para mantenerse viva. Un impulso incontrolable que la mantenía sobreviviendo. Cuando en el fondo solo deseaba dejar de hacerlo, que todo terminara. Que sus pulmones dejaran de funcionar, que su corazón dejara de latir.

Ese era su más grande deseo, el consuelo de ese anhelo en que las sombras la envolvían con premura y la hundían en el peor de los abismos. Donde no la alcanzaban el dolor ni el sufrimiento, donde no había nada.

Morir.

¡Qué idea tan tentadora!

— Sakura…

La fuerte voz de la Hokage se abrió paso haciendo eco en el silencio, en su tono detectó tristeza, algo similar a la empatía ¿tal vez? Podía sentir la lástima filtrándose en sus ojos ámbar. Ella tuvo que desviar la mirada, no había cosa que le doliera más que su mentora sintiera pena.

— Los resultados llegaron — anunció.

La puerta se cerró y Sakura solo deseó meter la cabeza en el hoyo más profundo que existiera en la faz de la tierra. Las pisadas cortas de su maestra sonaban dudosas, le vio alargar la mano con intenciones de tocarla y arrepentirse a medio camino, dejándola caer hasta golpearse el muslo.

Fingía no verla manteniéndose inmóvil, quieta como una estatua de piedra. Una estatua con la cara desencajada y ojerosa, de ojos hinchados e inyectados de tanto llanto derramado, día tras día, noche tras noche, sin dormir.

Se odiaba, se odiaba a sí misma por no saber enfrentar la situación, por ser tan débil, por parecer tan indefensa. Por no luchar…

— Dígalo — el tono era delgado, casi como un hilo descocido.

La Quinta miró a su alumna. Un pinchazo atizó su pecho ante la mirada monótona y vacía en sus orbes esmeraldas. Era como si le hubiesen arrebatado la vida en un instante. Y así era, le habían arrancado algo importante, de la peor manera.

— Tienes cinco semanas de embarazo.

La frase le sonó a sentencia. Sakura cerró los ojos tratando de contener las lágrimas, mordió sus labios para acallar los sollozos. Pero las desobedientes corrían libremente por sus mejillas, convirtiendo su llanto en algo silencioso y desgarrador.

Se había cansado de gritar, de golpear, de intentar olvidar. Nada le ayudaba, ni siquiera la esperanza de morir en algún accidente. Ya que no era capaz de hacerlo por su propia mano. Y ahora que sabía eso, menos podría considerarlo.

— Sakura — llamó Tsunade, la inflexión era suave, casi cariñosa. A ella le hubiese gustado mucho esa empatía, incluso se sentiría halagada, en otra ocasión lejos de esa situación.

La Hokage arrugó las cejas, preocupada por la situación de su alumna. No lo demostraba abiertamente, pero le dolía en lo más profundo. No solo la consideraba su aprendiz, sino también su familia. Habían pasado tanto tiempo juntas que ahora la veía como su sangre, como su hija quizás. El lazo que crearon durante todo ese tiempo le daba el derecho de sentirse mal por ella, por eso le afectaba terriblemente verla así.

— No estás en la obligación de tenerlo, puedes interrumpirlo. Estás a tiempo.

Sakura deseó soltar una risa histérica, ¿un aborto? No, no podía. Su consciencia no se lo permitiría, jamás consentiría una interrupción.

— No — negó con la cabeza. La voz, a pesar de sonar fuerte y firme, le flaqueó durante unos segundos —. Soy medic-nin, ¿cómo podría llamarme médico si me deshago de una vida inocente? — continuó, abrió sus párpados lentamente. Lágrimas se derramaban por sus ojos —. Mi consciencia no me dejaría en paz, no puedo hacerlo, Tsunade-sama… No puedo… — sollozó.

Su dolor era tan violento, tan desolador. La rubia contempló con un nudo en la garganta como sus ojos verdes se hundían en una tortura profunda. El tormento los cubría y la angustia los barría con fuerza. La decisión que estaba tomando no era fácil, de hecho, la había tomado desde antes de saber el resultado y aún se peleaba internamente por no poder disponer de algo diferente.

— Comprendo — concilió Tsunade —. Aún te quedan unas semanas para pensarlo, no te precipites, no como estás ahora.

Sakura negó de nuevo, la decisión estaba tomada, no había nada que pensar.

— No tengo nada más que pensar, Tsunade-sama — insistió, rotunda.

A la rubia le quedó claro que su respuesta era definitiva. Una de las cualidades que la Quinta admiraba de su alumna era su determinación, pero en este caso, no estaba de acuerdo. Por experiencia sabía que esa decisión solo le provocaría más dolor. Un recuerdo vivo de un evento atroz. No era una buena idea.

Sin embargo, lo respetaría, de momento al menos. La situación era difícil, Sakura se encontraba trastocada y sus emociones evidentemente cegaban su razonamiento. Intentaría conversar con ella más adelante. Apoyo era todo lo que necesitaba, luego se preocuparía de convencerla de lo demás.

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Salió del hospital, vagó por las calles un tanto vacías. Ya eran pasadas las diez de la noche, la mayoría de los locales y negocios estaban cerrando sus puertas. Pocos puestos quedaban, especialmente los que atendían las veinticuatro horas. A ella le importaba poco, pero pensar en trivialidades distraía su mente de cualquier cosa que la enviara al resultado de su prueba de embarazo. O peor aún, a varias semanas atrás…

Caminar le venía bien, pero en el sosiego que permanecía la ciudad no se sentía tan bien. Su paso era lento, perezoso; como si le costara levantar los pies. A veces pensaba que alguien había robado las pesas de Lee y se las había colocado en los tobillos, pero al mirar al suelo, no había nada ahí que la anclara de tal manera. Otras tantas, deseaba que la tierra se la tragara, que existiera un jutsu que le borrara la memoria. Lo últimos dos meses por lo menos.

¡Cómo deseaba olvidar! Lo añoraba como las personas con sobre peso a la comida chatarra.

Un par de lágrimas se deslizaron por sus mejillas sin permiso, ¿qué había pasado con la fuerte y decidida Sakura? ¿A dónde había quedado? ¿Dónde estaba su convicción, su valor como kunoichi? Se convirtió en aquella tonta llorona que juró dejar atrás para poder alcanzar a sus antiguos compañeros de equipo. Volvía a ser la débil y tonta Sakura, la que no podía defenderse sola, la que necesitaba ser salvada.

Se dio cuenta que por mucho que quisiera, jamás omitiría lo que le sucedió, nunca. Y para ser honesta, ¿qué mujer podría? Ninguna.

La aquejaba a cada instante, en cada momento. En sus sueños, convirtiéndolos en terribles pesadillas que se repetían todas las noches, incluso cuando solo cerraba los ojos… Imágenes vívidas acudían a su mente para atormentarla constantemente. Temblaba al verse sola en la oscuridad. No solo cerrando sus ojos, sino también en los espacios, como por ejemplo cuando caminaba a altas horas de la noche por los callejones sumidos en las tinieblas. Su cuerpo reaccionaba de tal manera que sentía una presencia a su espalda, alguien que la perseguía, la acechaba desde las sombras. Acosándola, como si no quisiera dejarla en paz.

Sakura temía perder la cordura uno de esos días.

Aceleró el paso, miraba hacia atrás con ahínco, casi con frenesí. El corazón empezó a latirle rápidamente y su pulso se aceleró. La adrenalina se disparó consiguiendo que corriera llena de miedo y angustia. Su estupor por la noticia quedó relegado ante la preocupación de que él estuviera detrás de ella. El camino hacia su casa se le hizo corto. Entró dando un portazo, puso seguro y pasó la cadena a la puerta. Luego azotó la espalda contra la madera, las lágrimas empezaron a derramarse de nuevo, esta vez no hizo nada por detenerlas, ni siquiera por limpiarlas.

Dejó que su cuerpo se resbalara por la base plana y firme, mientras débiles sollozos acompañaban al chirrido de la tela siendo arrastrada por la madera.

No se contuvo, ya no más. Lloró libremente, sin temor a ser señalada ni escuchada. Creía que el llanto era el mejor medio para sacar de su sistema todo ese amargo dolor que llevaba en su corazón. ¿De verdad? ¿Era posible? Sakura llegó a la conclusión que aun cuando creara un mar con sus lágrimas, el pesar jamás se iría.

Se deslizó poco a poco hasta tocar el suelo, abrazó las rodillas contra su pecho y escondió la cabeza entre ellas. Lloró amargamente por su suerte, por su debilidad. Por darse cuenta que había pasado años perfeccionándose como kunoichi y tirándolos por la borda en un pestañeo. Su fuerza y su inteligencia habían quedado reducidas a la nada, al vuelo insignificante de una mosca. Deshonró el nombre de su maestra, todo ese entrenamiento, todo ese tiempo para nada.

Gimoteó, ahora esperaba el fruto del peor episodio de su vida, ese que la marcaría por el resto de su existencia. ¿Cómo amaría al hijo producto de…? ¡Por Dios! No podía ni siquiera pronunciarlo en su mente, no podía. Y ahora…

Soltó un sollozo desgarrador y se mordió los labios hasta sangrarlos. Debería sentir algo, pero ese dolor físico no se comparaba con el que acongojaba su alma. Con pesar se dio cuenta que existía la posibilidad de que no pudiera superarlo, no a corto plazo, tal vez nunca…

Se quedó ahí, clavada al piso, llorando su pena, su dolor y su desgracia.

¿Qué haría ahora?

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¡No suéltame! ¡Por favor! ¡Déjame! — rogó.

No era digno de un shinobi rogar, pero él le hizo algo que la dejó prácticamente fuera de combate. Su cuerpo no respondía a sus órdenes, no estaba desmayada, era consciente de todo lo que sucedía a su alrededor.

Del peso de ese cuerpo que casi la aplastaba, de su respiración, su aliento… Los besos en su cuello y sus manos.

¡No! ¡Por favor!

Su agresor emitió una risa escalofriante, parecía disfrutar de sus ruegos, de sus lágrimas y de su resistencia, su deseo por pelear. Aunque fuera inútil y él lo sabía de antemano. Estaba sometida bajo un jutsu desconocido, bajo una fuerza invisible que la dejaba completamente indefensa y a su merced.

No te preocupes, sé que te gustará — dijo él.

Estaba desnuda y expuesta. Luego…

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Sakura dio un grito.

Se levantó sobresaltada, con la respiración agitada y la piel sudorosa. El corazón le latía furiosamente lleno de angustia y desesperación. Llevó la mano a su pecho y cerró los ojos, buscó a tientas el interruptor de la lamparilla de noche. La luz la cegó unos segundos.

Se deshizo de las sábanas y se sentó en el borde de la cama. Mordió su lengua negándose a dejar escapar algún sollozo. Cerró fuertemente sus ojos, impidiendo que las lágrimas anidaran nuevamente, pero era inútil. Las imágenes eran tan vívidas que podía jurar que sentía el insoportable dolor en aquella parte de su cuerpo.

Él había sido tan salvaje, tan desconsiderado… Nunca le importó si le hacía daño, de hecho, disfrutaba sabiéndolo.

Sakura se abrazó a sí misma. Su cuerpo temblaba por los espasmos del llanto, se sentía estúpidamente débil. ¿Cuándo dejaría de doler? ¿Cuándo dejaría de importar?

Había pasado tan solo una semana desde que la Hokage había dictaminado su estado, una semana sin salir de casa, sin ver a sus amigos, sin responder llamadas. Una semana sin comer adecuadamente, sin tomar sus vitaminas. No le apetecía probar bocado y nada tenían que ver los síntomas del embarazo. A veces no entendía como era capaz de salir de la cama cada mañana cuando lo único que deseaba era cortarse el cuello con un kunai.

Su aislamiento preocupó a sus amigos, sobre todo a Naruto e Ino, eran los más insistentes. Su sensei también se pasó por su departamento un par de veces, tal vez fueron más, no estaba segura. Ella no contestó a ninguna. No tenía deseos de ver a nadie, de hablar con nadie. Se sentía lo suficientemente avergonzada como para poder verlos a la cara. La deshonra de ese acto tan atroz le impedía salir al mundo, ver a sus amigos o a sus conocidos sin sentir ganas de echarse a llorar. Permitir que la agredieran de esa manera tomando en cuenta su entrenamiento no tenía excusa.

Sabía que no debería culparse, es lo que solía decirle a las víctimas de…, de ese tipo de abusos. Pero, ¿cómo no hacerlo?

Ahora sabía la culpa que se sumaba a la impotencia. Todo iba en aumento al recordar su nivel de entrenamiento, no era una simple mujer, era una kunoichi. Debió dar más batalla, pudo hacer más.

"No, no podías. No contra él".

¿De verdad?

Sakura consideró que si hubiese estado más alerta habría contrarrestado su ataque, si hubiese sido más precavida tal vez nada de eso hubiera pasado.

"El hubiera no existe."

La realidad de esa frase la cortó tan profundamente como una katana afilada. No se confió, simplemente no podía pelear contra alguien que tenía habilidades que, a pesar de su vasto conocimiento no conseguiría compensar, pero sí tiempo para escapar. Ahora ya nada de eso importaba, aunque su cabeza no dejaba de torturarla con esas ideas.

Bajó la mirada a su vientre, una semana más y todavía no se hacía a la idea. No sabía si llegaría a quererlo, solo tenía la seguridad de que no acabaría con la vida de un ser que no pidió nacer, menos ser concebido. No tenía voz, tampoco voto. Sin embargo, ella no se sentía con el derecho de arrebatarle la vida. Esta vez no era una batalla cualquiera, no se trataba de un enemigo, aunque su padre si lo fuese.

Su corazón no podría con esa culpa, no se perdonaría a sí misma si tomaba una decisión equivocada. Respiró hondo conteniendo los sollozos, intentó tranquilizarse y miró el reloj de su mesita de noche. Eran casi las seis de la mañana, si bien no tenía nada que hacer ya no podría dormir. Decidió quedarse tumbada, descansar un poco más o por lo menos, tratar.

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Cerca de las diez de la mañana escuchó un fuerte ruido en la puerta principal.

— ¡Sakura-chan! ¡Abre la puerta o la derribaré!

El grito provenía de la inconfundible voz de Naruto, se encontraba fuera de su casa. Tal parecía había agotado su paciencia, posiblemente estaba más fastidiado por ser ignorado. Aporreaba su puerta como si en realidad tuviese intenciones de tirarla.

Sakura se asustó. La verdad era que no tenía intenciones de ver y mucho menos de recibir a nadie. Bastaba con un vistazo al espejo, todos se darían cuenta que algo andaba mal con ella, todos lo notarían… No quería que nadie supiera, pero probablemente su comportamiento empezaba a levantar sospechas. Aunque en el fondo sabía que solo era cuestión de tiempo, la realidad la alcanzaría y sería inevitable.

— ¡Sakura-chan! — exclamó nuevamente Naruto.

Incapaz de escapar, no le quedó más remedio que levantarse. Su amigo era muy capaz de tirar su puerta. Haciendo un nudo en su bata bajó lentamente las escaleras, se sentía ligeramente mareada.

— Ya deja de gritar, Naruto, molestarás a los vecinos.

La peli-rosa abrió la puerta de golpe deteniendo en seco el próximo golpe a su puerta. El rubio tenía el puño alzado, listo para seguir abollando el pórtico. Sin embargo, quedó paralizado. No solo por su tono poco amigable, sino el vacío que acompañaba a la inflexión y lo deplorable de su aspecto.

Estaba pálida y ojerosa, tenía el cabello enmarañado y la bata parecía haber sido para alguien ajeno a ella. Seguramente en algún momento calzaba bien en su cuerpo, pero ahora le quedaba demasiado grande. Estaba delgada, demasiado para el gusto de cualquier persona que conociera a la kunoichi. Tanto que sus pómulos estaban hundidos.

— Sakura-chan… — murmuró el rubio.

La persona que estaba frente a él no se parecía a la chica con la que había convivido desde niños, parecía más un fantasma. Como sin una vorágine le hubiese succionado la existencia, las ganas de vivir.

Sus hermosos ojos jade ya no tenían brillo, estaban rojos y cristalinos. La vivacidad, la sonrisa y la alegría se habían esfumado, ¿qué demonios pasó?

— ¿Qué es lo que quieres? — cuestionó secamente —. Nunca te he visto levantarte tan temprano si no hay una misión de por medio.

— Yo… — Naruto tragó saliva —, estaba preocupado por ti, todos estamos preocupados por ti — se corrigió.

Sakura se tragó una risa irónica, mezclada con un nudo y lágrimas de tristeza. ¿Acaso podía ser más mala?

— Sigo viva, Naruto.

"Desgraciadamente, sigo viva…"

— ¿Estás enferma?

La curiosidad de su amigo le hizo sonreír, Naruto jamás entendería que había cosas que no debían preguntarse porque son lógicas. Su aspecto era para que pensara tal cosa, de hecho, si lo sopesaba mejor; le resultaba conveniente.

"Estoy más que enferma, Naruto", quiso contestar.

— ¿Es por eso que no vas a los entrenamientos?

Cierto. Olvidó que todavía entrenaba con su antiguo equipo. Había dejado de lado todo eso hace varias semanas.

Sakura dejó escapar un suspiro y recobró un poco de compostura. Esbozó una sonrisa fingida para atenuar la preocupación de Naruto. No había necesidad de palabras, los orbes azules hablaban por él. Para ella su amigo siempre fue un libro abierto. Alguien en quien se podía leer las emociones como si estuvieran a flor de piel, porque él no hacía el menor intento por ocultarlo. Simplemente era honesto.

— Sí, Naruto. Estoy enferma.

Con gran esfuerzo consiguió obtener el tono de siempre. La kunoichi pensó que había sido un esmero inútil, pero por la mirada en Naruto, supo que su no fue vano. A menudo pensaba que aquella bestia no solo le arrebató una parte valiosa de su cuerpo, sino también su fuerza y vitalidad. Esa maldita bestia con el cuerpo de un hombre y el alma de una alimaña.

— ¿Has ido con la vieja? ¿Te ha visto alguien? — indagó un poco frenético —. Si no yo te llevaré con ella para que te revise.

Naruto se acercó demasiado e intentó tomarla del brazo. Sakura, presa del pánico, se apartó en un movimiento rápido esquivando todo contacto que pudiera tener. El desplazamiento fue agresivo, como una mano acercándose a la hoguera rozando el fuego hasta que arde. Así fue la reacción de Sakura.

— ¿Sakura-chan?

El rubio se sintió extrañado por la renuencia de su amiga, nunca antes había rehuido a su contacto. La kunoichi se sintió herida y culpable. Naruto no era causante de sus desgracias, ni siquiera tenía conocimiento de ellas. Su reacción estaba mal, pero fue instinto.

— No es necesario, Tsunade-sama me mandó reposo.

— Pero…

— No te preocupes, estaré bien. Gracias por venir.

Se despidió tan rápido que no fue capaz de ver la reacción de su compañero, después de todo era lo mejor. No quería sentirse más culpable, no después de haberle mentido tan descaradamente.

¿Por qué la vida tenía que ser así?