Notas:
Disclaimer: Harry Potter y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de la señora Rowling.
N/A: Muy bien, este será un Two-shot. Este primer capítulo es la introducción, el siguiente será más extenso y agradable a los ojos. Sugerencias y críticas, al igual que flammers son bien recibidos.
A Fernanda con cariño, por motivo de su cumpleaños.
— Entre quidditch y manzanas —
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Hermione acomodó su bufanda con los colores de Gryffindor alrededor de su cuello, frotó sus brazos y no evitó abotonar su capa al sentir la viento helado colarse por su cabello, el suave rose de la brisa erizó su piel produciéndole un extraño escalofrío que le corroía el interior. Detuvo el paso y desvió su atención a las montañas teñidas de gris y blanco que rodeaban Hogwarts, apartó una hebra de su cabello y una sonrisa veraniega se le dibujó en el rostro.
No entendía, a simple vista aparentaba ser un día común y corriente, quizá el aura de las montañas era especialmente más fría y menos alentadora que en otras ocasiones, pero en vísperas de noviembre no era algo que se cuestionara. Sin embargo por primera vez en mucho tiempo sentía un estremecimiento en el pecho que era incapaz de descifrar. Respiró profundamente restándole importancia, retomó el control sobre sí misma y cuando quiso reanudar el paso lo vio.
Una mueca de desagrado suplantó su antigua sonrisa y entendió el auspicio acre de minutos atrás.
—Malfoy… —murmuró cerrando los ojos con resignación— Tiene que ser una broma.
De todas las personas con las que soñaba encontrarse a diario, Draco estaba posiblemente en el último lugar, eso, si en algún momento habría tenido lugar en la lista. Tuvo de primera intención regresar al interior del castillo antes que pasar junto a él y los buenos para nada de Crabble y Goyle, pero por alguna extraña razón se quedó observándolos de forma ensimismada.
Malfoy sostenía de manera apremiante una manzana tan verde y radiante, que entre sus dedos podría jurar que daba la impresión de deslumbrar. Desde luego, Hermione ignoró el hecho de que prestaba suma atención a la manera en la que Malfoy jugueteaba con la fruta segundos antes de morderla con delicadeza, jamás imaginó disfrutar de la elegancia con la que deslizaban sus blancos dedos por la superficie hasta llevarla a sus labios.
Draco sintió una mirada sobre él e impulsivamente desvió la suya escudriñando a su costado, no tardó mucho tiempo en darse cuenta que no estaban solos. Una sonrisa presuntuosa se formó en su rostro poco antes de darle una última mordida a la manzana. Podría jurar que se mostraba… ¿complacido?
Hermione sintió su desgarradora mirada grisácea sobre ella y entonces, se percató de dos cosas: Había estado observado a Malfoy más de lo que habría considerado, y el presentimiento de esa mañana estaba lejos de estar equivocado.
—Granger, ¿te gusta lo que ves? —preguntó con la voz más pretenciosa que había escuchado en su vida. El Slytherin se incorporó y comenzó a caminar lentamente en su dirección. La pequeña Gryffindor dio un paso atrás cuando sintió su cuerpo cada vez más cerca del suyo.
—Debes estar bromeando ¿no, Malfoy? posiblemente convivir con Crabble y Goyle te han afectado el cerebro —contestó con seguridad dando un paso hacia adelante y con la cara en alto—. Aunque me sorprendería que detrás de tanto egocentrismo tuvieras uno —musitó con voz de falsa pena—. Pero no deberías preocuparte tanto; hay más de tu tipo andando por Slytherin.
Draco suprimió una risa. Para ser una simple hija nacida de muggles tenía agallas, era eso o era demasiado estúpida para contestarle. Cual quiera que fuera la razón, tenía que darle un premio por ello.
—Muy bien, Granger, desconocía tu sentido del humor. No es la gran cosa, pero para una rata de biblioteca debe ser toda una hazaña —le espetó acercándose peligrosamente. Hermione abrió los ojos con sorpresa y Draco pudo identificar un rastro de miedo corriendo en su reflejo—. ¿Qué pasa, Grenger? ¿Te asusta tenerme cerca? ¿O quizá te pongo nerviosa? —sonrió con malicia— Pero no te sientas mal, no eres ni la primera ni la última mujer que le pasa.
—Ni en tus sueños, Malfoy —susurró la Gryffindor arrastrando su apellido—. Debería estar tremendamente loca para pensar en ti como alguien interesante y atrayente, pero espera —dijo haciendo una pausa, se acercó un paso más acortando el poco espacio personal que le quedaba—, quizá si te considere… cuando quiera investigar a subnormales.
—No me importa lo que pienses, Granger —la tomó por los hombros de forma ruda arrancándole un quejido de dolor, Draco la miró y murmuró con voz lenta y agria—. Realmente no puedo esperar buen gusto de una sangre sucia inmunda como tú.
Hermione sintió como el Slytherin soltó su cuerpo con violencia y alzó la vista con indignación. Lo odiaba… Malfoy arqueó una ceja y en su rostro se acrecentó la viva imagen de la soberbia.
—Pero no vayas a llorar, sangre sucia, no te he dicho nada que no sepas —soltó con desdén—. A menos que hayas olvidado tu lugar junto a los elfos domésticos.
—Eres un estúpido —dijo ella antes de darse la vuelta con repulsión, comenzó a caminar de manera estrepitosa ocultando las lágrimas que comenzaban a desbordarse por la comisura de sus ojos. Ya estaba acostumbrada a sus desplantes, a las constantes ofensas de su parte y sin embargo cada una de sus palabras conseguían herirla sin mucho esfuerzo, estaba por entrar al castillo cuando escuchó una voz tras de su espalda.
—¡Granger! —la llamó con un susurro apenas audibles, lo suficiente bajo para los dos pero igual de fuerte para detenerla, Hermione cesó los pasos y dudó tres veces antes de convencerse en voltear a mirarlo. Estuvo a punto de soltar una maldición pero guardó silencio al ver a Draco sosteniendo la manzana a medio morder en su dirección; la incitaba, como una invitación a tomar lo que sostenía con malicia. La misma sonrisa presuntuosa de un principio apareció para murmurar— ¿La quieres? Es toda tuya. Sólo tienes que venir por ella.
Hermione sintió las mejillas arder y sin despegar la vista de él, supo que nunca en su vida había sido tan humillada como en ese momento. El Slytherin la miró correr de vuelta al castillo y se sintió satisfecho, había cumplido con su tarea de hacer miserable a Granger. Draco se dio la media vuelta y al morder por última vez su manzana, esta le supo más dulce de lo que imaginaba.
Sonrió al recordar la manera en la que Granger le había mirado y creyó reconocer el brillo… el mismo destello que él tenía cuando la vio por primera vez, cuando vio correr la fruta verde desde el vagón de la pequeña Gryffindor hasta sus pies, la primera vez que probó algo extrañamente dulce, antes, mucho antes de descubrir la impureza de su sangre.