PRÓLOGO
289 A.L. – Mar del Ocaso, frente a las costas de Lannisport.
El día era tan gris como un mal recuerdo, el viento soplaba con fuerza y la lluvia era inminente. Lord Eddard Stark, Señor de Invernalia y Guardián del Norte, estaba sobre la cubierta de la Furia sintiendo como el barco se mecía bajo sus pies con cada embiste de las olas.
La nave insignia de la Flota Real era una nave formidable, capaz de maniobrar en medio de los traicioneros arrecifes de las costas de las Tierras de las Tormentas y al mismo tiempo resistir casi todo lo que le lanzaran en medio de una batalla naval, pero aun así una tormenta era un asunto delicado incluso para el mayor de los barcos de guerra.
"Los dioses deben ser muy crueles si he viajado durante tanto y tan lejos solo para morir ahogado por una tormenta" pensó, moviendo la cabeza de un lado al otro. "No, si llego a morir será peleando con los hijos de hierro. Para eso es para lo que vine."
Dos meses ya habían pasado desde que aquel cuervo había llegado a Invernalia, anunciando el inicio de una nueva rebelión y separando a Eddard de su joven familia. Dos largos meses en los que gran parte del tiempo lo ocupaba pensando en que estaban haciendo Robb y Jon, su pequeña Sansa y su amada Cat.
Quizás Sansa era aún demasiado pequeña como para notar su ausencia, pero sus hijos varones ya tenían la edad suficiente como para hartar a Lady Stark con preguntas de la guerra. La propia Catelyn debía estar visitando obsesivamente el Septo de Invernalia, no solo rezando por su esposo sino que también por su hermano y tío, quienes también habían acudido al llamado a las armas del Rey.
Lo que más preocupaba a Ned era que Jon Nieve estaba a cargo de ella. Solo podía rezar a los dioses para evitar que algo malo ocurriera en su ausencia. Dejar el Norte había sido algo que en otras circunstancias no hubiera hecho, pero no podía fallarle a Robert. Lo único que le consolaba era que estaba seguro que el maestre Luwin haría todo lo posible para ayudar a Cat con el gobierno de Invernalia.
Los pensamientos de Ned fueron interrumpidos cuando un lancero le comunicó que el Rey lo esperaba bajo la cubierta. Tras agradecer al hombre Eddard empezó a caminar y se sintió un poco más cómodo al sentir el cambio de temperatura entre la superficie y el interior del barco.
Tras desplazarse unos metros llegó a una puerta custodiada en sus puertas por dos guardias reales. Le pareció reconocer a Ser Arys Oakheart y a Ser Preston Greenfield, quienes tras saludarlo le permitieron el paso. Al entrar Eddard observó a aproximadamente una veintena de hombres sentados en una mesa, con un hombre inmenso de ojos azules y pelo negro en la cabecera.
Estaba un poco más gordo y con algunas arrugas alrededor de sus ojos, pero la fiereza y el vigor que habían destacado a Robert Baratheon desde su niñez continuaban en su cuerpo. En ese instante su voz resonó estruendosamente.
-¡Ned! pedazo de imbécil, ¡no te quedes ahí parado con esa cara de muerto! ¡Ven y abraza a tu mejor amigo! –gritó felizmente. La sonrisa que se veía en su cara le hacía ver más joven y trajo muchos buenos recuerdos de su infancia al norteño.
-Alteza, pongo las espadas del Norte a vuestra disposición -saludó Ned, sin poder evitar sonreír. Aunque su amigo fuera ahora el rey parecía que había cosas que no habían cambiado.
Robert de la Casa Baratheon, Rey de Poniente y Señor de los Siete Reinos, se levantó de su asiento y abrazó a Ned con tal fuerza que su espalda se quejó del dolor. Tras soltarlo e indicarle el asiento a su derecha para que se sentara, Eddard pudo observar al resto de los hombres en la mesa.
Hombres de todo Poniente habían acudido a defender al reino de los ataques de los hijos del hierro, liderados por el llamado Rey Balon. El Greyjoy habían aprovechado la caída de los Targaryen para proclamar la independencia de las Islas de Hierro, iniciando una ola de pillajes y saqueos a lo largo de la costa oeste del continente desde la Isla del Oso en el Norte hasta la Ciudad de los Tablones en Dorne.
Balon Greyjoy tenía la esperanza que el dominio de Robert sobre el Trono de Hierro fuera más débil de lo que parecía y que la nobleza no le prestaría apoyo para responder al ataque. Sin embargo también se preparó para el caso contrario, incendiando en un ataque sorpresa la flota Lannister del Oeste, la única fuerza lo suficientemente cercana como para detener el avance de la Flota del Hierro.
Sin ese obstáculo los krakens no encontraron resistencia en el avance de sus barcoluengos.
Todo iba de maravilla para los Greyjoy, quienes veían como las antiguas costumbres estaban volviendo en gloria y majestad. Pero el éxito de su rebelión dependía de que los señores de Poniente no apoyaran al nuevo rey en el Trono de Hierro… y la respuesta de tales nobles fue la contraria. Prueba de ello eran los grandes señores que estaban sentados en esa misma mesa.
Lord Stannis Baratheon y Ser Barristan Selmy -Señor de Rocadragón y Lord Comandante de la Guardia Real respectivamente- eran los más cercanos al Rey aparte de Ned. A lo largo de la mesa reconoció encabezando a los Señores del Oeste al mismísimo Lord Tywin Lannister, con aquella mirada orgullosa y calculadora que lo caracterizaba. Su hijo Ser Jaime de la Guardia Real guardaba junto a otras tres capas blancas los rincones de la cabina.
El pelirrojo Lord Redwyne, el severo Lord Tarly y el gordo Lord Tyrell lideraban a los señores del Dominio. Lord Yohn Royce era quién dirigía a las fuerzas del Valle frente a la ausencia de Lord Arryn, quién se había quedado gobernando la capital como Mano del Rey. Lord Jason Mallister cumplía un papel parecido representando a Lord Tully, el Señor de las Tierras de los Ríos y suegro de Ned. Otros señores incluían a uno de los hijos de Lord Hightower de Antigua; al joven Lord Dondarrion y al robusto Lord Swann por las Tierras de las Tormentas; a Lord Velaryon y a un par de señores menores de las Tierras de la Corona… y finalmente a un hombre que Eddard no había esperado volver a ver.
Lord Allem Dayne era un hombre alto y de rasgos afilados, mayor que Ned por unos pocos años. Tenía el pelo rubio casi platinado y ojos violetas parecidos a los de los miembros de la Casa Targaryen, como muchos otros Dayne antes que él. Tenía la reputación de ser un hombre justo y honorable, pero un aire de tristeza lo rodeaba. Lo peor es que Ned era uno de los causantes de dicha melancolía.
"Ashara" pensó, recordando dolorosamente a la doncella que había conocido en el ya lejano Torneo de Harrenhal, donde todo había empezado.
Ashara Dayne, hermana del legendario Ser Arthur y el propio Lord Allem. La dorniense había sido una de las doncellas de la Princesa Elia que la había acompañado al torneo, coincidiendo en dicho evento con el propio norteño y la mitad de la nobleza de Poniente. La había visto por primera vez en la Sala de las Cien Chimeneas, bailando con media docena de compañeros durante aquella larga noche en el castillo de Harren el Negro.
Eddard nunca se había sentido tan nervioso como antes de compartir aquel baile con ella, pero tras empezarlo dicha inquietud pronto había sido reemplazada por felicidad. Además de ser la doncella más bella del reino, Lady Ashara era una mujer alegre y cortés, riéndose de sus bromas y preguntándole educadamente sobre su vida en el Valle de Arryn. Para cuando terminó el baile Ned podría haber asegurado que estaba enamorado.
Pero bueno, las historia de amor asó solo pertenecían al mundo de los cuentos.
"¿Cómo pudiste Brandon? Sabías lo que yo sentía por ella…" pensó amargamente, intentando en vano alejar de su cabeza a su difunto hermano mayor.
La última vez que vio a Ashara Dayne estaba de luto, convertida en un fantasma de aquella mujer a la que había conocido en Harrenhal. La Rebelión había sido especialmente cruel con ella, perdiendo en poco tiempo a su mejor amiga, la Princesa Elia; a su hermano, la Espada del Amanecer… y a la criatura que llevaba en su vientre, la cual había nacido muerta.
Eddard nunca se sintió tan avergonzado como cuando le devolvió Albor a su familia. Lord Allem le había agradecido, nombrándolo un verdadero hombre de honor. Pero Ned no podía encontrar honor en haber matado al hermano de la mujer que había amado.
Y por supuesto que Ashara tampoco se sentía mejor, lo había demostrado pocos días después saltando desde la torre más alta del castillo.
Habían pasado cuatro años ya desde el fin de la Rebelión y el recuerdo de ella continuaba presente, por ello se detuvo al observar a Lord Dayne y se sintió incómodo al articular palabras para saludarlo. La última vez que se habían visto en Campoestrella había sido una ocasión marcada por la tragedia y estaba seguro el dorniense no la había olvidado…
Porque él tampoco lo había hecho, y quizás nunca lo haría.
Tras sentarse, la discusión que los presentes estaban teniendo antes de su llegada se reanudó.
-Explícame algo Stannis ¿Cómo piensas vencer a los Greyjoy en medio del océano? No soy un cobarde, pero hay que ser tonto para no darse cuenta de que ellos tienen más barcos que nosotros. -dijo el Rey a su hermano.
-Es cierto tienen más barcos, pero los nuestros son más grandes, lo que es mucho más importante para el plan en el que he estado pensando. –dijo Stannis, haciendo rechinar los dientes mientras mantenía una expresión de ira contenida en su cara.
-¿Y cuál es ese plan? -preguntó Lord Redwyne, curioso por el papel que le tocaría a su flota en la batalla. El Señor del Rejo poseía él solo más barcos que la propia Flota Real y por eso su aporte era vital.
-A eso iba. -respondió el hermano del Rey, observando con odio al hombre que había mantenido el asedio de Bastión de Tormentas durante la rebelión. -Tenemos tres flotas: la de Rocadragón, la Flota Real y la vuestra. Planeo dividir la totalidad de los barcos en dos grupos. Uno de ellos se dirigirá hacia el sur del estrecho entre Isla Bella y el continente donde la Flota del Hierro se encuentra… y entablará combate con ella.
-Pero eso es absurdo. –respondió el Señor del Rejo, casi escandalizado- La Flota del Hierro es tan grande que puede vencer a nuestras fuerzas o huir por el estrecho si es que las cosas se les ponen difíciles. Podrían reagruparse en mar abierto, listos para hundir cualquier flota que trate de transportar algún ejército a Pyke.
-Todavía no termino de explicar el plan. –respondió el Baratheon, irritado.- La otra mitad de nuestras naves rodeará Isla Bella hasta llegar al mismo estrecho pero por el lado norte. Mientras la Flota de Hierro pelea con nuestros barcos del lado sur, el segundo grupo sorprenderá a la Flota de Hierro por la retaguardia, cortándoles de paso cualquier posibilidad de retirada. Si el plan funciona la Flota de los Greyjoy quedará destrozada y el camino a Pyke libre.
Esta explicación fue seguida con murmullos de aprobación de varios de los presentes, incluso el Rey pareció de acuerdo por el plan de su hermano.
-Es un plan arriesgado, pero creo que tendrá éxito -dijo Lord Tywin, sin levantar la voz pero haciendo que todos los presentes se callaran para escucharlo. –Los Greyjoy son tontos e impulsivos, así que atacarán a los primeros barcos sin pensarlo dos veces. Entre el caos del combate no se darán cuenta de la trampa hasta que sea tarde y a partir de entonces ganar la batalla será muchísimo más fácil.
La aprobación de Lord Lannister terminó con cualquier atisbo de duda de los presentes sobre el plan de Stannis, incluyendo a Ned.
-¿Alguien que esté disconforme? –preguntó Robert, que tras la negativa de los señores continuó hablando. –Entonces seguiremos el plan de Stannis. Si es que tiene éxito, espero desembarcar en las islas antes de que la luna cambie. Pasaremos por la espada a la mayoría de los hombres de hierro, pero si el rey kraken dobla las rodillas lo perdonaré… para que recuerde toda su vida que fue derrotado. Así impediremos cualquier otra rebelión mientras yo viva, tanto de los Greyjoy como de cualquier familia que aún extrañe a los dragones.
Todos los señores presentes asintieron, incluyendo a Ned. Sin embargo el norteño notó cierta incomodidad tanto en los señores del Dominio como de Lord Dayne frente a las palabras de Robert. Las heridas de la rebelión seguían siendo demasiado recientes para aquellos que habían peleado por los Targaryen.
"Y para los que peleamos por Robert también."
El Rey dio por terminado el concejo, levantándose y caminando hacia la cubierta de la nave. Los guardias reales y Ned le siguieron, además de Lord Lannister, Stannis y Lord Redwyne.
-Alteza –comenzó Lord Tywin tras alcanzar al Rey mientras caminaba por la cubierta del barco. El viento hacía ondear la capa roja del Señor de Roca Casterly mientras comenzaban a caer las primeras gotas de lluvia desde el cielo.
-¿Que sucede Lord Tywin? –preguntó Robert irritado. -¿No os agrada el plan de mi hermano?
-No alteza, no tengo ningún reparo al plan de Lord Stannis. –respondió el Lannister, sin la menor inflexión de voz. – Lo que quiero es que me permitáis encabezar el ataque contra Pyke. Los hombres de hierro asesinaron a mis hombres en Lannisport, por lo que creo que me corresponde venganza. Un Lannister siempre paga sus deudas.
- Si, ya conozco ese dicho- respondió impacientemente Robert, sin girarse para mirar a su Guardián del Oeste mientras observaba el horizonte.- No lo toméis a mal Lord Tywin, pero yo seré quien liderará el ataque al castillo de los Greyjoy. No porque dude si sois capaz de hacer sufrir a los hombres de hierro, sino porque quiero ser yo quien haga caer las murallas de Pyke.
Volver a combatir y matar era algo que ponía ansioso al rey, la sonrisa que acudía involuntariamente a su rostro cuando pensaba en ello era una prueba irrefutable. Robert quedó absorto en sus pensamientos por un par de segundos antes de seguir hablando.
-Pero tampoco quiero separar a un hombre de su venganza. –el rey puso una cara seria, una cara que Ned nunca había visto antes de la rebelión. "Una corona puede cambiar hasta al más alegre de los hombres" pensó el norteño, mientras su amigo de infancia continuaba hablando.
-Puerto Noble también está en Pyke, pero al otro extremo de la isla. Quiero que vos y vuestros hombres se encarguen de volverlo cenizas mientras los míos, los norteños de Lord Stark y los dornienses de Lord Dayne derriban el castillo de los malditos Greyjoy.
"¿Qué?"
Antes de que Ned o Tywin pudieran decir cualquier cosa el Rey continuó.
-Ser Barristan y Lord Mallister invadirán Viejo Wyk. Los señores del Valle y Stannis harán lo mismo con Gran Wyk y Harlaw. Lord Redwyne y Lord Tarly no encontrarán mucha resistencia al avanzar sobre las islas más pequeñas, incluso con el imbécil de Lord Tyrell liderándolos. –Robert se río por un momento por su comentario antes de continuar. -Pero sois vos quién quiero que se encargue de Puerto Noble, es el pueblo más grande de las islas y creo que se merece un tratamiento… especial.
"Quiere que Lord Tywin haga que los hombres de hierro sientan lo que sintieron los Reyne." pensó Ned con sentimientos encontrados. Lo que el Señor de Roca Casterly había hecho con sus vasallos era algo extremo, ¿pero acaso los Greyjoy se merecían algo mejor? Los últimos meses habían saqueado y violado a lo largo de toda la costa oeste de Poniente, incluyendo a los propios vasallos de los Stark.
-¿Asumo que son vuestras ordenes finales, Alteza? –preguntó Lord Redwyne, quién había escuchado junto al resto de los hombres el monólogo de Robert.
-Lo son. Ser Barristan, informadle al resto de los señores sus respectivos papeles en el plan. Stannis, junto con Lord Redwyne encárgate de que la flota esté lista y de que pongan el plan en marcha lo antes posible. Lord Tywin, creo que ya está todo dicho, dejadme con Ned. –ordenó el Rey con un tono de voz que no admitía replica.
Los aludidos asintieron y se retiraron, dejándolo solo con el rey. Ned estaba pensando en que decir cuando este empezó a hablarle.
-Ned, no sabes cuánto me gustaría hablarte de han crecido nuestras familias y de cuantas estupideces hemos hecho en estos años sin vernos, pero lamentablemente tenemos temas más urgentes, ¿Qué opinas del plan de Stannis? –dijo el rey, nuevamente con aquella expresión seria totalmente atípica en su persona.
-Alteza… -empezó Ned.
-¡Por los dioses… llámame Robert! Ya tengo que soportar a la tropa de imbéciles en la capital, no quiero que mi mejor amigo me diga así también –lo interrumpió. –Y no empieces a justificarte diciendo que ahora soy rey, entre nosotros hay mucho más eso. ¿Acaso te olvidas de cuando éramos unos mocosos que pasaban ensuciando el Nido de Águilas?
-Lo recuerdo –sonrió Ned. -Jon una vez me dijo que nosotros dos juntos éramos capaces de ensuciar más el castillo que todos los niños del Valle juntos. Sé que quieres hablar sobre la guerra Robert, pero respóndeme otra cosa antes ¿Cómo están Jon y Lysa?
-Están bien. Lysa se recuperó de su último aborto y ahora está embarazada nuevamente. Le ordené al Septón Supremo que encendiera medio centenar de velas para que el bebé logre sobrevivir esta vez. En cuanto a Jon, lo ha hecho de maravilla como Mano del Rey. La paz que hay en el reino se la debemos a él.
-¿Estoy escuchando algo parecido a humildad saliendo de tu boca? –bromeó el norteño.
-No es humildad, es realidad. –replicó Robert, aún serio. Movió su cabeza de un lado al otro. –Soy el guerrero más fuerte de los Siete Reinos, pero no fui hecho para estar todo el día sentado en un trono. Si supieras lo imbéciles que son algunos aduladores, o lo largas que son las reuniones del consejo… uh, digamos que si no fuera por Jon sería un rey tan malo como Aerys.
-Nadie puede ser tan mal rey como Aerys -respondió Ned, su sonrisa esfumada mientras observaba el océano. Por un instante recordó a su padre y hermano, muertos en Desembarco del Rey por órdenes del Rey Loco.
"Invernalia era de mi padre y Brandon debería haberla heredado. Él debería haberse casado con Cat y haber tenido a mi familia. Todo lo que ahora tengo es porque a él lo asesinaron, ¿Qué hubiera sido de mí si eso no hubiera pasado?"
Pero Ned sabía que no podía seguir pensando en ello… por lo menos por ahora.
-Creo que el plan de Stannis es el mejor que tenemos, así que no veo motivos para no seguirlo.
"Pero eso no significa que este entusiasmado por él."
-¿Y por qué estás insatisfecho con él? -preguntó Robert, como si hubiera adivinado sus pensamientos. -¿Qué es lo que te molesta?
-No estoy insatisfecho con el plan de Stannis. Es otra cosa que la que me incomoda...
-¿Qué? –preguntó curioso.
-Tú sabes lo que pasó con Brandon y Ashara en Harrenhal y también sabes que tuve que matar a Ser Arthur al final de la Rebelión, causando que Ashara se… se lanzara desde una torre. –comenzó Eddard, deteniéndose por lo incomodo que le resultaba hablar de ello. -¿No crees que es una mala idea hacerme pelear junto a su hermano?
Robert quedó absorto en sus pensamientos antes de responder, con una extraña expresión de confusión en su rostro. –La verdad no me creerías, pero le estoy haciendo caso a una corazonada… o más bien a un sueño.
Ahora era turno el turno de Ned de quedar incrédulo. -¿De verdad me estás diciendo que tomaste una decisión siguiendo un sueño?
-En parte, sí. –admitió Robert, sin embargo abandonó su expresión de confusión para volver a la seriedad. –Pero no solo por eso. La rebelión quedó atrás e incluso el imbécil de Mace Tyrell está con nosotros ahora, ¿Por qué te sería tan difícil pelear junto a Lord Dayne? ¿Acaso hay mala sangre entre tú y él?
-No lo sé. –respondió Eddard, sinceramente. -Se mostró bastante agradecido cuando le devolví Albor, llamándome un hombre de honor… pero eso fue antes que sucediera lo de Ashara.
El dolor le obligó a bajar la vista al nombrar lo último, hay cosas que incluso años después siguen siendo casi imposibles de soportar. Robert se dio cuenta de ello.
-¿La querías? ¿Incluso tras lo de Brandon? –preguntó.
-Incluso tras lo de Brandon. –confirmó Ned tristemente.
Se quedaron en silencio por unos instantes, hasta que Robert le palmoteó la espalda.
-No hay nada que podamos hacer por los muertos Ned, lo sabes tanto como yo. Así que por lo que más quieras, intenta dejar el pasado atrás. No quiero que te pase lo mismo que a mí con Lyanna. –el rey bajó la vista. –Hasta el día de hoy mato a Rhaegar cada noche por lo que hizo con ella. Tú eres mejor que eso Ned.
"No estoy tan seguro mi amigo" pensó el Stark amargamente.
-¿Entonces no cambiarás tu plan?
-No amigo mío, no lo haré. –respondió el Baratheon, poniendo una mano sobre su hombro. –Te hará sentir un poco mejor confirmar que los Dayne no te odian… y si lo hacen, no tendré problema en organizar que le suceda un accidente a Lord Allem, te asombraría lo fácil que suceden esas cosas en una guerra.
-¿Es en serio?
-Por supuesto que no idiota, sé que el honorable Ned Stark jamás aprobaría algo así. –respondió el rey, riendo frente a su expresión. –Si es que aún te odia, para tu suerte Campoestrella está en Dorne. Cuando la guerra termine no se volverán a ver jamás y tendrás bastante tiempo para olvidarte de los Dayne estando en Invernalia entre los brazos de tu esposa.
"Si supieras que Catelyn piensa que Jon es hijo de Ashara…" pensó por un instante, pero rápidamente alejó ese pensamiento de su cabeza. Pensar en Jon era peligroso, sobre todo considerando a quién estaba a su lado.
-Entonces no hay nada más que hablar, Robert. –dijo rápidamente. No estaba totalmente convencido de las palabras del Baratheon, pero aun así se sentía agradecido por ellas.
-No, no lo hay. –respondió el rey, casi cansado. –Ve a descansar Ned, pronto tendremos muchos hombres de hierro que matar si es que el plan de Stannis tiene éxito.
-Lo tendrá - dijo Ned, intentando sonreír. –Él es el hermano inteligente.
La tierra se estremeció cuando las máquinas de asedio lograron su objetivo, destrozando la torre que coronaba la muralla sur de Pyke. El estruendo que causó la torre al caer aturdió tanto a los atacantes como a los defensores del castillo, pero aun así Ned pudo percatarse de la abertura que se había formado hacia el interior del castillo.
"Llegó el momento" pensó, apretando Hielo entre sus manos.
Thoros de Myr, el sacerdote rojo de la espada llameante y compañero de borracheras del Rey, avanzó primero a través del sendero de escombros y cuerpos aplastados. A pocos metros de distancia le siguió Jorah, único hijo de Lord Mormont.
-¡Robert, por el Rey Robert!- gritó el myriense al atravesar con su espada en llamas a un hombre de hierro.
-¡Invernalia, Stark! –fue la respuesta del heredero Mormont al matar a otro kraken.
Pronto los gritos de "¡Pyke, Greyjoy!" y aquellos de los del resto del ejército de Robert se les sumaron, pero casi de inmediato dieron paso al sonido del acero el contra acero, a las maldiciones y gritos de agonía de los hombres, y al sonido de las flechas y proyectiles volando por el aire, acertando tanto a invasores como a hombres del hierro.
Ned se abrió paso a través de sus hombres con Hielo en sus manos. La espada valyriana era ligera pese a su inmenso tamaño y cálido el tacto de su empuñadura al lanzar el primer golpe contra uno de los defensores del castillo. El hombre de hierro atacado por Eddard no tuvo oportunidad, la espada atravesó cota de malla, cuero, carne y hueso. Estaba muerto antes de desplomarse al suelo.
El norteño se dio vuelta justo cuando un lancero intentó ensartarlo. Las lanzas son buenas armas contra los jinetes, pero él iba a pie y no tuvo mayores problemas para esquivarla. Tras hacerlo avanzó un par de pasos y ocupó a Hielo para cortar el brazo del hombre, quién ni siquiera alcanzó a reaccionar antes del ataque de Lord Stark.
La batalla crecía a medida que más hombres se unían a ella. Eddard pronto distinguió entrando al combate a un hombre enorme, ocupando un martillo de guerra tan grande como él y una armadura coronada con la cornamenta de un ciervo.
El rey reía mientras mataba, los pocos hombres de hierro que intentaban contraatacarlo eran rápidamente detenidos por las capas blancas que rodeaban a Robert. Ned vio como un hombre de hierro armado con un hacha intentó atacar al Baratheon… solo para encontrarse con la espada de Jaime Lannister, quien tras el intercambio de un par de golpes le decapitó limpiamente.
Robert destrozó la cabeza de un soldado de la Casa Botley con su martillo, quedando libre de enemigos alrededor de él. Pero en vez de esperar a que el resto de su ejército alcanzara su posición, el Baratheon se lanzó solitariamente al choque de una multitud de defensores sedientos de sangre que surgía desde el interior de Pyke.
Ned, Jorah Mormont, Thoros de Myr, Jory Cassel, la Guardia Real y unos pocos soldados más llegaron justo antes de que el rey fuera sobrepasado por el número de enemigos al que se enfrentaba. Con un esfuerzo titánico y la muerte de buenos hombres lograron contenerlos. Tras unos segundos que parecieron horas el resto del ejército comenzó a traspasar las murallas por el agujero hecho por las máquinas de asedio, aprovechando de tomar y abrir las puertas de la muralla exterior.
Fue entonces cuando la batalla final para tomar el castillo realmente empezó…pero no pintaba bien.
Ned observó con preocupación que tras la sorpresa inicial, los hombres de hierro estaban haciendo retroceder a las fuerzas de Robert. Vio como un guardia real caía herido y debía ser retirado del combate por uno de sus hermanos, mientras varios de sus propios vasallos caían ante los Greyjoy y sus soldados.
"Son demasiados, Robert debería haber esperado un poco más antes de entrar" pensó, sabiendo que ya era demasiado tarde para retirarse. Los dos hombres del hierro con los que peleaba en ese instante eran prueba de ello.
Un hombre de la Casa Bywater que combatía a su lado perdió una mano por el hachazo de un Greyjoy. Pero antes de que el kraken pudiera terminar con el soldado, este sacó un puñal con su otra mano y lo clavó en su abdomen en medio de las uniones de la armadura, matándolo. El soldado Bywater miró hacia Ned y con una muda disculpa se retiró hacia la retaguardia apenas conteniéndose por el dolor.
Tras matar a los dos soldados con los que estaba peleando Ned quedó libre de enemigos, lo que le permitió observar el resto de la batalla Todavía no era totalmente desesperada, pero Ned empezaba a ver como algunos de sus hombres dudaban antes de unirse a la carnicería, estorbando al mismo tiempo a quienes estaban detrás de ellos y si querían pelear.
Robert ya no reía mientras peleaba, el esfuerzo de la batalla obligándolo a concentrarse completamente en respirar y golpear. El rey debía estar maldiciéndose a si mismo al darse cuenta de que ya no era tan joven como cuando se convirtió en el Demonio del Tridente.
Incluso hubo una ocasión en la que su martillo quedó atrapado en el cuerpo de un hombre del hierro, sin alcanzar a levantarlo antes de que otro enemigo lo atacara. Robert hubiera muerto si no fuera por la intromisión de Ser Barristan en el último segundo.
Ya está, era el punto de quiebre.
-¡Robert! –gritó tras acercarse a él.
-¡Ned! –respondió el Baratheon, golpeando en el pecho a un hombre del hierro antes de continuar. -¿Qué batalla no?
-Una que podemos perder. –respondió el Stark sin la menor sonrisa. –Los Greyjoy no pueden reemplazar a sus muertos y nosotros tenemos a miles de hombres esperando afuera de las murallas. Toca la retirada Robert, podemos tomar Pyke en un segundo intento.
-¿Retirarnos? ¡Bah, casi los tenemos Ned! –respondió el rey, casi entretenido por sus palabras. -¿Qué emoción habría en abandonar ahora y tomar el castillo en un segundo asalto?
-¡No quiero emociones Robert! ¡Quiero sobrevivir y volver a ver a Catelyn y mis hijos!
-Alteza, Lord Stark tiene razón. –se inmiscuyó Ser Barristan, la armadura y capa blanca del anciano caballero teñida de roja por la sangre de sus enemigos. –Perderemos más hombres si seguimos con el ataque, es prudente retirarnos y volver a intentarlo después.
-¡A la mierda con la prudencia! ¡Llevo cuatro años engordando en ese maldito trono y no van a alejarme de una batalla ahora! –rugió el rey, antes de dejar atrás a ambos hombres para seguir peleando. -¡Mueran malditos krakens!
"Si seguimos así los que van a morir somos nosotros" pensó Ned sombríamente, preparándose para ayudar a su amigo. Pero antes de que pudiera hacer cualquier cosa un sonido agudo sobresalió entre aquellos sonidos del combate, anunciando la entrada de otro grupo a la batalla.
Ned se giró y confirmó sus sospechas, el sonido provenía de trompetas. Un grupo de jinetes las estaba haciendo sonar para que los soldados delante de ellos despejaran el camino hacia los hombres de hierro, contra los cuales pretendían cargar. Se lo hizo saber a Ser Barristan, quién asintió y le ayudó a apartar a sus hombres.
-¡Muévanse si no quieren ser arrollados! ¡Llegó la caballería! –le gritó a sus soldados, quienes se giraron y se apresuraron a despejar el camino para los caballeros. Había estandartes de varias casas, pero ninguna tan abundante como los de los Dayne. El propio Señor de Campoestrella era quién lideraba a la hilera de jinetes.
Unos segundos después los caballeros comenzaron a avanzar en una línea compacta que no dejaba ningún espacio exceptuando uno pequeño donde estaba Robert. Los Greyjoy no tuvieron oportunidad, siendo atravesados por los jinetes como mantequilla caliente por un cuchillo.
Fue entonces que los hombres de hierro perdieron cualquier esperanza de rechazar al ejército de Robert. Los pocos defensores que aún quedaban con vida se retiraron entre muchas pérdidas hacia el interior de Pyke.
La lucha dentro del castillo fue aún más sangrienta. Los krakens hicieron pagar caro a los hombres del Rey cada metro ganado, pero la ventaja numérica era demasiado grande. Una hora después solo el Salón del Trono de Piedramar y las propias habitaciones de Lord Balon continuaban en poder de los Greyjoy,
La batalla estaba ganada. Pero aún debían terminarla y para ello debían someter a Lord Balon.
-¿Ves que no era necesaria tanta prudencia? -río Robert, mientras un ariete terminaba con la resistencia de las puertas del Salón del Trono. Ned no respondió.
"Si no fuera por la carga de caballería podríamos estar muertos." pensó sombríamente.
Aferró con más fuerza a Hielo frente a la inminente caída de las puertas. A su alrededor una veintena de ballesteros estaban listos para matar a cualquiera que saliera por ellas.
Finalmente cedieron. Los hombres de Robert estaban por irrumpir por ellas cuando se escuchó un grito desde el interior.
-¡Alto! ¡Nos rendimos!
-¿Quién habla? –preguntó Eddard con su voz de señor.
-¡Raff Pyke! ¡Capitán de los guardias!
-¿Está Balon Greyjoy de acuerdo con rendirse?
-No tenemos otra opción, solo pedimos piedad.
-Entonces suelten vuestras armas, vamos a entrar. –dijo Robert. –Cualquiera que aún tenga una en sus manos recibirá una flecha en la cara como regalo, ¿entendido?
El guardia respondió afirmativamente, tras lo cual se escuchó una espada golpeando al suelo. Pronto la misma acción fue replicada por los hombres de hierro restantes.
Robert entró al salón escoltado por Ser Barristan y Ser Jaime, seguido unos pasos atrás por Eddard y una docena de ballesteros. El salón se mantuvo en silencio hasta que el Rey Baratheon llegó hasta el mismísimo Trono de Piedramar, donde el Rey de las Islas de Hierro se encontraba.
Balon Greyjoy se encontraba sentado en su trono, observando con odio con al Baratheon y sus compañeros. Solo cuando Robert estuvo a un par de metros levantó la vista y lo miró a los ojos, esperando resignado lo que Robert tuviera que decirle… o hacerle.
-Greyjoy.- La voz de Robert era profunda y cargada de desprecio.- Tus ejércitos están destruidos, tus vasallos derrotados y tus familiares muertos o prisioneros. ¿Entiendes ya lo imbécil que fuiste al traicionar al Trono de Hierro…o tu cabeza tendrá que conocer a mi martillo para que lo hagas?
-Podrás tomar mi cabeza ´-respondió Balon Greyjoy con una voz cargada de veneno- Pero no puedes llamarme traidor. Nunca un Greyjoy hizo un juramento a un Baratheon.
Frente a tal respuesta Robert se echó a reír.
-Hazme un juramento ahora, o pierde esa cabeza terca que tienes. Soy tan generoso que si lo haces incluso seguirás siendo el Señor de las Islas de Hierro. Tú decides.
El Greyjoy se quedó en silencio por un instante, como si estuviera tentado a no hacer el dichoso juramento… pero solo fue un momento. Balon suspiró y tomó su corona de madera entre sus manos.
-Has ganado, oh Rey Robert. –anunció derrotado, dejando en el suelo la corona - Doblaré la rodilla.
-Muy bien Lord Greyjoy, eso es lo que quería escuchar. –Esperando que el Greyjoy se arrodillará delante suyo antes de continuar. –Obviamente esto no significa que saldrás impune lo que causaste. Tú y tu gente deberán pagar por vuestros crímenes… pero sobre todo tú, quien comenzó con toda esta estupidez.
-¿Qué puedes quitarme además de mi vida? –replicó Lord Balon amargamente desde el suelo. -Tú mismo lo dijiste: mis hijos están muertos, mis hermanos capturados y mis ejércitos derrotados ¿De verdad crees que me importa morir o seguir viviendo?
-Lo que quieras no me preocupa en lo más mínimo. Solo quiero asegurarme de que no me des más problemas. –Robert giró por un segundo para observar a Ned y le guiñó un ojo antes de seguir. -Lord Mallister mató a tu hijo mayor en Varamar y otro murió aplastado cuando cayó la muralla de tu castillo… pero entiendo que tienes otro hijo.
Ned suspiró. Separar por la fuerza a una familia era algo cruel, pero era un precio bajo para evitar una nueva guerra.
-¿Theon? -preguntó Balon con incredulidad. - ¡Es solo un niño pequeño! ¡No permitiré que se lo lleven y lo transformen en un hombre de las tierras verdes! ¡Él será un hijo del hierro cuando crezca!
-Parece que se está olvidando tu situación, Lord Greyjoy. –respondió Robert, con una sonrisa que causó un escalofrío a Ned. – Nos llevaremos a Theon, sea por las buenas y con vos teniendo la cabeza en su lugar… o por las malas, con una espada atravesándola. La decisión es tuya.
Lord Balon parecía a punto de saltar sobre el rey tras sus palabras, por lo que tanto Ser Jaime como Ser Barristan acercaron sus manos a sus espadas. Pero tras unos segundos que parecieron eternos finalmente el Greyjoy bajó la vista, incapaz de levantarla para mirar a Robert.
-Lleváoslo. –respondió, totalmente derrotado y humillado.
-Perfecto. Ned, debemos discutir un tema.
Catelyn no iba a estar feliz, pero Ned no podía fallarle a Robert. Tendrían que recibir a Theon Greyjoy como pupilo en Invernalia. Era el mejor destino posible para el pobre niño, considerando que la otra opción era Roca Casterly… con Tywin Lannister.
"El chico sería ocupado de chivo expiatorio por lo que sus tíos hicieron en Lannisport. Si es que no quiere volverse loco, su mejor opción es Invernalia"
Además así podría tratar de convertirlo en un hombre honorable, quizás incluso un futuro Lord Greyjoy que podría terminar de una vez por todas con las antiguas costumbres. Era algo bastante difícil, pero no se perdía nada intentándolo.
Pero si su padre volvía a empezar una rebelión, Ned tendría que cumplir su deber. Lo quisiera o no.
Ese y otros pensamientos estaban en la cabeza de Ned mientras iba sobre su caballo hacia Puerto Noble. El ejército de Robert había acampado en las afueras del castillo de Pyke, aprovechando de enterrar a sus muertos y efectuar el resto de las tareas necesarias tras una batalla. Sin embargo Ned no estaba entre ellos, ya que él y Ser Barristan habían sido enviados por Robert para informarle a Lord Tywin sobre la rendición de los Greyjoy.
Ser Barristan era un hombre al que casi todos los niños de Poniente idolatraban. Las hazañas del anciano guardia real le convertían en una leyenda viviente. La muerte del Maelys Fuegoscuro por su mano o el rescate del Rey Aerys desde las mazmorras del Valle Oscuro eran solo un par de ejemplos.
Pero aun así, para Ned el mejor caballero de su época había sido Ser Arthur Dayne. Como hermano de Ser Arthur en la Guardia Real de Aerys, Ser Barristan compartía su opinión.
Por eso parecía que el destino se burlaba de ellos cuando vieron a Lord Allem y unos guardias de su casa acercándose.
-Lord Stark, Ser Barristan -los saludó el Señor de Campoestrella.- ¿Habría algún problema si los acompaño en el camino a Puerto Noble?
"Los Martell deben haberle pedido que espiara al ejército de Lord Tywin" pensó Ned. El odio de los dornienses hacia quienes habían iniciado el saqueo donde la Princesa Elia fue asesinada era más que conocido… y lo mismo ocurría con la identidad de quién había presentado a Robert los cuerpos de la pequeña Rhaenys y del bebe Aegon.
-Para nada Lord Dayne, es un honor contar con su presencia. –respondió Ser Barristan adelantándose a Ned. El anciano caballero continuó -Vuestra carga fue muy oportuna. Los Greyjoy lucharon mejor de lo que esperábamos y casi rompen la vanguardia.
-Hubieran sido derrotados tarde o temprano, las fuerzas de Robert eran demasiado superiores en número. La carga de mi gente solo apresuró el final. -respondió modestamente Lord Allem.
Eddard movió la cabeza de un lado al otro. –Lord Balon es un imbécil, debería haberse rendido tras la derrota de la Flota de Hierro en Isla Bella. Podría haber evitado todas las muertes que ocurrieron después.
-Lord Greyjoy es un imbécil por haberse rebelado. Creer que las Islas de Hierro podían vencer al resto de los reinos… locura, locura y estupidez. –replicó el dorniense duramente. Miró a Ned antes de seguir. –Pero bueno, por lo menos la guerra nos dio la oportunidad de ver a viejos conocidos. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que nos vimos, Lord Stark? ¿Cuatro años?
Ned se acomodó en su montura antes de asentir. –Sí, cuatro años.
"No parece guardar rencor" pensó el norteño.
-Perdón por la indiscreción, pero ¿cómo está Jon Nieve? –preguntó de improviso Lord Dayne. –Wylla me matará si se entera que no os pregunté por él.
El Stark pensó cuidadosamente sus palabras como siempre debía hacer cuando hablaba de su hijo bastardo. Los Dayne eran singularmente cercanos al pequeño Jon, ya que una de las nodrizas de Campoestrella era quién lo había amamantado durante el camino a Invernalia y el resto de su primer año de vida. Catelyn odiaba al bastardo y le hubiera dejado morirse de hambre antes de alimentarlo, y su madre…
-Fuerte como un roble. –respondió el norteño, tratando de ser escueto pero sin parecer grosero. –Pronto estará montando su primer pony.
-Es bueno saberlo. –dijo Lord Dayne, con un asomo de sonrisa formándose en su cara. –Wylla es la nodriza de mi hijo ahora, cuando crezca le asombrará saber que tiene un hermano de leche en el Norte.
-¿Otro Dayne ha llegado al mundo? –preguntó Ser Barristan, con una sonrisa propia. -¿Cuál es su nombre? ¿Arthur como mi antiguo compañero?
El anciano caballero no se dio cuenta de su equivocación hasta que fue demasiado tarde.
-No, no lo llame como mi hermano. –respondió Lord Allem, su casi sonrisa desaparecida. Miró a Ned antes de continuar. –Preferí honrar a otra persona.
-¿A quién? –preguntó el guardia real.
-Al Señor de Invernalia, quién pudiendo haber reclamado a Albor para sí mismo prefirió devolverla a mi familia. Pocas personas hubieran actuado así… muy pocas.
-El honor lo demandaba. No podía insultar la memoria de Ser Arthur robándome la espada de su familia. –respondió Eddard, moviendo su cabeza tristemente. –Hasta el día de hoy lamento que las cosas no hayan podido suceder de otra manera.
-Todos lo hacemos, Lord Stark. Tanto quienes ganaron la guerra como quienes la perdimos.
"¿Hay un realmente un ganador tras una guerra? Se supone que estuve en el bando ganador y aun así perdí a Lya, Brandon y mi padre." pensó amargamente el norteño.
Siguieron el resto del camino en casi completo silencio. Afortunadamente un par de horas más tarde una columna de humo gigantesco comenzó a cubrir el horizonte. El olor a humo pronto se unió a la visión.
"Lord Tywin obtuvo su venganza."
-Jory, Alyn. -Los guardias de Invernalia se acercaron a su señor.- Avisad al resto de los hombres, galoparemos a toda velocidad el resto del camino.
-Como ordene mi señor. –respondió Jory Cassel, retrocediendo a avisarle al resto de los hombres sobre sus nuevas órdenes.
-Tywin Lannister no es alguien conocido por su piedad, lo que le hizo a los Reyne y los Tarbeck es prueba de ello. –murmuró Ser Barristan, antes de suspirar. -No estoy ansioso por ver qué fue lo que hizo con Puerto Noble.
-Ni yo –respondió Ned, mientras pensaba que estaba haciendo ahí y añorando más que nunca su hogar en el Norte. Lord Allem no dijo nada, pero adoptó una expresión solemne digna de un Stark.
Cabalgaron a toda velocidad hasta llegar a lo que fue Puerto Noble.
Con el tiempo, Ned solo recordaría los edificios derrumbados, las casas quemadas y los barcos hundidos. En cambio las memorias sobre lo que los Lannister habían hecho con los propios habitantes del puerto estarían escondidas en el rincón más profundo de mente, junto a los recuerdos de la Batalla del Tridente, al de dos pequeños cuerpos envueltos en capas rojas a los pies del Trono de Hierro… y al de Lyanna agonizante, suplicándole que le prometiera hacer aquel acto que tendría que ocultar por el resto de su vida.
Lord Tywin recibió fríamente a Ned, al punto de que el norteño casi esperaba que no acataría las órdenes de Robert de terminar la matanza. Afortunadamente el Señor del Oeste no lo hizo –o quizás se dio cuenta que ya no quedaban más personas a las que matar- y ordenó a sus hombres que comenzaran la retirada a los barcos que les llevarían a casa.
Comenzaron el camino de vuelta menos de una hora después, ya que tanto Ned como Lord Allem eran incapaces de soportar estar más tiempo en la compañía del Señor del Oeste.
-¿Así fue como quedó Desembarco tras el saqueo? –preguntó el Dayne poco después de partir.
-Algo así. –respondió Eddard. –Solo que…
-¿En una escala mayor?
"Muchísimo mayor" pensó el norteño. Puerto Noble no tenía más de dos mil habitantes, la capital había tenido medio millón cuando los Lannister la tomaron a traición.
-Si, mayor. –respondió escuetamente. Ser Barristan se movió incomodo en su montura, tan afectado como ambos señores por lo que había visto.
Lord Dayne permaneció en silencio por unos segundos antes de seguir.
-Como la mayoría de los dornienses fui a los Jardines del Agua en mi infancia, a jugar entre las fuentes que un príncipe Martell del pasado construyó para su esposa Targaryen. Fui demasiado mayor como para compartir con Elia, pero Arthur y Ashara si lo hicieron.
La cara del sureño se endureció antes de continuar, al igual que la de Ser Barristan mientras le escuchaba.
-Lo que los Lannister hicieron con ella y sus hijos es algo que Dorne jamás olvidará, aunque pasen cien años.
-No son los únicos mi señor, no son los únicos. –murmuró Ser Barristan, apretando con mucha fuerza las riendas de su montura. Miró al Señor de Campoestrella antes de seguir. –Si me permitís la imprudencia, debo decir que me asombra ver que vinisteis a pelear al lado del Rey Robert. ¿Cómo el príncipe Doran dio su aprobación luego de lo que pasó en la Rebelión?
-No la dio. –respondió el dorniense para sorpresa de sus acompañantes. –Avisé a Lanza del Sol que me embarcaría a pelear contra los hijos del hierro, pero no esperé una respuesta.
-Eso es algo… -comenzó Ned.
-¿Imprudente? –sugirió el dorniense.
-Sí, no sé cómo reaccionará el príncipe Doran, pero varios señores se sentirían ofendidos si un vasallo actuara de esa manera.
-Lo tengo claro. –respondió Lord Allem. –Pero… debía hacerlo.
-¿Por qué?
El dorniense se mostró incomodo antes de continuar. –Podría llamarlo una corazonada… pero fue más que eso.
-¿Un sueño? –dijo Ned recordando lo que Robert le había comentado a bordo de la Furia.
-Más bien una pesadilla. –respondió Lord Dayne sombríamente, acomodándose en su montura. –No quiero entrar en detalles, pero soñé que cosas horribles pasarían si es que no venía a pelear contra los Greyjoy.
"Normalmente no le hubiera hecho caso a algo un sueño, pero hay ciertas… cosas, que solo un Dayne de Campoestrella conoce, relacionadas con Albor y la Guerra por el Amanecer. Desde que somos pequeños se nos enseña que no debemos ignorar augurios así, por lo que partí de Dorne apenas pude."
-¿Y vuestra familia? ¿No les llamó la atención una decisión tan inesperada? –preguntó un curioso Ser Barristan, quien nuevamente no se dio cuenta de su error hasta que fue demasiado tarde.
-Mi familia ya no es tan numerosa como antes, Ser Barristan. –respondió el dorniense con una sonrisa triste. –Enviudé hace poco, así que además de mi hijo Edric solo está mi hermana Allyria, una doncella que ni siquiera ha florecido. Me rogó que no viniera, pero al darse cuenta de que lo haría pese a sus ruegos, se preocupó más en hacerme prometer que volvería a salvo.
"Prométemelo Ned" susurró Lyanna en los recuerdos de Ned, quién rápidamente alejo tal memoria de su cabeza.
-Lo peor ya ha pasado, ahora solo queda pedir que los dioses nos den vientos favorables para volver a nuestros hogares. –murmuró Eddard.
-Es cierto, pero algo más que es igual de verdadero.
-¿Qué?
-Los dioses son crueles. –concluyó el Dayne, sin ánimo de continuar hablando. Sus compañeros tampoco lo hicieron, incapaces de negar las palabras del dorniense.
"Lyanna, Arthur, Brandon, Ashara… Lord Allem perdió a la mitad de su familia en la Rebelión, al igual que yo."
Eddard recordó a Invernalia tras el fin de la rebelión. Recordó cómo en cada lugar del castillo le acosaban los fantasmas de quienes ya no estaban. Si no hubiera tenido a Cat, Robb y Jon no creía que podría haberlo resistido. Que Benjen no lo hubiera hecho y partido a vestir el negro era prueba de lo doloroso que fueron esos primeros meses tras el retorno a casa.
Siguieron en silencio, cada uno recordando sus fantasmas y a los seres queridos que aún tenían. Las nubes que parecían cubrir permanentemente las Islas de Hierro estaban flaqueando y de vez en cuando un tímido rayo de sol se asomaba entre ellas. Incluso el viento estaba tranquilo, como si se estuviera tomando un descanso luego de soplar durante toda la guerra.
El norteño estaba pensando sobre si Robb sería tan amigo de Theon Greyjoy como él lo había sido de Robert cuando era pupilo de Jon Arryn cuando se le ocurrió la idea.
-¿Vuestro hijo, que edad tiene? –preguntó Ned, interrumpiendo el silencio.
-Edric debe haber cumplido su primer día del nombre hace un par de semanas. respondió el dorniense algo melancólico, probablemente preguntándose si hubiera sido mejor haberse quedado en Dorne para compartir tal ocasión con su hijo.
Poco después Ned planteó su idea.
"Catelyn no va a estar feliz, pero ya tenemos que abrirle las puertas de Invernalia a un Greyjoy, así que tampoco sería algo nuevo. Quizás así podemos cerrar la herida que hay entre nuestras familias."
-Quizás sea algo apresurado, pero si queréis podría tomar a Edric como pupilo en Invernalia. –dijo directamente. -Cuando sea mayor podría convertirse en mi escudero y me comprometería a enseñarle todo lo que necesite para ser Señor de Campoestrella. Cuando yo mismo era pequeño fui pupilo de Jon Arryn, lo que terminó siendo lo mejor que podría haberme sucedido.
"Jon salvó mi vida y la de Robert del Rey Loco, pero no voy a decirle eso a alguien que peleó por él."
Como cabía esperar Lord Dayne se mostró sorprendido con la propuesta de Ned, por lo que no respondió inmediatamente. Cuando lo hizo habló cuidadosamente.
-Vuestra oferta es generosa, Lord Stark. Pero requiere de tiempo antes de entregar una respuesta.
-Por supuesto, además tampoco pretendo separar a vuestro hijo de su familia siendo tan pequeño. Yo no partí al Nido de Águilas hasta que cumplí ocho, así que estamos hablando más del futuro que del presente.
-Sí, del futuro. –murmuró el dorniense, pensativo. Pasaron unos segundos antes de que continuara. –Tengo mucho que pensar al respecto. Un Dayne en el Norte es algo más que extraño, pero podría terminar siendo algo… bueno.
-Algo bueno. –confirmo Eddard, antes de tragar saliva. –Sobre todo después de lo que pasó en los últimos años.
Lord Dayne sonrío tristemente. –Relajaos Lord Stark, no os culpo por lo que pasó con Arthur y Ashara.
"Pero yo si me siento culpable." pensó mientras el dorniense continuaba hablando.
-Arthur murió como le hubiera gustado hacerlo, cumpliendo con su deber. Y Ashara… espero que haya podido encontrar aquella paz que la guerra le arrebató.
-Yo también… no sabéis cuánto. –respondió el Stark.
Los hombres casi no volvieron a hablar hasta que se separaron al llegar a Pyke, cada uno retirándose a lugares diferentes del campamento. Tras darle instrucciones al Gran Jon para que recibiera a los hombres que lo habían acompañado a Puerto Noble, Ned salió a buscar a Robert.
Lo encontró ocupado con un par de vivanderas. Las mujeres no habían encontrado nada mejor que unírsele al rey en la celebración por la victoria y los ruidos que salían del pabellón real dejaban bastante claro sobre como Robert estaba celebrando.
"¿Nunca cambiarás amigo mío? pensó amargamente el norteño.
Agotado tras el largo viaje, prefirió no interrumpir a su rey y se retiró al pabellón que sus hombres habían levantado para él en un lugar apartado rodeado solo por norteños. El sueño llegó casi de inmediato.
Un par de días más tarde casi la totalidad del ejército de Robert ya había embarcado a Lannisport, Antigua y Desembarco, desde donde los soldados y señores serían libres para retirarse a sus castillos a lo largo de los Siete Reinos.
Theon Greyjoy era un niño demasiado asustado por todo lo que había visto estos días como para hacer algo más que observar a Ned con una muda súplica. El norteño no podía negar que le causaba compasión el muchacho, pero el deber y la lealtad que tenía a Robert lo obligaban a llevarlo consigo al Norte.
Mientras estaba en una playa dirigiendo el movimiento de los últimos norteños hacia los barcos, Lord Allem se acercó para hablar con él. Fue allí donde compartieron una conversación que terminaría siendo la última que mantendrían cara a cara en sus vidas.
-Creo que esto es la despedida, Lord Stark. –comenzó el dorniense- Fue un honor combatir a vuestro lado. Os deseo un corto invierno y suerte en las guerras venideras.
-Os deseo lo mismo. –respondió el norteño- Buena suerte en el retorno a Dorne, espero que penséis en mi oferta cuando estéis en vuestro hogar.
-Lo haré, no tengáis duda. –replicó el Dayne, pensativo. –Si soy sincero ya había decidido enviar a Edric fuera de Campoestrella cuando tuviera la edad suficiente. Lord Beric Dondarrion es el pretendiente a la mano de mi hermana que más favorezco y tenía pensado pedirle que lo tomara como escudero.
-Entiendo. –respondió Eddard. –Por favor no penséis que me sentiré ofendido si lo enviáis con Lord Dondarrion. Refugio Negro está mucho más cerca de Dorne que Invernalia, así que es una decisión bastante lógica.
-Lo sería si es que estuviera enviándolo lejos solo para ganarse las espuelas, pero la verdad es bastante más… oscura. –murmuró el dorniense, sombrío. –No podemos elegir a nuestras familias, así que tenemos que soportar tanto a aquellos que queremos… como a los que nos desean muertos.
El Stark logró entender a que se estaba refiriendo el Señor de Campoestrella. Las luchas internas de una familia por el control de un castillo eran más que comunes en Poniente. Incluso los Stark habían tenido sus propias crisis dinásticas entre primos que peleaban por convertirse en el Señor de Invernalia.
"¿Hay un Dayne renegado que quiere arrebatarle el control de Campoestrella a sus primos?" pensó, no sin un poco de sorpresa. De todos modos prefirió no profundizar en el tema.
-La sangre pesa más que el agua, para bien y para mal. –replicó evasivamente, antes de extender su mano al dorniense. - Esperaré con paciencia vuestra respuesta, Invernalia está a vuestra disposición.
-Y Campoestrella a la vuestra. Suerte en el viaje al norte Lord Stark. –dijo el Dayne estrechando su mano.
Ambos hombres se alejaron junto a sus respectivos vasallos. Unas horas después partieron hacia el continente para nunca volver a las Islas de Hierro.
Un mes más tarde los hombres de Invernalia llegaron al Norte. Pese a ganar la guerra había demasiadas familias que esperaban en vano a aquellos que no volverían. Algunos decían que una muerte en el campo de batalla traía honor, pero para Eddard con los muertos de la Rebelión de Robert ya había suficiente honor ganado.
De todos modos la felicidad de volver a ver a su familia hizo que Ned se olvidara de todo lo demás. Ver como habían crecido Robb y Jon, descubrir que Sansa ya daba sus primeros pasos, abrazar y compartir una cerveza con Benjen y sobre todo estar nuevamente con Catelyn hicieron que el norteño olvidara los horrores de la guerra. Sí tenía que pelear mil guerras para proteger a su familia, lo haría.
Quizás ahora habría una paz duradera. La alianza que sostenía el reinado de Robert se había consolidado mediante matrimonios, rehenes y exiliados, así que era muy poco probable que alguna Casa se alzara en rebelión. El ejemplo de lo que le había pasado a los Greyjoy haría que lo pensarán dos veces.
El tiempo pasó y uno de los inviernos más cortos de los que se tenía registro llegaba a su fin. La primavera volvió y las praderas alrededor de Invernalia dejaron el blanco para adoptar un verde espectacular. Las tormentas de nieve y lluvia dieron paso a un sol casi sureño, gracias al cual las cosechas crecieron con una abundancia pocas veces vista incluso por los más viejos norteños.
Algunos del pueblo llano incluso lo interpretaron como una señal de que el Largo Verano había finalmente llegado, pero la mayoría de los hombres como Ned sabían que eso solo era un sueño de primavera. El invierno siempre vuelve.
Nueve meses después del retorno de Lord Stark a Invernalia nacía su segunda hija, Arya.
A Ned se le partía el corazón al verla crecer. Era demasiado parecida a los recuerdos que tenía de Lyanna cuando ambos eran niños, antes de que tuviera que partir al Nido de Águilas. La sangre de lobo estaba en ella, lo había demostrado desde el momento en que llegó al mundo gritándole como si lo estuviera desafiando por haberla separado del vientre materno. Sería la hija que le daría más dolores de cabeza, pero al igual que Lyanna sería a quién más querría.
Comenzó a mantener correspondencia con Lord Dayne, por lo que cada un par de lunas volaban cartas entre Invernalia y Campoestrella. Ambos señores se escribían contándose de sus familias y de temas más formales. Ned se enteró que Edric crecía sanamente y que Lord Allem había decidido comprometer a su hermana con el joven Lord Dondarrion, como le había mencionado al final de la guerra.
Theon Greyjoy había dejado su timidez y su temor tras algunos meses y ya había establecido una relación de hermano mayor con los hijos de Eddard. Tal situación le generaba satisfacción y preocupación al mismo tiempo. No quería culpar al niño por cosas que no había hecho, pero toda la sangre derramada entre los hijos del hierro y los norteños era algo que no se podía olvidar fácilmente.
Su familia se agrandó con otro hijo más. Aún con su aspecto Tully decidió llamarlo Brandon, en honor a su difunto hermano y a todos los Brandon que había en la larga historia de los Stark. Pese a tener una personalidad dulce, también tenía una curiosidad mayor a la de sus hermanos. Desde que aprendió a caminar se convirtió en un dolor de cabeza para toda la familia, que debía estar vigilándole para evitar que se metiera en problemas.
El Norte prosperaba con la paz. Los Manderly se enriquecían comerciando con el sur mientras los Karstark y los Umber cazaban para reabastecer las despensas vacías tras el invierno. Los Ryswell criaban sus caballos en las colinas de los riachuelos y los Dustin multiplicaban su ganado en los campos de hierba de los túmulos. Los Glover y los Hornwood derribaban los árboles de los bosques norteños por su leña y los Mormont se aventuraban en el mar para pescar. De los Bolton no tenía muchas noticias, pero tampoco se preocupaba especialmente.
Lo que importaba era que había paz y el invierno aún estaba lejos.
Pero el norteño tuvo que recordar que los dioses son caprichosos cuando poco después del cuarto aniversario de la Rebelión Greyjoy, otro cuervo arribó a Invernalia. Pero esta carta no anunció el inicio de otra guerra, sino que la muerte de un amigo.
El maestre de Campoestrella era escueto en sus palabras, no ahondando en detalles y limitándose a informarle que Lord Allem había enfermado súbitamente y había fallecido acompañado de su familia.
Ned no tuvo mucho tiempo para pensar en lo injusto que era que la tragedia siguiera ensañada con la familia Dayne, ya que en la misma carta el maestre le informaba de que una de las últimas voluntades de Lord Dayne fue aceptar la oferta que Eddard le había hecho en Pyke, sobre tomar a Edric como pupilo en Invernalia.
La carta finalizaba con un detalle preocupante, porque el maestre solicitaba si los norteños podían recibir al pequeño señor dorniense lo antes posible. Ned no quería pensar lo peor, pero cualquier cosa era posible en un mundo donde la sed de poder podía impulsar a hombres a hacer cosas horrorosas.
Incluso matar a alguien de tu propia sangre.
Fue por eso que un día del joven verano llegó a Invernalia el sobrino de Arthur y Ashara Dayne, Edric, de solo seis días del nombre.
Esto es lo que pasó después.