Muy buenos días, tardes o noches, dependiendo de su localidad :D Como están lindos lectores? :3 Hoy les traigo un nuevo fic de SS, que promete ser interesante y lleno de misterios... Jujuju!
Espero que les guste ^^
Les dejo algunas aclaraciones:
'Entre comitas simples y cursiva' : son pensamientos.
—x—: Cambio de escena.
CAPÍTULO EDITADO
(No se asusten, no hice grandes modificaciones).
Desmaterialización inesperada
Era otra mañana como cualquiera en Londres, otra mañana calurosa de verano. Me rodé entre mis suaves sábanas, buscando el lado más frío. Era muy temprano y la temperatura se incrementaba conforme el astro rey ascendía al punto más alto del cielo. Pero por más que deseara seguir durmiendo y soñando tranquilamente, Morfeo tenía esa manía tan fea de expulsarme del mundo que regía en la mejor parte del mis fantasías oníricas… Motivo por el cual siempre me las ingeniaba para seguir "soñando despierta" e imaginar cómo hubiesen seguido mis sueños… Claro que, siempre terminaban como yo quería… ¡Ja! Ventajas de estar consiente.
—Iriel, ¡ya levántate!
La voz de mi madre me sacó de mi hermoso mundo de ilusiones, una vez más y esa vez tampoco pude terminar mi sueño…
Perezosamente me senté en mi cama. Con mi preciado osito de peluche color turquesa entre mis brazos y una adorablemente infernal enredadera en mi cabeza. Mi cabello era simplemente incontrolable. Aún con los ojos cerrados estiré mis brazos, escuchando como todos mis huesos sonaban… Me levanté, pero casi me voy de bruces al suelo. Siempre que me desperezaba era como si mi energía se fuera de vacaciones a Camboya temporalmente. Apoyándome en la pared, crucé mi brazo derecho por detrás de mí cuello y abrí los ojos. Lo primero que vieron mis ojitos fue un enorme poster de Hades luchando con Athena y entre medio de ellos, Tenma. Una gloriosa imagen para comenzar la mañana… Según yo, claro. Volví mi brazo a su posición normal, entré al baño privado de mi habitación y allí tome una refrescante ducha de varios minutos. Salí distraída, ocupada en frotar mi cabello con la toalla, y casi como si fuera una broma de los Dioses, tropecé con mi cachorra. Por suerte ella no se hizo nada, la que quedó como pomada en el piso, obviamente fui yo. Ah… yo y mi mala fama de tener dos pies izquierdos. Era casi una costumbre tropezarme con cosas.
Con mi cabello castaño claro ahora envuelto en la toalla, terminé de vestirme, busqué mi casi inseparable celular y bajé las escaleras hasta llegar a la cocina, donde mi madre ya me esperaba con un delicioso desayuno.
—Siempre haces las cosas exactamente como me gustan. No sé por qué a mí no me salen igual —resoplé mirando mi desayuno con deseo.
Ella era única. Mi madre era única. Siempre solía hacer los mejores desayunos del mundo. Aunque por más que intentara, nunca me salían igual. A pesar de tener servidumbre y demás comodidades, a mi madre le encantaba cocinar y por lo general, ella prefería estar sola para hacerlo. Amaba dar sorpresas.
—Solo es cuestión de practicar. Apuesto a que si te esforzaras un poco más te saldrían incluso mejor que a mí —dijo con una sonrisa burlona—. Cuando termines ordena tu cuarto y ve al huerto detrás del jardín. Necesito que veas si el pozo de agua se llenó. Voy a salir con tu padre hoy, la señora Joblins vendrá a cuidarte más tarde —me explicó de manera rápida, y sin replicar terminé de desayunar.
—x—
—Bueno, aquí vamos —musité mientras salía de mi casa con una moneda en la mano -vieja costumbre-, rumbo al jardín.
Ya tenía el cabello seco y ondeaba libre detrás de mí, con un blanco listón cruzándolo. Ese día decidí ponerme un sencillo vestido blanco con bordes tejidos en hilo fino dorado, era ceñido a la cintura y luego tenía un delicado vuelo hasta las rodillas. Mi abuela me lo había traído desde Italia. Y el vestido era combinado con unas típicas sandalias de estilo griego, solo que de color marrón claro. Pasando por el manzano di un pequeño salto hasta alcanzar una manzana roja, predeciblemente dulce. Las amaba.
Comiendo tranquilamente la manzana, me dirigí hasta el pozo de agua, que me recordaba en cierto aspecto, al Pozo Devora-Huesos de Inuyasha*… Con algo de vagancia puse mi brazo sobre la barandilla de cemento y sobre él mi cabeza. Me daba igual la señora Joblins, al fin y al cabo esa señora se la pasaba durmiendo… Perezosamente observé el interior del pozo, con agua hasta el tope. La verdad, no sabía por qué mi madre insistía en conservarlo. No nos servía… Ahí es cuando deseaba tener algo que hacer más entretenido que eso. Todos los veranos son iguales, acababa de comenzar el mío y ya estaba por poner un cartel sobre mi cabeza diciendo "atención buitres, cadáver dentro de poco tiempo". Si seguía así iba a morir de aburrimiento.
Las cosas parecían ser repetitivas. Año tras año, hacer lo mismo, la misma rutina… estaba harta. Muy dentro de mí, algo parecía agitarse con nostalgia de vez en cuando. Me encontraba de repente con lágrimas en mis ojos y una ansiedad difícil de explicar. Intenté hablarlo con mi madre, pero ella solo sonreía y decía "adolescencia". Sí, claro… Intentaba no darle importancia, al menos no más de la estrictamente necesaria.
Miré al interior del pozo, donde el agua se mecía con tranquilidad. Pasé mis dedos por su superficie, estaba tibia. Sonreí levemente antes de sentir como el sueño regresaba a mí, poco a poco. Arrojé la moneda al pozo sin muchos miramientos. ¿Nunca han sentido que no encajan? Sí, yo no tenía una vida difícil, sino todo lo contrario. Mi suerte era mayúscula, pero aun así… había algo que me faltaba, algo que no lograba encontrar.
Un suspiro escapó de mis labios al momento de pensar en aquello, mientras mis ojos se cerraban, entregándome al sueño casi sin quererlo.
—x—
Sin que Iriel se percatase, la moneda que momentos antes arrojara al interior del pozo, comenzó a irradiar una suave luz que tiempo después, se volvió más y más intensa. Cubriendo el pozo en su totalidad, e iluminando todo, la muchacha estaba envuelta por esa luz también. El cielo se oscureció por una fracción de segundo y luego, nada había allí. En el lugar en donde reposaba la joven, ya no había absolutamente nadie…
—x—
Su cabeza dolía levemente y sentía todo su cuerpo pesado. Iriel abrió los ojos lentamente y lo que vio la asustó.
El pozo seguía estando… de hecho, seguía recostada sobre él, pero… ¿y todo lo demás? Los árboles, las flores, el camino, ¡no había nada! Se levantó con el corazón terriblemente acelerado y se giró para encontrarse cara a cara con la nada misma. Solo pasto… pasto… y más pasto… Volvió a voltearse al frente, o al menos lo que intuía era el "frente" y observó que un poco a lo lejos había grandes paredes de roca sólida. Sus nervios fueron en aumento al saberse perdida y sumamente desorientada. Frunció el ceño y respiró profundo tratando de calmarse. Resolvió que nada ganaría quedándose allí como una estúpida esperando que respuestas le cayeran del cielo, al que miró.
—Demasiado despejado para ser Londres…
¿Y si la habían secuestrado y llevado a otro país? Descartó la idea casi al instante, aunque no la desechó del todo... Comenzó a caminar siendo llevada por una extraña sensación, a parte del miedo, los nervios y la extrañeza. Después de haber dado un par de vueltas por el peculiar campito, entendió que no se parecía a nada que hubiese visto antes. Y eso que había tenido la oportunidad de conocer muchos lugares… Su instinto la obligó a aumentar el ritmo de sus pasos, hasta descubrirse a sí misma corriendo y respirando por la boca.
Con cierta premura, se forzó a seguir corriendo, luego de haber recorrido un buen trecho a alta velocidad, su cuerpo ya la estaba pasando factura, reclamándole el hecho de haberse descuidado un poco en el aspecto físico, culpando a su vez a las incipientes vacaciones de verano. ¿Pero a quién iba a culpar por aquello? Sus clases de esgrima y arquería, cortesía del bolsillo de su abuelo que insistió en pagarle las clases, no las retomaría hasta que el ciclo escolar volviera a empezar, y ella, por su parte, y con sus muy bien ganados diecinueve años, estaba más que agradecida con su abuelo por ayudarla a "entrenar" como a ella le gustaba llamarlo, en el tiempo en que no recibía clases. A pesar de que no se desenvolviera muy bien en aquellas artes… Había terminado el colegio a la edad de dieciocho años recién cumplidos, y se había graduado con honores, no por nada se internaba en la biblioteca de su abuela a estudiar en todo momento. Recordaba con añoranza como en su cumpleaños número diecinueve, sus abuelos paternos le habían regalado una bellísima colección de libros sobre deidades griegas, mitos y leyendas, otro libro acerca de las dimensiones y otro libro más sobre caballeros de la edad media, entre otros. Ella no cabía en sí de la emoción, sus abuelos paternos la conocían demasiado bien… Era una lástima que hayan tenido que viajar de vuelta a Venecia, por lado estaba triste de no poder entrenar con su abuelo y ayudar a su abuela a ordenar los libros de la biblioteca y escuchar alguna que otra anécdota de su niñez, pero por el otro estaba contenta de que se dieran un tiempo para ellos…
Sus pasos la guiaron hacia un lugar que se parecía demasiado a un pequeño pueblo, o una aldea quizá. Aunque consideraba la primera opción como la más acertada.
Con decididas intenciones siguió corriendo hasta llegar a la "entrada" y en efecto, era una aldea o un pueblo… Con su corazón latiendo errático, continuó caminando, puesto que no quería llamar la atención. Antes de adentrarse por completo miró su vestimenta, estudiándola. ¿Llamaría mucho la atención? Solo llevaba un vestido blanco y su listón del mismo color. Agradecía a los dioses el haberse puesto sus sandalias de estilo griego, si hubiese tenido puestas sus sandalias modernas con lazo, de seguro que atraería más de una mirada curiosa.
Sin pensarlo más, se adentró a la aldea con pasos de preguntas se arremolinaban en su mente, dibujando un gesto nervioso en su rostro. Siguió caminando por el pueblo, pero a pesar de querer aparentar un perfil bajo y común, atraía más de una mirada. Los pueblerinos la miraban extrañados, por lo general, conocían aunque sea de vista a casi todos los habitantes de dicho lugar. Al fin y al cabo, era una aldea pequeña y muchos se conocían por este o por aquel. Sin lugar a dudas, Iriel era diferente a ellos, su sola presencia descolocaba el ambiente, como si supieran que no pertenecía a aquel lugar. Sus cabellos eran largos hasta su cintura ensortijándose al llegar a las puntas, sus ojos eran azules, y su piel blanca, casi tan blanca como su vestido. Al contrario de los aldeanos, quienes llevaban ropas visiblemente usadas desde hace ya algún tiempo, con su piel algo tostada por el sol y sus manos un poco ásperas por el arduo labor cotidiano. Iriel se sentía ajena a ese lugar, quería volverse invisible…
—x—
El caballero se percató que algo no estaba bien. Su minuciosa vigilancia por los alrededores del Santuario le había proporcionado cierta tranquilidad, pero al estar por volver a su templo sintió una perturbación en el lugar. Con rosas ya listas para atacar si fuese necesario, partió en dirección a Rodorio.
—x—
La joven muchacha seguía buscando una pista, una señal que le indicara en qué maldito lugar del mundo estaba. Adentrándose en el corazón de la aldea, vio algo que le heló la sangre, pero que a la vez hizo que su corazón latiera con más fuerza que antes, se quedó quieta en su lugar, recibiendo de paso algún que otro golpe inintencionado por haberse quedado inmóvil en un camino visiblemente circulado. Un puesto de flores…
'No es solo un mero y común puesto de flores, es "ese" puesto de flores'.
Lo creía imposible, pero al parecer estaba en Rodorio, dentro de su serie favorita "Saint Seiya: The Lost Canvas". Su mente se puso en blanco por unos cuántos segundos, tratando de digerir la impactante noticia. Y luego, como si se tratara de un baldazo de helada comprensión, el miedo, los nervios y la confusión se hicieron presentes en ella.
'¿En qué parte de la serie estoy? ¿La guerra ya comenzó? ¿Ya está Tenma en el Santuario? ¿Ya es el caballero de Pegaso? ¿Alone ya fue poseído por Hades? ¿Hay alguna manera de salir de aquí? ¿En dónde me voy a quedar?'
Cientos de preguntas se atropellaban en su cabeza, inundándola de dudas. Con paso inseguro se acercó al puesto de flores, donde un hombre y su hija arreglaban algunos ramos. Con la sonrisa más amable que tenía se dirigió a la niña, que era visiblemente menor que ella, quizá tendría unos catorce o quince años… Aprovechó la oportunidad en la que el padre de la niña entró en la casa y entonces comenzó a hablar con ella, con Agasha.
—Buenos días —saludó con cortesía aunada a una sonrisa—, esas son margaritas, ¿verdad? —cuestionó con poco interés, pero el suficiente como para que pareciera auténtico.
—Si señora, y estas de al lado son amapolas —contestó la niña de manera educada.
Iriel ladeó inconscientemente la cabeza al verse llamada de esa forma.
'¿Señora? ¿Tan vieja parezco?'
Sus pensamientos se materializaron en una pregunta bastante audible, que sin querer escapó de sus labios y la pequeña Agasha puso una cara de desconcierto al escuchar su pregunta, que más bien parecía hacérsela a ella misma.
—No señora, pero supongo que por su edad ya estará casada, ¿verdad? —fue una pregunta inocente, pero que descolocó momentáneamente a Iriel.
'¿Yo casada?' Y luego recordó en que siglo estaba… '¡Claro! En el siglo XVIII las personas de mi edad ya estaban casadas y con hijos. ¿Cómo no me acordé antes?'
—No, a decir verdad no estoy casada —informó con una tímida y apenada sonrisa la joven de largo cabello castaño.
—Oh, ya veo… Entonces… ¿Está comprometida, señorita…?
—Iriel, me llamo Iriel, y no, no estoy comprometida pequeña… —le sonrió cálidamente—. ¿Cuál es tu nombre? —preguntó de manera amable y casual.
—Me llamo Agasha, señorita Iriel, ¿es usted nueva en Rodorio?
—A decir verdad, si lo soy Agasha. Pero por favor, no me trates tan formalmente, ¿sí? —pidió con una sonrisa apenada.
—De acuerdo, Iriel —sonrió ella y se aventuró a hacer otras preguntas—: ¿Tienes donde quedarte Iriel? ¿Cuántos años tienes?
Las preguntas escaparon de sus labios sin que pudiera contenerlas y un sonrojo ocupó sus mejillas al escucharse a sí misma. Iriel sonrió, pero se vio en un dilema…
—Tengo diecinueve años, y… siendo muy honesta, no tengo donde quedarme… —un rubor inundó su rostro, apenada.
La pequeña soltó un pequeño "oh…" y mientras le pedía a Iriel que esperara, entró a su casa en donde habló con su padre, quién luego de unos minutos salió junto con su hija. Al verla, vio en ella la más pura imagen de una mujer inocente, al igual que su hija, pero más allá, un ápice de bondad se dejaba escapar en su mirada de zafiros.
—Agasha me explicó la situación, encantado de conocerte Iriel, yo soy su padre —dijo tendiéndole su mano e Iriel se apresuró a estrecharla—. Si quieres, puedes quedarte a vivir con nosotros por el tiempo que te quedes en Rodorio —ofreció amablemente.
—¿Realmente harían eso?
Iriel sabía que de estar en su mundo y su tiempo, le habría dicho que no de entrada, las cosas eran mucho más peligrosas en su mundo… Pero allí se sentía como…segura. Además de que ya los conocía, en cierta manera. Sabía que eran buenas personas.
—Por supuesto —aseguró el hombre con calidez.
Iriel entonces aceptó. De todos modos, no era como si tuviera una opción más viable.
De buenas a primera, un escalofrío le recorrió la espalda. Sentía una presencia cerca de ella, jamás le había sucedido, a excepción de cuando era una niña pequeña y estaba en casa de su bisabuela, quién falleciera unos años más tarde. Iriel tenía alrededor de cuatro años cuando jugando al escondite se metió en el sótano de la gran casa. Un escalofrío similar había recorrido su espalda y luego, en medio de la profunda oscuridad, vio un resplandor en uno de los rincones, como muy curiosa que era, se acercó un poco hasta vislumbrar la borrosa figura de un hombre anciano… Súbitamente, la figura soltó un horroroso grito, su cara se desfiguró y se movió veloz hacia ella, la en aquel momento, pequeña Iriel, gritó horrorizada y comenzó a llorar, nunca corrió tan rápido en su corta vida, huyendo sé lo que hubiese sido aquello, salió del sótano y luego de esa aterradora experiencia no volvió a pisar un sótano, jamás.
—Muy buenos días, señor Albafica —saludó cordial el padre de Agasha y la niña misma.
El corazón de Iriel casi se detuvo al escuchar eso. Se volteó lentamente y a unos metros de ella, en efecto, se encontraba el caballero de Piscis. Este devolvió el saludo y miró fijamente a la extraña. Su esencia, su cosmos, su presencia lo había alertado y dirigió sus pasos presurosos hasta encontrarla.
¿Era una enemiga? No se veía como tal… Pero no debía fiarse de las apariencias, era algo que siempre recordaba. ¿Quién era esta enigmática mujer? Se notaba a leguas que no era de la aldea, ni por asomo. Su ropa era visiblemente costosa y diferente a la de un campesino común.
Por otro lado, Iriel se sonrojó de pies a cabeza al descubrirse observada por el santo de Piscis. Se imaginaba que se encontraría con él estando en Rodorio, pero jamás se imaginó que lo haría tan pronto. Su presencia, su penetrante mirada y seriedad, fueron cosas que la intimidaron y fascinaron al mismo tiempo. Antes de poder continuar con su examen mental, el hilo de sus pensamientos fue interrumpido por la fuerte voz del santo.
—¿Quién eres tú? No pareces ser de la aldea —dijo serio y firme.
La desconfianza que denotaba su voz era absoluta.
Iriel buscó palabras con las cuales contestar, pero simplemente se había quedado muda. Albafica ya estaba comenzando a fruncir su ceño, cuando la tranquilizante voz de Agasha se oyó.
—Ella es Iriel, es nueva en la aldea, señor Albafica. Se quedará con nosotros mientras esté en Rodorio —el santo pareció sorprenderse levemente, más no lo demostró abiertamente.
—¿De dónde vienes? —preguntó de nueva cuenta, y esta vez, la niña no podía contestar por ella.
La inglesa comenzó a pensar a todo lo que le permitía su cerebro, si le decía la verdad, lo más probable es que la llevara ante Athena y el Patriarca o… que no le creyera ni una palabra, por lo que optó por decirle una verdad a medias.
—Vengo desde Inglaterra, señor —eso había sonado extraño hasta para ella, la formalidad no era lo suyo…
El caballero volvió a sorprenderse. '¿Qué hace aquí si viene desde tan lejos?'
—¿Por qué viniste hasta aquí? —cuestionó alzando levemente una ceja.
Algunos curiosos pasaban y se volteaban a mirar la extraña conversación. Con esa pregunta dejó desarmada a la muchacha, ya que ni ella conocía la respuesta.
'¿Magia?'
Ok, esa no era una respuesta factible.
—Siempre quise conocer Grecia —resolvió con una sonrisa amable.
'Después de todo, es verdad…'
Aún sin confiarse de ella, Albafica la recorrió con la mirada, analizándola. Aparentemente, decía la verdad, pero no debía fiarse. Con elegancia se despidió y siguió su camino hasta el Santuario. Se lo comunicaría al Patriarca. Eran tiempos peligrosos, la Guerra Santa comenzaría de un momento a otro, no faltaba mucho tiempo para eso… Por su lado, Iriel lo vio alejarse a paso veloz con aire meditabundo.
—Vaya… Creo que ya está anocheciendo… —mencionó el hombre a su lado, sacándola de sus cavilaciones. Iriel asintió al ver el firmamento oscurecerse poco a poco—. Es tiempo de preparar una deliciosa cena, ¿me ayudas Agasha?
La pequeña sonrió y asintió entusiasmada, con un brillo de felicidad en tus hermosos ojos jade.
'Con qué simplicidad los niños de esta época se contentan…'
—Yo también quisiera ayudarle señor, es lo menos que puedo hacer —ofreció Iriel con amabilidad.
El día se había agotado en menos de lo que había esperado. Ya acostada en la cama que habían preparado para ella, la castaña pensó y pensó en maneras de cómo salir de aquel lugar. Sin llegar a ningún lado. Debía admitir que le causaba cierto grado de emoción estar allí, pero al mismo tiempo, la preocupación hacía mella en ella.
'Mamá, papá… Me pregunto que estarán haciendo… ¿Se habrán percatado de mi ausencia? No sé cuándo podré volver, ni siquiera sé si podré volver…'
*Inuyasha : InuYasha (犬夜叉? romanizado como INUYASHA en Japón), título original InuYasha, un cuento feudal de hadas (戦国御伽草子 犬夜叉 Sengoku Otogizōshi InuYasha?) es una serie de manga escrita e ilustrada en el año 1996, hasta su fin en 2008, y su continuación en 2009 como InuYasha el Acto final, por Rumiko Takahashi, y su adaptación al anime dirigida por Yasunao Aoki y Masashi Ikeda. La serie narra las aventuras de un hanyō llamado InuYasha, que en compañía de Kagome Higurashi y sus amigos, están en la búsqueda de los fragmentos de la Shikon no Tama.
Argumento:
Durante el periodo Sengoku, un hanyō llamado Inuyasha , había robado la Shikon no Tama, con el objetivo de convertirse en un demonio completo. Sin embargo, su plan es frustrado por una sacerdotisa llamada Kikyō quien, utilizando sus últimas fuerzas, le dispara una flecha sagrada clavándolo en el árbol sagrado , dejándolo paralizado y dormido por 50 años. Mientras que la sacerdotisa, antes de morir, pidió que su cuerpo fuera quemado junto con la joya.
Luego de 500 años, en el Japón actual, Kagome Higurashi, una adolescente de 15 años, sale de su casa hacia la escuela, y en pleno acto su gato desaparece junto al pozo que se ubica en el templo de su casa. En esos instantes un demonio sale del interior del pozo y transporta a Kagome a la época feudal, 500 años atrás. Al descubrir que tenía poderes especiales de sacerdotisa, se le considera a Kagome como la reencarnación de Kikyō y se le entrega la Shikon no Tama con el objetivo de custodiarla y seguir con la labor de Kikyō. En un incidente provocado por un cuervo, la joya fue destruida en miles de fragmentos, que cayeron en distintas partes de la región. Debido a esto, Inuyasha y Kagome tienen la misión de recuperar los fragmentos de la perla antes que monstruos malignos se apoderen de los pedazos de esta, lo que provocaría varias catástrofes.
Durante su recorrido, Inuyasha y Kagome conocen a Miroku, Sango, Shippo y Kirara, quienes por situaciones diversas y relacionadas con el pasado de cada uno de ellos, se unen en la búsqueda de los fragmentos para evitar que caigan en las manos de Naraku, principal enemigo de la serie.
Y... eso es todo! :D Diganme que les parece este nuevo fic :3
Dejen reviews!
Los quiero! ^^
Hika-chan.