¡Aquí estoy, aquí estoy, aquí estoy!

Después de mil siglos. La escuela me tiene atada, pero no me quejo, me encanta. Sólo lamento haber demorado tanto. Sinceramente, estaba dudando de subir el capítulo, por primera vez en mi vida ¡no tenía el final de la historia! Así que terminé tan sorprendida como creo que terminarán ustedes…

Ahora, reviews:

Hikari-Moonlight: ¡Qué tal! Bueno, bueno, no sé si Alba besará a Agasha. No adelantaré nada… Pero todo puede suceder. ¡Gracias por seguir leyendo! (Y por esa portada, que aún sigo embelesada).

Lilus de Geminis: Qué alegría leerte. Y qué bien ver que sigues interesada en la historia. Pues se han movido mucho los corazones de estos tres, incluso el corazón libertino del Juez. Aunque aún no puede cantar victoria… Gracias por seguir aquí, Lilus-san. (Y sólo puedes elegir a uno de estos bombones, deja algo pa' los demás xD).

Rowan: Muchas gracias por las felicitaciones. Soy inmensamente feliz de saber que te está gustando la historia. Creo que Minos no tendría objeción de hacer un trío D: Pero me temo que Alba no estaría muy feliz. A ver qué pasa…

Sayuri Moon: Gracias por escribir esa "carta", digo, ese review. La verdad, me encanta que me dejen comentarios largos, me demuestra que se está entendiendo y cautivando con la esencia de la trama. Claro, Agi tiene una suerte que más de una envidiamos, aunque yo no me canso de reiterar lo difícil que debe ser para ella. Aunque las esperaras terminaron y ya debe tomar una decisión, será interesante ver qué hace. Ojalá que la demora también haya valido la pena esta vez, y espero que tú también estés de maravilla. ¡Gracias por leer!

Kleine Marionette: ¡Eey! ¿Qué tal? Es bueno seguir contando con tus lecturas, Kleine. Pronto me arrojaré a la conti de tu fic. Pero mientras tanto, creo que has sabido interpretar muy bien la personalidad de Agasha. Lamento que ya vaya a terminar, pero, es hora de ver qué rayos pasará con este trío. Gracias por cada palabra, sabes que te admiro y estimo. Es un honor tenerte aquí.

Ariel de Piscis: ¡Yo te protejo de la ola de fansenses enardecidas! Porque has dado en el clavo, ¡y no me extraña que precisamente tú lo hayas descubierto! Este fic no tendría sentido si fuese demasiado largo. De por sí, con estos cuatro capítulos, sentí que la trama ya decayó mucho… ahora imagina si fuesen más. Pero bueno… ya vamos a terminar y al menos me siento satisfecha por acabar la historia. Si les gusta o no, eemmm... creo que no sé qué pasará. Amé tu imitación del Perro Bermudez, jajaja, escupí mi coca-cola por tu culpa. Y tu interpretación sobre el genuino amor vs una "calentura" es, por lo menos, la clave de toda esta tragicomedia xD ¡Gracias, Ariel-chan! ¡Te quiero! Y deja de molestar a mi pollo… digo, ¡a Minos!

Rmaldy10: Pues yaaaaaa! Aquí tienes la continuación, jajaja. Gracias por seguir leyendo, espero estés bien!

Cuatecatl88: Se acabaron las congojas y las esperas, querida Clarita. Pues quién no quisiera ser Agasha! Que nos pase el ritual de enamoramiento que hizo porque sí le funcionó xD Pero bien, las charlas civilizadas y los golpes pueden cambiar, y la chica de Rodorio tendrá un buen dilema entre manos. ¡Gracias por seguir mi historia! T.T

Saraoli: Qué bien que comentes una de mis historias actuales. Aprovecho en este momento para agradecer TODOS tus comentarios, en cada uno de mis otros fics. ¡Muchísimas gracias! Es una gran alegría que leas más de uno, y que te gusten tanto como para comentar. En este caso, es genial ver que apuestas a favor del Pez. Ahora veremos a qué lado pesará la balanza. ¡Gracias otra vez!

Y gracias en general a todos… Ya no los demoro más, sin duda, sólo me queda decir: ENJOY! (los veo de nuevo al final).

"Cuentas qué saldar"

"Sólo cerrando las puertas detrás de uno se abren ventanas hacia el porvenir".

Françoise Sagan (1935-2004) Escritora francesa.

-Capítulo 4: Por todo lo que une nuestros lazos-

Su mirada absorta se transformó en expectación.

Lo observó atenta, mientras retrocedía para dejarlo entrar. Lo vio cerrar la puerta, lentamente.

Las palabras parecían haber muerto dentro de la garganta de Agasha, incapaz de darle al menos un "hola" o algo que manifestara una bienvenida. Pero no pudo evitarlo. Ni siquiera debió ser consciente de su reacción, de sus ojos acudiendo de inmediato a la inspección.

Los pasmados orbes verdes divagaron por el rostro adusto, el cabello húmedo aún por la lluvia, la camisa pegada al pétreo pecho, húmedo también. La sensación de mirar tan de cerca aquellos definidos músculos fue, desconocida… inmensamente agradable.

Agasha miró sus ojos, nuevamente. El incierto la dominó.

Y, el miedo…

¡Venía a acusarla nuevamente!

Había regresado para cobrar factura, para informarle a su padre o a su abuela de sus irreverentes actos.

Estaba pérdida. ¡Era realmente su fin! Tendría que prepararse para lo…

—Vengo a disculparme.

Retrocedió a su declaración. De nueva cuenta, su gesto se tornó consternado, mirando a su rostro que se debatía entre la duda en cada palabra. Albafika la miró al fin, los oscuros zafiros parecían demasiado profundos, culpables.

—Me porté como un idiota, ¿no? —sonrió amargo—. Te traté como si tuviera derecho sobre ti o algo parecido… Sé que no soy nadie para decir qué debes hacer o con quién debes citarte, pero… —los labios se crisparon antes de alzar el tono. Suspiró, sonriendo torpemente—. No te he tratado muy bien los últimos años, ¿verdad?

La pregunta quedó perdida en el silencio, con Agasha tan disuelta como éste, confundida. Sus piernas sintieron el respaldo del colchón en donde cayó irremediablemente. Miró al piso, palpándose el pecho para tranquilizar su corazón.

Pero la sensación de desaire se hizo mayor.

—No… —negó con demasiado énfasis—. No, no, no… Yo tengo que pedirle perdón. No quería que sucediera nada malo. ¡Yo no quería que se peleara con él! Lamento todo, todo…

Lo sintió acercarse: —No te estoy culpando. Aunque sí fue imprudente de tu parte acercarte a alguien tan poco confiable —quiso objetar a eso; la expresión atormentada le hizo enmudecer—. Pero parte de ello es mi culpa también...

Albafika se acuclilló, con una torpeza casi imperceptible. Agasha tembló, nerviosa, asombrada por tanta cercanía…

¡Tanta cercanía!

Reprendió a sus dedos que picaban por tocarlo. Batalló con su cuerpo que le exigía terminara de acercarse. La intriga ante sus acciones fue el apoyo para detenerla. Lo miró, atentamente, casi incrédula. El caballero escrutó a la pared a un lado, aún sin verla cuando volvió a hablarle.

—Hace poco… Hace poco me enteré de algo sumamente importante. Al parecer no soy tan peligroso como pensaba y puedo acercarme a otros sin temor a matarlos. Creo que me reservaré la forma con la que me enteré pero, no niego que me causó alegría saberlo… —sus cejas se unieron con tristeza—. Aun así, sigo siendo un pésimo acompañante. Al parecer no soy muy hábil para las conversaciones y la convivencia. No importa si ya no soy venenoso —la miró al fin—. Patético, ¿no es cierto?

Agasha no pudo responder, sus labios se unieron firmes para guardarse los sollozos. Mas la queda negación liberó las lágrimas. Su pecho se sentía tan revuelto de emociones, avasallándola como nunca antes.

Alegría, deseo por ayudarle, satisfacción pensándolo libre del veneno que era su barrera. Tristeza por haberlo sabido tan tarde, cuando sus actos ilícitos le hacían acreedora de su total rechazo…

Confusión.

—Me alegro tanto —confesó enjugándose la cara—. Me alegro mucho por usted. Sé que pronto podrá hacer muchos amigos. No se preocupe. Todos en Rodorio van a querer hablar con usted.

Trató de sonreír.

—¿Y tú no? —pareció temer—. ¿Ya no quieres hablar conmigo, Agasha?

La sorpresa fue su motivo para no responder esta vez. La castaña se sintió consternada. Albafika temió más y más al silencio prolongado. Apretó los nudillos contra los muslos, mordiéndose la lengua, encontrando las palabras. El pavor de que su presencia ahí fuera inútil creció más. La sensación de pérdida, la angustia de saberse insuficiente…

—Sé lo que estás pensando. Seguramente, después de mi forma de tratarte todo este tiempo, ahora parece que miento o que sólo quiero tu lástima, pero no es así… —atrapó con su gesto la mirada incrédula—. Agasha, no sé qué sucedió entre ustedes o cómo fue que te acercaste a él. Tampoco te pediré que dejes de verlo si no lo deseas… —exhaló hondo—. Lo lamento. Soy malo y torpe con las conversaciones, ¿verdad? Puedo matar a un ejército de espectros pero no puedo sostener una conversación por más de diez minutos. Carezco de toda la elocuencia que él posee. Ya lo sé… Pero por favor, dame una oportunidad. Quiero demostrarte que soy algo más que el caballero que te da la espalda… Dejaré que seas tú quien decida si paso la prueba o no.

Trató de sonreír a ese gesto igual de conmovido. —¿Qué dices?

Los suaves labios se curvearon, trepidando, tratando de sonreírle. Agasha lavó por enésima vez sus lágrimas.

—Pensé que me odiaba. Creí que ya no querría hablarme nunca más…

Albafika frunció las cejas con dolor. —¿Cómo podría odiarte? Has soportado todas mis descortesías… Y lo lamento tanto.

Agasha volvió a negar. No pudo hablar más, tenía que concentrarse en su tarea contra el llanto. Deslizó el dorso de las manos una y otra vez sobre sus parpados, hasta que su pecho se sintió calmo.

La habitación volvió también a su tranquilidad.

Tan sólo la lluvia apenas amainando se escuchó. Y en medio del repiqueteo tenue, las miradas volvieron a encontrarse.

Entonces el sosiego terminó.

El intento por refrenarse desapareció al observar de lleno los ojos azules.

Agasha sintió sus piernas moverse instintivamente, inclinándose hacia el otro quien se alzaba a su vez.

Ignoró todo, con el tiempo pausado por cada acción.

Entrecerró los ojos al quedo acercamiento. Juró sentir a su corazón detenerse cuando el suave aliento rozó sus labios…

El rostro del caballero se detuvo a corta distancia.

De pronto, su gesto se contrajo, arrugando la nariz. Su mano le ayudó a suavizar un débil estornudo. Agasha lo miró encogerse de hombros, como con un escalofrío.

La realidad cayó por fin.

—¡Perdóneme! —se levantó a toda prisa—. Le traeré una toalla y… y… también haré té.

Caminó rumbo a la puerta. Contrario a su caballero, no podía creer que se sintiera tan cálida, ardiéndole el pecho y las mejillas al pensar en lo que casi habían concretado.

Su mano quedó sostenida por otra, frenándola de inmediato.

Agasha se volvió lentamente, sin poder creer ese firme contacto. Los ojos casi se desorbitan, como su corazón. Miró su propia mano siendo llevada hasta una mejilla, luego hasta un par de labios que la besaron con devoción.

—Es más suave de lo que pensé… —el golpeteó de sus palabra se sintió en su piel, los dedos que la sostenían temblaban también.

La muchacha se aferró el pecho. Definitivamente, su corazón pedía a gritos salir. ¡Estallarle de contradicción!

Trepidó junto a él, sabían que ya no era por el frío.

—Señor Albafika… —fue lo único que pudo responder.

—"Albafika" —abrió los ojos, levantándose, sosteniéndola aún—. Desde ahora, sólo soy "Albafika".

Y por primera vez, Agasha conoció el gran deleite que era recibir su sonrisa.

~O~

Algunos días después…

Tiró un baldazo más de agua, deseando mojarse a sí misma también.

El día había empezado demasiado caluroso, y la tarde parecía empeorar con el sol ya puesto en lo más alto. Ni rastros quedaban de la última lluvia, ni de nada de lo que ésta había implicado.

Barrió el piso, extendiendo el límite del charco que había creado. Su reflejo lució tan consternado y afligido como de verdad se sentía.

Confundida. Otra vez…

—Vaya expresión…

La voz causó un estremecimiento mayor a cualquiera que hubiera sentido antes.

Pero los fuertes brazos que la ciñeron por la espalda lograron petrificarla por completo.

Sintió la deliciosa respiración contra su oreja: —Cualquiera diría que eres un alma en pena, pequeña flor.

—¿Qué haces aquí? —miró apenas el rostro, la sonrisa curveándose pérfida.

—¿Creías que sería tan sencillo? ¿Usarme, causarle celos a tu caballero y lanzarme al basurero sin ningún problema? —río contra su piel—. Pequeña ingenua, ¿con quién crees que estás tratando?

—¡Te equivocas! Yo no… —la giraron con violencia. Miró con pavor los ojos amatistas—. Por favor, ya no podemos, ya no…

La calló con rapidez. Agasha trató de desviar el rostro ante el beso agresivo. Sintió sus mejillas arder… ¡Qué espectáculo estarían dando!

Lo empujó con los puños: —¡Basta!

La ciñeron nuevamente, robándole el aliento con el mismo método. Trató de gritar, pero sus pies la traicionaron al dejarse guiar por el camino en el que fue obligada a retroceder. Sintió la sombra del callejón más cercano o de la sorpresiva nube que de pronto los cubrió. Escuchó los truenos y la lluvia caer a prisa.

Y se percató de que había dejado de luchar.

Siguió aferrando los cabellos blancos, ahora para sostenerse, para atraerlo más con su peso. Lo sintió sonreír contra su boca, riendo.

—No puedes negarte a esto, ¿cierto? —lamió las gotas en dirección al cuello.

Agasha levantó el mentón a su disposición. Se movió hacia la pared cercana, donde la apretaron. Suspiró audible ante el férreo cuerpo que se ciñó al suyo, casi perdiendo el juicio ante la mano hábil que acarició cada área sobre su ropa mojada.

Sí, no podía negarse más…

Buscó a la agresiva boca que tanto deseaba. Se dejó invadir por el nuevo beso, apretó los fornidos hombros cuando aquella mano en su vientre descendió más. Se arqueó intensamente ante el toque, oyéndose como resultado. Tembló de vergüenza y el innegable placer, reconociendo que sus piernas pronto dejarían de sostenerla.

Volvió a escucharse, su aliento cada vez más inconstante, junto a una risa de victoria, desconocida, lejana, y el sonido del agua que se…

Despertó.

Sintió el rostro empapado. Reconoció prontamente que sólo era sudor.

Agasha levantó el rostro, sus brazos se sentían entumecidos por haberla sostenido. Estiró la espalda y sus extremidades, sentada aún sobre la silla del mostrador. Escuchó sus huesos más conformes y volvió a su postura encorvada.

Su mirada quedó perdida tras el amplio ventanal. Se apretó el pecho, la respiración discontinua, el corazón traidor.

Resopló profundamente…

Las delgadas cejas se unieron en su contra. ¡Cómo podía ser tan descarada! A pesar de todo, sus pensamientos parecían no dar tregua. Se habían unido a sus emociones para hacerla dudar de todo, de sí misma principalmente.

Apoyó los codos en la alta repisa. Los clientes siempre disminuían con el verano. Sin ellos y sin nadie más para distraerse, controlarse era aún más complicado. Necesitaba otra solución a sus pensamientos.

Dejó su asiento para moverse hacia las flores en la repisa en una esquina. Sus manos inspeccionaron con cuidado las hojas y los pétalos en cada ramo. Quitó cualquier imperfección que hubiese pasado por alto y volvió a rociar con agua sutilmente.

Deslizó los dedos por última vez, sobre el arreglo de rosas descansando al frente. Le gustaba sentir la superficie aterciopelada, superada solamente por él…

Abrió los ojos, como si hubiera recibido un golpe.

¿Él? ¿Quién?

Ya no lo sabía…

Volvió a sentirse culpable, llena de vergüenza. La sensación de saberse como una más de esas mujeres fáciles le embargó. Y al mismo tiempo… Su mente le demandaba retractarse. Sugería pronto que él no era malo, que había hecho bien en defenderlo. Que estaba bien seguir queriéndolo… Que debía volver a buscarlo.

¿Para qué…?

¿Por qué…?

¿Y él…?

Miró las rosas otra vez.

¿Qué pasaría con él?

¿Qué ocurriría después del par de días que le otorgó para pensar su propuesta?

¡¿Qué podría contestarle a esas alturas?!

Ya no lo sabía.

Pero intuía la respuesta, ahí mismo. Justo frente a sus ojos…

—¿Hola?

La campanilla a la entrada anunció también al nuevo cliente. Agasha se giró deprisa, ante la voz. Su gesto se llenó de emoción al exclamar:

—¡Celinsa!

Corrió a recibirla hasta abrazarla con fuerza, casi sintiéndose rescatada en media desolación.

—¿Cuándo llegaste? ¿Cómo estuvo tu viaje? ¡Qué bueno que regresaste! —la apretujó

La mayor no pudo contener la risa. —Diría que no me has visto en años. Apenas llegué hoy, pero volveré a partir en unos días. Creí que sería bueno dar señales de vida —se alejó un poco para inspeccionarla—. Te ves bien, pareces mayor…

—¿Tú crees? —enarcó las cejas.

—¡Claro! Hasta podría decir que el Señor Albafika te propuso matrimonio…

Pero en vez del esperado sonrojo, el rostro joven se inclinó, extinguiendo toda risa.

—Bueno… No exactamente.

—¿Ocurrió algo malo? —la preocupación apareció.

Agasha suspiró. Se mordió los labios antes de responder: —Ay, Celinsa… Pasó algo que-…

—¡Celinsa!

El pequeño de la casa irrumpió por el pasillo. Con las mismas preguntas de interés por su viaje, el niño robó toda su atención. La abuela de ambos chicos apareció también, invitando de inmediato a la recién llegada a cenar y a hospedarse al menos ese día con ellos.

Después de varias negaciones, la asidua propuesta fue aceptada.

Ensimismados por la charla, no fueron conscientes de la rapidez con la que pasó el tiempo. En menos de lo pensado, la noche comenzó a mostrarse en las calles, por lo que la familia decidió cerrar antes de la hora acostumbrada. Aún con la misma alegría, todos desfilaron rumbo al interior de la tienda.

Agasha ayudó a llevar el poco equipaje.

—Cuéntame todo después de la cena —le murmuró la otra, antes de entrar a la cocina.

La castaña asintió, nerviosa.

Tendría mucho qué contar…

~O~

—¡Qué locura!

El grito quizá sonó más fuerte de lo requerido.

Agasha se precipitó hacia ella, haciendo ademán con sus labios para que se callara. La excombatiente rio avergonzada. La florista bebió de su té otra vez, necesitaba un sorbo tras la larga historia.

—Esto es más de lo que pensé… —Celinsa miró a través de la ventana de la habitación. Rio otra vez—. Todos creíamos que terminarías casada con Roldán.

Agasha frunció el ceño, con un dejo de repugnancia. Torció el gesto con desilusión.

—Estoy en un dilema…

—No, no, no. Estás enamorada.

La verdad fue como un golpe. La florista inclinó el rostro, miró su taza entre los dedos, dejándose escudriñar por su amiga.

—La pregunta es de quién, ¿cierto? —enarcó una ceja, perspicaz.

Ahora fue ella quien miró por el vidrio. —A veces pienso que sólo estoy detrás del Señor Albafika por lo que ha significado para mí. Lo admiro desde que tengo diez años… ¿No podría ser sólo un héroe o un sueño? Me acuerdo que estaba igual de obsesionada con los personajes de las historias que papá nos contaba.

—¿Dijiste que te besó?

El calor inundó sus mejillas: —¡No! ¡No! —refrenó ahora su propia boca—. Te dije que sólo besó mi mano —musitó, acalorada.

Celinsa sonrió. —¿Y? ¿Qué me dices? ¿Cómo te sentiste?

La pregunta fue otra forma de desarmarla. Agasha se irguió apenas, pensativa. Buscó en su mente las palabras y empezó su explicación. Se calló en seguida, enmudeciendo por completo. Sus hombros cayeron débilmente, enredándose los dedos.

—Agasha, ¿no crees que esta es la respuesta que quieres?

La chica levantó el rostro, más atenta.

—El Señor Albafika se ha encargado de mantenerte lejos, ¿verdad? ¿Cuánto? ¿Cinco años…? Creo que más. Pero ni eso ha sido suficiente para sacártelo de la cabeza. ¿No crees que eso es algo más grande que simplemente admirarlo? —le sonrió, audaz—. Si alguien me dejara sin palabras por el simple hecho de besar mi mano, definitivamente sabría que estoy enamorada de esa persona.

Agasha estiró el brazo para dejar su taza en la mesita. Continuó quieta, mirando su pie colgando en la esquina del colchón. Escuchó al viento, indicio de tormenta. Su último —y descarado— sueño apareció, apoyando firmemente el argumento de su amiga.

Y, contradiciéndola también…

—¿Dices esto porque Minos es un espectro? —frunció el ceño.

Quizá sólo estaba recibiendo un consejo prejuicioso.

Pero Celinsa negó: —Eso no tiene nada que ver. Teneo no se cansa de hablarme de la tregua entre nuestra diosa y su hermano humano. Y si los vemos a ambos como simples mortales, sin duda hace más sencilla la respuesta. No se trata de si es un caballero o un espectro, se trata de lo que significan para ti y tú para ellos. ¿Quién te ha demostrado que quiere cambiar, y que lo hará por ti además? El amor se trata de negarse a sí mismo a favor de la felicidad del otro… O eso leí en algún libro.

La cabeza de Agasha se inclinó suavemente para asentir, aún con los pensamientos devanando su cabeza.

Celinsa se levantó, no hizo gran esfuerzo por ocultar su bostezo. —Creo que debemos dormir. Gracias otra vez por dejarme quedar aquí… —caminó hacia la puerta—. Si aún estás indecisa, piensa en la propuesta que te hice en la cena. El tiempo es un buen compañero… Me ha ayudado a mantener mi soltería todos estos años.

Soltó una suave risa, oyéndose por un tiempo cuando salió en dirección al cuarto de huéspedes.

Cuando la puerta se cerró, Agasha pudo quedarse en el silencio que necesitaba.

Sola. Para pensar, reflexionar. Considerar sus opciones.

Y elegir una, para siempre.

~O~

El juez caminó sin prisa.

Tuvo que admitir que era una mañana agradable. Aspiró con gusto el aroma del rocío recién dejado sobre los árboles y se deleitó en el estremecimiento provocado por el frío.

Su sonrisa se ensanchó al visualizar la entrada del pueblo. Entró por las grandes puertas y dejó el escarpado camino atrás. Filas de casas aparecieron inmediatamente. Y se sintió complacido de volver a un trabajo divertido.

Interesante.

Su pecho no tardó en arder. ¡Casi se sintió explotar de tanto orgullo! De victoria.

Suya era, la total e irrevocable victoria.

Esa carta en la taberna, exigiendo su presencia después del amanecer, se lo indicaba. Ya había pasado más de una semana. Era obvio lo qué había ocurrido. Pensarlo incluso era estúpido.

Había sido tan fácil…

Escuchó voces. Se sintió observado.

Minos desvió la vista hacia los lados. No pasaron desapercibidos los gestos divertidos, para nada coquetos como era lo cotidiano. Las sonrisitas, femeninas, infantiles o cuales fueran, eran curiosas y hasta burlescas. Entonces reparó a donde miraban; a la canastilla en su mano.

Su sonrisa se esfumó.

Apretó el paso. Dobló a la derecha y subió por el camino, tal como se lo indicaba el pequeño y escueto croquis. No tardó en vislumbrar la fuente. Sus ojos se concentraron en la delgada figurilla, sentada en la bardita, con las manos enredándose nerviosas sobre su regazo.

Junto a ese otro, a su lado…

Ya no quedó rastro de satisfacción.

Si llegó hasta ellos fue sólo por la inmensa curiosidad y el afán al tope de diversión.

—¡Viniste! —lo recibió la chica.

Pero apenas la dejó acercarse cuando le arrojó sin aviso el vergonzoso objeto con el que había estado cargando.

Minos ocultó su sonrisa: —Mi deuda está saldada. Ahora tienes tu preciada canastita…

Cruzó los brazos, mirándola. La muchacha se quedó quieta, contemplando el regalo, más idóneo y fino que el que había perdido. Luego de un momento, sus manos apretaron el asa grácilmente entrelazada.

Lo miró de nuevo, con adolorido gesto.

—Escucha… quiero que…

El juez alzó la mano, frenándola: —No hables, será aburrido. Además… ni siquiera es necesario —posó al fin su atención al caballero al lado—. Parece que tomaste en serio mi advertencia… ¿Quieres que te aplauda por la victoria?

Albafika se acercó también. Su sonrisa no era en lo absoluto jactanciosa.

—Sería rápido y estúpido atribuirme la "victoria" —también ciñó los brazos en su pecho.

Casquillos tronaron contra el concreto, deteniendo cualquier nuevo enfrentamiento.

El trío desvío su atención a la carreta que se estacionó a poca distancia. Agasha se disculpó y se apartó. Entonces Minos reparó por fin en el equipaje que había estado todo el tiempo a sus pies. Observó intrigado a la muchacha que inspeccionaba el abordó de las maletas y otros objetos. Después de una breve conversación con el chofer y otras personas, regresó.

El gesto siguió bajo, de algún modo, temeroso por su respuesta.

—Dejará Grecia —Albafika tuvo que hablar por ella.

Agasha asintió: —Recibí un puesto en un monasterio. Dicen que necesitan una florista… Llegaré ahí luego de un corto viaje con una amiga.

Minos se quedó absortó, tratando de digerir la información. Pero tuvo que sonreír inmediatamente, estaba realmente sorprendido.

Y sabía que era momento de dejar los tontos recatos.

Se acercó hábil, alzando el pequeño mentón hacia sus labios: —Excelente, qué maravillosa idea… No sabes cuánto he fantaseado con hacérselo a una monja…

—¡I-Idiota! —lo empujó enfurecida, sacando su risa—. Además, no seré una monja. Sólo trabajaré con sus jardines…

—¿Y en dónde exactamente está ese famoso monasterio?

—Italia. En las montañas de Pavía —desvió la cara enrojecida.

—Ooh… Interesante —alzó una ceja en dirección al caballero—. Quizá mis próximas vacaciones sean en Italia.

Albafika subió los hombros, sonriendo plenamente esta vez.

—Tendrías que apresurarte, entonces —lo miró con astucia—. Porque pienso alcanzarla en dos semanas.

La fuerte carcajada apareció al fin. Minos mantuvo su ancha sonrisa: —Parece un reto interesante, Piscis.

Ambas miradas se confrontaron apenas unos segundos. La carencia de violencia o de aquel agresivo cosmos de costumbre, apoyó al silencio ameno que siguió. Minos regresó su atención a la jovencita a pocos pasos. La mirada verde, brillante, cautivándolo…

Apenas reparó en que sería la última vez que la vería.

Pero la expresión acongojada no le permitió pensar más.

—¿No estás enojado? —se atrevió a cuestionarlo, tras escrutarlo bien.

La sonrisa divertida se forjó sin problema. —¿Cariñó, crees que eres la única chica que está tras de mí? Descuida, mi pequeña flor. Hay más de una mujer esperando tu lugar…

El gesto preocupado se enfurruñó. Agasha alzó la barbilla, ofendida, aliviada tal vez.

—Nunca cambiarás —y eso le sacó otra risotada.

—¡Agasha! Ya es hora —la llamaron desde el coche.

La chica asintió atendiendo. Dedicó una corta sonrisa al juez de Grifo y desvío la mirada antes de que sus lágrimas se hicieran más perceptibles. Se giró al muchacho a un costado, su rostro cambió por completo. La corta despedida apenas fue audible, suficiente en cambio para saber lo difícil que era decirse adiós.

—Trataré de organizar todo con más rapidez. El Patriarca ya me ha dado su autorización… —Albafika besó la suave frente—. No tardaré, Agasha.

—Qué tiernos… —Minos no pudo contenerse. Albafika entornó los ojos, acostumbrado.

Auxilió a la florista a subir a la carroza. Con una última despedida a ambos y al resto de su familia, la muchacha y su acompañante dejaron que el cochero iniciara la marcha.

El melancólico rostro se volvió varias veces. Después de unos minutos, su visión de aquellos dos muchachos se extinguió al virar en una esquina.

Albafika cerró los ojos un instante cuando ya no pudo verla más. Su pecho dejó escapar un largo suspiro, abatido. Se arrepintió de inmediato.

—¿Triste no te parece? —detestó sus parloteos—. Se ha ido a merced de algún italiano. No puedo ni imaginar lo que le espera, los romanos tienen fama de conquistarlo todo…

Gruñó, desinteresado. —Al menos no estará contigo.

Minos sonrió, casi halagado. —Bueno, aún tengo dos semanas para que eso cambie…

—Ni lo pienses… —cruzó los brazos, dispuesto a ignorarlo. Un aguerrido brazo le rodeó los hombros.

—Y ahora, ¿qué dices si te dejo invitarme una ronda? Después de todo, merezco un premio de consolación, ¿no lo crees?

—¡¿Acaso sólo piensas en beber?! —se deshizo de él, odiando más su risa—. Agasha tiene razón: nunca cambiarás.

Minos encogió los hombros. —¿Por qué cambiar algo que ya es perfecto?

Albafika resopló. ¿Para qué esforzarse? Caminó en dirección contraria, al Santuario.

—No volveré a pisar una taberna, menos contigo, espectro…

El mismo brazo volvió a aferrarlo. —¡Brillante! Bebamos en Piscis.

—¡Aléjate! —no lo dejaron ir esta vez.

—Vaya que eres rudo, caballero. Recuerda que me debes un favor. De no ser por mí, nunca te habrías acercado a tu pequeña flor…

—Su nombre es Agasha —quiso empujarlo—. Y no te debo nada. No te atrevas seguirme, ¿oíste?

—¿Ni siquiera por el honor de tener en casa a un juez del infierno? —se carcajeó—. ¡Puedo ayudarte a empacar si quieres!

Albafika consiguió liberarse, pero el otro se apresuró. No dejaría de perseguirlo, sin percatarse ninguno de que no habían dejado de avanzar. Juntos, en un camino de riñas infantiles, a los ojos de curiosos que poco creerían que aquellos dos eran precisamente los eternos rivales de antaño de la última guerra.

Pero no era de extrañar…

Porque ellos mismos, de alguna forma, también lo habían olvidado.

Sin darse cuenta; para cambiar por completo. Para dejar el pasado y ocuparse de un presente más simple. Donde las trivialidades suelen ser la mayor preocupación.

Como cualquier ser humano que sólo tiene demasiadas cuentas qué saldar, y busca terminarlas de una u otra forma.

Aunque fuera sólo con alcohol…

~O~

Si es cierto que en cada amigo hay un enemigo potencial. ¿Por qué no puede ser que cada enemigo oculte un amigo que espera su hora?

Giovanni Papini (1881-1956) Escritor italiano.

Cuentas qué Saldar

By LiaraPrinceton

. . .

Un final abierto. Y como siempre digo: Todo puede suceder (menos yaoi, que para eso no es este fic ¬¬)

Espero que, más allá de la risa, el mensaje de la historia se haya entendido. Muchos de sus comentarios me demostraron que así es. Por eso, simplemente, ya estoy llena de dicha.

Ojalá que les haya gustado… GRACIAS POR TODO! Mi DeviantArt ya tiene nuevos dibujos de esta historia por si quieren verlos.

Cuídense! Los quiero!