Capítulo ocho: Ron y Hermione por siempre.


Habían pasado dos horas desde que llegaron a St Mungo, y Draco seguía en el hospital, esperando a Potter, con los cuatro niños, quienes ya estaban casi dormidos al rededor de la cama de James, y con Granger y Weasley, lo cuales no le hablaron a él en todo ese tiempo y se la pasaban murmurando cosas entre ellos. Sabía que debería estar enojado, pero sinceramente ya no tenía fuerzas para estarlo. Además había aprovechado su situación de soledad para reflexionar un poco.

Su hijo y los de Potter les habían querido hacer una cena para que se arreglaran y Draco, lejos de estar emocionado o conmovido, se había planteado varias cuestiones: la primera es que, muy a su pesar, muy en el fondo, había sido un poco, casi nada, injusto con Potter. Le había gritado, insultado y hasta ofendido en varias ocasiones y el moreno había reaccionado de la manera que él jamás hubiese esperado: con solidaridad. ¡Lo acogió en su casa, por todo lo mágico! Hasta le dio trabajo y comida, y no se quejó por ello ni una sola vez. Es decir, no es que hubiese pasado mucho tiempo, habían pasado solo dos días, pero aun así; Potter podría haberlo echado en varias oportunidades. Así que Malfoy estaba arrepentido, apenas un poco, no hay que exagerar, por cómo lo trató, y acordó consigo mismo que sería menos hostil a partir de ahora. Tuvo que suspirar porque sabía que eso iba a costarle más trabajo que cualquier otra cosa que se propusiera. La segunda cuestión que se replanteó estaba también relacionada con Potter, en cierta manera: ¿tendría también que comportarse con Ginevra Potter? ¿O con Granger y Weasley? Los miró de reojo a estos dos y comprobó que ya no se hablaban en susurros, sino que Granger miraba a los niños con ternura y Weasley contemplaba su reloj de pulsera como si así el tiempo avanzara más rápido. No, determinó, ellos tres no le habían ofrecido nada, así que la tregua no era extensible. Y la tercera cuestión era que tenía tres meses para arreglar su vida y, honestamente, ¿cómo mierda iba a lograr eso?

Sin embargo, no tuvo mucho tiempo de pensar esa última pregunta, ni de armar un plan, porque la puerta de la habitación se abrió de repente de un portazo y tanto Weasley como él se levantaron sobresaltados y con las varitas en la mano, únicamente para darse cuenta que no era nada más que Potter el que acaba de entrar, con el aspecto más furioso y la expresión más sombría que Draco hubiese visto nunca. A su lado, el mismo sanador que atendió a James los miraba como buscando una explicación para la actitud del moreno. Con cierta confusión, se dio cuenta que Ginny Potter no los estaba acompañando.

-Buenas tardes otra vez -saludo el sanador, todavía un poco tímido ante la mirada de Potter-. James ya está bien; puede recuperarse en su casa mientras no levante nada pesado. Si el brazo le molesta o algo, no duden en traerlo. Eh, hasta luego -y sin más, salió casi corriendo de la habitación.

-Nos vamos -fue lo único que se limitó a decir el moreno, tomando las mochilas de sus hijos (incluso la de Scorpius) y ayudaba a James a incorporarse y bajarse de la cama.

Draco suspiró, recordando que había acordado ser menos defensivo con Potter, así que no dijo nada. Guardó su varita y tomó la mano de su hijo. Pero alguien tiró de su otra mano al mismo tiempo: Albus Potter lo había tomado de la mano también, y lo miraba sonriente e inocente con sus ojos color verde sapo, como los de su padre.

-Wow, wow, wow. ¿A dónde crees que vas, Malfoy? ¿Y dónde está Ginny, Harry? -interrogó Weasley, irritado porque Harry lo haya ignorado.

-Hablamos más tarde, ¿sí? -murmuró Potter, cortante, dándole la espalda.

Weasley se quedó quieto y perplejo al ver la actitud de su amigo, incluso Draco se quedó asombrado y estático en su lugar por un instante. Fue la voz de Granger quien los sacó de su estupor.

-Lo entendemos. Hablamos luego, Harry. Adiós, niños -saludo amorosamente a los cuatro pequeños (sí, a Scorpius también, y el rubio volvió a sentir que estaba en un nuevo mundo paralelo) y, no sin cierta vacilación, agregó-: Adiós, Malfoy.

Él no la saludó, pero la miró y asintió con la cabeza, reconociendo su saludo. Esta vez a Weasley se le cayó la mandíbula ante ese pequeño intercambio y el rubio determinó, con una sonrisa burlona, que quizá extendería la tregua, solo para su diversión. Y sin pensar en lo que pasaría al llegar a la casa de los Potter, se aceraron a la chimenea del lugar y, uno a uno, viajaron hasta Grimmauld Place.

.

Harry estaba tratando de controlar su humor lo mejor que podía. "No explotar frente a los niños" era una de sus primeras reglas en cuanto se convirtió en padre. Pero Godric si no le estaba costando tanto que podía sentir a su magia darle latigazos en el pecho y las manos. Ojalá lo llamaran para trabajar así podría desquitarse con algún imbécil que jugaba con las artes oscuras.

No. No, él no podía pensar así. Respiro varias veces, intentando controlarse de nuevo, apretando los dientes.

-Papi, ¿podemos salir a jugar quidditch otra vez? Scorp nos dijo que sabe volar muy bien, que su padre le enseñó porque solía ser buscador, ¡como tú! -le contó Albus muy emocionado, como si su padre no lo supiera ya.

Hizo una mueca ante el recuerdo, trasportándose a quinto año, al último partido que había jugado contra Malfoy.

-Jamie tiene que descansar, Al. Pero supongo que tú y Scorpius pueden jugar. Si su padre está de acuerdo y tienen cuidado, claro -agregó, ya un poco más calmado, mirando a Malfoy, quien estaba parado de brazos cruzados, con los ojos entrecerrados como si buscara algo.

James refunfuñó mientras subía a su habitación bajo la mirada de Potter, quien le había ordenado irse a descansar antes de salir del hospital.

-Está bien -dijo Malfoy al final, encogiéndose de hombros-. Pero no te ensucies la ropa -le aclaró a su hijo, en tono de advertencia.

Ninguno de los infantes lo oyó. Ambos salieron corriendo a los gritos hasta el patio, dejándolos a los adultos y a Lily atrás. Harry se aclaró la garganta y mirando a su hija, sugirió:

-¿Qué tal si tomamos un té con esas ricas galletitas de chocolate que horneó Kreacher?

-¡Sí, papi! Vamos, vamos -gritó y salió corriendo para la cocina.

Harry negó con la cabeza, con una sonrisa, ya totalmente relajado.

-La invitación va para ti también, Malf-Draco -aseguró el moreno, ignorando la ansiedad que le producía estar solo con el rubio en la misma habitación.

Malfoy tomó la confianza de Potter, tanto la de llamarlo por su nombre como la invitarlo a tomar el té, como una señal para demostrar que estaba dispuesto a olvidar su rivalidad, aunque comenzaba a dudar si era solo él quien todavía se sentía rival de Harry. Pero reprimió ese último pensamiento tan pronto como apareció.

-Tenemos que hablar, Pot-Harry -rectificó a último momento, y luchó contra la molestia de ver al otro tan sorprendido de que haya usado su nombre. ¿Acaso creía que él solo podía tomarse ese atrevimiento?

-Pero estamos hablando, Draco -bufoneó, abusando de que Malfoy no le haya dicho nada por usar su nombre. De hecho, a Harry se lo veía muy encantado con ello.

Tregua, tregua, tregua, repetía Draco como un mantra, luchando más fuerte contra su instinto de hechizar a Potter.

-Me refiero a que tenemos que hablar civilizadamente -aclaró, arrastrando las palabras como si estuviera hablando con su hijo cuando este no entendía lo que le explicaban.

Frente a toda respuesta, Potter suspiró, dejando el cansancio lo atrape.

-Lo sé, lo sé. ¿Que te parece esta noche después de cenar? -propuso, comenzando a caminar hacia la cocina.

Draco quiso preguntarle si iba a estar su esposa presente, pero solo asintió, sintiéndose cansado él también.

-Dejaré pasar tu invitación a tomar el té e iré a dejar mis cosas al cuarto de invitados, para asearme y cambiarme. Si no te molesta y la habitación sigue disponible, claro -ser decente con Potter se sentía tan ajeno a él, tan forzado, que no se reconocía.

Percibía que Harry pensaba lo mismo porque primero lo miró, incrédulo, y después desconfiado, como si estuviera viendo a otra persona.

-No, claro que no me molesta. La habitación es tuya, siéntete como en casa -y con una breve sonrisa, incómodo, huyó hasta el sótano, aturdido con mil pensamientos a la vez.

.

-¡Harry Potter! ¿Dónde estás metido? ¡Ven aquí ahora mismo! -rugió la chimenea del estudio de Harry.

La paz nunca fue algo recurrente en su vida, y aun así él tenía el descaro de preguntarse cuándo la obtendría. Definitivamente no será hoy, se dijo, mirando entre las llamas la cara de sus mejores amigos, Ron y Hermione. Había terminado de tomar el té con su hija y subido a su despacho, ordenándole a su elfo que vigilara a sus hijos y el de Malfoy, para pensar justamente en este último.

Su vida se estaba yendo a la mierda, como era habitual, y tenía varias razones para hacerlo: Ginny le había pedido el divorcio, algo que se había visto venir, y quería llevarse a sus hijos con ella, algo que no se había visto venir. Malfoy estaba viviendo en su casa y, por si no fuera poco, trabajaría para él, algo que ya no le parecía buena idea, mucho menos ahora que la actitud del rubio había cambiado de repente; por alguna razón, esa actitud la encontraba más amenazante que cuando lo trataba mal. Y por último, estaba solo metido en este lío. Ni sus mejores amigos sabían lo que estaba pasando Harry, y si se enteraran, ¿cómo reaccionarían? Pero esa no fue la única pregunta que lo empezó a atormentar: ¿le dirían a Molly y a Arthur? ¿Qué haría una vez que Ginny se fuera? ¿Realmente se llevaría a los niños? ¿Seguiría viviendo con Malfoy y Scorpius? Sin embargo, la peor de todas, la que más le dolía formular, incluso en sus pensamientos era: ¿y si Ginny no lo dejaba ver a sus hijos nunca más?

Para colmo, por mucho que se mintiera, tampoco había dejado de pensar en el sueño que tuvo en la cafetería del ministerio. Por mucho que deseara, que rogara, que quisiera, no podía sacárselo de la cabeza. Su cabeza la ardía de lo mucho que lo abrumaba todo. Como si no tuviera suficientes problemas, también tenía que enfrentarse a un cuestionamiento sobre su sexualidad.

-Aquí estoy -contestó al fin, sintiéndose más viejo que nunca.

-¡Harry, te ves como la mierda! -exclamó Ron, siempre tan sincero y observador-. ¿Qué te pasó, amigo? -preguntó, preocupado.

-Ron, esa delicadeza -desaprobó Hermione, pero después miró bien a Harry y puso la misma cara de preocupación.

Harry casi se ríe. Se sentía como si hablara con sus padres.

-Estoy... cansado. Sí, solo... han pasado muchas cosas -y comenzó a contarles todo lo que había pasado, sin detenerse, igual que cuando eran adolescentes y traía algún nuevo tipo de información que Dumbledore le había compartido. Para cuando terminó, su pecho se sentía menos contraído y hasta su humor se había aligerado.

Ron lo miraba sin pestañear, todavía procesando todo lo que su amigo le contó. No se mostraba tan contrariado ni enojado, cosa que alivió a Harry. En cambio, Hermione sí estaba enojada.

-¡De ninguna manera, escúchame bien, Harry, de ninguna manera dejaremos que Ginny se lleve a los niños! Es que es ridículo, ay, de solo pensarlo me pone... -dejó la frase inconclusa para demostrar su punto, cruzando los brazos, enfadada-; no tiene motivos para hacer eso. Eres un padre excelente y ellos son felices viviendo contigo -aseguró, haciéndolo sonar como si fuera obvio-. ¡Di algo de una vez, Ronald! ¡Despierta!

Gracias al codazo de Hermione, este pareció volver a la vida.

-¡Ay, Hermione, me dolió! ¿Qué quieres que diga? Ellos son mayores, dudo que ambos quieran causarle algún daño a Jamie, Al y Lily. En realidad todos decíamos que desde que los tuvieron se volvieron... bueno, padres -comentó, encogiéndose de hombros. Ante la mirada fría de Harry, agregó rápido-: ¡y eso está muy bien! Por supuesto. Pero como que olvidaron ser pareja también, ¿me entiendes?

Harry asintió. Lo que decía Ron era cierto, ¿qué sentido tendría negarlo?

-Me hubiese gustado que termináramos mejor -expresó el moreno, triste al admitir eso.

-Oh, Harry, solo dale tiempo. Las cosas se acomodarán en un tiempo. Si quieres puedo redactar su divorcio -se ofreció Hermione, comprensiva-. Aclarando que la tenencia tendrá que ser compartida, claro -aseveró, frunciendo el ceño.

-Gracias, Hermione. También tú, Ron -agradeció, conmovido por la reacción tan positiva de sus amigos.

-¿Lo ves? Eso ya está solucionado. Tranquilo, estamos aquí para ti. Es decir, sé que es mi hermana, pero ella tiene amigas, ¿no? -resolvió Ron, empezando a comer un muffin sacado de quién sabe dónde-. Ahora vayamos al otro punto: ¿qué diablos está haciendo Malfoy en tu casa? Porque eso sí es algo que quisiera saber. O no. O sí, no sé. Solo quiero una explicación -pidió, un poco dudoso de querer recibir una respuesta.

-Su abogado lo estafó. O al menos eso sospecho. Y quedó en la calle con su hijo. Nadie quiso darle un lugar, así que yo lo hice. Y también le di trabajo -resumió brevemente Harry, obviando lo que en realidad le preocupaba sobre esa cuestión.

Ahora sí espero los gritos de desaprobación por lo que había hecho, reprochándole su error y que era muy confiado, que Malfoy era un ex mortífago y que por algo no lo habían ayudado antes. Pero estos nunca llegaron. En cambio, casi se muere al escuchar a Ron.

-¡No lo puedo creer! ¿Le negaron un lugar donde quedarse? ¿Incluso con un niño al lado? Su juicio demostró que era inocente y que nos ayudó, ¿qué más quieren? -defendió, enojado.

Hermione asentía con fervor a su lado. Harry no podía creer lo que oía y veía.

-Pero... pero cuando intenté hablarte de Malfoy la otra vez, tú... -y dejó la frase sin terminar por el bufido que Ron le soltó.

-Una cosa es burlarse de que es un hurón y otra es seguir una rivalidad estúpida de hace años. Aparte una guerra te hace recapacitar sobre cuáles son tus prioridades -justificó, solemne.

-Eres increíble, Ron -halagó su esposa, mirándolo con dulzura.

-¿Tú también estás de acuerdo, Hermione? -quiso saber Harry, todavía estupefacto.

-Absolutamente. Todos éramos unos niños y hemos cambiado, ¿por qué Malfoy no lo haría? Y por lo que nos has dicho brevemente, no estamos en posición de juzgar tus decisiones. Supongo que hubiésemos hecho lo mismo por cualquiera.

-Bueno, tampoco hay que exagerar -intervino Ron, contrariado ante la idea de ofrecerle su hogar a Malfoy.

De repente, Harry sintió una oleada cálida y reconfortante. Un alivio que se extendió por todo su cuerpo, haciéndolo creer que era capaz de volar sin su escoba. Y entonces se echó a reír y rió por varios minutos hasta que las lágrimas se le salieron de los ojos.

-Creo que lo rompimos -escuchó decir a Ron, nervioso.

Pero era totalmente al contrario: Harry se sentía más arreglado por dentro que nunca, listo para afrontar cualquier cosa.

-La cena está lista, amo -anunció Kreacher, haciendo la exagerada reverencia de siempre, apareciendo en su estudio.

Y entonces la risa se acabó. Quizá estaba listo para cualquier cosa, excepto lo que estaba por venir.


Buenas noches, o días, o tardes, dónde sea que estén.

Acá otro capítulo más. Actualizando otra vez? Omg, who am i? Pero sí, vine decidida a terminar este fic. Así que esperen actualizaciones seguidas. Ni idea de cuántos caps serán, pero quiero terminar esta historia lo mejor posible, así que el proceso puede ser lento. Pero disfruten, que no los abandonaré. Ah.

Les agradezco por sus comentarios en el capítulo anterior a Ana Luisa y .35. De todo corazón gracias. Y espero que se animen más personas a dejar comentarios. No sean tímidos, para eso están los autores como nosotros, para darles fics y para recibir sus comentarios que son lo que hacen que esto valga la pena.

Por último, agradecer a todos los que leen todavía. Y quiero que sepan que no corregí ningún capítulo hasta ahora, por lo que tiene errores y muchos. Serán corregidos cuando finalice el fic.

Besotes llenos de amor. Nos leemos pronto.