¡Buenas, gente hermosa!
Aquí les traigo un nuevo One-shot. Es una historia de William x Nina… x Grell (?) xDDD Podría considerarse también una "secuela" de mi anterior historia de WILLINA que subí hace tiempo, titulada: "El Shinigami, la modista… ¿y unos pervertidos?"
Originalmente, no tenía decidido si escribirla o no, pero decidí hacerlo ya que en un foro de Kuroshitsuji (donde tengo cuenta) había un concurso de Fics, me inscribí para escribir tres one-shots: Dos de Kuroshitsuji y uno de… cualquier cosa, ya que era original.
Pero mi otra razón para subirlo fue porque el anterior One-shot tuvo su público, y se me pidió algo más de esta linda "pareja dispareja". Además, quería atar el cabo suelto relacionado a Grell y su "posible reacción" a que Will tuviera una pareja… y NO fuera él (?) xDD
Espero les guste, ¡y se rían tanto como yo al momento de escribirlo! (ewe)
No olviden dejar sus opiniones en reviews y favoritear, ¡gracias!
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DISCLAIMERS: Ni 'Kuroshitsuji' ni sus lindos personajes me pertenecen, sino a Yana Toboso-sama. Lo único mío es esta historia y los OC's (Original Characters) incluidos.
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ADVERTENCIAS: Continuidad alternativa al final de Kuroshitsuji II. Referencias de acontecimientos ocurridos en el Fanfic antes mencionado y también en otro, titulado: "Un San Valentín… ¡Lleno de Kuroshitsuji!". No es obligatorio leerlos, pero lo recomiendo para entender mejor lo que pasa en éste.
» Insinuaciones de parejas crack, parejas no tan crack y también de parejas que incluyen y/o se conforman por OC's.
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[ONE-SHOT]
"Aunque dos son compañía… ¡Tres son Grell-titud!"
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Todo iba de maravilla esa semana en el departamento Shinigami. La cacería y recolecta de almas había estado normal, sin ninguna causa de muertes inusuales ni cosas por el estilo. Eso significaba una sola cosa… ¡Nada de horas extra! ¡Yupi~!
Algo que había puesto muy pensativo a cierto Shinigami por el hecho de que Lawrence Anderson, su Jefe, Superior y "Padre" —por título general entre todos los Shinigamis— le había otorgado un par de semanas libres; una recompensa por lo bien que cumplió una "importantísima misión" durante el mes de Febrero. Así que William T. Spears estaba de "mini-vacaciones", por decirlo de alguna manera. No había papeleo que hacer, tampoco Ronald's o Grell's que regañar, ni horas extras que cumplir por causa de los dos nombrados. Podía disfrutar de su período de descanso en paz, relajarse, pasar ese tiempo en su casita del Reino Shinigami o darse una vuelta por aire fresco en el mundo… en vez de tener que segar la vida de una persona moribunda.
Ya hace unas horas que había salido de la oficina de "Padre", a partir de ahí era que sus vacaciones comenzarían y sin tener que preocuparse de su "trabajo". Pero ese era el problema, él era de aquellos que se mantenían pensando constántemente en su oficio, así que no sería raro teorizar que se sentía un poquito "perdido". Sin embargo, la sonrisa y ojos chocolatosos de cierta humana llegaron a su mente. Esa humana de acento francés y de nombre Nina Hopkins. Ésa que logró derretir el frío corazón de Will con la cálida llama del afecto, sentimiento que inició como atracción y cada día crecía un poquito más, aunque a cualquiera le costara asimilarlo…
Pero francamente, había ido a visitarla con frecuencia a su hogar en el mundo humano. Antes de sus vacaciones y siempre que podía, se pasaba un rato por la dirección «412 de la calle Baker».*(1) Donde su amada vivía acompañada de su "inquilino", Arthur Conan Doyle, también conocido como el "Señor conocedor de las palabras" por ser escritor a tiempo parcial.*(2)
William debía defender al joven oculista las veces en que se encontraba en la casa, ya que éste era "torturado" frecuentemente por "Su patrona" al querer hacerlo sonrojar con comentarios mal-pensantes, todo en referencia a lo ocurrido entre ella y el Spears antes de que iniciaran su relación.
Honestamente —como diría el buen Will— la relación que mantenían era extraña, pero al mismo tiempo muy sana. El Shinigami nunca se propasaba con Nina, aunque a veces era un poco diferente del lado contrario; la Hopkins era conocida por su gran mente pervertida. Y aunque la mitad de los besos que compartían se tornaban intensos, ninguno había dado "ese" gran paso todavía. Ninguno era virgen a esas alturas, pero sentían que todavía era muy pronto para intimar más profundamente entre ellos. En su lugar, acordaron tener más encuentros y en lo que sus agendas se los permitieran. No llegaban a considerarlos "citas", pero les permitían conocerse mejor y él se había abierto considerablemente en lo que fuera "ajeno a su trabajo".
Y de todos modos… poniéndose a pensarlo, sus actuales vacaciones eran el período perfecto para tener citas genuinas, hechas y derechas. Casi de forma automática, como si su cuerpo supiera lo que que debía hacer guiado por ese pensamiento, acudió a casa de Nina en una visita rápida y le informó de su tiempo libre. Tendría la oportunidad de llevarla a salir y con total libertad durante esas semanas, en la fecha que ella considerara más conveniente. Después de eso se dirigió a su propia residencia en el mundo Shinigami. Ya era de noche para cuando llegó, porque se pasó la tarde junto a Nina y el buen Arthur.
El segador oscuro se encontraba nervioso. Yacía acostado sobre la cama, se había retirado tanto su chalequillo negro como sus guantes y también su camisa blanca; quedando sólo en pantalones y con su *Cofcof*nada-mal-formado*Cofcof* torso descubierto. La razón de que estuviera en "paños menores" se debía a que los nervios le provocaban de todo, incluso calor y sudor involuntarios. Eso se calmó un poco al estar únicamente con el pantalón… pero los nervios prevalecían estrujando su pecho. Suspiró pesadamente tratando de calmarlos, a duras penas no se reflejaban en su rostro, pero sí en su mirada fluorescente.
—De acuerdo, William, cálmate… —Se decía a sí mismo, apretando el puente de su nariz con una de sus manos—. Si puedes lidiar con los constantes acosos de Sutcliff, al igual que competiste contra una de esas "alimañas" durante la misión en aquél circo… ¡Claro que puedes tener una cita con Nina!
Ah, claro que podía. Incluso era capaz de repetírselo cuánto quisiera…
¡Pero si tan sólo hacerlo fuera tan fácil como decirlo!
Volvió a suspirar en lo que rodaba en la cama, quedando acostado de lado y centrando su mirada sobrenatural sobre la ventana cristalina, que en aquél momento se encontraba opacada a causa del frío de la lluvia que caía. Sonaría raro, pero la lluvia lo ayudaba a tranquilizarse y a sentirse relajado. Ayudó a que sus nervios se fueran al menos por esa noche. No tenía sentido que se angustiara tanto, ¿verdad? Después de todo, simplemente era una cita con la modista más pervertida y loca del planeta, nada fuera de lo ordinario. Sí, podía lidiar con ello si iba relajado y dispuesto, pero antes que cualquier cosa… necesitaría dormir apropiadamente.
Tras retirarse las gafas de su rostro, depositándolas en la mesita de noche junto a la cama, cerró sus ojos y se hundió en los brazos de Morfeo. Pero algo que desconocía nuestro Shinigami era que cierta humana estaba tan, o incluso más nerviosa que él sobre la cita que tendrían al día siguiente.
Por lo que ahora dirigiéndonos al mundo humano, en una residencia ubicada en Londres y más específicamente en el «412 de la calle Baker», la modista de gracioso acentro caminaba de allá para acá y de acá para acullá. Vistiendo únicamente un camisón blanco, algo ceñido al cuerpo y que le llegaba hasta el muslo, estando sobre unos pantaloncillos negros que dejaban al descubierto sus tersas piernas. Iba descalza y su cabello chocolate estaba suelto.
—Très bien, Nina, Très bien…*(3) —Se repetía a sí misma algunos ánimos y en su lengua natal francesa, intentando calmar sus propios nervios—. ¡Tú puedes con ésto! Ni que fuese tan difícil tener una cita con un estirado, serio y frío hombre de negocios… —Finalmente detuvo su andadera-y-regresada constante, golpeando un puño contra su palma y exclamando—. Si pudiste confeccionarle aquél Magnifique vestido rosado al pequeño conde Phantomhive, ¡puedes tener una cita con Willy!
Sólo había un inconveniente. Si ella misma fue quien le había propuesto a William tener una cita, luego de que éste le hiciera saber de sus semanas "libres" de su trabajo, a saber ustedes cuál sería… ¿¡Por qué diablos estaba tan dudosa ahora!?
Soltó un largo suspiro mientras se alzaba de hombros, dejándose caer de bruces sobre la cama y quedando de cara hacia al techo. No tenía de otra ahora más que descansar, ya lidiaría con eso mañana. Viendo el lado positivo: quizás podría sacar ese lado "Kissy" de Willy durante la cita.
No pudo evitar sonrojarse levemente al recordar aquella vez en que se re-encontraron… durante un curioso episodio en que conoció a los subordinados del Spears, mientras éstos cometían mal-interpretaciones de niveles épicos —al pensar que su Superior había sido "violado" por una modista mortal— y cuando el mismo William le dio aquél beso. Uno muy sorpresivo, apasionado pero sin estarla forzando, ya que ella lo había disfrutado también. Sonriendo por tener esa idea en mente, la modista asintió y terminó por disipar la mayoría de sus nervios sólo de recordar los hermosos y brillantes ojos del estoico, pero atractivo hombre.
Depositó sus anteojos en la mesita de noche, soltó un leve bostezo al recobrar el sueño y finalmente cayó profundamente dormida.
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Mientras que nuestro par de tortolitos dormía, alguien más estaba igual o incluso más trasnochado que ellos. ¿Y ése alguien era…? ¡Un Grell completamente muerto de celos! Bueno, no muerto en el sentido literal, pero ustedes entienden.
La pobre parca mordía la almohada del mismo color de su cabello, fabricada especialmente para resistir sus dientes de tiburón, mientras rodaba sin parar encima de la cama —de oscuras sábanas con bordados de corazones y calaveritas— de su respectiva habitación en la Residencia Sutcliff. Donde habitaba con los otros tres miembros de su familia; su amada madre y sus dos hermanos. Aunque en aquél momento era el único presente en la casa.
Su hermano mayor Georgio estaba cumpliendo una ronda nocturna de última hora y probablemente no volvería sino hasta el día siguiente, mientras que su hermanito "emo" Gregory había salido *Cofcof*arrastrado*Cofcof* con su amigo, Ronald Knox. Y aunque no sabría a dónde había ido su madre, la misma le había dejado una notita sobre la mesa de piedra que servía de comedor en la sala principal; donde le indicaba que le había dejado su comida favorita guardada en la alacena, y cuando le diera hambre sólo debería calentarla en el horno de la cocina. A Sara no se le escapaba nada… aunque él intentaba actuar como siempre, ella le había notado extraño los últimos días y —si bien no le insistía para que hablara si él no quería— a través de esos gestos pequeños, pero significativos le hacía saber que contaba con su apoyo. Desde luego que Grell agradeció el gesto, pero aunque cocinó lo que había a la hora de la cena, terminó comiendo solo un poco y guardando el resto. Estaba delicioso, más realmente no tenía mucha hambre.
A pesar del parecido incuestionable que tenían, muchas veces Grell dudaba ser hijo de su madre. Sara era una persona tan amable y tan benevolente con los humanos cuyas almas cosechaban los de su raza, que casi parecía una santa. Mientras que él, por otro lado…
Observó sus ropas de la mañana, estando tan perdido en sus "problemas existenciales amorosos" que ni se había cambiado. Triste nostalgia le hizo suspirar al centrar su mirada en el abrigo que traía puesto. Tan rojo como su cabello y tan suave como la piel de su anterior dueña, esa mujer que en el pasado había sido su amante.
Ah… su amada Angelina Durless, más conocida por el apodo de Madame Red. Esos eran los momentos en los que solía extrañarla con más ahínco del usual, ¿por qué había tenido que hacerlo? Se arrepentía de haberla asesinado con su Death Scythe aquella noche de lluvia, todo producto de unos malditos y ciegos celos cuando ella se negó a matar a su sobrino, el "mocoso" conde Phantomhive. Si hubiese tenido su mente más fría aquella vez, habría comprendido que Ciel era lo más cercano a un hijo que Angelina tenía y que no podía hacerle daño al hijo de las dos personas más preciadas en su vida, antes de conocer a Grell. Su hermana Rachel y su amado Vincent. Ella no consideraba a Ciel más importante que él, los amaba con la misma fuerza pero de maneras muy diferentes.
¿Por qué no pudo entenderlo en aquél momento…?
Desde ese día maldecía internamente el haber sido siempre tan impulsivo, quizás si tuviese más control de sus acciones y de sí mismo habría evitado matarla. Ella había sido la primera persona —además de los miembros de su familia— que nunca lo juzgó por su excéntrica forma de ser, además de ser quien llegó a entenderlo mejor que nadie. Ambos compartían el pesar de no poder tener hijos, él por ser un hombre y ella por el accidente que la dejó infértil como consecuencia. También compartían una devoción casi obsesiva por el rojo y todas sus variantes, ya fuera por tener sus cabellos y ropajes de tal color… o por sentirse extasiados al mancharse de la sangre carmesí cada vez que asesinaban a una prostituta. Una de esas desgraciadas que solicitaban abortar a los "bastardos" que esperaban, a sus bebés. Lo que ambos tanto deseaban y ellas desechaban como si fuera basura.
Grell se había identificado con la Madame a raíz de todos esos aspectos. Pero algo que debía aceptar era que no sólo lo atrajo al verla asesinar a aquella prostituta de forma tan fría, cruda y sin compasión. Quizás fue por sus ojos carmesíes, por su cabello color fuego o por sus finos labios adornados de carmín, hasta el presente seguía sin saber qué… pero algo provocó que Grell se conectara con ella de un modo que sólo ocurría una vez, llegando hasta el punto de quebrantar muchas reglas de la Sociedad de Shinigamis con tal de ayudarla en los nuevos crímenes de "Jack el destripador". Algo ocasionó que se atrajera por ella más que como una simple amante, casi como si hubiera sido su "Otra mitad".
Y la gota que derramó el vaso, la cúspide de su culpa, fue cuando le retiró aquél abrigo escarlata que siempre usó Angelina, articulando la excusa de que "una mujer tan simple como ella no tenía derecho a usar ropa roja". Una gran mentira… pues aunque la Madame odió el color durante muchos años, nadie más que ella lo lucía con semejante elegancia ni merecía usarlo, ni siquiera el propio Grell. Ella no fue una simple mujer, en lo más mínimo. La verdadera razón por la que se llevó el abrigo fue para tener un recuerdo de su "hilo rojo", cargar con el dolor de haberlo cortado por su propia mano. No podía desaferrarse de esa prenda… era lo único que le quedaba de ella.
Una pequeña lágrima resbaló por su mejilla y la parca la enjugó con una de sus manos enguantadas.
«Diablos, Madame… ¿por qué siempre lloro con tanta amargura cuando te recuerdo?» Pensó, luego sacudió su cabeza tratando de apartar esa tristeza de su ser.
—¡UAAAAAAAAAA! Como quisiera que estuvieses aquí para consolarme, ahora que Will tiene a alguien más —Se sonó la nariz con un pañuelo de dudosa procedencia. Una vez soltó la resistente almohada, se aferró a cierto "peluchito" de ropitas negras igual que sus afelpados cabellos, con unos botoncitos rojos haciendo de ojos—. ¡Ay, mi Mini-Sebas!*(4) Todos me dejan solo y eso me pone demasiado triste —Lloriqueó de forma infantil y con un puchero que hacía gracia—. Ni siquiera tú puedes venir a consolarme por estar cuidando de ese "mocoso" conde, además de tener ojos exclusivamente para esa mucama cuyo nombre ni recuerdo…
El peluchito de "Sebastián Michaelis" en miniatura simplemente se quedó allí: "viéndolo" con sus cosidos ojitos y "escuchándolo" como espectador silente, fiel consejero y buen compañero. Grell le miraba de la misma atenta manera, esbozó una sonrisa ligera y aferró al lindo mayordomo de peluche a su pecho. Una vez se le quitó el "bajón semanal" por la Madame, se sintió un poco mejor luego de desahogarse con ese chiquitín. Y sin tener que cargar con la idea de preocuparle como solía temer si le contaba todo a su madre, ella ya tenía suficientes problemas como para exponerla a los suyos propios. Después de todo, Sara le había enseñado que tenía que serse lo suficientemente fuerte para afrontar todo por uno mismo, no escapar de estos para siempre. Y de repente, una idea llegó a su cabecita roja…
—¡ESO ES~! —Exclamó con emoción y poniéndose de pie sobre su cama, todavía entaconado—. ¡Tienes razón, mi Mini-Sebas! ¡Eso es justo lo que debo hacer! Aunque perdí la batalla contra la modista que casi se lo violó, todavía puedo conocer a mi rival y saber cómo es que se ganó el corazón de Will —Le dio un besito en la frente al peluche, y esbozando una sonrisa que descubría completamente su dentadura filosa, añadió—. Ya sabes lo que dicen. Si no puedes con tu enemigo… ¡HAZTE SU AMIGO, DEATH~!
Y con esa idea en mente, la parca roja se dejó caer en su cama y aumentó el abrazo a su "mayordomo de peluche", arropándolos a ambos con las sábanas. La sonrisita que adornaba su rostro denotaba muchas locuras para el día siguiente, con las cuales cierto Shinigami de cabellos oscuros debería lidiar. Y lo único en que deberíamos pensar era: ¡Que el cielo amparara a Willy~!
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Al día siguiente, en determinada zona de la ciudad de Londres…
William había madrugado un poco y se había dirigido al punto de encuentro acordado el otro día con Nina. Eso con la intención de pedirle a un servicial camarero que reservara una mesa, desde luego que para dos. Y ya que aún tenía suficiente tiempo antes de encontrarse con su amada, decidió aprovecharlo para buscarle un regalito. Si tendrían una relación "seria", el Shinigami no quería que fuera tan rígida como su carácter. Quería aunque sea demostrarle a la Hopkins que le importaba, así fuera a través de gestos y regalos pequeños. Pero entonces, ¿qué podría regalarle a la modista más excéntrica del planeta?
«Veamos… ya que apenas estamos iniciando y por más "exótica" que ella sea, tampoco es de esas mujeres que exagera con los presentes que quiere recibir…» Pensaba para sus adentros, mientras paseaba por las avenidas de Londres y en base a lo que había aprendido de la mujer, luego de constantes visitas a su hogar. «Por lo que en esta primera cita debería obsequiarle algo simple, elegante y bonito, algo como…»
—¡FLOREEEEEEEEES~!
William salió de sus pensamientos de un respingo y al escuchar tal palabra ser pronunciada a gritos por una pequeña niña, de humildes ropas pero linda mirada. Llevaba consigo un carrito de madera y el que había una considerable cantidad de ramos de flores, todo mientras recitaba animosamente:
—¡Lindas flores de todos los colores y para expresar sinceros amores~! ¿Desean comprar una?
¡Vaya!
Ese día la suerte estaba de su lado o el destino le creaba un buen sendero. Como sea que fuera, el Shinigami no creía que se tratara de una mera coincidencia. Ese día había iniciado por buen camino y planeaba que el resto fuese perfecto hasta su culminación. ¿Y qué mejor forma de iniciar la cita que regalando flores~?
Fue entonces en que la niñita lo llamó, preguntándole si deseaba comprar un ramo y William estuvo a punto de encaminar sus pasos hacia ella, cuando de repente…
—¡ROSAAAAAS!
Se detuvo en seco, girándose abruptamente al escuchar otra infantil voz a sus espaldas.
Enarcó una ceja con extrañeza, notando a un pequeño niño castaño acercarse con un carrito lleno —hasta el tope— de rosas hermosas y blancas. Pero la mercancía no era lo raro, sino el ver al niño con un pañuelo en la cabeza y usando un vestido rosa pastel. Además de que lucía sumamente avergonzado, ¿sería por el atuendo o por el hecho de estar vendiendo rosas?
Y sin embargo, con un rubor en su carita pecosa, tenía la suficiente fuerza de voluntad para exclamar animadamente:
—¡Se venden rosas blancas como la nieve de invierno! ¡Compren sus rositas blanquitas…! ¡Oiga, usted, el señor de los lentes~! —Ay, mamacita, se refería a Will. Quien sin saber por qué, empezaba a tener un mal presentimiento—. ¿No quiere un ramo de-…?
—¿¡FLORES!? —La niña de cabellos rojo zanahoria y ojos verdes interrumpió al otro, acercándose con todo y carrito, poseyendo una mirada tiernamente desafiante—. ¡Claro que comprará F-L-O-R-E-S! El señor de los lentes ya iba a comprarme a mí… ¡No vengas tú a robarme la clientela, Rosalita!
«¿Rosalita?» Pensó William, asumiendo que sería el "Nombre artístico" del niño del vestido rosado.
Por un momento consideró que fuera parecido a su atolondrado y afeminado compañero, Grell Sutcliff, y por eso no le pareció demasiaaaaaaaado raro ver a un varón haciendo de mujer. Sin embargo, el castañito chirrió sus dientes al momento de exclamar:
—¡Ya te dije que no me llamaras así! No te habría ayudado a vender si hubiera sabido que me pedirías vestirme así, y sin embargo no pude retractarme porque fue una promesa —Ah, bueno, eso aclaraba muchas cosas…—. Además… ¡Yo vi primero al señor de los lentes! ¡Así que tú eres la ladrona de clientes!
—¿¡CÓMO!? ¡Fui yo la que lo vio antes!
—¡NO, FUI YO!
—¡QUE FUI YO, ROSALITA!
—¡YA DEJA DE DECIRME ASÍ! —Él había aceptado vestirse así con la excusa de que "sería más fácil atraer clientes", pero no le había dicho nada de que debiera llamarse de tal manera.
El par de infantes continuaron gritándose mientras el Shinigami sudaba una gota gorda, intercalando su mirada entre uno y otro, sintiéndose incómodo por la situación. Pero la pelirroja y el "Rosalito" le daban tanto miedo, que temía que se le lanzaran encima si trataba de escaparse.
Acto seguido, los chiquitines se giraron hacia William alzando sus cabecitas —por ser considerablemente bajitos comparados a él— y señalándose entre ellos, preguntándole a gritos unísonos:
—¡DÍGALO, SEÑOR DE LOS LENTES! ¿¡Quién lo vio primero!?
El Spears soltó un leve suspiro, negando con su cabeza y cuestionándose qué diablos había hecho para que le pasara algo así, precisamente en un día tan importante como su primera cita con Nina. Y aún si debía decidir, no sabía qué responder. Aunque había escuchado primero la voz de la niña, no sabía si lo había visto antes o después de "Rosalita", quien claramente se dirigió a él apenas lo vio. El pobre segador de almas estaba en una difícil situación…
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Mientras tanto, en otra parte no demasiado alejada de la ciudad…
Grell se encontraba sobre el tejado de una gran casa con cima similar a un alfil, observando a su alrededor con unos pequeños binoculares que tomó "prestados" del Departamento Shinigami… prestados sin nadie saberlo, ni haberse dado cuenta de ello. ¡Bah! Ya luego los regresaría…
—Bien, hoy es el día… ¡Hoy conoceré mejor a mi rival~!
Estaba decidido a charlar con la tal Nina Hopkins, aún si fuese a espaldas de William.
No por tener intenciones nefastas ni nada parecido, no, no y no. Ya había cometido suficientes errores en su vida como para volverse nuevamente "la villana del cuento", además de desahogar su despecho la noche anterior con su Mini-Sebas. Si Will ya había encontrado a esa persona especial, Grell lo respetaría a totalidad. Y aunque le doliera, en parte se sentía feliz por lo mismo… William había sufrido demasiado en el pasado con respecto a asuntos del corazón, merecía volver a ser feliz con alguien.
¿Y quién sabe? Si el Shinigami más estoico conocido encontró a alguien, seguro que el encantador Grell también encontraría a una persona con la que compartiría su "felices para siempre".
—Muy bien… si mal no recuerdo, fue cerca de esta zona que encontré la casa de esa humana…
En su búsqueda sobre aquél tejado, el Shinigami carmesí miraba de aquí para allí, de acá para allá y también para acullá, casi girando su cabeza cual niña del exorcista o como un búho de cuello elástico. Se sostenía del alfil del techo casi que con una sola pierna, estirando su cuerpo para aumentar su rango de visión y cercanía, al igual que de los binoculares. Lo curioso del asunto era que nadie notaba su presencia.
Casi nadie… salvo un pequeño niño que casualmente lo vio, al asomarse en una ventana que daba hacia el tejado donde estaba el segador rojo. Curioso e inocente por confundir la larga cabellera del hombre con la de una mujer, le preguntó a su madre: "¡Mami, mami! ¡Mira! ¿Qué hace esa extraña señora allí~?"
Pero la madre del pequeñín no alcanzó a ver a Grell…
Ya que por su fino oído Shinigami, éste logró escuchar las palabras del niño y se quejó exclamando:
—¿¡CÓMO QUE "SEÑORA"!? ¡Yo soy una hermosa y joven dam-…! ¡AAAAAAAH!
Su oración terminó en ese grito porque su pierna se soltó del alfil, y acabó cayendo del tejado justo antes de que la madre del niño lo viera. Únicamente respondiéndole a su pequeño: "Nah, no hay nadie allí, mi niño".
Mientras que nuestro pobre Grell caía desde aquél ALTO tejado, en una calle mucho más abajo de allí, se abrió la puerta de la residencia «412 de la calle Baker». Saliendo por ésta el par de personas que habitaban allí, Nina Hopkins y su inquilino Arthur Conan Doyle.
Ante la ocasión que ameritaba su primera cita con Will, la modista llevaba puesto un lindo y sorprendentemente —para ella— sencillo vestido. Cubría un poco más abajo de las rodillas y le llegaba hasta sus codos en los brazos, aunque tenía al descubierto la zona de sus hombros, algo del escote y de la espalda, pero sin llegar a ser revelador; sólo algo pícaro y travieso tal como era ella. ¿Y cuál era el color? ¡Pues el rojo de la pasión~!
Por su lado, el oculista y escritor a tiempo parcial iba vestido como siempre. Iba de salida para hacer unas compras, además de acompañar a "Su patrona" hasta la zona acordada con el "abogado de brillantes ojos" en donde tendrían su cita.
—Doña Nina, ¿segura que está lista? —Preguntó el "señor conocedor de las palabras", con tono de ligera preocupación—. ¿No le falta absolutamente nada?
—Oui, Oui~*(5) —Asintió ella animadamente, contestando en francés pero con términos que su acompañante comprendió—. No te preocupes, Arthurito. Me preparé bien. Te agradezco que me acompañes al lugar de mi cita~
—No hay de qué —Respondió él, sonriendo con más alivio.
—¿Irás también a regalarle esa almohada a alguien de la beneficencia? —Preguntó ella.
—Así es. Puede que aún tenga relleno y sirva para amortiguar golpes, ya no la necesitaré más. Seguro le hará más falta a esas personas que a mí —Sonrió con nostalgia, viendo la almohada que le acompañó durante tantas noches de desvelo escribiendo manuscritos y borradores de novelas. Después miró a "su patrona"—. Dígame, ¿dónde será la cita entre usted y el Sr. Spears?
—Oh, pues será en la cafetería "Happy Coffee"*(6) a unas cinco cuadras de aquí, Arthurito~
—Ah, ¿aquella que me mostró la otra vez? —Nina asintió y él sonrió, complacido—. ¡Genial~! Allí la atención es muy buena, sus comidas y bebidas aún más. Seguro que la cita ira con total normali-…
Pero el muchacho no pudo acabar esa oración, ya que ambos se sobresaltaron por una voz agudamente masculina que gritó:
—¡ABRAN CANCHA, MORTALEEEEEES!
Y tan pronto como Arthur alzó su mirada, sólo pudo ver un "meteorito carmesí" cayendo en picada hacia él. Ni siquiera le dio tiempo de apartarse cuando…
*¡CATAPLUM!*
El "meteorito" alias Grell se precipitó encima del pobre "cejas poblacas", provocando que el último cayera de cara al suelo y con el pelirrojo sentado encima de su espalda. Afortunadamente el rostro del humano no chocó directo contra el suelo, la almohada suavizó el impacto al interponerse entre la fría acera y su rostro. Aunque de todos modos, pareció quedar temporalmente noqueado por el golpazo recibido.
La parca roja bufó con fastidio, levantándose con elegancia del pobre "Señor conocedor de las palabras" y refunfuñando:
—¡Dije "abran cancha", maldito sordo!
—¡ARTHURITO! —Nina inicialmente se angustió, pero cuando se cercioró de quién le había caído encima al pobre de su inquilino, añadió incrédula—. ¿Monsieur Grell? ¿Es usted?
¡Momento!
¿¡Cómo que "Monsieur"!?
¿¡Acaso esa modista no notaba que él, Grell Sutcliff, era toda una "Mademoiselle"!?*(7)
—¡Noooooo~! Sólo soy un hermoso ángel que cayó del cielo y que por casualidad aterrizó sobre un blandito escritor —Bufó con ironía el pelirrojo, rodando los ojos y mirándose las uñas con falso aburrimiento—. ¿Quién más podría ser? En fin… —Miró a Nina, dedicándole una sincera y "tiburónica" sonrisa—. ¿Cómo estás, querida~?
—Pues, estoy bien. Arthur y yo nos preparábamos para salir, ¿qué hay de usted~?
—Pues sí, considero que estoy bien. Gracias por preguntar~
—Agh… yo no considero lo mismo para mí… —Balbuceaba el pobre cejudo, empezando a salir de su inconsciencia y con su cara todavía reposada sobre la almohada que (milagrosamente) suavizó su golpe.
—¡Bah! No seas llorón, chico escritor. Ya se te pasará… —Aseguró Grell sin darle mucha importancia. De haber sido "mortal" el golpe, ya el "cejas pobladas" habría estado entre sus registros de personas a morir para ese día.
—Arthurito… —Nina le palpó un hombro utilizando un palito que había encontrado al lado de su puerta—. ¿Estás bien?
—Al menos… creo que no me rompí nada, la almohada tampoco… —Fue ayudado a levantarse por los otros dos, se sacudió el polvo del traje y haciendo graciosos movimientos físicos, logró quitarse su "estado noqueado"—. En fin… ¿Nos vamos, Doña Nina?
—Hummm… no lo sé, Arthurito. Creo que mejor deberías entrar y descansar… —Sugirió la mujer con sincera preocupación, y añadiendo antes de que el muchacho se negara—. Aún si no te hiciste daño, el estar noqueado no se quita tan fácil. Debes descansar, seguro el golpe en tu espalda te dolerá luego y es mejor que te pongas hielo allí antes de eso.
—Entonces… ¿Irá sola hacia allá? —Nina asintió, Arthur dudó—. Pero… pero… las compras, el acompañarla a la cafetería, y-…
—¡Pero nada! Quiero que entres a la casa y descanses, Arthurito —El chico abrió la boca, dudando todavía, pero Nina le señaló firmemente con su palito y exclamó—. ¡ENTRA YA, O TE COSERÉ A LA CAMA YO MISMA! ¡Y hablo en serio, Arthur Como-sea-que-te-apellides!
—¡S-señorita, sí, señorita!
Sin decir más nada y haciendo un cómico saludo similar al de un militar, el joven escritor entró a la casa con todo y almohada en mano, cerrando de un portazo. Ya luego haría las compras y donaría la almohada que salvó su vida, no quería sufrir la ira de Nina-zilla.
La modista suspiró, arrojando el palito a otro lado y dispuesta a empezar a andar, cuando la voz de Grell la detuvo:
—¿Quieres que te acompañe a tu destino, querida?
Siendo sincero, no sabía por qué se ofreció.
Si fue por mera cortesía o por acto casi instintivo de protección, ya que el vestido que ella lucía —y de hermoso color en su opinión— atraería miradas de los "lobos hambrientos" de Londres; es decir, de los hombres que no fueran precisamente unos caballeros. ¿Acaso tras aceptar maduramente que Will amaba a esa mujer… se dispondría a cuidarla en caso de que él no estuviera y para evitar que un "mujeriego" se la quitara?
Aunque dudaba totalmente que la modista fuera de esas "mujerzuelas fáciles", no negaba que había muchos hombres que se propasaban con las damas. Pero no dejaría que el amor de su querido Superior —y ahora aceptaría no más que mejor amigo— se viera afectado por tipos de esa calaña.
¡Después de todo, las damas debían apoyarse entre ellas!
—Oui, te lo agradezco, Grell~ —La escuchó responder sonriente y acto seguido, ambos comenzaron a caminar lado a lado. Con intención de iniciar conversación, Nina comentó—. Très bien, veo que te gusta mucho el color rojo, ¿o me equivoco?
—¡Así es, querida~! —Sonrió animado el excéntrico pelirrojo, mostrando su hilera de filosos dientes y llevándose las manos al pecho en una pose dramática—. ¿Qué puedo decir? La pasión y la chispa de ese color me vuelven loco, es simplemente hermoso… ¡Igual que ese vestido tuyo~!
Nina soltó una ligera carcajada, y aunque el leve rubor de sus mejillas delataba que estaba algo apenada, francamente también la alegraba que alguien más reconociera su trabajo.
La Hopkins consideraba que no era su mejor obra por la simpleza que tenía, pero Grell opinaba lo contrario. Pues por más excéntricos o estrafalarios que fuesen sus gustos, había ocasiones en que él se inclinaba por el "Menos es más" y reconocía que a veces la simpleza era más hermosa que la extravagancia. Ese vestido era una de esos ejemplos, equilibrándose entre su diseño suave y ese color tan «¡BOOM!» que lo hacían indiscutiblemente precioso, sobresaliente y único.
De paso, Grell hasta pidió que le hiciera un trabajo similar en otro momento.
Nina estuvo más que encantada y asintió la mar de contenta. No sólo por el pedido, sino por encontrar a un amigo que tuviera sus mismos gustos respecto a moda, al igual que por el teatro; eso último lo descubrió mientras charlaban durante su caminata. ¡Si incluso compartieron ideas sobre el atractivo de Willy! Y sobre todo… ¡Su mutuo deseo de quitarle los pantalones ante la menor oportunidad!
Y hablando del Spears… ¿qué había sucedido con él?
Actualmente se encontraba suspirando pesadamente, en lo que veía al par de infantes alejándose muy alegres y aparentemente reconciliados por ir agarrados de la mano, llevando sus respectivos carritos con sus manos disponibes y curiosamente, ya sin tantos ramos en su contenido. El "Rosalito" incluso parecía haber olvidado el hecho de que iba con vestido.
Ahora seguro se estarán preguntando… ¿¡Qué diablos pasó, Dr. García!?
Pues para resumir la cosa, digamos que cual senador de paz, el Shinigami se ofreció a comprarles algunos ramos de cada carrito tanto del niño como de la niña. Pero como ambos se unieron en una malévola alianza por aumentar sus mutuas ganancias: William acabó comprando tal cantidad de ramos —que le rodeaban y hasta cargaba varios encima de él— que podría tener su propio negocio temporal de venta de ramos de flores multicolores y de rosas blancas. Ahora no sólo debía preocuparse de su cita con Nina… sino pensar qué haría con tanta florecita y rosita. Podría darle algunas a Nina, otras cuantas a su subordinado Sutcliff… aunque no por nada romántico, sino por los gustos excéntricos de éste hacia ese tipo de cosas.
Pero… ¿qué haría con lo que sobrara? ¡Eran demasiadas!
Otro suspiró escapó de sus labios, sintiendo las miradas de tantos mortales clavarse en él cual agujas sobre una bola de estambre, y susurró para sí mismo:
—Honestamente… ¿por qué siempre me pasan estas cosas a mí? —Buena pregunta, Willy, buena pregunta. Una que no sabríamos responder por más que quisiéramos.
—¡AHHHHHHHHHHHH~! —Un escalofrío recorrió la columna vertebral del Shinigami al reconocer la familiar, masculina y aguda voz que profirió ese grito detrás de él—. ¿¡Le compraste todas esas flores a Nina!? ¡QUE ROMÁNTICO, WIIIIIIIIIILL~!
¡Diablos!
Ya era oficial que se trataba de él, lo había llamado Will… pero tenía tanto temor de voltear y recibir un abrazo de aquél Shinigami carmesí, que no se atrevía a moverse siquiera. Eso fue hasta que escuchó una segunda voz igual de familiar, ahora femenina y con ligero acento francés:
—¡Mon dieu, Willy~!*(8) No debiste comprar tantas, ¡aunque fue un lindo gesto!
Suspiró más calmado al reconocer la voz de Nina. Pero al analizar todo detenidamente, se tensó el doble y se giró abruptamente, teniendo una expresión tan alarmada en su —anteriormente— serio rostro que nadie se la hubiese creído de no haberla visto por sus propios ojos.
¿Grell Sutcliff? ¿Nina Hopkins? Estaban los dos… ¿¡JUNTOS!?
¿El Shinigami y la mujer más pervertidos del planeta… estaban unidos? Y peor aún… ¿¡SUJETADOS DE LA MANO!?
¡Ay, ay, ay! William empezaba a ponerse celoso. ¡Ajá, como leyeron! El Shinigami más frío, amargado y serio del planeta… sentía celos amorosos. Algo digno de verse. Aunque los disimuló muy bien, el agarre de uno de los ramos en sus manos aumentó su presión de forma considerable. Afortunadamente Grell y Nina no lo notaron.
—Tan puntual como siempre, ¿no? —Preguntó en broma la mujer, soltando momentáneamente la mano de Grell para ir a abrazar al otro Shinigami, rodeando su cuello con sus brazos y depositándole un besito en los labios—. Tu "amiga" Sutcliff se ofreció a escoltarme hasta aquí. Un gesto muy lindo, ¿no crees, Willly~?
El agarre y celos del Spears se esfumaron casi por completo, a la vez en que un ligero calor inundaba sus mejillas.
Grell soltó un gritito enternecido al ser una de las pocas ocasiones en que veía sonrojado a su mejor amigo. El "miope" de negro devolvió el besito a modo de saludo, miró de reojo a su compañero de trabajo y una vez Nina se separó de su cuello, le agradeció de forma calmada al pelirrojo por cuidar a su… ehem, pareja… durante el camino al punto de encuentro. Éste sonrió mostrando sus tiburónicos dientes, le dijo que no fue nada y que no debía agradecerle.
William bajó un segundo su mirada, pensativo. Aunque fuese reservado y callado, sentía que debía agradecerle ese amable gesto al pelirrojo, fue cuando la idea antes consideraba regresó de golpe a su mente. Por lo que suspirando, le tendió algunos de los choporrochientos ramos de flores y rosas.
—¿S-son para mí…? —Grell estaba pasmado, señalándose a sí mismo y con una tierna expresión de sorpresa en su rostro. Era de las pocas veces en que William le regalaba algo.
—Honestamente… ¿debes reaccionar así siempre que te ofrezco algo, Grell Sutcliff?
Bueno, esa había sido una forma indirecta de decir que "Sí". Aunque Will lo dijo sin un tono seco, más bien uno apacible y algo apenado, sentía raro abrirse con alguien que no fuese su amada Nina. Pero hasta en eso su tiempo con ella le hizo bien, le estaba ayudando a volverse más extrovertido sin perder su propia manera de ser.
—¡AWWWWWW~! ¡Que lindo gesto de tu parte! ¡MUCHAS GRACIAS, WILL!
Y sin más rodeos, pasó lo inevitable. El afeminado se arrojó a darle un abrazo al susodicho, usando tanta emoción que por poco no cayeron al suelo. Depositó un dulce besito en una mejilla de William y sujetando entre sus brazos sus respectivos ramos, sonrió emocionado.
—Diviértete en tu cita con la dulce Nina. Es una gran mujer, así que disfruta cada momento que pases a su lado, ¿está bien?
William seguía sorprendido de la madurez con que el pelirrojo se tomaba todo, pero únicamente pudo asentir con seguridad en respuesta a sus palabras. La sonrisa de Grell se ensachó y entonces encaró a la modista, diciéndole en un tono casi fraternal:
—Tú también diviértete con Will, querida —Tras darle un besito en la frente a Nina, le susurró con sonrisa ligeramente pervertida—. Tú sabes a lo que me refiero~
—Oui, Oui, cariño, así lo haremos~
William sintió un mal presentimiento por el tonito utilizado en ese "Oui, Oui". Sudó una gota gorda mientras veía a su pareja y —debía admitir que— mejor amigo reírse cómplicemente.
Pero una vez la parca roja se despidió, usando la conveniente excusa de tener que dejar sus flores nuevas en agua y agregando su típico «¡DEATH!» al final de la oración, se alejó de allí corriendo alegremente. Will suspiró y Nina rió divertida.
La de cabellos y ojos chocolatosos se sujetó con una mano de uno de los brazos del alto hombre, ya que la otra sujetaba sus propios ramos regalados. Su sonrisa se ensanchó al decirle que era un suertudo por tener no sólo a un amigo tan fiel y amable, sino también siendo un excelente aportador de ideas de moda rebosantes de escarlata. William suspiró pero sonrió por lo bajo, disimulada y sinceramente. ¡Bien! Su cita con Nina por fin podría empezar, luego de tanta locura, en paz…
Ambos ya se encontraban sentados en sus respectivas sillas de la mesita —que él había reservado con anterioridad— de aquella cafetería de nombre gracioso, pero de indudable buen servicio y magníficos alimentos.
—Ey, Willy… —Llamó Nina, en lo que sujetaba la tacita de café con leche de su respectivo plato.
—¿Uhum? —William también estaba tomando de su taza de café, tan negro como su traje. Habían terminado ya el almuerzo, el pequeño postre y sólo les faltaba eso.
—Estuve hablando de esto seriamente con Grell en el camino y… —Reprimiendo las ganas de reír que tenía por la pregunta que iba a hacer, la modista con sonrisa inocente continuó—. ¿Cómo te gustaría que se llamaran nuestros hijos y cuántos te gustaría tener~?
Algo nuevo digno de verse ese día fue el atragantamiento que William sufrió con su café.
Y no era para menos, pues fue considerable su desconcierto ante semejante pregunta que no esperaba recibir sino hasta que su relación con Nina estuviera avanzada; muy, muy, pero MUY avanzada. La francesita no pudo más y estalló en carcajadas, libres de malicia debo aclarar… pero simplemente tampoco se esperó esa reacción tan graciosa de su acompañante. Esperaba algo como un escupitajo, pero el atragantamiento -no mortal- también fue una opción memorable.
El sobresalto y jocosa indignación del Spears aumentaron al escuchar como Nina, con aires de inocencia falsa, añadió que Grell había pedido que le nombraran la dama de honor el día de su boda, al igual que la madrina de los futuros retoños que fuesen a traer al mundo… ¡Ni siquiera el padrino, dios santo! ¡LA MADRINA!
—¡Awwwww~! Ya me dieron ganas de diseñar ropita de bebé, así como escribir la lista de posibles nombres de niño o niña… o incluso de hacer uno cuando acabemos la cita, Willy sexy~
Susurró entre lo último aquél nuevo apodo del pobre y desconcertado Shinigami, usando un tono dulce y anhelante al inicio… pero travieso y seductor al final. Desde luego que no iba taaaaan en serio con lo de dar "ese paso" todavía, pero no sonaba para nada a broma con las peticiones que hizo la parca roja.
William estaba decidido… ¡MATARÍA A SUTCLIFF TAN PRONTO ACABARA SU CITA CON NINA!
Y eso si se salvaba de la mirada lasciva de ésta última durante el resto de la misma, especialmente cuando llegara el momento de la culminación…
Ay, honestamente, iba a ser una larga, LARGA tarde…
…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…o…
—Joven Amo…
—¡J-J-Joven Amoooooo!
Mientras estaba en el comedor del salón principal, el conde Phantomhive fue sacado de su lectura del periódico ante el llamado de las voces de su mayordomo y su mucama, respectivamente. Al separar su único ojo del papel impreso, enarcó una ceja al notar a Sebastián y Maylene con un par de ramos de flores coloridas y rosas blancas entre sus manos. Para que al final añadieran, casi en perfecta sincronía:
—Alguien le trajo ésto…
—¿Sí? ¿Quién? —Ciel estaba curioso, realmente curioso. No esperaba recibir regalos de nadie ya que no era ni Navidad ni su cumpleaños; aunque prefería no recibir nada de nada durante esas fechas.
—P-pues… verá, Joven Amo, es q-que… no tiene tarjeta… —Explicó igual de intrigada la de cabello rojo granate y grandes gafas, siendo secundada por su hermoso superior al éste añadir:
—Ni nada que identifique al que las entregó…
Sebastián hizo hincapié en "Las", cosa que le dio mala espina a Ciel… y la cual no fue falsa.
Ya que una vez siguió a su par de sirvientes hacia el inicio del jardín, grande fue la sorpresa del pequeño Conde al notar una cantidad ENORME de ramos de las flores anteriormente nombradas, apiladas en perfecto orden frente a la entrada de la mansión.
—¿¡QUÉ DEMONIOS-…!? —El noble y demonio renacido estaba boquiabierto, estupefacto, casi tanto que no cupo enojo en su ser mientras iba acercándose a la "pirámide" de ramos. Sujetó uno de las rosas blancas entre sus manos de manera automática, pues era su tipo de rosa preferido—. Pero… ¿qué es esto?
—Si me permite dar mi humilde opinión, Joven Amo… —Habló Sebastián, con una falsa sonrisa de inocencia—. Se trata de una variación pura y blanca de la rosa roja, junto a varias especies más de flores.
—¡Ya sé que son flores y rosas, idiota! —Rugió el demonio más pequeño, viéndolo feo—. ¡Me refería a que de dónde diablos saldrían!
Y encima… ¿¡Qué diantres se supone que haría con tantas flores!?
Pensando en las opciones más prácticas: era buena la de entregarlas como sacrificio al jardinero Finnian. Así esos desconocidos —e indeseablemente innecesarios— racimos se esfumarían ante los errores del muchacho con fuerza de titán, sufriéndolos en lugar de las flores y plantas del jardín de la mansión. Mientras que algunas cuantas podrían adornar el interior de la mansión, así que sería una tarea relativamente sencilla para su atolondrada, pero dispuesta mucama. Por lo que recuperando su pose seria y orgullosa, Ciel se dirigió primero hacia su leal sirvienta:
—Maylene, llévate algunas de esas flores y repártelas por las habitaciones de la mansión que consideres más convenientes.
—¡S-sí, Joven Amo! Como usted ordene —La de ascendencia china*(9) asintió y se dirigió hacia la pirámide de ramos multi-colores, dispuesta a seguir la orden lo más eficientemente posible.
—Y tú, Sebastián, encárgate de darle todas las flores que sobren a-…
—¡CIEEEEEL~!
El mencionado se vio interrumpido al sentir un par de brazos rodearle su cuello, casi asfixiándolo sin querer, en un abrazo poseyente de todo menos suavidad… y oxígeno, en caso de él. Se trataba de su prima y prometida, Elizabeth Middleford. O sólo "Lizzy" para los cuates.
Acababa de llegar a la mansión tras bajarse del carruaje que la había traído.
Sobresaltando también a la pobre Maylene, quien se hallaba tan concentrada —en escoger y agarrar los ramos que consideraba más bonitos— que no se cercioró de la presencia de la Middleford sino hasta que se hizo notar por sus gritos. Aunque estuvo a punto de tropezar y de tirar la pirámide de flores, afortunadamente fue sujetada de la cintura por el mayordomo; quien ya estaba acostumbrado a salvar a su pequeña compañera de cualquier caída peligrosa, o que trajera dificultades para el "Amo y Señor" de ambos.
La escena entre los sirvientes prácticamente se puso en cámara lenta. El rostro de Maylene se tornó casi tan rojo como su cabello o los ojos del mayordomo… ese par de hermosos fragmentos escarlatas que no dejaban de mirarla fijamente, y los que ella tampoco podía evitar observar embelesada. Haciendo uso de su sensual y aterciopelada voz, Sebastián le preguntó:
—¿Te encuentras bien, Maylene?
—S-s-sí, estoy bien. G-g-gracias, Sr. Sebastián… —Respondió temblorosamente la pobre y atolondrada criada, ocultando un poco su enrojecido rostro detrás de uno de los ramos que había sujetado.
Una vez el mayordomo ayudó a re-incorporarse a la del delantal, el tiempo volvió a correr con normalidad y los grititos eufóricamente emocionados de cierta rubiecita volvieron a escucharse:
—¿Me compraste todas esas flores al enterarte que vendría a visitarte? ¡Que bonis, Ciel! ¡Bonis, boniiiiiiis~!*(10)
—¡E-Eliza… beth! —Pronunció el chico a duras penas por la falta de aire que sufrían sus pulmones, preguntándose si acaso los demonios renacidos podrían morir de asfixia—. ¡S-suélta…-!
—¡Que es Lizzy! —Exclamó ella en un tierno puchero, aún sin cesar su "abrazo de boa constrictor"—. Pero no tienes que explicar nada, Ciel. ¡Tú también me importas mucho! Y por eso, la próxima vez que venga te traeré muchos regalitos (tan bonis como tú) para agradecerte por estas flores… ¡TE QUIERO~!
—Vaya, vaya… al parecer los ramos se salvaron de un seguro y cruel destino… —Opinó Sebastián con ironía, sabiendo bien cuál habría sido el resultado de la orden de su "Amo y Contratista". Claro, de haberse acotado la misma antes de la interrupción de la rubia.
Escuchando la risita divertida de la mujer a su lado, la observó abrazar contra su pecho uno de los ramos que sostenía, teniendo una mirada enternecida en los ojos avellanos ocultos detrás de sus gafas de botella.
—Y parece que Lady Elizabeth recibió un regalo involuntario del Joven Amo~
La sonrisa del mayordomo se ensanchó y asintió, girando la cabeza para apreciar como su pequeño Señor luchaba por liberarse del agarre de su afectuosa prometida, mientras ésta toda sonriente seguía apapachándolo y hasta dando graciosas volteretas con él.
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"FIN"
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Notas de autora:
*(1) Inspirado en la dirección del detective Sherlock Holmes, el «411 de la calle Baker».
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*(2) Ajá, el mismo personaje del manga de 'Kuroshitsuji' inspirado en Sherlock Holmes, Arthur Conan Doyle. Decidí hacer que viviera con Nina bajo el mismo techo y como compañeros de residencia, no sólo por la parodia anterior sino porque él necesitaba donde quedarse (LOL)
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*(3) "Très bien" en francés significa "Muy bien".
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*(4) Respecto al "Mini-Sebas" y que en japonés sería algo así como un "Chibi-Sebas-chan" (?) pueden imaginárselo como el mismo peluchito al que nuestro querido Grell le daba un besito en el Opening de "Kuroshitsuji II" xDD
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*(5) "Oui" en francés significa "Sí".
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*(6) Para aquellos que no sepan inglés -lo cual dudo siendo la lengua universal (?)- el nombre "Happy Coffee" se traduciría como "Café Feliz"… ¿¡QUÉ!? ¡No me culpen por darle un nombre tan sencillo y gracioso! No se me ocurría ningún otro, además de que me dio pereza buscar los nombres de cafeterías londinenses *Cofcof* y en caso RIDÍCULAMENTE REMOTO de que exista una con ése mismo, pues yo ni idea tenía (?)
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*(7) Nuevamente en francés, los términos "Monsieur" y "Mademoiselle" se traducirían como "Señor" y "Señorita" respectivamente~.~
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*(8) "Mon dieu" en francés significa "Dios mío".
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*(9) ¡Me sorprendí tanto como ustedes al descubrirlo! Pero sí, según informaciones oficiales, Maylene es de ascendencia China (OoO)
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*(10) Como quiero que los "kawaii" tan característicos de Lizzy resalten, en lugar de escribirlos como "Lindo", "Tierno", "Adorable" o demás sinónimos, decidí distinguirlos con un "Bonis" (LOL) Así que ella lo usaría para algo y alguien que considere "Bonito" o "Bonita".
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¡Muchas gracias por leer! :D
Para aquellos que (aunque les aliviara que Grell tomara para bien lo de Will y Nina) estén algo tristes de que el Shinigami carmesí esté solito… ¡No se angustien, corazones! Tengo planeado subir algunos One-shots donde le daré a nuestro querido Sutcliff una pareja propia, así como escribiré otros para retatar más de la relación/trágica entre Grell y la Madame (QwQ)
¡NOS LEEMOS!
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Fecha de re-edición: 3 de abril de 2019