¡Hola todo el mundo! :3
Estoy de vuelta para dejar mi primer one-shot de Kagerou Project ¡Viva! :DD (Por si no lo sabían Kagerou Project es mi mayor obsesión después de Vocaloid)
La verdad me siento muy orgullosa ya que esta historia se me ha ocurrida apenas hoy en la mañana y me la he pasado todo el día para perfeccionarla y subirla precisamente HOY uwu
La verdad espero que sea de su agrado. El one-shot es de una de mis parejas favoritas, el KonoxEne owo
En fin sin hacerlos esperar mas, los dejo para que lean mi historia -w-
Este fanfic va dedicado para mi querido husbando BrokeenYouth X3 (pondría un corazón pero no salen luego è.e)
Disclaimer: Kagerou Project/Days no me pertenece (Aunque quisiera ;n;)
¿Sueño o Pesadilla? (One-shot) by Mitsui Neko
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"Lo siento Ene... Aquí termina todo"
La chica abrió los ojos en shock mientras inhalaba una gran bocanada de aire; sus ojos desorbitados miraban todo el lugar exaltada y confundida, sintiendo su cuerpo temblar en un extraño cambio de temperatura. ¿Qué había ocurrido? Lo único que recordaba era que estaba al borde de la muerte. A punto de ser borrada hasta el último dígito y desaparecer de la faz de la tierra para siempre.
Entonces lo vio...
Ene observó sus piernas. Al final de estas, donde normalmente terminaba convirtiéndose en puros códigos y pixeles, ahora habían pies. Sus dos pies descalzos, solo protegidos por las calcetas largas y negras que siempre llevaba puestas. Oh, sus pies, cuanto los había extrañado, aunque había un problema. Podía verlos pero no podía sentirlos, como si no estuvieran ahí, como entumidos. Algo asustada se inclinó lentamente hacia adelante y tocó sus pies sintiéndolos al instante. Tal sensación provocó que soltara un suspiro de alivio y sonriera.
Tocó la parte de arriba, las plantas, los tobillos y hasta contó todos sus dedos para asegurarse de que fueran 5 en cada pie y no faltara ninguno.
Ya más tranquila intentó levantarse del suelo pero cayó sentada al instante. Se sobó un poco la parte de atrás por el sentón que se dio y observó mejor el lugar donde se encontraba. Lo reconoció al instante. Estaba en la guarida del Mekakushi y al parecer no había nadie, solo ella.
Se sintió algo solitaria. Giró su cabeza chocando su mirada contra un espejo de cuerpo completo a lo lejos en el cual se reflejaba. Aunque ya no estaba más en el mundo cibernético, aún conservaba sus rasgos de "virus". Ya no tenía el cabello castaño oscuro, casi negro, ni los ojos cafés claros de siempre. Ahora tanto su cabello como sus ojos eran azules claro y su piel se conservó blanca (no es que es antes no la tuviera así, pero no era tan pálida como ahora).
Intentó pararse una vez más, cosa que no logró y sin éxito volvió a caer sentada. Deseaba que alguien apareciera de una vez en el Mekakushi para que pudiera ayudarla, pues no soportaba estar ahí sentada, inmóvil, pero sobre todo solitaria. No aguantaba la soledad. Ya había estado sola por bastante tiempo y aquella oscura y fría habitación no le ayudaba con ese sentimiento.
La peliazul esperó. Los segundos parecían minutos y los minutos horas. No sabía cuánto tiempo soportaría así. Ni si quiera podía ver hacia la ventana para comprobar si era de noche o de día, pero solo quería que alguien apareciera para hacerle compañía en ese momento y comprender qué diablos había sucedido.
De pronto un extraño ruido provocó que saltara en su lugar algo asustada. Miró hacia la parte oscura de la habitación donde había provenido ese extraño sonido. Quería pensar que era alguna rata o posiblemente el pequeño hámster de Seto, Hanao, que siempre andaba libre por el lugar, escondiéndose de la gata de Kano, Mira-chan. Pero no, en definitiva, lo que salió de las sombras no era para nada algún animal.
El chico alto y albino miró estupefacto la imagen que estaba enfrente de sus ojos. Konoha jamás fue alguien expresivo pero por primera vez, ante la mirada atónita de Ene, el peliblanco se encontraba sorprendido.
Rápidamente y sin dudarlo dos veces corrió en dirección hacia la chica y se arrodilló para estar a su altura. La miró directamente a los ojos, más tranquilo y acarició levemente su mejilla para comprobar que realmente estaba ella ahí. Tanto él cómo Ene sintieron un extraña calidez al contacto de la mano con la mejilla. La piel de ella era tan suave y la de Konoha tan tersa. Fue difícil para la peliazul no sonrojarse.
—Ene... -habló al fin el chico.- ¿En verdad estas aquí...?
—S-si... -contestó ella igual de sorprendida.
Y antes de que pudiera decir algo más, la abrazó.
El sonrojo que hace un momento había invadido su rostro ahora se extendía hasta llegar a las orejas. Ene no dudó en corresponder el tan tierno y cálido abrazo que su enamorado le dedicaba. Porque si, ella lo amaba, demasiado y ahora que al fin podía estar a su lado, tenerlo, tocarlo, no cometería el mismo error de antes cuando era una gamer amargada y orgullosa que se negaba aceptar la realidad. No, esta vez le diría lo que sentía, incluso si no era correspondida.
Separó levemente su cuerpo del de él, empujando levemente con las manos en su pecho y lo miró directamente a los ojos.
— ¿Puedes levantarte? -preguntó el mayor sin dejar de observarla.
—No puedo, mis piernas no responden del todo.
—Vamos a intentarlo, déjame ayudarte. -el albino tomó ambas manos de la chica y la ayudó a levantarse lentamente.
Ene estuvo a punto de lograr pararse por completo pero nuevamente volvió a caerse llevándose esta vez a Konoha consigo, que en ningún momento la soltó, cayendo casi encima de ella.
—Ko-Konoha... -tartamudeó nerviosa la peliazul ante su cercanía.
—Ene, en verdad yo... Estoy muy feliz de tenerte a mi lado. -confesó con completa sinceridad.
—Yo también estoy feliz de estar contigo y-y ahora quisiera aprovechar la oportunidad para decirte algo...
—Hum ¿qué quieres decirme? -preguntó con un tono de curiosidad.
—Q-quería decirte que... -tragó saliva realmente nerviosa- que te amo...
Los ojos rosas oscuros, casi rojos de Konoha, se abrieron de la sorpresa al escuchar aquellas palabras dichas por la chica que se encontraba entre sus brazos. La miró fijamente con una mirada llena de ternura al mismo tiempo que sentía sus mejillas arder.
—En verdad, soy muy feliz... -contestó el chico acercándose lentamente a la menor mientras cerraba sus ojos.
Ene no supo qué hacer. Al ver a Konoha acercándose a ella para besarla, se llevó rápidamente la mano a uno de sus brazos para poder pellizcarse intentando confirmar si se encontraba despierta y no soñando con este momento. Antes de que pudiera hacerlo, los labios del peliblanco ya habían logrado unirse con los suyos.
La peliazul cerró sus ojos al instante y en respuesta ante tan cálido gesto correspondió su beso tímidamente. Al sentirse ser correspondido, el albino tomó de la cintura a la chica, apegándola levemente contra su cuerpo. Por su parte, la menor subió lentamente sus manos del pecho del chico hasta sus hombros y luego subió un poco más hasta rodear su cuello con los brazos, abrazándose de él con ternura.
El beso se volvía cada vez más apasionado y fue entonces cuando algo salió mal...
Ene sintió como el oxígeno se le acababa conforme seguían besándose. Intentó detener a Konoha, pero este no se lo permitía. El beso empezó a volverse algo brusco y su abrazo, ahora más fuerte, la lastimaba.
Cada vez sentía más como el oxígeno le hacía falta, nuevamente intentó pararlo sin éxito alguno. Se exaltó y estremeció al sentir como algo húmedo invadió de pronto su boca. Era la lengua del chico que exploraba violentamente su cavidad bucal. ¡¿Pero qué demonios?! Esa fue la gota que derramo el vaso. Con una increíble fuerza sacada de la nada, Ene empujó a Konoha, obligándolo a romper aquel atrevido beso.
La peliazul miró al mayor con ojos llorosos y cristalinos por la falta de aire, mientras que el segundo llevaba su mano hacia su rostro quejándose de un repentino dolor.
—Konoha ¿Estas bien? Disculpa si te lastime, yo...
Una repentina y atemorizante risa la interrumpió. Una mueca extraña empezó a dibujarse en el rostro de Konoha hasta volverse una sonrisa siniestra. Sus ojos rosas ahora se volvían amarillos ámbar y su cabello blanco al igual que su ropa empezaba a teñirse de negro.
Ene sabía muy bien de quien se trataba. Era Kuroha, una versión oscura de su amado Konoha. Su otro yo, una segunda personalidad conformada por su dolor, sufrimiento, miedo, penas y odio, sobre todo odio. Diseñado con el fin de asesinar a todos los del Mekakushi Dan y así con sus cuerpos, experimentar con cada uno de ellos y estudiar sus singulares habilidades.
Un escalofrío recorrió su columna al verlo relamerse sus labios de manera tan obscena y perversa conforme se acercaba a ella.
Nuevamente se arrodilló para estar a su altura y la tomó de la manga de su chamarra azul, jalándola hacia él y tomando de su barbilla para volver a besarla una vez más.
— ¡N-no! -exclamó ella intentando detenerlo sin lograrlo.
Kuroha la besó nuevamente de manera apasionada pero también violenta. Al mismo tiempo que se daba su gusto con ella, bajó su mano hasta el cierre de su chamarra, bajándola solo un poco para dejar descubierto su cuello.
—Por favor... No. -suplicaba Ene, pero sus palabras pasaban ensordecidas para el de cabellos azabaches.
—No me pidas que me detenga... -habló de pronto Kuroha con una voz profunda susurrándole en su oído.- ...no ahora, no cuando he esperado tanto tiempo para tenerte aquí. Solo para mí.
Ene no pudo contestar y antes de que pudiera pensar alguna respuesta, el pelinegro desvío sus labios hacia su cuello besándolo con intensidad.
La menor contuvo un gemido y empezó a empujar bruscamente al mayor para que la soltara, pero no lograba nada. Una mordida en el cuello seguido por una lamida en el mismo sitio, provocó que enrojeciera más de lo que ya estaba.
El calor de su cuerpo que se entremezclaba con el del pelinegro era sofocante. Se había acostumbrado al frío ambiente del mundo cibernético, del mundo de la red, un frío tan horrible que le había entumido todo su cuerpo desapareciendo el sentido del tacto, el olfato y el sabor. Toda sensación, a excepción de la vista y oído se habían extinguido. Ahora todos esos sentidos regresaban a ella de golpe y de alguna forma la carcomía.
— ¡Detente! -pidió nuevamente al terminar en suelo con el chico encima.
Kuroha volvió a besar y lamer su cuello mientras una de sus manos bajaba más su cierre y otra se paseaba en sus piernas inmóviles subiendo por debajo de su falda.
Era demasiado, no podía resistirlo. Después de tanto tiempo sin sentir el contacto humano después de 2 años. Solo imagínate dos años sin sentir absolutamente nada ¡Nada! Por dios ¿cómo es que no había enloquecido? Tal vez gracias a la compañía de su amo Shintaro lo había evitado. Pero no aguantaba más, no este tacto tan violento, no permitiría que se aprovecharan de ella de esa manera.
— ¡No! ¡Haruka! -gritó sin pensar Ene, provocando que el mencionado se detuviera en el momento.
Kuroha observó a la menor debajo de él y por primera vez en tiempo de ser lo que es, el pelinegro se sintió como un verdadero monstruo.
Ahí estaba la antes virus, tirada en suelo, con las mejillas rojas, el cabello suelto y con las primeras lágrimas cayendo por sus grandes ojos azules.
—Takane... -susurró el moreno y al instante el dolor volvió a invadirle llevándose la mano hacia su rostro, quejándose y soltando gritos mientras tiraba todo a su alrededor.
Después de unos minutos de ser testigo de tal aterradora y desesperante escena, Ene al fin logró tranquilizarse cuando el chico cayó al suelo en rodillas volviendo a ser el peliblanco de antes.
Preocupada por su estado y al no responder a su llamado, la menor gateo hasta llegar hacia él y miró su rostro lleno de culpa y vergüenza por lo ocurrido hace un momento.
— ¿Konoha...?
—Lo siento... Estuve a punto de hacerte daño y... en verdad lo lamen...
Unos suaves labios besando los suyos interrumpió la disculpa del albino, que miró sorprendido la repentina acción de la menor, la cual no pudo evitar sonreír ampliamente ante su expresión tímida.
Ya más tranquilos, Ene no dudó en abrazarlo tiernamente. Konoha también le correspondió el abrazo, aunque solo rodeó su cuerpo levemente con ambos brazos, mientras que con la mano acariciaba su cabeza.
—Konoha... -le habló con dulzura- dime por favor... -apretó arrugando un poco la manga negra de su ropa- ¿es acaso esto un sueño o una pesadilla?
— ¿Eh? -el chico le miró sin entender.
—El reloj... -señaló a uno que se encontraba reposando en la mesita de noche en medio de los muebles de la guarida.- no ha parado de ir hacia atrás...
Konoha observó el reloj y confirmó que lo que la peliazul decía era cierto. Las manecillas del reloj no paraban de girar hacia atrás. Miró hacia otro que estaba en la pared y era lo mismo. De pronto se fijó en la ventana y notó que afuera no había nada, solo oscuridad. Una aterradora y profunda oscuridad que heló su sangre.
—No estoy seguro... -contestó en tono normal con su clásico rostro inexpresivo.- pero mientras estés conmigo... a mi lado, esto no es una pesadilla, es un sueño hecho realidad...
Ene rompió en lágrimas abrazándose con más fuerza de su pareja. Pero Konoha, no, Haruka tenía razón. Mientras estuviera él ahí a su lado, todo estaría bien. Ya no estaba sola y nunca más lo estaría ahora...
Los ojos cansados se abrieron lentamente y con pereza. Una vez que su mirada se había aclarado por completo pudo observar el techo blanco.
— ¿Qué? -rápidamente la chica se incorporó observando todo su alrededor.
Estaba en un cuarto en blanco, acostada en una camilla al parecer de un hospital, se encontraba conectada hacia un aparato. Llevaba una bata blanca y a su lado cientos de flores, globos y obsequios de "recupérate" de diversos amigos.
— ¿Que sucedió...?
—Oh, al fin despertaste. -la menor se giró hacia donde escuchó aquella voz y encontró en la puerta de la habitación a un chico de cabellos negros, portando el uniforme de la escuela y llevando puesto una bufanda roja alrededor de su cuello.
—Amo Shintaro... -susurró ella sorprendida y contenta de ver al moreno.
— ¿Amo? Ya te dije que dejes de llamarme así, Takane, no es necesario.
— ¿Cómo me llamaste...? -al hacer esa pregunta uno de sus mechones cayó frente a sus ojos confirmando que este era de color castaño.
Sus ojos se abrieron sorprendida, busco desesperada un espejo para verse. Al no encontrar alguno le quito su móvil a Shintaro y observó su reflejo en la pantalla de este. Ahí vio que ya no era más una virus. Ella era como antes, aunque ya no tenía sus clásicas ojeras de las desveladas que se daba jugando juegos online.
De pronto su mirada se desvío a sus piernas. Se quitó la sabana que las cubría y ahí observó que tenía vendada una y la otra se encontraba enyesada.
— ¿Estas bien Takane? -preguntó preocupado el chico de cabellos azabaches.
— ¿Qué fue lo que me paso?
— ¿No recuerdas? Oh bueno, el doctor dijo que podías estar conmocionada por el accidente.
— ¿Cual accidente?
—Cuando saliste de clases y tomaste el autobús para tu casa, hubo un accidente en el que varias vigas de una construcción cayeron y una de estas dio con el autobús provocando un accidente en el cual tú fuiste una de las más heridas. La viga cayó en tus piernas.
—... -en verdad que Takane se encontraba conmocionada por lo estaba oyendo.- ¿E-eso quiero decir... que ya no podré caminar?
—No, no... Si podrás caminar. Aunque para eso se necesitara tu mayor esfuerzo en tu tratamiento para practicar tu caminar nuevamente.
La pelicastaña soltó un suspiro de alivio.
—Entonces todo fue un sueño…
—No se dé que hables, pero sí, eso creo. –contestó Shintaro cambiando unas flores junto a la camilla de Takane, que ya se habían marchitado, por unas nuevas.
— ¿Has… estado viniendo a visitarme en todo este tiempo? –preguntó ella algo atónita mientras el otro chico desviaba su mirada.
—Ah… b-bueno si, pero no es porque yo quisiera… -se excusaba pesimamente el moreno.- es que Momo me ha obligado y pues…
Antes de que pudiera terminar con su tonto relato de cómo su hermana menor le había dicho que fuera a visitar a su compañera de clases al hospital, Takane le abrazó tiernamente interrumpiéndolo.
—Gracias, Shintaro, por preocuparte por mí. –susurró con ternura para luego separarse levemente de él, pero aun abrazada, y sonreírle dulcemente.
Shintaro sonrojó al instante. No estaba acostumbrado a ese tipo de tratos y menos de una chica. Y aunque había tenido sus roces con Takane debía admitirlo, ese día en el hospital, con el cabello suelto, sin sus ojeras y con esa tierna sonrisa, la chica se veía realmente atractiva.
—N-no tienes por qué agradecer… -contestó cada vez más rojo.
Y entonces la puerta de la habitación se abrió repentinamente rompiendo ¿el momento?
—Lamento mucho la tardanza había una gran cola en la cafeteri…
Takane y Shintaro se volvieron hacia la puerta y vieron parado en el marco de esta a un alto muchacho de unos 19 años, cabellos castaño pasando a lo negro y con un simpático lunar justo abajo del ojo derecho.
— ¡Haruka! –exclamó la pelicastaña anonada.
— ¿Q-que sucede aquí? –preguntó algo apenado el chico al ver a dos de sus mejores amigos abrazados.
— ¡Esto no es lo que parece! –casi gritó Shintaro quitando los brazos de Takane y acostándola en su camilla para luego taparla nuevamente con las sabanas.
—Entiendo jejeje no es que me moleste verlos abrazados. –dijo Haruka riendo tímidamente mientras se rascaba la nuca.
—Siiii… como sea ¿Trajiste mi soda? –preguntó Shintaro acomodándose en la silla donde se encontraba sentado y jalando otra para que el mayor también se sentara.
—Claro, aquí tienes, Shintaro-kun. –El chico sacó de una bolsa de plástico una lata de Coca cola y se la dio al otro chico a su lado.- para ti Takane te traje unos onigiris, se que la comida del hospital puede ser muy mala.
—Muchas gracias Haruka. –la mencionada estiró un poco su brazo para tomar del paquete con onigiris que su amigo le había comprado.
—No es nada jejeje y bueno para mí… -de la misma bolsa sacó dos varillas con carne asada ante la cara extrañada de los otros dos jóvenes.
— ¿De dónde ha logrado conseguir barbacoa en un hospital?
— ¿Hum? –Haruka tenía los cachetes llenos de comida que no podía responder.
—En fin, itadakimasu. –al decir eso ultimo Shintaro abrió su lata de coca cola y de pronto esta estalló rebosando todo la soda en la cara del chico, empapándolo por completo.
—C-creo que se me ha sacudido la lata un poco en el camino…
— ¿T-tú crees?
De pronto una gran carcajada sacó a ambos chicos de su intercambio de miradas, entre una amenazante y otra nerviosa.
La risa venia de Takane que no paraba de reír al ver la cara empapada de Shintaro, con los cabellos en la cara y de sus mismos mechones goteando la soda que tanto amaba.
Los dos la miraron sorprendidos. La Takane que conocían no era así, pero por un lado, después de todo lo que habían pasado, ambos se sintieron contentos al verla tan alegre.
—"Jajaja" si muy gracioso, bueno ya… -el chico le dio su soda al mayor para que la sostuviera mientras tomaba una servilleta y limpiaba la bufanda roja que tenía.
Al parecer, se enteró después Takane, esa bufanda era la misma de una buena amiga de ambos chicos, Ayano. No la conocía mucho aunque había hablado con ella algunas veces.
Después de su repentino suicidio, Shintaro quedo muy destrozado, pero al tiempo se le fue entregada por el sensei Kenjirou (También padre de Ayano) la bufanda y una carta que venía con esta misma. En ella, Ayano explicaba sus razones por las que se había suicidad y descartaba a Shintaro de ser el causante, borrando así la culpa que lo carcomía.
Hasta el momento solo Shintaro sabe él por qué del suicidio de ella, pero no se lo ha dicho a nadie. Nadie sabe con exactitud lo que decía la carta pero debió ser algo muy bueno para dibujarle a Shintaro una sonrisa.
—Haruka… -habló de pronto Takane llamando la atención de ambos chicos aunque solo había mencionado a uno de ellos.
— ¿Qué sucede, Takane-chan?
La chica se inclinó lo más que pudo hasta llegar al mayor, al cual tomó del cuello de su uniforme y besó tiernamente sus labios ante la mirada atónita de Shintaro.
—Gracias por nunca dejarme sola.
Haruka no dijo nada, con el rostro completamente rojo, se paró bruscamente de la silla botando su carne asada, su libreta de dibujos que siempre llevaba consigo y la lata de coca cola del otro chico.
— ¡Mi soda! –exclamó Shintaro al ver todo el contenido de la lata regado en el suelo.
Sus dos compañeros voltearon a verle de manera extraña, aunque más Takane (pues Haruka llevaba su clásica mirada inocente), echándole una indirecta para que se fuera.
—M-mejor me voy… -contestó nervioso y tomando de la lata en el suelo viendo si era posible tomar aunque fuera una gota.
Takane vio a Shintaro salir con una gota de sudor en su sien y soltó un enorme suspiro para luego voltear a ver al mayor que seguía aun sonrojado.
— ¿Sucede algo malo? –preguntó con inocencia.
—Takane-chan me ha besado… ¿A-acaso le gusto?
—Creo que es obvio ¿No? –sonrío tranquilamente al más alto, el cual ruborizo más.
— ¡A-a mí también me gusta mucho, Takane-chan!
—Entonces…. Tal vez suene atrevido, pero Haruka podría dejar de llamarme "Takane-chan" y llamarme "novia".
— ¿Qué?
— ¡¿QUE?! –gritó Shintaro, abriendo la puerta violentamente. Al parecer había estado escuchando o más bien espiando.- ¿Quién eres tú y que hiciste con la verdadera Takane?
— ¡Solo lárgate de aquí, Kisaragi! –le contestó violentamente la pelicastaña.
—Oh sin duda eres ella… ¡Waaaaa!
Takane le lanzó la bandeja de comida que tenía a su lado, haciendo que por fin cerrara la puerta, regresando la privacidad.
—En fin… ¿Qué dices Haruka?
—M-me encantaría ser tu novio, Takane, seré el mejor novio de todos. –Dijo decidido y alegre mientras se paraba botando nuevamente su asado.- Uh… -se inclinó a recogerlo pero Takane lo detuvo.
—No… esta malo.
—P-pero mi carne asada…
Después de un buen rato de tratar de convencer a Haruka de no comer la barbacoa que se había caído al suelo del hospital, ambos adolescentes pasaron un rato grato junto al otro. Haruka le enseñó a Takane los nuevos diseños de los personajes para el nuevo Videojuego de tiro que iban a sacar para el próximo festival. En su dibujo Takane vio sorprendida a la alguna vez fue ella, Ene y a Konoha.
—Te quedaron realmente lindos Haruka, como siempre eres muy bueno dibujando.
—Gracias, Takane-chan. En fin tengo que irme, pero por favor descansa y recupérate. – le dijo con ternura el mayor mientras le depositaba un cálido beso en su frente.
—Claro, nos vemos mañana. –se despidió la menor con un leve rubor en sus mejillas.
—Sí, hasta mañana, descansa.
Una vez sola, Takane observó el techo blanco de su habitación. Miró el reloj de la pared. Iba normal. Miró por la ventana. Era un día agradable y soleado. Por último pero no menos importante, se pellizcó a sí misma y sintió un leve dolor haciéndola sonreír.
Sin duda la realidad jamás había sido más perfecta que un sueño, hasta ese momento.
Fin
¡Wiiiii! Eso es todo :DD espero les haya gustado.
Antes de irme quiero aclarar (para los que conocen la historia) aquí puse como si el suicidio de Ayano haya salvado la vida de todos impidiendo los tristes sucesos que ocurren en la saga y manga de Kagerou Project TTuTT (ojala fuera así u.u)
En fin, por favor dejen reviews que son siempre bien recibidos nwn
¡Hasta luego, besos y abrazos!
Atentamente: Neko-chan :3