"Nueva División"

Author: Aisling-Siobhan

Beta: Janendra

Advertencias: Slash. LV/HP. Pasado LV/OC (Harry). Violencia. AU. Lenguaje. Muerte de un personaje (OC). Flashbacks.

Nota de la Autora:

Significado de los nombres

Quería explicar esto primero:

Anathema: una persona o cosa acusada o consignada a maldición o destrucción.

Mallory: es de antiguo origen francés, y significa sin suerte.

Apep: Nombre egipcio, significa 'deslizarse.' En la mitología, Apep es la personificación de la maldad, visto como una serpiente gigante, serpiente o dragón. Conocido como la Serpiente del Nilo o la Lagartija del Mal, era visto como el enemigo del dios sol.

Simbolismo Animal:

Pantera: Guardián de la Energía, Comprensión de la Muerte, Reclamador de Poder, Habilidad de conocer la oscuridad, Muerte, Renacimiento.

Perro: Guía, Protección, Lealtad, Fidelidad, Devoción, Confianza (el "Grim" es una imagen fantasmagórica de un gran perro, como una bestia; ver uno presagia la muerte).

Capítulo 1

Junio, mil novecientos noventa y siete.

Little Whinging era un lugar ordinario. No era muy grande, tampoco era demasiado pequeño. Fue elegido como el lugar perfecto por los señores Dursley cuando decidieron mudarse hacía muchos años. Normal y ordenado, con bastantes vecinos a quienes espiar y gran espacio en el jardín para que jugaran los futuros hijos. La casa del número cuatro de Privet Drive no podría ser más ordinaria aunque tratara.

La única cosa extraordinaria en esa casa era uno de sus habitantes, un mago llamado Harry Potter; el sobrino de Petunia Dursley. Los Dursley fueron obligados a cuidar de Harry después de que sus padres murieran, dieciséis años atrás. Ellos lo veían como una carga, aún cuando Harry pasaba la mayor parte del año en un internado en Escocia.

Por lo común a Harry no le importaba; a él tampoco le agradaban sus familiares muggle, pero los últimos años escolares fueron duros para él. Hacía dos años murió su amado padrino. Solo conoció a Sirius durante dos años antes de su muerte; Harry fue terriblemente afectado por el fallecimiento de Sirius. Había algo en el hombre que hizo que Harry lo amara más allá de la razón y la definición. Sentía como si lo conociera desde antes, hacía mucho tiempo, y no solo cuando fue un bebé. Justo cuando el chico pensó que comenzaría a sanar, a superarlo, como mucha gente pensó debía hacerlo, el hombre que fue como su abuelo murió hacía un mes. La muerte del director lo estremeció, lo envió a toda velocidad a un vasto océano de desesperación. ¿Cómo se suponía que derrotaría a Voldemort sin la ayuda de su mentor?

La casa estaba en silencio, como era normal tan tarde en la noche. Aunque era extraño, Harry dormía. Él luchaba por mantenerse despierto el mayor tiempo posible. En el último tiempo tuvo sueños extraños. No provenían de Voldemort; tampoco eran sueños ordinarios. Sucedían cosas en ellos; cosas que Harry podía entender y relacionar. Lo hacían sentir una horrible sensación de déjà vu, pese a que no experimentó antes esas cosas.

Algunas veces los sueños eran como pesadillas.

A veces comenzaban como pesadillas.

Harry se acercó al relicario, lo tomó en sus manos antes de alejarse de la vasija. Corrió hacía Dumbledore, estaba agachado cerca del borde del islote; demasiado cerca del agua para gusto de Harry.

Lo tengo profesor, —llamó Harry.

Escuchó su voz como si alguien más hubiera hablado, al mismo tiempo sintió su boca moverse para formar las palabras. Este sueño era extraño, pensó; un hibrido entre un sueño real y la visita a un pensadero.

Vamos, —le dijo a su director.

Dumbledore lo miró cansado.

¿Agua? —Suplicó la voz ronca de tanto gritar—. ¿Por favor?

Harry corrió hacia la vasija. Tomó la copa y, cuando su hechizo falló para conjurar agua, metió la copa en la extraña agua turbia que lamía contra el islote donde se encontraban. Levantó la copa.

Con el ceño fruncido miró alrededor de la torre de astronomía. Harry estaba escondido bajo su capa, por mucho que trataba no podía liberarse del hechizo de Dumbledore. En su mano sostenía el falso relicario, colgaba suelto de sus dedos y Harry esperaba que cayera y golpeara contra el piso. El ruido alertaría a los demás de que eran observados. Snape se detendría lo suficiente para investigar el ruido.

Brillante luz verde inundó la habitación. Draco y Severus alejaron la mirada, protegieron sus ojos; Harry no tenía otra opción que mirar al frente. Gritó sin que nadie lo escuchara. Dumbledore se arqueó de forma graciosa hacia atrás, le recordó mucho la muerte de Sirius. Caía por la ventana. En el momento en que Harry pudo moverse, apretó con tanta fuerza la cadena del relicario que sintió dolor, y en ese instante supo que Dumbledore estaba muerto.

Miró el relicario. Era tan modesto, y al mismo tiempo elegante y llamativo. Harry no creía que fuera algo que Voldemort miraría dos veces si no fuera por la elaborada S al frente, que lo marcaba como una posesión de Salazar Slytherin. Lo apretó con su mano una vez más antes de correr fuera de la torre. Persiguió a Snape, gritaba el nombre del mago, y el relicario yació descartado en el piso.

XXX

Abril, mil novecientos cuarenta y siete.

Tom metió la mano en su bolsillo y sacó el relicario. Lo sostuvo frente a Anathema, permitió que el chico lo viera mientras colgaba de entre sus dedos.

Hermoso, ¿no es así? —Le preguntó el joven Voldemort a su amante.

Apenas veintiún años, pero Tom ya exudaba un aura de poder tan fuerte que los habitantes de una de las calles menos populares de Londres caminaban lejos de él. Alejaban sus cuerpos fuera del camino y en ocasiones cambiaban de dirección solo para evitarlo.

La belleza de cabello oscuro sonrió. Sus ojos eran de un asombroso tono verde, su piel blanca como porcelana y sus labios eran gruesos, color rosa pálido. Estiró una mano, con sus dedos rozó la intricada S al frente del relicario.

Demasiado, ¿no crees?

Tom soltó una risa ligera. Su mano tomó la mejilla de Anathema con cuidado, rozó con su pulgar la piel del chico.

Una vez le perteneció al gran Salazar Slytherin, Anathema. No hay otro objeto de tal belleza.

¿Ni siquiera yo? —Bromeó Anathema con otra sonrisa, sus ojos brillaron divertidos.

Tom se acercó, sus labios rozaron los de Anathema cuando susurró:

Tú no eres un objeto.

Una voz tras ellos los sobresaltó a ambos.

No, pero es hermoso.

Tom dio la vuelta, entrecerró los ojos al posarse en la mujer muggle, escasamente vestida, que se apoyaba contra la pared. Ella se lamió los labios, miró a Anathema antes que se acercara. Ignoró el peligro que era Tom Riddle.

¿Quieres conmigo chico lindo? No soy cara, lo prometo, —el dedo de ella cubrió los labios del joven, presionó con fuerza contra los labios de Anathema, y el joven mago miró con grandes ojos a su amante.

Anathema tragó en seco cuando vio los ojos de Tom. El hombre estaba furioso, muy furioso. Su rostro estaba pálido como la tiza y sus ojos se volvían rojos. Tenía la varita en su mano libre y la apuntó entre los hombros de la mujer.

Aléjate de mi pareja, —gruñó, la mitad de sus palabras en español.

Ella ni siquiera se giró a mirarlo. En vez de eso se presionó contra Anathema, ignoró los intentos de él de alejarla, y susurró en el oído del joven.

Dile a tu mojigato que se vaya a casa, o que comparta.

Un siseo escapó de los labios de Tom. En un destello de luz verde la prostituta cayó sin vida. Anathema gruñó cuando ella terminó sobre él. Tom agarró el cuerpo por un hombro y lo arrojó al piso.

En las manos de Tom el relicario brilló blanco por un momento. Cuando la luz desapareció incluso Anathema pudo notar que había algo diferente. Algo malvado, que no estaba allí antes. 1

XXX

Junio, mil novecientos noventa y siete.

Harry se sacudió hacia adelante en la cama. Jadeó fuerte, presionó sus manos contra su boca para cubrir cualquier otro sonido por miedo a que sus familiares despertaran. Esta no era la primera vez que observaba a Voldemort matar a alguien cuando dormía. Sin embargo era la primera vez que Harry recordaba, incluidas las veces en que observó las memorias de Dumbledore, donde Voldemort lastimó a alguien en defensa de otra persona. Fue sorprendente. Era casi como si a Voldemort le importara algo más que su propia inmortalidad.

Harry soñó antes que Voldemort y el extraño tenían sexo. Los vio besarse, hablar y planear la dominación mundial. Era la primera vez, el primer sueño, donde Harry creía de forma honesta que Tom Riddle una vez fue humano.

XXX

Veintitrés de julio, mil novecientos noventa y siete.

Vernon Dursley no sería confundido con un buen hombre. La gente pensaría que era amable y educado; los que lo conocían sabían que no era así. Harry conocía muy bien a su tío, y entre más tiempo pasaba en compañía del hombre más lo odiaba. A Harry le gustaba imaginar lo divertido que sería invitar a sus amigos mágicos a una visita a su normal, linda y ordinaria casa muggle. Claro que no se atrevería. La ira de Vernon no valdría la pena el pequeño momento de diversión; era lindo soñar.

A veces Harry imaginaba como sería si alguien viniera a llevárselo. O si los Dursley de alguna manera terminaran en prisión o muertos en un accidente de auto, como le dijeron a Harry que murieron sus padres. Él no creía que en serio, de verdad, desearon verlos muertos. En su primer año en Hogwarts, ¿no le ofreció Lord Voldemort "encargarse" de sus familiares y Harry se rehusó? Después de todo, ¿dónde más iría? Era probable que se sintiera culpable por sus muertes, pero esa no fue su preocupación más grande cuando tenía once años.

No, él podría imaginarlos morir; en realidad Harry esperaba que nadie muriera por él.

Ahora Harry estaba feliz de no tener su varita a mano. No soportaría mucho de la intolerante mierda que Vernon decía. Harry solo quería, necesitaba, un empujón más en la dirección correcta y se encargaría del patético muggle. La mano que usaba su varita picaba por ser usada, sus pies se movían inquietos contra el suelo, lo instaban a buscar su varita. Harry se quedó donde estaba, en silencio escuchó como el tío Vernon lo pisoteaba con palabras.

—¡Y no hagas que comience a hablar de tu madre! —El tío Vernon abrió su boca para continúar. La mano de Harry fue apuntada a su rostro, la apretó en el aire, e imaginó su varita, pesada y familiar en su mano.

—No hables sobre mi madre.

Lily Potter era un tema delicado para Harry. Su padre murió para protegerlos a Lily y a él de Voldemort. Harry amaba mucho a su padre. Pero le dolía más escuchar que insultaran a su madre, la mujer que murió para protegerlo a él.

—¡Escucha asquerosa pieza de! —Una vez más Harry lo interrumpió.

—¡Sectumsempra! —Gritó.

Vernon abrió enormes los ojos, su rostro lívido ante la palabra "mágica". Retrocedió, se cubrió el rostro con las manos; eso fue lo único que sucedió. Sin una varita, Harry no pudo lanzar el hechizo.

Harry dejó caer su mano, sus dedos apretados en un puño. Observó la aun viva forma de su tío, que ahora estaba acompañado por su horrorizada tía y primo.

—No fue mi intención… no fue mi intención… —tartamudeó Harry.

Su quijada tembló. Forzaba a las palabras a salir por entre el nudo en su garganta. No podía hablar, apenas podía respirar: estaba choqueado. ¿Por qué trató de usar ese hechizo? Después de ver lo que le hizo a Malfoy, todavía intentaba usarlo, esperaba que funcionara y que nadie sanara a Vernon.

Se dio la vuelta, ignoró a la familia que estaba acurrucada junta como para protegerse de su misma sangre y carne. Harry huyó de la casa, como si los mortífagos lo persiguieran, corrió por Privet Drive, luego por Wisteria Walk, cada vez más lejos hasta que no pudo ver el número cuatro.

Colapsó en el suelo. Su cicatriz dolía y Harry presionó una mano contra ella. Su otra mano, inconsciente, repetía el movimiento de varita de la maldición sectumsempra.

Se sentó allí la noche entera, demasiado horrorizado para volver y enfrentarse a lo que estuvo a punto de hacer. ¿Cómo volvería? Sabía que cuando regresara estaría decepcionado porque el hechizo no funcionó. Frunció el ceño, apretó su mano en un puño para no repetir los movimientos de la maldición.

Cuando el sol salía se prometió a sí mismo que volvería a casa, y que trataría de no volver a lastimar a los Dursley de nuevo.

No lo haría.

Eso esperaba.

XXX N.A:

1 – De acuerdo al HP Lexicon y a Dumbledore, Tom Riddle uso la muerte de una prostituta muggle para volver el relicario un horrocrux. Nadie sabe por qué. Así que lo inventé… Todos sabemos que los Slytherin son insanamente posesivos ¿no es así?