No money, no love- Uhuru-Chan

Privet ~ Les traigo drama C:

Intentaré no poner mucho OoC, pero me parece que es necesario por la trama.

Ericka o Veelasullivan (Again) es mi… colaboradora porque me da ideas de la trama en general, ella trama muchas cosas malignas y yo escribo como esclava y meto muchas ideas imbéciles para rellenar D;

Desde ya aviso que no quiero que me lleguen amenazas de muerte después, envíenselas a ella (?)

Esto es UsUk (Algún día escribiré UkUs, algún día ;_ ; )

Pondré todas las advertencias que tengo/recuerdo (LOL) por ahora, si no les gusta alguna, se largan de aquí e-e

Advertencias: Yaoi (Duh), AU, OoC, droga, violación (No entre ellos dos), violencia, vocabulario soez, muerte de un/unos personaje/s, fluff (En un futuro no tan lejano, pero no por mucho tiempo), Iggyzone (?), sexo.

Disclaimer: Venga, ya, todo es de Himaruya.

Capítulo 1: La Toxina

Aquel jueves iba camino a su casa después de una tranquila jornada de trabajo. Se detuvo frente a un semáforo y esperó pacientemente a que cambiara la luz. Cuando por fin la luz verde se encendió hizo andar su auto nuevamente, no se percató del automóvil negro que venía a toda velocidad por su derecha. El auto lo chocó mientras intentaba detenerse. El automóvil de Arthur se volcó y el británico no supo nada más.

Cuando despertó, la blanca luz de la habitación quemaba sus ojos con el intenso brillo. Pestañeó un par de veces tratando de acostumbrar su visión, intentó moverse, pero su cuerpo entero dolía demasiado, extinguiendo todo amago de movimiento por parte del rubio. Suspiró molesto y se dedicó a observar su alrededor, estaba en un hospital, no tenía compañero de habitación y la puerta estaba cerrada. El lugar estaba en completo orden y silencio. Una dolorosa punzada atravesó su cabeza, obligándolo a cerrar sus ojos, gimió debido al dolor y decidió volver a dormir pensando que quizás aún necesitaba descansar del choque, entonces cuando despertara hablaría con alguna enfermera.

Despertó por el gran alboroto proveniente del pasillo que había fuera de su habitación, podía oír como los doctores y enfermeros gritaban histéricos dando y recibiendo instrucciones mientras sus voces se alejaban lentamente, cuando todo quedó en silencio nuevamente Arthur volvió a dormirse producto de los analgésicos en su cuerpo.

Al día siguiente salió de la inconsciencia en la mañana, sus ojos verdes tardaron unos segundos en adaptarse a la luz solar que se filtraba a través de la ventana.

Los ruidos provenientes de la cama a su lado derecho llamaron su atención. Giró su verde mirada hasta toparse con un chico más joven que él, era rubio con un mechón rebelde sobre su cuero cabelludo, estaba respirando con ayuda de una máquina y el intermitente sonido era emitido por el aparato que monitoreaba sus latidos.

-Buenos días señor Kirkland-Dijo una enfermera que venía a chequearlos.

-Buenos días-Arthur intentó sentarse, pero un intenso mareo se lo impidió -¿Qué tengo?

-Nada de qué preocuparse, solo un par de cortes y moretones-Comentó despreocupadamente ella, revisando al chico que estaba en la otra cama-Quizás te duela la cabeza por el impacto, pero te recuperarás en un abrir y cerrar de ojos-Finalizó sonriéndole amistosamente.

-Oh…

Desvió su mirada desde la muchacha al otro paciente, estaba un poco pálido, pero su respiración se oía bien. La enfermera le miró de reojo-Llegó ayer-Le aclaró, para después concentrarse en los números que mostraban los aparatos.

-¿Qué le ocurrió?

-Tuvo una sobredosis de heroína-Suspiró la mujer a modo de lamento-Y pensar que luce como un angelito.

Arthur pasó saliva sonoramente, ¿Iba a compartir habitación con un adicto?, ¿Y si despertaba alterado y le atacaba? Carraspeó llamando nuevamente la atención de la joven.

-¿Cuándo podré irme?

-En cuanto te sientas mejor.

La chica dejó al muchacho en paz, y después de despedirse y decirle que pronto le traerían el desayuno, se marchó.

Arthur se quedó observándolo, era guapo como había dicho la enfermera, "Un ángel", no parecía tener más de veinte años, le dio lástima saber que era tan joven y había estado a punto de morir por culpa de las drogas.

El otro rubio se removió en sueños y sus párpados comenzaron a moverse sutilmente. Arthur ahogó un suspiro de excitación. Tenía curiosidad por saber el color de sus ojos y no pensó que el chico despertaría tan rápido. Alfred pestañeó un par de veces muy lentamente, mostrando sus azules ojos que miraban hacia el techo, jadeó y tosió sintiendo su garganta seca, se sacó la mascarilla y miró hacia su izquierda, encontrándose con los verdes ojos del británico. Arthur mantenía sus ojos bien abiertos, atento a cualquier movimiento o palabra que pudiera emitir el muchacho. Alfred solo miró sus brazos, encontrándose con la aguja que le inyectaba suero en su brazo izquierdo.

-Agua-Pidió casi en un gruñido, mirando al mayor.

-E…espera.

Arthur se levantó lentamente, cuidando no marearse. Hizo una mueca de dolor, aún no debía esforzarse, caminó hasta la cama del menor y le entregó el vaso de agua que había a su lado junto a unas gafas, pero el otro obviamente no podía sujetarlo y le envió una mirada molesta. El británico jadeó nervioso y le dio de beber con cuidado, Alfred tragó el contenido por completo como si hubiese estado semanas perdido en medio del desierto. Alfred se relamió los labios y frunció el ceño.

-¿Qué coño me pasó?-Demandó saber, sin quitar su azul mirada de la verde del mayor.

-La enfermera dijo que…tuviste una sobredosis de…heroína-Explicó Arthur, desviando la mirada. Alfred se quedó en silencio, mirando su brazo derecho, donde se podían apreciar varios agujeros. Lo recordaba, se había excedido un poco, estaba algo desesperado, después de todo, no había consumido nada en tres días.

-Yo…- Arthur volvió a hablar, captando la atención del estadounidense -Volveré a mi cama-Informó, no muy seguro de si esperar una respuesta o simplemente volver a su lugar.

Alfred levantó una ceja mientras lo veía caminar a duras penas hacia su cama, ¿Le había pedido permiso para acostarse?, sonrió divertido con la situación. Arthur se acostó aliviado, se sentía muy débil y su cabeza había comenzado a girar, haciéndole tener nauseas.

-¿Por qué estás aquí?-Preguntó el menor, después de observar las múltiples vendas y moretones en el cuerpo del mayor.

-Un auto me chocó por el costado.

-Mph-Alfred emitió una risita burlona después de oír la respuesta-No parecías tan salvaje.

Arthur entrecerró sus ojos, ¿El tipo le estaba tomando el pelo?

-¿De qué te ríes, mocoso?-Preguntó, sonrojándose a causa de la rabia, fulminando con la mirada al estadounidense.

-De ti por supuesto-Arthur iba a replicar, pero el menor no le dio tiempo-¿Tienes algo de comida?

Después de oír la pregunta se dio cuenta del deplorable estado del americano, al parecer no había probado bocado desde hacía semanas. El descubrimiento le hizo sentirse repentinamente preocupado por el menor, hizo un esfuerzo por levantarse nuevamente y llamó a una enfermera, aunque Alfred se enojó después de eso, no parecía estar muy dispuesto a hablar con la muchacha, quien al parecer quería sacarle información. Arthur no se enteraba de mucho, hablaban en murmullos y el menor le miraba de reojo de vez en cuando, casi como pidiéndole ayuda. Al final la chica se marchó enojada y Alfred bufó frustrado, él no le diría nada sobre su vida a nadie.

-Debiste decirle lo que quería oír, estás famélico.

Jones se quedó en silencio unos segundos analizando la situación, el otro chico parecía ser bondadoso, no cualquiera se preocupaba del estado de salud de un drogadicto que acaba de conocer. Sonrió en un gesto algo extraño, casi imperceptible, pero rápidamente esbozó una cálida sonrisa, como las que solía mostrar de niño a sus padres.

-Me llamo Alfred-Se presentó, ignorando lo dicho anteriormente por el mayor.

Arthur se quedó mudo por la impresión, la actitud del chico había cambiado radicalmente de un momento a otro. Sacudió ligeramente su cabeza saliendo de sus pensamientos y respondió con su nombre, después de eso Alfred le explicó que le querían inculpar por algo que no había cometido, algo relacionado con la venta de drogas y en lo que el muchacho aseguraba no estar involucrado.

-¿Y la policía quiere interrogarte?-La historia era algo enredada para alguien como él.

-Exacto, pero yo no he hecho nada y de seguro me meterán a la cárcel de todos modos-Se lamentó Alfred, cerrando sus ojos en una expresión preocupada. Arthur le miró con lástima, el muchacho lucía tan joven, dudaba que hubiese hecho algo que mereciese el encierro.

-¿Qué edad tienes?-Preguntó con voz suave, sonriéndole tímidamente.

-Tengo veintidós, recién cumplidos, nací el cuatro de Julio-Informó él, sonriente-¿Y tú?, luces mayor que yo, apuesto que eres todo un señorito correcto-Agregó socarronamente.

-Mmph-Gruñó Arthur con molestia antes de contestar-Tengo veintinueve, y por lo que veo tú debes ser el típico yankee ruidoso y latoso.

-No te lo tomes a mal viejo, era un cumplido.

Alfred le hizo un símbolo de paz con la mano derecha, a lo que Arthur respondió con un gesto obsceno, su paciencia no duraba demasiado, mucho menos con los estadounidenses con los que debía convivir a diario.

Cuando el reloj marcó las diez de la mañana la enfermera volvió, les sirvió el desayuno de mala gana y se marchó. Alfred se levantó sigilosamente después de sacarse la aguja del suero con maestría propia de un doctor, se puso sus gafas y se sentó a desayunar junto a Arthur en su cama, a pesar de sus quejas, aunque tuvo que volver a su propia cama a regañadientes cuando una enfermera puso el grito al cielo al verles a través del vidrio de la puerta, regañándolos por romper las reglas del hospital y por un sinnúmero de cosas que no se molestaron en oír realmente.

Pasaron el resto de la tarde hablando sobre sus vidas y de temas vanos que salían a relucir en ocasiones, Arthur descubrió que el muchacho estaba solo, igual que él. Ambas familias les habían dejado de lado, por diferentes motivos claro estaba. A Alfred por su adicción a la heroína y a Arthur por las constantes peleas con su padre y demás familiares. El americano no parecía muy dispuesto a seguir hablando sobre su vida después de un rato, prefería oír sobre Arthur. Él le contó que era contador en una importante empresa y que el dinero no le faltaba, pero no le importaba porque no tenía muchos gastos – o no tenía en quién gastarlo-pensó Alfred. Jones por el contrario no tenía trabajo, aunque a veces se las arreglaba con labores esporádicas como la venta de objetos, pintar casas, arreglar muebles, entre otras cosas. Arthur le contó que vivía en un barrio tranquilo a minutos del centro de la ciudad, Alfred en cambio vivía en un feo y peligroso barrio, rodeado de gente no muy exitosa ni trabajadora, donde las casas y departamentos tenían sus paredes llenas de rayas y los vidrios estaban trizados o rotos.

Al día siguiente Arthur despertó porque Alfred le estaba moviendo suavemente, Arthur intentó alejarse, avergonzado, el muchacho estaba con su rostro muy cerca del propio, y él no estaba acostumbrado a tener cercanía con nadie. El menor no le dejó alejarse, en cambio le tapó la boca e hizo un gesto para que se callara.

-¿Puedes ayudarme?-Inquirió, dejándolo hablar.

-¿Qué ocurre?-Contra preguntó el británico, pestañeando, algo tocado por la luz matutina.

-De seguro vendrán hoy a interrogarme-Le susurró Alfred, frunciendo el ceño-Necesito salir de aquí.

-Umm, aléjate-Pidió Arthur, aún algo cohibido. El otro obedeció y Arthur se puso de pie-¿Y qué te hace pensar que nos dejarán ir?

-Vamos, no creo que duden de ti viejo, solo distrae a las enfermeras diciéndoles que te quieres ir, primero ve a pedirles ropa.

Alfred empujó a Arthur hasta la salida, el británico suspiró y caminó en busca de alguien que pudiese ayudarle, encontró a un paramédico y le pidió dos cambios de ropa, el chico era muy amable, le dijo que le siguiera y le entregó las prendas, Arthur se lo agradeció y volvió a la habitación tratando de esconderlas de la vista de los demás empleados, entró y le pasó su cambio a Alfred. El estadounidense se desnudó frente a él sin pudor alguno, Arthur desvió su mirada incómodo y comenzó a cambiarse su propia ropa, cuidando de no mostrar nada de piel al menor.

Una vez que Jones terminó de vestirse comenzó a doblar la bata que había usado y las sábanas de la cama, después hizo lo mismo con las sábanas y bata de Arthur, las apiló todas y las cargó en sus brazos.

-¿Se supone que si llevas eso nadie te verá?-Preguntó divertido el británico ante la ocurrencia de Alfred.

-Vamos viejo, es que ni siquiera pediste un gorro.

-Estamos en julio, eso si hubiese llamado la atención, están todos muriendo de calor y tu…

-Ya, ya, mira, ahora no hay nadie fuera-Le cortó Alfred, mirando por la ventana de la puerta-Sal tu primero, yo te sigo.

Arthur suspiró y salió de la habitación, Alfred venía caminando dos metros tras él. Nadie los detuvo hasta que llegaron a la recepción, entonces Arthur se detuvo a hablar con una de las mujeres que estaba libre, la otra que no tenía trabajo estaba enfrascada en una apasionada partida de "solitario". Le pidió que lo sacara del sistema porque ya tenía permiso para irse. Vio a Alfred por el rabillo del ojo, el americano dejó las sábanas en una cesta y salió tranquilamente del hospital, en cambio el inglés tuvo algunos problemas, llamaron a un doctor para ratificar su estado, el viejo le riñó por querer irse sin consultarlo antes y al final le dejaron ir después de entregarle sus pertenencias e informarle que se habían comunicado con su aseguradora para darle lo datos de la persona que lo había chocado. Aquel tipo se había quebrado un brazo y tuvo que quedarse y dar sus datos a regañadientes, cuando lo chocó estaba borracho y había intentado huir.

-¡Aquí!-Alfred le llamaba, escondido tras un auto.

Arthur se acercó, el chico le tomó de la muñeca y lo sacó corriendo del lugar. Se detuvieron cuando ya estaban a dos calles del centro médico. Arthur jadeaba mientras Alfred vigilaba su alrededor con cierto grado de paranoia.

-¿Ahora qué?-Preguntó Arthur, una vez que pudo recobrar el aliento, mirando al más alto directo a los ojos a través de sus lentes.

-Supongo que debo volver a mi casa-Respondió Alfred, desganado, apoyándose en una pared cercana y mirando hacia otro lugar-Espero que no estén ahí.

-¿Quiénes?

-Los policías, ya sabes, "Seguro el tipo que huyó del hospital es el culpable"-Contestó, fingiendo la voz y frunciendo el ceño molesto, pasando después a una afligida mueca mientras revolvía sus dorados cabellos con evidente preocupación.

Arthur sintió lástima por el estadounidense, lucía genuinamente preocupado. Se mordió el labio inseguro, ¿Qué debía hacer?, el muchacho no parecía ser un mal chico, simplemente tenía un problema de adicción que de seguro comenzó por culpa de su familia. Lo pensó unos minutos y finalmente expuso en palabras lo que estaba pensando.

-Si quieres puedes quedarte en mi casa mientras encuentras otro lugar-Alfred le miró exageradamente sorprendido, pero Arthur no se dio cuenta, estaba avergonzado mirando el suelo-S…sólo es una idea, no vayas a pensar cosas raras.

-¿En serio?, joder, ¡Gracias, viejo!, ¡Eres de lo mejor!-Exclamó Alfred, abrazándolo efusivamente y levantándolo del suelo.

-¡Bájame!-Exigió Arthur con el rostro casi tan rojo como un tomate-La gente nos está mirando.

-Disculpa, ¿Vamos?, de seguro ya me están buscando-Le apuró Alfred, sonriente.

Arthur asintió a regañadientes e hizo detener un taxi, subieron y el británico indicó hacia donde iban, no hablaron más en el camino hasta que llegaron a casa del mayor. Arthur se preguntaba si Alfred pensaba traer ropa o algún documento, pero no parecía ni remotamente preocupado por eso, sólo se mantenía mirando el camino, como si lo estuviese memorizando.

Bajaron del transporte y caminaron juntos hacia la casa del mayor. Arthur se sintió súbitamente preocupado, ¿Y si Alfred planeaba asaltarlo y por eso quería quedarse con él?, se tensó sin querer y apretó sus labios haciéndolos quedar en una perfecta línea recta. Alfred le miró de reojo y le sonrió cálidamente, Arthur se relajó un poco, no podía pensar mal de alguien que sonreía como un ángel, le devolvió el gesto algo avergonzado y se dispuso a abrir la puerta del hogar. Al entrar nadie los recibió, cruzaron el umbral y el británico suspiró satisfecho de poder estar al fin en su casa.

-Haré el almuerzo-Le dijo al estadounidense, este asintió a la vez que inspeccionaba su alrededor con verdadero interés-Pasa y siéntate, puedes encender el televisor si quieres.

Arthur se marchó a la cocina. La casa era de las que se podían llamar "normales" para el común de la población estadounidense, pero a Alfred se le hizo un lugar grande para una persona sola. Todo estaba en perfecto orden y limpieza, se sintió a gusto sabiendo que podría estar ahí en vez de en aquel chiquero que se había conseguido por un dato de Gilbert, un tipo que a veces le conseguía droga más barata. Caminó hasta el medio del salón de estar y se puso a husmear silencioso en los muebles del espacio, quizás encontraría algo que le gustase, pero no había nada interesante, así que al final se sentó en el sofá y encendió la televisión como le había recomendado el británico minutos atrás.

Arthur estaba emocionado cocinando un platillo simple de espagueti con salsa, esperaba que le quedara delicioso para sorprender a su invitado, ya estaba harto de la gente que le decía que cocinaba como si tuviese dos manos izquierdas, él creía que su comida era comestible, no gourmet como la de esos tipos de los programas del cable, pero pasable en fin. Se asomó sigiloso por el marco de la puerta para ver que hacía el menor, lo encontró echado cómodamente en su sofá mientras miraba una película de guerra que no supo identificar.

Arthur sacó la sartén, le echó el aceite y puso un huevo encima, aprovechó mientras se cocía para echar los blancos fideos sobre un plato. Cuando estuvo todo listo puso un huevo frito sobre la comida y sonrió satisfecho, no lucía mal y no se había quemado, al parecer había servido ver aquellos tutoriales de los programas de cocina y el leer las instrucciones del paquete de la pasta, aunque aún no intentaba cocinar otras cosas más complejas. Dejó el plato sobre la mesa junto a un vaso y los cubiertos, luego volvió con su propio plato y un jugo de naranja que había en su nevera.

-Ya está listo.

Alfred se levantó con rapidez, ya sentía que moría de hambre, no habían alcanzado a desayunar en el hospital. Se sentó y de inmediato se tragó una considerable cantidad de fideos. Las salchichas estaban bien, pero los fideos estaban aceitosos y pegoteados, la salsa algo aguada y aún no probaba el huevo frito que lucía casi tan aceitoso como la pasta, sin embargo no quiso decirle nada al mayor, que le miraba esperanzado como esperando su juicio sobre el platillo.

-¿Qué tal están?

-Um, ¡Están deliciosos!-Exclamó Alfred, sonriéndole radiante-Hace meses que no comía algo decente y caliente-Agregó de inmediato, aunque aquello si era verdad.

Arthur sonrió con sus mejillas levemente sonrojadas y comenzó a engullir su propia comida, feliz de haber logrado cocinar bien al fin. Alfred observó sus gestos, sonrió sinuoso y continuó comiendo el platillo con calma.

Cuando Alfred terminó el mayor se le quedó mirando disimuladamente, esperaba que pronto ganara un poco más de peso, el muchacho no lucía muy saludable, su cabello no brillaba, su piel estaba algo pálida, tenía unas marcadas ojeras que parecían estar ahí de forma permanente y sus labios parecían en exceso secos. Arthur retiró los platos y se disculpó con Alfred, iría un momento al balcón del segundo piso, el chico asintió y se quedó en el sofá. Kirkland subió algo desesperado, necesitaba un cigarrillo con urgencia, era una mala manía que tenía y no había probado uno desde aquella noche cuando volvía a su casa y el automóvil lo chocó. Entró a su habitación y encontró una cajetilla sobre su mesita de noche, lo encendió con rapidez y salió al balcón para no dejar el lugar lleno de humo. Cuando ya se lo estaba acabando sintió que las ventanas corredizas que hacían de puertas se abrían, miró hacia atrás y se encontró con Alfred que salía con un cigarrillo encendido en la mano. Arthur frunció el ceño.

-Lo siento, no pude evitar sacar uno, lo necesito-Se disculpó Alfred, apoyándose junto al mayor.

-Que maleducado de tu parte el entrar a mi habitación sin permiso-Espetó Arthur, dándole una última calada al cigarrillo que tenía en la mano, y después echándolo a la papelera que permanecía estática en un rincón del pequeño balcón.

-Estabas tardando, viejo, me aburro con facilidad-Contestó Alfred, sin mirarle.

-Eres un mocoso malcriado.

Alfred sonrió, le habían dicho eso antes muchas veces, caló el cigarro y le ofreció a Arthur, este lo miró y aceptó compartirlo, de todos modos no se sentía satisfecho solo con uno. Se terminaron ese cigarrillo y después Alfred sacó otro del bolsillo trasero de su jean, Arthur levantó una ceja, ¿Cuántos le había robado?

-No te acostumbres a sacar mis cosas, la próxima no la tomaré tan a la ligera-Advirtió Arthur, calando del nuevo cigarrillo que compartía con el menor.

-No seas tacaño, solo son dos y los comparto contigo, viejo-Respondió Alfred, acercando su mano para desordenar el cabello rubio pálido del británico en un arrumaco amistoso. Arthur se apartó suavemente, visiblemente incómodo, Alfred lo notó, pero no pareció importarle.

Horas después, cuando cayó la noche, ambos angloparlantes estaban viendo el noticiero y comentando lo emitido, hasta que Arthur comenzó a bostezar cada vez más seguido, cuando dieron las diez de la noche se levantó del sofá y restregó sus ojos con modorra. Alfred le observó en silencio, él aún no tenía ni un poco de sueño, él era un ser nocturno que despertaba a mitad del día después de agitadas noches en los barrios donde frecuentaba ir.

-Iré a acostarme, ven conmigo para mostrarte donde dormirás.

Jones apagó el televisor y siguió al mayor hasta una habitación frente a la del mayor, entraron, era un poco más pequeña que la de Arthur, estaba en perfecto orden igual que el resto de la casa La cama era de una plaza, pero lucía bastante cómoda, Alfred se preguntaba para sus adentros el por qué de aquella habitación si el británico decía estar solo, y no parecía tener amigos. Pensó entonces que quizás mantenía aquella habitación como una pequeña esperanza de tener a alguien que pudiese ocuparla.

Arthur se acercó a la cómoda y sacó un pijama limpio que supuso le quedaría bien al americano, después de todo a él le quedaba un poco ancho. Se lo dejó sobre la cama y se despidió después de decirle que podía sacar lo que quisiera del congelador, y que podía usar la pequeña televisión que estaba sobre la cómoda mientras no hiciera ruido y le dejara dormir.

-Buenas noches-Se despidió Arthur, saliendo de la habitación, pero se detuvo antes de cerrar la blanca puerta-Me voy a dar cuenta si sacas algo, ¿Eh?

-¿En serio?-Alfred se rió de forma estruendosa-No seas paranoico, viejo, fue sólo un cigarrillo.

-Fueron dos-Refutó el británico, frunciendo el ceño.

-Buenas noches, Arthur.

Kirkland cerró la puerta y se fue a su habitación, se puso el pijama, cerró las cortinas y se acostó en su mullida cama. Suspiró cansado, adoraba sus almohadas de plumas, ellas le harían descansar como se merecía.

Jones se quedó despierto hasta tarde mirando la tv, esperando pacientemente que el mayor se quedase profundamente dormido. Cuando dieron las tres de la mañana Alfred apagó el aparato y se levantó discreto, caminó silencioso con la misma gracia de un felino al acecho, abrió la puerta de la habitación de Arthur, cuidando de no dejar entrar luz. Asomó su cabeza, solo se podía vislumbrar un bulto que respiraba suavemente sobre la cama, entró y se dispuso a hurgar entre las pertenencias del mayor, de todos modos no se daría cuenta si le faltaba algo, parecía ser un hombre más bien distraído en cuanto a lo material.

Después de unos minutos sin encontrar nada que le llamase la atención lo suficiente se detuvo en una caja mediana que estaba cubierta con una fina capa de polvo. La caja se encontraba tras un cuadro con una fotografía de un paisaje que había sido tomada unas décadas atrás, con delicadeza levantó la tapa desde los bordes, sin dejar marca de sus dedos en la fina capa gris de polvo. Dentro habían muchas cartas amarillentas, no pudo ver que tenían escrito en el sobre por la casi nula luz que se filtraba entra las cortinas, rebuscó un poco y al fondo tanteó una cadena delgada con una piedra aplanada y ovalada, no era más grande que una moneda, cerró la caja dejando todo en su lugar y se marchó hacia la habitación en la que debería estar durmiendo. Encendió la luz y descubrió la esmeralda que resplandecía entre sus dedos, era una piedra preciosa que brillaba como si tuviese vida dentro de ella, se quedó embelesado observando la joya que colgaba de una delgada cadena de plata, cuando reaccionó la escondió en el bolsillo delantero del jean que le habían dado en el hospital, dobló la prenda y la dejó dentro de uno de los cajones de la cómoda, dudaba que Arthur se metiese a irrumpir su privacidad como él lo había hecho instantes atrás.

Volvió a la cama y se metió bajo las sábanas, tardó un poco en quedarse dormido, estaba ansioso, su cuerpo necesitaba la toxina a la que se había acostumbrado alojar, además le dolía mucho el estómago. Se revolvió en su cama un par de veces intentando mitigar el malestar y después de un rato su cuerpo se rindió ante el sueño.


Primer capítulo aburrido, lo sé. Si vieron algún error sean tan amables de decírmelo.

Creo que cambiaré el resumen otro día, no me convence del todo :/

Si les agradó o quieren dejar alguna sugerencia háganlo en un review. Cuídense guapas/os, bye!