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N/A 1: Imaginen a los personajes con los rostros y anatomías del K.O.F. XIII.

N/A 2: K.O.F., sus personajes, mis pesos y el kilo de tortillas que jamás entregué por jugar son propiedad de SNK.

N/A 3: Así es mis amados Koferos, estoy haciendo un "Remake" profundo de esta historia porque [y lo admito] la versión anterior era muy ooc, en especial con Iori Yagami [mi personaje favorito] y Gaidel. Esta vez trataré de que la historia tenga sentido con relación a lo cannon del K.O.F., ya sea con las personalidades y/o eventos con relación a los personajes. Este escrito está ambientado un año antes del K.O.F. 2003. Preferí usar a los personajes de la vieja escuela que a los de la nueva generación. Al ser un FanFic como tal, quizás haya algunas cosas que no cuadren cerca del 80%, no obstante, me esforzaré. Gracias si es que te interesas en leer esto para ver cómo va a estar quedando. Un fuerte abrazo mi amado Kofero; espero no decepcionarte. Tú haces esto posible. *u*


—¡Hia! ¡Hia! ¡Hia! ¡Hia! ¡Hia! ¡Hia! ¡Hia! —el bullicio no se hizo esperar. La grada levantó sus manos al aire, aclamando al bien merecido vencedor.

—Damas y caballeros. Ya tenemos a nuestro primer finalista del torneo The King of Fighters llevado a cabo aquí en Tokio-Japón, modalidad "survivor", ¡Aclamen al gran Kyo Kusanagi! —informó el réferi a través del micrófono, provocando que los espectadores volvieran a gritar.

Iori se sujetó la pierna con una de sus manos, intentando soportar el ardor que el fuego carmesí le había causado. No lograba entender cómo había sido derrotado nuevamente por el castaño si técnicamente él había dominado casi todo el encuentro.

En algunos antros y casinos donde se manejaban millones de dólares, varias personas que habían apostado al Yagami pagaban de mala manera. Las apuestas habían sido un 70% a favor del pelirrojo. Vaya decepción que se habían llevado.

—Maldición. —musitó, cojeando levemente. —Ese estúpido no puede vencerme a mí. Esto es simplemente ridículo. Kyo es un chiste, nada más. —dijo airado, escuchando que la bulla no cesaba.

—Y con esto se terminan por el día de hoy los combates de la modalidad survivor, damas y caballeros. Dentro de siete días conoceremos al otro finalista que se enfrentará al joven Kusanagi. No falten. —decía el presentador con entusiasmo.

—¡Muy bien hecho Kyo! ¡Hujuuu! —gritó Athena desde lo lejos.

—¡Senpia! ¡Eres el mejor! —esta vez Shingo, al borde de lágrimas a causa de la alegría.

—¿Crees que sea una buena oportunidad para decirles? Maki. —cuestionó Chizuru mientras aplaudía.

—No ahora. Kyo está en su momento, hermana; deja que goce de su triunfo. Además, recuerda que no se sabe con precisión si el momento está próximo. —habló una tranquila Maki, sin dejar de aplaudir desde la grada.

El muchacho regresó del terreno donde había combatido una vez los aplausos y aclamaciones cesaran casi por completo. La información sobre la ubicación y horario para el penúltimo combate se sabrían mediante una carta que se le haría llegar en la semana.

Por su parte, el pelirrojo cojeó un poco, retirándose lo más posible de toda la gente que le rodeaba. No quería ser visto de esa manera.

—Hermana; Yagami. —indicó la menor de las Yata, observando al nombrado sentarse. La fémina negó suavemente con una media sonrisa.

—No. Ha tenido un mal día. Todo a su tiempo; anda, vayamos con los otros.

Las demás personas, entre ellas algunos reporteros, no se atrevían a acercarse, sabían que si lo hacían serían ignorados completamente por el pelirrojo, o aún peor… heridos por culpa de su osadía. Tan solo lo miraban con asombro desde la lejanía; era como querer acercarse a un león o a un lobo hambriento.

—Muchas felicidades. Bien merecida tu victoria. —decía Athena, acercándose con algunos de sus compañeros.

—No fue tan sorprendente que digamos pero no estuvo tan mal, supongo. —habló Sie, un tanto celoso por el comentario de la psíquica.

—Se los agradezco mucho. —sonrió el castaño sin mucha importancia.

—¡Senpai! Como siempre lo hace. Dándole su merecido a Yagami. Es una inspiración, en verdad; espero ser algún día tan bueno como usted. —las palabras del Yabuki hicieron que el joven se sobara la nuca con cierta incomodidad.

—Ha, bueno… pues… gracias, Shingo.

—¿No te molesta saber que aún después de esta victoria ese sujeto seguirá tras de ti? —le cuestionó Benimaru.

—Para nada. Además, por mucho que siga insistiendo, algún día se aburrirá de ser derrotado consecutivamente. Por otro lado, es una lástima que ni tú ni Goro puedan asistir a la final, pero comprendo completamente, cada uno tiene una vida fuera de las peleas. Me pregunto quién será el boss de este torneo.

—Jajajaja, no te sientas comprometido al decir eso, todos sabemos que tú serás de nuevo el vencedor, ahora en la modalidad survivor. Pero sí, negocios son negocios. A propósito ¿Dónde está tu chica? ¿Es acaso que están peleados o algo así?

—¿? No. Es solo que Yuki no encuentra la diversión o entretenimiento al ver a un puñado de personas golpeándose hasta quedar noqueados para demostrar quién es el más fuerte de todos. Menos aún si lo hacen por plata, siempre ha pensado que hay maneras más civilizadas de conseguir dinero o divertirse sin salir lastimado.

—Vaya… de hecho, eso tiene mucho sentido. Nunca lo había visto de esa manera. En fin, te estaremos apoyando desde donde quiera que nos encontremos. —comentó el rubio.

La joven Asamiya lo observaba desde lejos como solía hacerlo cada vez que tenía la oportunidad; sintió algo de pena al verlo de esa manera, tan solo, tan frío, tan aislado del mundo. No era para menos, pues a pesar de que ella se preocupaba por medio mundo, había visto hacía tiempo un poco de su pasado; lo que Iori era y en lo que se había convertido no había sido decisión suya, no tuvo elección; pero también estaba consciente de que no podía hacer nada como tal.

—¿Otra vez mirándolo desde la lejanía Ath? ¿Es acaso que te gusta o algo? —le cuestionó Kensou con algo de molestia, haciendo que la ídol saliera de sus pensamientos.

—¡Sie! Bueno… en realidad… … … no. —mintió, ruborizándose por completo. A pesar de todo, no podía negar que el Yagami era atractivo.

—¿Entonces? —frunció el ceño.

—Ha. Es solo que, siento pena por él, es todo. Es decir… si no lo hubieran obligado a hacer lo que hizo desde pequeño, quizás fuera otro tipo de persona con una mente y espíritu sano; no lo sé, es confuso. Quisiera poder ayudarlo.

—Athena, estás hablando de Yagami.

—Lo sé, Sie. Pero por muy Iori que sea, sigue siendo un ser humano. Me pongo en su lugar… pasando siempre la navidad solo, año nuevo, su cumpleaños. Algunas veces quisiera no haber visto sobre su pasado y que todo siguiera como siempre. Cada vez que recuerdo verlo sufrir de niño no puedo evitar sentir un vacío en mi corazón. —decía, observando cómo el pelirrojo se retiraba del lugar apoyando con fuerza su pie lastimado sobre el suelo mientras las personas de sus alrededores se apartaban temerosas de su camino.

—¿Sabes? En algunos casos no es tan malo no preocuparte por algunas personas. Solo digo, jejejeje.

—Mmm… —murmuró, perdiéndolo de vista. —¿Fue mera casualidad que su mente y la mía se hayan conectado aquella vez? —susurró para sí, dando un suspiro.

—… Te felicito. Me sorprende mucho la fuerza que corre por tus venas. —comentó Chizuru al llegar.

—Predecible, diría yo. —sonrió la mayor de las Yata. —Nunca dejas de sorprendernos.

—En verdad, sus palabras significan mucho para mí, Maki, Chizuru. —dijo, haciendo una pequeña reverencia.

—¿Yuki-chan? Sí, así es. Kyo fue el ganador… … … no te preocupes por nada, está muy bien… … … así es… … … no, no está sangrando, mucho que digamos. —completó la frase, riendo algo apenada. —Eso sí no, no se rompió ningún hueso… … … mmm… no creo que le duela tanto su cuerpo, se ve bastante bien. —comentó la ídol, alejándose un poco del grupo. —De acuerdo, se lo preguntaré… … … Shingo se lo llevará con el pretexto de que lo entrene. Avisa a Malin y a Hinako… … … bien, espero que el señor Kusanagi no se moleste tanto… … … ¿En serio? Increíble. Perfecto, te veremos más tarde. —colgó la llamada, acercándose de nuevo a los muchachos.


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La noche iba aconteciendo. Iori iba en camino a su departamento luego de haber matado tiempo pensando en las situaciones de su vida; hasta cierto punto, su autoestima decayó de nuevo tras analizar las situaciones. Nunca había conocido a su madre, su padre lo había atormentado desde pequeño con la intención de acabar con la vida de Kyo. Pero lo que más le pesaba no era el maltrato que ya había sufrido, sino jamás haber obtenido una palabra de aliento por parte de su progenitor, un abrazo, un halago que seguramente lo hubiesen hecho sentir el mejor hijo del mundo aunque fuese mentira. Al diablo con la soledad, podía vivir solo para toda la vida, muchas personas seguro habían vivido solas por muchos años y él no iba a ser la excepción.

Pero no… la realidad no era así. En verdad deseaba poder abrazar a su madre aunque fuese solo en sueños, conocerla, sentir una caricia maternal, un abrazo paternal y ¿Por qué no? Un beso de alguna chica que pudiese convertirse en su novia.

—No. —se dijo a sí mismo a medida que avanzaba, sintiendo el frío de la noche.

Tenía un amargo recuerdo de eso último, un recuerdo del que sentía un poco de culpa. Deseaba con su alma una vida fuera de su maldición, de la cual, para colmo, no había tenido nada que ver. Quería no tener que preocuparse de morir joven o atacar a las personas sin razón alguna a causa del Riot Blood. Odiaba la violencia, en especial hacia los animales indefensos, pero sus traumas y demonios del pasado eran quizás los causantes de hacerlo actuar de la manera que lo hacía, por muy irónico que fuera.

Si tan solo las personas conocieran lo difícil que había sido su infancia, tal vez entenderían los motivos de su actuar y personalidad ¿Qué pasaría luego de matar a Kyo? ¿Cuál sería su propósito ahora en la vida? Decidió no seguir pensando en todo eso y continuar con su camino; después sería otro día, en verdad odiaba cuando se ponía a analizar su existencia.

Al llegar a su destino, encendió las luces. Su departamento tenía sus respectivos lujos, sin embargo, era un vil desorden. Se sentó en su sofá, masajeando sus sienes a la par. No se sentía del todo bien; una sensación extraña recorrió su cuerpo en esos momentos, acompañada de un pequeño mareo. Iori se tocó su labio inferior, mirando cómo su dedo índice y medio estaban manchados de sangre.

—Esto no es a causa del Riot Blood. Lo más extraño es que llevo ya tiempo sintiéndome así. —musitó. —Es diferente. —calló. —¿Será una señal? No puede ser, ella nos habría dicho algo con relación a eso. —dijo, sin dejar de ver la sangre en sus dedos.

Su gato se acercó a él, maullando en el proceso. El Yagami resopló al mirarlo por un par de segundos, no tenía ganas de prestarle atención ni mucho menos de acariciarlo, estaba confundido y por extraño que fuera, algo preocupado. En su vida había experimentado una sensación como esa.


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Ambos caminaban entre las calles alumbradas de Tokio. Los locales de robótica, electrónica, mangas, sushi, soba, restaurantes, edificios empresariales, fábricas, entre otros, ayudaban con la iluminación. Todo era majestuoso en la cuidad de la tecnología futurista. Los jóvenes volvían de su agotador entrenamiento debido a las tantas insistencias del joven aprendiz, quien a pesar de saber que su maestro podría estar muy cansado, insistió al grado de que este aceptara para que el plan se llevara a cabo.

—Esta vez casi logré que el fuego emanara de mis manos, Kusanagi-san ¿Te diste cuenta? —decía el Yabuki.

—No sé cuándo entenderás que no puedes, Shingo. No es cuestión de entrenamiento, se nace con esa habilidad o don.

—Entonces seré el primer competidor del torneo que lo logre, eso lo sorprenderá aún más. —rió mientras avanzaban hacia la casa del Kusanagi. El muchacho negó con una sonrisa en sus labios.

—Muy bien, como digas. Ahora que lo pienso, es un poco raro que me acompañes hasta mi hogar ¿Sabes? No tienes que hacerlo realmente. —trató de sonar lo más respetuoso.

El castaño no dijo nada para justificar la acción, ya que si le decía el motivo, echaría a perder la sorpresa que las chicas habían preparado. Así pues, continuaron avanzando hasta llegar a la majestuosa e imponente residencia del clan Kusanagi. Al abrir la puerta, Kyo notó que todo estaba en penumbras.

—¡Omedetō, Kyō! —gritaron los presentes tras encender la luz.

El joven observó a varios de sus conocidos ahí, no podía creer que su padre, estando presente, hubiera permitido algo como eso. Había sodas, algunos platillos de comida que le gustaban y lo que parecía ser una torta en honor a su triunfo.

—¿Qué es lo que está pasando aquí? —preguntó, sobándose la nuca mientras una gotita resbalaba de su frente.

—Es una celebración en honor a tu triunfo, hijo mío. —informó Shizuka con una elegante sonrisa.

—Otra más para el recuerdo. —argumentó la psíquica.

—Felicitaciones, Kyo. —Hinako hizo una reverencia, entregándole una pequeña caja.

—Ho, no debiste molestarte.

—Va de parte mía y de Rock. Es digno de un respetable y honorable peleador. —sonrió de forma pacífica.

—Así es viejo, déjame decir que peleaste formidable. —esta vez Terry, tomando un poco de su soda.

—¿Ustedes también vinieron? —musitó, observando a Mai, Andy y a Mary. Para él no era muy común relacionarse con ellos.

—Si somos molestia alguna, nos retiraremos de inmediato. —decía Mai, fingiendo sentirse ofendida mientras caminaba a la puerta.

—No no no. No me malentiendan por favor, es solo que…

—Está bien Kyo, solo estaba bromeando, tampoco es para que te pongas así. —sonrió la ninja, tomando el brazo del menor de los Bogard, logrando que este se sonrojara por la cercanía.

—No es que no me agrade verlos pero ¿Quién fue el que organizó esto? —preguntó sin mucho interés.

—Fui yo. —dijo una linda jovencita, acercándose.

—¿Yuki?

—¿Así es como me saludas? ¿Después de estar tanto tiempo preocupada por ti? —cerró sus ojos mientras caminaba hasta él con una sonrisa. —¿Qué? ¿No vas a saludarme?

—Lo haría, claro, pero estoy algo sudado.

—¿Y esa es tu excusa?

—Claro que no, es solo que no quiero apestarte.

—Me gusta tu aroma. —habló, dándole un abrazo. El Kusanagi se ruborizó por la acción, mas sin embargo pronto correspondió al abrazo con la misma ternura. —Qué bueno que estés sano y salvo. —le dio un beso en la mejilla.

—Kyo, tu madre y yo estamos orgullosos de ti. —Saisyu hizo acto de presencia a un lado de Shizuka. —Ahora solo falta que te gradúes de la preparatoria. —bromeó, haciendo que su hijo frunciera el ceño.

—Saisyu, eso fue cruel. —le regañó su esposa, tratando de contener la risa.

—Lo siento mucho, jajajaja. Pero hablando en serio, es un honor llamarte hijo.

El rostro del castaño cambió completamente al escuchar aquellas palabras, se sintió honrado. Los demás presentes lo miraron satisfechos, el joven se sintió cómodo, pese a las situaciones que habían pasado.

—Ahora ¿Qué les parece un brindis en honor al futuro heredero de mi clan? La honra de la familia, el orgullo de mi sangre, el hijo que cualquier padre quisiera tener. —propuso el progenitor.

Sin decir ni una sola palabra, Rock, Hinako, Malin, Athena, Shingo y los demás presentes, tomaron una copa llena de vino para así brindar.

Tras el brindis, la fiesta se reanudó. Kyo subió a darse una ducha. Una vez limpio, bajó las escaleras, observando cómo los invitados se divertían bailando, charlando y comiendo. Todo parecía ajeno al caos y a las preocupaciones.


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La mayor de las jóvenes se encontraba leyendo tranquilamente sobre su sillón el pergamino que había cogido de su alcoba, tarde o temprano el momento tendría que llegar. Lo más preocupante para ambas era que ninguna estaba segura de los acontecimientos exactos que ocurrirían.

Frente a ella, separada a un par de metros estaba Chizuru. La sacerdotisa la miraba atentamente, esperando a que Maki hablara. Tomó un poco de su café, tratando de controlar su nerviosismo que no demostraba en el exterior. Al terminar de leer y hacer cuentas en su mente, miró a su hermana; la expresión relajada con la que lo hizo solo la alteró más.

—¿Y bien?

—No cabe duda, ambas sabemos que el sello se debilita conforme pasa el tiempo. Y a pesar de que tú, junto con los otros lograron sellar de nuevo a Orochi hace no mucho, me temo que su regreso será inevitable. Sí, lo sellaron aquella vez; pero la resistencia y el poder del sello ya no fueron lo suficientemente poderosos como para contenerlo más tiempo hasta este año, es solo cuestión de semanas… días… hora… minutos… segundos, para que suceda. Tal como sucedió hace mucho tiempo.

—Es imposible ¿No? Qui-quiero decir ¿Qué ente ha de usar? Tres de los Hakkesshu se sacrificaron para reunir poder para su regreso. Sin el cuerpo de Chris con vida no hay recipiente físico para que se manifieste.

—No lo sé, hermana. Lo que sí sé es que eso no será impedimento alguno para que regrese. Sinceramente, dudo que cometa el error que cometió la última vez al enfrentarse con ustedes… subestimar. No hubo ni habrá rastro o señal, lo hubiera predicho e informado desde antes a los demás. Fue por esa razón que no quise decirle nada a Iori ni a Kyo, si es que aún tenemos tiempo, quiero estar completamente segura de ello.

Maki sacó el espejo de los ancestros Yata de su cuerpo, indicándole a su hermana que se acercase un poco. La joya empezó a brillar de manera peculiar.

—El tiempo en que te hagas cargo llegará ¿Estás consciente de eso?

—Sí. —bajó su cabeza con un semblante triste.

—Si antes no fui yo quien encerró a Yamata no Orochi aquella vez, fue porque no tenía que ser yo quien lo hiciera. Tú, Chizuru. Goenitz regresará al mundo de los mortales y entonces ha de suceder. Pero hasta entonces, yo conservaré el espejo de nuestro clan.

—No quiero permitirlo. No tiene que ser así. —dijo con algo de melancolía.

—Intenta cambiar las cosas. —le retó, callando inmediatamente.

—Estaré siempre a tu lado como hasta la fecha. Sí pasa algo, quiero estar ahí para tratar de impedirlo. —Maki sonrió conmovida por las palabras de su hermana, le asintió con la cabeza.

—Bien. Ahora, vete a dormir. Si es que tenemos tiempo apuesto a que querrás aprovecharlo para correr en motocicleta un día de estos.

—Me parece una excelente idea. —devolvió el gesto.

—Pzzz… —indicó con su cabeza hacia los escalones que conectaban a las alcobas.

—Descansa, Maki. —musitó mientras subía.

Al quedar a solas, la gemela salió del hermoso templo hacia los muy bien cuidados jardines del mismo para tomar algo de aire fresco. Miró hacia la luna llena, recordando extrañamente al Yagami y su destino tan parecido. El viento meneó su sedoso cabello, provocando que su mente se despejara.

—Jmmm… —gimió con nostalgia y gracia a la vez. —Al menos tú sí puedes impedir tu muerte, Iori. —suspiró sin dejar de observar la luna.