Título: Los cuentos de Canterbury.
Fandom: Assassin's Creed.
Pareja: Ezio/Sofia.
Palabras: 548.
Advertencias: ligeros spoilers de Revelations.
Notas: drabble para Serena M. Lupin, basado en una escena que se desbloquea en la guarida de los asesinos después de recoger todos los libros :)
Sofia estaba inmersa en el volumen de Chaucer que sostenía entre las manos, uno que parecía haber llamado su atención por encima de los demás. Ezio permaneció a su lado, algunos pasos por detrás, contemplándola mientras sus ojos pasaban con rapidez por encima de cada palabra impresa en aquellas páginas. Había devoción y curiosidad brillando en ellos, y Ezio no pudo evitar que una sonrisa se formase en su rostro. Los novicios de la mesa más cercana le observaban divertidos.
—¿Quieres llevártelo?
Sofia dio un respingo al escuchar la voz de Ezio de repente.
—Ah, ¡perdón! Me he quedado embobada con el libro... —respondió con palabras apresuradas, algo atribulada—. No conocía este ejemplar de Los cuentos de Canterbury. Es francamente fascinante; pero no quiero importunarte a ti y a tus alumnos…
Antes de que Sofia pudiese continuar con su monólogo nervioso, Ezio llevó las manos hasta el volumen que ella todavía sujetaba y se lo ofreció. Un roce leve en el cuero de las tapas y los dedos de Sofia.
—Puedes quedártelo.
—Pero, Ezio… esto es una obra única. No puedo… es decir, ¿y si tus alumnos…?
El hombre lanzó una carcajada divertida y negó con la cabeza.
—No te preocupes. Tú sabrás apreciarlo mejor que cualquiera de estos… estudiantes —añadió no sin cierta ironía, dirigiendo una mirada de reojo al grupo que ahora parecía enfrascado en una conversación muy acalorada.
Los ojos de Sofia brillaron relucientes ante la perspectiva de poder obtener el ejemplar de Chaucer, aunque todavía parecía un tanto abochornada. Bajó la mirada hasta el libro, observándolo como quien contempla un tesoro único, y lo estrechó contra su cuerpo.
—Ezio, muchísimas gracias. No sé… ¿hay algo que pueda hacer para compensarte? Podría pagarte por él, si quieres. Tiene mucho valor.
Ezio negó con énfasis, y la sonrisa de sus labios se acentuó.
—Por favor, no es necesario, Sofia. Tómalo como un regalo por todos los ratos que paso a molestarte por la librería.
Sofia rió con suavidad, propinándole un golpe ligero en el antebrazo. La sombra de un sonrojo cruzó sus mejillas pálidas.
—No seas bobo —replicó—. Si quieres, puedes pasarte una tarde y te leeré algún capítulo.
—Me encantaría —respondió Ezio, sin la que sonrisa se borrase de sus labios.
Instó a Sofia a seguir investigando un poco más la colección de libros que crecía con cada visita que hacía a las librerías de Constantinopla; ella aceptó con cierta reticencia, insistiendo en que no quería ser una molestia. A Ezio no le agradaba la idea de que la pudieran relacionar con ese lugar; pero verla disfrutar tanto entre aquellas estanterías polvorientas empezaba a nublarle el juicio. A fin de cuentas, lo que le había llevado a acumular tantos libros había sido, en parte, conocer a Sofia.
Escuchó el murmullo de unas risas desde la mesa de los novicios, y Ezio les lanzó una mirada severa que les hizo enmudecer de inmediato. Ya se ocuparía más tarde de enseñar a sus aprendices a no reírse del mentor; sin embargo, por el momento, Ezio sólo disfrutó de la presencia de Sofia mientras recorría cada balda y estante, deleitándose con su voz alegre y jovial que le hablaba sin cesar de las mil y una aventuras o conocimientos ocultos que se escondían tras aquellas páginas.
-fin-