¡Hola!~ bueno, he de admitir que en realidad esta historia era un One-Shot, y no había pensado siquiera en una continuación, pero varios —si no es que casi todos— los comentarios me pidieron una. Así que pensé que como los aprecio y quiero tanto, y como estoy de tan buen humor porque hoy día es mi cumpleaños, podría regalarles una pequeñísima continuación

Muchos de quienes han comentado esta historia fueron visitantes, así que no pude responderles el review, pero este capítulo le responde a varios de ustedes, ¡Muchas gracias por todo!


La mira corretear arrastrando a Jaken con tanto entusiasmo y energía, Ah-Un se muestra entretenido también, haciendo de su cabeza y cola una especie de tobogán. No puede comprender cómo una criatura tan poderosa y magnífica como Ah-Un se presta para esos mundanos juegos de niños. Pero luego repara en sí mismo, su pelo, su esencia inundada de aroma a cachorro híbrido, a humano, y simplemente lo deja pasar.

Su plan sigue firmemente impuesto en su cabeza. Él podría tener una forma de pensar algo retorcida para muchos, pero la realidad es todo lo contrario, razona con una simpleza avasallante. Por eso es que cuando se obnubila con una idea, es sencillamente imposible dar marcha atrás. Y claro está, todavía más en casos como este. Porque aquella idea no es reciente, no, claro que no, viene maquinándola desde hace mucho tiempo ya. Mucho.

Cuando sucedió aquel accidente del infierno, desde el mismo momento en que ella había vuelto a abrir sus ojos tras darla por muerta, la idea ya estaba planteada. Pero incluso para alguien despiadado como él, tomarla con esa edad sería un crimen. Por eso es que haciendo gala y uso de su tan estimable paciencia, aguardó por ella. Su meta idílica apuntaba hasta sus dieciocho, pero claramente eso no iba a pasar. Se replantea el que quizás sigue siendo muy niña con dieciséis, pero recuerda que la mujer del monje para esa edad ya le había dado hijos. Y no, no es que estuviera siguiendo particularmente sus vidas, pero teniendo a Rin como compañía podía alardear de que sus conocimientos sobre aquellos humanos es bastantes profundo.

Y por más que ella tuviese una mentalidad no tan madura como Sango y Kagome, la edad hablaba por sí sola. Él no iba a menospreciar un detalle tan importante como su edad ¿cierto?

En sus oídos retumba el grito de Jaken, alzando un poco su vista mira a Rin tendida en el suelo, riendo con fuerza. Su voz ha cambiado ligeramente con el tiempo, aunque mantiene su tonada ligera y dulce, se oye ciertamente más adulta. Escucharla reír así es algo que Sesshomaru ama secretamente. La noche ya se ha asentado y la manta de estrellas atrapa todo el cielo estelar bajo su cobijo. Es una noche ciertamente tranquila y agradable. Sabe que ella piensa lo mismo, porque no deja de repetirlo una y otra vez. Su pelo castaño ondulándose con la brisa trae flotando un aroma dulzón a su nariz, un aroma delicioso, adictivo. Tentador.

Cuando la luna ascendió hasta su punto más alto, a la calma nocturna se entregaron el demonio de dos cabezas y el pequeño Jaken, totalmente agotados a causa de Rin. Ella está recostada también, pero no dormida. Sesshomaru puede escuchar con claridad sus pies moviéndose sobre la grama, suaves e inquietos, acariciando el piso. Su respiración es ligeramente irregular, está pensando. Desde su lugar algo más apartado sobre un cómodo árbol, él aguarda. Quizás no tuviera tanto conocimiento sobre las emociones, tanto humanas como de demonios, pero sí sabe reconocer las señales de Rin. Tampoco podría jactarse que a la perfección, pues la flor sobre su cabeza se burlaba de ello, pero… bueno, podía entender algo a Rin y punto. Se regocija internamente con sus ojos cerrados cuando los silenciosos pasitos sigilosos se abren paso hasta él. No puede verla, pero está seguro de que le está mirando. Esa inquietante sensación de tener los ojos de Rin encima no es fácil de ignorar.

—¿Qué sucede, Rin?

Sobresalto. Un trémulo gritito acariciando su garganta.

—Sesshomaru-sama… ¿puedo hacerle una pregunta?

Su voz parece mostrarse ciertamente afligida por cualquiera sea esa duda rondando su cabeza. Él asiente suave, dándole libertad. Ella se queda unos segundos así en silencio jugando con la tela de su kimono, hasta que finalmente habla.

—¿Qué es una marca… de unión?

¿Marca de unión, qué diablos?

—¿Dónde escuchaste eso? —Sólo después de terminar la frase, la respuesta lo golpea de pronto. Claro, de dónde más podría haberlo sacado si no es de aquella mujer, la sacerdotisa.

—Kagome-san… —bingo— tenía unas marcas en su cuello, parecía doloroso así que le pregunté qué eran. Ella me dijo que era una marca de unión, que es algo que hacen los demonios para demostrar que estarán unidos a una persona para siempre…

Algo no anda bien, su cabeza agachada y su voz ciertamente apagada indican que tras aquella pregunta hay algo más. Sus dorados absorben la imagen de Rin, tan perfecta…

—Es básicamente eso, pero tu pregunta no es esa, ¿cierto? –Ella aprieta el borde su ropa con un pequeño mordisco a su labio inferior, y de pronto un aroma salado inunda poco a poco el aire.

—Sesshomaru-sama prometió que estaría junto a Rin para siempre… ¿verdad? lo prometió… pero Rin no tiene ninguna marca, Rin no tiene la certeza de que Sesshomaru-sama recuerde aquella promesa… Rin no se siente segura… de poder mantener a su lado para siempre a mi señor.

Sue enormes ojos brillan con lágrimas acumuladas. Si se tratara de cualquier otra persona aquellas palabras hubiesen logrado una mueca de sorpresa inesperadamente beneficiosa. Pero él sólo puede elevar su mano y con uno de sus largos dedos, borrar el rastro de la primera lágrima dispuesta a caer.

—No es lo mismo, Rin. Un demonio puede prometer estar al lado de muchas personas, pero sólo una puede permitirse tener aquella marca. Es una promesa mucho más profunda e importante, una que no puede quebrantarse por nada –el dedo va abriéndose paso por el resto de su cara con lentitud, sus mejillas, su boca.—, ambas partes deben estar seguras de querer hacerlo, un compromiso de dos personas. Esa mujer prometió estar siempre al lado de InuYasha, ser su familia.

No sabe cómo han llegado hasta tal punto, pero por primera vez debe agradecer a la sacerdotisa, pues con un poco de suerte de su lado el plan que viene alterando su mente sería llevado a cabo con mucha más facilidad de la que esperó. Ella cierra sus ojos endulzando sus oídos con la aterciopelada voz del hombre, transportándose con sus sutiles caricias que la derriten, con su corazón desbordando su pecho como magma.

—Rin no tiene dudas… Rin quiere permanecer por siempre al lado de Sesshomaru-sama, por siempre, puedo ofrecerle mi vida a usted como Kagome-san lo hizo con InuYasha-san —Los ojos de oro traspasan los caoba, buscando alguna mínima duda que le hiciera notar que aquel no era sino otro capricho de niña, pero no halla nada más que seguridad, una determinación inesperada.

—Jamás podrás estar con otra persona aparte de mí si algún día te cansas, la marca no puede desaparecer, estará siempre visible en tu cuello diciéndole a todas las personas que ya tienes un dueño, ni humano, ni demonio, podrá acercarse a ti. Estarás renunciando a una gran libertad para siempre, ¿todavía estás segura?

Sesshomaru tiene su mano aguardando en la tersa mejilla, ansiosa e inquieta por deslizarse unos centímetros más abajo, hacia el pálido y tentador cuello que parece brillar ante la tenue noche. Las mejillas de Rin ensanchándose en una sonrisa confiada le responden.

—Sesshomaru-sama, ¿usted no quiso marcar a Rin por miedo a que dijera que no? –Su pregunta, ligeramente quisquillosa, no provoca la palabra en el Lord, mas su silencio es toda la respuesta que ella necesita. —Sesshomaru-sama, ¿usted quiere a Rin?

De nuevo aquella pregunta, pero que ahora tiene algo distinto, ella sonríe con un sigiloso tono socarrón: lo está disfrutando. Y él no puede ganar, y sólo por esta vez, sólo por estar en completa privacidad y en un ambiente idílico, se permite fugar una pequeñísima sonrisita. Tan pequeña y a la vez tan colosal para la pequeña dama que bajo la caricia de su mano tiembla sintiendo cómo el magma de su pecho ahora arde en todo su cuerpo.

—Sí, Rin. Así es.

Con el mudo permiso otorgado la mano que estaba expectante se desliza disfrutando el momento, sintiendo con placer cada pequeño rincón de la piel de porcelana, hasta detenerse en el punto exacto de su cuello. Lo acaricia con sus garras, tomándose su tiempo, deleitándose con las pequeñas cosquillas que hacen vibrar con maravilloso gusto el menudo cuerpo. El corazón le late rápido, muy rápido, pero lejos de sentir alarma se deleita con el sonido incesante. Sus dientes cosquillean también, demasiado ansiosos como para poder controlar el crecimiento de sus incisivos. Los ojos ámbar brillan anormales mientras aproxima su boca hasta el cuello, inundando su nariz con el adictivo perfume de Rin, hunde sus colmillos en él. Ella ahoga un sutil gemido y aprieta con un poco más de fuerza la mano que ha tomado sin darse cuenta. El mínimo veneno que se aseguraría que aquella marca no desapareciera termina su trabajo.

Despacio se aparta pero no mucho, limpia con un rápido y gentil gesto de su mano el poco rastro de sangre que opaca su piel esperando su reacción y casi al instante la hermosa mirada caoba le encuentra. Rin acaricia los dos pequeños surcos en su cuello desbordante de emoción, no dolió, Kagome-san tenía razón.

—Con esto, usted le está prometiendo a Rin que estará a su lado para siempre, ¿no es así? Rin ya no tiene que tener más miedo de que Sesshomaru-sama la deje nuevamente, ha elegido el camino que desea seguir y usted lo consintió, Rin quiere viajar para siempre al lado de su señor.

Con una reciente confianza entibiándole el pecho todavía acelerado, Rin se estira un poco para abrazar al Inugami, quien como algo atípico en él acomoda uno de sus brazos por sobre el pequeño cuerpo. Ambos permanecen así un buen rato, ninguno encuentra un motivo que haga romper este pequeño momento, esta burbuja ajena al mundo.

—Sesshomaru-sama… ¿todavía tiene Rin su permiso para pedirle algo?

Sesshomaru sabe que la medianoche ha pasado hace varias horas ya, pero decide concedérselo por curiosidad. Así que mintiendo un poco, responde que sí y de inmediato escucha el violento latir de su corazón.

—Sesshomaru-sama, Rin tiene un deseo.

Sigilosa, Rin escala por sobre su estola y estira su mano para deshacer rápidamente la coleta que le había hecho a su larguísimo y sedoso pelo. Sesshomaru la mira atento, Rin tiene su cara a centímetros de la suya. Desde aquí puede notar con perfección el tinte carmín pintando sus mejillas y parte de su cuello.

—Rin quiere un beso.

Dice finalmente, cubierta por el cabello plateado cayendo en cascada sobre sus hombros, ella juega con un travieso mechón que enmarca la distinguida mejilla del hombre. Sesshomaru vuelve a esbozar aquella diminuta sonrisa tan significativa para su, ahora, mujer. Coge con cuidado el lirio carmesí que había nadado hasta su pecho y lo acomoda en el pelo castaño, bajo la enrojecida expresión de ella. Sujeta su cara delicadamente, con un cuidado que al parecer sólo nacía para con ella y entremezcla ambas miradas un momento.

Ella está ansiosa, nerviosa, sus manos se mueven más de lo normal también, ni hablar de su corazón. Sesshomaru quien decide que disfruta verla así, decide terminar con su tortura y por fin juntar sus bocas. Rin se estremece entre sus brazos ante el gesto tan suave, pequeño, pero que para ambos significa mucho más que la derrota del mismo Naraku y todos sus secuaces. No es un beso desbordante de pasión, como quizás había planeado en un principio el Lord, pero aún así no niega que se le hace endemoniadamente delicioso y adictivo.

Quizás para su sorpresa, fuese la mismísima Rin quien le pidiera aquel beso apasionante dentro de no muchas noches más.

—Rin es muy, muy feliz, mi señor. Este ha sido en verdad el mejor día de mi vida –Envuelta en la cálida estola de su amo, Rin murmura adormilada, arrullándose con el delicioso aroma del hombre.

Al verla ahí dormida entre sus brazos, sólo puede pensar en su padre. Quizás lo hubiese juzgado demasiado rudo para su mente que poco conocía del mundo en ese entonces. La mujer a la que le ha otorgado su vida aquella noche es una simple humana también, al igual que la mujer por la que su padre cambió a Irasue, al igual que la madre de InuYasha, al igual que la madre de su sobrina. Tal vez fuese una herencia de sangre, el enamorarse de una humana… sea como fuere, debía pedirle disculpas a su padre. Comprende ahora que quizás no es tan malo haberse enamorado de una humana común y corriente.

Y dentro de unos cortos años, deberá pedirle otra disculpa también. Porque al igual que al escoger una humana como compañera, tal vez, tener un hijo híbrido como InuYasha, no fuese la peor deshonra del mundo.


Fue bastante corto pero espero que lo hayan disfrutado.

¡Ustedes son el mejor regalo de cumpleaños! así que gracias por todo, por leer y por comentar, ¡todo cuenta para hacerme feliz!

¡Un beso enorme!~