Capítulo 18

Sin mirar atrás


Era de día, Yamamoto revisaba bien el mapa que le había sido confiado.

-Dos días más que parecen eternos desde este punto. –Suspiró enrollándolo de nuevo, la segunda carreta había ido al pueblo más cercano a abastecerse. Ella, la princesa Miyuki y dos soldados más se habían quedado en el campamento con la otra carreta. Le preocupaba mucho la situación de sus amigas ¿qué estarían haciendo? ¿Estarían bien? Estaba tan sumergida en sus pensamientos que no escuchó los pasos que se acercaban lentamente a ella. Unos brazos delgados y débiles le rodearon el cuello soltando un suave y agudo "gatito" ronroneado en su oreja izquierda. Se erizó tal cual gato asustado intentando zafarse del agarre. Todo fue en vano pues, apenas la mujer sintió resistencia, el abrazo se hizo más fuerte.

-Estás muy tensa, deberías dejar de pensar y comenzar a vivir. Eres muy joven para tener el porte de un hombre aburrido leyendo papeles. –la princesa Miyuki habló sin despegarse ni un milímetro de donde estaba.

-Me alegra saber que ya estés levantada ¿desayunaste? ¿Necesitas algo? – por su salud mental, decidió ignorar los comentarios de la princesa. Sabía que sólo lograría iniciar una pequeña pelea si se ponían a "filosofar" sobre SU vida, como siempre intentaba hacer la mujer de sonrisa encantadora.

-Necesito que dejes de hacer lo que estabas haciendo y me lleves a dar un pequeño paseo. Estoy pensando mucha estupidez sola en esa carpa. Así que mueve tu lindo trasero y vamos a caminar. – se despegó de ella dándole libertad momentánea, tomó una de sus manos jalándola insistentemente. Sayaka se resistió al principio pero al girarse y verle los ojos apagados pidiéndole algo de atención, no pudo negarse. Se levantó tomando a la chica de la mejilla con una palma, acariciándole la misma con mucho cariño. Miyuki había abierto los ojos y ahora miraban los orbes negros de su contraria. Un silencio que duró pocos segundos pues cuando la ikemen le sonrió, ella desvió la mirada sonriendo de igual forma. Caminando hacia las afueras de la casa de campaña de la guardia.

Los soldados se quedaron en su sitio, preparando la comida para cuando llegaran los demás. Sabían que podían confiar en Sayaka.


En el campamento Norte todo amaneció más agitado; los soldados ya estaban empacando por órdenes de Jurina así que cuando Mayu salió de su carpa no sabía bien que era lo que tenía que hacer. Todos parecían ignorarla cuando tropezaban con ella ¿acaso no sabían que era ella la principal rehén de ese sucio lugar? Terminó por sentarse en un tronco algo alejada de todo el ajetreo, cruzándose de brazos. Su mirada iba de un lugar a otro buscando algo, mejor dicho, a alguien. No había señas de esa maldita ikemen idiota.

-No está, salió desde temprano con el señor Okuro.- Una joven de pestañas largas y ojos brillantes se había acercado a ella con una bandeja: un pedazo de pan y una taza con té al parecer. La tal chica Ryoha le sonrió, ganándose de su parte un silencio aterrador con una mirada fulminante. La pequeña se puso algo nerviosa dejando la bandeja a lado de la chica.- Me pidió que cuidara de usted en su ausencia.

-No necesito que nadie me "cuide", se supone que soy un rehén. ¿Acaso es idiota?- Mayu miró a otra parte enojándose cada vez más con la nada. Ryoha no pudo evitar reír en voz baja, negando.

-Jurina san es muy amable y cariñosa…

-Pfff…claro que lo es. Sólo ten cuidado niñita, que esa te puede bajar la luna y las estrellas pero sólo como un reflejo en el agua. Al final, terminará amaneciendo y te darás cuenta de que no tienes nada de eso que te prometió.

Ryoha se la quedó mirando, muy confundida por lo dicho por la princesa. Iba a decir algo más cuando un relinchido la sacó de sus pensamientos.

-¡Ya llegaron!-dejó a Mayu donde estaba para ir hacia el caballo de Jurina. Traían un ciervo recién cazado.

Mayu se la quedó mirando desde lejos, tan fijamente hasta que Jurina se bajó del caballo llevando la mirada hacia ella. Apenas hicieron contacto, la princesa se levantó de su asiento para darse la media vuelta y caminar rumbo al bosque completamente sola. Ryoha estaba llegando a donde Jurina para darle un abrazo, la más alta le dejó unas palmadas en la cabeza antes de entregarle una bolsa con unas aves dentro. Le pidió que se las llevara al cocinero, obteniendo una respuesta positiva inmediatamente.

La ikemen salió caminando hacia donde la princesa había desaparecido minutos antes, soltando un suspiro profundo en el camino. Esos berrinchitos eran adorables pero sabía que le iban a causar problemas si no la mantenía bien vigilada.


-¿A dónde crees que vas Yukirin? – Sae seguía de cerca a la terca mujer, todavía usaba la ropa de dormir mientras que la princesa iba con uno de sus vestidos del diario.

-Voy a dar un paseo, estar encerrada mucho tiempo me causa mal humor.

-Ajá..

-¿Otra vez murmurando cosas? Sabes que detesto eso.

-Ya en serio, dime, ¿qué pasa? Estábamos durmiendo muy bien juntas.-Miyasawa había tocado el punto. La princesa se detuvo, miró a todas partes notando que ya estaban muy alejadas de cualquier mirada curiosa.

-TÚ. Eso me pasa, siempre buscando la manera de alterarme los nervios.

-¿Ahora qué se supone que hice?-la ikemen se rascaba la nuca sin comprender aún cuál era el problema. Habían dormido juntas porque la princesa así se lo pidió así que no entendía la molestia de la joven.

-¡Me estabas tocando!- las mejillas de la chica se tornaron rojas, casi incandescentes al decirlo.

-¿ah?

-Meestabastocandolossenos…IDIOTA.

-¿AH? No te entendí.

-QUE ME ESTABAS TOCANDO LOS SENOS.

-Ahh… ¿AAAAAAH!?

-IDIOTA.

-Sinceramente no recuerdo nada, sólo que estaba soñando que mordía unos enormes malvaviscos y estos soltaban unos ruiditos muy lindos así que yo…oh… -Miyasawa notó al fin como Yuki iba pasando de rojo a morado por la vergüenza cruzando los brazos sobre sus pechos, intentando esconderlos. Al final liberó uno de sus brazos para convertir su delicada mano en un puño, mismo que fue a parar al rostro pervertido que había puesto /sin querer/ la ikemen.

-IDIOOOOOOTAAAAAAAAAAAAAAAAA

Yuki no sabía cómo iba a poder sobrevivir esos 3 días más de viaje que les faltaban. Aunque debía de aceptar que tendría que irse con cuidado pues la guardia tonta que le había tocado le estaba provocando cosas en el pecho y en el cuerpo que nunca antes había sentido por nadie más. Debía mantenerse serena. Estaban pasando por una situación crítica; su reino corría peligro, sus hermanas estaban quién sabe dónde y ella sólo estaba pensando en otras formas de molestar a su secuestradora.

No sabía por qué, pero se sentía segura en cualquier lugar donde la ikemen pervertida estuviera. Todo estaría bien, ella se lo había prometido y por alguna razón confiaba en demasía en esas palabras. Aparte de que había escuchado cosas de parte de los soldados sobre la situación del reino que la habían dejado algo intrigada…parecía que todos odiaban a su padre pero la pregunta era ¿por qué? Les habían hecho creer que todo estaba bien en el reino, claro que ellas sólo habían salido a los alrededores y a sitios dónde estaban siempre rodeadas por seguidores del Rey. Nunca las habían llevado directamente a las zonas más pobres desde hace ya bastante. Eran muy chicas cuando el último recuerdo le venía a la mente, ese donde los mineros intentaban atacarlos. Un recuerdo muy vago que había terminado por borrar casi de su memoria.


El hombre verruga, Tanaka, se encontraba mirando su reflejo en el agua del bebedero donde los caballos tomaban agua. Se había quedado ahí durante un buen rato, fumándose algo de tabaco mientras dejaba que sus pensamientos lo alejaran de "ese horrible lugar". Le habían confiado una labor y debía cumplirla pero él necesitaba mucho más que simplemente ser el perro faldero del Rey. De nada le había servido estar tantos años a su sombra si nunca recibía nada a cambio.

-Ni un puto pedazo de tierra con un castillo para que pueda gobernar alguna ciudad. ¿Acaso piensa que soy demasiado mierda? No, no..debo confiar en mi Rey. Me ha prometido muchas cosas al final de esta puta guerra. Sólo debo llevarle la cabeza de esas perras líderes de la rebelión y entonces hasta me dará a alguna de sus hijas para desposarla. Rey Tanaka… -se levantó dándole un manotazo al agua dejando caer su tabaco ahí mismo. Sonrió caminando hacia donde estaban algunos soldados descansando, pateando la taza de café de uno de ellos para hacer que se levantaran. Al parecer el descanso había terminado para todos.

Oshima miraba desde el otro extremo como el hombre desagradable trataba a sus tropas. Viajar con ese idiota le estaba causando más problemas que beneficios.

-Yuko, he estado pensando en la carta que me diste, la que firmó esa tal Shinoda. ¿Crees que estamos haciendo lo correcto? No habrá vuelta atrás si seguimos con esto. –Akimoto Sayaka pelaba una manzana con delicadeza a pesar de sus manos grandes y toscas.

-Sólo debes tener Fe en lo que me dijiste el otro día después de leer la carta por primera vez. Ese primer pensamiento es lo que tu corazón siente de verdad. Ahora dudas porque estás dejando que tu mente lo analice. Yo creo que estamos haciendo bien, así que mientras te tenga a mi lado, las cosas saldrán bien. Ahora alístate que vamos a partir, la princesa está en peligro y debemos de llegar a ella cuánto antes.

Akimoto se levantó con una sonrisa, clavando el cuchillo en la mesa antes de llevarse la manzana pelada a la boca y salir de la carpa e intentar calmar a los hombres molestos con la actitud del hombre verruga.

Estaban corriendo un gran riesgo al llevárselo con ellas, pero poco podían hacer con las instrucciones de su Rey detrás. Oshima estaba segura de que lo escrito en esa carta les devolvería la paz y todas esas guerras acabarían pronto. Sólo debía encontrar a Mariko Shinoda lo más rápido posible.


Alguien regresó a las andadas lol.

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