Disclaimer: Digimon es propiedad de Bandai y Toei Animation, no hago esto con fines lucrativos.
Las últimas vacaciones
Capítulo 5: Tiempo de regresar
—Muy bien. Entonces iremos al teleférico, podemos esquiar un poco y después de almuerzo estaría bien si vamos a las aguas termales, ¿qué dicen?
Jou acababa de hablar frente al resto, golpeando una hoja enrollada contra su otra mano con el mismo entusiasmo que el líder de un grupo de scouts.
Los demás lo miraban desde los sillones, algunos a punto de caer dormidos de nuevo y otros claramente haciendo un esfuerzo importante para permanecer erguidos.
—Eso suena muy bien, Jou —contestó Taichi en medio de un bostezo que no disimuló—. ¿Pero por qué tenías que despertarnos tan temprano? Son apenas las siete de la mañana.
—Porque así disfrutaremos más el paisaje. Escuché que es la mejor hora para subir.
—Pero abren a las ocho —volvió a rebatir el castaño.
—Lo sé, pero primero hay que comer algo porque no podemos subir con el estómago vacío o podría sentarnos mal, y aun después de eso nos espera un largo camino.
—Jou tiene razón —lo avaló Sora, causando un gruñido de desaprobación por parte de Taichi, el que ella ignoró—. Vamos todos, deberíamos comer algo liviano.
De inmediato la habitación se llenó de ruido y movimiento mientras todos te trasladaban a la cocina, generando un pequeño alboroto —sobre todo entre los menores—, en el afán de cada uno por ganar la estufa para hervir algo o peleándose frente al refrigerador y la alacena para conseguir sacar primero lo que necesitaban para aquel desayuno exprés.
Tardaron diez minutos en estar todos sentados y quince más en que todos estuvieran listos para partir.
—No, señorita. ¿Tú dónde crees que vas? —preguntó Taichi en dirección a su hermana al verla bajar por las escaleras ayudada de Mimi.
La castaña menor estaba vestida adecuadamente para la ocasión, y como si fuera poco, sobre la ropa traía puesta una chaqueta gruesa y térmica que sin duda la mantendría a resguardo del frío.
—¿Qué quieres decir, hermano?
—Que tú no vas a ninguna parte. ¿Te olvidas de que pasaste todo un día perdida en la montaña y de que si no fuera por Yamato te habría dado hipotermia? Y eso por no mencionar que tienes el tobillo lesionado.
Hikari se sonrojó ante la mención del rubio, todavía demasiado susceptible por los recientes acontecimientos que no había tenido tiempo de poner en orden en su cabeza.
—Pero no es justo —rebatió en un murmullo mucho más débil del que hubiera expelido normalmente para rebatir a su hermano, que bien lo sabía ella, podía ser exacerbadamente cabezota cuando se lo proponía, y una de las situaciones en que lo hacía era cuando el asunto en cuestión tenía que ver con su salud, demasiado delicada para descuidarla en esta clase de casos.
—Odio decirlo, Hikari, pero creo que por una vez Taichi tiene razón —intervino Sora.
—¡Ni hablar! —la defendió Mimi—. ¿Pretenden que se pase todo el día aquí, sola y aburrida?
—Bueno, no —replicó el castaño con incomodidad—. Pero el teleférico está lejos y es en subida. Eso definitivamente sería demasiado esfuerzo para su tobillo lastimado. ¿No, Jou?
El aludido, que se encontraba ayudando a los menores a preparar sus cosas, volteó hacia el grupo en cuya conversación se le requería y asintió con la cabeza.
—Lo sería.
—¿Lo ven? Si hasta Jou lo dice.
—¿Y si la ayudamos a subir? —propuso Daisuke—. Podemos turnarnos para cargarla.
—Esa es una… —Miyako se detuvo en mitad de la frase al darse cuenta de que, de hecho, era una idea bastante decente; todo lo contrario a lo que había estado a punto de decir—. Bueno, que no es tan mal plan.
—¿Takeru, por qué no te has arreglado? —aquella pregunta de Iori resonó más fuerte de lo normal en el silencio que se formó, interrumpiendo no solo la replica que Daisuke estuvo a punto de lanzar, sino también las conversaciones de todo el mundo, pues todos se giraron hacia el rubio menor, viendo que en efecto se hallaba sentado en uno de los sillones laterales, todavía vestido con ropa de andar por casa y sin dar muestra alguna de estar atrasado.
—Oh, es que creo que mejor no iré.
—¿Te encuentras bien? —preguntó Sora.
—Sí, sí, no es nada grave —murmuró rascándose el cuello—. Solo me duele un poco el estómago, creo que algo del desayuno me sentó mal.
—Vaya, ¿por qué no lo dijiste antes? —le preguntó Hikari, acercándose hasta donde estaba, no sin cierta dificultad—. Nos habrías ahorrado esta discusión sin sentido. Si ese es el caso, me quedaré contigo.
Taichi estuvo a punto de soltar un suspiro de alivio, pues tenía claro que de otro modo habría sido mucho más complicado convencer a su hermana de quedarse, cuando dicho acto fue interrumpido por las palabras de Takeru, que cambiaban una vez más toda la perspectiva de la situación.
—Justamente por eso no lo dije, sabía que querrías quedarte.
Hikari abrió la boca como si fuera a decir algo, pero de nuevo fue interrumpida por su novio, salvo porque esta vez no se dirigía a ella, sino a alguien más.
—Hermano, ¿sería mucha molestia pedirte que llevaras a Hikari? Sé cuánto quería sacar fotos desde arriba —y eso era cierto, lo habían hablado prácticamente todo el camino hacia la cabaña desde que salieron de casa—. No me gustaría que se perdiera la oportunidad por mi culpa.
—N-no —negó ella automáticamente, demasiado incómoda ante la idea—. Eso no será necesario. Ya te lo dije, me quedaré aquí contigo —intentó excusarse.
Mientras hablaba, observó a Yamato por el rabillo del ojo para evaluar su reacción. Lo vio tensarse ante la peculiar petición, pero supo al mirarlo a los ojos, sin que él se diera cuenta de que lo hacía, que no se negaría. Tal vez si fuera otro las cosas habrían sido distintas, pero no iba decirle que no a su hermano, y ella no sabía cómo sentirse al respecto.
Sería la primera vez que estarían a solas desde todo lo ocurrido en la cueva y no estaba segura de si era muy pronto o muy tarde, pero sabía que tenían una conversación pendiente y que si no la abordaban ellos, ella lo haría, de eso estaba segura.
Taichi estuvo a punto de hablar, probablemente para dar la razón a su hermana diciendo que sería mejor que se quedara con Takeru, aun cuando ello significaba violar una de sus reglas que consistía en nunca dejar a ese par a solas. Es que en ciertos casos había que sacrificar bienes menores por uno mayor, y la salud de Hikari ciertamente se trataba de un bien mayor.
Pero en cualquier caso no tuvo importancia, pues antes de que pudiera pronunciar palabra alguna, Yamato asintió y su respuesta, por alguna razón, pareció zanjar automáticamente la discusión.
Lo único realmente curioso, pero que no muchos notaron, fue que Hikari no se vio tan feliz de haberse salido con la suya como hubiera sido en otra oportunidad.
Antes de salir de la cabaña, ya todos listos para las aventuras del día, Miyako se acercó a Iori.
—Iori, tú eres muy observador —le dijo de la nada, desconcertando al menor.
—¿Y ese comentario a qué viene?
—A que necesito que me confirmes algo. No sé si solo es idea mía, pero me pareció que Takeru casi no probó bocado.
—No es asunto mío —replicó el chico, cuadrando los hombros y siguiendo su camino.
Miyako no había preguntado explícitamente lo que quería saber, si acaso el rubio les había mentido por alguna razón desconocida para todos, pero de cualquier forma tal interrogante estaba implícita y se quedó dando vueltas entre los dos.
Iori podía ser observador, pero no un chismoso, y aunque ciertamente hubiera notado la aparente falta de apetito de Takeru y le preocupaba que les mintiera, no iba comentarlo.
Para tranquilidad de Hikari, su hermano se ofreció a cargarla en su espalda y ella aceptó de inmediato, sin embargo, a mitad de camino Yamato quiso relevarlo y el castaño tuvo ciertas dudas antes de aceptar hasta que él le habló en un susurro apenas inteligible para los dos:
—Vamos, aprovecha tu tiempo con Sora.
—¿Qué? ¿Por qué…?
La sonrisa ladeada y ligeramente burlona del rubio ya lo esperaba a modo de respuesta.
—¿En serio creíste que tendrían algo de privacidad besándose frente a la cabaña? Debieron buscar un lugar más privado.
—¡Ustedes…!
—Tal vez no me creas, pero me alegro por ustedes. Ya era hora.
—¿Taichi? —preguntó Sora, que se había quedado detenida un poco más adelante junto a Hikari para que ellos pudieran hablar—. ¿Vienen o qué?
Toda la procesión de amigos se detuvo ante esa pregunta, volteando a mirar a los relegados.
—S-sí —asintió el castaño—. Yamato llevará a Hikari el resto del camino.
Ambos avanzaron para reunirse con los demás y el rubio se acuclilló frente a Hikari para que ella pudiera subirse sin problema.
—En realidad estoy bien, no creo que… —intentó hablar la chica, para evitar tener que pasar por aquello.
—No seas ridícula —replicó Yamato fríamente—. Solo sube.
—Será mejor que le hagas caso. Sabes que no estás en condiciones de caminar —añadió Taichi para terminar de convencerla, por lo que a ella no le quedó más opción que obedecer; sabía que si insistía en negarse los demás le darían la razón a su hermano.
Con sus brazos se aferró al cuello del chico y permitió que él la tomara de las piernas para rodear su propio cuerpo con ellas y enseguida levantarse.
—De verdad no tenía que hacerlo —le susurró Hikari al oído—. No porque Takeru lo pidió —y no hablaba solo de que la cargara, sino de comprometerse a acompañarla a los teleféricos.
El mundo sabía que ella odiaba sentirse una carga y así se sentía en ese momento. Taichi era el único con quien tenía la suficiente confianza para no sentirse de aquel modo.
—Acepté libremente —fue toda la respuesta del rubio, y las únicas palabras que pronunció en todo lo que restaba de camino.
¿Pero era verdad? Ella no lo creía. Su consentimiento no podía considerarse libre cuando se trataba de su hermano, a quien obviamente se veía incapaz de negarle algo.
Llegar al puesto de los teleféricos supuso un verdadero alivio para todos, que ya acumulaban algo de cansancio. El reloj marcaba las ocho con cinco minutos y eran los primeros, por lo que tuvieron que esperar a que llegara más gente hasta que se cumpliera el cupo mínimo para que la atracción pudiera funcionar.
Luego de que se armara una pequeña discusión para decidir cuáles serían las parejas, el encargado les dio unas instrucciones de seguridad y procedió a ayudarlos a subir.
Los primeros fueron Taichi y Sora, seguidos por Yamato y Hikari, Iori y Ken, ya que aunque se había decidido que este último iría en el mismo carro que Daisuke y Miyako, que fue el argumento de Jou para que dejaran de discutir, Ken se aferró a último momento al menor diciéndole que de lo contrario no disfrutaría la experiencia y obligando así a sus mejores amigos a abordar solos en el siguiente carro, justo en el anterior que Jou, Mimi y Koushiro, quienes fueron los últimos en subir del grupo.
Los carros comenzaron a deslizarse horizontalmente por los rieles hasta llegar al final de ellos y quedar suspendidos en el aire.
Algunos soltaron alguna exclamación de sorpresa, mientras que otros permanecieron más bien inmutables.
Hikari pertenecía al primer grupo. Lo primero que hizo, tanto porque estaba sorprendida como porque se sentía inquieta y nerviosa junto a Yamato, fue aferrarse a su lado de la ventana, contemplando extasiada la hermosa vista que les ofrecía la altura. La nieve era un manto inmenso que lo cubría todo a su paso y que desde tan lejos parecía más esponjosa de lo que era en realidad, como si no fuera tan consistente.
Trató de imaginar por unos segundos en qué recoveco de aquella montaña se habría perdido o dónde estaría la cueva en que se resguardaron, pero aquello era imposible porque el lugar era inmenso, lo que la hizo sentir tremendamente pequeña.
Sacó su celular para tomar algunas fotografías y permitió que el suave clic interrumpiera esporádicamente el aplastante silencio que había en el interior de la cabina cada vez que encontraba una buena toma, sin embargo, cuando ya iban a mitad de camino, supo que no podía seguir postergando más el temido momento.
Probablemente aquella sería la única vez en lo que restaba de viaje que podría estar a solas con Yamato sin que nadie los interrumpiera. ¿Qué lugar más intimo que un teleférico a metros de altura del suelo?
—Yamato-san —llamó suavemente, depositando el celular en su regazo y atreviéndose a mirarlo por primera vez desde que subieron.
Él miraba por su lado de la ventana con los brazos cruzados.
—¿Mmm? —murmuró, dando a entender que la escuchaba, a pesar de que claramente no tenía intenciones de comenzar una conversación.
Ella tuvo que inspirar profundo para darse valor.
—Tenemos que hablar sobre lo que pasó —sintió que la voz le salió demasiado baja y temblorosa, pero al menos ya había puesto las cartas sobre la mesa.
El chico permaneció inmutable en la misma posición y tardó unos segundos en responder.
—Nada pasó —dijo al fin.
—Si no quiere hablar está bien, pero debo contárselo a Takeru, no puedo ocultarle algo…
—Haz lo que tengas que hacer —replicó él con brusquedad.
—Pero pensé… —susurró—. Por un momento en la cueva, creí que iba a… —por primera vez se preguntó si acaso todo habría sido una ilusión o algo que solo puede suceder en situaciones límites, pero que una vez que te encuentras en tus sentidos te das cuenta de que no significó nada.
—Ya te lo dije: nada pasó —repitió él, volteándose a mirarla, lo que Hikari no estuvo segura de si dadas las circunstancias era una mejora o no, considerando la dureza que podía adoptar su mirada—. Es cierto, yo iba besarte, pero no lo hice. ¿Tú habrías dejado que lo hiciera?
Hikari entreabrió la boca sin saber qué responder, así que se apresuró a cerrarla. No había pensado en eso. En si de verdad quería que la besara o no, pero la respuesta estaba en su interior, pujaba por salir y ella no pudo contenerla.
—Sí, lo habría hecho —y eso era lo peor de todo; saber que si aquel Frigimon no hubiera sido tan oportuno, ella habría engañado a Takeru y no con cualquier persona, sino con su hermano.
—Entonces supongo que ambos estamos jodidos.
La chica volvió a mirarlo y se sorprendió cuando en su expresión pudo leer todo lo que no le estaba diciendo: Nunca haría nada que lastimara a Takeru.
Ella tampoco, o eso quería creer porque había estado a punto de hacerlo, tan cerca…
Sin embargo, ¿que el destino interviniera para impedirlo no significaba que tenían una segunda oportunidad? Una opción de dejar aquello atrás, eso era, y Hikari definitivamente la tomaría.
Dos cabinas más atrás, en la que iban Daisuke y Miyako, el ambiente que se respiraba no era mucho mejor. La situación era, tal vez, graciosamente similar a la de Yamato y Hikari, pero por un motivo muy diferente.
Mientras Miyako permanecía sentada lo más a la derecha que le era posible, con los brazos cruzados y la mirada perdida en algún punto del paisaje de las montañas, Daisuke permanecía en el lado izquierdo, mirándola con cautela de vez en cuando.
Para variar se habían puesto a discutir por conseguir un puesto con Ken en la cabina, pero éste se había librado de los dos en el último momento yéndose con Iori solo para dejarles en aquella incómoda situación y el moreno no podía decir que lo culpara. Él, que de los tres era probablemente el más inmaduro, entendía lo cansador que podía ser escuchar a tus dos mejores amigos pelear todo el tiempo.
Lo peor de todo era que no podía dejar de pensar en las palabras dichas para Iori cuando estaban buscando a sus amigos y regresando a los Frigimon al Mundo Digital.
Ahora que estaban a solas, y probablemente sería la única vez en todo el viaje ya que para nadie resultaba un secreto que ambos se repelían como dos imanes, ¿no sería un buen momento para comprobar si lo que decía el menor era verdad? O más bien, que no lo era, porque Daisuke sabía eso, ¡lo sabía! Que esa loca le gustara era tan posible como que él… como que él odiara el fútbol. Ilógico, estúpido e imposible.
Agitó la cabeza hacia los lados. ¿Acaso estaba dudando?
Con cuidado, apoyó las manos a sus costados y fue deslizándose sigilosamente hacia la derecha, causando que la cabina se tambaleara un poco, hecho que por suerte Miyako, aparentemente demasiado perdida en sus pensamientos o quizá empeñada en ignorar la existencia del chico a su lado, no notó.
Cuando estuvo a su lado, cerca aunque no demasiado, observó su cabello de un suave morado cayendo por su espalda y deseó que se girara para poder mirarla mejor y evaluar sus reacciones. Seguro que si le gustaba y se permitía ser honesto consigo mismo, su cuerpo no le mentiría.
—Oye, Miyako…
—¿Qué?
—¿Podrías…?
—¿Qué cosa?
Descubrió con disgusto que se encontraba nervioso. Las manos le sudaban un poco y su corazón acababa de comenzar a latir con más fuerza. ¿Sería posible? Solo existía un modo de saberlo.
—¿Acaso se te olvidó cómo hablar? No me extrañaría —fue el ácido comentario de la chica antes de girarse extrañada ante el mutismo de su amigo.
Cuán grande sería su sorpresa cuando se encontró a Daisuke a un palmo de distancia y con claras intenciones de besarla.
—¡¿Qué crees que haces?!
Como pudo lo empujó de los hombros hacia atrás y le asestó un buen golpe en la cabeza, causando que esta vez la cabina se tambaleara exageradamente.
—¡¿Qué haces tú, tarada?!
—¡Ibas a besarme! —lo acusó como si en lugar de eso estuviera diciendo "golpearme" o cualquier otra expresión que representara un daño terrible.
—Solo quería acercarme un poco más.
—¿Y con qué intenciones?
—¡Ninguna en especial! —exclamó llevándose una mano a la cabeza donde la chica lo había golpeado—. Solo… solo…
—Te escucho —pronunció ella con gravedad, volviendo a cruzarse de brazos.
—Solo quería saber si sentía algo cuando me acercaba a ti —confesó en un murmullo avergonzado.
El silencio que se produjo después fue peor que cualquier cosa imaginable que hubiera podido gritarle la chica.
—Espera, ¿estás diciendo que crees que sientes algo por mí? —preguntó con un tono que no dejaba claro si la idea la sorprendía o la horrorizaba.
—Sí, pero tranquilízate que con esto confirmé que todo lo que siento por ti es repulsión.
—Pues el sentimiento es mutuo —replicó muy digna y se volvió a girar hacia su lado—. Y espero, por tu bien, que nunca vuelvas a intentar besarme o el golpe no será en tu cabeza. No digas que no te lo advertí.
—Como si eso fue posible, descerebrada —musitó.
Muy bien. Aparte de un horrible dolor de cabeza había conseguido desechar una opción, ¿pero por qué seguía sintiéndose inquieto?
Las palabras de Iori hicieron mella en él una vez más:
¿No has pensado que tal vez la razón de que estés tan enojado es que uno de ellos te guste?
—Taichi…
—¿Si? —preguntó él sin mirarla.
—¿Está todo bien? Has estado actuando un poco extraño desde que Yamato y tú se quedaron atrás.
El castaño finalmente alzó el rostro para mirarla y la contempló un par de segundos antes de responder.
—No es nada importante.
—Pero si hay algo —lo atajó ella—. Dímelo, no puede ser tan grave.
—Yamato nos vio.
—¿Cuándo?
—Anoche, cuando nos besamos.
—Ohh —fue todo lo que dejó escapar la pelirroja entre sus labios.
—De hecho me dio a entender que todos nos vieron.
—No puedo creer que sean tan chismosos. ¿Pero qué es lo que te molesta de ello? Si te arrepientes de lo que pasó, podemos…
—¿Qué? —preguntó sorprendido—. ¿Cómo es posible que creas eso? Te lo dije. Había esperado demasiado tiempo por esto.
—¿Y entonces por qué parece haberte afectado tanto saber que los demás nos vieron?
—Porque significa que lo saben y eso lo hace real.
Sora esperó que dijera algo más que terminara de dar sentido a sus palabras, pero al ver que no ocurría, tuvo que instarlo a seguir.
—Creo que no te sigo.
Taichi dio un fuerte suspiro antes de deslizar su mano por el pequeño espacio entre ambos y tomar la de la pelirroja.
—Simplemente no quiero arruinar las cosas, y que sea tan real hace que las posibilidades de que las arruine aumenten.
—¿Por qué crees eso?
—Porque soy un idiota. Siempre digo cosas que no debería, me olvido de fechas importantes y soy un desastre.
La chica rio un poco, captando la atención de su alicaído novio, o bueno, casi novio. Taichi no se lo había pedido todavía.
—No puedo negar que a veces sí eres un poco bobo —reconoció llevándose un mechón de cabello detrás de la oreja.
«¿Lo ves?», parecieron decir los heridos ojos del chico.
—Pero te olvidas de algo importante. Yo sé que lo eres. Te conozco y tú a mí, no necesitamos aparentar que somos diferentes. Tal vez arruinarás las cosas algunas veces, tal vez yo también lo haga, pero es parte de arriesgarnos a dar el siguiente paso, si es que queremos hacerlo.
Taichi le dio un ligero apretón en la mano al tiempo que sonreía con cierta desgana.
—Yo sí quiero. ¿Tú quieres? Dar el siguiente paso, digo.
—¿Contigo? —preguntó ella causando que él se tensara por un momento ante la expectativa de su respuesta.
Terminó por asentir con la cabeza para luego volver a mirarla a los ojos, justo a tiempo para ver florecer una sonrisa en los labios de ella.
—Siempre —susurró.
Y esta vez fue Sora quien se inclinó para besarlo.
-.-
De regreso a la cabaña, Taichi cargó a Hikari la mitad del camino nuevamente, entregándosela a Yamato para la segunda parte del recorrido, esta vez sin mayores reparos al respecto.
Ellos no habían vuelto a hablar desde la pequeña conversación que sostuvieron en el teleférico, pero al menos el silencio ya no se sentía tan asfixiante entre ambos como algo que necesitara ser llenado para deshacer la tensión.
Estaban casi por llegar cuando el rubio se detuvo de repente. Hikari quiso preguntarle la razón, sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, él se le adelantó.
—¡Taichi! —lo llamó, logrando de paso que todos se volvieran a mirarlo—. Hikari-chan quiere sacar unas fotografías acá afuera. ¿Está bien si la acompaño? Solo será un momento y la llevaré a salvo.
El aludido frunció el ceño como si estuviera sopesando sus palabras, aunque Yamato no pudo decir si porque no le creyó o porque no le parecía una buena idea.
—¿Tiene que ser ahora? Deberíamos almorzar y ya luego…
—Por favor —lo interrumpió Hikari a pesar de que ni siquiera había sido idea suya.
Lo único que entendía era que el rubio quería decir algo y ella deseaba saber qué era.
—Pues… supongo que está bien —suspiró su hermano al rendirse—. Pero solo cinco minutos y no se alejen demasiado.
Yamato cabeceó en asentimiento y uno a uno todo el mundo fue retomando la marcha. Solo entonces él dio media vuelta y se alejó de la dirección de la cabaña hasta un punto en el que le pareció que podrían hablar tranquilos.
Se agachó para que Hikari pudiera bajar y se dio vuelta hacia ella, quien desde luego lo miró entre confundida y curiosa, aunque no preguntó nada. Su mirada le dijo que esperaba que él se explicara solo.
—¿Se lo dirás a Takeru ahora? —preguntó al cabo de unos segundos.
—Eso creo —musitó—. En realidad no lo había pensado, pero supongo que cuanto antes lo haga será mejor.
—Probablemente tengas razón.
—¿No quiere que se lo diga?
—Para ser honesto, preferiría que no.
—Es porque no quiere lastimarlo, ¿verdad?
Yamato alzó la cabeza ante su pregunta, sorprendido por su agudeza. Cualquiera podría haber pensado que solo se trataba de él no queriendo quedar mal, pero la verdad el asunto iba un poco más allá que una cuestión de imagen.
—Nunca haría nada para lastimarlo. No a propósito, es por eso que quiero olvidarme de lo que ocurrió en la cueva.
—Lo entiendo. Tampoco quiero lastimarlo, pero…
—Es lo mejor —la interrumpió—. Lo sé.
De pronto Hikari captó algo por el rabillo del ojo. Le pareció que había alguien detrás de un árbol cercano, pero tan rápido como sus ojos enfocaron a la persona y la reconocieron, el espía se dio la vuelta y salió corriendo.
—Es Takeru —susurró.
—¿Qué? ¿Dónde?
—Estaba ahí hace un minuto —le explicó señalando en la dirección que lo había visto—. Él lo sabe.
—¿De qué hablas?
—Creo que sabe que algo ocurre, por eso fingió estar enfermo del estómago. Necesito hablar con él —declaró haciendo ademán de ir tras él.
Yamato la detuvo del brazo.
—No puedes correr con tu pie así.
—Pero…
—Te llevaré.
En menos de dos segundo Hikari volvía a estar aferrada a su espalda y el chico comenzó a correr con ella a cuestas.
No se habían alejado demasiado, por lo que pudieron alcanzarlo justo antes de que llegara a la puerta de la cabeza.
—¡Takeru! ¡Por favor, espera! —le pidió ella y le susurró a Yamato que la bajara en ese momento.
El aludido se detuvo en su lugar como si fuera un delincuente que acabara de ser detenido por la policía. Se tomó al menos cinco segundos en voltearse.
—Ahí están. Solo me preocupé cuando no los vi llegar y fui a buscarlos, no fue mi intención espiar nada.
—No había nada que espiar —susurró Hikari—. Pero creo que tenemos que hablar.
El rubio asintió.
—¿Necesitas ayuda?
—Por favor.
Takeru regresó sobre sus pasos y se inclinó un poco a su lado, para que ella pudiera pasar un brazo por encima de sus hombros y así ayudarla a llegar a la puerta.
Entraron seguidos de cerca por Yamato y se encaminaron de inmediato hacia las escaleras.
Varias miradas los siguieron ya que todos estaban en el salón, pero fue Taichi el que intentó detenerlos.
—¡Eh, eh! ¿dónde van tan apurados?
La castaña se volvió hacia él y le dirigió una mirada suplicante, esperando que entendiera.
Sora, intuitiva como siempre había sido, comprendió sin palabras que por las expresiones que traían debían tratarse de algo delicado y tomó la mano de Taichi para atraer su atención.
—Déjalos ir. Todavía falta un rato para el almuerzo y Hikari debe estar cansada.
—Sí —asintió la aludida, dirigiendo una mirada llena de gratitud a la pelirroja.
—Está bien —cedió Taichi, comprendiendo que se estaba portando demasiado aprehensivo.
—Gracias, hermano. Solo me recostaré un momento y bajaremos a almorzar.
Los dos se perdieron escaleras arriba y pronto el ruido de las conversaciones, que había sido interrumpido por la repentina entrada, volvió a estallar en la habitación.
Hikari entró primero a su habitación y se sentó en la cama. Takeru cerró la puerta y se apoyó contra ella, pero su novia le pidió que fuera a sentarse a su lado y así lo hizo.
—Algo sucedió, ¿no es así? —preguntó con una sonrisa desganada—. Cuando estaban perdidos en la montaña, quiero decir. ¿Entre tú y mi hermano?
—No sé cómo responder a eso —susurró la castaña bajando la mirada.
—Con la verdad. Siempre nos hemos dicho la verdad hasta ahora. No quiero que eso cambie.
—Tampoco yo.
—Entonces dímelo.
Hikari alzó poco a poco la mirada hasta encontrarse de frente con los profundos ojos de Takeru.
—Luego de que me Yamato-san me encontrara… —comenzó titubeante, todavía insegura sobre cómo comenzar su historia—, me llevó a cuestas hasta una cueva cercana para resguardarnos.
Su novio asintió, dando a entender que hasta ese punto tenía claros los hechos.
—Estuvimos ahí hasta que Taichi y Sora lograron dar con nosotros, pero poco antes de que lo hicieran, él me abrazó porque estaba tiritando y de repente, cuando nos miramos, no sé qué sucedió, solo nos quedamos así y estuvimos a punto de besarnos.
—¿A punto? —repitió Takeru como si quisiera corroborar que había escuchado bien.
—Nos habríamos besado si no hubiera sido por un Frigimon que se subió al techo, provocando un deslizamiento de nieve que por poco nos deja atrapados en la cueva si no hubiéramos reaccionado a tiempo.
Eso Takeru también lo sabía, se los habían contado a todos apenas estuvieron seguros de vuelta en la cabaña y al calor de la chimenea. Lo que ignoraba era precisamente lo sucedido antes de que tuvieran que salir.
Asintió con la cabeza y Hikari volvió a bajar la mirada, incapaz de seguir viéndolo a los ojos. Comenzó a jugar con sus índices, empujando uno contra el otro en un enfrentamiento que se mantuvo en un empate por varios segundos hasta que al final entrelazó sus dedos y dejó las manos en su regazo.
—¿Es todo? —preguntó Takeru ante el silencio que seguía expandiéndose entre los dos.
—Sí.
—Cuando los vi afuera, ¿estaban…?
—Solo me estaba preguntando cuándo te lo diría. Ambos acordamos olvidar lo sucedido.
—¿Por qué?
—Porque es lo correcto.
—¿Realmente lo es? Hikari, por favor mírame a los ojos.
La muchacha le hizo caso con cierta reticencia y aunque esperó encontrar rabia o un poco de rencor en ojos del chico, lo más cercano a eso que pudo hallar fue una tensión en su mandíbula que indicaba lo difícil que estaba siendo enterarse de lo sucedido.
—¿Te gusta? Quiero la verdad.
—No lo sé.
—Pero ambos quieren olvidar lo que sucedió solo para no hacerme daño, ¿me equivoco?
—Lo que sucedió no fue nada —replicó, evadiendo convenientemente su pregunta.
—Pero podría haberlo sido.
—Takeru —susurró con un par de lágrimas deslizándose por sus mejillas—. Lo siento. Te quiero, no se supone que esto pasara.
—Lo sé. No es tu culpa, Hikari. No estoy enfadado, pero no podemos seguir juntos. No si estás confundida…
—¿Estás terminando conmigo?
—Es lo más justo para los dos. Yo necesito asimilar lo que pasó y tú necesitas aclarar tus sentimientos.
Hikari asintió suavemente con la cabeza y pocos segundos después sintió las calidas manos de Takeru acunando su rostro y obligándola a alzarlo para encontrar de nuevo sus miradas.
—También te quiero, y es por eso que necesitamos darnos un tiempo. Quiero que seas honesta contigo misma y con lo que sientes, y si decides que lo que ocurrió con mi hermano de verdad no fue nada, que quieres estar conmigo, yo estaré esperando, ¿de acuerdo?
—Lo haré.
—Entonces, voy a bajar primero. Puedo decirle a los demás que te encuentras indispuesta si…
—No hace falta, bajaré en un minuto —le aseguró.
Pero luego de que que Takeru se levantara y saliera de la habitación, cerrando con un pequeño portazo, no pudo evitar derrumbarse sobre la cama, dejando salir todas las lágrimas que había estado conteniendo.
-.-
Esa noche, cuando Ken entró a su habitación, se encontró a Daisuke de pie junto a la ventana. Su amigo, normalmente alegre y explosivo, llevaba todo el día con una expresión taciturna que a decir verdad no encajaba mucho con él, y había subido supuestamente a acostarse hace varias horas atrás, desechando la noche de juegos propuesta por Mimi, en la que habían visto películas, jugado cartas y contado historias, lo que era bastante raro considerando que él solía ser de los más entusiastas con ese tipo de planes.
Desde luego, encontrarlo con la mirada perdida a través del vidrio en lugar de acostado, cuando había dicho exactamente que prefería acostarse porque estaba muy cansado, no hizo sino acrecentar la preocupación del recién llegado.
—¿Estás bien? —preguntó cerrando la puerta tras de sí.
Daisuke se sobresaltó y se giró a mirarlo.
—Ken, no te sentí llegar.
—Entré despacio porque creí que estarías dormido.
—Ah —susurró como si acabara de recordar la excusa que había usado para marcharse antes que los demás—. Sí, es que no puedo dormir.
—¿Hay algo que te preocupe? Porque has estado actuando extraño todo el día.
—¿Yo? —preguntó aparentando confusión—. Para nada. Estoy bien, solo… no puedo dormir. ¿No te pasa a veces?
—Sí, pero solo cuando tengo un problema o no puedo dejar de pensar. Vamos, Dai. Puedes decírmelo, me preocupas.
—Es que en serio no es nada, Ken —le dijo con una sonrisa floja que poco se parecía a las que naturales que esbozaba a diario—. No tienes que preocuparte por mí.
—Pero lo hago porque es obvio que algo te pasa. Al principio creí que era por esa absurda pelea constante que tienes con Miyako por estar conmigo, pero ahora me parece que es más serio que eso, ¿lo es?
—Ashh —chasqueó la lengua—. Pero qué terco eres, ya te dije que no es nada.
—Pues yo no te creo —replicó acercándose un poco a él.
—¿Qué haces? —preguntó retrocediendo algunos pasos hasta que su espalda chocó con la pared.
Ken se detuvo justo enfrente.
—¿De qué hablas?
—¿Por qué te acercas tanto? ¿No sabes que los hombres deben mantener una distancia prudente entre ellos?
—¿Qué? —musitó confundido—. Definitivamente no te entiendo. ¿Por qué estás tan paranoico?
—Solo no quiero que te acerques, me hace sentir incómodo —barbotó intentando pasar por su lado para dirigirse, presuntamente, al camarote, pero Ken lo frenó en seco poniendo una mano sobre su hombro y reduciendo así aún más las distancias—. ¿Pero qué haces? Ya te dije que no te acerques.
—A mí no me engañas. Sé que algo te pasa. ¿Estás molesto conmigo?
—¿Por qué insistes tanto? Normalmente solo me dejarías en paz.
Ken aflojó un poco el agarre sobre el hombro de su amigo y meditó sus palabras. Lo cierto es que le habían hecho sentido.
¿Qué estaba haciendo? Él normalmente no era así. No era de los que iban obligando a los otros a hablar cuando no querían hablar de sus problemas, todo lo contrario. Ese era Daisuke.
—Tienes razón, lo siento. Creo que me puse un poco pesado.
—¿Entonces me dejas ir? —preguntó el otro, dirigiendo una significativa mirada hacia la mano que su amigo seguía manteniendo en su hombro.
Ken se fijó en que el otro tragaba con dificultad, haciendo que su manzana de adán se agitara más de lo normal, y volvió a fruncir el ceño. ¿Estaba asustado? ¿Asustado de él? Aquello no tenía ningún sentido.
—Dai…
—Te dije que me soltaras —insistió, apartando su mano de un manotón y haciendo ademán de esquivarlo para pasar, hecho que no pudo concretar porque Ken se movió al mismo tiempo volviendo a impedirle el paso.
—Daisuke, háblame. Somos amigos, no podemos…
—Te lo advertí.
Antes de que Ken pudiera pronunciar una sola palabra más, Daisuke se precipitó hacia él y lo besó en la boca sin darle tiempo siquiera a procesar lo que estaba pasando.
Por un par de segundos todo lo que hizo fue quedarse quieto, experimentando la extraña sensación de los labios de su amigo sobre los suyos, una sensación que jamás pensó que podría llegar a experimentar por obvias razones, pero conforme su cerebro fue uniendo los hechos y cuando su amigo, al ver que no se resistía, lo agarró de la cintura, atrayéndolo un poco más hacia su propio cuerpo, Ken abrió la boca y empezó a responder, movido por un impulso incomprensible que no le permitió pensar en lo que hacía.
Al cabo de un tiempo que ninguno de los dos hubiera sido capaz de precisar, cuando la necesidad de oxígeno ya se hacía apremiante, Daisuke se apartó tan repentinamente como se había lanzado a besarlo y lo observó con una mirada aterrada.
—Yo… —susurró llevándose una mano a la boca—. No sé lo que hice. Lo siento mucho.
Acto seguido salió de la habitación como un bólido, dejando la puerta abierta tras él.
¿Qué acababa de suceder?
Ken no estaba seguro. Lo único que tenía claro es que sea lo que fuera, no solo había sido cosa de Daisuke pues él también había respondido al beso.
Comenzó a caminar por la habitación de un lado a otro hasta que se aburrió y se sentó en la cama, sin embargo, no pasó mucho antes de que volviera a levantarse para seguir dando vueltas por el pequeño espacio que cada vez lo hacía sentir más claustrofóbico. Estaba inquieto y demasiado despierto, tal como si acabara de tomar una buena dosis de cafeína. Su mente bullía incesante y sabía que no lo dejaría dormir. No había forma de que pudiera dormir después de lo sucedido.
Sabía lo que tenía que hacer, así que decidido a enfrentar a su amigo, salió del cuarto y bajó las escaleras, suponiendo que estaría en el primer nivel, pero cuál sería su sorpresa cuando tras barrer el salón con la mirada lo encontró dormido en el sofá.
¡Imposible!
¿Cómo había podido quedarse dormido después de lo ocurrido?
Su mirada viajó hasta el reloj que colgaba en una de las paredes y comprobó con sorpresa que había pasado casi una hora desde que él y Takeru, los últimos en pie, subieran a acostarse. Entonces había pasado más tiempo del que pensó dando vueltas en el cuarto, pero aún así se sentía poco para lograr conciliar el sueño, más todavía si Daisuke había estado con insomnio.
¿Cómo era que ahora dormía como un bebé apoyado en una incómoda posición en el sofá y él se sentía más despierto que nunca? No era justo.
Suspiró.
Por más injusto que le pareciera no iba despertarlo, sin embargo, volver a la habitación tampoco era una opción; sabía que no podría dormir allí, así que en su lugar se sentó junto a Daisuke y simplemente esperó.
Sin poder evitarlo, rememoró cómo ese mismo día, solo que un par de horas atrás, tuvo que rechazar a Miyako cuando ella le pidió que se apartaran del grupo para declarársele. No fue algo que no se esperara, pero aquello no lo hizo más fácil. Estaba convencido de que decirle a una buena amiga que no podía corresponder a sus sentimientos nunca lo sería.
La chica lo aceptó muy digna. Se limitó a asentir y a decirle que no pasaba nada, pero Ken sabía que sí que pasaba. Si bien no había sido lo mismo pues Daisuke no se le había declarado, sino que se saltó esa parte yendo directamente a la acción, algo que dentro de la conmoción del momento vivido le hacía gracia ya que era algo muy típico de su amigo, se trataba de una declaración al fin y al cabo, o eso creía, y no sabía cómo respondería cuando tuvieran que hablar del tema.
Esa, a diferencia de la de Miyako, había sido una declaración que no se esperaba, pero para ser honesto, lo que menos se esperaba y menos aún llegaba a comprender, fue su reacción. No era lógica, no considerando que nunca se le pasó por la cabeza que algo así pudiera ocurrir entre ellos, porque bueno, eran amigos, y más importante que eso: eran chicos.
Nunca antes se había fijado en un chico, no de esa manera y, sin embargo, para Daisuke parecía haber sido tan fácil obviar ese asunto y solo besarlo, aunque igual tenía sentido considerando que para el otro siempre había sido fácil solo actuar y no pensar tanto las cosas, la viva antítesis de él.
Pero no, no había sido fácil. Él ignoraba la pequeña batalla interna que experimentó su amigo todo ese día desde que bajaron desde el teleférico. Se pasó toda la tarde mirándolo a hurtadillas, aunque Ken no lo notó, intentando descifrar si sentía algo que fuera más que el cosquilleo agradable de la amistad, ese lazo incondicional que los unía a todos ellos, para luego regañarse por estar pensando siquiera en la posibilidad y volver a repetir el ciclo: mirarlo, regañarse, mirarlo, regañarse.
Y cuando por fin tenía desechada la idea casi del todo, o enterrada al fondo de su cabeza, que venía a ser casi lo mismo, Ken apareció en la habitación y empezó a hacerle preguntas molestas, pero no solo eso, también se acercó y a Daisuke el corazón le explotó de una forma descontrolada por su cercanía, muy diferente a cómo le latió junto a Miyako. Luchó contra su instinto y perdió. Nadie debería poder culparlo de dormirse luego de besar a su amigo tan descaradamente, pues eso había sido lo que al fin y al cabo lo tenía con insomnio, y su mente se había tranquilizado luego de que encontrara una respuesta a lo que tanto lo inquietaba.
Inevitablemente el sueño pilló también a Ken en algún punto de la madrugada, y para cuando al fin amaneció, el sol los descubrió demasiado juntos, Daisuke con la cabeza apoyada en el hombro de Ken y el otro ligeramente ladeado hacia el primero de modo que sus labios casi rozaban su frente.
Cuando el día comenzara y el primero de sus amigos bajara, tendrían que soportar las bromas ante una posición tan comprometedora, pero por un par de horas solo durmieron junto al otro, sin ser conscientes de cómo se vería.
-.-
Los días pasaron con una rapidez desmesurada, o tal vez sería que después de tantos incidentes finalmente comenzaron a divertirse sin contratiempos, hasta que casi sin que se dieran cuenta llegó el momento de regresar.
Jou, como siempre, los instó a estar listos temprano, así que se quedaron en el primer piso, algunos de pie y otros desparramados por los sillones, viendo todo con nostalgia. El bus no los recogería sino hasta el mediodía y para esto faltaba todavía una hora.
Un extraño ambiente los rodeaba, pues donde normalmente todos, o la mayoría, hubieran estado envueltos en alguna conversación, generando un pequeño barullo general, ahora solo había un silencio contemplativo, y es que varios de ellos sabían que una vez que bajaran de la montaña y volvieran a casa nada sería lo mismo.
Estas serían, probablemente, las últimas vacaciones que pasarían juntos en un buen tiempo considerando que mientras más crecían más demandante se hacía la vida de adultos para cada uno. Y no solo eso, sino que muchas cosas habían sucedido en dos semanas y, estaban seguros, cambiarían la forma en que se relacionaban hasta ahora.
Taichi y Sora se habían hecho novios, Takeru y Hikari, inesperadamente hasta para ellos mismos, habían roto su relación, y en cuanto a Ken y Daisuke; bueno… ellos todavía no lo tenían muy claro y puede que pasara algún tiempo más antes de que lo supieran, pero lo que sí sabían era que no se puede dar pie atrás después de haber cruzado las línea que ellos atravesaron. O su amistad sería diferente, o evolucionaría a algo más.
—Lo pasamos bien, ¿verdad? —preguntó Mimi de pronto, sobresaltando a los que se hallaban más inmersos en sus pensamientos.
—Sí —respondió la mayoría, y más de un suspiro se dejó oír.
—Quizá en cuánto tiempo podamos volver a repetirlo —murmuró Sora con una tristeza palpable, y todos tuvieron que darle la razón.
—Pero oigan —volvió a hablar la primera—. ¿Verdad que la próxima vez iremos a la playa? —preguntó con un toque de ironía y superioridad; ella se había negado a ir a las montañas desde el principio y miren nada más cómo había acabado.
Un asentimiento general se dejó oír seguido de algunas risas. Ciertamente habían tenido muchas dificultades en ese viaje como para repetir el lugar, al menos por lo pronto, pero quizá algún día.
Por ahora solo les quedaba volver a casa y mantener la esperanza de que su amistad trascendiera la difícil barrera del tiempo y el espacio. Algunos se harían adultos en breve, a otros aún les faltaba un tiempo más, y otros tal vez nunca lo serían del todo, pero fuera como fuera, estarían juntos como había sido desde su primer viaje al Mundo Digital.
FIN
Notas finales:
No había sentido tanta nostalgia por terminar esta historia, sino hasta ahora que vengo a publicar el capítulo. Pero bueno, ya venía siendo hora de darle un cierre después de tanto tiempo.
Gracias por leer.
Sta. Mai:
¡Hola! No sabes cuánto me alegró leer tu comentario y el simple hecho de saber de ti en general. Muchas gracias por seguir esta historia después de todo el tiempo que me tardé en seguirla. Gracias también por releerla y rememorar esa escena que relacionaste con el tráiler. ¿Me creerás que yo todavía no he podido verlo tranquila? Lo vi solo una vez sin subtítulos, pero necesito hacerlo varias veces para captar cada escena y los detalles que comenta todo el mundo.
Antes de despedirme, quiero aprovechar de comentar que me quedé con la sensación de que me dejaste un comentario en alguna historia que no respondí. De ser así me disculpo. Ahora mismo no me acuerdo, pero si no contesté tuvo que ser por alguna razón, ya que siempre me preocupo de hacerlo.
No creo que volvamos a leernos antes de Navidad, así que desde ya te deseo unas muy felices fiestas :)