Dedicatoria especial para: Lira, Yunie-G, Srta. A.G.,Yuly Pinilla, Ghostly, Bere y Diana, aunque esta ultima shippea el Solangelo a todo lo que da xD

Y para todos aquellos que me han tenido paciencia estos meses.


Capitulo 22

¿A quién engaño? Solo ha pasado un día y ya extraño a Nico. Un día. Creo que debo fortalecer mi fuerza de voluntad urgentemente.

—Creo que exageras —llama mi atención Annabeth—. Yo creo que si utilizas la técnica correcta, podrías vencerla.

—Eso lo dices porque no eres tú la que se enfrenta a ella. —reprocho.

—He observado sus encuentros. Tienes una muy buena técnica, pero es algo burda y tosca. Eso te pasa por entrenar con la cabaña de Ares. En cambio, la técnica de Reyna es muy pulida, más estratégica, pero si eres observadora como yo, podrías notar las pequeñas señales que hace antes de cada movimiento.

—No entendí lo que dijiste. Solo escuché algo que tenía que ver con Ares.

Annabeth pone sus ojos en blanco.

—Puedes vencerla, solo debes observar las señales.

—¿Qué señales?

—Las que Reyna hace antes de cada ataque. —dice, haciendo una pequeña pausa en cada sílaba.

—Ah…

—No entendiste, ¿verdad?

—Noup.

—Ni cómo ayudarte. —acepta derrotada.

—Le diré a Leo que se consiga otro conejillo de indias.

—Suerte con eso. —se burla.

Y sí que necesitaría suerte. Más que suerte, un milagro. Cuando algo se mete en la cabeza de Leo, no hay poder alguno que se lo saque.

—¿Crees que si dopo a Reyna la pueda vencer? —pregunto esperanzada.

—Me sorprendería si llegas siquiera a doparla y salir viva de eso. —contesta con burla.

Cierto. Idea descartada.

—Pues no se me ocurre nada más.

—Pues tendrás que buscar la forma de vencerla o de salir de esa estúpida apuesta.

Gimo rendida.

—Ahí está mi chica —saluda Leo, frotándome los hombros en un masaje—. ¿Lista para tu encuentro de hoy? Ceo que hoy es realmente el día.

—Leo, no estoy de humor para esto el día de hoy.

—Vamos, Monse. Sé que puedes hacerlo. —anima.

—No. No puedo, Leo. Y me estresa que seas tan irritantemente optimista. Me desespera esa energía insoportablemente ingenua y alegre que te cargas con todo este asunto

Las cejas de Leo se elevan en un gesto dolido.

Genial. El que yo esté dolida no significa que tengo el derecho de ser una perra con Leo.

—Lo siento. —me disculpo, cerrando los párpados pesadamente.

Él le resta importancia con un gesto de mano, pero lo conozco demasiado bien como para saber que mi comentario le afectó.

—Está bien. No hay problema.

—No, sí lo hay. No debí decir eso. Lo siento, Leo.

Annabeth se queda en silencio, no sabiendo que decir. Leo me regala una sonrisa fácil y pasa un brazo por mis hombros.

—Tranquila. Lo último que se pierde es la esperanza. Creo que te vendría bien tener un poco de ella.

—Con o sin ella, no creo poder ayudarte con Reyna.

Me mira de forma apacible.

—Me refería al otro asunto.

—No sé de qué me hablas. —me hago la tonta, resultándome muy fácil.

—Si quieres hablar de ello sabes que cuentas conmigo. —interviene Annabeth en voz baja, y puedo ver la lastima disfrazada en su mirada inteligente.

—No hay nada que hablar. Me tienen harta con ese tema. Solo me rechazó un chico, no tengo una enfermedad terminal como para estar hablando de mis sentimientos como si fuera a explotar en cualquier momento. Solo déjenme en paz. —y sí, ahí me doy cuenta de que exploté como ellos esperaban que hiciera.

—Monse…

—Tengo cosas que hacer. —me despido con una falsa sonrisa y tomo rumbo para encontrarme con Piper y Percy.

Siento las miradas de algunos centuriones y, buscando entre los campistas, observo la cabellera rubia-paja de Octavian. Aun no he olvidado lo que hizo, y aun no he olvidado que me prometí exhibir su cabeza en una estaca.

—Podríamos colgarlo de sus calzoncillos desde el asta central. —dice una voz en mi oído, haciendo que salte de la sorpresa.

—¿Pero a ti qué te pasa? Me vas a de un paro cardiaco.

Hayden me sonríe de forma traviesa y me guiña un ojo.

—Podría hacerlo, si desato todos mis poderes sobre ti, pero no quiero. —contesta burlón.

—Guau, qué considerado.

—Lo sé. Soy realmente perfecto. Guapo, carismático, considerado, y estoy muy bueno.

Suspiro dramáticamente.

—Eres como un doble de Leo.

Hayden frunce el ceño.

—No me parezco en nada al duendecillo pirómano ése. Mejor regresemos a conspirar en contra de Octavian, ¿te parece?—decide con una nota engreída y exasperante a la vez.

—Puedo encargarme yo sola de él, muchas gracias. —replico.

—Pero yo quiero ayudar—interrumpe decidido, burlón, petulante y encantador—. El augur loco me debe una.

—El augur loco se la debe a muchos por lo que he escuchado.

—Te propongo algo. Hacemos equipo y él sufre doble. Te lo garantizo. —dice, extendiéndome su mano.

La miro dudosa y noto el tatuaje en su antebrazo de algo parecido a una rueda de la fortuna con cuatro líneas debajo del círculo.

—¿Qué se supone que significa el tatuaje?—pregunto con el mismo tono que él: con mucha insolencia y arrogancia.

Sonríe ampliamente.

—Significa que no hay mejor aliado para la venganza que un legado de Némesis.—guiña.

Sonrío perversamente.

—En ese caso, será un placer ser tu compañera en la operación: espantapájaros muerto. —digo, aceptando su mano en un apretón.

—Si… tendremos que pensar en otro nombre; ese es estúpido.

Le volteo los ojos.

—Eres insufrible.

—No olvides sexy. —dice, un poco más cerca de lo aceptable.

Una sonrisa fácil se cuela en mis labios.

—Monse, aquí estás. —llama mi atención Percy, acompañado de Piper y Hazel.

Me retiro de Hayden y noto la mirada acerada de Hazel. Yo la ignoro.

—Percy, iba a encontrarlos, pero me tope con Hayden en el camino. —explico.

—Se nota que son muy amigos. —suelta Hazel de forma nada amable.

Percy se limita a fulminar a Hayden con la mirada.

—Oh, no tienes ni idea de que tan amigos somos, Haz. —contesta mi cómplice.

Piper me mira de forma interrogante. Yo pisoteo el pie de Hayden.

—No sé si me gusta tu amistad con mi hermana. —salta Percy en su modo protector de mierda.

—Te veo luego, Hayden. —digo, corriéndolo de forma poco sutil.

Él lo capta. Asiente en nuestra dirección y se va.

—Vaya, no sabía que mi hermano fuera algo de una sola tarde. —ladra Hazel.

Y yo no sabía que Nico fuera un pendejo. —replico.

—Hazel. —advierte Piper.

—¡Monse! —salta Percy, pero yo lo ignoro.

Yo le sostengo la mirada a la morena. Ella no me va a intimidar. Si yo mantengo una amistad o lo que sea con Hayden, no es de su incumbencia. No estoy haciendo nada malo y, el que esté estúpidamente enamorada de su hermano, no significa que no pueda socializar con el sexo opuesto.

—Cómo sea —se encoge de hombros Haz—. Ustedes sabrán lo que hacen.

—Exacto, nosotros sabremos.

Asiente rígidamente y se aleja de nosotros.

—No debiste decir eso. —aconseja Piper.

—Ella no debió decirle eso a ella. —interviene Percy.

—Lo que sea. No importa —sonrío forzadamente—. Mejor vamos a hacer nuestras tareas.

Piper asiente y me toma de la mano, jalándome para llegar a tiempo.

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. . . . .

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Para el sexto día, ya estoy cociéndome en mi propio jugo. Me he cocinado a fuego lento. Soy realmente patética, lo sé; pero aun así, cuento los días para que Nico Di Angelo regrese a Nueva Roma. Lo sé, lo sé; debería odiarlo y aborrecerlo hasta la medula. Aun así, no puedo. No puedo hacerlo. Ya lo intenté y, puedo estar sumamente enojada con él al punto de desear lastimarlo físicamente—y créanme cuando digo que lo quiero lastimar físicamente—, pero no puedo odiarlo. Y eso es lo que me hace patéticamente débil.

El que Tyson haya llegado antes de lo planeado, ayuda mucho a que mis días sean más alegres. Tyson es realmente un sol.

Por improbable que parezca, es aun más alto de lo que recuerdo. Su cabello retorcido y grueso cae en mechones desordenados por su frente y su ojo marrón irradia felicidad por todos lados.

Lo primero que hizo, fue darme un abrazo tritura-huesos, luego de decirme lo mucho que me había extrañado, y que papá mandaba saludos y un mensaje nada amigable:

"Dile a tu hermana que aun es pequeña para chicos. Y dile al difuntito que tiene Hades por hijo, que por su bien, se mantenga alejado de mis dominios"

Seh, mi padre siempre taaaan atento. Nótese el sarcasmo.

Lo malo, es que Tyson había llegado con Ella. Me alegra que él sea feliz con ella, en serio, pero es deprimente estar rodeada de parejas felices cuando tú has sido rechazada por otro. Bueno, está Leo, pero él no cuenta como soltero porque está tras los huesitos de una romana dura de roer, pero él aun tiene esperanzas de conseguirlo. Y, también está Hayden, pero no puedo estar con él más de treinta minutos sin querer arrancarle la cabeza.

Sí, mi primera semana aquí no ha sido la mejor de mi vida, pero he tenido peores, así que no me quejo…tanto. Miento. Me siento miserable, pero no lo digo en voz alta. Lo que uso para distraerme, son las juntas conspirativas que tengo con Hayden y las palizas que me da Reyna.

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Golpeo el costado izquierdo de Reyna y mis nudillos duelen. Ella me da un rodillazo en el estomago y se me va el aliento.

—¡Vamos Monse! —grita Tyson desde las gradas— ¡Tú puedes hermanita! ¡Monse, Monse, Monse! —canturrea.

A estas alturas, Tyson ya debería estar acostumbrado a verme perder, pero no, al día siguiente está ahí para corear mi nombre. Leo es el único que corea con él.

Hazel y Jason apoyan a Reyna. Frank, Piper, Annabeth y Percy son realistas y no toman bando —aunque sé que lo hacen para no bajarme más la moral—.

—Solo una cita. —le lloriqueo, intentando respirar.

—No. —contesta tajante.

—Pero tú misma dijiste que era un bonito detalle.

Y lo había sido. Reyna había estado recibiendo regalos anónimos desde hace algunos días. Y me refiero a regalos realmente asombrosos. Un sencillo pero hermoso colguije con el símbolo de su madre. También había recibido una hermosa rosa plateada que destellaba en la noche. Y una daga que parecía haber sido tallada por los mismos dioses. Era preciosa y, tenía una inscripción en latín que no sabía que significaba, pero ella se sonrojó un poco cuando la vio. A ella le habían encantado, pero cuando se enteró que todo había sido obra de Leo, agrió el rostro y los dejó de lado.

—Eso fue hasta que me enteré que fue plan de tu amiguito. —me arrolla.

Ella sobre mí, su peso inmovilizando mi pecho.

—Oh, vamos. Ya quisiera yo que un chico hiciera eso por mí.

—No, Monse. No voy a tener una cita con Leo.

—Dame una razón válida de porqué no.

—Porque él destruyó…

—Dije válida. —le interrumpo, rodando y haciéndola caer de lado.

Ella toma mis manos y las coloca sobre mi espalda. Bloqueando cualquier movimiento.

—Porque no me gusta.

—¿Me vas a decir que no te gustó lo que hizo? Eso fue un gran detalle.

—Y aún así envió a una niña de catorce años a luchar contra mí. Eso no es algo que haga un hombre de verdad.

Forcejeo contra ella pero no cede. Mis manos fuertemente atadas por las suyas.

—Me rindo. Me vas a dislocar los hombros.

Carcajea y me suelta.

—Que llorona.

Yo decido ignorar su comentario.

—Pero me envió porque está desesperado. Sinceramente, creo que deberías darle una oportunidad, Reyna.

—No voy a ser su plato de segunda mesa, Montserrat.

Le miro extrañada.

—No sé de lo que hablas, Reyna.

—Sé lo que pasó con su chica de la isla, Calipso ¿cierto? No voy a ser la segunda opción de nadie. Merezco algo mejor y él merece algo mejor que eso. —dice seriamente—. No me desagrada totalmente, pero conozco a Leo. Él es la clase de chico que se enamora de cualquier cosa con falda, y yo no pienso ser la distracción que le ayude a superar a Calipso. Hay psicólogos, que se consiga uno.

Dicho eso, me deja en la arena con la boca abierta. Diablos. Conseguirle una oportunidad a Leo con Reyna ha pasado de ser misión imposible, a misión suicida.

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. . . . .

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Séptimo y último día. Nico finalmente llega en unas horas.

Me enteré de Annabeth, que escuchó de Jason, que le dijo Piper, que se enteró por Frank, que Hazel ha estado hablando con Nico, y finalmente regresa hoy después de la hora de la cena. Bueno, bueno, lo acepto. No me dijo Annabeth. Annabeth le estaba diciendo a Percy y yo escuché como la buena metiche que soy.

Para empeorar las cosas, hoy amanecí con un grano monumental. Me hace falta cuerpo para el grano que tengo. Está en mi frente. Justo en un punto en medio de mis cejas. Todo por haber pasado la noche de glotona con Tyson. ¡Nos acabamos un bote de un kilo de mantequilla de maní!

Leo se había burlado de mi tercer ojo y, Percy dijo que era mi gemela buena brotando por mi frente. Idiotas.

Las estúpidas ansias por volver a ver a Nico me estrujan el estómago. Me encuentro dividida entre lo que quiero y lo que tengo que hacer. Lo que quiero es tenerlo cerca. Lo que tengo que hacer es mantenerme alejada de él. Las mujeres somos tan complicadas.

La conversación que mantuve con Nico da vueltas en mi cabeza; en específico, una solo frase: es mejor ser solo amigos.

Amigos. ¿No sería raro volver a ser amigos y pretender que todo eso nunca pasó? Yo sí lo sentiría raro, pero es de esperar porque a mí me gusta Nico. Más que gustarme, me enamoré como una tonta de él. Él solo quiere ser mi amigo después de que me envió las señales incorrectas y de que me correspondió el beso. Conclusión: la vida es una mierda.

Pese a que me duele, prefiero seguir siendo su amiga a pretender que no existe como los últimos días. Tener la amistad de Nico es mejor que no tener nada. Tal vez estoy destinada a ser siempre la amiga y nunca la novia. Puedo vivir con eso…

Mi desencanto se me va de las manos cuando después de la cena Nico no llega. Ni siquiera me atrevo a preguntarle a Hazel por qué no regresó. Hazel y yo no hemos sido las mejores amigas últimamente. Y cuándo le pregunto a Percy, él se limita a contestarme:

—No sé. No me interesa y no me importa.

Pues bien, me tocaba el plan b: Leo. La cosa es que Leo se la pasaba detrás de una morena que realmente, realmente se la ponía difícil. Ya perdí la cuenta de los intentos y planes que ha hecho Leo y, todos ellos terminan en un fracaso rotundo.

Busco a Leo en un intento de conseguir esa preciada información. Lo encuentro debajo de las copas de un árbol, mirando el cielo estrellado sobre nosotros. Está sentado y con un semblante pensativo, apacible. Me detengo a ver sus rasgos y noto lo maduro y guapo que luce cuando está así. Reyna es una chica con suerte.

—Hey. —aviso mi entrada. Levanta su rostro y una pequeña sonrisa ladeada se asoma en la esquina de sus labios — ¿Puedo?

Él palmea el sitio a un lado de él, invitándome a sentarme.

—No sé ni por qué preguntas. Sabes que eres bienvenida.

Levanta la vista y se vuelve a perder en las estrellas. Su mirada nostálgica me dice que ve algo mas en el cielo moteado.

—Nunca lo lograré, ¿verdad? —dice de la nada, y sé a lo que se refiere.

Una opresión se instala en mi pecho. Sé lo que él siente. Lo sé porque yo también lo siento.

—Pensé que lo último que se perdía era la esperanza. —le recuerdo sus palabras.

—Tal vez ya no me quedan fuerzas para aferrarme a ella.

Nos quedamos en silencio una vez más. Los murmullos lejanos de conversaciones llegan a nosotros, recordándonos lo solos que nos sentimos por dentro. Una risa estruendosa llega y, yo solo me abrazo a mí misma.

—Todo esto se pudo haber evitado —murmuro, mirando hacia el cielo.

Él me mira sin comprender, enarcando una ceja y con la duda en sus ojos.

Sonrío quedamente.

—Si tan solo me hubiera enamorado de ti —explico—, nada de esto habría pasado. Tú y yo podríamos haber funcionado como pareja y ninguno de los dos estaría sufriendo por el rechazo de Nico y Reyna.

Se me queda viendo y, soy consciente de que es la primera vez que hablo con él respecto a ese asunto. Cuando comprendí en ese prado que hablaban de mi, hice oídos sordos respecto a lo que dijo Leo de hacerse a un lado, lo cual, fue muy egoísta de mi parte. Leo es mi amigo y no me importó hacerme de la vista gorda respecto a sus sentimientos.

—Tal vez. Pero dime una cosa; cuando llegaste al campamento, ¿quién fue el que te hizo sentir segura?

— ¿Eso que tiene que ver?

—Yo lo presencié esa noche, Monse. No fue amor a primera vista ni nada de eso, pero esa noche, decidiste quedarte por una razón. Nico te hizo sentir segura cuando todos nos mostramos un tanto hostiles para contigo.

—Annabeth también fue amble y no me ves babeando por ella. —replico.

Pone sus ojos en blanco.

—Bueno, dime ¿quién es por el que más has demostrado debilidad ante todos?¿De quién buscas el más mínimo gesto de apoyo cuando te sientes atemorizada, apenada, asustada o alegre? —el nombre está a punto de salir de mi boca pero lo retengo— Siempre ha sido Nico, siempre es él el que te está apoyando, el que está al pendiente de ti, el que te cuida, al que buscas cuando te sientes triste, al que le revelas tus secretos, el que seca tus lágrimas. Nuca soy yo, o Percy, o Tyson. Siempre lo buscas a él. —sonríe amablemente, diciéndome que está bien con eso.

—También te busco a ti.

—No como a él. Hubo un tiempo en el que me gustaste. Realmente me gustabas, pero, Nico es mi amigo, y él merecía una oportunidad —una chispa de diversión cruza por sus ojos, dejando en el olvido su seriedad—; o sea, mírame, soy irresistible, no era justo para él.

Carcajeo, aligerado la atmosfera.

—Por supuesto —le sigo la corriente—. No habría sido justo para nadie.

—Exacto. Además, hubieras terminado eclipsada en esa relación porque soy simplemente asombroso y no puedo evitarlo, nena —Carcajeo. Él suspira por un largo momento—. Eres mi amiga, Monse. Eso nunca va a cambiar. Nunca. Me gustaste, pero no más que las otras chicas.

—Oye, gracias. —replico con sarcasmo.

—Es la verdad. Me gustabas pero no tanto como para perder a un amigo.

—Tú también me gustabas, o al menos creo que me gustabas.

—Lo sé. Es inevitable que le guste a alguien —golpeo su hombro—. Tenía la sospecha, pero también vi que estabas más colada por Nico, tampoco soy ciego. Me retire y dejé que las cosas tomaran su rumbo.

—Y acabamos en esto. —señalo nuestro entorno.

Se encoge de hombros.

—Ya no tengo argumentos para defender a Nico. El chico es raro. Solo espero que cuando se arrepienta y trate de hacer las cosas bien, no sea muy tarde.

—Voy a ser su amiga. —le informo, volteando a verlo. Me mira escéptico—. Es mejor que nada. —explico simplemente.

—Suerte con eso. Nunca es fácil.

—Lo sé. Al menos lo intentaré.

Asiente lentamente y regresa la vista a las estrellas.

—¿Qué harás con Reyna? —pregunto después de un largo silencio.

—Ya te dije: me daré por vencido. Me retiraré con gracia. Reyna nunca va aceptarme y, ya no puedo seguir enviándote a esas masacres.

—No me importa que me masacre. ¿Qué son algunos raspones y moretones?—le quito importancia.

—Ya no me hago ilusiones, Monse. Reyna no me aceptará jamás —una carcajada forzada sale de su garganta—. Creo que lo merezco. Antes ni siquiera me dignaba a mirarla. Cuando coincidíamos, apenas y la saludaba. Estaba tan absorto en mis asuntos que nunca le presté atención.

—Eso no es tu culpa.

Se encoge de hombros.

—Lo que sea.

—Ella piensa que la quieres de plato de segunda mesa —explico—. Piensa que sigues enamorado de Calipso. —digo el nombre temerosa.

—Calipso siempre será especial para mí, pero finalmente la he dejado ir. No puedo vivir pensando en lo que pudo haber sido. Si Calipso es feliz con Adam, yo soy feliz por ella y, finalmente puedo comenzar a vivir mi vida sin estar pensando en ella. Quería que Reyna estuviera en ella, pero ella se rehúsa.

—Tal vez tienes que demostrarle que no la quieres para algo pasajero; que realmente te gusta y no es un juego para ti, Leo. Ella te tiene en el concepto del chico enamoradizo que lo intenta con todas. Demuéstrale que no eres ese chico. Hazle ver que no eres eso, que eres un chico especial.

Suspira.

—Tal vez si debí haberlo intentado contigo —bromea—. Es más fácil apantallarte a ti que a Reyna.

—Baboso. —contesto, dándole un pequeño zape.

—Es parte de mi encanto natural.

Nos quedamos mirando el cielo, pensando. Ambos nos recostamos y, Leo me enseña algunas constelaciones, relatándome las historias detrás de ellas. Uso su brazo de almohada y presto atención a sus palabras.

Un bostezo sale de su boca y sé que es momento de irnos a la cama. Un pensamiento pasa por mi cabeza. Somos Leo y yo, dos corazones rotos que se refugian en la amistad y comprensión que ofrece el otro. Sonrío tristemente.

—Gracias por estar aquí, Leo.

—No hay de qué.

Voltea y deja un tierno beso en mi frente. Me mira a los ojos y, la comprensión pasa por nosotros. Esto es lo que ambos necesitábamos: alguien que nos comprendiera. Me sonríe y continúa con su historia. No sé el momento, pero finalmente nos quedamos dormidos a mitad del prado en los brazos del otro.

.

Los rayos del sol me pegan en la cara, perturbando mi apacible sueño. Escucho pasos cerca pero los ignoro. Una brisa helada se enrosca en mis brazos y yo me aferro al cuerpo caliente a mi lado. Leo me aleja y yo vuelvo a envolverlo con brazos y piernas. Él tiene la culpa por ser un tizón andante.

—Hermanita, despierta. —dice la voz de Tyson

Gruño en respuesta. Busco a Leo a tientas y finalmente pasa un brazo por encima de mi cuerpo, compartiéndome su calor.

—Monse, despierta. —vuelve a llamar Tyson.

—Tyson, llévatela y déjame dormir. —gruñe Leo, aventándome nuevamente.

Yo busco calor y me abrazo de Leo.

—Buenos días. —dice una voz femenina.

Los ojos de Leo se abren rápidamente al reconocer la voz y me avienta bruscamente, dejándome desconcertada. Se pone de pie de un salto y se acomoda las ropas arrugadas.

—Buenos días, Reyna. ¿Cómo amaneciste? —le regala una enorme sonrisa ilusionada.

—Muy bien. Gracias por preguntar —dirige su mirada a mí y su mirada se endurece un poco—. Veo que han pasado una muy buena noche.

—No es lo que parece.

Reyna le corta con un gesto.

—No me debes explicaciones, Valdez. Puedes hacer lo que quieras. A mí me da igual. —aun así, su mirada me dice que no es así.

—Déjame explicar…

—No me importa —dice con simpleza—. Veo que no has cambiado… Cómo sea —cambia de tema bruscamente—, venía a decirle a Monse que Nico ha llegado. Llegó ayer en la madrugada. Pensé que te gustaría saberlo.

Me pongo de pie velozmente, tomando la mano que me ofrece Tyson y, antes de poder salir disparada a su encuentro, Tyson aferra su mano a la mía.

—Prometiste ayudarme con mi escudo. —recuerda con su voz infantil y esperanzada.

¿Cómo podría negarle algo a ese grandulón? Hago de tripas corazón y acompaño a Tyson antes de ir a desayunar.

Gasto unas horas amartillando una pieza de metal, estropeándola y obteniendo regaños por parte de Tyson por hacer las cosas mal, ¿pero qué esperaba? Soy una inútil en el arte de la herrería.

Para la hora del almuerzo, estoy que vibro por ver a Nico nuevamente. Lo sé, soy una masoquista de mierda, pero qué le voy a hacer. Los días se me hicieron eternos, pero al menos mi fuerza de voluntad se ha incrementado; creo que puedo estar alrededor de Nico sin lanzármele encima como si no hubiera un mañana… creo.

—Papá dijo que te tenía una sorpresa para cuando regresáramos al campamento.

—¿En serio, Tyson? ¿Desde cuándo papá es de los que da sorpresas? —digo incrédula.

—Desde que dijo que te iba a gustar.

—Pero…

—Percy se comió mis galletas hoy en el desayuno.

—Percy es un glotón de lo peor. Tiene suerte de no ser obeso.

Tyson se suelta a reír en carcajadas profundas.

—Imagínatelo todo cachetón y con panza. —contesta, sosteniéndose el estómago.

La imagen de un Percy rechoncho y con la boca manchada de betún azul salta a mi mente. No puedo evitar reír.

—En vez del sirenito de papá, sería el ballenato de Poseidón. —suelto.

—Espero que no estén hablando de mí —reprocha el hermano mayor.

Tyson y yo explotamos en carcajadas al imaginarlo como ballena. Sip, los hijos de Poseidón somos ridículos.

Percy nos frunce el ceño molesto por ser apartado de la broma familiar.

—Venía a decirte que Reyna nos dejará comer con ella; así tenemos un ambiente más íntimo.

Sé lo que pretende. Intenta que no me tope con Nico aun, pero no sé qué es lo que tiene Percy en su cabeza. Creo que no está consciente de que Nico regresará con nosotros en unos días en el Argo II porque vive en el Campamento mestizo: el campamento donde también vivo yo. Por lo cual es muy improbable que no nos veamos nuevamente.

—Percy, algún día lo tengo que volver a ver. No podemos evitarlo lo que me queda de vida. —me burlo.

—No quiero estar cerca de él —reprocha—. Y Tyson me apoya en esto.

—No metas a Tyson en esto. Y me prometiste que no le harías nada. Dijiste que sería como si nada hubiera pasado, Percy.

Entrecierra los ojos y me acusa con la mirada.

—A mi me agrada, Nico —dice Tyson—. Creo que le gustas. —dice a mi oído, pero Percy también lo escucha.

Sonrío forzadamente.

—Solo somos amigos. —le contesto.

—Bien. Papá dijo que no le gustaba para perno.

—Yerno. —corrige Percy.

—Lo que sea—le resto importancia, ignorando el hecho de que nuestro padre ha decidido meter las barbas en mi inexistente vida amorosa— ¿Podemos cambiar de tema? Como por ejemplo, podemos hablar de Tyson y Ella.

Las mejillas de Tyson se sonrojan y su enorme ojo se ilumina de felicidad. Percy suelta una risilla tonta.

—Es muy bonita. —es lo único que dice.

—Sí, campeón.

—Me gustan sus alas. —un sonrojo aun mayor.

—Me di cuenta. —digo burlonamente.

—Y es muy inteligente.

—También lo notamos. —dice Percy.

—Y sus ojos parecen estrellas.

Percy carcajea, avergonzando aun más a Tyson.

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. . . . .

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Hora de la comida. Lo que quiere decir que faltan tres horas y media para mi inminente encuentro con Reyna. Aunque no lo crean, está vez tengo un plan. Y no, no consiste en correr para que ella no me alcance… ya lo intenté y no funcionó.

Mi plan consiste en… ¡bien! El plan de Annabeth consiste en que me limite a atacar las extremidades inferiores de Reyna y me mantenga alejada de sus brazos. Como soy muchos centímetros más pequeña que ella, es más difícil —palabras de Annabeth—, que se pueda proteger a tiempo.

Un enorme plato de sopa de vegetales es lo que hay de comer. Yum. Me siento a un lado de Hayden, tratando de ignorar el hecho de que Percy me espera en el salón junto con los demás para comer. Prefiero declinar su oferta y conspirar un poco más Hayden.

Entre nuestras opciones, se encuentra la decapitación, pero creemos que contar con un augur es importante para la prosperidad de Nueva Roma. Hayden había ofrecido la incineración, pero creo que es algo radical. Luego pasamos a la idea de secuestrarlo, meterlo a un cuarto oscuro, encadenarlo a una pared y dejar una sierra manual a un lado de él, que él decidiera cuanto apreciaba su pierna. Pero es difícil conseguir un lugar donde hacerlo… Además, los demás lo buscarían —por compromiso no por gusto—. Lástima, esa idea era nuestra favorita.

—Creo que te da miedo poner en práctica alguno de mis planes. —pica Hayden, con una sonrisa lobuna.

—Creo que solo dices estupideces el día de hoy. —le empujo del hombro.

Su plato se mueve ligeramente, haciendo ruido en la mesa. Me empuja de vuelta y golpeo levemente a la persona al lado mío.

—No me empujes, graecus. —exige, haciendo gestos ridículos, imitando a Octavian.

Tomo un pedazo de zanahoria y se la aviento al ojo.

—No le pedí su opinión, brujo loco. —me burlo.

Me mira falsamente ofendido y me arroja un puño de arroz, desparramándose por todos lados.

—No has hecho eso. —le advierto divertida.

Disparo un proyectil de verduras y arroz, apuntando a su cara. Hayden esquiva un poco, pero yo no me detengo, riendo a carcajadas. Comida sale disparada entre nosotros dos y, las miradas de molestia no tardan en llegar, pero no nos importa.

Las carcajadas de Hayden son suficientes como para que no me importe estar embarrada de guacamole y tener arroz en lugares en los que nunca deberían estar esos pequeños granos. Poco a poco, más chicos comienzan a unirse a nuestro juego infantil —eso sucedió cuando ambos nos quedamos sin comida en nuestros platos y pasamos con los platillos centrales—. Gritos y carcajadas inundan el lugar y, Hayden y yo entramos en una guerra a muerte. El tiene un tiro de albóndigas de muerte, pero no se compara a mis proyectiles de brócolis.

Hayden se pierde de mi vista y, salgo de mi escondrijo —una mesa volteada— en su búsqueda. No tardo mucho en sentir un líquido tibio y espeso recorriéndome toda. ¡Hayden me ha vaciado un plato de sopa! El liquido rojo escurre por mi rostro y mi ropa queda empapada. Él comienza a reír a carcajadas; comida pasando por nuestros costados. No termina de saborear su victoria cuando mi mano se estampa en su mejilla, embarrando su rostro con puré de patatas. Salgo disparada nuevamente y él sale tras de mí. Gwen me toma de la muñeca, me hace espacio detrás de su mesa y me pasa un plato lleno de albóndigas. Ambas disparamos contra Hayden.

Hayden se las ingenia para traspasar nuestra defensa de albóndigas y me embarra guacamole en la cabeza. Mis cabellos llenos de aguacate y él suyo de patatas. Comenzamos a reírnos de nosotros mismos, burlándonos del otro.

—¡¿QUÉ PASA AQUÍ?! —grita una voz masculina.

El rostro de Jason no se ve nada amigable en estos momentos.

Hayden y yo cortamos los jueguitos, al igual que todos los demás. El silencio inunda el lugar y puedo sentir la mirada de reproche de Percy sobre mí. Mis manos embarradas de salsa.

—¿Guerra de comida? —responde algún valiente.

El rostro de Leo me dice que hace su mejor esfuerzo por no explotar a carcajadas ahora mismo, pero eso se me olvida cuando veo a la persona a un lado de él.

Nico evalúa todo el lugar y, su mirada se encuentra con la mía. Siento una sonrisa tonta aparecer en mis labios, como si estuviera programada para sonreír cada vez que veo a Nico. Sonríe levemente, no quitándome los ojos de encima. Dejo de escuchar los regaños de Jason y Reyna; solo regreso a la realidad cuando siento la mano de Hayden apoyarse en mi hombro.

—Fue mi culpa. Yo inicie con el juego y se me salió de las manos. Lo siento. —se disculpa.

Volteo a verlo desconcertada, rompiendo el contacto visual con Nico. Hayden se limita a negar levemente y me guiña un ojo.

—No es…

—No volverá a ocurrir. —me interrumpe.

Jason se acerca a Hayden y luce intimidante.

—Esperaba más de un centurión de tu talla. Tu hermano estaría decepcionado.

Hayden no se inmuta, pero sus ojos grises se endurecen un poco.

—Mi hermano se decepcionaba con facilidad. Para él todo era personal. —se limita a contestar.

Toco la mano que Hayden colocó en mi hombro en señal de apoyo.

La alegría se enfría de tajo en las mesas. La tensión se siente en todo el lugar y el silencio es insoportable. Es como si a todos nos hubieran cortado la lengua.

—Quiero este lugar limpio para antes de las seis. —ordena Reyna, dando un paso enfrente.

Todos asentimos y los gemidos taciturnos no se hacen esperar.

—Y no quiero escuchar queja alguna. —remata Jason.

Los demás se acercan a nosotros y la sonrisa tonta vuelve a mi rostro. Hayden sigue mis pasos de cerca y siento su pecho casi pegado a mi espalda. Nico frunce el ceño y me pierde de vista, mirando algo más allá de mí.

—Te extrañé. —le abrazo fuerte. Hundo mi rostro en su pecho y su aroma me inunda.

Voltea hacia abajo y sonríe.

—También te extrañé, Mare Starlet. —contesta con una enorme sonrisa.

Me tengo que recordar mi meta. Amigos. Solo seremos amigos. Puedo con esto.

Desvío mis ojos de los suyos y me concentro en Leo. Me hace señas y sigo la trayectoria. La chaqueta de Nico está toda embarrada de comida batida allí donde lo toqué.

—Lo siento. —digo realmente apenada.

—¿De qué?

Mira hacia abajo, su chaqueta sucia y él solo ríe divertido.

—No te preocupes, Monse. —sus ojos se clavan en los míos y mis rodillas no tardarán en temblar.

Esboza una sonrisa. Estira la mano y aparta un mechón embarrado de guacamole de mi rostro, acariciando mi mejilla apropósito, provocando un temblor en mis rodillas y dificultando que me concentre en mi promesa. Amigos. Solo somos amigos.

Percy se aclara la garganta de forma innecesariamente ruidosa, trayéndome un poco de lucidez. Amistad. Amigos como antes.

—¿No hay algo que quieras decir, Nico? —le acusa con la mirada pero una sonrisa burlona se planta en sus labios.

—Ehh… sí.

Annabeth me guiña un ojo y sonríe ampliamente en mi dirección. Piper suspira y tiene esa mirada ensoñadora con la que siempre ve a Jason.

Algo raro está pasando y yo no sé nada al respecto.

—¿Podemos hablar, Mare Starlet? — su mirada esperanzada me desarma.

—Seguro.

—A solas. —dice viendo a los demás.

Un quejido sale de los chicos y asienten desganados. Hayden se limita a observarnos y guiña en mi dirección.

—¿Y si prometemos no hacer ruido? — comenta Leo.

—Tú vienes conmigo. —zanja Reyna. No hay que ser muy inteligentes para saber que Leo dio media vuelta detrás de ella.

—Sé lo que vas a decir. —anuncio antes de que los demás se vayan.

Por primera vez en el día, Nico luce nervioso.

—¿Lo sa-sabes?

¿Acaso eso en su frente es sudor?

—¿Lo sabes? —preguntan Hazel y Piper al mismo tiempo. Decido ignorarlas.

—Sí. Estuve pensando en nuestra última conversación y…

—De eso quería hablar —dice entusiasmado—. Hablé con tu hermano y está de acuerdo en esto…

—Lo sé, yo hablé con él. Sabía que entrarías es razón Nico…

—Pensé que no ibas a querer hablar conmigo después de lo que pasó.

Para este punto, Leo saca una zanahoria de la camisa de Hayden y la toma de bocadillo para disfrutar el show.

—Para nada Nico. Estuve pensando y tienes razón. No creo que sea bueno seguir dándole vueltas al asunto.

El alivio recorre su rostro y da un paso en mi dirección. Sus ojos chispeantes de vida y felicidad. Una forma que no había visto nunca en él.

—No sabes lo feliz que me haces, Mare Starlet. Juro que nunca me comportaré como un idiota contigo. —me abraza.

Alcanzo a ver por mi vista periférica la sonrisa de Tyson y Percy y como chocan puños entre ellos. Frunzo el ceño desconcertada. Pensé que Percy se iba a poner más difícil en todo este asunto.

—Está bien, Nico. Somos amigos, esta solo fue una más de nuestras peleas sin sentido. Todo está bien entre nosotros. —sonrío amablemente.

Se tensa en mis manos y me aparta de él de forma en que puede mirarme a los ojos. Yo me esfuerzo por mantener la sonrisa falsa y no revelar lo que duele pronunciar esas palabras.

—¿Amigos? —dice desilusionado, no creyendo la palabra; casi con reproche.

—Los mejores —reconozco—. Tenías razón, es mejor ser amigos y pretender que nada sucedió. ¿Para qué arriesgar nuestra amistad? —termino con otra sonrisa falsa.

Su rostro blanco y sus ojos apagados me dicen que esa no es la respuesta que esperaba. ¿Pero qué quería? ¿Qué me lance a sus brazos y le ruegue que me quiera para que pueda rechazarme otra vez y subirse el ego? No lo haré.

Las mandíbulas de los demás están por los suelos, no creyendo lo que acaba de suceder. ¿Es mucho pedir un poco de privacidad?

—¿Amigos? —repite incrédulo.

Asiento extrañada.

Hayden explota en carcajadas. Carcajadas de las buenas. Volteo a verlo y parece un loco. Los demás le fruncen el ceño pero a él no le importa. Nico desliza sus manos de mis hombros a mis manos y entrelaza nuestros dedos.

—Monse, yo…

—Tardaste demasiado, amigo. —interrumpe Hayden entre carcajadas.

Leo empuja a Hayden en señal de que se calle. Hayden le frunce el ceño molesto y se quita una albóndiga del hombro.

—Toma, trágate esto, duendecillo —le estira el bocado—, y deja de molestar.

Leo se indigna y humo sale de su cabeza.

—Monse…—llama mi atención nuevamente Nico.

Le sonrío amablemente.

—Está bien, Nico. Creo que va ser incómodo al principio, pero realmente ya olvidé lo que pasó. Está bien así. No te preocupes.

—Pero…

—Tengo que ir a bañarme. A menos que ser un bufete andante sea la última moda, me iré a bañar. Tengo comida en lugares en los que debería ser ilegal tenerla. ¿Te parece si hablamos después de lo de Reyna? Tenemos que ponernos al día. No te imaginas lo que ha pasado. Hayden y yo hemos planeado algo fenomenal, bueno, aun no es algo concreto, todavía nos falta decidir, pero creo que podrías ayudarnos —hablo tan rápido que dudo que me siga el hilo—. Todo es por una buena causa. Y Hayden tiene unas ideas brillantes, aunque algo extremistas. Ya ves lo que ocasionó —me señalo—, todo por estar jugando. Y hace unos pocos días fuimos al rio, y comenzamos una competencia de natación que…

—¿Hayden es de lo único que me vas a hablar? —me interrumpe irritado— ¿No pasaste tiempo con Leo o alguien más?

—Wow, creo que alguien tuvo una mala semana. —me jacto.

—¿Eso es lo que crees que pasa aquí? —nos señala— ¿Qué tuve una "mala semana"? —replica enojado—. Porque si es así no entiendes nada.

—Ay, ya van a empezar. —se lamenta Leo.

—Mira Nico, no es mi culpa si vienes de malas. Voy a bañarme y cuando se te bajen los humos, me buscas y hablamos, amigo.

Me mira ofendido, exasperado y frustrado.

—Te acompaño. —anuncia Hayden, alcanzándome y rodeando mis hombros con su brazo, llevándome lejos de la mirada inquisitoria de los demás.

—No seas fastidioso. —me quejo una vez que nos alejamos de los demás.

Me avienta juguetonamente, separándose de mí.

—Oh vamos, esto va a ser divertido. No me quites la diversión.

—No sé de lo que me estás hablando.

Se detiene en seco y me mira a los ojos.

—¿Me vas a decir que no sabes lo que acaba de pasar allá atrás? —señala detrás de él.

—¿Te refieres a la parte en la que mi amigo y yo hicimos las paces? —le digo lentamente para que comprenda.

—Ja, ja, ja. Que graciosita —replica con sarcasmo—. Esto va a ser súper divertido. —anuncia con una sonrisa maquiavélica.

—Eres un idiota. —me burlo.

—La idiota aquí eres tú, amiga mía —niega divertido—. Ahora ve a bañarte, ensalada ambulante. ¡Hey, hice un verso sin esfuerzo!

Enarco una ceja.

—¿Y yo soy la idiota?

—Ya lárgate a bañar. —dice con simpleza, sin que la sonrisa abandone nunca su rostro.

.

Después de la nueva paliza administrada por Reyna —porque el plan de Annabeth no funcionó por lo nerviosa que me puso el tener a Nico nuevamente cerca—, Leo pasa una toalla por mis hombros.

—Esta es la última vez que haces esto, Peque.

—¿De qué hablas?

—De que ya es suficiente —sonríe tristemente—. No dejaré que sigas en esto. No va a funcionar. No sé en qué estaba pensado.

Su mirada apesumbrada y la falta de brillo en sus ojos marrones me hacen perder la ilusión hasta a mí.

—No digas tonterías —le golpeo juguetonamente—. Ya estoy más cerca de vencerla. —miento.

—Sabes que no es así. Eres muy débil y pequeña, y no tienes la técnica adecuada.

—¡Gracias, amigo! Caray, mi autoestima acaba de subir por los cielos. Recuérdame por qué te hago favores.

Sonríe de lado.

—Porque soy irresistible y no hay nada que no harías por mí.

—Sabes, estoy replanteándome la idea.

—No, no es cierto. Me amas demasiado.

—Eres un creído de lo peor. —sonrío.

—Esa es mi chica.

—No soy tu chica.

—Chicos, pensábamos en ir a dar una vuelta a la ciudad —interrumpen Percy, Annabeth y Nico, acercándose a nosotros—. ¿Se unen?

—Me ofenden —replica Leo—. No sería una salida si falta el alma de la fiesta —ruedo los ojos—. Claro que voy.

—¿Y tú, Monse? —pregunta Nico; detecto un tono de esperanza en su voz.

—Segu…

—Tenemos planes. —me interrumpe Hayden con una enorme sonrisa.

Frunzo el ceño.

—¿Los tenemos? —pregunto, no recuerdo haber hecho planes con él.

—Sí. Bueno, no te había preguntado, pero te invito al cine hoy. ¿Qué dices?

Frunzo aun más el ceño. Mi cara debe parecer de caricatura.

—¿Eh?

—Cine. Tú. Yo. Palomitas. Soda. Película. ¿Qué dices?

Cinco miradas se clavan en mí, esperando una respuesta que no puedo ni procesar. Hayden sonríe de forma malvada y sé que se muere por no soltar una carcajada.

—Va a salir con nosotros. —taja Nico enojado.

—Creo que ella puede tomar sus propias decisiones, Nico. No es necesario que decidas por ella, creo que ya lo has hecho bastante. —le corta con malicia. Nico desvía la mirada.

Percy, Annabeth y Leo miran de Nico a Hayden. No sé por qué, pero creo que Leo desea tener palomitas para disfrutar del show.

—Podemos ir al cine mañana, Hayden. —contesto finalmente.

Una sonrisa triunfal se cuela en los apetecibles labios de Nico y eso me molesta.

—Es una cita entonces. —recalca Hayden, mirando a Nico directamente, observando cómo su sonrisa se crispa en una mueca furibunda.

—Supongo. —murmuro poco convencida.

—Ah, no —comienza Percy, pero Annabeth le propina un pisotón—. Pero ella…

—Ya hablamos de esto.

—Pero ella no puede…—comienza Leo, siendo acallado por una mirada mortal de Annabeth —. Por eso digo que calladito me veo más bonito.

—Nos vemos mañana entonces, Monse —se despide con un beso en la mejilla, algo que nunca hace, y susurra en mí oído: —No lo pude evitar. Me lo agradecerás luego.

—¿En serio vas a salir con ese idiota? —cuestiona Nico.

Leo y Percy clavándome la mirada. Alzo el mentón altaneramente.

—No es un tema que les incumba, metiches. —me salgo por la tangente.

—Auch —se burla Annabeth—. Creo que eso contesta su pregunta. —me sonríe.

Caminamos una al lado de la otra.

—Y Hayden no es un idiota. —les replico sobre mi hombro.

.

—¿Es mucho pedir que Leo no diga idioteces por una noche? —pide Frank exasperado, recibiendo un golpe de un pan volador.

—En ese caso no hablaría. —se burla Jason.

—No le veo lo malo. —coincide Percy.

—Bueno, yo extrañaría sus ocurrencias. —dice Hazel.

—Al fin alguien que me aprecia. —se lamente mi amigo.

—Que dramático. —me burlo.

—¿De qué lado estás, Peque? ¿Del mío o del de los que me maltratan?

—Recuerda que soy tu hermano. —interviene Percy.

—Vaya, eso lo pone difícil. —digo trágicamente.

—¡Tienes que decir que del mío! —reniega Percy, lanzándome una papa frita.

—Y es por eso que voy a decir que del de Leo. —contesto, sacándome la patata del escote.

—Sé de alguien que hubiera sacado esa papa gustosamente. —dice Leo de forma maliciosa.

No puedo evitar colorearme como tomate maduro, aunque no soy la única en la mesa que se ruboriza. Ignoro a Nico.

—Y yo sé de alguien que te quiere partir la cabeza en estos momentos. —contesto

—Ésta chica me cae bien —aporta Frank—. Cualquiera que te quiera partir la cabeza, Valdez, me agrada.

Hazel le planta un zape a su novio y frunce el ceño.

—Deja al pobre.

—Él es el que empieza, Haz.

—Sí, Haz, sabes lo desesperante que puede llegar a ser. —coincide Piper.

—Y ruidoso. —aporta Annabeth, sorbiendo de su mateada.

—E inflamable. —coincide Jason.

—Y perturbador. —agrega Nico.

—E imprudente. —termina Percy

—Chicos, estoy en la mesa, justo a un lado de ustedes. Puedo escuchar todo lo que dicen.

—Pues no lo dijeron en secreto…—canturreo.

Me mira falsamente ofendido.

—Mi corazón —dice llevándose las manos al pecho—. Haz roto mi corazón.

—Y olvidaron decir dramático. —dice una nueva voz.

Levanto la mirada solo para encontrarme con Reyna, con una sonrisa pícara.

Leo la mira de par en par, esperando despertar. Sonrío feliz. Reyna aceptó mi invitación.

—¿Puedo sentarme? —pregunta, sorbiendo a su malteada.

—¡Claro! —salta Leo emocionado, aventándome a la ventana para hacerle espacio a Reyna.

Quedo apretujada entre la ventana fría y el cuerpo de Leo presionándome, y con Nico frente a mí. Genial.

Ruedo los ojos y Nico ríe divertido. Le saco la lengua. Levanta las cejas en un gesto de burla, haciendo que entrecierre mis ojos. De pronto, es como si fuéramos los mismos amigos de siempre; como si nada hubiera pasado la semana pasada.

Niego lentamente y tomo un sorbo de mi bebida.

—¿Y qué tal tu semana en el inframundo? ¿Cambiaron la decoración? —pregunto en un intento de iniciar una conversación segura.

—Sí. Decidimos quitar el tema de Halloween y usar el de Tim Burton.

—¿El de quién? —pregunto desconcertada.

—¿No sabes quién es Tim Burton? —se sorprende— Tengo que culturizarte un poco. ¿Qué dices si mañana vamos al cine a ver una película de él? Puedo pasar por ti después de la cena.

—La cena es a las ocho.

—¿Y? Podemos pasar una velada agradable.

Un huracán se inicia en mi estómago ante la posibilidad.

—Seguro. Pero ¿crees que los demás quieran ver una película de él?

Un pequeño sonrojo incomodo cubre su cuello.

—En realidad, esperaba que pudiéramos ir solos —dice algo incómodo—. Ya sabes, solo para ponernos al día tú y yo.

—Oh. —no puedo evitar sacar a relucir mi asombro.

—Solo si quieres.

—Me encantaría, Nico…

—¿Pero?

—… Pero mañana saldré con Hayden, ¿recuerdas? —me aferro a mi única esperanza de no estar a solas con él; no porque no quiera, sino porque es lo más sano para mí en estos momentos.

—¿En serio vas a salir con él?

—Es mi amigo, Nico. ¿Por qué no saldría con él? —rio divertida.

—Cierto. —contesta más forzado que de gana.

—Pero podemos ponernos de acuerdo con los demás y salir otro día; antes de irnos al Campamento. —ofrezco.

—Seguro. —murmura desganado.

De soslayo, me percato de varias miradas posadas sobre nosotros nada disimuladas.

—¿Se te perdió algo? —pregunto a Percy, enarcando una ceja.

—Ehhh… ¿no?

Asiento entrecerrando acusadoramente mis ojos.

Para mi sorpresa, Leo y Reyna sostienen una conversación civilizada. Nada de coquetos y rechazos. Nada de insinuaciones y negativas. Simplemente conversan sobre un tema tan trivial que hasta da risa.

Le hago señas a Nico para que los vea, y sonríe orgulloso. Nuestro pequeño está creciendo.

La velada transcurre con pláticas tontas entre todos, Nico y yo riendo el uno del otro. Antes de que me dé cuenta, todos damos un paseo nocturno por la ciudad y, Nico y yo vamos tomados de la mano.

—Es lindo esto. —comenta de la nada.

—Lo sé. Todo es muy tranquilo a esta hora.

—Me refería a esto —dice, dándome un apretón cariñoso y alzando nuestras manos entrelazadas—. Es lindo estar cerca de ti.

Mi corazón late a una velocidad alarmante y siento como se me va el aliento. Sus ojos son hermosos bajo el manto estrellado. Es cuando me pregunto cómo podré superar a este chico.

—Te extrañé, Mare Starlet.

Sonrío tímidamente.

—Supongo que también te extrañé, Nico.

Hace una pausa.

—¿Supones?

Me encojo de hombros.

—Bueno, no es como si no pudiera vivir sin ti, amigo. —le doy un pequeño puño en el hombro.

Hagamos una pausa. Realmente no sé qué es lo que estoy haciendo, y el tener a Nico así de cerca me pone más nerviosa de lo que soy. Y tengo que recordarme constantemente mi promesa de solo verlo como amigo, así que ignoren todas las idioteces que haré y diré a lo largo de esta noche, ¿okey?¡No me juzguen! Aclarado todo, despausemos esto.

Enarca una ceja y soba ligeramente su hombro.

—No es lo que quería decir. —se disculpa.

Sonrío.

—Lo sé.Es solo que, no me lo tomes a mal, pero no es muy común que digas lo que piensas a la primera. Por lo regular esa soy yo.

Ríe.

—He tenido varios días para pensar en lo que he hecho mal —encoge ligeramente los hombros—. Creo que es tiempo de enmendar mis errores—sonríe ladinamente.

—Me da gusto escuchar eso, Nico. Es bueno verte sonreír más seguido. Además, estoy segura que serás más divertido.

—Soy divertido. —se queja.

Enarco una ceja.

—Nico, no es verdad —contesto, aguantando la risa—. Solo te metes en problemas a causa de Leo.

—Y tuya. —contraataca.

—No es cierto. —me ofendo.

—¿Debo recordarte tu primer día en el campamento, cuándo tuve una carrera infernal con Leo por tu culpa?

Balbuceo sin sentido.

—Y volvemos con Leo nuevamente. —decido por fin; pero una engreída sonrisa de victoria se plasma en su boca.

—Acéptalo, sabes que tengo razón. Las únicas veces que me he metido en problemas es por tu culpa y de Leo.

—Pues perdóneme, Don perfecto. No lo volveré a meter en problemas. —le empujo juguetonamente con mi hombro.

Gira a verme en redondo y posa sus manos en mis hombros.

—Hace poco te dije que no me importa que seas mí problema.

—No sé qué te hizo pensar que decirlo por segunda vez lo iba a hacer sonar mejor. —me burlo, pero aun así mi mente viaja a esa noche en que me abracé de él para dormir.

—No tengo idea —niega divertido—. Pero se supone que a ustedes las chicas les encantan esas cosas cursis.

Abro mis ojos con asombro.

—No sabía que te habías vuelto un doble de Jared. Eso de las cosas cursis y chicas te ha hecho sonar como idiota.

—Un gran idiota, ¿verdad?

—Has tenido mejores momentos, lo admito.

—Sí, lo sé.

—Si te sirve de consuelo, no le diré a nadie. —le guiño.

—¿Por el estigio? —me sigue la corriente.

—Bueno, no hay que ser tan drásticos. ¿Qué tal que si un día me quiero burlar de ti?

—Olvídalo. Sé que te vas a burlar de mí.

—Ten por seguro que me voy a burlar de ti.

—Cuento con ello.

Seguimos caminando y me encamina hasta la cohorte en la que estoy designada.

—Que pases buena noche, Nico. —me despido después de varios segundos incómodos.

—Igual, Mare Starlet.

Nuevamente un silencio incómodo. Muy incómodo a decir verdad. Solamente nos quedamos parados sin saber qué hacer o decir.

—Entonces…—comienza él.

—Entonces…—me balanceo en la punta de mis pies—, será mejor que entre —señalo.

—Creo que será lo mejor…

—Hasta mañana. Descansa.

—Tu igual. —se inclina ligeramente y deja un delicado beso en la comisura de mis labios que deja mi corazón bombeando como maquina a toda marcha. Entro en pánico.

—Igualhastamañana. —entro y cierro la puerta en su cara.

Amigos. Solo amigos. Solamente podemos ser amigos.

.

. . . . .

.

Despierto solo para encontrarme con Percy y Tyson sobre mi cama. Espeluznante.

—Buenos días. —canturrea Percy.

—¿Y están en mi cama porque…?

—¡Buenos días, hermanita!

—¿Y están en mi cama porque…?—repito.

—¿Qué no podemos venir a ver a nuestra hermana antes de ir a desayunar?

Me lo pienso por un segundo.

—No. No pueden. Te conozco, Percy, ¿qué quieres?

Su gesto falsamente ofendido me da la razón. Algo huele muy mal aquí y no son las calcetas sucias de mis compañeros de habitación… o puede que si sea eso, uno nunca sabe con tantos adolescentes bajo el mismo techo.

—Venimos por ti para ir a desayunar y empezar el día. —dice con un entusiasmo excesivo.

Miro de Percy a Tyson y de regreso.

—Hasta las diez. —les despido, envolviéndome en la manta, tapando la luz.

—Nada de eso, señorita —jalan de mi cobija—. Mejor cuéntanos qué pasó anoche.

—Pues, Clint, el chico de mi izquierda se la pasó roncando como carcacha vieja y, Dana, la chica de la cama de arriba estuvo babeando un poco así que no te extraño tanto…—una almohada se estampa en mi rostro.

—Monse, me refería a qué pasó ayer con Nico cuando regresábamos.

—No sean metiches. No pasó nada.

—Pero…—dice Tyson.

—No.

—Pero…—repite Percy.

—Son peores que las chicas.

—¿Él no te dijo que…?

—No me dijo nada. Me acompañó a la cohorte y se despidió —les miro acusadoramente por no haberse ofrecido ellos en la noche —. Por cierto, muchas gracias por dejarme morir sola ayer. ¿Qué pasó con eso de que no me iban a dejar a solas con él?

—Tú fuiste la que dijo que eran amigos —se defiende Percy—. Supuse que no habría ningún problema.

—Son unos idiotas. ¿Qué no leen entre palabras?

—Yo no entiendo —interviene Tyson—. ¿Son amigos o no?

—Sí. —contesto.

—¿Entonces por qué no quieres pasar tiempo con él?

—Sí quiero pasar tiempo con él, pero no a solas.

—¿Por qué? —sigue cuestionando.

—Porque sí. —zanjo.

—No entiendo. —se queja Tyson.

—Hermano, bienvenido a mi mundo. La mitad del tiempo no la entiendo y la otra mitad pretendo entenderla.

—Gracias. Son de gran ayuda. —me quejo.

—De nada. —contesta Tyson con una enorme sonrisa.

¡Hombres!

.

Caminamos hacia las mesas y, antes de que me pueda desviar a mi lugar favorito para comer, Tyson me toma de la mano y me arrastra con ellos al lugar donde comen los pretores de Nueva Roma. Ya están esperándonos los demás.

Sonrío a modo de saludo.

—Peque, tienes una pinta horrible —comenta Leo—. Creo que no eres una amante de las mañanas.

—Wow, Leo, eso es lo que toda chica desea oír. Cuidado que si sigues así te lloverán las chicas.

—Esa lengua es la razón por la que a ti no te llueven los chicos. —contesta él.

—¡Hey!

—Tú empezaste.

Le saco la lengua.

—¿Podemos desayunar? —cuestiona Reyna.

—¿Se nos va a unir esta graecus también? ¿No es suficiente con los otros?

Sonrió encantada.

—También me alegra verte, Octavian. ¿Cómo amaneciste? ¿Triste por seguir siendo tú?

Se escuchan risas sofocadas.

—No creo que sea tan triste si estuviste detrás de mí hasta hace unos días.

—Mmm… Tal vez no recuerdas que estaba drogada porque un loco psicópata me dio un narcótico. Es la única forma en la que me fijaría en algo como tú. ¿Y necesito recordarte al final quién estaba detrás de quién?

Octavian se puso tan morado como su camiseta.

—Estabas usando ese cinturón de Afrodita. Hasta un ciclope en tanga se vería atractivo usando esa cosa.

Frunzo la boca.

—Octavian, sabía que eras raro, pero que te atraigan ciclopes en tanga es algo retorcido y enfermo hasta para ti, ¿no crees? Te prohíbo te acerques a mi hermano. Él se merece algo mejor que tu.

Esta vez las carcajadas no fueron interrumpidas por nada. Los demás comenzaron a reír de él.

Su rostro de morado pasó a todas las tonalidades habidas y por haber y, sus ojos me taladraron, pero ni aun así pude borrar la sonrisa engreída de mi rostro.

—Yo no dije…

—Fue lo que entendí.

—Eso es porque eres una niña estúpida.

—A Octavian le gustan las tangas… —canturrea Leo.

—No me gustan las tangas. —masculla encolerizado, dando según él terminado el tema. Que equivocado estaba.

.

—¿Qué vas a hacer esta tarde? —pregunta Nico mientras me pasa algunas patatas. El día de hoy, nos tocó trabajar en la cocina (y creo que mi guerra de comida es lo que me terminó poniendo aquí).

—Pues, tengo sesión con Reyna y, después de eso, una cirugía reconstructiva. ¿Por?

—Me preguntaba si… querrías salir está noche. Era en serio lo de ir al cine.

Me quedo un momento en shock y las patatas se estrellan en el agua, salpicándolo todo.

Volteo a verlo de reojo y sé que me observa detenidamente.

—Yo…

—No puede —interrumpe Hayden—. Lo siento campeón, pero esta chica y yo tenemos una cita esta noche.—Una sonrisa endemoniadamente petulante.

Los rasgos de Nico se endurecen en el acto y lo fulmina con la mirada.

—Ella no saldría con alguien como tú nunca. —se jacta Nico.

—Yo le pregunté y ella dijo que sí. Así que tenemos una cita. Supéralo enano.

Frunzo el ceño. Si a Nico le dice enano, que es más alto que yo, no quiero saber cómo me dirá a mí.

—Monse —voltea a verme—, ¿en serio vas a salir con él?

Hayden mi guiña un ojo y sonríe ampliamente. Yo me limito a asentir.

—Me lo pidió ayer, Nico. Y dije que sí. —contesto finalmente.

—Bien. Como quieras. —termina la conversación. Se quita el delantal, los guantes y sale de la habitación azotando la puerta.

¿Pero qué le pasa?

—De nada. —dice Hayden de la nada, volviendo a su trabajo de pelar zanahorias.

—¿Por?

Él solo voltea los ojos.

—Monse, es en serio, a veces eres más lenta que una roca.

—¡Oye!

—Después me lo agradecerás.

Da la vuelta y sigue con sus obligaciones del día.

Una vez que termino y después de hacerme la promesa de no comer nada del día de hoy hasta asegurarme de que los demás no terminaron envenenados por mi sazón, me dirijo a cambiarme para ir con Reyna.

Reyna debe estar ansiosa por dejarme como yo deje las papas el día de hoy: hechas puré.

—¡Monse! ¡Monse! ¡Espera!

Volteo y veo a Nico corriendo a mi encuentro.

—Pensé que estabas enojado conmigo. —digo una vez que me alcanza.

—Nah. Sabes que nuestras peleas son como una nueva guerra mundial —se encoge de hombros—. Solo fue por un pequeño malentendido.

—Me alegra saber que no estás enojado.

—No. Además, sé por qué hiciste todo eso. Lo entiendo y, lo siento. No debí reaccionar así.

—¿Hice qué? —pregunto desconcertada.

Nico sonríe ampliamente.

—Oh, vamos. Los chicos me explicaron lo que estabas haciendo y, déjame decirte que funcionó. La buena noticia es que ya no vas a tener que salir con Hayden.

—¿Disculpa? ¿Me perdí de algo?

—Sé que vas a salir con Hayden para darme celos, Monse. Los chicos me lo han explicado.

—¿Los chicos?

—Sí. Leo, Jason, Frank, tus hermanos.

Rio irónicamente. ¿Pero qué mierda se creen ellos para decir esas cosas?

—Ya veo… ¿Y no han pensado que tal vez voy a salir con Hayden porque me gusta?

Bien, mentí, pero una chica debe hacer lo que debe hacer. No voy a dejar que esas cabezas de chorlito hagan teorías infundamentadas de mi inexistente vida amorosa.

—Eso es imposible.

—¿Perdón? ¿Qué es imposible? ¿Qué me guste Hayden?¿O que vaya a tener una cita con él?

—Las dos. —contesta.

Alzo mis cejas con asombro.

—Pues supéralo, porque voy a tener una cita esta noche con un chico que me gusta.

Su rostro relajado y juguetón se endurece. Me evalúa con la mirada.

—Mientes.

—Sabes que no lo hago. —refuto.

—No vas a ir. Te prohíbo que vayas con él.

Suelto una carcajada burlesca.

—¿Y tú quién eres para prohibirme algo, Nico? Hasta donde sé, solo eres mi amigo. No eres nadie para prohibirme nada.

—No vas a ir y se acabó. —dice con los dientes apretados.

—Lo que digas, papá.

—No me tires de loco.

—Pues no me digas que hacer.

—Pues no salgas con Hayden y se acaba todo esto.

—Como dije, Nico, voy a salir con él y no hay nada que puedas hacer.

—No vas a ir con él porque no te gusta. Y tú no le gustas a él. ¿Crees que no sé cómo es Hayden? Solo eres su chica de la semana. Para el lunes ya tendrá a una nueva.

—Eso no es cierto. Hayden es mi amigo. Él no me haría eso.

—¡Lo conoces hace una semana! No sabes cómo es.

—Lo conozco lo suficiente como para querer conocerlo más, esta noche. —zanjo.

—¡Eres una mentirosa! —me acusa— ¡Él no te gusta y lo sabes!

Decido ignorarlo y sigo caminando. Invertiré mi frustración en mi sesión con Reyna. La última sesión que tendré con ella a causa de la bocaza de Leo.

Nico sigue detrás de mí, despotricando acerca de que soy una mentirosa y de que no debo salir con Hayden. ¿A él qué más le da lo que haga o deje de hacer?

—Sabes que es un error. —dice.

—De los errores se aprende, ¿no te lo han dicho?

Se detiene y yo sigo mi camino.

—Sabes que es un error porque yo te gusto. —suelta finalmente.

Me detengo en seco, volteo en redondo y me acerco lentamente a él de la forma más amenazante posible. Hay una sola cosa que está prohibida mencionar entre nosotros y es precisamente eso. Él quería que solo seamos amigos y lo estoy intentando, pero que él venga a recordármelo no tiene perdón.

—No me vengas con esas cosas, Nico Di Angelo. Somos amigos y hasta ahí, ¿entendido?

—Pero…

—¡Pero nada! ¡No pienso hablar de eso contigo! Las cosas quedaron claras la vez pasada.

—¡No es cierto! Nada quedó claro.

—Pues para mí sí. Y si quieres que sigamos siendo amigos, vas a dejar este asunto en el pasado.

Siento la furia destilando por cada poro de mi cuerpo.

—¿Y qué pasa si no lo quiero dejar en el pasado? —pregunta con un hilo de voz.

—Entonces me temo que no podremos seguir siendo amigos. —contesto enojada.

—¿Eso es lo que quieres?

Me encojo de hombros.

—¿Acaso eso importa?

—Para mí sí.

—Entonces deja las cosas como están, Nico.—le pido.

Sus ojos se clavan en los míos y siento mis emociones entremezclarse.

—No salgas con él, Monse —suplica—. Sabes que no quieres hacerlo. Te conozco.

—Tal vez no me conoces tan bien como presumes.

—Te conozco mejor de lo que crees.

—Entonces sabrás lo que es mejor para mí.

—Él no es lo mejor para ti.

—Soy la única con el poder de juzgar eso. Voy a salir con Hayden y no me vas a hacer cambiar de opinión con nada de lo que hagas.

—¿Quieres apostar? —me reta. Y, antes de poder procesar algo, siento su aroma embriagarme una vez más. Sus labios se unen a los míos y siento mis rodillas temblar. Sus manos se enrollan en mi cintura, apretándome contra su cuerpo fuerte y delgado. Mi cuerpo se estremece de dicha y abro mis labios.

Siento todo a la vez. Sus labios acariciando los míos, su aliento embriagador entremezclándose con el mío. Nuestras respiraciones aceleradas. Su mano subiendo y acariciando mi pómulo. Mi corazón errático en mi pecho, amenazando con explotar. Siento la felicidad invadiendo cada célula de mi cuerpo. Tanta felicidad que amenaza con desbordarse de mis ojos, los cuales mantengo cerrados para disfrutar aun más de este momento.

Mis labios se acompasan a los movimientos de Nico y, siento la punta de su lengua tímida perfilando mi labio. ¿Acaso es posible sentir como mi cuerpo arde y aun así disfrutar de ello?

Tímidamente, poso mis manos en su cuello y lo atraigo más, si eso es humanamente posible. Siento mis barreras caer y me entrego de lleno a este momento; tratando de disfrutarlo al máximo.

Sus labios son duros y siento el toque de posesión en el beso. Marcándome como suya y de nadie más. Entonces lo comprendo. Entre la maraña de pensamientos que hay en mi cabeza, un rayito de prudencia se asoma. Me alejo ligeramente de Nico pero él sigue mis movimientos, reacio a dejarme escapar y, traba nuevamente su boca a la mía.

—Espera. —me las arreglo para murmurar cuando necesito aire.

Pero él no me da tregua. Y sus labios me reclaman como suya una vez más.

—Nico, espera.

—¿Qué pasa? —murmura.

—¿Por qué ahora? —pregunto, viendolo a los ojos.

—¿No es obvio? —pregunta a cambio, con un toque de nerviosismo en su voz.

En ese momento, todas las piezas del rompecabezas encajan en mi mente. ¿Cómo pude ser tan estupida? Me siento humillada. Empujo violentamente a Nico lejos.

—¿Pero qué…?

—¿Cómo pudiste? —grito enojada.

—¿Yo? ¿Qué hice?

—¿Crees que no sé lo que hiciste? —le vuelvo a empujar— Qué tenga un estúpido enamoramiento de ti no significa que sea de tu propiedad, Nico. No puedes venir y besarme solo porque voy a salir con un chico que no te agrada.

—Yo no…—comienza a defenderse, pero no se lo permito.

Golpeo su rostro con mi palma. Él me mira sorprendido, dolido, desilusionado.

—No quiero que vuelvas a acercarte a mí, Nico. —sentencio.

—¿Pero qué pasa aquí? —pregunta la voz de Percy a mis espaldas.

La cabezota de Leo se asoma detrás de él y yo los fulmino con la mirada.

—Nico me besó. —le informo enojada.

Percy y Leo sonríen ampliamente.

—¡Genial! —exclama mi hermano.

—Bien hecho, Nico. —dice Leo, mostrándole el pulgar.

—No. Nada de bien hecho, par de idiotas —me indigno—. No lo quiero cerca de mí.

—¿Pero, qué no es eso lo que tú querías? —pregunta Percy desconcertado—. Pensé que te gustaba Nico.

Lo fulmino con la mirada, queriendo aplastarlo por ser tan idiota.

—Tengo. Cosas. Que. Hacer. Apártense. De. Mí. Camino. —mascullo a través de mis dientes fuertemente apretados.

—Monse, déjame explicarte. —suplica Nico, pero decido ignorarlo.

Siento un enorme vacío por culpa de ese chico tonto que me quita el aliento.

—Tu hermana está loca. —escucho murmurar a Leo.

Volteo a verlo y, estoy casi segura de que parezco una psicópata en estos momentos.

—¡No estoy loca, Valdez! —sus ojos se abren a lo imposible.

—Yo no dije nada. Fue él. —señala a Percy.

—Yo no fui —desmiente inmediatamente—. Si quieres golpeo a Nico, pero no me hagas nada.

No puedo evitar poner mis ojos en blanco. ¿Por qué tienen que ser tan idiotas esos dos? Decido ignorarlos para no asesinarlos y sigo mi camino toda enfurruñada.

.

—¿Soy yo o te has ablandado más de lo usual? —pregunta Reyna mientas paro su estocada por milímetros.

—¿Soy yo o hoy estás de mal humor? —contesto a cambio. Ella chasquea.

—Nah, mi humor está mejor que nunca. Eres tú la que está más floja que de costumbre.

—Tal vez es porque no estoy de humor para esto el día de hoy, Reyna. Una maldita cita. ¿Qué te cuesta ir a un mal restaurante, pedir algo sencillo y sostener una plática incómoda con Leo? Es en serio, el chico no te va a morder, y si lo hace, te juro que está vacunado. Además, ya casi no tiene pulgas.

Reyna comienza a carcajear tanto que se sostiene el estómago y aspira en busca de aire.

—No es por nada, pero para eso mejor me quedo viendo algo en la televisión.

—A Leo también le gusta ver la televisión.

—Dudo que le guste lo mismo que a mí.

Lloriqueo.

—¿Por qué eres así?

Ella sonríe conciliatoriamente.

—Porque si fuera de otra forma podría ser una de esas niñas huecas que suspiran por Leo.

—En estos momentos te odio.

—Y a mí no me interesa. ¿Ves lo maravilloso que es ser yo?

Gruño.

—No me veas así —reprende—. Yo no soy el repuesto de nadie —me recuerda—. Es algo con lo que nunca he estado de acuerdo.—me dedica una mirada penetrante.

—¿Y eso qué significa exactamente?

—Que me enteré de tu "cita" con Hayden. Ese es un camino que no quieres tomar, Monse. Hayden no es precisamente una buena influencia. Él es más de tomar las cosas a la ligera.

—No le veo lo malo a eso.

—Me refiero a que él es la clase de chico con el que tienes citas y llegas a tercera base. Así que cuídate.

—Lo tendré en cuenta—digo completamente sonrojada—. Pero no planeo jugar baseboll con él esta noche.

Ella suspira cansinamente.

—¿Podrías ser más inocente? Y que quede claro que dije inocente para no decirte pendeja.

—¡Hey!

—Lo dije como amiga.

—Eso no lo hace mejor. —replico indignada.

—Lo que trato de decir es que un clavo no saca otro clavo, Monse. Nadie puede ayudarte de la forma en que tú lo harás.

—¿Eso qué quiere decir? —me confundo.

Ella pone sus ojos en blanco y una mueca de incredulidad ante mi "inocencia".

—Que eres la única con el poder de decidir lo que es mejor para ti y que solo tú misma puedes sanar tus heridas. No necesitas que alguien más lo haga.

—¿Y no podías decir eso desde un principio? —reniego.

Reyna golpea su frente.

—Por Júpiter, tienes suerte de seguir viva, ¿verdad?

.

. . . . .

.

Lo más difícil de aceptar salir en una cita es decidir que vestir. ¿Que se supone que llevas a tu primera cita? ¿Un vestido elegante? ¿Un par de pantalones ceñidos? ¿Una blusa con escote como las chicas de los calendarios de Leo? Lo que sé es que no llevas el pijama como yo en estos momentos.

Varias prendas están esparcidas por mi cama. Un toque en la puerta me hace pensar que se me ha hecho tarde, así que me enfundo la primera falda que encuentro y una blusa con la que no hace juego solo para encontrarme en la puerta a Percy y Tyson.

—¿Que hacen ustedes aquí? —recrimino.

—Lo que todo hermano mayor debe hacer —contesta Percy con obviedad—. Tenemos que recibir a ese tal Hayden.

—Creí que venimos porque Nico lo pidió. —murmura Tyson inocentemente.

Percy le da un pisotón y yo arqueo una ceja.

—Te dije que era un secreto. —regaña Percy.

—Perdón. —masculla Tyson.

—Fuera. —señalo la puerta.

—Solo vamos a recibirlo. Lo prometo. —justifica Percy.

—No eres mi padre. —digo divertida.

—No. Él está en el fondo del océano haciendo sabrá qué. Pero yo estoy aquí y no dejare que Hayden toque a mi hermana menor. —alza el puño en un "acto de honorabilidad" y Tyson lo imita.

—A ver cabezas de ceviche, no necesito que "defiendan mi honor". Fuera.

—¿Por qué le quitas lo divertido a todo? —se queja Percy.

—Por que a diferencia de ustedes a mi no me gusta hacer el ridículo.

Toc, toc, toc. Vuelven a llamar a la puerta. El invitado no deseado no espera a que le abra y pasa solo.

—Hey, ya están aquí. —saluda Leo, ignorándome olímpicamente en la puerta.

—Pasa Leo. Ponte cómodo. —saludo sarcástica.

—Gracias, Peque. Tu siempre tan amable. —dice, ignorando mi tono.

Suspiro frustrada. Creo que tendremos que repasar nuevamente el significado de privacidad.

—¿Y tú qué haces aquí, Leo?

—¿No es obvio?

—Pues no porque te estoy preguntando.

Entrecierra los ojos.

—Este es el punto... ¿Vas a ir así? Porque déjame decirte que eso no se ve nada bien. —señala mi atuendo de arriba a abajo.

—Cálmate Tim Gunn. ¿Desde cuándo eres experto en moda?

—Desde que no me pierdo un solo capitulo de Projec Runway. —dice a "su favor".

Percy hace una mueca.

—Nah. Prefiero America's Next Top Model.

Los ojos de Leo casi se salen de sus cuencas y la emoción rebosa en ellos.

—¡Tyra ha estado implacable esta temporada! —grita mi amigo.

—¡Lo sé! —contesta mi hermano— Aun no supero que le haya dicho a Amanda que tenía tanta expresión facial como un muñeco de cera.

Miro a Tyson sorprendida.

—Tú y yo somos los normales de la familia.

Tyson se sonroja.

—Yo veo America's Next Top Model con papá en su palacio. —se abochorna.

Palmeo mi frente derrotada.

—Y así la masculinidad de mis hermanos y mi amigo se hizo añicos.

—Que sea un programa de modelos no significa que sea solo para mujeres. —defiende Percy.

—¿Annabeth lo ve contigo? —pregunto sabiendo la respuesta.

—Pues no, pero...

—Entonces no les molestará que le diga a alguien que lo ven, ¿verdad?

—¡No te atrevas Peque! Es mi placer culposo ¿ok? —me tiro a reír— Ninguno de mis hermanos o hermanas puede saber esto.

—Son tan lamentables...

Toc, toc, toc.

Mierda.

—Por su culpa me he retrasado, par de...

—Somos tres, Monse. —me interrumpe Percy burlón.

—Y si sigues hablando me asegurare de que solo queden dos.

Toc, toc, toc. Vuelven a llamar.

—¡Voy! —grito a Hayden mientras fulmino al trío desparramado en mi cama.

Abro la puerta nuevamente solo para encontrarme a Annabeth, Piper y Jason.

—¿Y ustedes están aquí porque...?

—Pensé que necesitarías ayuda para arreglarte. —explica Piper.

Annabeth se limita a encogerse de hombros y sonreír.

—Y ¿cómo encaja Jason en todo esto?

—¡Oh, que no te engañe! Es toda una revelación a la hora de peinar.

—¡Piper! —reclama el rubio sonrojado de la vergüenza.

—Jajajajajaja.

—Jajajajajaja.

Se escuchan las risas escandalosas de Percy y Leo.

Jason palidece al descubrir que sus amigos están dentro de la cohorte. Intenta escapar pero Piper lo pesca de la playera.

—Jason Grace, con licencia para peinar. —se burla Leo entre risas.

—No, no, no. Así no Leo —dice Percy, poniendo voz solemne con mucha dificultad—. Es así: Hijo y orgullo del gran y poderoso Júpiter. Sobreviviente de la guerra titanoide. Vencedor de Gea y pretor de Nueva Roma. Él es Jason Grace, con licencia para peinar. Presentado por L'Oréal París, disponible en rubio cenizo y rubio cereza.

Jason enrojece aun mas mientras Percy y Leo tratan de conseguir aire. Yo solo los veo cansada.

—Ellos ven Project Runway y America's Next Top Model. —le informo a Jason de forma neutral.

Annabeth y Piper comienzan a reír esta vez.

—¿Por qué no me sorprende? —dice Annabeth.

—Ya ni yo veo esas cosas, ¡y eso que soy hija de Afrodita!

—¡Monse!

—¡Peque!

Me encojo de hombros restándole importancia.

—Les dije que se fueran cuando tenían la oportunidad. —les recordé.

—¿Así que ven America´s Next Top Model? Ahhh… este será un gran verano. —sentencia Jason con una sonrisa macabra.

—Oh, cállate Zohan. Mejor vete a jugar con tus herramientas de belleza. —contra ataca Percy.

Niego irritada.

—Es en serio, los quieros y los extrañé mucho cuando estuve fuera chicos, pero en verdad quiero que se vayan. Tengo que arreglarme y están sentados en mi ropa.

Percy y Leo miran perezosamente debajo de sus traseros donde reposa la poca ropa decente que traje conmigo y en vez levantarse, restriegan sus traseros en ella, arrugándola y provocándome ganas de quemarla.

—¡Percy, Leo! —grita Annabeth— Dejen de ser tan infantiles.

—Parece que alguien no tiene con que ir a su cita. —dice Leo con lástima fingida.

—No te preocupes, yo le diré a Hayden lo que pasó, Monse.

—Sí —aporta Jason—. Conozco a Hayden, no habrá rencores. Mejor si te quedas aquí.

Annabeth y Piper se miran entre ellas.

—¿Desde cuándo apoyas a Percy cuando se pone irracional? —cuestiona su novia.

—Yo nunca soy irracional. —reprocha mi hermano.

Annabeth le sonríe tiernamente y le da un pequeño beso en los labios.

—Percy, te amo, pero sí eres irracional.

Mi hermano no deja que eso inmute su cara de bobo. Solo se limita a besarla nuevamente.

Desvío la mirada solo para ver como Jason le da a Piper un dulce beso en el tope de su cabeza y ella le abraza con ternura. Iuk.

—Si siguen así a Tyson, Leo y a mí nos dará un coma diabético. —me quejo.

Percy ríe por lo bajo.

—Quéjate lo que quieras hermanita, sabes que mueres por estar así. —suelta sin pensar, pero, contrario a lo que ellos esperaban, no me inmuto.

—Sueñas, hermanito. Sueñas. —contesto, tomando una playera y entrando al baño. Solo alcanzo a ver como Tyson le da una palmada a Percy en la espalda.

.

Bien, debo admitir que tenía mis dudas con respecto a que Jason tocara mi cabello, pero después de haber presenciado las maravillas que hacían los hermanos de Piper en el Campamento era normal. Aun así, el rubio sabe lo que hace. Termino con una especie de trenza en forma de corona de laurel en mi cabeza y, Leo y Percy descartaron mi falda, remplazándola por un vestido azul oscuro y un par de zapatos negros.

Piper y Annabeth no dijeron ni "mu" en todo el asunto. Si algún día necesitan un aquelarre de estilistas medio babosos, avísenme.

Estuve lista en veinte minutos. Justo a tiempo para que Hayden me recogiera a la hora pactada.

Cuando me vio solo sonrió coquetamente.

—Déjame adivinar. ¿Te bañaste?

—Ja, ja, ja. Graciosito.

Su risa profunda.

—Solo decía que ya te hacía falta un buen baño, graecus. —bromea.

—¿A mí? Tú eres el que puede ser encontrado a dos kilómetros de distancia por el olor.

—¿Lista paras irnos? —me ofrece su fuerte brazo.

—Lista. —digo tomándolo.

—Ejem, ejem, ejem. — Percy se aclara la garganta ruidosamente.

—Buenas noches Hayden. Yo estoy muy bien, gracias por preguntar. ¿Cómo estás tú?

—Muy bien. Pero no te pregunté cómo estabas porque no me interesa. —dice como si nada.

—Esa no es forma de hablarle a un expretor. —interviene Jason.

—Cierto. Con todo respeto señor expretor, no le pregunté cómo estaba usted, oh, gran inminencia porque no me interesa. —se mofa.

Suelto una risilla, al igual que Annabeth y Piper.

Jason y Percy entrecierran sus ojos con coraje.

—Será mejor que nos vayamos Hayden. —intervengo.

—Sí. Hay un lugar al que quiero que vayamos antes. ¿Has ido al pequeño callejón "El mausoleo"? Te va a encantar.

Annabeth frunce su ceño, haciéndola ver graciosa.

—¿Qué ese no es el lugar a donde van las parejas por algo de "intimidad"?

Percy bufa como toro.

—¡No la vas a llevar allí!

—Mi cita. Yo elijo el lugar.

—Pues no dejo que vayas. Te prohíbo salir con él.

No es cierto. Dime que no dijiste eso, pedazo de animal.

—Percy, te recuerdo que no eres nadie para prohibirme o dejarme hacer algo.

—Soy tu hermano mayor. Es más, Tyson y yo te lo prohibimos. Dile Tyson.—dice palmeandolo en busca de apoyo.

Enfurezco. Estoy a dos pasos de arrancarle la cabezota llena de algas que se carga.

—Yo solo quería que saliera con Nico. —murmura Tyson.

Inhalo profundamente para no hacer una masacre con mis dos hermanos. Me sacudo las miradas expectantes que mandan los demás y tomo la mano de Hayden.

—Vámonos. Es obvio que mis hermanos no se encuentran en condiciones para aconsejarme nada esta noche.

Hayden asiente con una enorme sonrisa burlona.

.

Se puede decir que Hayden no es el hombre más romántico de todo el mundo. De hecho, es lo opuesto al romanticismo… y eso está bien para mí estos días. Hayden tiene su propio humor, demasiado sarcástico y ácido como para ser comparado con el de Leo pero sin llegar a ser ofensivo. Es un perfecto balance entre un idiota y el vecino de al lado.

—¿No te dije que iba a ser divertido? Te apuesto a que Nico esta destruyendo muñecos imaginando que soy yo.

Giro mis ojos.

—A Nico no le interesa lo que estemos haciendo esta noche mas de lo que le interesa como se compone el ciclo vital de una mosca.

—Ay, Monse. A veces eres tan ciega con lo que tienes delante. Ese chico te mira como alcohólico anónimo a una buena botella de whisky.

—Mira, solo quiero ver una película y dejar de pensar en él. ¿Te parece?

—Por mi esta perfecto —coincide—. Pero no quiero nada de cursilerías de chicas; pese a lo que haya dicho, esto no es una cita. Los dioses me libren de tener una cita contigo.

—Eres un idiota, Hayden. Vamos a ver una película los dos solos. Si eso no es una cita, entonces no sé lo que es.

—Nena, si tuvieras una cita conmigo, en estos momentos estarías mas ligera de ropa —dice, invadiendo mi espacio personal de forma alarmante—. Además —retrocede para verme a los ojos—, técnicamente no veremos la película solamente nosotros puesto que habrá mas gente en la sala.

La vergüenza abandona mi rostro y pongo mis ojos en blanco.

—¿Ves como si eres un idiota?

—Pero soy un idota sexy, y eso le encanta a las chicas.

—Y engreído. No olvidemos lo engreído y narcisista que eres. —contesto, acercándome deliberadamente a él en un intento de incomodarlo de la misma forma que él hace conmigo, pero no lo consigo.

Hayden enarca una ceja y una sonrisa torcida se apodera de sus labios. La diversión es visible en sus ojos y se acerca aun mas a mi. Instintivamente me alejo de él y sonríe mas ampliamente.

—Eso pensé. —se mofa.

Una tos exageradamente fuerte hace que desvíe mis ojos del espécimen frente a mi y veo a "la banda" como les digo para no decir "el puñado de idiotas" porque después de todo, mis dos hermanos son integrantes fundadores.

—¿Percy?

—Oh, Monse, no sabíamos que estabas aquí. Que coincidencia tan mas grande ¿no crees?

—¿En serio? —replico mas que escéptica—. ¿En mi cita? ¿Y te traes a tu séquito de secuaces? Eres increíble Percy. ¡Y encima arrastras a Tyson en todo esto!

—¡Yo quería venir al cine! —defiende el grandulón.

Paso la vista furica por Leo, Jason, Frank, Tyson, Percy y, empleo toda la indiferencia que puedo para ver a Nico.

—¿En serio? ¿Y que van a ver?

Se quedan en blanco. ¡Se quedan en pinches blanco!

—Si van a ir a espiar a otra persona al menos traten de tener una coartada por si los descubren. —me indigno.

—Bueno, si fueran buenos espías no dejarían que su objetivo descubriera que lo siguen desde que abandonó su cohorte. —dice Hayden.

—¿Sabias que nos seguían?

—Oh, si. Ellos tienen la sutileza de un cañón, la agilidad de un borracho y la rapidez de un caracol. Todos unas maquinas de matar. —se burla.

Los chicos enrojecen, no se si de la pena o del coraje.

—No te seguíamos Peque, solo que tomamos el mismo camino que ustedes... ¡Si, eso es!

Siento la mirada persistente de Nico sobre mi, pero no le concedo el gusto de encontrarse con la mía.

—¿En serio? Entonces diganme qué van a ver.

—Pues, casualmente aun no lo sabemos —dice Jason, tocándose el cuello—. ¿Qué van a ver ustedes?

—Aun no decidimos si entrar o no —contesta Hayden, posando una mano en mi cintura y guiñándole un ojo a Nico—. Si saben a lo que me refiero.

No se necesita ser un hermano de Annabeth para saber que ese comentario reveló muchísimo mas de lo necesario.

—¡Hayden!—exclamo.

—Quitale las manos de encima. —dice Nico con tanta tranquilidad que me provoca escalofríos de lo aterrador que resulta la escena.

—No. —le reta mi acompañante.

Mis vellos se erizan y todos sentimos como se condensa un poco el ambiente.

—Nico, tranquilo. —le susurra Frank, colocando su manaza en el hombro de mi amigo.

—Wow, mucho drama para mi —dice Hayden como si viera esto todos los días—. ¿Te parece si entramos, Monse?

Simplemente asiento sin despegar mis ojos de Nico. ¿Pero en qué carajos estaba pensando al hacer eso?

Leo va detrás de Hayden y estoy segura de que comprará entradas iguales a las nuestras.

Volteo a ver a Percy.

—Mas te vale no arruinarme esto ¿de acuerdo, cabeza de ceviche? De lo contrario, eres pescado frito, y eso te incluye a ti Tyson. Y ustedes —veo a Frank y Jason—, no nos conocemos del todo bien, pero nada me detiene de practicar taxidermia con ustedes.

—No sabia que te importaba tanto Hayden. —replica Nico con amargura.

—Es mi primer cita, Nico. Se supone debe ser perfecta.

—Tu eres tan...

—Estamos en la sala cinco. —llega Hayden, interrumpiendo mi intercambio con Nico.

—Nosotros igual. —anuncia Leo.

—Genial. ¿Que veremos? —pregunta Tyson entusiasmado.

—Amor eterno. —contesta Hayden.

Jason agria la cara inmediatamente.

—Creo que puedo ir descartando escenas llenas de explosiones y peleas callejeras. —se lamenta Frank.

—¿Había algo mas? —pregunto urgida. Lo ultimo que se me antoja es ver una cursi película donde dos jóvenes se juran amor eterno con el chico que me rechazó en la misma sala.

—Era esa o Saw V.

—Por mi esta bien esa. No he visto las primeras cuatro, pero no creo que importe mucho...

—¿Segura?

—Completamente.

Me mira extrañado pero no discute.

—De acuerdo...

Leo va detrás de él nuevamente a cambiar también sus estradas.

—Ay mamá, me va a dar algo. —murmura Frank.

—A mi ya se me revolvió el estomago. —se queja Jason.

—No es para tanto. —reniega mi hermano.

—Te recuerdo que solo tu y Annabeth fueron a... ¡Ay! —se queja ante el pisotón de Percy—.

—Sabes que no hablamos de eso.

—Me refería a que ustedes tienen el estómago mas resistente que uno. —compone el rubiecito.

Me moría por preguntar, pero la mirada de Percy me dijo que no era el momento ni el lugar.

—¿Algún día me lo dirás? —cuestiono para mis adentros.

—Algún día. —coincide, no prometiendo nada.

.

. . . . .

.

¿Cuál ha sido la situación más incómoda que han vivido? Yo tengo una súper incómoda. Imaginense esto: Están ustedes en una sala de cine prácticamente vacía de no ser por las otras 20 personas —que incluye al puñado de idiotas—, el chico con el que tienen su primera cita en un abrazo casual; agréguenle a la ecuación al chico que es su amor imposible y al que han besado en mas de una ocasión después de dejarle en claro que te gusta y te ha rechazado, a tu hermano mayor que se la pasa bufando cada cinco minutos y que incluso te pide que le pases las palomitas, a tu otro hermano que desde que inicio la película solo a temblado y se ha tapado el ojo en cuanto inició la película, a tu amigo que no deja de hacer bromas y lanzar palomitas hacia tu cabeza, a un rubio que bebe soda a sorbetes grotescos y a un canadiense que se la pasa gritando con cada muerte en pantalla... Nada genial ¿verdad?

Pues esa es mi primera cita.

Me acomodo mejor en mi asiento, tratando de disfrutar de las muertes de los personajes. Una chica usa una mascara que contiene cuchillos y, la verdad, espero que mueran todos pronto porque ya quiero salir de aquí.

Hayden se acerca para susurrarme algo y, Percy —quien esta sentado detrás de nosotros— mete sus manos entre nuestros rostros.

—Cinco centímetros de distancia.

—Tienes a los chaperones más molestos del mundo. —se queja.

—Voy al baño. Por favor, cuando regrese quiero encontrarlos ahorcados.

—¡Hey! —grita Leo, lanzándome palomitas— ¡Escuché eso!

—Shhhhh—regañan.

Pongo mis ojos en blanco mientras salgo de la sala oscura, pero alcanzo a escuchar un gritito de miedo de Frank ante otra muerte sádica.

Los carteles de películas me hacen compañía al baño al final del pasillo. Me quedo observando un póster de una película infantil. No he visto muchas películas infantiles, pero siempre le había prometido a Jaime que veríamos una juntos...

—Si gustas, podemos venir a verla cuando se estrene. —dicen a mis espaldas. No necesito girar para saber que es Nico.

—No... No creo soportar una película animada. —miento.

—Oh.

Da un paso y se queda a mi lado, viendo el cartel de muñeco azul peludo.

—Por lo regular, Pixar hace buenas películas, o eso me han dicho.

Volteo a verlo y tiene los ojos clavados en el póster. Cuando lo veo así es fácil olvidarlo todo y solo ver a mi mejor amigo.

—Tal vez en otra vida —comento—. La ultima película animada que vi fue una de peces que hablaban. Percy me obligo a verla como quince veces. —río.

Nos quedamos en silencio y lo siento acercarse un poco mas a mi pero mantengo mi vista en el póster.

—Lamento lo de esta tarde… No debí haber actuado como lo hice... Lo siento...

Por estúpido que suene, una parte de mi se había aferrado a ese beso furtivo y robado.

—Aun sigo enojada contigo.

Esboza una pequeña sonrisa triste.

—No serias tu si fuera de otra forma, Mare Starlet.

—Es en serio Nico —volteo a verlo fijamente—, somos amigos, nada mas. No lo reprocho ni me lamento, en serio. Nada me hace mas feliz que ser tu amiga, pero no puedes llegar y tratar de besarme cuando se te pegue la gana, ¿entiendes? La próxima vez no solo te abofetearé, sino que te cortaré la lengua y se la daré de comer a las furias, ¿comprendes?

—Monse… ¿como puedes querer seguir siendo mi amiga después de lo que paso?

Sonrió.

—Nico, no eres inolvidable. Creeme. —guiño.

Él me dedica un mohín.

—Eres tan difícil. —murmura tan bajo que pude haberlo imaginado.

Lo veo tener una discusión interna pero decido no intervenir. Lo observo y una imagen mental viene a mi cabeza. De repente, me carcajeo.

—¿Estas bien? —pregunta desconcertado— ¿Enloqueciste?

—No —contesto entre carcajadas, esforzándome por respirar correctamente—. Solo te imaginaba con una camisa hawaiana. —me burlo.

—Reyna no te contaría algo así. —palidece.

—Dime, ¿te bronceaste también?

Él talla su rostro.

—No. —gruñe finalmente.

—Dioses, lo que daría por una fotografía.

—Eres mala.

—Lo se. Aceptalo... ¿A qué saliste de la sala? —reacciono.

—... ¿Al baño?

—¿Sabes? Ya es bastante difícil tener a Percy como hermano, no quiero tener que agregarle tenerlos como amigos.

—¿Somos amigos? —pregunta extrañado.

—A pesar de tus idioteces y metidas de pata, si. Eres de mis mejores amigos.

—Lo dice la chica que provocó una batalla campal hace unos días.

—Lo dice el chico que participó en la batalla campal.—contraataco.

—Touché.

—Ahora, si me disculpas, iré al baño porque mi vejiga esta a punto de explotar, y esa no sera una escena bonita. Ya puedes dejar de vigilarme y decirle a Percy que viva su vida.

Ríe sarcásticamente.

—¿Piensas que vine tras de ti por ordenes de tu hermano?

—Nico, en serio, en serio me orino. —contesto urgida y escabullendome a los baños.

Cuando salgo, Hayden esta en el pasillo esperándome. ¿Ya había acabado la película?

—A ti te estaba buscando. Monse, si no nos vamos ahora, temo que terminaré asesinando a tu hermano, tus amigos, mi pretor y a tu futuro novio.

—¡No es mi futuro novio! ¡Entre Nico y yo no hay nada, nunca lo hubo y nunca lo habrá! Solo somos amigos.

—Ajá.

—Quiero irme.

—¿Y que sugieres?

—No lo sé. Tu eres el que vive aquí, ¿recuerdas?

—Hay un restaurante por aquí cerca. Podemos irnos antes de que se den cuenta de que no estoy al telefo...no.

—¿Vamos ir a cenar también? —pregunta Leo con una enorme sonrisa.

Los ojos de Tyson se iluminan y, el estómago de Jason y Percy ruge.

—No. Yo voy a ir a cenar. Ustedes pierdance.

—Pero también tenemos hambre.

—No pienso pagarles la cena —se queja Hayden—. Ya me arruinaron la película, no harán lo mismo con mi cena.

Miro a Nico suplicante.

—Nico, eres el más sensato. Por favor, llevártelos.

Nico me ve entre asombrado, dolido y decepcionado antes de contestar.

—A mi se me antoja pasta al dente.

Me siento mas traicionada aun.

—¡Suficiente! —grito enojada— Ustedes bola de... Bola de acosadores... ¡Si, acosadores! Déjenme en paz. Yo no ando como garrapata cuando salen. Y tu, Percy, si no me dejan en paz, juro que haré redecoraciones en la cabaña con la ayuda de Bárbara.

Ellos solo me miraron por dos segundos.

—Pues yo tengo antojo de un bistec. —dice Leo.

—Te apoyo en eso.— dice Jason

—Le diré a Piper.

—Necesito proteína. —se queja.

—Entonces, ¿vamos a El rincón italiano? —nos pregunta Percy.

A mi casi me da un tic en el ojo.

—Si Gea no hizo un buen trabajo matándolos, yo lo haré. —amenazo, dando un paso hacia ellos. Afortunadamente, Hayden me toma de la cintura antes de que les ponga mano encima.

—Chicos —dice viéndolos—, nos vemos allá. Denle unos minutos para que se calme.

—No te dejaré solo con ella aquí. —salta Nico.

—¿Ves eso? Se llama puerta, y es la única que hay para salir de aquí. Ahora, si no quieren que la suelte y la deje asesinarlos mientras anda con la canica botada, sugiero que nos den unos minutos. Prometo cuidar bien de tu "Mare Starlet".

Nico bufa.

—Promete que nos veremos ahí en cinco minutos. —presiona Percy.

—¡Carajo! ¡De haber sabido que se pondrían así de pesados no habría regresado al campamento en primer lugar!

—Que sean quince, mejor. —murmuran nerviosos y pintando del lugar.

—Lo arruinaron —me quejo—. Una noche. ¿Es mucho pedir? Una cita...

—No es una cita.

—...Una no-cita y ¿ellos no me dejan en paz? Y encima lo traen a él. ¿Son idiotas o que les pasa? Mas con lo que pasó hace rato.

—¿Qué pasó?

—¡Argh! Odio esto. Pensé que lo habían superado y me dejarían en paz.

—¿Que pasaría si te dijera que tengo un plan para esquivarlos? —interrumpe mi monólogo.

—¿Que tienes en mente?

—Monse, Monse, Monse —reprueba—, este cine no tiene solo una forma de salir. —me guiña, mientras jala de mi y nos dirige a un armario de limpieza.

Dioses, que no sea lo que estoy pensando...

.

. . . . .

.

—¡Eso seria genial! —grito, mientras como algodón de azúcar.

—Te lo dije.

—Eres un genio... pero que no se te suba a la cabeza.

—No prometo nada.

Son pasadas las dos de la madrugada y yo apenas voy camino a mi cohorte. Para ser una no-cita, la he pasado genial con Hayden.

Después de una acalorada sesión de besuqueos en el armario de limpieza... ¡Ja! Seguramente. Sabrán los dioses donde ha estado la boca de Hayden antes. Iuk.

Nah. Solo escapamos por entre las diferentes salas que tenia el cine. Resulta que la sala de empleados tienes una puerta trasera. Después de eso, fuimos a cenar a un lugar completamente distinto y me enseñó a jugar bolos.

La había pasado genial. Sin interrupciones, bufidos, bromas tontas y sin Nico a mi lado. Pero lamentablemente, eso no puede durar para siempre.

—¡Donde se habían metido! —gritan del pie de las escaleras.

Hayden y yo giramos solo para ver a Percy, Nico y Leo sentados, envueltos cada uno en una manta y con termos vacíos.

—Wow. Diganme que no han estado ahí toda la noche, porque de ser así, les diría que tienen un severo problema. —me asombro.

—¿Dónde estaban? —exige Nico— ¿Cuando fuimos a buscarlos no había señales de ti?

Enarco las cejas incrédula. ¿Es en serio todo este numérito?

—¿Y bien? —me reta.

—Nico... —interviene Percy.

—Dime a donde fuiste con este gigoló.

—Nico... —ahora es Leo, tragando aire en seco.

—Primero que nada, no eres quien para pedirme explicaciones, Nico. No eres mi padre, no eres mi hermano, no eres mi tutor y no eres mi novio. Segundo, no te voy a pedir permiso para hacer o dejar de hacer lo que quiera. Tercero, no me gusta que me hables en ese tono. Cuarto, no hice nada malo, así que no veo porque estas enojado.

—¿No sabes por qué estoy enojado? ¡¿No sabes por qué estoy enojado?! Tu... ¡Argh! ¡¿No ves que me muero de celos porque hayas salido con ése? —apunta a Hayden— Precisamente con ése.

—Que te den, Di Angelo. —es mi respuesta. Brillante ¿no?

Su mandíbula cae.

—Tu... Tu... Tu... ¡Eres tan desesperante!

—Y tu estas actuando como un idiota.

Percy, Leo y Hayden solo nos miraban de hito en hito, dudando si intervenir o dejar que nos matáramos.

—¿Qué no lo entiendes?

—No, Nico. No te entiendo. Y sinceramente, no quiero hacerlo.

—Argh.

—¡Solo dicelo! —gritan los demás.

Nico me mira pero, antes de que abra su bocota, hablo yo.

—Ahorratelo. Arruinaste mi cita, ¿estas feliz? Después de estas semanas interminables, lo único que quería era una noche libre y la arruinaron. ¿Están felices ahora? —le echo en cara. Sacudo la cabeza en desaprobación—. Olvidenlo. Buenas noches a todos. Lamento todo esto, Hayden. Lamento tener un hermano y amigos acosadores e idiotas. Hasta mañana.

Y con eso cierro de un portazo.

—Idiotas. —susurro llena de impotencia.

Toc. Toc. Toc.

—Vete.

—Monse, abreme por favor. —pide Percy en voz baja.

—¿Que quieres? ¿Asegurarte de que ya estoy en la cama? ¿Tienes miedo a que escape a Ohio?

—Contigo nunca se sabe. —bromea.

No puedo evitar reír entre dientes y, con pesar abro la puerta.

—¿Lo lamento? —dice en cuanto me ve.

—Sabes que no lo haces.

—Lo sé. Pero es lo que querías escuchar. ¡Ay! —le golpeo.

—Ahora veo por qué Annabeth siempre te gana en las discusiones. Es como si te encantara perder.

—No es para tanto. —entrecierra los ojos.

Un leve ronquido de mis compañeros de habitación hace eco.

—Lamento haberte arruinado tu cita —dice finalmente—. Y esta vez lo digo en serio. Es solo que te imaginaba con alguien más esta noche y...

—Percy —le interrumpo—, eres mi hermano y te quiero, y me gusta que te preocupes por mi, pero, no puedes estar controlando mi vida a tu antojo. Si yo elegí salir con Hayden es algo que debes aceptar aunque él no te agrade... ¿Y desde cuando apoyas a "otra persona" para que salga conmigo, cavernícola?

—Lo sé, pero, esta "otra persona" realmente se esta esforzando y tu no te dejas.

—Tal vez esta "otra persona" perdió su oportunidad.

—Sabes que esta "otra persona" de la que hablamos es en realidad Nico, ¿verdad?

Pongo cara asombrada, llevando mis manos a mis mejillas.

—No. Pensé que hablábamos de Jared. ¡He vivido engañada!

—Ja, ja, ja. Que graciosita. —me empuja.

—Percy..., las cosas con Nico..., no iban a funcionar de todos modos... Es mejor para mi que las cosas se queden así y hacer como si nada hubiera pasado.

—Pero... —mi mirada le dice que se calle y me deje terminar. El chico listo capta el mensaje y se queda calladito.

—Mira, Nico me gustaba, y mucho. Siempre ha estado ahí para mi...

—Ah, muchas gracias por eso...

—... Y me ha apoyado y, por mas que le he empujado fuera él se queda a mi lado...

—En serio Monse, haces maravillas con mi autoestima.

—Y no dejo de buscarme cuando me fui. Estuvo a mi lado cuando sucedió lo de Jamie...

—¡Yo hice todo eso también!

—¡Pues seria raro si me hubiera enamorado de ti, tarado!

—¡Guacala! Esa es una imagen mental que no quería, muchas gracias. Tendré pesadillas.

—Pues eres tu el que no deja de quejarse —inhalo profundo—... El punto es que, no debí arriesgar todo eso por solo un capricho, Percy. Nico me ofreció su amistad y yo imaginé cosas donde no las había.

—Pero él...

—No. Nico es mi amigo y no pienso arriesgarme a perderlo como eso también.

—Te vi llorar por él, así que no me vengas con eso de que es algo pasajero. Además, si hablaras con él entenderías que...

—Precisamente por eso no hablo con él, Percy. Ya sufrí mas que suficiente por eso, no pienso seguir haciéndome mas daño. Al fin lo superé —miento parcialmente— y, no voy a retroceder ahora.

—Eres tan necia.

—Percy, me deje en una posición completamente vulnerable ante él. Lo mínimo que podía hacer era rechazarme con delicadeza, o no besarme y luego negarlo, o no besarme solo porque saldré con alguien que no aprueba.

—¿El pequeño Walking Dead te hizo eso? —farfulla mitad incredulo, mitad furioso.

—Si.

—Bien —decide—. De haber sabido eso, no me habría jugado el cuello por él esta noche. ¡Él dijo que lo lamentaba! Pero ya verá. Mañana voy a...

—Mañana nada —le paro—. Prometiste que no le harías nada.

—Pero él...

—Déjame manejar esto, Percy. No vas a estar siempre ahí para protegerme.

—¿Quieres apostar? —reta.

—¿Cuál es tu necesidad de querer proteger a todos? En serio, no lo entiendo. Sé que haber estado en dos guerras a tan corta edad cambian a una persona, pero contigo es casi extremo.

—No es extremo.

Enarco una ceja.

—Percy, pensaste que podías ser James Bond esta noche. Escapaste del campamento a meses de conocerme, te ofreciste como garantía ante los Olímpicos para que me dejaran con vida, me buscaste por meses cuando te pedí que no lo hicieras, me has cuidado en mis brotes de locura...

—Se le llama ser buen hermano. —reniega.

—Percy, a penas y me conocías. Por no mencionar que eras receloso para conmigo... Te has convertido en mi héroe personal.

—Me gusta como suena eso.

—Es en serio, Percy. Me preocupa que un día hagas algo estúpido.

—Hay cosas que no entiendes.

—Lo sé —refunfuño—. Y aprendí esa vez a no preguntar —recuerdo nuestra primer discusión seria—, y creeme que entiendo que no quieras hablar de ello, pero... sabes que puedes confiar en mi.

—Lo sé, es solo que es un tema difícil y no apto para todos.

—Percy, morí y hable con Hades cara a cara, dame algo de crédito.

Se queda en silencio unos momentos y suspira lentamente.

—¿Prometes no mirarme con lástima después de contarte lo que pasó?

—¿Por qué te miraría...?

—¿Lo prometes? —insiste.

—Lo prometo.—contesto solemnemente.

Y con ese pacto se embarca a contarme los horrores que sufrió en el Tártaro.

.

. . . . .

.

Decir que tuve pesadillas es poco. Y eso que solo obtuve un relato mayormente censurado. Poco me falto para que me pusiera a lagrimear a su lado.

Solo de imaginarlo en ese lugar, sin poder escapar y con todos esos monstruos horripilantes en su caza —junto a Annabeth— me hacia revolver el estómago y sudar en frío.

Si antes lo veía grande y noble, ahora era un ser de mitología al igual que nuestro padre. Simplemente alguien utópico e irreal.

Pero cuando me dijo que Nico había estado allí, solo, desamparado y a punto de no retornar al mundo mortal, me sentí agradecida de la vida de mierda que he llevado. Le agradecí a los dioses, Jesucristo y Alá por haberme cruzado en el camino de estos chicos.

Yo sabia que ellos habían pasado por cosas que ningún chico de su edad debe de pasar. Había escuchado las historias al rededor de la fogata y las clandestinas no oficiales. Incluso ellos me habían contado algunas cosas, pero nunca habían relatado las cosas mas crueles, violentas y crudas... Simplemente es demasiado terrorífico. Por cobarde que suene, ahora entiendo por qué Poseidón me ocultó todo ese tiempo. Si ya de por sí es estresante estar en una guerra con enemigos inmortales que quieren tu cabeza inmortal en una estaca y que tu hijo es el que lidera las tropas de mestizos junto a otros mocosos de dieciséis y diecisiete años; no quiero saber lo que es agregarle una mocosa de doce años. Porque seamos honestos, yo no lo habría logrado. Yo habría sido carne de cañón en esa guerra.

Así que esta mañana me quedo dando vueltas en la cama, pensando en mi posible baja mortalidad en esta vida. Ya saben, pensamientos tan positivos como que un camión de carga te aplaste. Súper normal.

Una pensaría que tiene permitido flojear aunque sea un día en este campamento, pero ¡no! Este es casi un complejo militar y son una chingadera.

A penas y dan las diez y vienen a buscarme para que me reporte con mi supervisor de actividades designadas.

Graecus. —murmura Octavian a mi lado con clara molestia.

—Que te den, Octavian. Déjame en paz.

—Tan fina como siempre.

Doy un paso en su dirección dispuesta a borrarle esa estúpida sonrisa de superioridad.

—Octavian, déjala en paz. —le amenaza Leo.

El espantapájaros solo le dedica una mueca.

—Siempre con suerte la mocosa.

Leo pasa su brazo por mis hombros y me jala camino a las lavanderías.

—Gracias. —digo, hasta que recuerdo que estoy enojada con él.

—¡Ay! ¿Por qué me pegas? Recuérdame nunca volver a defenderte de Octavian si así me vas a agradecer.

—Eso es por espiarme anoche y arruinar mi cita.

—Si... Supongo que lo merecía. Pero lo hice por ayudar a un amigo.

—Sabes que no me agradan esos favores que le haces a Percy.

—No me refería a "ese" amigo… —murmura. Yo lo ignoro.

—No quiero ir. Me van a regañar.

—¿En qué pensabas al no cumplir con tus tareas?

—¿No es obvio? Pensaba que nadie se daría cuenta. Duh.

—Veo que la inteligencia no viene en la sangre de Poseidón.

—Si no quieres ganarte otro golpe, cállate.

—Por eso digo que calladito me veo mas bonito.

—Lo que te haga sentir mejor Leo. Mejor dime, en qué has trabajado últimamente. Cuando no me espias, andas tras Reyna o con Nico, estas en el taller.

—Pues, ya que preguntas, he estado trabajando en algo que va a cambiar nuestras vidas de por vida...

—¿Leo, qué te dije de construir una nave OVNI y asustar a los mortales?

—Aunque esa idea sigue siendo genial y no la he descartado, no es esa. ¡Imagina toda la diversión que tendríamos!

—Dime que no estas intentando buscar la Antártida o Lemuria.

— ¡Digas lo que digas, sé que son reales! Pero no, no es eso, Peque. Y tu falta de fe es increíble. Trabajo en pequeños dispositivos de defensa y camuflaje para mestizos.—dice, muy orgulloso de si mismo, esperando a que lo adúle o comience un desfile en su nombre.

—… ¿Así que… nos convertirás en unos camaleones enormes?

Me mira con clara decepción.

—Monse, es en serio... me preocupas y te lo digo como tu amigo. Sabes que siempre te querré, pero… ¿Estas segura de que no tienes algún retraso o problema mental?

—¡VALDEZ!

—¡Solo decía! —grita, mientras se aleja de mi.

—¡Deja que te ponga las manos encima!

—Ya pues. Ya. —para y cierra los ojos a la espera del golpe... un golpe que nunca llega.

—No nos convertirás en camaleones ¿verdad?

Pone sus ojos en blanco.

—No, no lo haré. Mas bien pienso usar el "efecto camaleón" en nosotros. ¿Nunca has imaginado como sería nuestra vida si las criaturas mitológicas no nos persiguieran en el mundo mortal?

—Sin duda. Este ultimo año habría sido genial haber pasado desapercibida para ellos... Pero luego estaba la cuestión de tus hermanos y, bueno... Era casi igual.

—¿Mis hermanos? ¿Qué tienen que ver mis hermanos en esto?

Entonces caigo en la cuenta de que él no sabe que sus hermanos fueron enviados a darme caza.

—Nada.

—¿Que no me estas contando Peque? —entre cierra sus ojos marrones.

—Nada, Leo. Mejor sigueme contando sobre tu asombroso juguete.

—Pues eso —continua poco convencido de mi respuesta—, estoy trabajando en un dispositivo que sea capaz de camuflajear nuestra esencia. Imagina las posibilidades. Podríamos salir como personas mortales y no limitarnos al campamento, Nueva Roma o salir armados todo el tiempo.

Saca un pequeño rectángulo de metal de su bolsillo derecho y me lo extiende.

—Es apenas un prototipo, pero este no ha explotado o combustionado de la nada.

—¿Este?

—Es el modelo K-17. —informa.

—Wow... Quiero el mio.

—Hey, tranquila Peque, aun no estoy seguro de que funcione... Y no te daré uno hasta que este seguro de que no escaparás de nuevo.

—¿Nunca lo superarán?

—No.

Bufo y entorno los ojos. Entonces me doy cuenta de a donde nos dirigimos.

—¿Leo, no se supone que íbamos a la lavandería? ¿Por que me has traído aquí? —señalo el río.

—Es un pequeño favor. Luego me lo agradecerás... Y, por favor, cállate y no interrumpas. Te veo luego. —me guiña y da media vuelta, dejándome sola al lado del río y pensando en el juguete de Leo y las posibilidades que tendría si esa cosa funciona.

Podría abandonar el campamento y buscar… ¿buscar qué? No tengo nada allá afuera… No tengo a nadie que necesite de mí…

El sonido del agua me relaja. Puedo sentir como me invita a zambullirme en ella y, el sol sobre mi cabeza me dice que no es mala idea.

La brisa llena mis pulmones y me siento completamente viva por primera vez en meses. Escucho pisadas en la hierba y sonrío.

—Leo…

—Leo ya se fue. —informa la voz melodiosa de Nico a mis espaldas.

El nerviosismo me invade y siento tensarme.

—Perdón, pensé que quería asustarme o algo por el estilo...

—Oh…

Volteo a verlo y él mira el piso fijamente. Talla su cuello con su palma y sé que está nervioso.

—Escúpelo. ¿Qué pasa, Nico?

—¿Te apetece dar un paseo conmigo?

Lo observo por unos segundos antes de emprender camino. —¿No vienes? —pregunto al no sentirlo seguirme.

Camina a mi lado en silencio, viendo los alrededores. El silencio es tan insoportable que solo quiero que acabe.

—Hoy tengo entrenamiento con Reyna otra vez. —digo de la nada en un intento de romper el hielo.

—¿En serio?

—Si… puede que no lo parezca, pero en realidad estoy mejorando mucho. Apuesto a que cuando regresemos a casa le patearé el trasero a Jared, y a Travis y Connor.

—¿A los Stoll?

—Si. Los aprecio, pero se lo ganaron a pulso.

—No lo dudo. Ellos siempre se ganan las palizas que les dan. Aunque aun es un misterio para mi que salgan con las Garner.

—No solo para ti, Nico. Creo que para todos es un misterio que hayan logrado convencerlas... Dice Bárbara que Afrodita les debía un favor. —río, pero él no ríe conmigo.

Seguimos en silencio por algunos metros.

—Hace calor ¿no crees? —pregunta de la nada— En esta época del año es normal, pero a veces llueve... Tiene mucho que no presencio una lluvia...

Lo dejo divagar. Y yo pensaba que Nico y yo estábamos mas allá de las conversaciones estúpidas sobre el clima.

—Nico, a menos que me hayas hecho venir hasta aquí para hablar sobre el clima, me voy.

—¡No, espera! Monse… yo…

—¿Tu qué?

—Hay algo de lo que tengo que hablar contigo.

—¿Te pasó algo? —me preocupo de inmediato. Me detengo en seco y volteo a verlo. Tomo su mano en una señal de apoyo— Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.

Mira nuestras manos unos segundos y me frunce en ceño molesto.

—¿Cómo puedes seguir actuando así?

—¿Así cómo? —me extraño ante su tono dolido.

—Así —me señala de arriba a abajo—. Como si nada hubiera pasado entre nosotros la semana pasada. Como si nada de todo eso hubiera sucedido.

—Nico, yo…

—Dime porque yo no entiendo. ¿Acaso no te afecta lo que pasó? —exige— ¿Que soy el único que se siente mal con esta situación? Antes de volver me preparé para recibir tus olas de odio y hostilidad, y las iba a aceptar gustoso porque las merecía. Estaba preparado para hacer lo que hiciera falta para que me perdonaras y conseguir que me creyeras cuando te dijera que... Pero regreso y para ti es como si todo fuera miel sobre hojuelas. Me matas lentamente cada vez que me tratas como a un amigo más. Duele mas que tu indiferencia, Mare Starlet.

—¿Pues qué esperabas encontrar, Nico? ¡No me iba a quedar como paria solo porque tu no me correspondiste!

—¡No como paria pero que al menos demostraras emoción alguna! —reprocha.

—¡Fuiste tú el que dijo que hiciéramos como si nada de esto hubiera pasado! —nos señalo— ¡Tú querías que olvidáramos todo y siguiéramos siendo amigos!

—¡Lo sé! ¡Y de todo lo que te pido que hagas no esperaba que hicieras esto!

—Somos amigos, Nico —me encojo de hombros—. No sé que esperas que te diga.

—¡Y un carajo! Yo no puedo ser tu amigo, Monse. ¿No lo entiendes? Tu amistad no es suficiente para mi... Yo…

—¿No podemos seguir siendo amigos? ¿Hice todo esto para nada, Di Angelo? —me exalto.

—No es lo que quise decir.

—Porque sabes qué, no me he esforzado tanto para esto. —le pico el pecho—.

—¿Esforzado?

—Escucha Nico, si lo único que ibas a hacer era reclamarme, mejor me voy.

—Por el Hades. ¿Por qué tienes que ser tan necia?

—¿Ahora soy necia?

—Siempre eres necia, y terca, y ciega con lo que tienes frente a ti.

—Guau... ¿Me dices ciega a mi? —me molesto. ¿Pero como no iba a hacerlo cuando es precisamente él el que me echa todo eso en cara— Porque si yo soy ciega, entonces tú eres un maldito hipócrita.

—Ilustrarme. ¿Por qué soy un hipócrita según tú?

—Tu sabes por qué. —le empujo.

—No. No lo sé. —contesta completamente tenso.

—¿Quieres hablar de esto Di Angelo? Porque si lo hacemos, no terminara nada bien para ninguno de los dos... Pero claro, a ti no te importa. —escupo.

—¿Si no me importara no estaría hablando contigo? —bufa.

—Todo esto es tu culpa —digo al fin, liberando la verdad que me he negado a decirle a los demás—. Si tú no hubieras actuado como algo mas yo no me habría fijado en ti.

—Tienes razón.

—Si tu te hubieras mantenido alejado de mi cuando te lo pedí nos habríamos ahorrado todo esto.

—Cierto. —contesta dando un paso hacia mi, y eso me enfurece; me hace sentirme impotente y estúpida por haber caído en su juego como una pobre incauta.

—Si tu no hubieras metido tus narices en mis "citas" jamás habría pensado cosas que no son.

—Estoy completamente de acuerdo contigo. —da un paso mas, quedando a escaso medio metro de mi.

Para este punto, me esfuerzo por contener las lágrimas de rabia.

—Si tan solo no me hubiera celado hoy estaría de lo mas feliz.

—Tienes toda la razón, Mare Starlet.

—Y si no hubieras salido con Lacy yo seria completamente feliz.

—Lamento eso.

—Y si no te hubiera conocido seria perfecto.

—Tal vez… Pero a mi me alegra infinitamente haberte conocido Monse. No me imagino el resto de mi vida sin ti en ella... Yo...

—¡No me vengas con esas cosas ahora! —niego incrédula de su cinismo— No puedes venir a decirme todas esas cosas y esperar que yo te conteste con una enorme sonrisa, me trague todo lo que siento y sigamos siendo amigos como si nada.

—Si me dejaras terminar comprenderías que…

—No quiero escucharte, ¿no lo entiendes, Nico? Me lastimaste —explico derrotada—. De entre todas las personas que esperaba que lo hicieran, tú nunca estuviste entre ellas.

Sus ojos marrones transmiten vergüenza, dolor y miedo.

—Monse, yo...

—Y lo peor de todo es que yo lo permití. Deje que llegaras a mi a un nivel que no había dejado entrar a nadie. Fui tan ingenua como para pensar que tu... Eras mi amigo, al menos pudiste haber reaccionado con más delicadeza; no debiste haberme correspondido ese beso en la cohorte. No debiste haberme besado ayer cuando iba a salir con Hayden y, no debiste haberme hecho pensar que yo podría tener una posibilidad contigo, Nico.

»Comprendo que yo no te guste de la misma forma, es lo mas normal, pero si no vas a comer, deja que los demás lo hagan. Que haya sentido algo por ti no me convierte en tu propiedad o exclusiva. Y si fueras mi verdadero amigo dejarías este tema en el olvido porque solo me haces daño con esto.

—¿Que pasa si te digo que no quiero dejarlo atrás, Mare Starlet? —dice, tomando mi mano entre las suyas y clavando sus ojos en los mios— ¿Qué si te digo que no te dejaré ir hasta que me escuches?

Respiro hondo y me doy un tope mental cuando su esencia de tierra húmeda y hojas quemadas se cuela en mis fosas nasales.

—Te diría que pierdes tu y mi tiempo porque quede de verme con Hayden. —Él bufa y su mirada se endurece un poco.

—Por mi, Hayden puede convertirse en un minotauro y a mi me daría igual. Odio que lo elijas sobre mi —expresa con convicción, atrapandome en su mirada fiera y poderosa—. Odio que lo escojas para pasar tu tiempo. Odio que siempre esté tan cerca de ti. Aborrezco que tenga el puesto que yo por idiota pensé que debía dejar de lado. Odio haber tenido que decirte que no porque era lo correcto. Odio haber hecho lo que era mejor para ti. Odio haberte dicho que no ese día. —termina, con la voz entre cortada y su aliento acariciándome el rostro.

Un estupor me abraza completamente y me quedo muda ante sus palabras. Bien. El cerebro abandono la casa.

—Me gustas, Monse. Me gustas hace mucho tiempo; y no sé cuando o como sucedió, simplemente me di cuenta de que así era y desde entonces no he sido el mismo. Antes de ti solo me interesaba ir y venir del inframundo, tratando de disfrutar ser un adolescente "normal" a la espera del momento en que los demás comenzaran a temerme nuevamente, pero, llegaste tu y me demostraste que no debe ser así. Poco a poco te fuiste metiendo y me hiciste ver que mi vida no debe reducirse solo a eso. Fuiste mi amiga y con el paso del tiempo algo mas.

»Me encanta tu sentido del humor, y que cuando piensas en algo importante pones esa mirada de "no molestar". Me fascina que cuando te dicen un alago te sonrojes —acaricia mi pómulo caliente y me doy cuenta de que me estoy ruborizándome en estos momentos—, justo como ahora. Amo que siempre hagas lo que quieres y que seas fuerte para enfrentarte a lo que sea. Y, esos pocos segundos en los que sentí como la vida se te iba, conocí realmente el miedo. He visto mas maldad que el resto de las personas y, solo he sentido miedo dos veces: una cuando Bianca murió y la segunda cuando casi mueres tú. Sentí que una parte de mi se iba contigo, Mare Starlet.

»Se que todo esto que te digo no basta para compensar el daño que te hice, y que no soy bueno para expresar lo que siento... Pero quiero que sepas que te quiero. Te quiero como nunca imagine querer a alguien y la razón por la que te dije que no fue porque no soy bueno para ti.

—Nico...

—No. Déjame terminar —suspira y cierra sus hermosos ojos, privándome del placer de verlos—. Todo lo que toco muere, Monse. Esa noche... cuando te vi tirada y al borde de una muerte segura supe que era mi culpa. Yo te cause eso. Es por eso que trate por todos los medios mantener solo una amistad contigo, pero ya no puedo. Quiero tenerte a mi lado y saber que me correspondes. Quiero tomar de tu mano y dar un paseo en canoa. Quiero llevarte a ver una película al cine y poder abrazarte, y, sobre todo, quiero poder besarte todo el tiempo. —declara, paseando sus ojos de mis ojos a mis labios y de regreso; acercándose lentamente, pidiendo mi aprobacion de lo que va a hacer. Y lo quiero. Estoy ansiosa por probar lo que viene.

Sus labios tocan los mios en con una caricia infinitamente deliciosa que me hace sentir cosas que jamás había sentido.

El beso me sabe a gloria. Es como si estuviera bebiendo felicidad liquida que me inunda y calienta mi cuerpo, fundiéndolo en una masa esponjosa llena de vida, alegría y cariño.

Sus labios son tiernos, amables, un poco torpes e inexpertos, pero son perfectos para mi. Su aliento se cuela entre mis labios y siento como vibran ante el reconocimiento.

Lo beso lentamente, disfrutando al máximo el manjar delante de mi, disfrutando su toque caliente lleno de amor. Lo beso con devoción porque hasta ahora se cuanto tiempo he esperado para poder hacer esto y, ahora que lo tengo no hay forma de que lo aparten de mi lado.

Este es nuestro mejor beso. El saber que él me quiere es el mejor afrodisiaco de todos.

—Así debió haber sido nuestro primer beso —susurra contra mis labios húmedos, viéndome a los ojos y acariciando mis mejillas—. Pero eres demasiado impaciente. —bromea.

—Y tu muy lento.—replico, perdiéndome en sus profundos ojos marrones que me ven con amor. El mismo amor con el que lo veo yo.

Sonríe de medio lado y se acerca lentamente; dandome tiempo de apartarme si lo deseo. Que mal esta. Me alzo en mis puntas y encuentro su boca a medio camino. Paso mis manos por su cuello para asegurarme de que no va a escapar de mi y siento como mi pulso se acelera nuevamente.

Siento como si todo fuera nuevo —y ni es como si tuviera mucha experiencia en esto de los besos porque él es el único chico con el que me he besado— porque no sé que nos depare el destino, pero estoy segura de quererlo a mi lado.

Sus manos bajan lentamente a mi cintura, aprisionandome en sus brazos; unos brazos de los que no deseo escapar nunca. Cuando nos damos cuenta de que el oxigeno si es necesario para vivir, nos separamos, pero no por eso perdemos el contacto.

Pega su frente a la mía, nuestros alientos mezclándose, nuestros ojos cerrados, y nuestros corazones erráticos. Es entonces cuando vuelvo a hacer la misma pregunta de ayer.

—¿Por qué ahora, Nico? —susurro entrecortadamente.

Abro mis ojos a la espera de su respuesta y, por primera vez desde que lo conozco, veo algo en su mirada que jamás crei llegar a ver: ternura. Nico me mira con ternura.

—Cuando te menti y dije que solo te miraba como una amiga, me senti como el mayor idiota del mundo, Mare Starlet —comienza a explicar mientras entrelaza nuestos dedos—. Pero trate de convencerme de que era lo mejor para ti. No podia arriesgarme a que mi pasado te alcanzara y salieras lastimada. Me convencí de que merecias algo mucho mejor que yo. La pasé mal ese día. Muy mal.

»Annabeth se acercó a hablar conmigo. Me reclamo por ser un idiota y no haberte dicho que quería estar contigo y, cuando le dije lo que todos saben: "que un hijo de Hades no esta destinado a la felicidad", me hizo ver lo idiota que era al decirme que un hombre que vale la pena no es el que te deja ir porque mereces algo mejor, es el que lucha por ser lo mejor para ti. Me costó comprenderlo, pero mientras estuve en el inframundo me di cuenta de que tenia razón. Si esta era mi oportunidad de ser feliz, la iba a tomar.

»Regresé con la idea de hacerte ver que te quiero y de conseguir tu perdón, pero tú no me lo pusiste nada fácil... Y el que salgas con Hayden no facilitó las cosas. No tienes idea de lo celoso e impotente que me siento cada vez que te veo con él.

Sonrió ladinamente y pienso que Hayden es un maldito genio.

—Hayden y yo no estamos saliendo. Él solo lo hizo para hacerte enojar.

Su ceño se frunce de forma adorable.

—Pues le funcionó. Lo único que pensaba era en cortarle la mano cada vez que te abrazaba.

Río juguetona.

—No sabia que eras tan celoso...

—Ni yo. —contesta, besándome en un arrebato.

Sus labios son exigentes esta vez, besándome con pasión y fiereza, pero siendo amorosos al mismo tiempo. Y es por eso que me enamoré de él: porque solo él tiene la capacidad de serlo todo a la vez.

Antes de poder terminar de disfrutar la miel de sus labios, siento como lo alejan bruscamente de mi. Abro mis ojos sorprendida y me encuentro con Percy tomando a Nico del cuello en un agarre demoledor. El rostro de mi hermano esta distorsionado por la furia y zarandea a Nico.

—Aleja tu boca de mi hermana.

—Percy bajalo —pido alarmada—. Vas a hacerle daño.

—Intentamos detenerlo —explican Leo y Annabeth—. Pero ya sabes lo terco que es.

—Puedo explicarlo—. Dice Nico.

—¿Que me vas a explicar? —replica el cabezota de Percy—. ¿Que me embaucaste para ayudarte y aun así solo la hiciste llorar? Te dijo que te mantuvieras a raya, te defendí y aun así ella dijo que no quería saber de ti. ¿Qué me vas a explicar?

—¡Percy bajalo! —exijo.

Voltea a verme desconcertado

—Te enojas porque no te besa. Te enojas porque te besa. Y ahora que te esta besando después de que dijiste que mantuviera su distancia y te lo quito de encima te enojas conmigo. ¿Quien te entiende mujer? Decidete.

Pongo los ojos en blanco.

—Tu no entiendes nada, Percy. Solo bajalo.

—Sesos de alga, vas a hacerle daño. —regaña Annabeth, mi segunda persona favorita en la tierra.

—Oh, creeme, le haré mucho daño.

—¡Percy! —grito exasperada al ver como Nico se pone rojo por la falta de aire.

Leo en un lapso de estupidez salta a la espalda de mi hermano en un intento de no sé que. Percy pierde el equilibrio y cae, llevándose consigo a Nico y Leo.

—¡Te voy a matar!

—Percy, puedo explicarte. —dice Nico, arrastrándose lejos de mi hermano.

Leo atrapa a Percy en un abrazo apretado, pero mi hermano se la ingenia para jalar a Nico. Los tres ruedan por el césped y, Annabeth y yo solo atinamos a gritar sus nombres.

—No debí dejar que me convencieras. ¡Alejate de mi hermana, Di Angelo!

—Percy, al menos deja que te explique. —interviene Leo.

—¡Y tu lo ayudaste, Valdez! —lo ataca a él.

El revuelo no se hace esperar y, pronto veo a Reyna, Hazel, Frank, Piper y Jason acercándose a un trote veloz.

—¡Percy, déjalos! —grito nuevamente.

—Voy a enseñarles lo que un hijo de Poseidón puede hacer.

—Percy —pide Nico mientras esquiva un puño de mi hermano—, no es lo que crees. Hable con ella.

—¡Ahhhhh! —grita Leo, aplicándole una llave mortal a Percy.

Jason y Frank voltean a vernos a Annabeth y a mi en busca de una explicación.

Los tres siguen rodando por el césped y Nico y Leo esquivan los golpes sin sentido de Percy.

Están por caer al río y si lo hacen, se que la escena no tendrá un final bonito. Así que suspiro resignada y me aviento de cabeza en esa masa de brazos y piernas para aferrarme como lapa a Percy.

Antes de que me den un codazo —y me vale de quien sea porque se lo regreso—, Percy se queda inmóvil.

—Bien. Expliquense. —exige con el aliento entrecortado.

Nico y Leo se ponen de pie y se sacuden la tierra. Percy y yo nos quedamos desparramados en el suelo, cuando Nico me ofrece su mano para ponerme de pie. Sonrío como idiota y las mariposas revolotean en mi estómago.

Percy enarca una ceja y escucho los suspiros de Hazel y Piper a mis espaldas.

Nico entrelaza su mano la mía y lo veo antes de emitir palabra, queriendome asegurar de que estamos en el mismo canal.

—Sigo esperando.

Un apretón por parte de Nico es mas que sufiente para mi.

—Estamos juntos, Percy. —sonrió. —Awww... —se escucha por parte de los demás.

Mi hermano bufa y entrecierra sus ojos acusadoramente. Da un paso amenazador hacia Nico antes de decir:

—Le haces algo y se me olvida que somos amigos...

Nico asiente solemnemente y pasa un brazo por mi cintura.

—La cuidaré como no te imaginas.

—En ese caso, me alegro por ustedes... ¡Ya se habían tardado! Ahora si podré cobrar mi apuesta con los Stoll.

—¡Tu! —reclamo.

—Ni me vengas con eso. Yo me fui a lo seguro y aposté por Nico y Leo.

—¿De qué hablan? —pregunta Leo.

—De que perdí quince dracmas. —se lamenta Piper.

.


.

¡Sigo viva! Bien, antes de que me crucifique y me digan de hasta lo que me moriré y que soy una cruel insensible, les dejaré una nota de autora donde resumiré —lo mejor que pueda— por qué no les he actualizado en lo que parece una eternidad... ¡Lo sé, han pasado meses! D:

Antes que nada, una disculpa enorme. Sé que arderé en las profundidades del Tártaro. En verdad, me avergüenza y decepciona haber hecho lo que odio que hagan: dejar una historia a medias y no explicar el motivo.

Como ya saben algunos, he estado en un año lleno de cambios: Trabajo, escuela, horarios locos, dramas sentimentales, problemas de juventud, deje el trabajo, mas escuela, horarios mas locos, exámenes, presiones de titulación, mas dramas sentimentales, exámenes... Si, creo que eso lo cubre todo.

Lo cierto es que, en algunas cosas soy algo rara y, por excéntrico que suene, mis horas de escritura y cuando me vienen las mejores ideas e inspiración es por las noches y, desde hace poco mas de seis meses tengo horario nocturno en la universidad. Así que cuando tenia una gran idea o me llegaba la inspiración tenia la gran suerte de estar en mis clases -.-

Otro motivo por el cual me atrasé demasiado fue porque, aunque les juré y perjuré que el capitulo ya esta a casi listo —que en realidad lo estaba—, salí de vacaciones en lo de mi tesis —la cual aprobé— y salí de la cuidad, deje todo atrás y me relajé —razón por la cual mi hermana actualizó, y aunque olvidó la nota de autora que le había dejado al menos se acordó de haberles subido ese capi. En serio les agradezco sus mensajes de preocupación esa vez. Estoy bien y planeo seguir así— el resto de mis cortas vacaciones. Grave error. Cuando regresé mi horario era nocturno y me quería pegar un tiro.

El punto es que, por las mañanas y mas tardes la señorita inspiración no me tocaba pero ni con un palo. El tiempo pasó. Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses. El tiempo me comió y no había actualizado. Cuando me di cuenta ya era octubre y BoO ya había salido. Por lo que me dije a mi misma: "Mi misma, te vas a leer el libro y tener que modificar lo que ya tienes de la historia". Como saben algunos pocos, no terminé de leer el libro. Lo sé, lo sé, es un sacrilegio y demás, pero mi desagrado/odio hacia algunos personajes no me permitieron continuar con su lectura y lo deje a medias... Aunque lamento no haber terminado de leer a mi Reyna :c

Moviéndonos un poco, mientras estaba en ese limbo de no saber que hacer con la historia —si modificarla o no porque lo único que tenia claro es que no la iba a abandonar— mi lap sufrió un pequeño percance llamado Jacken xD Desgraciadamente quebré la pantalla de mi laptop y se chorreó la tinta o lo que sea que tenga dentro. Pocas semanas después —justo por enero— el cable del cargador se mojó mientras esta estaba conectada —una historia graciosísima a decir verdad porque mi casa se inundó a causa de una manguera mal puesta en la lavadora— y no tenía con que encenderla porque también me había chingado mi batería y solo encendía con el cable. Y, como el dinero no crece en los árboles, pase el resto de mis vacaciones si cable y por ende, sin laptop.

Hasta hace unas semanas conseguí el cable... Con la mala suerte de que ahora si mi laptop paso a mejor vida… la mitad inferior —y que no esta chorreada de tinta— se volvió loca y hagan de cuenta que brinca U.U

Así que este capitulo lo termine en mi celular —el cual también es nuevo porque el que tenía también me lo chingué. Soy un peligro para la tecnología—, así que denme algo de crédito.

Sé que hay muchas cosas que no concuerdan con el libro, pero para los que no comenzaron a leerla desde que inicie con este proyecto, les diré que inicie antes de que se publicara HoH, así que es por eso que muchas cosas no concuerdan por mas que me he esforzado de que sea así... Pero les informo desde ahora que no tomaré en cuenta del todo BoO por razones personales.

Así que esas son las razones por las cuales he tardado una eternidad en actualizar. Ya saben, desde que se inventaron los pretextos, se acabaron los pendejos xD

Una disculpa nuevamente y, si es que han llegado a leer hasta aquí, quiero agradecerles por ser pacientes conmigo y por haberme mandando esos PM para saber si me encontraba bien, para jalarme las orejas y, para pedirme que no dejara esta historia a la mitad. Creánme que no lo haré, pero ahora si que por una cosa u otra no podía escribir y avanzarla.

Si me siguen leyendo a pesar de este interminable lapso, en serio, en serio, se los agradezco. ¡No tienen idea de cuanto los extrañé! Tenia planes de actualizar en navidad, año nuevo, san valentín, y mas, pero siempre de atravesaba algo...

Sin mas, ahora si lo dejo para que me linchen en los reviews :3

Besos.