Ella llevaba años en su profesión. Él acababa de llegar a la suya, pero estaba convencido de que podía enseñarle unas cuantas cosas. Sólo tenía que convencerla de intentarlo.
Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.
DETRÁS DEL OBJETIVO
CAPITULO 1
—Lauren —llamó casi en un gruñido acercándose al mostrador de recepción.
La chica se revolvió incómoda en su asiento.
—Dime, Bella —respondió la recepcionista en un tímido susurro.
Isabella Swan, fotógrafa de profesión, a quien ya habían apodado como la próxima Annie Lebovitz, era una mujer encantadora.
Fuera del ámbito laboral.
En el trabajo también podía serlo. Siempre y cuando todos siguieran sus directrices.
De otra forma, podía y sabía ser letal.
Lauren llevaba un año trabajando para ella en el estudio fotográfico, Swan's Studio.
Si bien su puesto era de recepcionista, Bella le dejaba presenciar las sesiones y aprendía mucho sobre fotografía.
Sabía que eso sería un gran plus en su currículum, cuando finalmente acabara la carrera de periodismo y buscara trabajo como reportera gráfica. Sólo eso ya era un aliciente para aceptar de buen grado el mal humor de Bella.
No obstante ya lo sabía sobrellevar, no había vez que no tremolara al escuchar a su jefa gritar, o peor aún, usar ese tono bajo pero aterrador.
—Creí que habías dicho que ya habían llegado nuestros "modelos" —cuestionó con retintín y una dureza difícilmente reprimida
—Ya han llegado, hace como unos veinte minutos —confirmó la rubia hundiéndose en su asiento.
—¿Y puedo saber dónde coño están? —preguntó con dulzura sarcástica
—Creo haberles visto entrar en los lavabos —murmuró la chica avergonzada
—¿Ambos? ¿Juntos?
—Sí —la voz de Lauren disminuía en volumen con cada nueva frase.
—Mierda —gruñó antes de girarse para dirigirse a los lavabos.
Desde el primer momento había sabido que le traería problemas esa campaña, pero no había podido rechazarla.
Bella se especializaba en reportajes fotográficos de famosos, actores, actrices, músicos, modelos, etc., y sus resultados eran excelentes.
Pero había comenzado su carrera con campañas publicitarias y sus ideas habían marcado un hito. Era por ello que los de Calvin Klein se habían esforzado enormemente en que fuera ella quien se encargara de su próxima campaña.
Aunque lo había intentado, no estaban dispuestos a aceptar un no de su parte, y habían amoldado fechas y horas para adaptarla a la agenda de Bella.
No podía haberse negado sin parecer poco profesional, y si había algo que era Bella Swan, era profesional.
Pero sabía que era difícil trabajar con modelos recién descubiertos, ya que solían verse apabullados por la compañía de modelos famosas y hermosas vestidas con poca ropa.
Y si ya era difícil trabajar con modelos, qué no sería con conductores de autobuses devenidos en actores, devenidos en modelos.
Y ese era el caso de Edward Cullen. El nuevo gran descubrimiento de Hollywood.
Edward Cullen.
Como la mitad de la población, había visto su película.
Aunque no había tenido mucho tiempo, finalmente había sucumbido a los ruegos de Alice y se había dejado arrastrar al cine, para ver "Dominada por la Pasión", la película erótica que, según decían los expertos, había revolucionado el cine.
Y especialmente a la población femenina, pensaba Bella.
Ahora que se había puesto tan de moda el BDSM, y que la gente parecía haber dejado de pensar que fuera una práctica sexual, para llegar a creer que era la nueva expresión del amor, la película había sido un éxito.
Estaba basada en el libro del mismo título, que se había convertido en Best Seller mundial en un par de semanas.
La historia, formada por una saga de tres libros, trataba la relación entre Nathan Chase, un guapísimo corredor de bolsa y Samantha Trimble, una camarera de dieciocho años recién llegada a la ciudad, hija de un ministro de la iglesia anglicana, cuya única relación sexual había sido la pérdida de la virginidad, en el asiento trasero de un coche, con su novio del instituto.
A lo largo de los tres libros, Samantha se resiste a convertirse en la sumisa de Nathan, aunque acepta de buen grado sus atenciones, que cada vez le van gustando más incluso de lo que estaba dispuesta a reconocer.
Mientras las páginas se suceden unas tras otras, Nate va cambiando su visión de amo para complacer a Sam y lograr su amor, mientras Sam, por el contrario, poco a poco va aceptando y deseando cada vez más complacer al hombre que ama.
Cuando llega el tercer libro, Nathan ha logrado que Samantha libere su sexualidad, reconociendo todas las fantasías que durante años había reprimido, para convertirse en la sumisa que Nathan había deseado desde el principio.
Inmerso en esta temática, los libros, y por lo tanto luego las películas, muestran de una forma delicada y romántica, todas las prácticas de BDSM que se le ocurrieron a la autora. Látigos, azotes, juguetes sexuales de todo tipo, bondage e incluso algún trío para disfrute de la protagonista.
Aunque la historia no tiene un final feliz y romántico, ninguna de las millones de lectoras de la saga, sintió que correspondiese que les devolviesen el dinero.
Tal como le había explicado Alice más de una vez, habían estado buscando al personaje principal durante meses hasta dar con Edward Cullen.
Se habían manejado nombres como el de Ian Somerhalder o Robert Pattinson, pero la autora había insistido en que quería una cara nueva y desconocida.
Así fue que, cuando el productor Stefan Mallek tuvo un problema con su coche y se vio obligado a coger el autobús, a Edward Cullen le cambió la vida.
Stefan, en el viaje de cuarenta minutos que le llevaba de Sunset al centro de Los Angeles, quedó impresionado por el carisma del conductor y no pudo dejar de notar la reacción de las mujeres a su cara, su cuerpo y su sonrisa arrogante y sexy.
Antes de bajarse del autobús se acercó a él y le entregó su tarjeta, citándolo para un casting a la mañana siguiente.
Así fue como el desconocido trabajador de la línea 302 se convirtió en ídolo mundial, de la noche a la mañana.
Y ahora, a sólo dos meses de que se estrenara la segunda película de la saga, los directores de marketing de Calvin Klein habían, como tantos otros, sucumbido a sus encantos.
Así que allí estaba ahora Bella, esperando que el nuevo icono se dignara dejarse caer por el estudio para fotografiarle en ropa interior para la campaña publicitaria de la marca.
Intentado mantener su furia a raya, entró en los lavabos.
Lo que allí sucedía era obvio, aunque los protagonistas se escondieran dentro de uno de los cubículos.
—Ah... Edward... sí... —gemía la chica
Gianna Wachsberger, reconoció Bella.
Llevaba años trabajando con ella, y aunque era despistada y sin dudas poco profesional, a la vista de los acontecimientos, el objetivo la amaba y nunca había una foto en la que apareciera su rostro y no estuviera magnífica.
—Vamos, nena... —gruñía el chico con el mismo tono urgente que sonaba en su película —Mírame, quiero verte cuando te corras...
Si no hubiera estado furiosa porque este retraso en la sesión le trastocaría todos sus planes, podía haber mojado sus bragas.
A través de la puerta del cubículo, escuchaba claramente el choque de los cuerpos entre sí, los jadeos, los gemidos, hasta el pequeño grito de la chica al llegar al orgasmo.
Edward se corrió con un gruñido satisfecho.
—Dios mío, cariño ¿dónde has aprendido todo esto? —gimió la chica con voz seductora
—Pura práctica, preciosa —respondió con tono arrogante el hombre.
Bella cruzándose de brazos se recostó en el lavatorio indolente, frente a la puerta que esperaba se abriera pronto para que salieran sus "modelos".
Sabía lo que habían estado haciendo pero, sin dudas no se esperaba que el chico saliera de allí completamente desnudo.
La puerta se abrió y frente a ella se encontró al sueño de la población femenina mundial, completamente desnudo y con una erección que aún no remitía y que sería la envidia de muchos actores porno.
Edward tenía la mirada fija en el preservativo que acababa de quitarse y al que le estaba haciendo un nudo luego de verificar que no se hubiera roto.
Bella carraspeó y el hombre levantó la mirada impasible.
Detrás de él Gianna jadeó escondiéndose nuevamente tras la puerta.
Edward se quedó observando sorprendido a la preciosa castaña que estaba frente a él.
No se parecía en nada a los cientos de modelos y actrices con los que había estado últimamente, pero había algo en la profundidad de su mirada que lo desestabilizó.
Desde que había comenzado a trabajar para Universal Studios, hacía ya más de un año y medio, se había llevado a la cama a más mujeres hermosas de las que podía recordar, así que la chica que estaba frente a él no debería siquiera llamarle la atención, pero por alguna razón lo hacía.
Cuando la película se había estrenado, diez meses antes, le habían llovido mujeres.
Modelos, actrices y simples fans caían literalmente sobre él.
Las mujeres más hermosas, vestidas con ropa de diseñador, maquilladas y peinadas con esmero, con implantes que quitaban la respiración.
¿Cómo era posible entonces que se sintiera atraído por esa chica tan simple?
Era alta, sí, pero sería realmente esbelta si cambiara sus Converse por unos Manolos.
En el último año se había acostumbrado a chicas con vestidos de alta costura, así que una chica con vaqueros pitillo y una camiseta blanca desgastada, no podía ponerlo a mil, pero lo hacía.
Con su cabello castaño recogido en una coleta, y su rostro sin maquillaje; con aquellos ojos color chocolate que lo observaban con rudeza y no con la fascinación a la que se había malacostumbrado, la chica le confundía y no sabía cómo reaccionar.
La puerta detrás de él se cerró lentamente, escondiendo a la chica desnuda a la que acababa de arrancarle un orgasmo.
—No hace falta que te ocultes, Gianna —dijo la joven frente a él con dureza —Ya sé que eres tú, y te agradecería que te pongas en marcha. Te esperan en maquillaje. —agregó sin quitar la vista del rostro de Edward.
Gianna salió tímidamente bajando la mirada.
Bella estiró la mano hacia el albornoz que Gianna había dejado sobre el lavatorio y se lo entregó sin mirarla.
—¿Tienes tu primer cambio de ropa?
—Sí. —musitó la modelo
—Bien. Date prisa.
Su voz era suave, pero su tono letal.
Gianna se puso el albornoz y abandonó el baño con el cuerpo encogido y avergonzada.
Edward seguía completamente desnudo de pie frente a Bella, sorprendido por la sumisión que había mostrado la, hasta entonces, beligerante Gianna, frente a la castaña.
—Señor Cullen —dijo con rudeza
—Creo que estoy en desventaja —sonrió con la sonrisa arrogante y sexy que sabía derretía a la más experimentada o a la más frígida —Tú eres... —dijo estirando su mano
—Bella Swan. La dueña de este sitio. —dijo sin descruzar sus brazos y mirando su mano con desdén —Entenderá que no estreche su mano sin antes lavársela, ¿no?
Edward sonrió más profundamente asintiendo. Sus dedos habían estado en la vagina y el recto de Gianna, también habían masajeado su propio pene y sus testículos, y en ese momento estaban sosteniendo un condón utilizado. No era de extrañar que "la dueña de este sitio", como ella se había definido, no quisiera tocarle.
—Desde luego, señorita Swan.
—Señor Cullen —dijo ella con dureza —¿Cree que cinco minutos le bastarán para bajar su erección, calzarse su primer cambio de ropa y presentarse en el estudio para comenzar con la sesión de fotos? No creo que tan empalmado podamos obtener las fotos que buscamos.
—Tal vez requiriera un poco de ayuda para lo de la erección... —susurró sugerente y petulante con una sonrisa atrevida
Bella entrecerró los ojos mirándolo con furia contenida, y todo el desprecio que fue capaz de reunir.
Podía ser la nueva estrella de Hollywood, pero acababa de tirarse a una modelo reconocida que llevaba diez años de carrera, y ya estaba insinuándose a una desconocida.
—No se preocupe, no hará falta. Hablaré con la gente de Calvin Klein y les explicaré su problema. Ellos y yo hemos estado meses intentando compaginar nuestras respectivas agendas, pero no tuvimos en cuenta que también deberíamos compaginarlas con su "amiguito" —dijo despectiva aprontándose a salir del baño —Estoy segura de que encontrarán un fotógrafo menos ocupado que haga las fotos, cuando usted se digne mantener su polla dentro de sus pantalones. Gracias por su tiempo, señor Cullen —agregó con sarcasmo
—No, Bella —la detuvo sabiendo que la había jodido.
Últimamente se había acostumbrado a que todos hicieran lo que él quería, en especial las mujeres. Pero si su madre viera la forma en que trataba a una mujer que estaba comportándose respetablemente y demostrando ser una profesional, no dudaría en darle una colleja para bajarle un poco los humos.
Ella le miró alzando una ceja.
—Señorita Swan —se corrigió —Dos minutos me bastarán.
—Genial —sonrió ella con desprecio —Le estarán esperando en maquillaje. ¿Sabrá llegar?
—Desde luego.
—Bien —se dirigió a la puerta —Y le agradezco que se ponga el albornoz. No nos gusta que los modelos se paseen en paños menores por ahí.
—De inmediato.
Bueno, bueno, bueno, aquí está el primer capi de mi nuevo fic.
Espero que lo disfruten.
Aviso desde el principio, porque el que avisa no es traidor, probablemente nuestros amados protagonistas tengan sexo con terceros, y/o cuartos.
Aviso también que de momento publicaré una vez por semana, de preferencia los jueves a primera hora, si en algún momento siento que tengo capítulos suficientes como para publicar más a menudo sin descuidar los otros fics (ya que "alguno" en particular lo tengo muy descuidado), publicaré más a menudo.
De todos modos espero que lo disfruten y ya me lo harán saber.
Recuerden también que nos comentamos en el grupo de Facebook: Las Sex Tensas de Kiki, por si sienten algo de tensión sexual en este fic también. Allí también hay algunos adelantos del fic que he ido publicando.
Y para no ser menos, dejo un adelanto del segundo capítulo:
—Hola —saludó amable estirando la mano —Alice Swan.
—Encantado. Edward Cullen —sonrió estrechando la mano de la chica —¿Swan? —dijo señalando a Bella —Pues no os parecéis mucho.
Alice sonrió.
—Oh, no, no somos hermanas. Yo estoy casada con su hermano.
—Ah, entiendo. Casada. ¡Qué fiasco! —replicó con voz sugerente haciéndola reír.
—Oh, no te preocupes. Jasper trabaja tanto que nunca se entera de nada —le siguió la broma
—Alice —le llamó Bella acercándose a ellos —¿Podrías dejar de coquetear y ponerte a trabajar, por favor? Ya vamos suficientemente retrasados —agregó mirando a Edward con toda la intención
Besitos y a leer!