Pemberley era un lugar de glorioso esplendor, lejos de comparación. Muchos consideraban sus jardines los más hermosos de toda Inglaterra. Todo ser humano que tuviese la oportunidad de presenciar la belleza de sus paisajes, quedaba por mucho impresionado.
Sin embargo, los habitantes de dicho lugar no eran menos dignos de admiración. Parecían estar dotados de todos aquellos dones requeridos por la buena sociedad. Cualquiera que tuviera sentido del decoro e inteligencia, deseaba entablar amistad con los propietarios.
-Me ha llegado una carta de Rosings Park- le dijo un día Mr. Darcy a su mujer.
-¿Ahora cuál es el deseo de Su Señoría?- replicó ella.
Mr. Darcy sonrío ante tal respuesta, ya se había acostumbrado al carácter sarcástico de su esposa.
-Te manda saludos, tanto a ti como a Georgiana. Dice que ha redecorado su comedor, aunque parece no estar completamente satisfecha con el resultado. También nos invita a pasar una temporada con ella en Rosings.
Elizabeth levantó la mirada del libro que estaba leyendo, sorprendida ante la noticia. Sabía que hace tiempo que Lady Catherine había perdonado a su sobrino; que aunque a ella no la quería, era capaz de tolerarla; que se había dignado en verla como dueña de Pemberley e incluso había sido considerada para hacerles una que otra visita, pero jamás, en los años que llevaban de matrimonio, habían recibido una invitación para pasar una temporada en la casa de Su Señoría.
-Lizzy, hace años que no visito Rosings- dijo Mr. Darcy al entender el asombro de su esposa.
Elizabeth, tratando de recuperarse de la sorpresa preguntó.
-¿A qué se debe dicha invitación?
-Georgiana ha cumplido 20 años, ya no es una niña- Elizabeth notó el tono melancólico con el que su marido pronunció dichas palabras- Lady Catherine pretende emparejarla con el hijo de un Lord, quienes han sido amigos de la familia por muchos años.
La sorpresa de Elizabeth pasó en un segundo a indignación; sabía que algún deseo vanidoso venía acompañado de tan halagadora invitación.
-¿Por qué ha de ser Georgiana quién complete sus arreglos matrimoniales? ¿Por qué no le consigue pajera a Miss de Bourgh?- Al instante Elizabeth lamentó haber realizado tales preguntas, recordando que su marido estaba destinado, en un primer plan, a Miss de Bourgh.
Adivinando sus pensamientos Mr. Darcy le dedicó una tierna sonrisa. Se sentó a su lado y le sostuvo las manos.
-Tal parece que los planes para su hija no han salido del todo bien. Sin embargo aún intenta incrementar el honor familiar, y Georgiana es una de sus esperanzas.
Elizabeth lo miró a los ojos, su carácter siempre se debilitaba ante esa mirada. A pesar de los cuatro años que llevaba siendo su esposa, aún no lograba entender ciertos aspectos del comportamiento de la alta sociedad; muchas cosas reprochaba y otras tantas las encontraba absurdas, pero siempre que lo miraba a los ojos encontraba la tranquilidad que necesitaba para acallar sus impertinencias.
-¿Estás de acuerdo con eso?- le preguntó más calmada.
-Sé que no puedo evitar que mi hermana contraiga matrimonio, y sin duda prefiero que ella tenga la posibilidad de conseguir un buen esposo, que vaya a garantizarle tanto sustento como estatus social. Sin embargo nunca la obligaría a casarse contra su voluntad.
-¿Georgiana conocerá a su prospecto en Rosings?
-Ese es el plan.
Elizabeth guardó silencio, necesitaba meditarlo. Lo que decía su esposo tenía sentido, ella también deseaba un buen matrimonio para su hermana, aunque eso significara darle gusto a Lady Catherine. Él había dicho que no obligaría a Georgiana a contraer matrimonio contra su voluntad, y ella le creía. Existía la posibilidad de que la joven se enamorada de verdad, y entonces así todos estarían felices. Además, sabía que su marido deseaba volver a Rosings Park pues, desde su matrimonio, él ya no había sido admitido a la casa dónde pasó buenos momentos en su juventud junto a su primo.
-¿Estás pidiendo mi consentimiento?- preguntó, aunque ella bien sabía la respuesta.
-Jamás te haría visitar un lugar contra tu voluntad.
-Está bien, visitaremos a Lady Catherine.