Hola chicas de fanfiction... hoy quiero compartirles una historia loca y rara que atacó a mi mente después de leer un exquisito libro de la autora Sabrina Jeffries llamado: "Lord Pirata". No tiene nada que ver con la inspiración que me asaltó para escribir esta historia pero la verdad no me pude resistir a subirla.

Hace unas cuantas semanas intenté subir un libro cambiando los nombres de los personajes por los nombres de mis personajes favoritos de Naruto. Una chica, cuyo seudonimo no aprendí correctamente pero llevaba en principio "Higurashi Studios...", hizo darme cuenta de mi error y a decir verdad me pegó en el orgullo.

Esta historia es un SasuSaku y notarán que tiene la temática de la Gran Bretaña de los siglos XVIII y XIX, no pretende ser una novela historica como tal pero sí tendrá matices de la época aunque con la obvia puesta en escena de Konoha y los titulos que pronto notarán.

Onegai! espero les guste y se aceptan críticas de todo tipo, especialmente sí son positivas :3

Naruto no me pertenece, todo los personajes son creación de Masashi Kishimito, pero... la historia sí es mía.

Enjoy it!


Condado de Mangekou, Konoha

Mansión Uchiha, 1815

-Esta es la última vez que te lo advierto, Uchiha Sasuke- el hombre destilaba furia por sus ojos, daba la apariencia que sí movía un solo musculo, sus ojos se tornarían rojos y lanzarían alguna clase de castigo eterno. Fugaku Uchiha era un hombre que se hacía respetar por su carácter, presencia y cumplimiento de palabra; no toleraba muchas cosas pero era muy difícil llegar a hacerlo rabiar de esa manera. –Gracias a Dios que tu madre nunca se enterará de lo que has hecho-. Hizo una pausa antes de girar el pomo de la puerta que daba hacia el pasillo. –Tu arrogancia la mataría pese a ser inmortal.

Fugaku Uchiha salió hecho una fiera de la biblioteca. Ni su fiel mayordomo y amigo, Sarutobi, era capaz de hablarle en esos momentos. Y, lamentablemente, esas escenas se repetían tan consecutivamente que toda la servidumbre se limitaba a alzar la mirada solo cuando fuese necesario. Los pasos resonaban por toda la casa, haciendo estremecer hasta las mismas columnas que sostenían a la mansión con apariencia de enorme fortaleza.

Sasuke Uchiha, heredero de la fortuna Uchiha y el titulo de "Conde Sharingan", apretaba con fuerza los puños a sus costados. ¿Por qué su padre actuaba de esa manera con él? ¿Acaso esas personas que tanto protegía eran más importantes que su único hijo? La furia se apoderaba de sus sentidos con una rabia descomedida. Pese a su postura rígida e inexpresiva, pequeños hilos de sangre destilaban por las pequeñas heridas que sus propias uñas provocaban al enterrarse en las palmas fuertemente apretadas.

Su madre, pensó, era la única razón que le impedía enfrentarse a su progenitor como deseaba hacerlo desde hacía mucho. Mikoto Uchiha era la mujer más dulce y altruista que jamás había conocido. Ella era capaz de quitarse su fina capa para proteger del frío al primer indigente que se le atravesase por el camino. Le había enseñado a ser considerado con esas "pobres almas desdichadas", como ella solía llamarles, y durante años estuvo convencido que él sería su sucesor en tan admirada labor.

Sus padres se habían conocido en un baile para recaudar fondos para los huérfanos de la fría ciudad de Konoha y desde que se vieron, sus almas se unieron hasta la eternidad. Tenía que admitir que ellos eran las personas más cursis y apasionadas que hubiese conocido, y él, era el joven más feliz sobre la faz de la tierra.

O lo era.

Todo cambió la noche en la que una de esas "pobres almas desdichadas" decidió no ser tan "desdichada" y creyó que secuestrando a su madre podría hacerse de una fortuna para salir de su desgracia. Las cosas no salieron acorde a sus planes, toda la fuerza policial de Konoha se activó para dar con ellos y tras unos días, la encontraron, pero no como él hubiese querido. Aún recordaba el dolor y la fuerte opresión que lo envolvieron cuando vio a su madre inerte en el frío piso, rodeada por un enorme charco de sangre.

Noches pasaban y siempre soñaba los buenos recuerdos que había vivido con ella, pero todos y cada uno de esos sueños terminaban en lo mismo. Ella siendo cruelmente asesinada por una de esas personas por las que se había desvivido por tantos años.

El odio se apoderó de él. La alegría había abandonado su mirar. Sus facciones eran exquisitamente perfectas por naturaleza, pero una sombría oscuridad le rodeaba haciéndolo ver peligroso. Se había declarado enemigo de esas personas, fueren quienes fuesen: viudas, huérfanos, indigentes, mendigos, lo que sea. Todos y cada uno de ellos eran lo mismo para él: delincuentes sin perdón de Dios.

Nunca encontraron al asesino de su madre, por eso, cada vez que miraba un rostro sucio, ropas desgastadas por el uso o alguien mendigando pan en las calles, veía al criminal que le robó el cariño de su madre.

Al contrario de él, Fugaku había continuado con las labores altruistas que su mujer había trabajado en vida y siempre estaba dispuesto a hablar a favor de ellos en la Junta Comitiva de los Clanes. Justicia e igualdad, era lo que su madre siempre había pregonado. Vaya manera de pagar tanta bondad. Y al parecer su padre quería morir de la misma manera que su amada esposa. ¿No entendía que esas personas pagaban mal por bien? ¿Era tan difícil para él comprender que no estaba dispuesto a perderlo también?

No. No lo entendía. Pues bien, él se encargaría de ser su peor enemigo, no permitiría que sus ideales afectasen las mentes puras de la clase noble de Konoha. Aunque eso lo hiciese ver como traidor, prefería que lo tachasen de eso y no de quedarse huérfano a causa de la terquedad de un viejo que se empecinaba en defender una causa perdida.

Pronto sus músculos le reclamaron por tanta rigidez. Una fuerte determinación se pintaba en su rostro rayando en lo maquiavélico. Cumpliría su palabra, costase lo que le costase.

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Fugaku se encontraba recostado en su cama, sosteniendo en sus fuertes manos, aunque un poco arrugadas, la imagen de su amada Mikoto. Verle a ella le daba las fuerzas para continuar viviendo, quería honrarla los días que le quedaran de vida.

-Mikoto, mi amor, sí tan sólo Sasuke fuese capaz de entender el porqué de mis actitudes- con el cariño más profundo besaba el retrato enmarcado en fino oro. Sí ella supiera que él lo había mandado a hacer para ella, lo hubiese tomado y vendido para usar ese dinero para alimentar a una familia entera. Una sonrisa se dibujo en sus labios al pensar en la batalla que Mikoto hubiera desatado por causa de ese "uso innecesario del dinero", como ella solía llamarlo. Le había costado años lograr que ella aceptara usar alguna joya que él le regalara, aunque se tratase de su propio anillo de bodas, porque ella pensaba que era mejor alimentar a la gente que alimentar su propia vanidad.

Tras su muerte, él se había convencido que si ella hubiera sido monja, para esos días ya estuviera canonizada y él, gustosamente, le habría erigido un altar enorme en la entrada de su casa. –Hay veces que desearía romper mi juramento pero estoy seguro que al vernos en la eternidad no me perdonarías por faltar a mi palabra, aunque fuese la primera y única vez en mi vida.

Unos pequeños golpes en su puerta lo sacaron súbitamente de los recuerdos que lo asaltaban al charlar con el retrato de la única mujer que fue capaz de amar. Tras colocar el retrato en el mueble de fino roble al lado de su cama, dijo en una tranquila orden: -Adelante.

Pese a su mal humor y a todo lo que su cólera le hacía sentir, deseaba con todo su corazón que su hijo entrara arrepentido por todo el daño que le había causado al pobre hombre que tuvo el desatino de acercársele esa mañana a mendigar algo de comida. ¿Cómo era posible que fuera su propio hijo el que se atreviera a golpear a ese hombre con la fusta para azuzar al caballo?

Absolutamente se había equivocado al creer que Sasuke sería capaz de perdonar. Por esa razón no podía contarle toda la verdad.

La desilusión se pintó en sus ónix ojos al ver entrar a su fiel amigo Sarutobi. El hombre mayor entendía la situación, él había visto crecer a Fugaku y lo había protegido pese a que sólo era 6 años mayor que él. Le había servido fielmente cuando él se convirtió en el Conde Sharingan, cuando encontró el amor al conocer a la dulce Mikoto y aún había jurado lealtad al pequeño heredero Uchiha cuando solo era capaz de abrir sus ojitos.

-Acompáñame viejo amigo, ayúdame a entender a ese jovencito- pese a su apariencia infranqueable, Fugaku solo se daba el lujo de demostrar su verdadera debilidad a su gran amigo. Como en otras ocasiones, el viejo Sarutobi, hombre de avanzada edad y cabello cano, de diminuta apariencia en comparación a su señor, arrastró una silla para situarse al borde de la cama de su empleador. Últimamente los constantes desaires que el joven heredero le hacía pasar a su progenitor lo llevaban a esa habitación a encerrarse con el recuerdo de su amada. –Sasuke ya se marchó, cierto.

Era una afirmación, no una pregunta. El silencio del hombre mayor fue tomado como afirmación, haciendo suspirar al cansado hombre de mirada profunda.

-Me equivoqué con él. Sí Mikoto viviera, ella sabría cómo enderezarlo-. Fugaku se restregaba el rostro con ambas manos, acción que podría tomarse como un intento por evitar derramar el llanto que se agolpaba en sus ojos.

-Eso es algo que nunca sabremos-. Sarutobi se levantó por una copa de vino para él y su amigo. El fuerte golpe que le causo a Fugaku el dulzón sabor del licor le ayudó a relajarse, permitiendo a Sarutobi continuar. –Lo que sí sé es que está más perdido de lo que pensé.

La afirmación cansada sacó a Fugaku de sus cavilaciones.

-¿A qué te refieres con "más perdido"?

-Se supone que debo venir a darte ánimos, no a preocuparte más-. Ante la mirada confundida de su señor, el viejo mayordomo se removía incomodo en su asiento. Debía decírselo, el problema era: ¿cómo?

-No le des tantas vueltas al asunto, puedo confiar en ti, así que suéltalo todo de una vez.

-Sucede…- las palabras se agolpaban en su garganta, como un fuerte nudo que no podía disolver. Bebió un largo sorbo del líquido rojizo siendo consciente de la inquietud que había despertado en el hombre frente a él. –Sasuke salió para la mansión de los Uzumaki- soltó de una vez.

-Eso no es alarmante, te recuerdo que Naruto vive ahí.

-El problema no es la amistad con el joven Naruto o con Lady Uzumaki-. Sarutobi se levantó de golpe de su asiento, intentando retomar valor ante la siguiente declaración. –Sasuke va a pedir la mano de lady Karin en matrimonio.

Un pesado silencio se apoderó de la estancia. Fugaku analizaba la situación con frialdad. Lady Karin era la prima de Naruto y si mal no recordaba, Sasuke siempre se había declarado en contra de una mujer tan… fría. O así le había llamado él en un principio. El padre de ella, lord Orochimaru Kurosuki, encabezaba la lista de sus enemigos. Él era la contraposición a sus labores de igualdad y justicia.

Con una tranquilidad y serenidad que no sentía, habló, todo para tranquilizar a su viejo amigo.

-Es hora de que Sasuke aprenda una lección- los ojos de Sarutobi se abrieron en franca sorpresa. De no ser porque la situación con Sasuke le cansaba, hubiera soltado una estrepitosa carcajada. –Llama al señor Jiraiya y trae inmediatamente a Itachi.

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Kushina Uzumaki, Marquesa de Kyubi, caminaba con aire de preocupación por toda la habitación que era la antesala de su biblioteca. Llevaba cerca de una hora dando vueltas en el mismo lugar por lo que su hijo, el joven Naruto, temía que fuera a hacer una zanja en el lugar.

-Mamá- la voz baja y alegre de Naruto la sacó de sus cavilaciones haciéndola volver su rostro a los brillantes ojos azules de su vástago. –No entiendo el por qué de tu preocupación.

La cara de duda que su hijo ponía le recordaba tanto a su difunto marido que, pese a su preocupación, le robó una sonrisa.

-Karin es mi sobrina- comenzó con un toque cansino en su voz. –Sabes de sobra que la quiero mucho, es la hija de mi única hermana y por eso la cuido como si fuera mi propia hija. Sasuke es un buen muchacho pero no siento que esté haciendo lo correcto.

La bondad nata de Naruto le impedía entender completamente lo que su madre le decía. Por eso refrenó toda pregunta al ver que ella reanudaba el paso nervioso que pocos segundos antes la ataviaba. Por fin, de la biblioteca de la mansión salieron los tres: Orochimaru con una sonrisa de victoria que ni siquiera intentó disimular, atrás de él venían Sasuke, con gesto de satisfacción, y Karin, con una alegría que normalmente no poseía.

Orochimaru, hombre de porte arrogante y orgulloso que le hacía asemejarse a una serpiente astuta y peligrosa, sonreía a su cuñada que lo miraba con la expectativa reflejada en sus hermosos ojos gris agua. Naruto miraba sorprendido a Sasuke, recordaba cómo se había disculpado por la forma tan grosera en la que había tratado a su prima el día que se la presentó en la mansión Uchiha.

"Es una mujer fría y ambiciosa… toda una molestia" esos fueron los adjetivos que su mejor amigo había usado para describir a su prima. Cuando se conocieron, fue tan obvia la reacción interesada que Karin había demostrado por el heredero Uchiha que no intentó ocultarlo. Se había ganado el desprecio de Sasuke al referirse a los pobres como "personas que solo roban el aire limpio de la ciudad". Por eso, verlos ahora tan cerca, era como un golpe a su mente que aún no hilaba la situación.

-Es un privilegio para mi darles a conocer la buena nueva- la suave voz del hombre hizo temblar a Kushina. Estaba contento, pero las cosas que lo hacían feliz, no eran precisamente muy buenas. –Mi preciada hija Karin- con un gesto la invitó a tomar lugar a su lado, -y el joven Sasuke- el aludido se colocó al costado desocupado del Conde. –Se unirán en sagrado matrimonio- tomando ambas manos de los muchachos, las unió en señal de triunfo en el aire, separándose al momento para dejarlos recibir las felicitaciones que con esto conllevaría.

Naruto los miró sorprendido. Ahora entendía el por qué de las palabras de su madre.

-Supongo que… felicidades- el muchacho trató de sonar amable pero aún no digería la sorpresa. Se rascaba pensativo su rubia cabellera, dudando en abrazarlos o no.

-Nada de suposiciones, estamos felices- la sutileza era perceptible en la apacible voz del Uchiha.

-Bien, pues de ahora en adelante serás mi primo, aunque para mí siempre has sido un hermano- el rubio se había sobrepuesto de la impresión y animadamente abrazó a su amigo.

Kushina sabía que debía hacer lo mismo con Karin, se posicionó delante de ella y la abrazó fraternalmente acercándose a su oído para susurrarle: -¿estás segura de esto?

Sólo ella fue capaz de escucharla, una sonrisa cínica se dibujó en su fino rostro haciéndola parecer una zorra astuta.

-Estoy más que feliz tía, Sasuke es el amor de mi vida y no puedo esperar para poder convertirme en su mujer.

Los ojos carmín de ella jugaron atrevidamente con el cuerpo del heredero Uchiha. En otro momento la hubiese sancionado pero la noticia aún no la digería del todo. En la lejanía escuchaba las risotadas de su hijo en sincera algarabía con su amigo y los suspiros exagerados que su sobrina exhalaba. Había tolerado perfectamente bien a su cuñado por amor a su hermana cuando ésta vivía, pero aún estaba convencida de lo ciega que había estado al aceptar casarse con un hombre tan extraño como Orochimaru. Ahora él era más poderoso que antes y la noticia del futuro de su hija sonaba más a un arreglo político que a una proposición de amor.

Algo no cuadraba en toda esa situación pero era consciente que ella poco podía hacer. Lo único que podía aportar era serle útil a Fugaku, en nombre de la amistad que los unía desde hace tanto y por los ideales que gobernaron la vida de su difunta amiga, Mikoto.

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El mes había pasado lento, pero había pasado.

Las habladurías y chismes se desataron al dar a conocer la noticia de las inesperadas nupcias entre Sasuke y Karin; partiendo desde un embarazo escandaloso hasta una posible locura del hijo del Conde de Sharingan.

Sasuke se miraba con ojo crítico en el espejo. El fino traje gris obscuro que su sastre había confeccionado para la boda contrastaba perfecto con su abundante cabello negro y su piel ligeramente bronceada. No sabía qué le hacía más feliz. Saber que estaba a punto de ganarle la partida a su padre o verlo tranquilo sin su característica participación activa en la Junta.

Y de paso se iba a casar con la diosa del sexo, Karin Kurosuki.

Lo único que le restaba hacer era entrar a la iglesia, hacer como sí le importase lo que el reverendo decía, tomar de las manos a Karin y decir: "sí acepto". Pan comido, lo tenía en la bolsa y ya podía saborear el dulce sabor de la victoria. Solo esperaba a su prometida, habían acordado que no lo haría esperar pero como buena mujer se daba a desear, aunque el papel no le ajustase en absoluto.

Llamaron a la puerta de la habitación que el reverendo le había asignado para esperar cómodamente a la novia. Para su sorpresa, no esperaron a que diera su consentimiento para entrar.

-¿Por qué no puede esperar a que le permita pasar?- la molestia teñía de peligrosa advertencia su voz.

-Porque soy tu padre y tengo todo el derecho- la voz de su padre le sorprendió. A lo largo del mes a penas sí se hablaban para lo necesario y, dadas las circunstancias, hubiera podido jurar que él sería la última persona que asistiría a su boda.

Admitía que le había sorprendido el silencio que su progenitor había guardado ante la noticia, pero se convenció de que era su manera de reprochar sus actitudes. Pese a eso, le hacía feliz verlo ahí, no porque fuera el hombre más feliz del mundo por casarse con la mujer de sus sueños, si no porque él era el motivo por el que se casaba con ella.

Dudaba en abrazarlo o no, por eso esperó a que fuera él quien se decidiera. Durante segundos que le parecieron horas, se detuvo a estudiar la apariencia de su padre. Su cabello castaño estaba ligeramente más largo, sus facciones delataban una edad mayor de la que en realidad poseía, y sus ojos, esos ojos negros que alguna vez brillaban, ahora reflejaban cansancio. Eso lo hizo sentir culpable, y en el fondo, muy en el fondo, deseaba disculparse por sus actitudes pero estaba convencido que era lo correcto, y algún día, él se lo agradecería.

La sonrisa sincera de su padre no reflejaba aprobación. ¿Era su imaginación o percibió una nota de compasión? Para su sorpresa, Fugaku se acercó con paso decidido a él. Sus brazos abiertos le dieron la pauta para abrazarlo con toda la fuerza de su corazón.

-Hijo, espero que no te arrepientas de esto- la súbita felicidad que Sasuke sintió en esos instantes le restaron importancia a las palabras del hombre. Él sabía que eso nunca iba a pasar pero agradecía la preocupación que su padre sentía por su felicidad.

-Créeme papá cuando te digo que sé muy bien lo que hago.

-Eso espero muchacho, eso espero-. Con unos fraternales golpes en el hombro se despidió, dejándolo con una sensación de vacío que nunca había sentido.

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La marcha nupcial provocó que los invitados se levantaran de sus asientos inmediatamente. La novia hizo su aparición portando un enorme vestido blanco y una cola tan larga que cinco niños tuvieron que cargarla para hacerle los honores. La sonrisa triunfal del hombre que la escoltaba era dirigida única y exclusivamente al hombre que se encontraba al lado del novio.

Fugaku nunca se imaginó encontrarse con esa serpiente en pie frente al altar, y mucho menos, ver a su único hijo a punto de desposar a la hija de éste. Las fuertes sensaciones que lo asaltaron al verlos acercarse a ellos bombardeaban sin piedad a su corazón. Intentó por todos los medios mantener la compostura pero sentía a cada instante que su pecho se oprimía.

Un momento más y cayó inmediatamente al suelo.

Sasuke giró al instante que escuchó el golpe seco a su lado. Fugaku se encontraba tirado boca abajo en el piso de la iglesia.

-Un médico por favor. ¡Un médico inmediatamente!-. Siempre había mantenido sus emociones a raya, pero ahora, la histeria y el miedo se marcaban en su voz y sus ojos.

Entre la multitud se levantaron dos hombres. Uno de ellos se acercó corriendo para atender al hombre tirado mientras el otro ayudaba a Naruto a sostener de pie a Sasuke. El hombre que fungió como galeno desabrochaba lo necesario del ajustado traje a tiempo que analizaba los signos vitales del hombre inerte.

Tras un análisis rápido, la sorpresa adornó sus facciones. Levantándose muy lentamente del cuerpo, su rostro reflejaba dolor y compasión.

-Lo siento. El Conde Sharingan a muerto.


espero que haya sido de su agrado... no encontré el apellido de orochimaru, por lo tanto le puse Kurosuki y aunque se parece a "Kurosaki" del conocido manga Bleach, no tiene nada que ver con él.

nos leemos en la próxima... bueno sí les agrada y me dan la oprotunidad de una próxima.

Sayo! :3