Malos pensamientos

Naruto no me pertenece, los personajes e historia son una creación de Masashi Kishimoto.

C23 ¡Qué noche la de aquel día!

Sakura se sentía eufórica. Bailaba, reía y conversaba con sus amigos prácticamente a la vez. Se sentía inusualmente desinhibida y estaba disfrutando como no lo hacía en mucho tiempo.

Ino le había organizado una fiesta para celebrar su exitoso ingreso en Anbu y se lo estaba pasando en grande. Se suponía que la información era confidencial, que nadie podía saber quién era miembro del exclusivo grupo de élite, pero para la Yamanaka eso eran nimiedades. Al menos había tenido la sensatez de organizar la fiesta en la intimidad de su casa, aunque los escasos 50 metros cuadrados de la vivienda de la rubia fueran un tanto insuficientes para albergar a los al menos 20 invitados que se encontraban allí reunidos, pero eso deba igual, sabía que para la florista eso no era impedimento para montar una de sus épicas fiestas, lo único que ella necesitaba era una excusa para poder desmadrarse y Sakura se la había servido en bandeja.

El alcohol corría a raudales y todo el mundo parecía estar divirtiéndose como si no hubiera un mañana. La peli-rosa intuía que Ino había aderezado el ponche con algo más que alcohol, pero no iba a ser ella la que se quejara, al menos hoy. No, ella solo quería seguir disfrutando de la fiesta mientras su cuerpo aguantase.

Estaba bastante agotada, después de haber superado la tensión del examen se había deshinchado como un globo y el cansancio le estaba empezando a pasar factura, pero no quería marcharse todavía, se lo estaba pasando demasiado bien; además se lo merecía. Después de tantos meses esforzándose al máximo al fin había conseguido su objetivo y además lo había hecho a lo grande.

El examen había sido todo un éxito. La prueba escrita nunca había sido un obstáculo, sabía con certeza que estaba sobradamente preparada, sin embargo la práctica, aquella en la que debía luchar y mostrar que su jutsu propio era suficientemente mortífero como para ser considerado letal, esa, esa ya era otra historia. Había pasado infinidad de noches en vela preocupada por creerse, sin motivo aparente, no estar preparada para enfrentarse a ese reto, pero al final, sus infundados temores fueron diluidos en el campo de batalla como sal en el agua, y no pudieron impedir que su esfuerzo fuera recompensado; su victoria fue apabullante.

Se había tenido que enfrentar a tres experimentados Anbus y ninguno había quedado en pie. No era requisito imprescindible para pasar la prueba tener que vencer a los tres, simplemente tenía que mostrar que su "Agujas de piedra" era suficientemente poderoso, pero su actitud valiente y decidida no encontró rival. La lucha duró más de una hora. Sus oponentes no mostraron clemencia y ella no se quedó atrás. Después de más de media hora de combate solo había conseguido abatir a uno de ellos y sus energías se iban mermando cada minuto, pero la voluntad de fuego ardía en su interior. Poco a poco fue ganando terreno hasta acorralar en una esquina a sus rivales. Empleó toda su artillería pesada: su fuerza sobrehumana, su impecable control de chakra e incluso se valió de uno de los trucos más utilizados por Naruto, los clones de sombra. Después de luchar tantas veces a su lado había aprendido a usarlos, no en su irreproducible número, pero sí con su astuta estrategia, y esa había sido una de sus bazas más valiosas. Al final su "Agujas de piedra" fue totalmente decisivo cuando acribilló sin piedad a sus ya muy debilitados contrincantes. Ninguno de ellos fue herido de gravedad, sabía perfectamente lo que estaba haciendo, pero tampoco se libraron de un par de días de vacaciones forzosas en el hospital.

Al terminar la prueba se había sentía totalmente orgullosa de sí misma, no creía poder sentirse más satisfecha, pero cuando después del examen, en la ceremonia de admisión de los nuevos Anbus, vio como Kakashi, su padrino, se acercaba a ella para hacerle entrega de la máscara que le otorgaba su nuevo estatus como miembro de Anbu, su corazón se desbordó.

Era tradición que aquel que la presentaba como aspirante, también tuviera el honor de hacerle entrega de la que sería su primera máscara, estando ésta decorada con el dibujo que él pensase más adecuado para su pupilo; en su caso, Kakashi la obsequió con un delicado y exquisito dibujo de una mariposa. Nada más verlo, se preguntó de dónde lo habría sacado.

Cuando se acercó a ella, vestido de Anbu y oculto tras su propia máscara, sus latidos se dispararon. Estaba absolutamente arrebatador vestido de uniforme. El traje dejaba sus hombros al descubierto revelando su tatuaje sobre sus bien formados y definidos músculos. El peto metálico se amoldaba perfectamente a su cuerpo haciendo que su torso pareciese incluso más estilizado de lo que ya era de por sí y su máscara, en la que se podía apreciar un imponente lobo, le otorgaba un aire peligroso que la hipnotizó por completo.

Ella ya había pronunciado sus votos, aquellos en los que juraba lealtad a la aldea y se comprometía a defenderla hasta su último aliento y ahora le tocaba ser admitida.

Kakashi llegó a su lado en un ceremonial silencio y, después de colocarle la máscara con suma delicadeza, pronunció el discurso protocolario. Recordaría cada palabra para el resto de su vida.

Yo, Kakashi Hatake, como miembro de Anbu en pleno derecho te tomo bajo mi protección y prometo guiarte durante tus primeros pasos por los tortuosos senderos de la obligación y el deber así como compartir contigo la pesada carga que este puesto conlleva. Yo, en representación de tus nuevos hermanos, te otorgo el privilegio de servir a Konoha como muy pocos son capaces de hacerlo.

Sakura Haruno, se bienvenida a Anbu.

Después del emotivo discurso, le entregó la máscara. Había podido vislumbrar la bonita mariposa cuando se acercaba, pero ahora que la tenía delante podía apreciar todos los perfectos y finos trazos con los que estaba dibujada. Todo era una esbelta armonía formada por rosas, blancos, grises y negros que se enlazaban entre sí eclosionando en una delicada mariposa. Tuvo que contenerse para no derramar ninguna lágrima.

Sakura se colocó la máscara y su ex -maestro, posicionándose detrás de ella, le ató el rojo cordel para fijársela.

Podía sentir su respiración tras su nuca, su cálido aliento acariciarla suavemente, cuando escuchó un susurro tan bajo como para dudar de si no se lo estaría imaginando. Las palabras se grabaron a fuego en su mente.

Estoy muy orgulloso de ti.

Esa simple declaración le causó un escalofrío que la recorrió de arriba abajo haciéndola estremecerse. Después, cuando se alejó de ella, sintió como una helada corriente la devolvía a la realidad. Él se había perdido entre las diferentes máscaras Anbu y ella se marchaba para dar paso a otro de los nuevos integrantes de la sección. Al cruzarse con él se preguntó si aquél otro chico se sentiría igual de aturdido que ella cuando terminara la ceremonia. Las emociones sufridas habían sido muy intensas, miedo, falta de confianza, superación, júbilo, euforia y un sinfín de sentimientos proporcionados por el peli-plata que era incapaz de catalogar.

En un segundo todo el cansancio se apoderó de ella. Las emociones vividas habían sido muchas y volver a recordarlas la había agotado mentalmente.

Se acercó hasta la pequeña terraza de la cocina y salió a tomar un poco de aire. En la cocina había unas cuantas personas, pero por suerte, en la terraza no había nadie. Salió y dejó que el aire fresco le acariciara la cara. Necesitaba despejarse y dejar de pensar en Kakashi.

Lo había visto nada más llegar, apoyado en una esquina junto a Shizune y la había felicitado como todos, pero al cabo de un rato, había desaparecido. No pudo evitar preguntarse dónde estaría.

Se sentía un tanto mareada y el atronador ruido procedente del interior de la casa no la ayudaba mucho a serenarse, así que cuando vio la oportunidad de escabullirse por un rato, subió a la barandilla y saltando de balcón en balcón, se encaramó al tejado.

Nada más levantar la cabeza casi sufrió un ataque al corazón. Sentado en lo más alto del tejado, bebiendo de un botellín de cerveza, se encontraba su antiguo maestro. Por un momento sintió pánico, él era la última persona que se esperaba encontrar. Estaba agotada, el día había sido muy largo y solo buscaba algo de tranquilidad. Encontró justo lo opuesto. Pensó por un instante en marcharse, pero, tras sopesar las consecuencias de su huída, decidió quedarse; hubiera podido inventarse cualquier excusa, él mejor que nadie hubiera sabido apreciar su creatividad , pero no quería parecer ingrata. Él había hecho mucho por ella y debía agradecérselo.

Reuniendo todo el arrojo que pudo, se acercó caminando entre las destartaladas tejas hasta colocarse a su derecha. Kakashi no se inmutó, su mirada estaba perdida en el cielo y no de despegó de allí.

― Vaya, veo que sigues tan sociable como siempre . Hay cosas que nunca cambian ―. Su tono medio sorprendido medio sarcástico transmitían a su saludo un cierto cálido toque de camaradería.

― Puede ser ―, admitió benevolente. Le dio un trago a la cerveza y siguió hablando. ― Pero en toda situación siempre hay dos lecturas. Yo me quedo con la mía ―. Kakashi desvió su mirada focalizando en ella toda su atención. La miraba desde abajo. Ella se había quedado de pie, pero unos pasos más atrás, así que su cabeza quedaba por encima de la del ninja copia.

Sakura levantó las cejas con escepticismo, preguntándose cuál sería ahora la excentricidad con la que saldría su ex -maestro, aunque su penetrante mirada la intimidara un poco.

― A ver, ilústrame con tu profunda sabiduría ―. Sus palabras estaban teñidas de una mezcla de resignación y condescendencia, y en su rostro, pese a estar a contraluz, podía vislumbrase una cínica media sonrisa. Aún así, la situación no dejaba de ser amigable.

― Simplemente, me parece que cada día te pareces más a mí ―. La declaración era simple. Tomó otro trago de cerveza y continuó mirándola.

Se paró durante un segundo a pensarlo, y la verdad, escabullirse discretamente por la ventana era algo bastante "estilo Hatake". Su sonrisa se ensanchó, aquello le había hecho gracia.

― Piensa en ello ― le advirtió teatralmente el peli-plata como si estuviese hablando sobre padecer una enfermedad incurable.

― No seas narcisista, lo que pasa es que necesitaba tomar un poco el aire ― le replicó falsamente ofendida.

― Al igual que yo, eso no hace más que corroborar mi premisa ―. Sonreía claramente complacido bajo la máscara, porque podía apreciar perfectamente la característica curvatura de lo que ella denominaba "su ojillo feliz". Solo cuando la sonrisa llegaba hasta su mirada era cuando realmente Kakashi sonreía, y ocurría muchas menos veces de las que a ella le gustaría. ― Seguramente estés a un paso de reajustar tu reloj y callejear sin rumbo mientras lees alguna de las prestigiosas obras maestras del gran Jiraya.

― Bueno, bueno, eso de prestigiosas obras maestras es bastante discutible. Además, siento tener que defraudarte, pero eso que dices no pasará jamás ―. Estaba claramente a la defensiva, aunque bajo un cierto toque socarrón.

― Eso ya lo veremos. Si no recuerdo mal, cierto día te encontré apreciando las maravillas que Icha Icha Paradise nos ofrece. No me parece una idea tan descabellada ―. Su sonrisa se había transformado en una más maliciosa, más burlona.

― Eso no cuenta. Me lo regaló Sai ―mintió ― Era el único libro que tenía en casa que no me había leído todavía y a falta de nada mejor, ese día le tocó a él. Por cierto, he de decirte que no es para nada tan adictivo ni tan absorbente; los personajes son bastante planos y predecibles, y en ningún momento evolucionan, solo son un montón de descripciones explícitas de encuentros sexuales hilvanadas con un pobre y poco original argumento. No se acerca, ni mucho menos, a una prestigiosa obra maestra ―. Parecía la líder de un grupo feminista después de un mitin, exaltada y extasiada.

― Bueno, bueno, que elocuencia. Me dejas anonadado ― se burló en ninja copia. ― Cualquiera diría que has pasado por uno de los días más agotadores de la vida de un ninja. Anda, siéntate y relájate. Ha sido un día muy intenso, sobre todo para ti ―. Kakashi había mirado a su lado cuando la había instado a sentarse y decidió aceptar su oferta. Estaba agotada, el día, con sus intensas emociones, había ido drenando cada gota de energía de su cuerpo, y en esos momentos, comenzaban a ser incapaz de aguantar su peso. Además, el alcohol había estado surtiendo su efecto haciéndola sentirse desinhibida y demasiado osada.

― Sí, la verdad es que estoy exhausta ― Kakashi observó de refilón como se sentaba a su lado y volvió a perder su vista en el oscuro cielo moteado.

Sakura se sentó lo más cerca que pudo sin traspasar la frontera que los cánones marcan como amistosa. No se tocaban, pero podía sentir su calor corporal. Permanecieron un rato en silencio, simplemente disfrutando de su mutua compañía. A parte del barullo de abajo, lo único que realmente se oía era el sonido de los esporádicos tragos de Kakashi. Había estado tentada a hablarle sobre sus nuevos sentimientos, esos que pesaban como una losa, pero al final lo había descartado. Hoy era noche de celebración, no de confesiones.

― Es mejor que no te lo toques ― El consejo llegó acompañado de su mano, que se posó sobre la suya impidiéndole que se rascara su reciente tatuaje. Se lo habían hecho unas cuantas horas atrás, pero el condenado seguía picando.

Su tacto era suave pero firme y dejaba traspasar toda la tibieza de su sangre. No era una caricia, su mano no se movía, pero eso no restaba intimidad al acto. Después de demorar la acción bastante más de lo que el decoro marca, levantó la mano llevándose consigo toda su calidez. Él no había apartado la vista del cielo en ningún momento, sin embargo ella se había quedado observando la unión de sus manos como una tonta. Se sintió idiota e inmadura.

― Recuerdo a la perfección el día me hicieron el mío ―. Su voz reflejaba cierto grado de sentimiento en sus palabras. ― No es por nada pero el picor dura por lo menos un par de días. Te saldrá una costra. No deja de ser una cicatriz, así que no te la toques. Todavía me acuerdo de un chico de mi promoción, Shin Harada, se rascaba tanto que acabó por levantarse la postilla y al final, se acabó desfigurando todo el tatuaje ―. Había empezado como algo más íntimo, como si fuera a contarle algún pequeño secreto de su pasado, pero al final había acabado usando ese tono tan particular que usaba para aleccionarla: era su voz de sensei.

― Vaya, no eres nadie animando a la gente. Además, creo que los cuidados médicos ya me los sé ―. Le molestaba que siguiese usando a veces ese tono con ella, le recordaba que para él no era más que una niña, a la que apreciaba de alguna forma y a la cual permitía acercarse, solo un poco, pero más que a los demás. Nunca había dejado de ser su alumna y nunca lo dejaría.

― Perdona, a veces se me olvida que ya no eres una niña ―. Aquellas palabras la enfurecieron más y para rematar, las acompañó de un suave zarandeo de sus cabellos como cuando era una cría. Le dieron ganas de gritarle; de quitarse la blusa y enseñarle sus, no demasiado grandes pero bien puestos, pechos; de besar sus labios con frenesí; que asimilara de una vez que ella era una mujer. En su lugar se quedó sentada a su lado sin decir ni una palabra.

― Es emocionante, ¿verdad?. Todavía puedo recordar como mis latidos casi no me permiten escuchar la ceremonia. Hacían un ruido ensordecedor. Yo era joven, bastante más joven que tú, en realidad era poco más que un niño. La tensión del examen, la euforia de la victoria, la felicidad de un reto superado, la recompensa de un esfuerzo, todas esas emociones condensadas en unas pocas horas necesitan ser desatadas y yo, tristemente, no tenía muchas personas con las que compartirlos. No tenía familia, Rin y Obito no estaban, la única persona que me quedaba era mi maestro, Minato Namikaze, el cuarto. Durante un tiempo él lo fue todo para mí, un maestro, un amigo y a veces, hasta un padre. Tenerlo delante, vestido de Anbu, entregándome la misma máscara que has visto, la del espectacular lobo, eso es algo que aunque no lo grabara con el sharingan, recordaré siempre ―. Sonaba nostálgico, incluso algo melancólico. Se preguntó si preferiría que en vez de ella fuera Rin la que se sentara a su lado, o peor aún, que fuera Shio. Enseguida apartó esos dañinos pensamientos.

¿Cómo podía estar tan perdida?. Se sentía confusa ante el torrente de contradictorias sensaciones que la confidencia le había originado. Se sentía cómoda, pero a la vez nerviosa; se sentía feliz, pero a la vez celosa; se sentía pequeña, pero se sentía importante. Él acababa de compartir con ella un pedacito de su vida, y eso era algo que el ninja copia no era muy propenso a hacer. Seguían sentados a la misma distancia, pero la cercanía era mucho mayor. No se atrevió a mirarle, él tampoco la miraba a ella, lo había visto de reojo, así que continuó con la mirada perdida en el horizonte. Entendía perfectamente sus palabras, puede que ella no estuviera tan sola como él, tenía familia y amigos, pero lo suyo era peor, estaba enamorada de él, así que, en su opinión, sus emociones se quedaban cortas en comparación con las que había, y continuaba sintiendo, la kunoichi en ese momento.

― La máscara que llevaba hoy en tu ceremonia era la misma que me entregó a mí Minato. Nunca la uso porque no quiero romperla, es un recuerdo muy preciado para mí, pero sin duda, hoy era una excepción. Te he entregado la máscara llevando la que a mí me entregó mi maestro, igual que él me la entregó a mí portando la del suyo, e igual que su maestro antes que él. Es una antigua tradición, solo espero que la sigas.

Estaba serio, taciturno, como si recordar tiempos pasados lo entristeciera. Sakura soltó una sonora espiración cuando asintió, una especie de asordada afirmación. Continuaron otro rato en silencio, disfrutando de la suave brisa nocturna.

― Kakashi, ¿puedo preguntarte algo? ―. Su voz había sonado casi como un susurro.

― Adelante, pero me reservo el derecho a no contestarte ―. No le sorprendía, él siempre era bastante hermético.

― ¿Por qué una mariposa? ―. Se había tomado su tiempo, le daba miedo escuchar la respuesta, pero la curiosidad había podido más.

Había estado pensando en ello, pero no lo acababa de entender. Lo único que podía encajar era que la viese frágil y delicada, y no estaba segura de que eso le gustara. La otra opción era peor, algo parecido a ser una bonita cometa que solo sirviese de distracción; mecida por el viento mientras encandila con sus colores. No, eso no podía ser. Las palabras que escuchó durante la ceremonia contradecían cualquiera de sus dos teorías, tenía que ser otra cosa, y necesitaba saberlo, por muy vergonzoso que resultase.

― ¿No te ha gustado? ―. Su voz sonó preocupada.

― No, no es eso ―. Sakura se alarmó, por nada en el mundo quería que pensase que no le había gustado, era lo opuesto a la realidad. Lo miró, estaba impasible, con la mirada fija en alguna lejana luz. Se tranquilizó al verlo tan imperturbable como siempre, en su papel distante pero a la vez protector. Volvió a mirar al frente y continuó hablando. ― Es preciosa, de verdad. Sus trazos son tan delicados y finos… se nota una sensibilidad especial en sus líneas. Los colores también son asombrosos; tal y como están combinados los degradados y los contrastes realzan el diseño. ¿Quién la ha pintado?, ¿Sai?.

― Sai llegó ayer por la noche a la aldea, casi no le da tiempo a ir a la ceremonia. No, no ha sido él ―. Su voz sonaba un poco dolida. Esperó un rato antes de continuar. Tras la rotunda negativa, Sakura no se había atrevido a volverle a preguntar, así que esperaba pacientemente. ― Todavía no te he contado en qué consiste toda la tradición ― prosiguió. Rezumaba calma y tristeza sin que la kunoichi llegase a entender por qué .― A parte de lo que te he contado sobre llevar tu primera máscara Anbu cuando tengas el privilegio de ser madrina, debes hacer otra cosa ―. Hizo una pausa. ― Como ya sabes, el simbolismo y la armonía son de vital importancia en nuestra cultura y en nuestros rituales, son parte esencial de nuestras raíces. Una persona que acepta a otra como su protegido, deberá conocerlo en profundidad, tanto como para poder sintetizar su esencia en un dibujo. Si no eres capaz de hacerlo, quizás no seas la persona adecuada para ejercer ese cargo; pero eso ya lo sabes. Lo que todavía no sabes es que dentro de nuestra particular "rama" Anbu hay otra tradición. Plasmar la esencia de alguien en un dibujo es un acto muy íntimo, no se puede delegar. Cada trazo, cada línea, transmiten los valores y las cualidades que les definen, cada una aporta su significado tanto propio y como global.

― ¿Eso quiere decir que la has pintado tú mismo? ―. La pregunta sonó incrédula, tanto, que se giró para comprobar su reacción. Aquello sí que la sorprendió, a juzgar por sus bocetos y sus mapas, nunca hubiese sospechado que dibujara tan bien.

― ¿Por qué te resulta tan difícil pensar que he sido capaz de pintarla yo mismo? ―. Él también la miró, esta vez estando ambos a la misma altura. Suspiró antes de continuar ― Qué se le va a hacer, soy un incomprendido ―. A Sakura no le quedó muy claro si lo decía en serio o en broma. Más que hablar, parecía como si sus palabras se arrastraran lentamente. Volvió a soltar otro cansado suspiro . ― A parte de leer, me gusta dibujar, cuanto tengo algo de tiempo y estoy en casa, aprovecho para desempolvar los pinceles y tratar de pintar algo. Además, soy un hombre precavido, quería estar preparado si me llegaba el momento. Mis predecesores me dejó el listón muy alto.

― Hasta ahora pensaba que no se me daba mal el dibujo, ahora ya no estoy tan segura. Me compadezco del incauto que se atreva a pedirme que sea su madrina ―. Sakura se había vuelto a mirar al frente, huyendo de la penetrante mirada del peli-plata. Ella quería saber, pero no estaba dispuesta a mostrar, al menos, no todavía. ― Tendré que tomar clases de pintura ― comentó con resignación.

― Es como todo, solo tienes que practicar ―. Una de las frases preferidas de cualquier profesor, y Kakashi no era una excepción. Si practicas se mejora, si no, no.

Se sentía tranquila, relajada. La brisa había despejado su mente lo justo para dejar de marearse, aunque el efecto del ponche todavía la acompañaba. Volvieron a quedarse en silencio. La conversación iba y venía interrumpida a ratos por un apacible mutismo.

― La verdad es que no te pega ―. Esta vez fue la peli-rosa la que rompió el silencio.

― ¿El qué? ―. La pregunta sonaba perdida.

― Dibujar así de bien. Eres un desastre con los mapas y tu escritura es ilegible, me cuesta creer que lo hayas hecho tú ―. No había considerado la posibilidad de ofenderlo, pero al parecer ese fue el resultado.

―¿Lo estás poniendo en duda? ―. Se había girado hacia ella y la estaba mirando. Podía sentir su inquisidora mirada traspasando su sien.

― Ni mucho menos. Jamás se me ocurriría dudar de tu palabra. Simplemente digamos que me ha sorprendido ―. Le devolvió la mirada. No tenía nada que esconder, por lo menos relativos a ese asunto.

Volvieron a sumirse en "su" silencio, ese que era cómodo y cordial. Habían compartido mucho tiempo juntos y estaban acostumbrados a su mutua compañía, el silencio era parte de su amistad.

―Todavía no has contestado a mi pregunta ―. Volvió a ser la peli-rosa la que reinició la conversación. Estaba intrigada y su impulso fue mirarle ―. ¿Por qué una mariposa?.

― Me recuerdas a una mariposa ―. Había cierto deje de timidez en esa declaración. ― Grácil, ligera, preciosa, capaz de volar muy alto, pero sobre todo, porque es capaz de pasar por una increíble transformación. Naciste siendo una simple oruga y te has convertido en una espléndida mariposa. Empezaste siendo una niña llorona y asustadiza y te has convertido en la discípula de la mismísima Hokage, casi igualando su fuerza y cerca de saber todos sus secretos. También has heredado su tozudez, aunque eso ahora no viene a cuento ―. Esto último lo dijo esbozando una sonrisa. El ambiente se había cargado demasiado y sabía que lo mejor era azuzar a la kunoichi.

― Kakashi… ―. Su queja fue acompañada de un fuerte cachete. El peli-plata no hizo ademán de esquivarlo, esperó impasible a recibir el sopapo.

― Ay… ― fue todo lo que dijo mientras se frotaba la coronilla. ― Eso ha dolido.

― Y más que te va a doler si sigues diciendo estupideces ―. La amenaza estaba reforzada por su puño alzado en señal de advertencia, pero todo era una farsa, un teatrillo montado para su propia diversión; la de ambos.

― Eres una auténtica tirana. Porque es tu día, pero ya hablaremos tú y yo sobre tu actitud hacia tus superiores. Tienes un problema con la autoridad y eso no se puede consentir ―. Esta vez sonaba medio serio medio en broma. Había un cierto toque de verdad en sus palabras.

― No te quejes tanto, que solo ha sido una caricia ―. Sabía que no era cierto, pero tampoco le había pegado tan fuerte, solo lo justo para que le estuviese doliendo durante un par de minutos. Aun así, se sentía un poco culpable.

― Pues entonces no quiero probar tus besos. Puede ser terrorífico ―. Kakashi simuló sufrir un escalofrío y puso cara de asustado. La peli-rosa se arrepintió de no haberle arreado más fuerte.

― Como si fuera a estar yo interesada en besar a viejo vago y pervertido ―. Su actitud condescendiente era fruto de un desmedido orgullo. Había tocado un punto sensible, y sus defensas habían actuado de forma automática; no importaba faltar a la verdad, lo realmente esencial era no descubrirse antes de tiempo.

― Un poco más de respeto, vuelvo a ser tu maestro ― bromeó.

― Mi padrino, que no es lo mismo ― corrigió automáticamente la kunoichi.

― Lo que tú digas, pero vuelves a estar bajo mi mando. Podría mandarte limpiarme la casa y tú tendrías que obedecer… mmm… que tentador. O una sabrosa cena… bueno, aunque hay que ser realistas, la cocina no es lo tuyo ―. Aquello se ganó otro guantazo.

― Pero… ¿Se puede saber qué es lo que te pasa hoy? Estás más molesto de lo habitual ―. La queja llegó con retintín.

― Puede ser que sea porque estoy feliz. Hoy también es un día importante para mí ―. Sonreía bajo la máscara y se le veía relajado. ― Estoy muy orgulloso de ti y eso hace que también esté satisfecho de mi mismo, yo también tengo mucho que celebrar.

― Pues no se nota. Aquí solo ―. La kunoichi barrió el lugar con la vista para enfatizar sus palabras.

― No estoy solo, Además, cada uno disfruta de sus victorias a su manera. Ésta es la mía ―. En eso tenía razón, cada uno tenía sus preferencias y ella no nadie para criticar las suyas.

Otro intercalado silencio se interpuso entre ambos.

― ¿Has dicho que estás orgulloso de mí? Me ha parecido oírte decirlo antes, pero ha sido tan bajo que no estaba del todo segura de haberlo escuchado ―. La peli-rosa se sentía valiente, el alcohol le había proporcionado ese empuje que le faltaba cada vez que lo veía. Siempre se quedaba con las ganas de preguntarle algo, hoy no sería así.

― Claro que estoy orgulloso de ti ―. El shinobi se zarandeó a un lado para coger algo de impulso antes de golpear suavemente con su hombro el hombro de la peli-rosa. Era un toque de atención, una especie de suave reproche por haberlo dudado. ― Eres uno de mis mayores logros, y sobre todo, eres una de mis mayores alegrías ―. Se giró entonces para poder mirarla. Su oscuro ojo visible la observaba fijamente como si nada más en su entorno mereciera ser el centro de atención. La luz era escasa, la luna menguante no arrojaba demasiada claridad esa noche, pero a pesar de todo, podía percibir la profundidad de su mirada.

Se había quedado atrapada en la oscura y atrayente mirada del peli-plata. Sentía su respiración agitada, sonora, brusca. Su parte racional había sido desconectada por cortesía del alcohol y sus instintos se estaban apoderando de ella. Abrió un poco el campo de visión para poder apreciar toda su cara. Su inseparable máscara ocultaba la mayor parte de su rostro, pero no conseguía esconder su sonrisa afectuosa, una de esas que llegaban a sus ojos. Sus curvados labios llamaron entonces su atención, parecían jugosos y moldeables incluso tapados. Había pensado muchas veces en cómo se sentiría besarlos, y esta no fue una excepción. Había estado intentando contener sus sentimientos durante mucho tiempo, y después de un extenuante día, con las defensas por los suelos y la euforia del alcohol infiltrada en su sangre, sucumbió; no aguantó más y dio rienda suelta a sus sentimientos.

En una fracción de segundo sus labios atraparon los del peli -plata en un tímido beso. El contacto fue cálido y suave, e incluso a través de la tela, sintió una descarga eléctrica traspasarla. Algo sonó entonces, ruido de cristales rotos, Kakashi debía de haber soltado la botella de la impresión. Creyó que la apartaría, que la alejaría delicadamente para rechazarla de un modo más o menos amable, pero no lo hizo. Si no hubiera sido por la botella, Sakura hubiera pensado que el que había empezado era él, porque atrapó sus labios con un hambre tan salvaje, que la sorprendió. Colocó su mano detrás de la cabeza y la atrajo para sí. Sus besos eran urgentes, pero no dejaban de ser suaves, su cálido aliento inundaba todos sus sentidos y la humedad traspasaba la tela diseminando su esencia.

Tras la sorpresa inicial, trató de asimilarlo. Kakashi Hatake, su ex -maestro, la estaba besando; porque ya no lo besaba ella a él, no señor, era todo lo contrario. Había estado esperando durante mucho tiempo ese momento, no podía creer que estuviera pasando, y sin embargo, los delicados mordiscos y los suaves tirones no dejaban lugar a dudas de que ella estaba allí.

Sintió el contacto de su lengua delineando sus labios, se estremeció. Tenía los ojos cerrados, lo que amplificaba el resto de sus sentidos. Su mano, amplia y fuerte, sujetaba con firmeza su nuca; su aroma, esa familiar y tranquilizadora mezcla entre frescor del bosque y almizclada masculinidad; su calor corporal traspasando la ropa; su ajetreada respiración sobre su cara, acariciándola con cada exhalación… Todo, él era todo lo que podía sentir alrededor. Se sentía abrumada por el momento, pero no quería parar.

Una acuciante inquietud crecía en su interior, amenazando con liberarse y desplegar toda su potencia. Había deseo, había pasión, había anhelo, urgencia, lujuria, pero sobre todo, de lo que más había era amor. Enseguida, todos esos sentimientos fusionados, abrieron otro foco, uno situado un poco más al sur. Estaba excitada y sus músculos habían comenzado a contraerse involuntariamente ocasionando que sus caderas se contonearan levemente con el movimiento. Estaba extasiada. A pesar de la máscara podía sentir perfectamente al peli-plata, su delicadeza, su ternura y su pasión. Un tembloroso gemido se escapó de sus labios entre besos y mordiscos.

Él, se paró en seco, y sin despegarse de sus labios abrió los ojos.

Su mirada era de puro terror. Se separó de ella de un pequeño salto, como si acabara de abrazar a un cactus, aterrizando de cuclillas unos metros más allá. En ningún momento apartó la vista. Su mirada reflejaba miedo, vergüenza, culpa y lo que era peor, arrepentimiento. Se le veía conmocionado, con su único ojo visible abierto como un plato y tratando de asimilar lo que acababa de pasar. No hablaba, no se movía, ni si quiera respiraba, todo lo que hacía era mirarla. Ella seguía sentada en el mismo sitio sin atrever a mover ni un solo músculo por temor a espantarlo. Se veía confundido y asustado.

De repente se irguió. Se alzó de forma torpe y se giró dándole la espalda.

― Lo siento Sakura ―. Su voz, ya de por si profunda, sonó todavía más grave, pudiéndose apreciar la amargura latente tras sus palabras.

Acto seguido desapareció.


Bueno, pues siento la tardanza, al menos espero que la espera haya merecido la pena, si no es así, lo siento. (**ahora mismo estoy encogida esperando vuestros tomatazos**)

Sé que ha pasado mucho tiempo, el verano ha sido muy duro y me invitaron a un foro genial… donde no pude resistir la tentación de participar en un par de retos. Por cierto, os invito a que os paséis por alguna de ellas, son oneshots, así que no son demasiado largos. Por si os interesa a alguno, el foro se llama LA ALDEA OCULTA ENTRE LAS HOJAS y es un sitio genial.

Por cierto, me han dicho que recibir un montón de reviews es el mejor remedio contra la depresión post-vacacional. Os agradecería que me echarais una mano con eso, a ver si recupero fuerzas e inspiración ;)

Un saludo y gracias por leer.